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De cuando los corazones rotos vuelven a latir por manimoe

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Notas del fanfic:

¡Feliz cumpleaños, teniente! fjkdslañjfkdsla Espero que hayan habido muchos bailes y chocolates y naranjas para usted. 

Es con todo mi amor, lo que lo hace amorfo(?) 

 

Espero lo disfruten todos, también es para la iniciativa del Día Internacional de Kai, este desde Colombia para el mundo(??) 

Notas del capitulo:

Como ya lo dije, espero lo disfruten mucho *----*

El verde del césped suave y natural le llenó los sentidos. Había extrañado ese país, su país, más de lo que extrañaría nunca nada. El sol refulgió en el cielo con la misma intensidad que en las horas de verano se alzaba y le cegaba la vista. Curioso hecho, siendo primavera en la ciudad de Tokio. Al menos el polen no había hecho de las suyas con su alergia, se dijo.

Se sentó en la tierra y recostó su espalda en un árbol, dejando que las imágenes de las parejas compartiendo un almuerzo y los niños jugando a la pelota se desdibujaran a sus párpados cerrados y los recuerdos del mismo parque en muchas fechas atrás, tomaran el control en sí mismo. Sonrió por la viveza de estos y sintió que ya no dolían.

Se sentó observando las delgadas piernas del otro enfundadas en el cuero color negro brillante, esas que se extendían despreocupadas en el mantel que tendieron ese mismo día por la mañana. El sol se ocultaba entre los árboles y los últimos gritos de las voces agudas de los niños dejaron de resonar en el ambiente. El suspiro soñador del joven pelirrojo le cortó las cavilaciones acerca de la suavidad de sus extremidades.

–Kai… -Susurró Ruki,  mirándole con la misma indiferencia que le caracterizaba –Creo que me iré –Kai frunció su seño, intentado descifrar la frase –, he tenido una oferta de trabajo en Londres y he aceptado –Parpadeó un par de veces, observando a su profesor de violín. Abrió su boca con lentitud y tuvo que cerrarla al verse halado hasta el pecho del otro –Es en una filarmónica, una muy importante, y debo irme mañana… -Se sintió aturdido por tanta información. El estómago le dio un par de vuelcos y terminó por tragar grueso antes de que la comida se devolviera por donde había entrado.

–No puedes… no debes dejarme –Las ideas se cruzaron en su cabeza de un modo confuso, haciéndole soltar las palabras sin pensar en cuán humillado se vería por estas. Después de todo, era amor, ¿no? – ¿Qué…? ¿Qué pasará con nosotros? –Ruki detuvo las caricias que le entretenían y aspiró un poco más de aire. Le dolería decirlo, pero comprendía que la verdad dolía en cualquiera de las situaciones.

–No hay un nosotros, Kai, no más. –Sintió el cuerpo del otro empalarse un poco, la mano le apretó la camisa a la altura de su ombligo. –Solo soy un profesor frustrado por no alcanzar sus aspiraciones en la vida que tuvo la equivocación de enamorar a su alumno, buscando algo de paz en su interior –Hasta ese punto, mantuvo los ojos cerrados, con la expresión serena de su cara. Kai se levantó de su lado y  sintió la mirada dolida del otro sobre sí –.Y ahora que tengo la oportunidad de redimir mis errores, lo haré, Kai, no importa cuánto nos duela –El movimiento brusco de las cosas a su alrededor le hicieron abrir los ojos, encontrándose con la furia de su siempretranquiloalumno mientras recogía sus pertenencias.

–Entonces esto es un adiós –Musitó apenas audiblemente Kai, con los ojos escociéndole de lágrimas y el pecho doliéndole por orgullo. No se dedicó a mirar por última vez a su tutor antes de levantarse y emprender la marcha rápida de una huida necesaria. Shima se lo había advertido muchas veces, aun cuando él mismo se encontraba en una situación muy parecida.

Apenas unos pasos más allá, la mano delgada le sostuvo la muñeca, haciéndole cerrar los ojos por el dolor y detenerse. Volteó sin saber qué esperar del otro y le recibió la cabeza gacha del mayor.

–No quiero que esto quede así, Kai, eres mi mejor alumno y una persona especial para mi –Las palabras suaves en la voz masculina hicieron enfriar sus sentidos. Los sentimientos rugieron en su pecho, deseosos de libertad. –Siento que todo acabe, pero son mis sueños los que ahora mismo están en juego –Las razones que salían de los labios de quien no lo miraba a los ojos se le hacían injustas y egoístas –Dame una última noche, Kai, solo eso…

En aquel momento, había sentido que su cuerpo y su espíritu estallarían de tantos sentimientos juntos. Había considerado egoístas las palabras del otro, pero ahora podía decir con toda seguridad que había sido él quien se aferró a una esperanza sin fundamentos.

La última noche había sido amarga. Había entregado todo de sí en los besos que devoraron la piel del otro, haciéndole llegar a un orgasmo agridulce y cayendo en una espiral de desesperación al saber que no podría poseer el cuerpo del otro, ya que los sentimientos jamás los tuvo. Aquello dolía más de lo que estaba dispuesto a soportar a sus 16 años de vida.

Abrió los ojos cuando sintió que las pequeñas gotas que escurrían las hojas del árbol se colaban hasta llegar a su rostro. Las personas se alejaban a trote ligero ante la llovizna impremeditada que cubrió el parque de un momento a otro. Se levantó sin intenciones de calarse hasta la piel con el agua y caminó recordando, con una sonrisa en los labios.

Entró al cuarto de baño sosteniendo la toalla enredada en su cadera. La visión le golpeó el rostro con la fuerza y fiereza de un puñetazo y le hizo soltar la única prenda que cubría su cuerpo. Sintió la sangre redistribuirse en su anatomía y gran parte de ella no se fue a su rostro. En la bañera, con sus piernas blancas, dispuestas, le incitaba su tutor. Su cuerpo delgado tembló ligeramente por la excitación y su rostro se llenó de indignación por la sonrisa orgullosa del otro. Acortó la distancia entre los dos y, sin mostrar la prisa que le atenazaba el pecho, introdujo su cuerpo en la bañera grande donde le esperaba. Ruki llevó uno de sus pies al cuello del otro y le acarició con deseo. El otro le apretó el vientre, justo por encima de donde se alzaba su erección.

Se alzó un poco y atrapó el tobillo blanco y con aroma a canela, besándole con paciencia, subiendo lentamente, midiendo la capacidad de su cordura, hasta llegar a la cara interna del muslo. Allí, Ruki se deshacía en suspiros por sus caricias y los ojos pequeños se cerraban con fuerza…

Aquello había sido más que tardes felices a su lado, aquello había sido amor para él. Lástima que para su Ruki no.

Cruzó la avenida en cuanto el semáforo lo permitió, con su cabeza aún relacionando las tiendas que se dejarían ver al doblar la esquina, con los deliciosos gestos de indignación del mayor cuando caminaba muy a su lado.

Recordó el gesto enojado de la boca que no concordaba en unos ojos ilusionados del más bajo, al regalarle aquel arco negro, elegante, con su nombre grabado en la madera. Las iniciales de los dos se encontraban discretas en la punta, brillando en color dorado.

Despertó por la tormenta que azotaba la ventana. A su lado, podía percibir la calidez del cuerpo desnudo del pelirrojo pegado a su espalda. Volteó los ojos y pudo verlo sentado contra el espaldar, sosteniendo una libreta y mordisqueando un lápiz. ‘Una partitura, como siempre’, se dijo. Si hubiera adivinado que esa era la última vez que lo vería más allá de sus sueños, probablemente le hubiera besado. Recostó su cabeza en la almohada y el sueño le venció de nuevo.

Estiró sus extremidades con pereza. Ruki no estaba a su lado y su corazón empezó a latir con fuerza. Abrió los ojos y lo buscó con la mirada.  Nada. Solo una nota con un escueto ‘Adiós’ pegada en la almohada. Un vacío oscuro y frío se abrió paso en su pecho.

No lloró. No lo haría, no por él.

Al poco tiempo, había encontrado su propia libreta con más de la mitad de las hojas arrancadas. Los papeles blancos picados en pedacitos se perdieron en los charcos que había formado la lluvia debajo de su balcón.

Suspiró recordando el grito de dolor que apenas permitió salir de sus labios. Lo habían abandonado.

Se sacudió un poco el agua antes de entrar en su antiguo edificio, aquel que sus padres le habían pagado por mucho tiempo, aún sin usarlo.

Ahora volvía a poner los pies allí, después de 6 años afuera.

Saludó al portero, divertido de encontrar nuevas arrugas en los ojos del hombre que lo recibiría de joven. Subió al ascensor con las mismas mañas que lo hacía antaño y tocaría el mismo botón que podría encontrar en la oscuridad. Las puertas se abrieron de nuevo, sin empezar siquiera a subir.

El rostro del rubio en frente le hizo flaquear las piernas. No había cambiado nada, excepto, tal vez, estaba más delgado. Parpadeó tratando de comprender sus ideas y de dejar de reflejar la cara de asombro del otro. Ruki dio un paso al frente y entró al ascensor. Detrás de él, un pelinegro tan alto como él, entró sosteniendo la mano del más pequeño. El silencio se hizo denso en una estancia muy poco espaciosa.

Sintió que aquellos años en américa, no habían servido para nada más que apaciguar el dolor. Ruki se removió incómodo ante su escrutinio.

–Hola, tú debes ser el nuevo vecino –Lo saludó el pelinegro, rompiendo la incomodidad. Agradeció las palabras más de lo que debería y sonrió.

–No tan nuevo, a decir verdad, he vuelto de un largo viaje hoy mismo… ¿ustedes viven aquí también? –las palabras no saliendo forzadas como pensó lo harían. La mirada del más pequeño no se retiraba de sí. Debía admitir que la entrada de la madurez en su rostro le hacía aún más hermoso. Sonrió con una calidez en su pecho que le asustó de inmediato. El sonido del piso correspondiente le sonó a gloria.

Sus pasos no reflejaron el nerviosismo que se apoderó de él. Estaba seguro de no amarlo, lo sabía, pero el pasado siempre atormentaba sus sueños y le quitaba las sonrisas. Abrió la puerta de su apartamento y sintió la de detrás suyo hacer lo mismo. Se volteó a despedirse de su pesadilla y, con una sonrisa, entró.

Se dejó resbalar hasta el piso y abrazó sus piernas. Ya era hora de dejar ir todo cuanto atesoró para sí mismo como su primer amor.

 

Las horas se le hicieron eternas, el sueño no se concilió en las horas de oscuridad y, cuando el timbre sonó, apenas tuvo tiempo de echar un poco de agua en su cara.

Con el cabello despeinado y apenas un pantalón de algodón lo encontró Ruki. Su pecho descubierto y apenas bronceado atrajo la atención del más bajo, quien mordía su labio inferior en un gesto que conocía como a sí mismo. El otro entró sin pedir permiso.

–Creo que debemos hablar –Dijo apenas se sentó en el sillón. Kai cerró la puerta con el ceño fruncido, pensando en la confianza excesiva del otro.

–No creo que tengamos nada qué hablar. Han pasado 10 años y somos adultos, el pasado ya no debe afectarnos –Se sorprendió de las palabras que no era capaz de poner en práctica. Avanzó hasta quedar al frente del otro, acurrucándose para dejar su rostro a la altura del otro. Ruki se acercó hasta dejar sus labios sobre los del otro. Se sorprendió.

–Si, debemos hacerlo… -El timbre llamó la atención de ambos, haciendo que Kai maldijera haber ocupado esa hora para la cita con su alumno.

–Lo siento, debo dar clases –Se disculpó mientras se levantaba y caminaba a la entrada. Los cabellos castaños de quien tocaba su puerta le recibieron. Los ojos brillantes y la boca curvada  en una sonrisa de quien fuere su amigo de infancia llenaron su mente. La última vez que lo había visto, era apenas un chiquillo delgado y sin mucha gracia. –Shima…

Los brazos del otro le envolvieron cálidamente. Rodeó la cintura con los propios y sonrió al reencuentro. Ruki tosió detrás suyo.

–Oh, tienes compañía… -La voz del castaño sonó algo irritada. Sonrió al recordar la sobreprotección de su amigo.

–No, de hecho ya debe irse, estoy esperando por alguien y él debe ir a su trabajo, ¿no es cierto, Ruki? –Los ojos volvían a ser tan fríos como años atrás. Ruki asintió y pasó por el lado de ambos hasta la salida.

–De todos modos quiero hablar contigo, Kai –Dijo antes de cerrar la puerta tras su espalda. Kai soltó un suspiro frustrado y Uruha apenas dejó salir un bufido.

–Regresó hace un año, más o menos –Empezó el castaño. Kai le miró intrigado –No me mires, así, me enteré por casualidad. ¿Recuerdas mi pareja del colegio, Aoi? Bueno, él volvió con Ruki. Ambos están dando clases en la universidad de Tokio y viven juntos, como podrás darte cuenta.

Kai caminó hasta la cocina por un vaso de jugo. Se entretuvo con los vasos mientras ordenaba su cabeza. Ellos ya no eran chiquillos que buscaran experiencias con adultos. Ellos eran ahora los adultos con los corazones rotos y la experiencia del amor en sus años. Llevó ambos vasos y tendió uno a su amigo, quien lo tomó y agradeció en voz baja.

 –No debería estar contándote esto, de todos modos –Se encogió de hombros mientras llevaba el vaso a sus labios. Uruha hizo lo mismo –Ya es el pasado y tú deberías dejarlo ir.

Asintió y el timbre sonó por tercera vez en la mañana. Ambos se levantaron del sillón y Uruha abrió la puerta para dejar entrar al adolescente que estaba allí.

–Hola, tú debes ser Nao… espera un momento y Kai vendrá, debe estar cambiándose –Le guió al sillón y dejó el encantador chiquillo de facciones tiernas en él – ¿Cuántos años tienes, Nao? -La sonrisa en sus labios se agrandó al escuchar un tímido 17 en la voz suave del otro. –Yo tenía tu edad cuando empecé a tocar la guitarra… espero tú puedas hacerlo también.

Kai entró a la habitación con mejor aspecto. Ambos lo miraron y su amigo paseó su mirada sobre sí mismo. Sonrió al ver la misma mirada de cuando ambos jugaban a oscuras y con su cuerpo. Su amigo jamás cambiaría, se dijo. –Bueno, debo irme. Kai, nos vemos esta noche y cenaremos juntos. Mucho gusto, Nao, espero te diviertas.

Las horas con el muchacho fueron divertidas. Kai no pudo negar que el pequeño tenía talento y paciencia, grandes dones que no cualquiera poseía. La noche llegó rápido entre las risas de ambos y la confianza que crecía  entre ambos. Cuando empezó a oscurecer, se despidieron y volvió a la cocina para dejar las tazas de té en el lavaplatos. Suspiró al escuchar el timbre y corrió aún con una sonrisa divertida en los labios, esperando encontrarse con su amigo.

Pareció un balde de agua fría los ojos brillantes del rubio al frente suyo. Aquello volvía de a poco a ser una pesadilla. Ruki de nuevo entró sin esperar una invitación y esta vez lo llevó de la mano hasta el sillón. Una vez lo empujó hasta quedarse sentado, se subió a horcajas del otro y besó su boca con la misma desesperación de antes.

La puerta entreabierta rechinó cuando Shima entró extrañado, encontrado aquella imagen de su mejor amigo con el pequeño rubio que lo destrozó años atrás. Avanzó y los separó con brusquedad. De nuevo el silencio pareció eternidad.

–Creo que tú novio acaba de llegar a su departamento, Ruki, deberías ir con él –Las palabras duras le llenaron la cabeza al mayor de los tres y cerró los ojos comprimiendo la furia. Se acomodó las ropas con dignidad y caminó sin despedirse. El azote de la puerta les indicó la soledad. Uruha miraba al dueño del departamento con ojos furiosos –Te dejo solo por un día y te revuelcas de nuevo con ese hombre… -Las palabras dolidas le extrañaron en demasía. Uruha podría ser posesivo, pero la faceta que mostraba no le era conocida.

–Creo que estás malinterpretando algo, Shima, pero incluso si fuere verdad, no es tu problema lo que haga o deje de hacer –El orgullo desbordó de sus labios y se arrepintió inmediatamente. Los ojos furiosos cambiaron a unos heridos y, lentamente, Uruha dejó lo que cargaba en sus manos, para caminar hasta la puerta de nuevo.

–Tienes razón, en diez años cambia la gente y la soledad aleja a las personas. Supongo que ya no somos amigos como antes –Kai le observó retirarse con un segundo portazo. Se sentó en el sillón con las manos en la cabeza y apenas miró de reojo la bolsa con el logo de un restaurante Thai que ambos adoraban cuando fueron amigos.

–Supongo que así es mejor… -musitó halando sus cabellos. Se despeinó e, ignorando la comida, se dirigió hasta su habitación, para encerrarse allí con la esperanza de que todo fuera mentira.

Ruki siempre conseguía complicarle la vida.

Los días pasaron hasta que las lluvias empezaron a hacerse más seguidas. El otoño hacía de los árboles verdes, delgadas ramas desnudas. Las clases con Nao eran su alivio, pero incluso él, en su discreción y ternura, preguntó alguna vez por su amigo. Aquel mismo que no le contestaba las llamadas, aquel mismo que le había abandonado. Aunque abandonar no era el término adecuado, ya que era él mismo quien le había ofendido.

Ya en la tarde, mientras paseaba por el parque de su infancia, lo encontró de nuevo. La cámara fotográfica sostenida por sus manos delicadas y su mueca de concentración le dejaron ver cuánto le había extrañado. Era su amigo, después de todo. Cruzó su cabeza con una sonrisa en la foto que estaba por tomar, arruinando la toma de la naturaleza que intentaba hacía semanas. Uruha bufó enojado, dedicándole apenas una mirada y levantando sus rodillas del suelo. Se irguió junto al más alto, con una sonrisa burlona en el rostro y dispuesto a arreglar sus diferencias. Uruha volteó su cabeza y siguió su camino.

No tuvo que pensarlo dos veces para sacar su celular y teclear un mensaje de texto.

Lo siento, sabes que verdaderamente no quise decir cuánto dije.

Lo observó detenerse para mirar el mensaje. Demoró, pero escribió una respuesta.

Púdrete, no quiero hablar contigo.

Bufó por el orgullo inquebrantable del castaño.

Esta noche te prepararé la cena en mi casa, solo ven y habla conmigo.

Casi se había perdido de su vista cuando paró de nuevo y tecleó la respuesta, para seguir su camino.

Quiero sushi agridulce, y sake, mucho sake.

Soltó una carcajada, su amigo se podía sobornar con tan pocas cosas…

 

El timbre sonó cuando terminaba de poner el sushi en la tabla de madera. Se sintió orgulloso y corrió a abrir la puerta, esperando no encontrarse con su vecino. La suerte estaba de su lado.

Dejó entrar al castaño, que sostenía una mirada hostil. Lo dejó sentado en el comedor mientras llevaba las tablas hasta la mesa de cristal. Uruha reprimió la sonrisa al ver cumplido su pedido, manteniendo su semblante ofendido. Kai captó eso, como captaría cualquiera de las expresiones del otro. Lo había extrañado lo suficiente como para no hacerlo.

–De verdad lo siento, Shima, no era mi intención decir todo eso… -Jugó un poco con los palillos, esperando respuesta. Uruha se dedicó a masticar bien los pequeños bocados que llevaba a su boca –. Sé que fui un inconsciente, pero mi cabeza y sentimientos estaban tan revueltos con todo esto… de repente me vi al frente de quien ignoré por años y él me besa sin decirme nada… me frustro con todo eso… -Las palabras apenas llegaban a sus oídos. No quería perdonarle, pero aquello iba más allá de palabras, era un orgullo herido y un amor no correspondido.

Se levantó sin decir palabras ante todo eso. Ya era suficiente de soportarlo. Ya no quería que doliera. Caminó hasta la puerta, recogiendo su bolso y dejando la mueca desconcertada del otro atrás. Abrió y salió al pasillo, esforzándose por conservar la calma y no mostrar la desesperación que le invadía al estar allí. Kai le sostuvo la mano antes de entrar en el ascensor al final del pasillo, recibiéndolo entre sus brazos y aspirando el aroma del cuello delgado del otro. Uruha se cohibió.

Y los labios buscaron los ajenos mutuamente, entregando una declaración llena de incertidumbre y sabores ácidos.

Y así mismo, Ruki los encontró al abrir la puerta del elevador. Apretó la mano del pelinegro y sonrió con la máscara de orgullo que ponía en su rostro cuando era derrotado.

Porque después de todo, los corazones que fueron rotos han de volver a latir. 

Notas finales:

¡Dejen comentarios! e_e

 

Y la teniente, gracias por ponernos este reto *--* Espero la hayas pasado muy bien en el cumple y que te haya llegado todo mi amor <3 

 

Besos a todas~ 

 

Maka


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