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El corazón del mar por carmesi

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Notas del capitulo:

Hola, volví con esta historia sencilla, que va a ser corta y bueno, que espero les guste :)

Carolina lo había invitado a una fiesta en un yate, él le tenía terror al mar así que enseguida rechazó la invitación, pero la chica fue tan persistente y además argumentó reiteradas veces que el yate estaría anclado, que terminó aceptando, aunque en su corazón persistía la zozobra.

Ya era el sábado por la noche, día de la fiesta, había tomado una ducha y luego se había  puesto un polo morado que hacía resaltar sus grandes ojos azules, unos jean blancos y unos converse negros, terminando con un poco de colonia; se miró al espejo satisfecho, estaba de buen ver, era de estatura promedio, unos 1.73 metros, cuerpo bien formado y cabello rubio brillante. Sonrió pensado en qué clase de  chica conocería hoy, pues nunca le faltaban, entusiasmado con la idea hasta olvidó lo del mar, tomó las llaves de su auto y se marchó rumbo a la casa de Carolina, pues había quedado que la pasaría buscando. A menos de media hora ya estaban llegando al puerto, tan sólo vislumbrar el ambiente marítimo frunció la boca, pero no se quejó, él ya había decidido ir y divertirse, después de todos modos cuántas veces se presenta la oportunidad de subir a un yate.

-¡Guao, esto se ve fabuloso!-exclamó eufórica Carolina.

Después de estacionar y bajarse del auto la muchacha se colgó de su brazo.

-Oh, Andrés, esto va a ser genial-reía encantada mientras se acercaban a la pasarela de entrada.

Andrés echó un vistazo discreto a las personas que allí se encontraban y todos lucían como verdaderos millonarios, eso lo perturbó pues Carolina y él eran más bien pobres, ¿acaso les iban a jugar una broma o algo peor?, iba a preguntarle a su amiga como había conseguido la invitación pero ya estaban al píe de la pasarela y el guardia los miraba con cara de pocos amigos.

-Nombres-pidió tosco.

Andrés tragó grueso, pero la chica respondió jovial:-soy Carolina Méndez y un amigo.

El guardia cambió enseguida el semblante a uno más amable- Oh, el señor me avisó, pasen adelante.

Andrés suspiró, así que era eso, el dueño del yate estaba interesado en su pechugona amiga, sonrió burlándose de sí mismo por imaginar planes maléficos y un montón de bobadas, de pronto un chillido de su amiga lo sacó de sus cavilaciones.

-¡Andrés esto es lo máximo, lo máximo!

-Lo sé, pero cálmate que se nos va a notar lo pueblo-comentó burlón.

-Arg, bobo-comentó ella dándole un manotazo leve en el brazo y volviendo a su semblante alegre se colgó de nuevo a su brazo- qué tal si vamos a empinar el codo, eh.

-En eso sí te apoyo-contestó él palmeándole suavemente la mano que lo sujetaba en señal de camaradería.

-Ah, verdad, alcohólico-replicó ella riendo mientras iban al bar, donde el barman ya preparaba innumerables tragos para los invitados mientras la música sonaba sin parar.

-Uy, mira quién lo dice-devolvió él.

Como era gratis aprovecharon para pedir los más caros que conocían, pues sabían que tal vez sería la única oportunidad en sus vidas, ella pidió Champagne y Andrés le susurró “cliché” al oído riéndose de su mueca de disgusto y él pidió vino Chateau Lafite; ambos se quedaron un rato probando un sinfín de bebidas, sabían que no era bueno mezclar pero estaban acostumbrados al alcohol, así que sabían sus límites, luego  de un rato escucharon una voz masculina a sus espaldas.

-¡Carolina, aquí estás!

Ambos voltearon y enseguida la chica saltó a abrazar  al hombre, Andrés sorbió otro poco de su bebida mientras miraba sin especial interés al desconocido.

-El guardia me había dicho hace rato que habían llegado, pero no los encontraba por ningún sitio.

Andrés entendió que era el dueño del yate, el tipo interesado en Carolina, así que lo detalló mejor, era un hombre alto, probablemente 1,85 metros, de piel bronceada y ojos oscuros y su camisa abierta dejaba ver un cuerpo bien trabajado, con músculos definidos, Andrés sonrió levemente, su amiga nunca cambiaría, siempre buscaba hombres corpulentos que lucían como mafiosos.

-Andrés, él es Stefano, el amo y señor de la fiesta-presentó riendo estridentemente.

Andrés estrechó la mano que extendía Stefano- Un placer, gracias por permitirme entrar a mi también.

-Al contrario, el placer es mío-respondió el más alto mirándolo de una forma que lo intimidó por un momento.

En ese instante comenzó a sonar Party Rock de LMFAO y Carolina  gritó eufórica y sin decir palabra se unió a  la multitud bailando el contagioso  ritmo, Andrés se quedó de piedra “esta coño é madre va a dejar plantado al tipo que la invitó y encima es el dueño de la fiesta” pensó avergonzado.

-Es que debe estar borracha-trató de justificarse con Stefano, el pobre tipo ya le estaba inspirando compasión.

Pero este seguía sereno y sonriendo le contestó:-no importa, deja que se divierta-al tiempo que se sentaba a su lado-oye, dame lo mismo que está bebiendo él-pidió al barman.

Enseguida la cara de Andrés se puso roja, ahora el tipo iba a saber que se estaban aprovechando y bebían de lo más caro.

-¿Sucede algo?-le preguntó Stefano.

-Nada-se apresuró a contestar.

El barman le sirvió y Stefano probó el primer sorbo- Um, Chateau Lafite, tienes buen gusto.

-Gracias- contestó casi atragantándose y enseguida cambió de tema, quería desviar la atención del asunto de los tragos-y cómo conociste a Carolina.

Stefano sonrió y su mirada pareció perderse, tal vez rememorando.

 Andrés pensó-“¿será que va enserio con ella?”

-Pues digamos, que algo en ella me interesó a primera vista y desde entonces no he parado de invitarla, hasta hoy que ha aceptado.

-Guao-comentó André mientras pensaba “y la muy majadera lo planta, esa Carol”

-¿Quieres ir a proa? La vista es genial-invitó con una suave sonrisa.

-¿Eh?...no yo…-la sola mención de ir afuera lo asustaba-no, no.

-Oye tranquilo-dijo el otro poniéndole una mano en el hombro-¿Estás bien?

Andrés suspiró-Sí, no pasa nada-y bebió el resto de su trago de golpe.

-¡Ey, cuidado, que ese vino no se puede tomar así, te va sentar mal!

-Disculpa-aparte de sus padres y Carolina, nadie más sabía de su fobia, pero ese hombre allí plantado, le inspiraba tanta compasión que sintió que debía explicarle y que no tomara su rechazo  como otro desplante más-es que yo…no le digas a nadie, yo..

-¿Tú qué?-preguntó el otro intrigado.

-Le tengo miedo al mar ¡listo, ya lo dije!-exclamó avergonzado tapándose el rostro con una mano y haciéndole señas al barman con la otra para que volviera a llenar su vaso.

Stefano lo miraba impresionado.

-Sí no lo veo, está bien, si el yate está anclado, está de maravillas, pero de lo contrario, me ataca el pánico-explicó todo serio, sintiéndose algo mareado, después de todo Stefano tenía razón, no era bueno tomar Chateau de golpe -te lo digo para que no vayas a creer que no quiero salir a proa por hacerte el feo no más, es sólo eso…y bueno, Carolina está borracha, por eso es que no te presta…mierda…-se daba cuenta que estaba metiendo la pata.

Stefano sonrió y le palmeó la espalda-no pasa nada hombre, que los he invitado para que se diviertan.

Andrés se sorprendió de lo amable que era ese riquillo y sintiéndose más tranquilo bebió con calma su  trago ya repuesto.

Después de unos minutos de silencio Stefano habló:

 

-Eso de la fobia es cosa fea, eh.

¿Uh?..Ni que lo digas, trato de controlarme pero simplemente no puedo, si veo el mar, me desespero, siento como si me fuera a morir.

-¿Y nunca has ido a un psicólogo?

-¡Nah, ni de broma!, nadie sabe que padezco esto, cómo crees que me verán los demás si se dan cuenta que un hombre hecho y derecho le caga el mar ¡Ni hablar!

-Eso no te hace menos hombres, a todos nos da miedo algo.

-nah, eso son mariconadas.

Los ojos de Stefano lo miraron con mayor intensidad, pero Andrés concentrado en beber y beber no se dio cuenta.

-¿Y a qué te dedicas?-preguntó el rubio.

-Soy el presidente de una de las compañías de mi padre.

Andrés casi escupe el trago-… ¿enserio?

Stefano rio-sí.

-Mierda…no me preguntes a qué me dedico-replicó tallándose los ojos, cosa que no pasó desapercibida para el mayor.

-¿Tienes sueño?-le preguntó poniéndole la mano sobre la cabeza.

-¡Jo, no soy un niño!-replicó apartándole la mano.

-No, sólo un quisquilloso.

Andrés lo miró enojado pero la serenidad en los ojos de Stefano lo desconcertó.

-Sé que no eres un niño, pero has bebido demasiado a prisa el Chateau y por eso te sientes adormecido.

-Ya…bueno-replicó frunciendo la boca.

-Ven, vamos a mi camarote, allí podrás descansar-dijo levantándose y tomándolo del brazo para ayudarlo a levantarse.

-¿Ah?...no, yo estoy…

-Te vas a terminar desmayando aquí, vamos-apremió Stefano con algo de severidad y ya Andrés no replicó y se dejó llevar.

Al caminar, entre el bullicio y las luces, Andrés fue consciente de su condición, en verdad estaba muy mareado, pero aun así, logró contemplar el inmenso lujo del camarote del dueño, soltó un silbido y exclamó-¡Guao,  espectacular!. Era un camarote amplio, con una gran cama matrimonial con sábanas de  seda, una gran lámpara de araña colgaba en el centro, el armario era inmenso y una pequeña mesa afrancesada estaba a la izquierda.

-Que bueno que te guste,  recuéstate un rato para que se te pase el mareo-le dijo Stefano apartando el edredón para que pudiera acostarse.

-eh…yo…-se sentía avergonzado, le daba la impresión de ser un pobretón borrachín causando problemas- sólo me sentaré…

-Tonterías, descansa un rato y reponte para que puedas disfrutar de la noche, cuando estés mejor vuelves a acompañarnos-dijo guiñándole un ojo mientras salía de la habitación.

Cansado Andrés suspiró, miró la cama un segundo y esta pareció llamarlo, vaya que si necesitaba dormir un rato, arrastrando los pies se acostó pensando “es buena persona ese tipo”y así cerró los ojos abandonándose al sueño. 

Notas finales:

Hasta la próxima ;)


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