Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El misterio de Castiel por Calabaza

[Reviews - 49]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

— ¿Puedes leer? —preguntó Dean entrando a la sala.

— ¡Muéstrale! —le pidió Sam a Castiel, levantándose de dónde estaba con el libro en sus manos y acercándolo hacia Dean para que viera mejor—Dile lo que dicen los símbolos que leíste.

A pesar de que la intención de Sam era animarlo, Castiel se sintió más bien cohibido de que todos le estuvieran mirando expectantes en ese momento. Se mordió el labio inferior con ansiedad y luego abrió la boca para decir nada porque la voz se le acabó antes de poder empezar a hablar cuando se fijó en cómo le veía Dean, como si estuviera aguardando a que hiciera algo grandioso, y él no quería decepcionarlo, así que se acercó al libro y pasó la vista sobre la cubierta llena de figuras, pero de repente ya no estaba seguro de qué era lo que decían. La claridad con la que creía haber entendido lo que significaban se había esfumado  y él  se quedó paralizado mirándolas casi con temor.

—Lo siento…— dijo un poco después, cabizbajo y con un hilillo de voz, dándose cuenta de que no podía hacer lo que le pedían.

—Ah… bueno, no importa. —se apresuró a decir Sam, apoyando el libro contra su propio pecho. —A lo mejor es más fácil para ti cuando no están todos mirándote. ¿Verdad?

Castiel guardó en silencio todavía sin atreverse a levantar la cabeza.

—Sí, Cas, no pasa nada. — agregó Dean, palmeándole la espalda. Luego fue a acomodarse en el sillón y le indicó con un ademán que se sentara junto a él. —Todavía quieres que te lea ¿No? —dijo levantando el libro de cuentos de Sam.

 

—Dean, te lo juro, él dijo que entendía los símbolos. —Sam mantenía la cabeza apoyada en la orilla de la bañera, con el resto del cuerpo sumergido en el agua tibia mientras le hablaba a su hermano quien estaba recargado contra la pared, esperando su turno para bañarse. Usualmente Ellen les decía usaran la ducha porque era más rápido, pero a los chicos les gustaba mucho la tina y la sensación de estar sumergidos en el agua, casi como en una alberca. Una muy pequeña. Los moteles en los que se quedaban normalmente tenían solo ducha y ni hablar de que hubiera piscinas dónde nadar, así que si, bañarse en la tina resultaba divertido.

—Sí, te creo, Sam.

—Castiel no parece un mentiroso. No sé qué pasó.

—Bueno, tal vez es lo que dijiste y no pudo hacerlo porque todos lo estábamos mirando.

—Supongo… Fue extraño. Él es extraño.

—Un poco. ¿Vas a salir de ahí de una vez? Ya estás arrugado.

—Hace frío, no quiero salir.

—Porque has estado ahí por horas.

— ¿Sabes que creo? —Sam sacó los brazos fuera del agua, pero al sentir el frío los volvió a meter.

— ¿Nh?

—Tal vez es de otro país o algo así, y pudo leer esos símbolos porque están en el idioma del lugar de dónde viene.

Esa era en realidad una buena teoría que a Dean no le había pasado por la mente hasta ese momento.

—Sam, sal de una vez que yo todavía no me he bañado.

—Dean, usa la ducha.

—Ni hablar, la ducha no es tan divertida, salte de una buena vez.

Sam había estado dentro de la tina por casi una hora, así que para cuando Dean terminó su baño ya era bastante tarde. Todavía podía escuchar a Ellen en la cocina, pero ella era siempre la última en acostarse y la primera en levantarse y Dean simplemente no entendía cómo podía hacerlo.

Cuando volvió a la habitación Sam y Richie ya estaban dormidos, pero la luz seguía encendida porque Castiel estaba hojeando el libro de cuentos de Los caballeros de la mesa redonda de Sam. Estaba haciendo aquello de pasar las manos abiertas sobre las páginas y parecía muy concentrado en ello.

— ¿Te gustó? —preguntó Dean, parándose junto a su cama.

— ¿Nh?

—El libro. Las historias de los caballeros y el rey Arturo.

—Sí. — Castiel suspiró con aire pensativo —Creo que ya había escuchado esa historia antes.

—Ah. Puede ser, es una leyenda famosa… ¿Alguien te la leyó?

—No lo recuerdo.

— ¿Fue… tu papá?

Dean recordaba que Castiel le había dicho que no tenía una madre, pero no había dicho nada acerca de tener o no un papá y no quería ser entrometido pero no podía evitar la tremenda curiosidad que le causaba saber cómo había sido su vida antes de llegar a vivir en la granja, y además se había dado cuenta de que aunque Castiel ya parecía menos renuente a hablar, sólo lo hacía cuando le preguntaban cosas, así que si quería saber más sobre él iba a tener que preguntar.

—No, no fue él. —fue la respuesta de Castiel a la pregunta que le había hecho. Cerró el libro con cierta solemnidad y lo extendió hacia Dean, pero este se lo devolvió.

—Sam dijo que puedes quedártelo.

El niño miró al libro y luego a Dean.

—No puedo leerlo.

—Bueno, puedes ver los dibujos. Además no es que no vayas a aprender a leer nunca.

—No lo sé. —respondió Castiel, pareciendo conflictuado de pronto. —Tal vez… tal vez me faltan partes y por eso hay cosas que no puedo hacer.

— ¿Ah? ¿Eso qué significa?

Castiel arrugó la frente y apretó los labios, adoptando un aire de duda, como si en su mente luchara por encontrar la forma más acertada para explicar lo que estaba sintiendo, sin embargo no había en su vocabulario palabras suficientes para definir las insondables profundidades de su percepción y su pensamiento. Había cosas en su mente a las que no podía ponerle nombres, demasiado grandes y complejas, imposibles de delimitar por simples palabras. Castiel encontraba difícil explicarse a sí mismo aquellas cosas, por lo que intentar explicárselo a Dean no era de ninguna manera más sencillo.

—Creo… que no estoy completo. —dijo finalmente. —Faltan partes… dentro de mí.

— ¿Por qué dices eso? Lo haces sonar como si fueras un robot o algo así. No te faltan partes, sólo… hay cosas que tienes que aprender.

Castiel asintió, porque si había todavía mucho que necesitaba aprender, pero aun así estaba seguro de lo que decía cuando aformaba estar incompleto, era una sensación que estaba con él casi todo el tiempo. Sin embargo esa sensación, como casi todas las otras cosas desagradables que había estado sintiendo, parecían mermar cuando Dean estaba cerca, y el porqué de eso era otra de las cosas que no podía explicar, ni él mismo lo comprendía. Simplemente tenía la firme convicción de que debía ser que Dean Winchester era alguien muy importante.

—Castiel, tú ¿Has estado en otros países?  

—No lo recuerdo.

—Oh.

— ¿Por qué…? ¿Por qué lo preguntas?

—Bueno, esos símbolos que leíste en la tarde tal vez sean de otro país y por eso los reconociste.

—No… no sé. —titubeó al hablar.

Dean fue hacia la cama de Sam, sacó el bestiario de entre las mantas porque su hermanito se había quedado dormido mientras leía, y lo puso frente a Castiel.

— ¿Quieres intentar leerlo? No te miraré mientras lo haces si no quieres.

Castiel no tenía ganas de intentarlo porque temía no poder hacerlo otra vez, ni si quiera estaba muy seguro de qué o cómo había sucedido en la tarde, él simplemente había mirado el libro y las palabras saltaron a su mente como grabadas en luz. Al contemplar de nuevo la hilera de símbolos sintió un cosquilleo detrás de la frente, pero no pudo leerlos. Sin embargo lucían familiares, llamativos, casi como si estuvieran vivos y se movieran intentando atraer su atención hacia ellos. Las líneas trazadas sobre las pasta negra no se estaban moviendo físicamente, desde luego, era sólo la sensación que él tenía al mirarlas. Y tampoco eran todos los símbolos, sólo aquella hilera en el lado inferior izquierdo.

Castiel pasó su dedo sobre ellos.

—Estos de aquí me parecen conocidos, pero…no… no puedo leerlos. Lo siento, Dean. —soltó con pena, agachando el rostro.

—Hey, no, no tienes que disculparte, Cas. Da igual. ¿Has mirado dentro? Quizá haya otra cosa que te parezca conocida.

Castiel abrió el libro y sin pensarlo lo llevó contra su rostro, aspirando profundamente el olor de papel viejo y manchado de humedad. Al verle hacer eso Dean quiso echarse a reír, pero se aguantó por temor a despertar a los otros chicos y porque no quería que Castiel creyera que se reía de él, así simplemente se limitó a sonreírle.

Castiel miró algunas páginas con un interés auténtico que se le había despertado al ver los fascinantes dibujos de animales extraños que no podía identificar.

— ¿Qué es eso? — preguntó, señalando una criatura alada de cuatro patas.

—Amh, es un… grifo. — respondió Dean, leyendo el encabezado de la página. Muy a pesar del misterio de los símbolos en las pastas, el resto del libro estaba escrito en común y corriente inglés.

— ¿Y este?

—Una mantícora.

— ¿Y este?

—Un dragón.

Las manos de Castiel se deslizaban por las páginas y luego se quedaron quietas sobre un dibujo de algo parecido a un largo pez surgiendo del agua, con una boca enorme llena de dientes afilados, con aletas tan grandes que parecían alas. Sin embargo, lo que había llamado la atención del niño eran los símbolos grabados alrededor de aquella criatura, que se parecían a los de la portada y le daban la misma sensación de serle conocidos.

— ¿Este que es?

—Dice “Leviatán”. —contestó Dean, estirándose un poco más para alcanzar a ver el dibujo.

— ¿Estás criaturas existen?

—Claro que no, son todas criaturas mitológicas, ya sabes, imaginarias. — tenía por seguro que si cualquiera de las bestias de aquel libro fuera real ya sabría de algún cazador que hubiera visto una, y como no era así entonces eran definitivamente sólo cuentos y leyendas. — ¿Alguno te parece conocido?

—No.

—Bueno, no importa. Me voy a dormir ¿Quieres que deje la luz encendida mientras ves el libro?

—No.

—Bueno, entonces la apago. Buenas noches.

Castiel cerró el libro y lo colocó cuidadosamente a un lado. Dean fue hacia el interruptor de luz y lo apagó, y luego subió por las escaleritas de la litera hacia su cama. Sólo entonces, cuando ya estaba  confortablemente acomodado en el lecho, se dio cuenta de que no estaba lloviendo. Podía escuchar el sonido de las hojas de los árboles mecidas por el viento y el canto de los grillos, pero nada de agua, ni un solo trueno por fin. Eso, sin embargo, no pareció importarle a Castiel quien un rato después apareció en su litera.

— ¿Puedo dormir aquí?

—Claro. — y Dean se movió a un lado para dejarle espacio como se estaba acostumbrando a hacerlo. No le molestaba que Castiel durmiera con él aun si no estaba lloviendo, en realidad le causó una secreta alegría saber que el otro chico estaba dispuesto a pasarse a su cama sin razón aparente. Le gustaba mucho que a Cas le gustara estar cerca de él.

— ¿Estás bien? —tuvo que preguntar después de un rato, cuando vio que Castiel tenía todavía los ojos abiertos, mirando al techo. Le escuchó suspirar.

—Lo siento… por no poder leer…

—Eso da igual ¿Por qué te estás disculpando por eso?

—Porque tú… estabas mirando… querías verme hacerlo.

—Bueno… si, pero tampoco importa tanto. Vas a poder hacerlo pronto porque eres muy listo.

Esas palabras no tranquilizaron del todo a Castiel. Se sentía mal por decepcionar a Dean y eso iba más allá de su entendimiento. ¿Por qué le importaba tanto lo que él pensara? No lo sabía, pero la opinión de Dean definitivamente era muy valiosa. Se encontró de pronto sintiendo temor al pensar en que Dean lo desaprobara o experimentara algún tipo de disgusto por él. Buscó su mano a tientas y se sintió mucho mejor cuando la encontró y Dean puso sus dedos entre los suyos y los estrechó suavemente.

—Todo va a estar bien, Cas, así que no te preocupes ¿Si? —susurró Dean mientras se le cerraban los ojos por el sueño que había caído sobre él repentinamente.

— ¿De verdad?

— ¿Qué?

— ¿Todo va a estar bien?

—Claro que sí.

 

 

Aunque era una noche extraordinariamente serena y Castiel se había quedado dormido tranquila y plácidamente, no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a ponerse inquieto, tanto que despertó a Dean un par de veces porque estaba moviéndose demasiado, agitando los brazos en el aire y murmurando cosas incomprensibles. Dean intentaba calmarlo y el niño volvía a dormirse, pero sólo para volver a hundirse en un sueño agitado y poco placentero. De todas formas a la mañana siguiente dijo no recordar nada  cuando Dean le preguntó qué era lo que estaba soñando, y no parecía que le ocurriera nada inusual, así que Dean lo dejó estar.

 .~

Esperó hasta después del desayuno para ir con Ash. Llevaba el bestiario de Sam consigo, listo para buscar respuestas a sus preguntas con la fuente de información más confiable que tenía a la mano, que era Ash. Además suponía que si ese libro estaba en la granja el muchacho debía conocerlo. Él siempre sabía un poco de todo.

— ¿Puedo pasar? —preguntó Dean, entreabriendo la puerta que daba al sótano, de dónde provenía una melodía compuesta de guitarras eléctricas que sonaba celestial.

— ¡Entra!

Mientras descencía por las escaleras Dean sintió cada vez más frío. El sótano era helado y se percibía la humedad de las paredes, y él se preguntaba como Ash podía estar tan cómodo ahí abajo, si ni siquiera llevaba puesta una camisa. El muchacho estaba en su escritorio, metido detrás de una computadora a medio armar (o desarmar, Dean no podía decir la diferencia entre tantos cables y piececillas electrónicas), con unas pequeñas pinzas en una mano y un igualmente pequeño desarmador en la otra.

— ¿Qué haces?

—Eh, trato de arreglar a la vieja Clarice. —respondió Ash, pasando la mano cariñosamente sobre la caja del procesador.  

Clarice, la computadora, debía ser muy vieja en verdad por la apariencia que tenía.

— ¿Qué traes ahí? —señaló el libro en las manos de Dean. El niño levantó la portada hacia él y Ash sonrió.

— ¿Estás leyendo eso?

—Sam. Le dijiste que podía tomar libros de la caja en el granero.

—Sí.

Ash le miró atentamente y Dean le devolvió la mirada como esperando que dijera algo, pero el otro no dijo nada.

— ¿Y?

— ¿Y… qué?

—El libro, Ash. ¿Qué tiene de especial?

—No tiene nada de especial, además de ser viejo. Por eso estaba en la caja.

— ¿Y los símbolos en la portada?

— ¿Qué con ellos?

— ¿Qué significan?

Ash frunció los labios en una mueca que resultaba cómica de ver y soltó sus herramientas para estirar la mano hacia el libro y llevarlo frente a él, observando con cuidado los signos que destellaban bajo las luces de la hilera de bombillas que pendían del techo.

—Es el título del libro escrito en distintas lenguas.

—Ah. Y ¿Puedes leerlos?

Ash resopló y soltó una risotada.

— ¿Es en serio? No, claro que no puedo leerlos. — volvió a mirar el libro y luego señaló algunos de los símbolos. —Bueno, hay un poco de griego antiguo, eso lo entiendo. Ermh… esto parece arameo, y luego están las runas celtiberas y dicen más o menos lo mismo, algo como: Compendio de las criaturas extraordinarias que viven en la tierra, el agua, el aire y el fuego. —el muchacho abrió el libro en la primera página y se lo mostró a Dean. —Y si miras dentro te das cuenta de que ese es el título del libro en inglés.

— ¿Pero por qué está en todos esos símbolos extraños en la portada?

—Porque se ve genial. —respondió Ash con simpleza. — Es sólo el diseño que le dieron al libro cuando lo publicaron para que pareciera más llamativo, pero la verdad es que muchos de esos símbolos están mal escritos. Así que es  básicamente un libro de cuentos, nada que sea útil para un cazador, sí eso es lo que esperabas, hermano.

—Umh, sí, eso pensé. Pero, Ash… ¿Estos de aquí en que lengua están? — preguntó señalando la hilera de signos en los que Castiel se había interesado.

—Uh, pues… no lo sé. Podrías preguntarle a Ellen, el libro era de ella.

Dean suspiró algo decepcionado, indeciso de si preguntarle a Ellen o no porque ella siempre pedía explicación a casi todo.

— ¿Tienen algo de especial esos símbolos? —quiso saber Ash.   

—No.

—Oh. Ya veo que te gusta hacer muchas preguntas sobre temas muy específicos por ninguna razón en especial.

—Ahá.

—Oki doki. —respondió Ash, volviendo a su trabajo.

 

 

Al principio Dean había contemplado la posibilidad de que el libro tuviera algo extraño, que los símbolos fueran algún tipo de hechizo y que Castiel con sus poderes había podido leerlo. Pero luego se le ocurrió que aquello era en realidad muy tonto, el libro no tenía nada de especial y ni siquiera estaba seguro de que Castiel hubiera leído de verdad los símbolos, él no había estado presente cuando eso había ocurrido. No era que dudara de Cas, o de Sam y Richie que le habían asegurado que de verdad había sucedido, pero de todas formas no veía como aquello de los símbolos podía ayudar con el asunto de las voces.

—Dean, si quieres tomar mis libros tienes que pedirlos. — fue lo primero que dijo Sam cuando Dean subió del sótano y entró a la sala. Él y Richie estaban viendo la televisión, pero a Sam no pareció importarle el dejar de prestar atención al aparato por un momento para ponerse en modo regañón.

—Sí, ya, lo siento. Toma. —le entregó el libro a Sam, quien lo abrazó como si fuera un preciado tesoro que temiera perder. Se ponía algo emotivo con los libros, y Dean no lo comprendía pero le causaba gracia y era casi lindo que fuera tan absolutamente nerd, si no fuera porque era igualmente insoportable cuando quería serlo.

— ¿Lo estabas leyendo?

— No, quería preguntarle a Ash sobre los símbolos de la portada.

— ¿Y qué dijo?

—Que están en lenguas antiguas, griego y cosas así.

— ¡Woah! ¿Entonces Castiel puede leer griego?

—No. No creo.

—Pues dijo unas palabra extrañas. —soltó Richie, deseando unirse a la conversación una vez que empezó el bloque de comerciales en la tele. —Tal vez era griego.

— ¿Qué palabras extrañas? — interrogó Dean, quien no se había enterado de ese detalle antes.

—Pues no sé, no las recuerdo, pero las dijo ¿No, Sam?

Sam asintió.

—Y luego dijo lo de las criaturas de la tierra y todo lo demás.

— Sam ¿Qué? — Dean le arrebató el libro de nuevo, lo abrió en la primera página y leyó el título — “Compendio de las criaturas extraordinarias que viven en la tierra, el agua, el aire y el fuego” ¿Eso es lo que dijo?

—Más o menos, si,

— ¿Y tú ya le habías dicho de que se trataba el libro? ¿Le leíste algo antes?

Sam sacudió la cabeza.

—No, Dean. Yo estaba leyendo en silencio, y luego él se acercó y leyó la portada por su cuenta.

Saber eso le sorprendió, porque confirmaba que Castiel en verdad había leído los signos él mismo. No era que no lo hubiera creído antes, pero de pronto parecía algo más real. ¿De qué lugar venía Castiel que podía leer símbolos de una lengua antigua?

— ¿En dónde está Ellen?

—Estaba arriba, dándole un baño a Castiel —respondió la misma Ellen que bajaba por las escaleras en ese momento. — ¿Qué pasa, Dean?

—Amh, quería preguntarte algo.

—Pregunta. —dijo ella, caminando hacia la cocina, y Dean la siguió, con el libro de Sam todavía entre sus manos, y Sam detrás de él, resuelto a no perder el libro de vista solo por si acaso. Dean lo puso sobre la mesa y lo empujó hacía Ellen para que ella lo viera mejor.

— ¿De dónde sacaste eso? —preguntó ella mirando el libro y luego yendo hacia la alacena.

—Del granero.

—Ash dijo que puedo quedármelo. —intervino Sam, temiendo que todo aquel asunto terminara en que él no podía tener el libro.

—Sí, claro que puede quedártelo. Íbamos a regalarlo junto con los otros de todas formas. —respondió ella, con una sonrisa afable.

— ¿Sabes que son los símbolos en la portada? ¿Sabes que lenguaje es? —Dean señaló los signos  de Castiel, y Ellen se inclinó sobre la mesa para ver un poco mejor.

— ¿Esos de ahí? Umh creo que es enoquiano.

— ¿Qué idioma es ese? ¿De qué país es?

—Bueno, no es un idioma que se use en algún país en específico. Es un lenguaje antiguo que aparece en algunas versiones de la biblia. ¿Por qué me estás preguntando sobre esto? — preguntó la mujer extrañada, alzando con suspicacia una ceja hacia Dean.

—Curiosidad.

—Ah, ahá.

—Entonces ¿Es algo religioso o algo así?

—Pues puede decirse que sí. Se le conoce como el lenguaje de los ángeles.

—Pero Ellen, los ángeles no existen.

—Bueno, se le llama “el idioma de los ángeles” por qué lo dice la biblia, Dean, no es que realmente alguien haya escuchado a unos ángeles hablándolo, no que yo sepa, al menos

—Bueno, pero ¿En dónde hablan enoquiano?

—En ningún lado. Es una lengua muerta, sólo puede hablarlo alguien que lo haya estudiado. ¿Debería preocuparme tanta curiosidad?

—No. —Dean agitó la cabeza y sonrió mientras pasaba la mano sobre la pasta del libro —Es que se ven geniales y creí que podrían ser algún tipo de hechizo o algo.

—Umh.

— ¿Tú puedes leerlo?

— ¿El lenguaje enoquiano? No, pero sé francés, alemán y portugués. — soltó Ellen con una risita.

— ¿En serio? — preguntó un asombrado Sam, que ya se había sentado a la mesa, atento a la conversación de su hermano y Ellen.

— ¡Bien sûr, Sam!

— ¿Qué significa eso?

—“Claro que sí”.

— ¿Estuviste en Francia?

—Pues no, pero estudié idiomas en la Universidad.

— ¿Fuiste a la Universidad? — soltó el pequeño, aún más sorprendido.

—Pues claro que si ¿Qué creías, Samuel?

— ¡Genial!

— ¿Eso crees? Qué bien que te cause tanto entusiasmo ¿Quieres ir a la Universidad también?

— ¡Sí!

Mientras Sam se emocionaba todo hablando sobre estudiar e ir a la escuela (y Dean rodó los ojos con impaciencia porque no entendía como alguien se podía emocionar por algo así ¿Cómo era posible que fueran hermanos?), Dean miró hacia la puerta de la cocina, en donde estaba parado Castiel, con el cabello todavía húmedo por el baño. Llevaba puestos unos pantalones limpios, aunque usaba el mismo suéter demasiado grande y raído que traía siempre, incluso a la hora de dormir, por lo que resultaba un poco sorprendente que no estuviera más sucio.

Dean le sonrió y Castiel trató de corresponderle el gesto con una mueca tímida de sus labios.

— ¡Bueno! ¿Quién va a ayudarme a preparar la comida? —dijo de pronto Ellen, en un tono que no dejaba duda de que esperaba que todos los presentes ayudaran. Eso incluía a Richie, quien tuvo que apagar la televisión justo cuando empezaba su programa favorito.

—El clima está tan bonito que si mañana sigue así podríamos hacer un día de campo. —Ellen estaba mirando por la ventana de la cocina hacia el paisaje que se extendía detrás de la casa. La hierba se había puesto muy verde con la lluvia, y la luz del sol hacía que todo brillara con más color.

—Nunca he estado en uno de esos. —dijo Richie, mientras pelaba una zanahoria.

—Bueno, mañana podría ser el primero para ti.

— ¿Qué es… un día de campo? — preguntó Castiel, a quien le había tocado pelar chícharos, tarea a la que se dedicaba con mucha concentración y tal vez demasiada lentitud.

—Pues pasamos el día afuera, buscamos un lugar cómodo dónde poner una lona para sentarnos y comer al aire libre. —explicó Ellen —¿Te gustaría?

—Creo que sí. —respondió, sin mucha convicción en su pequeña voz de pájaro.

Ellen sonrió con auténtica ternura maternal porque hasta hacía poco Castiel evitaba hablar cuando había más de una persona en la habitación y siempre terminaba escabulléndose para esconderse y estar solo. En cambio ahora se le veía cómodo estando con los otros chicos. Aun cuando no sonreía mucho, Ellen pensó que el chico estaba más feliz.

—Voy a ver cómo está Jo. —dijo, asegurándose de bajar la intensidad del fuego de la estufa en dónde ya se cocinaba algo en una olla. —Dean ¿Podrías cuidar esto mientras vuelvo? Sólo revuelve para que no se pegue.

Dean dejó su tarea de cortar papas en cubitos para acercarse a la estufa y Ellen se quitó el delantal de cocina y salió de la habitación.

Todo iba bien en su ausencia, y de pronto Sam soltó un gritito que alarmó a Dean.

— ¿Qué pasa, Sam?

—Castiel se cortó.

Dean se acercó a la mesa y vio la sangre, mucha. ¿Es que Castiel tenía que sangrar tanto cada vez que le pasaba algo? Tenía en una mano el cuchillo que Dean había estado usando, y la otra mano suspendida en el aire, escurriendo sangre sobre la mesa y las verduras, sin siquiera quejarse por el dolor o por el susto. Sam y Richie parecían más afligido por verlo que el mismo Castiel, quien se había quedado absorto, mirando su propia mano teñida de rojo.

Reaccionó como si despertara de un ensueño cuando Dean le tomó la mano y se la envolvió en un paño húmedo que pronto empezó a mancharse de sangre. Luego Dean le quitó el cuchillo y le obligó a sentarse.

— ¿Qué estabas haciendo? —su pregunta sonó como un regaño, pero era porque estaba angustiado.

Castiel lo miraba a él, como si la mano no le estuviera sangrando y lo único interesante a qué ponerle atención en ese momento fuera la cara de Dean que se había puesto algo pálida y a los ojos que le brillaban mucho.

—Castiel ¿Estás bien?

Castiel asintió distraídamente.

—Voy a avisarle a Ellen. —dijo Richie corriendo a las escaleras.

—Estaba tratando de cortar la vaina… lo siento…—trató de explicarle a Dean. Una de las vainas de chicharos había resultado muy dura para abrirla solo con los dedos y por eso había tomado el cuchillo. Ya no importaba de todas formas, la vaina se había caído al suelo, y los chicharos que había pelado se habían ensuciado de su sangre.

—Está bien, vas a estar bien.

—Es mucha sangre. —observó Sam, que estaba a su lado.

—Sí, ya sé. —respondió Dean, sujetando con fuerza la mano de Cas entre las suyas.

—Se está poniendo muy blanco, Dean.

—Sam, no ayudas.

El tiempo que tardó en llegar Ellen les pareció a los niños una eternidad, pero cuando finalmente entró a la cocina se hizo cargo de la situación con rapidez. Richie iba detrás de ella, con el botiquín médico de emergencias que guardaban en el baño. Ellen retiró el paño húmedo y miró la herida que travesaba la palma de la mano del niño y que todavía sangraba a pesar de la presión que Dean había estado poniendo sobre ella.

Se encargó de desinfectarla y suturarla ahí mismo, porque era un corte largo que iba muy profundo dentro de la carne de la pequeña palma.

Castiel por su parte era un paciente extraordinariamente tranquilo, limitándose a observar atentamente sin proferir una sola queja mientras la aguja pasaba a través de su piel.

—Ya está, que buen chico. —le dijo Ellen, dejando un beso sobre su cabeza una vez que hubo terminado. Luego llevó a Castiel al sofá de la sala y le indicó que se acostara un rato. Cuando volvió a la cocina, Dean estaba en la estufa, tratando de remover lo que había en la olla, que de todas formas ya se había quemado porque lo había dejado desatendido mientras ocurría todo aquel frenético episodio.

—Lo siento, Ellen…—soltó Dean como un pequeño lamento.

—No te preocupes por eso. —dijo la mujer, apagando el fuego. —Hiciste bien en tratar de detener la hemorragia, eso era más importante. Niños, dejen, yo limpio y termino de cocinar, vayan a jugar afuera. —pidió cuando vio a Sam tratando de limpiar la sangre de la mesa. Ellen sacó una caja de medicina de un cajón, le pasó una pastilla a Dean y luego le dio un vaso con agua.

— ¿Podrías darle esto a Castiel, por favor? Usualmente no tiene problemas con tomar los medicamentos, y le va a ayudar con el dolor.

—Él ni siquiera lloró. —señaló Dean. —Tal vez… no le dolió tanto.

—Claro que le duele, cariño. Pero Castiel no llora, nunca le he visto llorar desde que llegó. Él solo… se guarda todo.

Ellen suspiró con cansancio y luego trató de sonreír.

—Vayan afuera.

…~

—Hey, Cas.

Dean se acercó a Castiel y le ofreció la pastilla que Ellen le había dado.

—Ellen dijo que la tomaras para el dolor.

Castiel se metió la tableta en la boca y luego se sentó para beberse el agua del vaso que Dean le extendía. Como había dicho Ellen, Castiel lo había hecho sin protestar, a diferencia de cuando se le pedía que comiera algo. Quizá porque las pastillas eran muy pequeñas y por eso no le molestaban tanto, pensó Dean.

— ¿Duele? —preguntó, mirando la manita hinchada y roja, descansando sobre el muslo del otro niño.

—Sí.

— ¿Mucho?

—No sé… lo… normal. Ellen… ¿Está bien?

— ¿Ellen? Ella está bien, no le pasó nada.

—Estaba muy triste, pude sentirlo.

— ¿Sentirlo?

Castiel se llevó la mano sana contra el pecho.

—Algo pesado y frío, que hace que sea difícil respirar. Tú también te estabas sintiendo mal.

—Estaba preocupado. Todos. Pero todo está bien, tu mano va a estar bien.

—Lo siento.

—No es tu culpa, no tenía que haber dejado el cuchillo ahí, bueno, no creí que fuera peligroso. Es culpa mía.

—Siempre te estás disculpando por cosas que no son culpa tuya.

—Tú también. —soltó Dean con una sonrisa de complicidad. —Así que ya no lo haré si tú tampoco.

—De acuerdo. —musitó Castiel, pensando que de todas formas tendría que haber sido más cuidadoso al tomar el cuchillo.

Ellen, que los había estado observando desde la puerta de la cocina se maravilló de lo mucho que Castiel hablaba cuando estaba con Dean. Debía ser por él, Castiel había cambiado drásticamente desde que Dean había llegado y eso la alegraba el corazón.

 

 

Por la tarde la calma volvió a inundar la casa cuando los chicos se sentaron a hacer sus deberes. Jo, que ya estaba casi completamente recuperada, los acompañó también, tumbada en el sillón, ocupada mirando uno de sus libros de cuentos mientras los demás hacían tareas.

Y entonces ocurrió algo que Dean había estado esperando ansiosamente, el teléfono sonó y la voz al otro lado de la línea era la de John.

Notas finales:

Un mes y poquito más desde el final de temporada ¿Cómo están? ¿Disfrutando la vida? No sé porque me dan ganas de reir sarcastica y oscuramente al escribir esas palabras.

¡Capítulo 12!

Espero que lo disfruten, muchos momentos de Dean y Castiel. Muchas preguntas en la mente de Dean. Y cuando escribo a Richie siempre me da la sensación de que es como un hobbit. 

Debería poder escribir cosas más importantes en estas notas, pero no se me ocurre nada. 

Gracias por leer, gracias por su apoyo. 

Nos vemos la próxima semana. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).