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El misterio de Castiel por Calabaza

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Dean bajó corriendo las escaleras hacia la puerta principal. Estaba cerrada y no había señales de que alguien hubiera salido, pero de todas formas la abrió y se asomó al exterior sólo para estar seguro. Sin embargo al mirar hacia afuera no pudo ver a Castiel ni aún después de encender la luz y salir al pórtico, gritando su nombre a la lluvia. No se había dormido por tanto tiempo ¿No? Castiel no podía haber llegado tan lejos. ¿Cierto?

—Encuéntralo, Dean. Encuéntralo —se repetía en voz baja, mirando alrededor, empezando a sentir la desesperación de la incertidumbre. —Una linterna… necesito una linterna.

Volvió al interior de la casa a buscar una lámpara de mano. Había estado gritando tan fuerte y haciendo tanto ruido que había conseguido despertar a Ellen, quien bajó todavía acomodándose la bata de noche, alarmada al ver la puerta abierta.

— ¡Dean! ¿Qué haces?

—Castiel… creo que salió de la casa.

— ¿Estás seguro? ¿Hace cuánto?

—N-no lo sé. Ayer se levantó y lo encontré afuera, y creo que hoy hizo lo mismo. Creo que es sonámbulo.

Ellen se llevó una mano a la boca y ahogó una exclamación de pánico.

—Dean ¿Estás completamente seguro? ¿Lo viste salir hoy?

—No. No… ¡Me quedé dormido! Y cuando desperté ya no estaba... Sólo fue un momento, y…

—Está bien, cariño, está bien. Tal vez siga dentro de la casa. Ve a despertar a Ash y yo revisaré arriba.

Dean se sintió muy tonto después de eso, porque había salido alarmado sin detenerse a pensar que quizá Castiel sólo había ido al baño, o que podría estar en la habitación de Ellen. Bien, ahora sabía que no estaba con Ellen, pero podría haber sido así y él se habría ido hasta la cerca en mitad de la lluvia buscándolo inútilmente

De todas maneras no se sentía más aliviado por ese pensamiento. No podría estar tranquilo hasta saber que su amigo estaba bien y a salvo.

—Por favor, Cas, aparece pronto. —se repetía una y otra vez mientras bajaba por las escaleras del sótano para llamar a Ash

Para cuando logró despertarlo y volver con él al recibidor, Ellen ya tenía preparado un impermeable y una linterna que puso en las manos de Ash.

—Lo siento, Ash. Necesito que salgas a buscar a Castiel.

— ¿Hacia dónde se fue? —preguntó él, colocándose el impermeable. Ellen miró a Dean y Dean sacudió la cabeza.

—No lo sé. No… no lo vi.

—Pues arriba no está, así que hay que tomar en cuenta todas las posibilidades. Dean, cariño, ve a revisar los armarios y la alacena de la cocina.

Dean corrió a cumplir con lo que le pedían, y Ash, armado con su linterna salió a buscar en los alrededores de la casa, gritando el nombre de Castiel tan alto que se escuchaba por encima del ruido de la lluvia, y si el niño estaba despierto era seguro que tendría que escucharlo. O al menos así sería si se pudiera esperar que actuara como un chico normal. Dean podía imaginárselo todavía medio dormido, caminando en el fango, escuchando únicamente a aquellas voces que sólo él oía.

La mano le tembló con nerviosismo cuando palpó la pared del baño de la planta baja, buscando el interruptor de luz. Pero ese cuarto también estaba vacío. Dean no creía que estuviera dentro de la casa. Estaba convencido de que se había salido de nuevo, de que iba a perderse si Ash no le encontraba pronto. Iba a desaparecer en la noche, caminando entre la hierba crecida, tal como había llegado. Sin despedirse. Sin decir nada. ¿Por qué no le había dicho nada? ¿Por qué no había hablado en toda la tarde? Dean apretó los dientes y cerró el baño de un portazo. ¿Por qué se había quedado dormido? Tendría que haberlo vigilado mejor. Tendría que haberle pedido que se quedara en su litera. ¿Por qué no había puesto más atención?

Estaba realmente asustado porque por su mente estaban pasando muchas ideas espeluznantes sobre lo que podría sucederle a Castiel allá afuera. Y entonces se convenció que tenía que salir a buscarlo él mismo. Si fuera Sam no se quedaría adentro, esperando. Pues tampoco siendo Castiel quien lo necesitaba lo haría.

Se dirigió a la puerta de entrada y la abrió, pero la cerró enseguida, y se giró lentamente, mirando hacia las escaleras.

—Dean. —Le llamó Ellen, desde la cocina. — ¿A dónde crees que vas? —preguntó cuándo le vio con la mano sobre el pomo de la puerta, temiendo que fuera a salir el también, porque con un niño extraviado tenía más que suficiente, y no quería a Dean corriendo allá afuera sin supervisión. Pero cuando se acercó a él se dio cuenta de que no se veía como si estuviera pensando en salir. Dean miraba a las escaleras, y luego la miró a ella.

—Ellen ¿Miraste en el ático?

Ella  iba a decir que Castiel sabía bien que no debía subir ahí, y que nunca antes había desobedecido esa orden. Al menos no que ella supiera.

—Ayer intentó subir. —dijo Dean. Ellen frunció el ceño, apretó los labios,  y al momento siguiente ya estaba subiendo al segundo piso, directo hacia la puerta del ático con Dean detrás de ella. Subieron corriendo por las escalerillas hasta la mohosa y empolvada habitación.

— ¡Castiel! —le llamó ella, pero nadie respondió. Encendió la luz solo para comprobar que el niño no se encontraba ahí, pero la ventana estaba entreabierta, golpeteando suavemente, empujada por el viento, permitiendo que el agua se escurriera dentro de la habitación.

—Oh dios…—murmuró Ellen, yendo hasta la ventana y abriéndola de par en par, y temiendo lo peor asomó la cabeza. —Oh dios, no. —musitó cuando encontró al niño, encaramado en el tejado, acurrucado sobe las tejas. — ¡Castiel! ¡Cariño, no te muevas!

Dean se asomó también, estirándose para intentar verlo, pero Ellen lo empujó de nuevo dentro.

—Busca a Ash. Que traiga la escalera ¡Pronto!

—Ellen…

— ¡Dean, ve!

Mientras corría escaleras abajo, Dean pensaba que él mismo podría haberse subido al tejado y alcanzar a Castiel para ponerlo a salvo. Lo que no quería era tener que esperar. Esperar hasta llegar a dónde estaba Ash, esperar hasta que sacara la escalera del granero y la pusiera contra la casa. Era demasiado tiempo, Castiel podría caerse en cualquier momento. ¿Por qué tenía que haberse subido ahí en primer lugar?

Encontró a Ash cerca del pozo y tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para calmarse y poder explicarle en pocas palabras la razón por la que tenía que ir a buscar la escalera. Momentos después el muchacho se apresuró hacia el granero, y Dean mientras tanto se acercó a la casa, buscando con la vista a Castiel en el techo, aunque era difícil mantener los ojos abiertos porque las gotas de agua le caían directo en el rostro.

Veía la ventana del ático abierta, con su luz encendida, y Ellen estaba arrodillada fuera de ella, sosteniéndose del alfeizar mientras se movía hacia el pequeño bulto que estaba todavía muy lejos de ella.

—Cas…

Entonces Castiel se movió. Desde dónde estaba, Dean no podía ver con claridad, pero parecía que Cas había intentado moverse hacia Ellen y había fallado, deslizándose hacia abajo, hacia la canaleta, demasiado cerca de caer.

Dean escuchó la voz de Ellen gritando, y luego su propia voz, diciéndole a Castiel que se sostuviera fuerte, que la ayuda iba en camino, aunque probablemente este no le escuchaba, sobre todo por los truenos que parecían hacerse cada vez más fuertes. Demasiado sonoros y potentes. Dean miró al cielo con temor, y a la luz de los relámpagos pudo ver las grotescas nubes, gigantes negras e hinchadas que lucían como si estuvieran cayéndose del cielo por su mismo peso y fueran a descender sobre la granja. Podía ver los relámpagos y percibir su sonido eléctrico y se llenó de miedo porque parecían demasiado cercanos, y de pronto ya no era solo rayos de luz, si no que eran más como explosiones de luz blanca incendiando el cielo, y el ruido que hacían ensordeció a Dean, quien cayó al suelo temblando, con las manos en las orejas. Sólo volvió a mirar al tejado cuando un rayo cayó directo sobre la casa. Por unos momentos que parecieron demasiado largos, Dean no pudo escuchar nada, ni siquiera sus propios gritos, pero si podía ver con claridad, pues el cielo y la tierra se habían iluminado de tal forma que parecía medio día, y la luz se reflejaba en todas partes con tanto brillo que los ojos dolían.

Y un segundo después la oscuridad nocturna de nuevo, y la lluvia y su suave sonido al golpear la suave tierra.

Cuando Dean abrió los ojos la primera idea que llegó a su mente fue que estaba en el cielo porque demasiada televisión le había dado la idea de que el cielo debía ser así de blanco, brillante y suave. Pero el olor del formol lo sacó rápidamente de esa fantasía.

Se incorporó hasta quedar sentado en la cama de hospital y miró alrededor, a la pequeña habitación en la que estaba, de pisos de un azul claro y las paredes blancas iluminadas por la luz del sol que entraba por las ventanas.

Era la primera vez que despertaba en la cama de un hospital. Nunca le habían internado y se preocupó, preguntándose por qué estaba ahí. Más importante aún ¿En dónde estaba Sam?

¿Y Castiel?

¿Y Ellen?

Y entonces los recuerdos de lo que había ocurrido en la granja le parecieron muy nítidos y espantosos. Había caído un rayo sobre la casa. ¡Un rayo!

Dean saltó de la cama, tratando de mantener a raya el pánico que ya crecía en su interior. Si él estaba en el hospital ¿Qué había pasado con todos los demás? Sam estaba todavía en la casa cuando aquello había ocurrido.

—Por favor, que esté bien. —soltó en voz baja. Abrió la puerta de la habitación, se asomó al pasillo vacío y momentos después se aventuró a él, decidido a encontrar a su hermano, por lo que empezó a abrir las puertas de las otras habitaciones sólo para encontrarse con gente desconocida.

— ¡Sam! — gritó, entrando en uno de los cuartos. Había un hombre pálido en una cama, y una joven enfermera a su lado que volteó a ver al chico y le indicó con un dedo sobre los labios que guardara silencio. Lo escoltó hasta el pasillo, y luego de asegurarse de cerrar bien la puerta de la habitación, frunció el ceño y se llevó las manos a la cintura mientras miraba a Dean.

—No deberías estar levantado ¿No es cierto? —dijo con una falsa voz regañona, y luego sonrió. — ¿Necesitas algo?

—Estoy buscando a mi hermano.

—Oh, ¿Y puede saberse quién es tu hermano?

—Se llama Sam… Winchester.

— ¿Vino a visitarte?

—No…él…—Dean rodó los ojos, impacientándose por no poder explicarse rápido y en pocas palabras, así que decidió que buscaría a Sam por su cuenta y se alejó de la enfermera a pesar de que ella lo estaba llamando, y como creyó que le estaba siguiendo se echó a correr, pero no llegó muy lejos antes de ser detenido por unas manos muy fuertes sobre sus hombros.

— ¡Suéltame!

— ¡Dean! —dijo aquella voz familiar. El chico miró el rostro del hombre que le sostenía.

—Papá.

— ¿A dónde ibas?

—A buscar a Sam. ¿En dónde está? ¿¡Está bien!?

—Sí, él está bien, Bobby lo está cuidando. No te preocupes, hijo.

Aquellas palabras le causaron un gran alivio. La enfermera se aproximó a ellos y le pidió a John que lo llevara a su habitación.

— ¿Qué me pasó? —preguntó Dean cuando él y su padre se quedaron a solas en el cuarto.  — ¿Por qué estoy aquí?

John suspiró y puso una cara muy seria que preocupó a Dean. No del tipo de seriedad que le indicaba que estaba en problemas por algo que había hecho. John no se veía molesto, más bien, apesadumbrado.

—Un trozo de teja te golpeó la cabeza. El doctor dice que no es nada grave, pero quería que pasaras el día en observación.

— ¿Una teja? ¿Del techo? ¿De cuando cayó el relámpago? ¿Ellen y Castiel están bien?

—El chico está bien. Pero Ellen… —el labio inferior de John tembló al pronunciar su nombre —Falleció.

Dean no pudo pensar en nada durante un momento. Se había quedado en blanco, como si las últimas palabras de John se hubieran atorado en su cabeza y no hubiera espacio para nada más.

— ¿Qué? — logró articular un poco después —El… el rayo…

—El rayo la alcanzó.

—Oh.

La visión del chico se puso borrosa, y supo que había lágrimas asomando a sus ojos, pero miró a John y tuvo miedo de que lo viera así, así que agachó el rostro y se frotó los ojos.

— ¿E-estás seguro?

—Sí. —respondió John con voz calmada. Se acercó a Dean y le acarició la cabeza, y fue como una señal de que tenía permiso de dejar salir esas lágrimas. Dean se recargó contra su padre, escondiendo el rostro contra su pecho, sollozando suavemente, pensando en cómo Ellen había estado perfectamente bien y repentinamente y sin aviso simplemente ya no estaba.

— ¿Y Jo? —preguntó, tratando de contenerse, jadeando un poco, con la vocecilla ahogada.

—Está con Ash. No la he visto, así que no sé…

— ¿Podemos ir a verla?

—Claro, cuando te den de alta.

A Dean lo dejaron ir esa misma tarde. Sam estaba llorando cuando salió a recibirlos en casa de Bobby, tenía los ojos húmedos cuando miró a Dean y se lanzó sobre él, abrazándole, diciéndole lo mucho que lo había extrañado, y se negó a soltarlo hasta que John les dijo que entraran a la casa.

—Me alegra verte bien, chico. —le dijo Bobby afectuosamente cuando pasó a su lado, aunque apenas fue capaz de esbozar una débil sonrisa. El hombre se veía afligido, como todos los demás. Hasta donde Dean sabía, Bobby y Ellen eran buenos amigos. Solían serlo.

 

Dean se miró en el espejo del baño. No había tenido oportunidad en todo el día, y aunque sabía que llevaba vendada la cabeza por el golpe que se había dado, no se había percatado de la vendoleta que le habían puesto en la mejilla. Se la retiró con cuidado y miró un pequeño corte que no lucía muy impresionante. Ni siquiera recordaba el momento en que se había golpeado. No recordaba nada de lo que había ocurrido después del brillante relámpago blanco.

Pensaba en ir a la cocina por un vaso con agua antes de volver a la habitación en dónde dormiría y la cual compartía con Sam, pero para llegar a la cocina habría tenido que pasar por la sala y su padre y Bobby estaban ahí, hablando, y Dean se detuvo cuando escuchó que mencionaban su nombre. Se quedó detrás de la pared, escuchando como Bobby le decía que después de lo que había ocurrido quizá podría reconsiderar el tipo de vida que había elegido.

—Por los chicos, John. Han tenido más que suficiente de esta mierda de vida para la corta edad que tienen.

—No empieces con eso otra vez, ya lo hemos hablado.

—Sí, bueno, pensé que lo que… lo que acaba de ocurrirle a Ellen podría hacerte cambiar de opinión.

—Lo que ocurrió no tiene nada que ver con el trabajo de cazador. No fue un monstruo, una maldición, demonios, lo que sea. Fue un accidente. Y le ocurrió mientras estaba en su casa. Una casa muy bien protegida contra esas cosas malignas y eso no evitó… que ocurriera.

—Con más razón deberías pensártelo. Si eso le ocurrió a ella en esa granja ¿Qué te espera a ti corriendo detrás de esos monstruos todo el tiempo? ¿Cuánto más vas a poder esquivar a la muerte? Si te pasa algo ¿Quién se va a ocupar de tus chicos? Ellen no va a volver a ver a su niña. Jo se ha quedado sola. ¡Tus hijos todavía te tienen a ti! ¡Vivo y entero! Deberías estar agradecido, maldito y necio bastardo.

—El mundo está lleno de maldad. Nunca estarán realmente a salvo mientras esas cosas existan, por eso no puedo renunciar a mi trabajo. Lo hago por ellos.

— ¡Oh, por favor! Yo sé muy bien por qué lo haces, no intentes venderme ese cuento barato, muchacho. La venganza no puede valer más que darle a esos niños una vida de verdad.

—No voy a discutir eso contigo. Es mi familia, Bobby, y no es asunto tuyo.

Dean escuchó a Bobby soltar un gruñido, y temió que si seguían con esa discusión pasaría lo que había pasado tantas otras veces: su padre los metería a él y a su hermano en el auto y se irían de ahí mientras Bobby le gritaba a John, y luego no volverían a verle en meses. Y Dean no sentía que pudiera soportar eso esa noche. Pero afortunadamente Bobby decidió cambiar de tema, su tono de voz aún sonaba adusto aunque un poco apagado.

— ¿Cómo está el otro chico? El que Ellen adoptó.

Dean aguzó el oído, pues sabía que se refería a Castiel y él también quería saber cómo estaba.

—No lo sé, no fui a visitarlo. Aunque hubiera ido no creo que me permitieran verlo, ni si quiera sé cómo es.

—Sí, yo tampoco tuve oportunidad de conocerlo. Pero ahora él también está solo, supongo que no le vendría mal una visita de quien sea.

—Bueno, no estoy seguro si eso sirva de algo, Ash dijo que no está nada bien. Lo que ocurrió le afectó demasiado.

Dean contuvo el aliento mientras se pegaba más a la pared, intentando escuchar mejor, pero la conversación entre los dos adultos rápidamente pasó de Castiel a otros asuntos en dónde se mencionaban nombres y hechos de los que él no tenía idea y tampoco le importaban. Él necesitaba saber qué había ocurrido con Castiel. Esa misma tarde su padre le había dicho que Cas estaba bien, y ahora le decía a Bobby todo lo contrario. Era algo que no le sorprendía, John a veces ocultaba cosas cuando creía que era por su bien, y Dean simplemente lo aceptaba, pero no en ese momento, no cuando Castiel podía estar sufriendo y él no lo sabía.

Cuando estuvo convencido de que el tema no se volvería a tocar esa noche, y ya que la conversación entre su padre y Bobby había dejado de tener interés alguno para él, Dean subió por las escaleras silenciosamente y se fue a la habitación.

La luz estaba apagada y supuso que Sam dormía. Dean se acostó de su lado de la cama y se sentía tan cansado que pensó que se quedaría dormido pronto, pero el peso de las dudas en su cabeza no se lo permitían. Los recuerdos de los últimos momentos antes de que el rayo cayera le llegaban como estallidos luminosos que le hacían mantener los ojos abiertos.

Y luego escuchó el murmullo del llanto de Sam.

Habían pasado meses desde la última vez que le había escuchado llorar. Sam siempre intentaba imitar a su hermano y a su padre. Ser duro, como ellos, ser fuerte, no llorar. Pero seguía siendo un niño.

Dean sabía que había noches en las que Sam se dormía llorando, sobre todo cuando su padre no estaba y ellos no tenían que compartir una sola cama. Así que en la breve intimidad que Sam obtenía de la distancia entre la cama de su hermano y la suya, lloraba en silencio. Y Dean al otro lado de la habitación sólo podía escuchar los ruidos que su hermano trataba de ahogar, y se quedaba petrificado sin saber qué hacer.

Así que casi siempre optaba por dejarle llorar en paz y al día siguiente se portaba como el mejor hermano del mundo, le compraba lo que quisiera para comer y no lo molestaba ni lo hacía enojar.

Pero el sonido de aquel triste llanto ahogado siempre le causaba a Dean la terrible sensación de que el mundo se estaba desplomando sobre él. Sin embargo  no podía molestarse con Sam, no podía decirle que parara, que los hombres tenían que ser fuertes y no llorar, como John le había dicho a él, porque él mismo todavía lloraba a veces, y por qué en un par de ocasiones también había visto a su padre llorar, cuando creía que sus hijos no estaban cerca.

Y después de lo que había ocurrido no podía esperar que Sam no tuviera ganas de llorar. El mundo parecía de pronto más vacío y más aterrador, la muerte más real. Más de lo que ya lo era para un par de niños que la habían visto muy cerca desde pequeños. Y la muerte no eran sólo los vampiros, demonios y las demás cosas que se ocultaban en la oscuridad. La muerte podía venir en cualquier momento, en cualquier lugar, en el lugar más seguro del mundo, a cualquier persona.

Dean sabía eso desde los cuatro años, pero se sentía como si lo estuviera aprendiendo por primera vez.

Sam por otra parte no había tenido que enfrentar la muerte de nadie cercano desde que era un bebé, y si quería llorar tenía todo el derecho de hacerlo.

Dean se movió hacia él y acomodó su cabeza contra la espalda de su hermanito. Eso no detuvo el llanto de Sam, pero lo suavizó.

“Todo va a estar bien, Sammy” habría querido decir, pero lo cierto era que no sabía si las cosas iban a estar bien alguna vez.

— ¿Te duele mucho? — preguntó Sam a la mañana siguiente mientras él y Dean desayunaban en la cocina. Estaban solos en la casa, porque John había salido desde temprano a quien sabe dónde y Bobby estaba afuera, trabajando en un auto. Ninguno tenía hambre, pero Sam comía porque Dean se lo había pedido, y Dean comía para darle el ejemplo a su hermano.

—No, sólo cuando me toco. —respondió Dean, poniéndose una mano sobre la cabeza mientras mordía una tostada. — El doctor dijo que fue un pedazo muy pequeño el que me golpeó.

— ¿Te asustaste?

—No. Ni siquiera me acuerdo de cómo pasó.

—Yo si me asusté mucho. —dijo Sam, cabizbajo.

— ¿Tú viste lo que pasó?

—Te vi a ti. Ash te llevó adentro. Te estaba cargando porque te habías desmayado. Creí que era otra cosa porque no despertabas y tenías sangre en la cara. —la voz de Sam se quebró un poco al pronunciar esas palabras. —No despertaste ni siquiera cuando llegó la ambulancia.

— ¿Hubo una ambulancia?

—Sí, y policías, y bomberos porque el rayo hizo que se incendiara el techo, pero se apagó pronto con la lluvia. Yo no lo vi, pero Ash me dijo. No nos dejó salir de la casa hasta que todos se fueron, así que no vi mucho.

— ¿Castiel estaba herido?

—Umh. No lo sé. Pero estaba gritando.

— ¿Por qué gritaba?

—Pues no lo sé.

— ¿Cómo puedes no saber, Sam? Estabas ahí.

—Pero él estaba encerrado en el baño. Ash lo dejó ahí y cerró la puerta por fuera para que no saliera.

— ¿Por qué…? ¿Por qué hizo eso?

—Te lo dije, porque estaba gritando. Cuando Ash lo metió no dejaba de patear y tratar de arañarle la cara. Intentaba salir corriendo y Ash estaba ocupado así que lo encerró.

Sam se quedó en silencio y Dean hizo lo mismo, tratando de imaginarse aquella escena. Era difícil pensar en el callado y tranquilo Castiel comportándose así. Pero después de todo él había estado ahí arriba cuando cayó el rayo, tal vez también lo había alcanzado y estaba muy herido y por eso gritaba. Tal vez había visto lo que había ocurrido con Ellen, y estaba asustado. Y ahora estaba solo, como había dicho Bobby. Durante la conversación que había escuchado la noche anterior, John había dicho que Castiel estaba en un lugar en el que tal vez no le permitirían verlo. Un hospital, era lo que se imaginaba. Tal vez incluso el mismo en el que Dean había despertado y había estado muy cerca de él sin saberlo.

—No dejó de gritar incluso cuando se lo llevaron. —añadió luego Sam con voz susurrante

— ¿Y Jo estaba ahí también?

Sam sacudió la cabeza.

—No. Estaba en la… en la habitación de Ellen. Estaba asustada por el ruido y se escondió abajo de la cama.

—Ah.

— Ash no logró sacarla de ahí hasta después, porque ella quería a Ellen. Cuando la mamá de Richie fue a recogerlo en la tarde, ella todavía estaba ahí abajo. ¿Crees…? ¿Tú crees que podamos ir a verla?

—Bueno, papá dijo que sí.

— ¿Crees que nos deje ir al funeral?

— ¿Quieres ir? — le preguntó a Sam, que tenía la mirada fija en el plato y llevaba un rato picando la comida con el tenedor en vez de comerla.

—Supongo. Sí. ¿Tú?

Realmente no quería. Dean nunca había estado en un funeral antes, pero la idea de estar cerca del cuerpo sin vida de alguien a quien quería le asustaba. Sin embargo sabía que tenía que ir, porque Ellen les había dado mucho de su tiempo y cariño, y él quería estar con ella incluso en aquel último momento. Tal vez Jo también estaría ahí y también Castiel  y Dean de verdad tenía muchas ganas de verlos.

John no volvió en todo el día, ni al día siguiente, ni el día después de ese que fue el día del funeral, así que fue Bobby quien los llevó.

El funeral fue bastante normal. Nada de la acostumbrada pira funeraria de los cazadores, porque habían sido unos familiares de Ellen quienes se habían encargado de hacer los arreglos mortuorios, y ellos eran personas normales, así que todo fue muy común y tradicional, con las flores, un cura, un féretro elegante, un agujero en el suelo. Castiel no estuvo presente. Y además de Bobby, Ash y los niños, ninguno de sus  conocidos cazadores estuvo presente, pues a los familiares de Ellen no les agradaba “ese tipo de gente” como los habían llamado, y la única razón por la que les habían permitido a Ash y Bobby asistir era por ser los más cercanos amigos de Ellen.

La ceremonia fue corta y triste. El llanto de Jo se escuchaba por sobre la voz del sacerdote. La niña estaba abrazada a una joven mujer, que Dean supuso debía ser una de sus familiares, pero cuando la pequeña levantó el rostro y los vio a ellos se soltó de la mujer y corrió hacia los chicos, con la cara roja, el cabello trenzado y ataviada con un vestido negro. Abrazó a Dean y Sam  y comenzó a llorar, hablando entre balbuceos.

—Nosotros también te extrañamos. —dijo Dean y le acarició la cabeza. Luego Jo miró a Bobby, extendió los brazos hacia él y él la cargó.

—Mi mami se fue al cielo, tío Bobby. —musitó con su triste y pequeña voz, aferrándose al cuello del hombre.

—Lo sé… Lo sé.

—Ahora está con mi papi. Quiero ir con ellos.

— ¡Joanna! —otra mujer, un poco mayor, alta y de cabello castaño, se acercó a ellos. Tenía cierto parecido con Ellen, aunque debajo de sus lentes oscuros sus ojos eran pequeños, enrojecidos y duros. —Ven aquí.

Al escuchar su voz, Jo se agarró con más fuerza de Bobby.

—Vamos, Joanna, no tenemos tiempo para esto. —dijo ella tendiendo sus brazos hacia la niña.

—Quiero quedarme con tío Bobby.

—Señor Singer, por favor. —pidió la mujer, y Bobby se acercó para darle a Jo en los brazos, aunque la niña siguió resistiéndose hasta el último momento y chilló cuando el hombre dio un paso atrás, dónde ella ya no podía alcanzarlo. —Despídete, Joanna.

— ¡No quiero! ¡Quiero quedarme aquí! ¡Quiero ir a mi casa! ¡Suéltame!

La mujer se veía mortificada por la rabieta de la niña, que lanzaba patadas al aire e intentaba morderle las manos para que la soltara.

— ¡Compórtate! — tuvo que hacer una gran esfuerzo para acercar a la niña al auto que las esperaba, y sólo tuvo éxito cuando la otra mujer, la más joven, tomó a Jo y la niña se abrazó a ella, aunque todavía miraba hacia dónde estaban Bobby y los chicos.

— ¡Ash! ¡No dejes que me lleven! ¡Tío Bobby! ¡Dean! ¡Sam! ¡No! ¡No! —gritaba cuando la subieron al vehículo. La escucharon gritar todavía cuando cerraron las portezuelas y el auto arrancó.

— ¡Jo! — le llamó Dean, corriendo tras el carro, seguido por Sam, pero el auto se alejó de prisa. — ¿A dónde se la llevan? —preguntó Dean, mirando a Bobby y Ash, que se había quedado cerca de ellos. — ¿Por qué?

—Es su familia. —respondió Bobby. —La hermana de Ellen va a cuidar a Jo ahora.

—Pero… ¡Pero su familia es Ash! ¡Y tú! ¡Y nosotros, y Cas! ¿Ash? No pueden hacer esto ¿Verdad? —pero Ash no fue capaz de hablar. Levantó un hombro levemente y clavó la vista en el suelo. Estaba pálido y más aún más flaco, ojeroso y decaído. Después de todo acababa de perder a su familia. Primero Ellen, y ahora le quitaban a Jo, porque sin importar cuanto la quisiera las leyes no le permitirían quedársela, pues no tenían ningún parentesco consanguíneo.

— ¿Ash?

—Ya, Dean. —dijo Bobby—. Créeme que nada nos gustaría más que poder hacer que se quedara, pero no depende de nosotros.

—Van a cuidarla bien, compañero. No te preocupes. —soltó Ash en voz baja.

Dean se dejó caer en la orilla de la acera, mirando todavía la calle por dónde se había ido el auto que llevaba a Jo.

—Pero vamos a poder verla ¿No? —preguntó Sam. —Podemos visitarla.

—Bueno… va a resultar algo difícil, ahora que va a vivir en Canadá.

 

Los familiares de Jo vivían en Canadá, y ahora ella viviría allá también. Probablemente no volverían a verla jamás, pensó Dean lleno de pena, sentado en la camioneta de Bobby junto a Sam, esperando que el hombre terminara de despedirse de Ash. No lo culpaba si estaba preocupado por el muchacho, Dean jamás lo había visto tan triste, nunca había pensado en que alguien como él, que siempre parecía alegre y despreocupado, pudiera verse así de miserable. Dean recargó la cabeza en la ventanilla medio abierta y escuchó como Bobby le ofrecía quedare en su casa unos días, pero Ash declinó, diciendo que tenía cosas de que ocuparse en la granja. Y luego sin esperarlo, el nombre de Castiel salió a flote en la conversación.

—No lo sé, viejo, sólo me dejaron verlo unos minutos cuando fui a visitarlo, y no se veía muy bien. Ni siquiera creo que me reconociera.

— ¿Te dijeron qué es lo que le pasa?

—Nh, dijeron que es por el shock, que estará mejor con el tiempo. Aun así no van a dejarlo volver conmigo, no estaba legalmente adoptado. Van a ponerlo en un orfanatorio.

—Bueno, supongo que podría ser peor.

— ¿Si? No sé, no creo que el chico vaya a estar bien en un lugar de esos. Tampoco creo que vaya a mejorar mucho en ese hospital psiquiátrico en el que lo metieron.

Dean se quedó pasmado, desconectándose de aquella conversación en cuanto dejaron de hablar de Castiel. No podía creer que estuviera tan mal como para tener que estar en uno de esos hospitales, de los que sólo había escuchado cosas terribles.

Cuando Bobby subió a la camioneta Dean le preguntó por la dirección del lugar en dónde estaba internado Castiel.

— ¿Para qué quieres saber? De todas maneras no te van a permitir verlo. En esos lugares no dejan entrar a los niños.

—Castiel es un niño.

—Sí, pero él es un paciente. Y de todas formas ¿Qué te he dicho de escuchar conversaciones ajenas?

—Bobby, por favor, llévame a verlo.

El hombre dudó y por un momento Dean creyó que aceptaría.

—Cuando tu padre vuelva. No creo que llevarte a un lugar así sin su permiso sea buena idea.

Pero Dean temía que su padre se negara, y así sucedió al día siguiente por la tarde, cuando John volvió y tocó la bocina del auto sin siquiera bajarse, esperando a que los chicos subieran cuanto antes al vehículo.

— ¿A dónde vas ahora, John? — preguntó Bobby, desde la entrada.

—Michigan. Hay trabajo que hacer.

Los chicos aparecieron en la puerta, cargando sus escasas pertenencias.

—Papá ¿Podemos ir a un lugar antes de irnos— preguntó  Dean cuando estuvo acomodado en el asiento del copiloto. John arrancó el auto y se alejaron tan rápidamente que Sam apenas tuvo tiempo de sacar una mano por la ventanilla para despedirse de Bobby.

—A ver a Castiel.

— ¿El chico adoptado de Ellen? No, lo siento, Dean. No hay tiempo para eso.

—Será rápido, lo prometo.

—Te digo que no.

— ¡Es mi amigo! Quiero saber cómo está.

—Luego, quizá. Ahora no puedo perder el tiempo en eso. Él está en buenas manos, así que tú preocúpate únicamente por cuidar a Sam ¿De acuerdo? Es lo que tienes que hacer.

—Papá…

— ¡Te he dicho que no, Dean! Fin de la discusión.

Y cuando John deseaba dar por zanjada una conversación, Dean se callaba y obedecía aunque las palabras se le atoraran en la garganta como un nudo que le dificultaba respirar. 


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