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El misterio de Castiel por Calabaza

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Cuando despertó a la mañana siguiente la primera idea que saltó a su mente fue que quería ver como estaba Castiel. Se levantó tan callado como pudo hacerlo, porque los otros todavía dormían, y fue a la habitación contigua.

Pero Castiel no estaba ahí. Sólo quedaban las sábanas revueltas sobre su cama.

—Buenos días, Dean. —saludó Ellen, con quien Dean se topó en el pasillo —Hoy les has ganado a los otros chicos en levantarse.

—Castiel no está en su cama.

— ¿Uh? No. Está en la mía. Se ha pasado durante la noche por que no le gustan las tormentas. Él y Jo siguen durmiendo.

—Oh.

— ¿Vas a ayudarme con el desayuno?

Dean se encogió de hombros y asintió con la cabeza.

— ¿Hoy si tienes hambre?

—Sí. Mucha.

— ¿Que te gustaría desayunar? ¿Avena?

—Umh ¿Podría comer una hamburguesa?

— ¿Hamburguesas para el desayuno? — ella soltó una ligera carcajada y palmeó la espalda del chico. —Te diré qué: Tomaremos cereal para el desayuno y haré hamburguesas para el almuerzo.

Y Dean estuvo de acuerdo.

 

Jo entró a la cocina vestida todavía con su largo camisón de franela y con el cabello revuelto. Sonrió, saltó a los brazos de su madre y le dio un beso en la mejilla.

—Bueno días, mami. Buenos días, Dean.

—Buenos días, linda.

—Buenos días, Jo.

— ¿Se ha despertado Castiel? —preguntó Ellen

—Sí. — contestó la niña, trepándose a una de las sillas. — ¿Puedo tomar una galleta?

—No, primero desayuna. —respondió Ellen, mirando por la ventana sobre el fregadero.

— ¡Por favor!

—Está bien, sólo una. Dean, sirve un poco de cereal para Jo. Ahora vuelvo.

Un momento después cruzó la puerta hacia el patio, en donde una camioneta azul había aparcado.

Una joven mujer de piel morena, largo cabello rizado, y envuelta en un abrigo bajó del vehículo, y Ellen debía conocerla porque se acercó a darle un abrazo, y permanecieron así durante un rato. Entonces Dean se dio cuenta de que la joven estaba llorando.

—Dean ¿Qué pasa? —preguntó Jo, parándose sobre la silla.

—No lo sé. Vamos, come.

Dean sirvió cereal en el pequeño bowl amarillo que era el favorito de Jo y le agregó leche.

Ellen volvió a la casa, con el rostro serio, y fue directo a las escaleras sin decirles nada a los niños. Afuera, la joven se había quedado recargada contra la camioneta, limpiándose el rostro húmedo de llanto con un pañuelo.

Un par de minutos más tarde Gordon bajó las escaleras corriendo, todavía en pijama, y sin reparar en Dean o Jo fue directo hacia la puerta, afuera, hacia la chica en la camioneta, quien extendió los brazos para recibirlo y abrazarlo. Le besó la cabeza, y le dijo algo que hizo que el chico se alterara. Se había tapado el rostro con ambas manos así que Dean no pudo saber si estaba llorando o no.

—Es la hermana de Gordon. —murmuró Richie. Él y Sam acababan de entrar en la cocina, con la expresión en sus caras tan tensas y serias como las de Ellen. Luego la mujer bajó las escaleras con el abrigo de Gordon en una mano y su pequeña maleta en la otra, y salió una vez más para entregarle la valija a la joven mujer que  la puso dentro de la camioneta. Ellen ayudó a Gordon a ponerse el abrigo, luego lo abrazó y le besó la mejilla para finalmente ayudarlo a subir al vehículo.

La joven se despidió con un movimiento de mano y Ellen le respondió igual. La camioneta arrancó y se perdió rápidamente por el camino bajo el cielo nublado.

— ¿A dónde fue Gordon, mami? —preguntó Jo cuando Ellen volvió adentro y le cerró la puerta al frío del exterior.

—Volverá a su casa, cariño. Su hermana vino para llevarlo a casa... Vamos, siéntense, coman algo.

Los chicos obedecieron, mirándose en silencio mientras Ellen les ponía cereal en los platos y jugo en los vasos.

No tenían que preguntarle a Ellen para imaginarse que era lo que había pasado. Algo debía haberles ocurrido a los padres de Gordon. Dean sabía que su hermana no era cazadora, a ella no le gustaba ese tipo de vida. Había elegido vivir como una persona normal, lejos de sus padres y de Gordon. Tenía que haberles pasado algo muy malo para que fuera ella quien viniera hasta la casa de Ellen a recoger al chico.

La peor parte era que todos sabían que podrían haber sido los padres de cualquiera de ellos. Era algo que podía pasarle a cualquiera que fuera hijo de un cazador.

Dean miró Sam tratando de parecer tranquilo, pero tenía un nudo en la boca del estómago que no le dejó terminar el desayuno. Comieron poco y en silencio, y a Ellen no le importó que dejaran los platos a medio comer. Les dejó ir a ver la televisión mientras ella se encargaba de limpiar y preparaba el desayuno para Ash y Castiel.

Hacia medio día el ánimo de los chico mejoró un poco cuando Ellen les dio permiso de ir con Ash al pueblo. Ash tenía que recoger paquetes de comestibles y otras cosas, y mientras se ocupaba de lo suyo dejaba que los niños fueran a la fuente de sodas o a la arcadia.

Así que los chicos se enfilaron hacia la camioneta de Ash, con Ellen detrás de ellos acomodándoles bufandas en los cuellos y gorros en las cabezas.

—Ellen, no hace tanto frío. —se atrevió a protestar Dean.

—Sí, si hace. Déjate puesto ese gorro, jovencito. Pueden quitárselos más tarde si sale el sol y el ambiente se calienta un poco. Y usen los amuletos. Deben llevarlos puestos todo el tiempo. No, Richie, no puedes colgártelo en la oreja. Guárdenlos bien para que no llamen la atención. Hagan todo lo que Ash les diga y no se alejen de las zonas seguras. Y por el amor de Dios, Ash, fíjate en donde estacionas porque si vuelves con otra multa… Bueno, no vuelvas con otra multa.

—Entendido. —respondió el muchacho haciendo la señal de rock and roll con la mano desde su puesto en el asiento de conductor.—Vamos, chicos ¡Arriba! —apuró, palmeando sobre la puerta de la vieja van.

—Pónganse los cinturones. –agregó Ellen cuando Dean, Sam y Richie estuvieron arriba. —Tengan cuidado. Vuelvan pronto.

Ash encendió el motor y arrancó.

Justo entonces en la puerta de la cocina apareció Jo.

— ¡Quiero ir también! —gritó, corriendo tras el vehículo, pero este ya se había alejado mucho para que pudiera alcanzarlo, y la niña se detuvo junto a su madre, llorando.

— ¡Quiero ir con ellos!

—Irás la próxima vez.

Pero Jo sólo pudo seguir llorando, mientras veía la camioneta escaparse sin ella por el camino lodoso de la colina.

Dean, sentado en el asiento del copiloto alcanzó a ver a Jo por el espejo lateral y sintió pena por ella porque había corrido tras ellos y ahora se quedaba ahí atrás.

A él no le gustaba excluirla, pero lo cierto era que Jo sólo tenía cinco años y a Ellen todavía le costaba dejarla ir más allá de los límites del terreno seguro de la granja si no era en su compañía.

Aun así el pueblo más cercano, Ceresco, era un lugar considerablemente seguro. Hacía muchos años atrás se habían establecido ahí algunas familias de cazadores. Probablemente todos ellos estaban muertos ahora, pero habían dejado su huella en el pueblo. El tipo de huellas que sólo otro cazador podría reconocer, y también del tipo de las que los monstruos rehúyen. Si se ponía suficiente atención los símbolos aparecían por todas partes, desde las estructuras de los edificios hasta las ventanas, las formas extrañas trazadas en las tapas de las alcantarillas de las calles más antiguas, y las misteriosas líneas de piedra y hierro medio enterradas en la tierra y la hierba alrededor de la pequeña ciudad.

Y funcionaran o no todas aquellas cosas, lo cierto era que en Ceresco no había ocurrido nada ni ligeramente sobrenatural en décadas, y por eso era un buen lugar para los hijos de los cazadores. Y por eso mismo los Harvelle habían elegido establecerse en esa zona.

—Bueno, chicos, los veré junto a la camioneta dentro de una hora exacta. Sam, toma el tiempo. — dijo Ash, y Sam asintió, mirando a su reloj de plástico.

—A ver, Ellen me dio algo de… si, aquí…—metió la mano en sus bolsillos, buscando con afán y sacó unas monedas—Para que compren sodas o algo.

Dean estiró la mano para tomarlas, pero Ash apartó el dinero rápidamente.

—Nada de comprar cosas que Ellen no querría dentro de la casa.

—Diablos, ¿Entonces dónde vamos a poner todo el whisky y los cigarros que vamos a comprar?

—Ha ha. Ten. —Ash puso por fin el dinero en las manos de Dean. —No se alejen ¿De acuerdo?

—Ash, hemos estado aquí contigo un montón de veces.

—Lo sé, viejo, pero tengo que asegurarme. Además es la primera vez de Richie.

Richie sonrió.

—Bueno, váyanse ya. Y regresen a tiempo o se irán caminando.

—Sí.

— ¿Nunca habías venido al pueblo? —preguntó Sam a Richie mientras caminaban hacia la arcadia.

—Nop.

—Bueno, es la primera vez que te quedas en casa de Ellen ¿No? —dijo Dean.

—No. Me quedé una vez antes, pero sólo fue un par de días.

— ¿Y está vez? ¿Cuántos días llevas ahí?

—Dos semanas. Gordon llegó tres días después que yo. Ustedes ¿Se han quedado en casa de Ellen muchas veces antes?

Dean asintió.

—Una vez estuvimos ahí por casi cinco meses. —agregó Sam. —Fue cuando Ellen nos hizo venir al colegio cuando empezó el curso.

 —Eso es mucho tiempo.

—Pero nos gusta estar ahí. Nos gusta Ellen, y Jo y Ash. A veces quisiera no tener que irme. —dijo Sam, y levantó la cabeza sólo para darse cuenta de que Dean lo miraba como si hubiera dicho algo malo.

—Si, a mí también me gusta. Es el mejor lugar en el que mamá me ha dejado desde que empezó a cazar. ¿Es cierto que ustedes han estado en esto, bueno, toda la vida?

Dean arrugó la nariz y apretó los labios, y Richie se dio cuenta de su expresión poco amigable así que sonrió todo lo que pudo y se encogió de hombros.

—Hey, perdón por preguntar, no tienen que decirme.

—No, da igual. ¿Dónde escuchaste lo escuchaste todos modos? ¿Quién habla sobre eso?

—No sé, más o menos todos. Todos los cazadores que he conocido hasta ahora saben quién es tu papá.

—Ah. Ya, toma. —habían llegado a la puerta de la arcadia y Dean extendió la mano para dejarle parte del dinero que Ash le había dado. —Lo repartimos en partes iguales.

— ¡Bien! —dijo Richie tomando su parte y perdiéndose rápidamente entre la multitud de chicos. Sammy intentó hacer lo mismo cuando tuvo su dinero en la mano, pero Dean lo detuvo.

—Eh, Sam, no te alejes.

Sam rodó los ojos y asintió.

—Ya lo sé.

Dean se quedó sólo, mirando alrededor las máquinas que trataban de llamar su atención con colores brillantes y música estridente, pero de pronto él no encontraba en ellas nada interesante. Hablar de su padre le había puesto de mal humor otra vez. O triste o irritado, o algo como eso. Tampoco le gustaba pensar en que Sam prefería estar en casa de Ellen que con su papá. Claro que cuando iban con John, este casi siempre les dejaba solos y Sammy no lo pasaba particularmente bien. No podía ir a la escuela tanto como le gustaría, ni hacer amigos, ni divertirse tanto como los otros chicos. Sam no lo decía pero Dean sabía cuánto odiaba su hermano vivir así, cuanto le disgustaba tener que estar alerta todo el tiempo, huyendo, con miedo.

Claro que a él tampoco le gustaba, pero siempre había creído que iban a estar bien mientras estuvieran juntos su padre, Sam y él, porque eran familia, y la familia se trataba de estar unidos pasara lo que pasara.

La casa de Ellen estaba bien, y le tenía afecto a Ellen y a Jo y a Ash, y aparte de Bobby eran quizás los únicos amigos que tenían en el mundo, pero por más que los quisiera no eran una familia real. No eran papá.

Dean puso una moneda en la ranura de una de las consolas, pero la máquina rápidamente lo venció y soltó una repelente risita electrónica de victoria.

—Estúpida máquina.

Tal vez podría jugar contra su hermano o contra Richie en vez de contra la máquina. Al menos Sam era más fácil de derrotar, aunque estaba acostumbrado a dejar ganar a su hermanito como método para subirle el ánimo cundo estaba triste.

Dean se giró para buscarlos, pero no vio a ninguno de los dos. Recorrió el lugar (que no era muy grande) pero Sam no estaba ahí.

—Mierda. —gruñó para sí mismo saliendo de la arcadia en busca de su hermano. —Mierda, Sammy. –volvió a decir, sintiendo la desagradable palpitación del temor en su pecho. Sam sabía cuidarse, sabía a qué lugares podía ir para estar a salvo. Claro que sabía, Sam era brillante. Pero Dean estaba a cargo, él era el hermano mayor y tenía que protegerlo, y eso era un poco difícil si no sabía en dónde estaba Sam. Por suerte no tuvo que ir muy lejos para encontrarlo. Estaba justo al otro lado de la calle, metido en una pequeña librería.

Claro, debió haberlo sabio tratándose de Sam el nerd.

— ¡Sam! — gritó para llamar su atención sin poder evitar sonar enojado. —Te he dicho que no te alejaras.

—No me fui lejos, estaba aquí.

—Si ¿Cómo lo voy a saber si no me dices?

—Lo siento, tuve que salirme rápido.

 — ¿Por qué? ¿Estás bien? —tuvo que preguntar al notarlo cabizbajo.

—Sí… Sí, es que…— la voz de Sam se apagó y su mirada se perdió en la multitud de libros apilados frente a él.

— ¿Qué pasa, Sam? —Dean estaba impacientándose.

—Había un payaso ahí, Dean. — dijo Sam, con una voz muy suave y bajita. Dean pudo sentir como se le estaba formando una risa en la garganta, pero la ahogo cuando vio lo avergonzado que su hermano lucía.

—Ya… entiendo, está bien. Sólo no vuelvas a irte sin decirme.

—De acuerdo.

— ¿Aún tienes tu dinero?

—Si

— ¿Vas a comprar un libro?

Sam agitó las monedas dentro del bolsillo de su chaqueta de mezclilla y negó con la cabeza.

—No me alcanza.

—Umh. —Dean miró las hileras de libros que cubrían las paredes en todas direcciones del pequeño negocio, y pensó que de todas formas Sam ya tenía más libros de los que podía llevar consigo en el auto.

—Toma. —dijo por fin, poniendo su propio dinero en las manos de Sam. —Cómpralo.

—Pero es tu dinero, Dean.

—Claro que lo es, y te lo estoy dando.

Sam observó las monedas y luego miró a su hermano, con una mezcla de duda y pena.

—Aun con tu dinero no me alcanza para el libro que quiero.

—Pues elije uno menos costoso.

—Umh. No. No importa.

Le devolvió a Dean sus monedas y salió de la librería, seguido por su hermano.

—Bueno, entonces supongo que podemos ir a tomar algo. ¿Quieres una soda?

Sam asintió y giró la cabeza hacia un lado y hacia el otro, buscando algo.

— ¿Y Richie?

—Debe seguir en los videojuegos. Vamos.

—Bueno, pero yo te espero afuera.

 

 

Estaban a mitad del verano, lo que en aquella zona significaba días brillantes  y calurosos, y lluvias ocasionales, especialmente por las noches. Por lo que el clima lluvioso y frío que estaban teniendo últimamente todos los días resultaba muy extraño.

Los chicos se habían quitado los abrigos, las bufandas y gorros que Ellen les había hecho usar porque, aunque aún hacía un poco de frío, parecía que el sol iba a salir en cualquier momento y el cielo iba a despejarse. Por el contrario, repentinamente la cortina de nubes se cerró más y una lluvia ligera y helada cayó sobre la ciudad.

 Los chicos se refugiaron en la fuente de sodas, compraron unos refrescos y se sentaron en una de las mesas, mirando a través de los cristales empañados de las ventanas a la calle vacía por donde el agua corría en pequeños arroyos hacia las alcantarillas.

— ¿Cómo va a saber Ash que estamos aquí? —preguntó Sam, preocupado.

—Nos buscará. No va a irse sin nosotros. Creo. —respondió Dean.

—De todas formas la casa no queda tan lejos. —agregó Richie antes de darle un trago a su bebida.

—Pero no vamos a caminar bajo la lluvia.

—Y Ellen se enojaría porque es peligroso. —añadió Sam.

—Eso también.

—Bueno, llevo poco tiempo aquí, pero hasta ahora no ha pasado nada peligroso cerca.

—Es por que el pueblo también está lleno de símbolos y cosas que alejan a los monstruos. Ellen nos dijo que ante vivían cazadores aquí y se aseguraron de que el pueblo estuviera a salvo. Y la granja también está llena de trampas. Pero la carretera entre la granja y el pueblo no es segura. —explicó Dean.

—Sí. — Richie parecía muy interesado en lo que el otro chico decía, tanto que no estaba poniendo atención en como la botella que tenía en las manos se le deslizaba entre los dedos y se inclinaba, dando una pirueta sobre la mesa, a punto de caerse. Alcanzó a detenerla, aunque ya había derramado soda sobre la mesa, y la camarera, desde el otro lado del local, le miró de mala manera.

—Lo siento. —murmuró Richie, sonriéndole en respuesta y luego volvió a acomodarse en su asiento, asegurando su botella con fuerza entre sus dedos. — ¿Qué hay con las trampas? —quiso saber, mirando a Sam y Dean otra vez. —No he podido verlas.

—Es por que no están a plena vista. Alrededor de la casa hay un círculo en el suelo, hecho de una línea de plata. Está medio escondido entre la hierba y la tierra, pero está ahí si te fijas bien. —explicó Dean.

—El padre de Jo lo puso ahí.

—Oh. Su padre está muerto ¿No?

—Sí.

—Dean y yo no lo conocimos, pero papá dice que era muy buen cazador.

—Lo era. Supo cómo construir un lugar completamente a prueba de monstruos.

 — ¿Así que ningún tipo de monstruo puede entrar? ¿Qué tal una bruja? ¿Cómo pones una trampa para una bruja?

Dean rodó los ojos y resopló exasperado. —Las brujas son humanas, no necesitas una trampa, basta con un arma para matarlas.

Dean lo dijo en un tono lo suficientemente alto como para que las personas de alrededor le escucharan. A la mayoría no pareció importarles, pero la misma mesera que había visto a Richie casi derramar el refresco, se volvió y le lanzó una mirada de censura.

—Algunas no se mueren tan fácil. —respondió Richie.

—Las que yo he visto sí.

—Sólo hemos visto una. —comentó Sam inocentemente.

—Sí, bueno. Pero papá la mató. Y lo hizo con un revolver común y corriente.

— ¿Crees… tú crees que estemos a salvo de los demonios? — preguntó Richie, por primera vez mostrando algo de verdadera preocupación, aunque era apenas una vaga sombra en su pequeño rostro redondo.

—Supongo que sí.

— ¿Has visto demonios? —preguntó Sam, de pronto muy interesado.

—No. Y no me gustaría ver uno.

—Bueno. La casa de Ellen es segura, ella siempre dice que no tenemos que preocuparnos de ninguna de esas criaturas mientras nos quedemos cerca. — dijo Dean, sin darse cuenta de que había adoptado de pronto un aire consolador y tranquilizante, intentando que Richie dejara de preocuparse por los demonios y que Sam no se asustara.

De todas formas Sam parecía muy tranquilo, sorbiendo del popote el refresco color rojo brillante de su botella.

De pronto el pequeño Winchester se volvió hacia su hermano y preguntó:

— ¿Qué hay sobre los duendes?

—Sam, no existen los duendes.

— ¿Tú crees que no? —cuestionó Richie.

— ¿Por qué? ¿Vas a decirme que has visto alguno?

—No. Pero, no sé, hay muchas cosas que aún no he visto. Y de todas formas si existen cosas como los demonios, los hombres lobo y los vampiros ¿Por qué no van a existir los duendes? O cosas buenas, ya sabes, monstruos buenos.

—No existe algo como “monstruos buenos” —declaró Dean con completa convicción. —Por eso son monstruos. Todos son horribles y hacen cosas malas.

Richie se encogió de hombros. —Yo sólo digo que me gustaría que las cosas buenas también fueran reales. Como las hadas, los unicornios…

—Los ángeles. —agregó Sam.

—Pues no existen. Nada de eso. Ni los ángeles, ni las hadas, ni los unicornios… ¿Por qué los unicornios?

Richie se encogió de hombros y meneó la cabeza.

—Bueno, pues si existieran seguramente serían malos también.

— ¡Woah, Ash! — Sam se puso de rodillas sobre su silla para alcanzar a ver mejor a Ash que intentaba pasar por la entrada con algo enorme entre sus brazos.

— Eso es… ¿Una cabeza de alce?

Era una cabeza de alce. Ash luchaba por hacer pasar la enorme cornamenta de la cabeza disecada del alce a través de la puerta. Sus intentos fueron rápidamente cesados por la mesera quien se dirigió a él explicándole que no podía meter aquella cosa dentro de la cafetería.

—Está diluviando. Si la dejo afuera se estropeará. —se quejó Ash, resoplando bajo el peso de la cabeza.

—Pues lo siento, pero no puedes traerla aquí. Esa cosa horrible molestará a los clientes.

Ash murmuró algo sobre que si a los clientes no les molestaba la espantosa mesera nada más podría hacerlo, y antes de que la mujer pudiera responder algo Ash ya había salido, cargando su pieza de trofeo.

Los chicos lo siguieron, a pesar de la lluvia, dos cuadras abajo, a donde estaba estacionada la camioneta.

Llegaron en el momento preciso en que Ash metía aquella cosa en la parte trasera de la van.

— ¡Eh, chicos! ¡Ya están aquí! —dijo cuándo al fin los notó. —Entren, pronto. Traten de no salpicar mucho.

Pero era imposible no salpicar los asientos, pues los niños estaban empapados luego de su pequeña caminata bajo la lluvia. Y además iban bastante incómodos por que la cornamenta del alce invadía sus asientos, impidiéndoles recargarse. Ash estaba todavía afuera, recogiendo un pedazo de papel que alguien había puesto sobre el parabrisas. Una multa, supuso Dean, aunque de todas formas el papel estaba tan mojado que ahora sólo era una masa de color amarillo que Ash arrojó al suelo antes de subir por fin al asiento del conductor.

Se estremeció, frotándose los brazos descubiertos y helados por el frío y se giró para ver a los niños.

— ¡Oh, rayos! Están empapados. Ellen va a matarme.

—Ash ¿Para qué es la cabeza de alce? —preguntó Sam pasando sus dedos por sobre las puntas de la cornamenta.

— ¿Qué pasó con aquello de no llevar nada que Ellen no quisiera en la casa? —agregó Richie.

— ¿De qué hablas? A Ellen va a encantarle. Además no voy a ponerla en la casa, es para colgarla en el sótano. Abróchense los cinturones.

—Eh, no podemos, los cuernos estorban.

—Ah, bueno, sólo…sólo sujétense bien.

Tuvieron que hacerlo. El camino de regreso se tornó un poco peligroso porque la lluvia disminuía la visibilidad y por el asfalto mojado.

La camioneta derrapó en una curva y Richie gritó como su hubiera estuvieran cayendo por una cascada, aunque luego se puso a reír nerviosamente.

— ¿Ash? ¿Estás seguro de que puedes conducir así? —preguntó Dean, realmente alarmado.

—Sí, claro que sí. Iré más despacio. No te preocupes por nada, compañero.

Pero Dean se preocupó mucho más durante el resto del trayecto, especialmente cuando salieron de la carretera hacia la vereda de terracería que cruzaba las colinas hasta la granja.

El camino estaba un poco inundado y la camioneta saltaba violentamente cada vez que pasaban sobre una charca profunda. Pero llegaron a salvo, justo cuando la lluvia comenzaba a aminorar. Ellen parecía estarlos esperando en el porche y Jo miraba desde la puerta.

Se habían puesto los abrigos encima de la ropa mojada, pero aun así iban escurriendo agua por todo el piso del recibidor.

—Oh, chicos, están desastrosos. Entren pronto, sáquense la ropa mojada. —Ellen corrió al armario y regresó con un montón de toallas con las que envolvió a los niños y les ayudó a secarse.

—Suban a cambiarse, les prepararé algo caliente. Dios, espero que no cojan un resfriado. —dijo, soltando a Sam a quien le había estado frotando la cabeza con una toalla hasta dejarle el cabello revuelto y parándose en todas direcciones.

Cuando estuvieron vestidos con ropa seca y tibia que se sentía muy bien sobre la piel, los chicos bajaron y Ellen les pasó tazas con chocolate humeante y espumoso.

Luego bajaron al sótano, seguidos por Jo, para ver como Ash luchaba por colgar la cabeza de alce. No parecía que le estuviera yendo muy bien con eso, pues pesaba demasiado y continuaba deslizándose pared abajo.

El sótano era donde Ash dormía. No parecía molestarle que el lugar era todo lo que un sótano debía ser, oscuro, frío y en general un poquito espeluznante, aunque él lo había arreglado hasta hacerlo un poco más acogedor, con unas lámparas, alfombra, una cama llena de cojines de terciopelo, una gastada mesa de billar, una vieja máquina expendedora de refrescos, un escritorio lleno de armatostes electrónicos, y algunas decoraciones extravagantes. La cabeza de alce parecía simplemente encajar muy bien ahí.

Ellen le había dicho a Ash que podía tomar una de las habitaciones libres, pero él parecía muy cómodo instalado ahí abajo. Cuando los Winchester visitaron la casa de los Harvelle por primera vez, Ash ya estaba ahí. En realidad no era pariente de Ellen o del esposo de Ellen, Bill, pero igual era como de la familia, y desde la muerte de Bill era él quien se encargaba del darle mantenimiento a la casa y de ir por provisiones al pueblo.

Dean estaba seguro que debía tener unos veinte años, aunque nunca se le había ocurrido preguntarle. Lo que si tenía claro es que Ash sabía un montón de cosas sobre casi cualquier cosa, inclusive sobre monstruos, aunque en realidad no era un cazador.

Después de un rato, Ash pareció rendirse en su afán de que la cabeza de alce se quedara en la pared, así que simplemente la dejó recargada en una esquina.

— ¿Qué les parece? No está nada mal ahí.

—Se ve feo. —soltó Jo.

— ¿En serio?

—Sí. Le quitaste la cabeza a un alce para ponerla ahí. Es feo. —dijo ella, con la mirada brillante y llena de reproche.

—Ah, pero no es de un alce de verdad.

— ¿No?

La niña se adelantó unos pasos para mirar mejor.

—Parece de verdad.

—Claro, pero es falso ¿Ves?- Ash golpeó suavemente con los nudillos sobre la cabeza que hizo un sonido hueco. —Es…una, prótesis. Así si un alce sin cabeza pasa por aquí podemos darle ésta.

—Es mentira.

— ¡Claro que no! Vamos a decirle a Ellen. —Ash levantó a la niña, acomodándola sobre sus hombros. —Le diremos que si viene un alce buscando una cabeza le deje pasar. ¿Eh?

Subió las escaleras de madera del sótano, con Jo abrazada a su cabeza.

Richie aprovechó entonces para acercarse a la cabeza y golpear con los nudillos justo donde Ash lo había hecho.

—Vaya, por un momento creí que era de verdad.

Notas finales:

Un capítulo sin Castiel, pero si estará en el siguiente y poco a poco la historia se irá centrando más en él, que a fin de cuentas su nombre está en el título.

Muchas gracias a todos los que han leído aun que sea un poco de este fanfic, gracias por su tiempo, y especialmente gracias a quienes han dejado comentarios. 

 

Punto y aparte, el próximo martes 25 de marzo se estrena el capítulo 17 de la novena tenporada de Supernatural. Es un acontecimiento especial por que es el primer episodio dirigido por Misha Collins (Castiel).

El fandom de Misha está pidiendo a todos que vean el episodio por televisión (para aquellos que viven en USA) y que twiteen durante el programa, y desde una hora antes y una hora después para subir el raiting y hacer de este el episodio más visto del año, como una forma de demostrar el amor de los fans a Misha y Castiel. Actualmente no se tiene confirmación de que vaya a seguir en el programa para la temporada 10, así que es importante mostrar apoyo.

Y pues nada, eso, si pueden twittear con el hashtag #Supernatural durante la tarde del 25 de marzo, háganlo.

Gracias~


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