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El misterio de Castiel por Calabaza

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A la mañana siguiente la lluvia  había parado por completo y el cielo sobre la granja  empezaba a despejarse lentamente, dejando ver pedazos de azul pálido desde las primeras horas del día.

Sam y Richie están en el frente de la casa, esperando que Dean volviera luego de llevar a Jo dentro para que se cambiara de ropa porque se había mojado con el agua que se juntaba dentro del columpio de neumático.

Una de las primeras cosas que Elllen les había  dicho aquella mañana antes de dejarles salir era que evitaran mojarse o ensuciarse de lodo. Y eran las primeras  dos cosas que Jo había hecho en cuanto puso pie en el exterior.

Mientras esperaban, Richie se acercó al columpio para girarlo y dejar que el agua que aún quedaba dentro del hueco interior se vaciara. Mientras lo hacía, su mirada curiosa vagó por el suelo lodoso  y algo pareció llamar su atención por que corrió  y se detuvo  un poco más allá del granero.

— ¿Qué haces? — quiso saber Sam, yendo tras él.

—Aquí… —Richie señaló algo en el suelo que Sam alcanzó a ver mejor cuando se acercó. — ¿Es el círculo de plata que mencionó Dean?

—Sí.

Richie y Sam siguieron una  línea de metal oscuro y gris que atravesaba el patio. Estaba encajada en la tierra y algunas partes estaban cubiertas por fango, pero aun así era fácil detectarla porque era bastante ancha.

—Realmente no parece plata.

—Es porque está sucia. Necesita que la pulan, pero de todas formas funciona contra los monstruos. Eso creo. — explicó Sam. —Ash se encarga de remover la tierra y quitar las hierbas para que no la cubran. Aunque se ve que no lo ha hecho últimamente.

Con la punta de su zapato  retiró el lodo que cubría una parte de la línea metálica y luego intentó quitarse el fango de su pie frotándolo contra un pedazo de pasto.

— ¡Eh! ¿Qué hacen?

Dean se acercaba corriendo hasta el lugar donde estaban.

—Le mostraba a Richie el círculo de plata.

— ¿En dónde están las trampas? —preguntó Richie.

—Están enterradas.

Los chicos se adentraron entre la hierba de los extensos campos que rodeaban la casa. Años atrás, muchos más antes de que cualquiera de ellos o incluso sus padres nacieran, aquella tierra había servido para cultivar, pero la granja quebró y estuvo abandonada por mucho tiempo hasta que los Harvelle la compraron, aunque  ellos nunca estuvieron particularmente interesados en sembrar.

Así que las grandes extensiones de terreno alrededor de la casa, y por sobre las colinas, estaban cubiertas de hierba larga y amarilla, aunque si seguía lloviendo como lo había estado haciendo en los últimos días todo aquello se pondría verde y demasiado espeso como para poder caminar por ahí sin quedar enredado en la densa vegetación.

Los chicos llegaron hasta la cerca de madera que marcaba el límite  de la zona segura, en lo alto de una colina, desde donde tenían vista de todo el terreno. La casa había quedado atrás, muy lejos, perdida entre el amarillo y verde parduzco de la hierba. El granero estaba a unos metros de ella, viejo, destartalado  y descolorido. Había dos camionetas, la vieja van de Ash y una pequeña camioneta de carga que Ellen solía usar.

Había algunos árboles frutales detrás la casa, aunque no habían dado ninguna fruta desde hacía mucho. Y un pequeño pozo estaba ubicado al otro lado de la propiedad.

Todo lo demás, hasta donde alcanzaba la vista era hierba y tierra.

Dean se encaramó a la cerca y echó una mirada al panorama. Luego bajó la vista, el suelo. Alrededor de la cerca había hierba alta y crecida, y entre los matorrales de plantas silvestres había algunas del tipo que cualquier cazador debería conocer. El tipo de plantas “buenas” que ayudaban a mantener a las cosas temibles alejadas. Dean conocía algunas de ellas.

—Estas son las plantas que Ellen puso aquí como protección. —soltó de pronto, agachándose para arrancar una diminuta florecilla amarilla de un matorral. Richie se acercó lleno de curiosidad.

—Se ven como cualquier otra planta. —dijo luego un poco decepcionado al ver el aspecto sencillo de los arbustos. Arrancó un par de hojas de otra planta y las olió.

—Pues no lo son, y no deberías tocar esa.

—Es ortiga. Te va a picar en las manos. —agregó Sam. Richie soltó las hojas y se frotó las manos contra la pernera del pantalón.

—Auch. —soltó, seguro de que sentía como le empezaban a escocer los dedos. — ¿De verdad unas plantas pueden evitar que los monstruos se acerquen?

—Supongo que sí. ¿Has visto alguno por aquí? —preguntó Dean todavía riéndose al ver como el otro chico sacudía la mano. —Hay otras cosas aquí, evitando que se acerquen. —agregó después. –Pero ya te dije que están ocultas. Sólo los monstruos pueden percibirlas.

—Entonces…—Richie miró sobre la cerca al campo abierto que se extendía al otro lado. — ¿Han ido alguna vez fuera del límite?

—Más te vale que ese no sea un reto, Richie.

—No lo es. Sólo pregunto.

Sam y Dean se miraron y sonrieron.

—Una vez. —respondió Dean. —Una sola vez, y Ellen se aseguró de que no quisiéramos volver a hacerlo.

Richie soltó una risilla y se balanceó hacia atrás, sujetándose de uno de los postes de madera.

— ¿Qué hay hacia allá? —preguntó de pronto señalando al frente, hacia el prado infinito que se extendía frente a ellos.

—Umh. Nada, sólo más hierba hasta llegar a las montañas.

— ¿No hay pueblos?

—Creo que no. ¿Eso importa? —preguntó Dean.

—Nh. No. Sólo me preguntaba de dónde vino Castiel.

— ¿Él vino de ahí?

—De lo que sea que haya en esa dirección. —respondió Richie, levantando la mano para señalar el horizonte.

— ¿Cómo lo sabes?

—Por qué Ash me contó. Él fue quien lo encontró. Dijo que vino de esa dirección. Además yo lo he visto, se queda parado en medio del campo mirando hacia acá.

—Entonces Castiel si sale de la casa. —soltó Sam.

—Sí. Supongo que cuando cree que nadie lo ve. No le gusta que lo vean, no sé por qué.

—Ah.

Dean se volvió para mirar hacia la casa. Desde donde estaban no se veía la ventana de Castiel, pero tenía la triste certeza de que seguía encerrado en su habitación.

Luego su atención fue atraída por Jo, que venía corriendo, saltando entre la hierba, con ropa limpia y un impermeable de colores encima.

— ¡Dean! ¡No me esperaste! —gritó cuando llegó hasta a ellos, con el aliento entrecortado.

—Lo siento. Te tardabas demasiado.

—Mamá no me dejaba salir sin impermeable. —hizo una pausa para estornudar un par de veces y luego agregó alzando su vocecita en un tono bastante mandón— Y dijo que se alejaran de la cerca.

.

 

—De acuerdo. La cerca es el límite y no se vale esconderse dentro de la casa. —declaró Dean al resto de los niños mientras se preparaban para salir corriendo a buscar un escondite. Las escondidas era uno de los juegos que más los entretenían durante los largos días de verano, y ya que la lluvia había decidido dar tregua había que aprovechar.

— ¿El sótano cuenta como parte de la casa? —preguntó Richie.

—Sí.

—Oh.

—Contaré hasta veinte. — Dean cerró los ojos y se paró de frente a la pared del costado de la casa. — ¡Uno, dos, tres…!

Los otros niños fueron de inmediato a buscar dónde esconderse. Dean pudo escuchar sus pasos alejándose y pudo calcular más o menos en qué dirección se habían ido.

Bobby le había enseñado desde hacía tiempo como seguir el rastro de una presa cuando salían a cazar la cena. Pero incluso esa habilidad era poco necesaria cuando se trataba de jugar al escondite, especialmente con Sam.

Estaba seguro de que tenía algún tipo de sexto sentido de hermano mayor, o quizá simplemente le conocía demasiado bien como para saber qué lugares preferiría Sam para esconderse.

Así que casi de inmediato lo encontró metido debajo de los asientos de la camioneta de Ash.

— ¡Un, dos, tres por Sam! —gritó Dean a toda voz para dejar saber a los otros que Sam había sido atrapado.

—O-oh. ¿Cómo me encontraste tan rápido? — se quejó Sammy, arrastrándose fuera del vehículo y sacudiéndose con las manos el polvo que se le había quedado en la ropa. Ash no era exactamente prolijo con la limpieza del vehículo y Sam sabía que había algo pegajoso sobre lo que se había arrastrado cuando se había metido bajo los asientos.

—No puedes esconderte de mí, tonto. —respondió Dean con una sonrisa orgullosa.

—No me llames tonto. La próxima vez me esconderé mejor.

—Ya, pero ahora te toca contar.

—Ya lo sé. — rezongó el más pequeño, aceptando su suerte, yendo a pararse contra la pared, con las manos en los ojos y contando en voz alta. Richie y Jo que apenas se acercaban hasta dónde estaban ellos, se dieron la vuelta y corrieron a buscar nuevos escondrijos en cuanto vieron a Sam empezando con la cuenta.

—No hagas trampa, Sammy. —soltó Dean antes de echar a correr también.

—Nueve, diez… ¡Sabes que yo no hago trampa!

Dean corrió hacia el granero. En realidad era un lugar bastante obvio para esconderse, pero había tantas cosas dentro que a Sam le tomaría un buen tiempo hallarlo si se ocultaba bien.

—Hola, Ash. —saludó Dean, cuando estuvo cerca del granero. A veces Ash jugaba con ellos, incluso a las escondidas. Aun que era mayor que ellos seguía siendo alguien divertido con quien pasar el tiempo. Eso cuando no estaba a reventar de tareas, pues el mantenimiento de la granja le ocupaba la mayor parte del tiempo, y cuando no, estaba metido en la computadora o desarmando máquinas y aparatos electrónicos. Había estado convencido de que podía hacer que todo en la casa trabajara con mandos de voz y se había cargado las instalaciones eléctricas intentándolo, por lo que tenía prohibido hacer “mejoras” a cualquier aparato que estuviera dentro de la casa, así que muchos de sus experimentos estaban arrumbados en el sótano o en el granero.  

En ese momento  Ash estaba metido debajo del tractor.  Dean sólo podía ver sus piernas y sus pies moverse al ritmo de la música que venía de un armatoste medio desarmado que en tiempos mejores debió haber sido una radio. Sin embargo sonaba muy bien.

— ¿Aún sigues tratando de arreglar el tractor? —preguntó Dean, poniéndose de cuclillas para agacharse bajo la máquina y ver el resto del cuerpo de Ash.

—Sí. Sólo necesito arreglar un par de detalles y estará listo para surcar los campos a 40 kilómetros por hora.

—Ah.

Dean escuchó que Sam terminaba de contar y rápidamente se agachó entre unas cajas de madera. No era muy buen escondite, pero temía que si se movía Sam pudiera verlo.

—Hey, Ash ¿Sam viene hacia acá? —susurró el chico, y Ash levantó la cabeza para mirar hacia dónde estaba Sam.

—Nop. Se fue al otro lado de la casa.

Dean aprovechó entonces para abrir una de las cajas, y meterse entre un montón de ropa vieja que olía raro. No iba reparar en ello mientras le sirviera de escondite, así que se empujó a si mismo entre la ropa y se cubrió con un grueso abrigo y algunas sábanas. Luego se quedó en silencio, aguardando.

Esperó unos minutos que a él le pareció demasiado tiempo y cuando ya estaba considerando el salir, escuchó la voz de Sam por debajo de la música de la radio.

Se quedó aún más quieto y aguantó la respiración.

—Hola, Ash. ¿Has visto a Dean, Jo o Richie por aquí?

— ¿En serio, Sammmy? ¿Ni si quiera has encontrado a los otros? — pensó Dean burlón,  dentro de la caja.

—No. Lo siento, compañero. —contestó Ash.

—Y aunque los hubieras visto no me dirías ¿No?

—Eh… no.

—Umh, lo suponía.

Dean escuchó los pasos de Sam acercándose.

Sam miró entre las cajas, pateó una suavemente con la punta del pie y luego se animó a abrirla.

— ¡Woah! ¡Libros! —exclamó, completamente emocionado.

— ¿Qué? Ah, sí. Creí que nos habíamos deshecho de esa caja. —dijo Ash.

— ¿Puedes prestarme algunos?

—La mayoría son viejos libros de computación y programación informática. Más algunos diarios y revistas viejas que Ellen quería que tirara. Pero claro, si encuentras algo que te guste puedes quedártelo.

—Gracias. —respondió Sam, y Dean pudo escuchar como escarbaba entre los libros y viejos papeles en una caja muy cercana a la suya.

—Debe ser una broma— refunfuñó Dean para sus adentros, cansado de estar encogido entre la ropa vieja y apolillada. —Vamos, concéntrate en el juego, Sammy.

—Voy a buscar cerca del pozo. —anunció Sam después de un rato. Dean esperó un poco más antes de salir. Sabía que tan listo podía ser su hermanito y que aquello podría ser una treta para hacerle creer que ya se había ido cuando en realidad sólo estaba esperando a que él mismo revelara su escondite.

Pero el tiempo pasaba y Dean escuchaba a Ash y sus herramientas trabajar bajo el tractor, y el sonido de AC DC en la radio. Pero no escuchaba a Sam. Así que aburrido se decidió a salir por fin, sólo para confirmar que su hermano no estaba ahí.

—Ah, sigues ahí. Creí que te habías ido. —soltó Ash, levantándose del suelo, apartándose los mechones largos de cabello hacia atrás.

—Pudiste haberme avisado que ya se había ido. — Dean saltó fuera de la caja y se sacudió la ropa que le había quedado impregnada del olor de la naftalina.

Ash se subió al tractor e intentó hacerlo arrancar, pero parecía que la máquina se negaba a encender. El muchacho lanzó una maldición en voz baja.

—Ayer se movía y hoy ni siquiera arranca.

—Bueno. Es una chatarra muy vieja. —dijo el niño, pasando una mano sobre la superficie herrumbrosa del tractor que en sus buenos años había sido color azul o quizá verde.

—¡Claro! Pero eso es lo divertido. Lograr que un montón de chatarra vuelva a funcionar.

  A Dean le pareció que entendía a lo que se refería Ash. Había visto a Bobby trabajar en viejas chatarras hasta hacerlas volver a la vida y le parecía algo bonito.

Podía imaginarse a Ash llevando aquella cosa a toda la velocidad a la que pudiera andar de un lado al otro de la granja. Incluso podría imaginárselo yendo hasta el pueblo en el tractor sólo porque se sería genial hacerlo, y era el tipo de cosas que Ash hacía sólo por diversión.

Al mismo tiempo supuso que a Ellen no le haría mucha gracia. El día anterior mientras le gritaba a Ash le había advertido que mantuviera bajo control a “ese monstruo”, como ella se había referido al tractor, o lo haría deshacerse de él, pero probablemente solo lo había dicho por que se había asustado mucho cuando había visto sangrar a Castiel.

Todos se habían asustado. Incluso Gordon se había puesto un poco pálido al principio, y Jo se había echado a llorar.

Dean llevó sin pensarlo su mirada a la casa, a la porción de pared que correspondía a la habitación en la que dormía Castiel. Su mente vagó hacia lo que había dicho Richie antes, cuando estaban en la cerca. Castiel había venido por el pastizal desde algún lugar de las montañas.

—Ash.

— ¿Nh?

—Tú encontraste a Castiel ¿No?

Ash asintió y luego apretó la punta de su lengua entre los labios mientras se concentraba en hacer girar un diminuto tornillo con un diminuto desarmador.

— ¿De dónde crees que vino?

—Pues… no lo sé…—respondió sin distraerse de su trabajo.

—Richie dijo que vino de aquella dirección. —continuó Dean, señalando hacia las montañas. — ¿Qué hay por allá?

—Montañas.

— ¿Crees que vino de ahí? ¿Hay casa por allá?

Ash ladeó la cabeza y soltó un sonido ininteligible.

— ¿Entonces? No hay nada más hacia allá ¿No?

Ash levantó la vista y miró a Dean.

— ¿Quieres saber lo que realmente creo?

Dean asintió ante el tono confidente.

—Creo que lo abandonaron en dónde lo encontré.

Dean alzó las cejas con sorpresa y Ash estiró una mano para alcanzar una llave ¾.

—No hay carreteras por ahí, pero hay senderos por los que puede pasar un auto entre la hierba sin problemas. Es la explicación más lógica, viejo. Cuando lo encontré estaba desnudo, ni siquiera traía zapatos. ¿Y sabes qué? No tenía un solo rasguño encima, ni una sola mancha de lodo, tierra, sudor, nada. No parecía cansado o asustado. Simplemente estaba ahí, caminando tranquilamente en el prado, como dando un paseo un domingo por la mañana.

—Ah. Entonces ¿Tú crees que alguien lo dejó ahí?

Ash asintió, apretando los labios en una mueca.

—Pero… tal vez nunca lo sabremos. El chico no dice nada al respecto. Ni una palabra. Cuando llegó apenas hablaba. Sólo decía su nombre y respondía con “si” o “no” a algunas preguntas. Ahora está mucho mejor en comparación. Ellen se ha esmerado mucho en cuidarlo.

—Sí.

Dean pensó en el rostro de angustia de la mujer cuando había llegado corriendo hasta dónde estaba Castiel cuando lo había arrollado el tractor. En realidad la máquina no lo había golpeado. La herida en la cabeza se la había hecho al caer al suelo y dar contra el filo de una piedra.

Llevó la mirada hacia afuera del granero, hacia el lugar en dónde Castiel se había lastimado, y se sintió mal consigo mismo de nuevo. Pero en seguida su atención se dispersó cuando se dio cuenta de que había pasado un buen rato y no había escuchado nada de Sam o de los otros chicos.

Sam no podía ser así de malo buscando.

Dean se asomó al exterior y no vio a los otros así que salió a buscarlos. De todas formas ya se estaba aburriendo de esperar y a esa hora comenzaba a darle hambre.

Mientras camina hacia la entrada de la casa alcanzó a divisar a Sam y Richie, parados cerca del pozo. Ellos no parecieron verlo, así que tuvo que acercarse, y lo hizo justo en el momento en que los chicos empujaban la pesada tapa del pozo y se asomaban por el espacio abierto.

—Sabes que a Ellen no le gusta que lo abramos. —soltó en cuanto estuvo lo suficientemente cerca como para que su hermanito lo escuchara.

Sam se giró para mirarlo y al instante Dean supo que algo no andaba bien.

—Lo sé. — respondió Sam, un poco asustado —Es que no encontramos a Jo.

—Y su impermeable estaba tirado junto al pozo. —Richie se acercó a Dean con el impermeable de colores en las manos.

— ¿El pozo estaba cerrado?

—Sí. Acabamos de abrirlo, sólo para… cerciorarnos.

— ¿La buscaste bien, Sam?

— ¡Sí! Revisé cada lugar que se me ocurrió. Dos veces.

—Bueno, no me encontraste a mí en el granero.

Sam rodó los ojos, con impaciencia y un poquito de angustia.

—Tranquilos. Jo no podría mover la tapa del pozo ella sola. —respondió Dean, acercándose para volver a acomodar la tapa en su lugar. —La buscaremos entre los tres.

Los chicos recorrieron cada lugar que era un escondite potencial dentro de los límites de la cerca, llamando a Jo a todas voces.

El sol brillaba en lo alto para cuando habían dado la vuelta a la propiedad sin encontrar pista alguna de la niña.

—Creo que deberíamos decirle a Ellen. —dijo Sam, y Dean supo que su hermano tenía razón por que si algo malo le había ocurrido a Jo era necesario que su madre lo supiera cuanto antes. Pero al mismo tiempo temía decirle, no por el regaño que seguramente se ganarían por dejar que Jo se perdiera, sino porque no quería ver aquella expresión mezcla de terror y angustia que le había visto a Ellen el día anterior.

Pero entre más tiempo pasara más peligro corría Jo, así que finalmente accedió y se dirigieron hacia la casa.

Ellen estaba en el cuarto de lavado, sacando la ropa de la secadora.

— Ellen. —la llamó Dean desde la puerta.

— ¿Si, cariño? — respondió ella distraídamente

—Amh… no encontramos a Jo.

Ellen se giró hacia los chicos con los ojos muy abiertos y esa expresión que solía poner justo antes de soltar un regaño. Pero en seguida se tranquilizó.

—Estábamos jugando a las escondidas. —explicó Richie, acercándose para entregarle el impermeable de la niña. —Pero sólo encontramos esto cerca del pozo.

—El pozo estaba cerrado… —agregó Sam, intentando ayudar.

— ¿La buscaron en el granero? —preguntó Ellen, tomando el impermeable entre sus manos.

—Yo estaba ahí con Ash, y no la vimos entrar

— ¿La buscaron en la van de Ash? ¿En mi camioneta?

Los chicos asintieron.

— ¿Y dentro de la casa?

—Bueno, dijimos que la casa no contaba.

Ellen asintió.

—Está bien. Richie, ve afuera y dile a Ash que te ayude a buscar. Revisen el granero. Sam y Dean, vamos a buscar dentro de la casa. A veces Jo simplemente se salta algunas reglas.

Ellen se dirigió a la habitación de Jo, y Sam y Dean bajaron al sótano a revisar.

— ¿Crees que esté bien? — preguntó Sam mientras miraba entre un montón de ropa que Ash tenía en el suelo.

—Seguro que sí.

—Ellen se veía preocupada.

—Lo sé.

—Jo no se ha escapado nunca de casa.

—No. No creo que se haya escapado, Sam. Es buena para esconderse, y es pequeña, así que puede meterse muy fácilmente en casi cualquier lugar.

— ¿No estás preocupado?

Dean torció la boca y suspiró.

—La vamos a encontrar. No está aquí, volvamos arriba.

Los chicos subieron solo para encontrarse a Ellen bajando las escaleras a paso veloz.

— ¿La encontraron?

—No.

—Iré a ver si Ash y Richie tiene algo. —dijo antes de salir con prisa por la puerta.

—Revisemos el dormitorio. —sugirió Sam. —Quizá se metió ahí. Bajo las camas o en el armario.

Pero Jo tampoco estaba ahí.

Dean sentía la preocupación como un nudo en el estómago. Jo nunca había desaparecido así por tanto tiempo. No quería pensar en que algo realmente malo podría haberle ocurrido. No ahí. No estando tan cerca y sin poder hacer algo al respecto.

—Deberíamos ir a buscar afuera.

— ¿Crees que Ellen buscó en la habitación de Castiel? —preguntó Sam, levantándose del piso luego de haber mirado bajo las camas, con el cabello alborotado y lleno de motas de polvo.

—No lo sé. Supongo.

—Podríamos preguntarle.

Sam se dirigió a la otra habitación y llamó a la puerta con mucha suavidad. No hubo respuesta, como Dean esperaba, así que simplemente adelantó la mano y giró la perilla.

Castiel estaba de pie frente a la ventana, con la mirada perdida en el paisaje detrás del cristal.

—Castiel. — le llamó Dean, pero Castiel ni siquiera volteó a verlos. —Hey, Cas.

Dean puso su mano sobre el hombro del otro niño, y este reaccionó sobresaltado, como si la presencia de Dean a su lado le hubiera tomado completamente por sorpresa.

 —La lluvia…—musitó Castiel, con la expresión desencajada.  Dean miró por la ventana y vio que el día perfectamente despejado se había arruinado de pronto pues las nubes habían vuelto a cubrir el cielo y ya comenzaba a llover otra vez.

—Ah, si… oye, ¿Has visto a Jo?

—Jo. — Castiel espabiló, y les miró como si recién se diera cuenta de que Dean y Sam estaban en la habitación.

—Estás preocupado. —dijo,  clavando toda su atención en el rostro de Dean y luego agregó, con voz suave y tranquilizadora —Jo está bien. En el patio, detrás del granero, hay un viejo barril. No se ve a simple vista por que la hierba está muy alta, pero Jo lo encontró y se escondió ahí.

— ¡Sam! ¡Dean! —escucharon la voz de Richie, y le oyeron subir ruidosamente por las escaleras y aparecer un poco después  en la entrada del dormitorio—¡Ash encontró a Jo! Se había quedado dormida dentro de un barril.

Richie soltó una risotada porque le parecía realmente muy divertido, y Sam se rió también.

Dean sonrió, aliviado de saber que Jo estaba bien, pero luego miró por la ventana, la única en esa habitación, desde dónde se veía la entrada a la granja y el camino hacia la carretera, pero el granero y lo que había detrás de él no alcanzaba a verse desde ahí ni aunque uno asomara medio cuerpo por la ventana.

¿Cómo sabía Castiel en dónde se había ocultado Jo?

Notas finales:

Por fín~

 

Me disculpo por tardar en actualizar, de nuevo.

Están siendo tiempos muy inestables para mí, y no he podido continuar escribiendo con la soltura con la que empecé.

Incluso me he planteado borrar la historia y dejarla morir en vez de tener a la gente esperando, pero al final me ha dado pena pensar en no seguirlo. Aun que sea lentamente encontraré la manera de llevar esta historia al final.

Gracias por leer.


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