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El misterio de Castiel por Calabaza

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La historia de las voces de Castiel dejó a Dean dándole vueltas al tema en su mente.

No comprendía que era lo que le ocurría a aquel chico, pero al menos ahora sabía por qué siempre estaba asustado de la lluvia.

Y ni Ellen ni Ash lo habían mencionado ni una sola vez, así que probablemente no lo sabían. Dean contempló la idea de preguntarles, pero no estaba seguro de que fuera una buena idea. No quería meter a Castiel en problemas, que creyeran que estaba loco o algo como eso.

¿Y si lo estaba?

Cierto era que Castiel no era normal, pero que fuera diferente no quería decir que algo estuviera mal en él. ¿No?

Dean creía que no.

Le había dicho a Castiel que Ellen había tenido que salir y que si tenía hambre podía ir a la cocina con él para comer algo, pero Castiel se rehusó. No tenía hambre, por supuesto, y no parecía muy dispuesto a dejar su escondite bajo las sábanas, así que Dean se dispuso a bajar solo.

— ¿Vas a volver? —le preguntó Castiel antes de que dejara la habitación.

—Ah… sí. Iré a asegurarme de que Sam y Richie están bien y vuelvo. ¿Está bien?

Así que Dean bajó rápidamente por las escaleras que daban a la cocina (tenía demasiada confianza en sus propias habilidades como para creer por un instante que el que estuviera a oscuras iba a impedirle bajar esas escaleras tan rápido como pudiera) y encontró a Sam y Richie en perfecto estado, sentados a la mesa, comiendo cereal. Habían dejado una de las lamparitas encendida sobre la mesa, así que pudo ver sus rostros cuando ellos le miraron a él.

—Te tardaste. —se quejó Sam, con la boca llena.

—No tanto. — se excusó Dean

—Tu cereal se está remojando. —dijo Richie, señalando el plato que habían preparado para Dean. Dean se sentó y tomó una cucharada de las ahora pastosas hojuelas. El cereal remojado no se sentía bien en la boca, pero todavía tenía buen sabor, así que se lo comió sin queja.

— ¿Está bien Castiel? —quiso saber Sam.

— Si, está bien.

— Está asustado ¿No? — agregó Richie. Dean asintió.

— Richie, a ti… ¿Te ha dicho por que le tiene miedo a la lluvia?

—Umh, pues no. No hablo mucho con él. O él conmigo. Bueno, es qué cuando Gordon estaba me pasaba casi todo el día con él, así que no tuve tiempo de hablar mucho con Castiel.

Dean arrugó el entrecejo mientras masticaba.

—Claro, y dejaste que Gordon se burlara de él todo lo que quisiera.

—N-no.

— ¿No? Yo te vi reírte de las bromas que hacía. —estaba usando una voz dura y desafiante, la voz regañona que había aprendido de John y que logró amedrentar a Richie lo suficiente como para agachar la mirada para evitar verle de frente, y también porque se sentía realmente avergonzado, ahora que Dean lo ponía en palabras y con ese tono le era más fácil darse cuenta de que había hecho mal en reírse de los comentarios de Gordon.

—Es… difícil llevarle la contraria a Gordon.

— ¡Claro, porque eres tan cobarde como él!

—Dean. —quiso intervenir Sam.

—Nunca le he dicho nada feo a Castiel. —se excusó el chico de cabello rizado con un dejo de pena en su voz.

—Pero dejaste que Gordon se las dijera.

—Lo siento.

—Es a Castiel a quien tienes que decirle eso. —gruñó Dean, y luego se metió otra cucharada de cereal a la boca. Por un rato lo único que se escuchaba era a Dean masticando y el sonido de la lluvia. No sabía de dónde había salido todo eso tan de pronto. Quizá porque le daba mucha pena la situación de Castiel y no le gustaban mucho los bravucones. Si fuera su hermano no había forma en que él dejara que le molestaran de aquella forma.

—Ya lo sé. —dijo Richie un poco después con algo de tristeza. — ¿Seguimos siendo amigos?

Una de las cejas de Dean se alzó y de pronto se sintió menos enojado, aunque todavía ofendido en nombre de Castiel.

—Bueno… sí, claro, Richie. Somos amigos.

El rostro pecoso de Richie se iluminó con una sonrisa. Decidió que a pesar de todo le agradaba Richie. Parecía sincero.

.

— ¿Qué vamos a hacer ahora? — preguntó Sam cuando terminaron de cenar.

—Dormir. —respondió Dean recogiendo los platos de la mesa y poniéndolos en la pileta.

—Pero no tengo sueño. —se quejó el más pequeño de los Winchester, apoyando la cabeza contra la mesa.

Pero aunque era un poco más temprano que la hora de dormir acostumbrada, subieron a la habitación y se metieron en sus camas por que el clima había enfriado mucho la casa y el mejor lugar para estar era debajo de las mantas calientes.

—Ni si quiera puedo leer algo antes de dormir. — continuó quejándose Sammy durante un rato hasta que se quedó dormido. Fue el primero, y luego Richie lo siguió casi al instante.

Una vez que confirmó que su hermanito estaba dormido, Dean bajó de su litera, se aseguró de arropar a Sam y salió de su dormitorio para dirigirse al de Ellen.

Castiel aún era un bulto debajo de las mantas y supuso que ya debía estar dormido, pero entonces le escuchó hablar.

—Volviste.

—Sí. — Dean cerró la puerta y fue a sentarse a la cama. —Creí que estarías dormido.

—El ruido no me deja dormir.

—Ah. ¿Aún escuchas las voces?

—Sí. Casi todo el tiempo. Cuando llueve gritan más.

— ¿Desde cuándo las has estado escuchando?             

—Siempre.

— ¿Toda la vida? —una chispa de asombró brilló en su expresión.

—Sí. — Respondió Castiel, y después en voz baja añadió —Desde que recuerdo puedo escucharlas.

—Y  ¿Le has dicho a Ellen?

—Ella no me cree.

—Ah. — Claro, normalmente los adultos no creían aquellas cosas fácilmente. Y si los adultos que lo cuidaban no creían en lo que decía ¿Quién más iba a creerle? Fue en ese instante en que Dean Winchester decidió que le creía. Esas voces podían o no existir, pero el punto era que Castiel las escuchaba por alguna razón. No creía que estuviera mintiendo. Es decir, podría estarlo haciendo, pero Dean no sentía que fuera así.  Había algo en la calmada voz de Castiel, en el sereno ritmo de sus palabras y sus lentos y suaves movimientos que le daban una sensación de pureza. Él mismo no habría podido ponerlo en esas palabras en ese entonces, pero era así como se sentía cuando pensaba en Castiel.

—Quizá podría contarte una historia. —ofreció Dean. —Así puedes distraerte de las voces.

—Sí.

Dean apagó la lámpara que llevaba y dejó que sus ojos navegaran libres por el mar de oscuridad que le rodeaba, mientras trataba en su mente de pensar en una buena historia para contarle.

Con Sam era fácil, sabía que le gustaba escuchar, pero no conocía casi de nada a Castiel y no se imaginaba que tipo de cosas le parecerían interesantes, así que dijo lo primero que se le ocurrió.

—Una vez Sam fue a la escuela vestido como Batman. —esperó un momento en silencio, con una sonrisa en los labios mientras en su mente seguía la figura de un Sam aún más pequeño metido en un traje de vengador nocturno con una capa que arrastraba mucho detrás de él. —Yo había  rentado la película y la vimos como treinta veces porque a Sam le encantaba. Iba a ser Halloween, así que él quería vestirse como Batman para salir a pedir dulces. No tenía dinero suficiente para alquilar un disfraz de Batman, pero Nelly Thompson estaba en mi clase y su familia era dueña del supermercado, así que me dejó llevarme un disfraz para Sammy. Bueno, en realidad ella no sabía que yo lo iba a tomar, pero pensaba regresarlo después. Como sea, ella nunca se dio cuenta.

Dean tiritó levemente al pronunciar la última frase. La noche estaba enfriando aún más, y la sudadera que llevaba no era suficiente para mantenerle a salvo del frío.

—Métete bajo las mantas. —dijo Castiel, dándose cuenta del ligero temblor del cuerpo de Dean, levantado el edredón para dejarle espacio. Dean no dudó en deslizarse bajo las cobijas que estaban agradablemente tibias por el calor de Castiel. Acomodó la cabeza sobre la almohada y sintió que le empezaba a dar sueño.

— ¿Qué pasó después? — preguntó Castiel, acomodado junto a él, con sus grandes ojos mirándole atentamente. Podía distinguirlos incluso en la oscuridad.

—Tomé un disfraz para Sam y uno para mí. — respondió Dean mientras bostezaba. —Él era Batman y yo Superman. A Sam su disfraz le quedaba un poco grande, pero no le importó. Estaba muy contento. Pero entonces, justo en la mañana del día de brujas papá volvió de su viaje y dijo que era hora de irnos. Así que empacamos y nos fuimos del pueblo y pasamos todo el día en la carretera. Llegamos al siguiente pueblo al otro día, pero ya era tarde para pedir dulces. — Dean no mencionó que esa noche de Halloween, mientras viajaban, había visto a Sam llorar en silencio en el asiento trasero del auto, ni que él había experimentado un hondo rencor por su padre ese día. No estaba orgulloso de haberse sentido así, pero lo estaba aún menos de ver las ilusiones rotas de su hermano y no poder hacer nada al respecto. Sam había estado tan condenadamente contento antes de que su padre mencionara esa frase que regía sus vidas: “Es hora de irnos”

—Como sea, Sam pasó toda una semana sin quitarse el disfraz, y lo usó el primer día de clases en la nueva escuela, pero los otros chicos se burlaron de él. Nos fuimos temprano de la escuela ese día. Sam estaba enojado y dijo que era un disfraz estúpido y que iba a tirarlo a la basura, entonces yo me puse el disfraz de Superman y lo reté a salir a pedir dulces. Él no quería, pero cuando me vio salir supo que era enserio y me acompañó. Nos estábamos quedando en un hotel, así que no había muchos lugares en dónde pedir dulces, pero en el autoservicio nos dieron pastillas de menta. Fuimos en bicicleta a buscar algunas casas, pero lo más cercano era una granja abandonada. Paramos ahí un rato, estábamos jugando en los árboles, y entonces se me ocurrió subirme al techo del cobertizo y Sam me siguió. Hacía viento y mi capa se movía hacia atrás como si de verdad estuviera volando, ¡se veía genial!, así que me lancé con los brazos estirados haciendo como que volaba. Luego Sammy hizo lo mismo, pero no aterrizó bien y se rompió un brazo. Lo llevé al hospital en mi bicicleta y al día siguiente fue a la escuela con un yeso. Pero a los chicos de su clase les pareció divertida la historia de cómo le había pasado eso a su brazo, así que ya no lo molestaron más. —Dean suspiró y soltó una risita. —Batman no puede volar, después de todo.

Sólo al terminar su historia se dio cuenta de que no era realmente tan divertida como la recordaba. Bueno si, había sido graciosísimo ver a Sam caminar por la escuela vestido de Batman, pero en verdad se había asustado mucho cuando vio a su hermanito tendido en el piso, con el brazo doblado en una posición extraña. Y luego fue mucho peor cuando Sam se puso a llorar, pero no lo culpaba por eso porque debía estarle doliendo horrores. Y luego todo empeoró aún más cuando papá volvió a casa y vio el brazo enyesado de Sam.

—Sigues despierto. —le dijo a Castiel cuando volteó a verlo y volvió a toparse con sus ojos fijos en él. — ¿Tienes sueño?

—No.

—Bueno, tal vez si cierras los ojos.

Dean bostezó de nuevo. Él sí que estaba sintiendo sueño, pero no tenía pensado quedarse dormido y dejar a Castiel solo… con sus voces.

— ¿Todavía duele? —preguntó señalando la gasa que cubría la herida en la cabeza del otro.

—Ya no. —respondió y pasó su manita sobre el vendaje, tironeando de él suavemente un hasta lograr desprenderlo de un lado. Dean sintió entonces un ligero jalón en las entrañas, porque no sentía muchas ganas de ver lo que había debajo,  pero cuando Castiel por fin retiró toda la gasa se dio cuenta de que no estaba tan mal como creía.

Seguro había una corte que empezaba en la frente y se ocultaba entre el cabello negro del niño, pero ya estaba completamente cerrada, y algo roja, pero no hinchada. No era la grieta que se había imaginado, por dónde se podía ver la mitad del cerebro escurriendo sangre y pus.

—Eh, no está mal.

Castiel sonrió. Era la primera vez que le veía sonreí, y era algo bastante bonito.

Nunca antes había pensado eso de la sonrisa de nadie en particular.

.

Fue el sonido de la voz de Sam lo que le despertó.

— ¡Dean!

—Nh… ¿Qué pasa, Sam? —preguntó el hermano mayor, sintiendo sus párpados demasiado pesados como para abrirlos del todo. De todas formas todavía estaba oscuro.

—No puedo dormir. Escuché un ruido. —dijo Sam, subiéndose a la cama, y acomodándose junto a él. Dean se movió para dejarle espacio bajo el cobertor. Castiel, al otro lado, se había quedado dormido por fin.

— ¿Qué escuchaste? —susurró Dean, acomodando la cabeza en la almohada, deseando poder volver a dormir.

—Ruidos. Afuera. Creo que hay alguien. —respondió el preocupado Sammy.

—Es la lluvia.

—No, Dean, eran pasos. Y golpes.

— ¿Quién podría estar afuera con esa lluvia? Vuelve a dormir.

— ¿Qué tal si es un… monstruo?

—No pueden entrar a la granja.

— ¿Qué tal si este sí?

—No puede. Vamos, Sam, duérmete.

Sam resopló suavemente, inconforme pero resignado a que su hermano no le prestaría atención porque estaba demasiado dormido. Y él sabía, claro que sabía, que los monstruos nunca jamás se acercaban a la granja. Pero también estaba completa y absolutamente seguro de que había escuchado ruidos extraños.

Se acurrucó junto a Dean, y para alivió del mayor, se quedó dormido muy pronto.

No estuvo seguro de cuánto tiempo pasó antes de que le despertaran de nuevo, pero se había sentido como un parpadeo. Esta vez había sido Richie, quien también se había subido a la cama y les llamaba.

—Demonios, Richie ¿Qué quieres?

—Creo que hay alguien afuera.

Al escucharle decir eso, Sam se levantó como impulsado por un resorte.

— ¡Te lo dije, Dean!

—Ay, bien, bien. ¿Qué escuchaste, Rich? —Dean se incorporó hasta sentarse y se talló los ojos.

—Pues no sé. Un ruido extraño, como… ¡Como si arañaran  la pared!

—Sí. — Confirmó Sam—Y también pasos.

—Y una voz. —añadió Richie.

—Yo no escuché una voz. —dijo Sam.

— ¿Una voz? —preguntó Dean, mirando en dirección a Castiel, quien a pesar del alboroto de los chicos todavía dormía. — ¿Qué decía?

—Nh, pues no sé. Sólo era una voz, gritando. No pude entenderle.

A Dean se le ocurrió que fuera lo que fuera aquello que despertara a Sam y Richie, podría ser lo que hacía a Castiel escuchar voces.

Claro que aquel pensamiento era alarmante. Si realmente había algo allá afuera estaban en peligro.

Dean, al fin completamente despierto, y empezando a preocuparse seriamente salió de la cama, se puso los zapatos y fue a asomarse por la ventana, lo cual no sirvió de mucho de todas formas pues no lograba ver gran cosa. Nada allá afuera parecía estarse moviendo, aparte del agua.

Se aseguró de que el pestillo de la ventana estuviera puesto, y cerró las cortinas.

—Iré a revisar abajo. Quédense aquí.

—Dean, no. Voy contigo. —dijo Sammy, dispuesto a seguirlo.

—Estarán más seguros aquí.

—Yo también voy. —se apuntó Richie.

—Que no… bueno, pero quédense detrás de mí.

Los tres chicos se encaminaron por el pasillo hacia las escaleras que daban a la sala y bajaron silenciosos y cautelosos cual ratoncitos.

De todas formas Dean no veía nada ni escuchaba nada sospechoso alrededor, así que una parte de él estaba esperando que todo aquello fuera una broma.

Aun así y por si acaso, se dirigió a la puerta del armario y sacó lo que encontró que pudiera servirles para defenderse. Le dio un paraguas a Sam y una escoba a Richie, y luego fue a la cocina y sacó el cuchillo más grande que encontró de uno de los cajones.

Era de acero inoxidable, pero no estaba seguro de que Ellen utilizara cuchillos de plata para hacer la comida. En algún lugar de la casa debía tener guardadas armas de verdad, armas de cazador. Probablemente en el sótano, entre las cosas de Ash, o en la parte alta de alguno de los armarios. Pero si quería tener la oportunidad de ir a buscarlas debía llevar algo con que defenderse por si alguna cosa les salía en el camino. Así que empuñando en una mano el cuchillo y en la otra la lámpara, encabezó aquella procesión de pequeños guerreros.

Y entonces Dean por fin escuchó. Era el sonido de la perilla de la puerta principal siendo girada violentamente en un intento desesperado de abrirla, y luego los golpes en la puerta que cesaron casi inmediatamente.

— ¿Qué diablos fue eso?

Los tres saltaron en sus lugares al escuchar golpes otra vez, ahora en la puerta de la cocina. Y algo que sonaba como una voz, pero Dean no estaba seguro porque el ruido de la lluvia ahogaba todo lo demás, excepto los golpeteos que se iban volviendo cada vez más fuertes.

— ¡Atrás de mí! — ordenó Dean y Sam y Richie obedecieron, aferrándose a sus armas improvisadas. Entonces lo peor que se les ocurría que podría pasar, pasó. Lo que fuera que intentaba entrar arrancó la puerta de malla, y luego rompió el cristal de la ventana de la puerta de madera y una mano oscura y mojada se coló por el agujero que había hecho, logró quitar el seguro a la puerta y una figura oscura comenzó a colarse dentro.

Richie emitió un chillido e impulsado por el pánico le lanzó la escoba a la criatura.

La criatura gritó, y los chicos gritaron también, y Dean se abalanzó contra ella con el cuchillo en alto y entonces la criatura gritó aún más.

— ¡¿Qué demonios, Winchester?¡

— ¡¿Ash?!

—Sí, quita eso. —Ash, empapado en agua y fango le quitó el cuchillo a Dean y lo dejó en el lavaplatos. — ¿Y el escobazo por qué fue?

—Lo siento. —dijo Richie.

—Nos asustaste de muerte, Ash. —reclamó Dean, todavía agitado.

—Sí, bueno, yo no corrí hacia ti con un cuchillo en la mano. ¿Están bien?

Los niños asintieron. Sam, que había recogido la lámpara del suelo, en dónde Dean la había dejado caer, dirigió la luz hacia Ash. Estaba enlodado hasta la cabeza, pero definitivamente era él. La mano grande y obscura que habían visto meterse entre los cristales rotos resultó ser un guante de trabajo que había usado para romper la ventana sin lastimarse.

 —Así que tú eras el que hacía esos ruidos, Ash.

— ¿Ah?

—Los golpes en la pared. —dijo Sam.

—Y los gritos. — añadió Richie.

Ash tomó un paño de cocina y se limpió el lodo de la cara.

—Ah, sí. Esperaba que si estaban despiertos me escucharan y me abrieran la puerta. Se me perdieron las llaves de la casa, las estuve buscando pero…—se encogió de hombros y enjuagó el paño en el lavatrastes.

—Ah, era eso.

—Estábamos durmiendo. —dijo Dean.

—Lo siento, compañero. No quería asustarlos. Pero ¡hey!, al menos sabemos que si hubiera sido un intruso real le abrían pateado el trasero con una escoba… y un cuchillo, eso estuvo cerca. Vuelvan a la cama.

— ¿Y Jo?

—Va a estar bien. Va a estar en el hospital un par de días, pero no hay nada de qué preocuparse. Eh. Vayan a dormir y yo voy a limpiar esto antes de que alguien se corte.

Ash barrió los cristales de la ventana que había roto y mientras tanto los niños subieron por las escaleras hacia su habitación.

Dean volvió a acostarse en su litera, aunque había dudado de si debía volver a la habitación de Ellen. Pero cuando él y los otros chicos habían bajado en su breve cacería, Castiel no se había despertado, así que probablemente seguía durmiendo y Dean pensó que estaría bien dejarlo en paz y durmiendo tranquilo.

La verdad era que Castiel se había despertado desde hacía rato y aún acurrucado en su lugar en la cama, tenía los ojos puesto en la puerta, esperando que se abriese y que Dean apareciera de nuevo.

Pero eso no ocurrió, y Castiel no pudo volver a dormir esa noche hasta que las primeras claridades del alba se levantaron detrás de las nubes y encendieron el cielo de un limpio y claro color azul.

Notas finales:

Este capítulo me gustó mucho, espero que lo disfruten tanto como yo.

La pequeña historia sobre como Sam en un disfraz de Batman se rompe un brazo está basada en un comentario que hace Dean en un capítulo de la temporada 9 (capítulo 15, creo. El de Thinman) y cuenta precisamente eso, que Dean vetido de Superman, y Sam como Batman, se suben a un cobertizo y Sam se cae y se rompe el brazo.

Y bueno, me pareció buena idea agregarla aquí y explayarme en ello por que me parece una anécdota triste y bonita. Disfruto mucho ese tipo de historias de la cotidianidad de la vida de los Winchester cuando no están matando monstruos.

Umh, y pues ya, es todo. Hasta la próxima semana y gracias por leer. 


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