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Mi nombre es Jessica por Givemeaxreason

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Notas del fanfic:

Debería estar preparándome para coemnzar mis clases en la universidad, pero supongo que eso puede esperar. Estaba un poco distraída en la mañana, y con un par de vueltas y frases incompletas llegué a esto. Espero que les guste.

 

Una página en blanco, un café caliente y el inicio de mi historia. No tengo un nombre, pero para fines prácticos, seré Jessica. Una Jessica que escribe y escucha música indie, una que parece feliz.

 

Mi personalidad es variable, tanto como sean las personas que me rodean. Soy un camaleón social, no tengo piel propia, y si la tengo, la he olvidado en alguna parte que ya no puedo recordar.

 

Tengo pocos amigos, pero muchas personas alrededor que se disfrazan de amigos, también son camaleones sociales, y por eso permito que juguemos todos juntos a que nos agradamos, a que confiamos los unos en los otros y a que estaremos juntos para siempre.

 

La primera vez que tuve consciencia de que alguien era mi amigo fue en el 2010. Estaba en la escuela, fuera del horario de clases, era tarde y ya no quedaba nadie a quien mostrarle la lustrosa sonrisa que practicaba todos los día en la mañana después de cepillarme los dientes. Hacía frío, así que había comprado un café caliente más o menos dulce y me había instalado en una de las bancas del patio. Estaba oscureciendo y no me había movido ni una vez de mi posición cuando alguien se sentó a mi lado, apretujándose contra mi costado.

 

- Hace frío – Susurró. Yo no respondí nada. La reconocí inmediatamente, era una chica de mi grupo de camaleones sociales, aunque no era igual al resto de nosotros. De cierta forma ella parecía sincera, es como si fuera una real mariposa en medio de una gran fiesta de disfraces. Es por eso que no me moví.

 

- Es tarde, ¿qué haces aquí? – Le pregunté más por cortesía que por una real conversación.

 

- Te lo diría, pero creo que tu historia es mucho más interesante – Su tono dudoso me provocó algo. Sabía que no era simple curiosidad, pero me negaba a pensar que fuera preocupación. De todas maneras presioné mi suerte, soltando algún pequeño detalle.

 

- Tengo algunos parientes que están de visita y no me llevo muy bien con ellos – Esperé un momento en silencio, esperaba el “¿por qué?”, pero simplemente no llegó. Estaba tan sorprendida que el resto de la historia brotó sola de mis labios. Una historia que había sido olvidada a favor de una mentira pacífica.

 

“Había una vez una niña de siete años. Ella vivía con sus abuelos, pues sus padres trabajaban todo el día y no podían cuidarla. Un día su abuela enfermó y su abuelo la visitaba todas las tardes en el hospital. La niña era muy pequeña, por lo que se quedaba al cuidado de su primo mayor. Él era su ídolo y ella era capaz de hacer todo lo que él dijera. Así fue como la niña comenzó a jugar otros juegos, más personales, más íntimos. Abría la boca varias veces pero no tanto como las piernas. Ella no dijo nada.

A veces ella no quería jugar, pero él lo hacía de todas maneras cada vez que la estaba cuidando. Al final la abuela se recuperó, y su abuelo ya no salió, y sus padres pasaban más tiempo en casa, y la niña estaba rota, pero todos vivieron felices para siempre”.

 

En su rostro no había rechazo, ni lástima, ni engorrosas palabras de apoyo que no servían para nada. Sin embargo había entendimiento. Así fue como supe que ella también tenía sus demonios. Sus padres se habían divorciado hacía un año, y ninguno de los dos quería tenerla en su casa, por lo que se estaba quedando con su abuelo, un hombre borracho de sesenta y tantos, que golpeaba todo lo que se encontraba a la mano, en muchas ocasiones su abuela y ella misma eran sus blancos favoritos.

 

El horario de invierno ya había oscurecido todo a las ocho de la tarde, por lo que nos levantamos y con un leve gesto, nos despedimos hasta el día siguiente. No hubo lágrimas, ni gritos, ni recriminaciones contra lo que habíamos tenido que enfrentar, solo un mutuo acuerdo de silencio.

 

Ella dejó de ser una más y se transformó en alguien autónomo. Para mí fue Charlie. Porque al igual que Jessica, Charlie tiene su connotación. Charlie es ingenua a pesar de todo, confiable, callada, tímida e incondicional. Charlie es simplemente Charlie.

 

La segunda vez que tuve un vínculo emocional fue también nuevo. Era un chico que destacaba por sí mismo, ni siquiera era un camaleón social. Era vistoso, único y llamativo, por lo que inmediatamente tuve que nombrarlo. Él era solo él, no parte del grupo, ni parte de nada. Era un él como individuo. Él era Caliel.

 

Lo vi por primera vez en el 2011. Ambos compartíamos algo de tiempo en un taller después de clases, para tener un par más de créditos extra, y la primera vez que me habló fue solo para decirme que mis ojos le parecían descomunalmente grandes. “Me gustan”, dijo después. Empezamos a salir al poco tiempo, al principio éramos Charlie, Caliel y yo. Pasadas las semanas éramos Caliel y yo.

 

Comencé a desarrollar una fe ciega por él, algo así como una devoción. Él sabía todo lo que sucedía conmigo, con mi vida y con mis pensamientos, y yo por mi parte, pensaba que sabía todo lo que sucedía con él. Estaba cegada, y era feliz de esa manera. Pasaron los meses y era todo perfecto, excepto por aquellas veces que Caliel desaparecía sin ninguna explicación, para volver más frío que de costumbre.

 

Poco tiempo después supe lo que ocurría. Ella también era única, especial y hermosa como Caliel, por eso la llamé Lilith. Ambos eran iguales y se merecían el uno al otro, solo que yo no lo sabía, y no lo había sabido durante todos los meses que me había sido infiel. Porque Caliel no era un ángel, y Lilith tampoco. Solo eran hermosos, y únicos, y terrenales, y me habían lastimado.

 

Por eso cuando se llevaron a Lilith de la escuela por tener drogas escondidas en su bolso, no sentí culpa. Se lo merecía.

 

Charlie estaba a mi lado cuando el mundo era horrible.

 

Me encerré en mí misma, y en Charlie, y no dejé entrar a nadie más. Volví a tomar mi piel cambiante y me convertí nuevamente en un camaleón social, con amigos que también lo eran, y que si no eran, no importaba realmente. Las pesadillas eran interminables, y la creatividad suicida, variada. Sin embargo seguí aquí.

 

Terminé la escuela y entré en la universidad. Y solo éramos Charlie, yo y el poco tiempo que teníamos para vernos.

 

Encontré otro grupo y nuevas personas jugando a ser amigos y me quedé. Entonces la conocí a ella. No llamaba la atención, no estaba con nadie, no necesitaba a nadie. Convivía con todos pero sin ver a ninguno, y eso me llenaba de curiosidad. También debía nombrarla. Entonces ella fue Callie, el femenino de Caliel, para recordarme que no debía acercarme, ni dejarme llevar. Porque dejarse llevar es ser lastimado.

 

No me di cuenta cuando el nombre que había decidido para ella se volvió en mi contra, y comencé a confiar en ella como en nadie, y a quererla como a nadie. Callie era Caliel.

 

Callie también tenía demonios. Un par de meses atrás su novia le había sido infiel, y todos los planes de un futuro prometedor entre ambas se había perdido. Para Callie había sido Paulina, por lo que yo no me molesté en nombrarla.

 

Callie era mi amiga, pero no era como Charlie.

 

Las cosas con Callie eran maravillosas, pero no perfectas. Ella era un opuesto, literalmente el otro polo del imán. Las discusiones eran cosa de todos los días, pero seguíamos unidas. Más temprano que tarde descubrimos que no podíamos separarnos, y más tarde que temprano, que no éramos solo amigas.

 

Yo soy Jessica, y así como yo hay un montón de otras Jessicas. Hemos sobrevivido y merecemos una oportunidad para ser felices.

 

Siempre habrá un Caliel, pero también siempre habrán personas como Charlie y Callie. Y mientras seas Jessica, es lo único que importa. 

Notas finales:

Muchas gracias por leer, y de antemano, muchas gracias por comentar. 


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