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AMOR MALDITO por crystalwall

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Notas del capitulo:

Hola, les traigo el capítulo nuevo, aquí se descubren muchas cosas y todo toma sentido, espero que les guste 

Capítulo 6.– Sacrificio de amor

 

– ¿Entonces era un brujo? – preguntó el castaño mirando con sorpresa al rubio que esta vez si alzó su copa y terminó su trago.

– Era un ángel, era un ángel y yo… yo lo repudié, lo acusé cuando era inocente, dejé que lo acusaran y sentenciaran, yo mismo encendí la hoguera y él era inocente, inocente…

– ¿Cómo estás seguro de que era inocente? – preguntó el castaño dirigiendo su mirada a la entrada de la taberna en donde dos hombres acababan de llegar y lo saludaron con una seña, sus amigos habían llegado al fin.

– ¿Recuerdas al sacerdote del que te hablé?, Mu confesó poco tiempo después que el alma de Shun lo estaba atormentando incesantemente, dijo que tenía visiones terribles de fuego, sangre y muerte y que la única manera de tranquilizar su consciencia era confesar su pecado porque si no las voces en su cabeza no se callarían nunca y no le dejarían vivir. Por su propia boca confesó delante de todas las autoridades eclesiásticas que él había fabricado todas las pruebas en contra de Shun, había conseguido esas patas de pollo, había hecho aquellos muñecos y con la sangre de un cordero los había marcado al igual que había dibujado esa estrella en mi camisa. Mu lo confesó todo y luego fue encarcelado – dijo Shaka recordando esa época que había sido escalofriante, descubrir que su mejor amigo hubiera sido capaz de ello fue muy duro para él, por su culpa Shun fue acusado y luego desapareció porque no había muerto en la hoguera, de eso Shaka estaba seguro.

– Vaya, pero eso igual no quita que Shun haya sido un ángel o un brujo o quien sabe que cosa – dijo el castaño mirando profundamente a Shaka que meneó la cabeza y enfadado respondió:

– Shun pudo haber sido muchas cosas pero siempre fue honesto, él nunca me mintió, nunca me engañó, no le hizo daño a nadie y yo… yo era la persona que él mas amaba y lo lancé a los lobos sin pedir pruebas. No debí creer en Mu, debí creer en Shun, yo lo conocía y lo amaba. Fui un estúpido y me dejé llevar por los prejuicios y la ignorancia, ¿no te das cuenta?, mi traición fue infinitamente mas grande de lo que la suya jamás fue. A la final él solo me ocultó lo que tenía que ocultarme para sobrevivir pero me dejó ver su alma buena y su corazón generoso que yo pisoteé y rechacé.

 

Shaka tomó otro trago de su bebida cuando la puerta de la taberna volvió a abrirse dejando entrar a dos hombres mas pero no venían solos, una niña pequeña venía con ellos, la que al ver a Shun a lo lejos gritó:

– ¡Papi!

– Deví… ven acá – el castaño se volteó en la silla y abrió los brazos para recibir a la niña que lo abrazó con fuerza y le besó en la nariz. La pequeña estaba usando algunos abrigos y capas, el castaño le sacó la capa que estaba empapada dejando ver sus dorados cabellos. La pequeña se volteó y miró con curiosidad al rubio que le sonrió, Deví tenía los ojos azules claros y una sonrisa muy bonita.

– ¿Quién es  este señor papi? – preguntó la niña sentándose en las piernas de su padre y abrazándolo.

Era claro que la pequeña estaba cansada pero lucía cómoda en los brazos del castaño que la abrazó y le dio una pera que sacó del bolsillo de su capa de viaje

– Su nombre es Shaka y me estaba contando una historia mientras hacía tiempo esperándolos

 

La niña bostezó y se frotó el ojo, el castaño besó su cabeza y cuando lo hizo la niña sonrió enredando sus deditos en la cadena que su padre tenía en su cuello. Shaka no se había fijado en eso hasta ese momento en el que vio el dije de una pequeña luna plateada, ese dije lo había visto antes, hacía mucho tiempo en el cuello de… Shun… pero no podía ser…

 

Shaka levantó la mirada y estudió el rostro del castaño con el que había hablado la noche entera. Si había notado que tenía los ojos verdes, también había notado el claro tono de su piel pero no se había fijado en sus facciones. Shaka vivía sumido en su infierno personal por lo que no prestaba atención a los pequeños detalles como lo eran los rostros de los extraños con los que hablaba todas las noches en el bar pero aquellas eran las líneas del joven al que había amado hacía tanto tiempo, ya no era un chiquillo de 15 años pero seguía siendo muy hermoso aunque su mirada fuera en esencia diferente, solo su cabello era de distinto color.

– Shun… ¿eres tú? – Shaka había tomado algunos tragos esa noche pero del impacto al reconocer al hombre con el que había estado hablando, el efecto de las copas se fue completamente y Shaka se sintió completamente lúcido, Shun sonrió al ver la sorpresa en sus ojos y la incredulidad en su mirada y respondió con voz tranquila:

– Pensé que no me reconocerías Shaka, has hablado de mi la noche entera y no te has dado cuenta quién estaba a tu lado, irónico ¿No lo crees?

– ¿Qué es irónico, papi? – preguntó la pequeña mirando a su padre quien le besó la cabeza y le dijo:

– Deví ve con tu tío Ikky y espérame con él, no tardo

Shaka regresó la mirada a otra de las mesas y vio a aquel muchacho de cabellos azules que muy pocas veces había visto hacía tantos y tantos años. La pequeña fue a regañadientes donde su tío el que la recibió en sus brazos y la sentó en sus piernas sin perder de vista a Shun y a Shaka.

– Tienes una hija, ¿te casaste?

– No, no me casé, soy una aberración que debía morir en la hoguera ¿Recuerdas? – Shun miró a Shaka y ladeó el rostro con una sonrisa algo torcida.

– Shun, no sabes cuánto siento lo que pasó, yo…

– No vine aquí para escuchar una disculpa tuya, es cierto que vine a recuperar algo e irónicamente lo tienes tú aunque no te pertenezca.

 

Shun tomó su dije y se lo enseñó a Shaka que metió la mano entre sus ropas y descubrió el dije con forma de sol que aún llevaba al cuello. Shun se acercó y lo tomó. Shaka no opuso resistencia al sentir la cadena dejar su cuello, nunca se había sacado el dije que era lo único que tenía como recuerdo del amor de su vida quien ahora lo miraba con frialdad del otro lado de la mesa.

 

– No sabes cómo te he buscado Shun – dijo Shaka en voz baja

– Si lo sé, sé muchas cosas que tu ni imaginas – la mirada de Shun se dirigió a su hija que estaba riendo divertida con Ikky que había pedido un poco de leche para ella al dueño de la taberna.

– Es hermosa, tu hija.

– Si lo es, es muy parecida a ti si no lo notaste.

– ¿A mí?, ¿Cómo puede ser parecida a mí? – Shaka se volteó inmediatamente y se fijó en el rostro de la niña, era rubia como él, tenía su mismo color de ojos pero… ese mentón, esa nariz. Por todos los dioses… si era parecida a él, pero ¿cómo?

– ¿Magia? – dijo Shun encogiéndose de hombros.

– ¿Es mía?, ¿Es hija mía?, pero ¿Cómo? – el poco color que Shaka tenía en el rostro se le fue ante esta revelación, el rubio palmoteó en la mesa y se incorporó en un reflejo automático, la confusión, la incredulidad y la ira le iban nublando el juicio en especial por el tono tan tranquilo que Shun mantenía, el castaño estaba hablando de su hija como si fuera algo normal y no lo era, por lo menos no para Shaka que volvió otra vez su rostro hacia ella que ahora estaba en brazos del hombre rubio que había estado sentado junto a Ikky

– Claro que es tuya, en realidad es tuya y mía, ¿No me crees?  Si quieres te puedo mostrar la cicatriz en mi vientre, es una larga historia, la verdad no mereces saberla pero eres su padre así que supongo que tienes derecho a saber, lo que si te quiero advertir es que ella no sabe de ti y eso no va a cambiar, Deví cree que su madre murió poco después de que ella nació.

- ¿Tu cicatriz en el vientre?, ¿pero te has vuelto loco? – Shaka tomó a Shun del brazo levantándolo con violencia para luego agarrarlo del otro brazo y zarandearlo. El castaño seguía siendo delgado y más pequeño que él por lo que no fue problema para Shaka hacerlo.

- Suéltame Shaka o te arrepentirás – los ojos de Shun brillaron peligrosamente pero antes de que el rubio pudiera reaccionar tuvo que soltar a Shun porque sintió un dolor extraño en sus manos, era como si intentara sujetar hierro calentado al rojo vivo. Cuando bajó su mirada vio sus manos enrojecidas de las que ampollas se empezaban a formar, sus manos estaba quemadas.

- Tu… tu… ¿Qué me hiciste? – Shaka dio un paso hacia atrás mirando asustado sus manos, Deví había corrido hasta Shun y lo abrazó con fuerza para decirle a aquel extraño:

- No vuelvas a tocar a mi papi.

Shun sonrió de lado y acarició los rubios cabellos de su hija antes de decir:

- Yo no te hice nada, fue mi hija la que lo hizo, pero si quieres saber la historia completa mas vale que te tranquilices Shaka o saldré por esa puerta sin mirar atrás y tu nunca sabrás la verdad – el tono de Shun era frío pero señaló la silla en la que antes había estado sentado.

Shaka estuvo indeciso por algunos momentos pero finalmente decidió que tenía que saberlo, todos esos años había buscado una explicación y era lo que Shun le ofrecía ahora así que se sentó mirándolo con una mezcla de sentimientos que iban desde miedo hasta indignación, pero Shun lo ignoró, se agachó y besó a la pequeña en la frente para decirle:

- Ve con papá Hyoga, yo tengo que acabar de hablar con este señor antes de irnos.

- Pero te estaba haciendo daño, papi.

- Él no me puede hacer daño, ve por favor con papá.

Deví abrazó a Shun y le dedicó una mirada de desprecio a Shaka que lo descolocó completamente, él no tenía idea de su existencia pero no podía soportar que una hija suya lo mirara de esa manera. Algo iba a decir pero no tuvo oportunidad porque la pequeña regresó con los otros cuatro hombres que se habían puesto de pie para intervenir pero no había sido necesario, Shun se sentó en la silla que estaba ocupando antes y bebió su copa antes de empezar a hablar.

 

***

“Los hombres temen a lo que no entienden”, esas eran las palabras que Ikky recitaba todos los días a su pequeño hermano. El destino y los dioses les habían concedido la sabiduría de las generaciones, la familia de Ikky y Shun provenían de una larga línea de sanadores y shamanes que se habían dispersado cuando el tiempo de la inquisición empezó. Ellos habían huido por sus vidas ya que la pequeña población en la que antes habían vivido había sido arrasada por el fuego y por la ignorancia de la gente. Sus padres habían muerto tratando de salvarlos e Ikky había jurado proteger a su hermano menor como sus padres lo intentaron hacer.

 

La vida en el campo era tranquila. Ikky y Shun se habían asentado en una población en la que la violencia de las poblaciones cercanas a la capital no había llegado, nadie había muerto en la hoguera por esos lugares por lo que a Ikky le pareció que era el lugar ideal para vivir. El muchacho de cabellos azules tenía 11 años cuando llegaron, Shun tenía 6. Eran un par de niños que no tenían nada más que un par de ovejas y las capas que estaban sobre sus hombros. Fue el buen corazón del dueño de una pequeña granja cerca del paso de la cañada lo que les permitió sobrevivir. Era un hombre anciano que acogió a Ikky y a Shun primero y luego a otros tres muchachos que también llegaron como refugiados de guerra, sus nombres eran Hyoga, Seiya y Shiryu. Todos ellos eran huérfanos y con agrado aceptaron atender la granja del anciano que les dio protección y cobijo a cambio de trabajo y atención. El anciano estaba enfermo y ya no podía valerse por sí mismo, la llegada de estos cinco muchachitos había sido un regalo de Dios porque ellos lo cuidaban con esmero y cariño.

 

Tres años habían pasado desde su llegada hasta que su anciano benefactor muriera, y ese fue el evento por el cual los muchachos decidieron vivir separados. La cabañita en la que se estaban quedando era muy pequeña para los cinco por lo que en ella se quedaron Ikky y Shun. Seiya y Shiryu fueron a vivir cerca pasando la colina y Hyoga mas allá del lago.

 

De cualquier manera los muchachos se frecuentaban mucho porque tenían un secreto que compartir: sus familias habían muerto en el fuego acusados de hechicería y herejía. Todos ellos habían heredado los talentos y habilidades de sus fallecidos padres y formaron una especie de grupo de cinco que se cuidaban entre si siendo los más jóvenes Seiya y Shun. Shiryu estaba a cargo de Seiya ya que ellos habían sido del mismo pueblo, Ikky estaba a cargo de Shun porque era su hermano y todos trabajaban para compartir gastos y ganancias. Su vida era tranquila hasta que lo impensable pasó cuando Shun se enamoró de uno de los nobles del pueblo.

 

Ikky le había dicho hasta la saciedad que tuviera cuidado y por algún tiempo parecía que las cosas estaban tranquilas, Shun había jurado mantener su secreto y no involucrarse pero las cosas se salieron de control porque el amor lo dominó y lo cegó. Shun le entregó su alma, su corazón, su vida y su virginidad a ese muchacho rubio de ojos azules que también parecía amarlo.

 

Seiya sabía de los planes de Shun de huir con Shaka, el joven castaño le había aconsejado que no lo hiciera, su hermano lo buscaría por cielo, mar y tierra pero Shun no escuchaba razones, cuando las cosas estuvieron listas para su partida el padre de Shaka murió y eso lo retrasó todo, pero también lo complicó un día cuando Shun llegó a la cabaña de Seiya con lágrimas en los ojos.

– ¿Te escapaste otra vez?, Ikky va a matarte – dijo Seiya dejando entrar a Shun a su humilde cabañita. Shiryu estaba pescando en el lago y Seiya supuestamente debía recoger fruta del campo pero se había retrasado esa mañana y aún no había salido de casa.

– No me escapé, mi hermano está pastando a sus ovejas en la colina de junto y si sabe que vine hacia acá. Necesito tu ayuda Seiya – dijo el peliverde en una voz que denotaba urgencia.

– ¿Pasó algo?

– Si… lo que pasa es que… tengo un problema Seiya y tú tienes un libro que me puede ayudar.

– No, no, no, ese libro no. Shiryu me dijo que no debo ni abrirlo, peor leerlo, es magia antigua y poderosa, Shun, no podemos controlarla aún y tú lo sabes – el castaño meneó la cabeza con energía. Shiryu le estaba enseñando a Seiya a controlar los elementos de la naturaleza, el castaño era bastante hábil para ello y hasta había hecho llover un par de veces en las últimas semanas pero de eso a hacer lo que Shun sugería había un gran trecho. La magia era algo de cuidado y ellos eran sumamente inexpertos, las cosas podrían salir horriblemente mal trayendo nefastas consecuencias para todos.

– Por favor, Seiya, necesito un hechizo que está en ese libro.

– ¿Cómo sabes que hechizo necesitas?

– Lo que pasa es que Shaka quiere tener hijos y una de las razones por las que piensa en no huir conmigo es esa: él quiere hijos y yo no puedo dárselos. Pero en ese libro hay un hechizo que lo permite, mi hermano me contó que es algo sencillo y que él vio como nuestro padre lo hizo en un joven del pueblo.

– Y por eso lo quemaron en la hoguera, Shun, hicimos un pacto de no hacer magia, es peligroso y yo francamente tengo miedo, si tu hermano se entera me mata.

– Ya se lo pedí a Hyoga y me dijo que me ayudaría, necesitamos mínimo tres personas para hacer el hechizo, te necesito a ti y al libro, los ingredientes no serán muy difíciles de conseguir y mañana es luna llena. Por favor, Seiya, nunca más en mi vida te vuelvo a pedir nada, ¿lo harás?, ¿lo harás por mi?

– No sé, Shun…

– Tu solo préstame el libro para ver lo que necesito y yo lo consigo todo. Cuando tú te enamores y quieras tener un hijo yo lo haría por ti, por favor, Seiya, mi vida y mi felicidad dependen de esto.

– Está bien, pero si Ikky me mata también me tienes que revivir.

– Te lo prometo.

 

Al caer la noche del día siguiente, Shun caminaba presuroso por el camino de los comerciantes hasta el claro del bosque en el que se había puesto de acuerdo con sus amigos para encontrarse, al llegar vio allí a Seiya y a Hyoga. Seiya tenía varias velas repartidas por el pasto haciendo un círculo y dentro del círculo de luz estaba uno de sal. Shun le dio la bolsa de tela a Hyoga y el rubio revisó las plantas que había traído Shun y la camisa que era de Shaka que le entregó doblada así como unos cuantos cabellos rubios.

– Esto hubiera resultado mejor con sangre – dijo Hyoga distribuyendo las cosas dentro del círculo. Hizo entrar a Shun y arrodillarse en medio de todo.

– Lo sé, pero no podía conseguir sangre suya sin decirle lo que soy y eso no es una opción ahora. Después, cuando el hechizo resulte y esté esperando a su hijo se lo diré, se va a poner muy feliz.

– Asumo que él no sabe lo que somos – dijo Hyoga con tono preocupado.

– No, pero no hay problema, él me ama y no le importará en especial cuando sepa lo que he hecho por él.

– Esto es peligroso Shun, podrías morir, lo entiendes ¿verdad?

– Si, lo sé, Hyoga, lo sé y acepto las consecuencias, yo quiero hacer esto por él, porque es lo que él quiere para ser feliz y yo quiero dárselo. Ya lo hablamos, Hyoga, por favor – Shun rogaba y rogaba desde el centro del círculo y tenía su mirada fija en su rubio amigo que suspiró y meneó la cabeza. Shun sonrió sin fijarse que alguien más había llegado al claro y saltó asustado cuando escuchó la voz de su hermano.

– ¿Aún no lo hacen?

– Ikky… – Shun se puso pálido cuando volteó y vio a su hermano que estaba llegando.

– Bueno… si lo vas a hacer y no hay poder humano que te haga cambiar de opinión por lo menos me aseguraré de que se haga bien – dijo el peliazul ubicándose al frente de Hyoga que asintió, mirando al camino y sonrió al ver a Shiryu también llegar.

– Con cuatro formamos un círculo – dijo el moreno y así los muchachos se ubicaron en las cuatro direcciones: norte, sur, este y oeste.

 

Shun suspiró y cerró los ojos, Hyoga alzó las manos al cielo y los otros tres muchachos lo imitaron, fue el rubio el que empezó a recitar un cántico en una antigua lengua que no había sido escuchada por esas tierras en muchos cientos de años. Los tres muchachos se unieron a los cánticos y al cabo de algunos minutos una luz blanca azulada envolvió el círculo hecho por velas.

 

Una especie de remolino levantó los ingredientes que Shun había llevado y los hizo polvo frente a sus ojos, el cielo se abrió y un trueno se escuchó en la lejanía. El joven de cabello verde se sintió mareado y tenía la garganta seca, era una sensación incómoda pero soportable al inicio, luego sintió como si mil agujas le atravesaran la piel y el aire le empezó a faltar justo en el momento en el que sintió una fuerte punzada en su vientre que lo hizo doblarse del dolor dentro del círculo.

 

La primera reacción de Shun fue abandonar el círculo pero Hyoga le advirtió que tenía que quedarse quieto en el centro mientras durara el hechizo, pero resultaba difícil por el dolor que amenazaba con partirlo en dos. La sensación se fue tan súbitamente como vino y el claro del bosque otra vez quedó en penumbras al despejarse aquella extraña luz. Ikky se acercó a Shun y le dio una copa que contenía un líquido rojo que humeaba, Shun tomó la copa y la bebió de un solo sorbo.

 

– Bueno… ya está hecho, espero hermano, que hayas tomado la decisión correcta – Ikky ayudó a ponerse de pie a Shun que sonrió débilmente y abrazó a su hermano.

– Gracias por entender, Ikky.

– No me lo agradezcas porque no lo entiendo, solo espero que esto no te estalle en la cara, ahora ve con él, tiene que hacerse esta noche antes del amanecer.

– No te preocupes, Ikky, todo está bien – Shun sonrió y besó a su hermano en la mejilla, para tomar su capa, sus botas y encaminarse al pueblo. Hyoga se paró junto a Ikky y le puso la mano en el hombro para decirle:

– No debiste permitirlo.

– Lo hubiera hecho con o sin tu ayuda o la mía, de esta manera por lo menos me aseguro que el hechizo sea fuerte y él no muera, eso es todo – dijo Ikky con tristeza mirando la colina por la que Shun había partido.

 

Esa fue la noche en la que el joven de ojos verdes llegó a la casa de su amor y se entregó a él poniendo en su cuello las insignias de sus padres a manera de compromiso. Esa noche Shaka había jurado irse con él y luego le hizo el amor engendrando así una nueva vida en el vientre de Shun, el que a la mañana siguiente tuvo un amargo despertar.

 

Notas finales:

Si... el castaño del bar es Shun y ahora él cuenta su historia en dos capítulos, esta fue la primera parte y nos vemos el martes de la semana que viene con la segunda parte que es el capitulo final del fic

Muchas gracias por leer y nos vemos en el capitulo nuevo, saludos, bye 


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