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AMOR MALDITO por crystalwall

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Notas del capitulo:

Hola, hemos llegado al final del fic, espero que les guste en lo que acaba 

Capítulo 7.– Alas negras

 

Shun lloraba encerrado en aquella celda en la noche y pensaba en su vida, en su hermano y principalmente en Shaka. El joven estaba apoyado en el duro suelo muriendo de frío cuando sintió una manta cubrirle la espalda. Shun volvió el rostro y abrazó con fuerza a su hermano que estaba a su lado.

 

– Vámonos, Shun, ya no tenemos nada que hacer aquí, tengo todo listo y esta misma noche desapareceremos, no puedo pasar por lo mismo que pasamos con nuestros padres, ellos se sacrificaron para que nosotros pudiéramos escapar y no permitiré que tu mueras en la hoguera.

– No, Ikky… no podemos irnos todavía, él me ama yo lo sé, no dejará que enciendan el fuego, no dejará que enciendan el fuego – dijo Shun con una chispa de esperanza en sus ojos aún después de la amarga visita que tuvo unas horas antes.

– Tal vez te ame pero no arriesgará su posición y su nombre por ti, por favor, entiéndelo, Shun, y ahora no solo eres tú, si el hechizo funcionó llevas a su hijo en tu vientre, por favor, Shun solo vámonos.

– ¿Para vivir huyendo como hace tantos años? No, Ikky, no me puedo ir, yo lo amo y él me ama, yo sé que me ama.

– Por favor, Shun, no me hagas esto, tu eres todo lo que tengo, no te dejes morir así, yo te necesito a mi lado, yo querré y protegeré a tu hijo te lo prometo.

– No, Ikky… él me salvará.

 

Por más intentos que hizo Ikky esa noche no logró que Shun entrara en razón y casi al amanecer el mayor de los hermanos, con la mirada triste, desapareció de aquella celda de la misma manera en la que había aparecido antes. Shun lo vio desaparecer y suspiró, su hermano no lo entendía porque no se había enamorado como él si lo estaba y Shaka lo amaba, no dejaría que le hicieran daño, no después de todo lo que había hecho por él, después de haber arriesgado su vida para poder concebir a su hijo aunque él no lo supiera.

 

La decepción le rompió el corazón, la frialdad con la que Shaka lo miraba en ese injusto juicio despedazó las esperanzas de Shun, ni siquiera sus últimas palabras lograron conmoverlo cuando le dijo que lo amaba, incluso luego de escuchar su última confesión de amor, Shaka tomó con sus propias manos la antorcha para encender su pira funeraria.

 

En medio de las llamas Shun buscó a Ikky entre la multitud que gritaba desesperado tratando de llegar hasta él, pero no… Shun debía impedirlo porque si no lo hacía su hermano sería también acusado de herejía y hechicería. Ikky le había advertido de ese momento, le había dicho muchas veces que ese amor le iba a hacer sufrir y que sería desdichado. Shun lo sintió todo como si una fuerte corriente de agua de río lo arrastrara, sus sentimientos se unieron cuando sintió las llamas alcanzar su piel  y un grito ensordecedor lo llenó todo.

 

Shun no sabía quién gritaba hasta que se dio cuenta que el que gritaba era él. Luego algo lo cambió todo, el joven de ojos verdes concentró toda su fuerza, todo su amor, todo su odio, lo concentró todo y algo explotó, no solamente en su interior sino en el exterior también cuando Shun dejó libre todo su poder. Ikky solía decir que su pequeño hermano era el más poderoso de todos ellos y que su potencial era inmenso pero esa era una teoría que no querían probar hasta ese momento.

 

Las atónitas miradas de la gente cuando el fuego se extinguió eran dignas de recordar en especial cuando abrió sus alas. Ikky se lo había dicho muchas veces, él era un ave por lo que le parecía lógico tener alas. Shun fijó su mirada en la persona que estaba en el podio, aquella que había sido causante de sembrar la duda en el corazón de su amante y  lo vio acobardarse retrocediendo asustado. Mu… el sacerdote Mu tendría que pagar todo lo que hizo, todas las falsas pruebas que consiguió y todas las mentiras que dijo de él. Si antes no había hecho nada contra nadie era por amor, pero ahora un sentimiento de venganza llenaba su corazón, ya no había cabida para el amor.

 

Shun fijó después su mirada en el hombre que rompió su corazón en mil pedazos y al verlo se llenó de amargura. Él también sufriría, no les iba a lanzar una maldición como hubieran hecho sus antepasados pero si tomaría la justicia en sus propias manos, así que con una última mirada de decepción y dolor el ángel negro abrió sus alas y emprendió el vuelo.

 

Shun llegó a la cima de una de las montañas y retomó su forma original humana, allí esperaría por su hermano y por sus amigos los que no tardaron en llegar. Shun sabía el plan, si algo pasaba alguna vez con alguno de ellos, todos se reunirían en aquel lugar para abandonar el pueblo y cambiar de vida.

 

– ¡Shun! Shun ¿dónde estás? – Ikky fue el que primero llegó a la cima y encontró a su hermano usando aquel harapo con el que lo iban a quemar y estaba sentado en el pasto abrazado a sí mismo.

 

Lloraba suavemente, Ikky se arrodilló a su lado y lo abrazó para luego sacudirlo porque el joven no respondía, solo le enseñó a su hermano sus palmas enrojecidas y lastimadas, sus pies estaban ampollados en los lugares donde las llamas lo habían alcanzado. Ikky besó su frente y lo sacudió una vez más llamándolo por su nombre para que reaccionara.

 

– Shun… Shun, háblame… ¡Shun!

– Ikky… tengo frío – dijo el joven con un hilo de voz algunos minutos después cuando sus otros tres amigos ya habían llegado.

 

Al fijarse en el rostro preocupado de su hermano, el menor de los hermanos se desmoronó y lloró dejando salir todo lo que llevaba dentro, todo el dolor, toda la rabia, toda la decepción y el amor. Ikky simplemente lo abrazó y cargó a su hermano para, con los otros tres muchachos, caminar colina abajo, al llegar al barranco rodearon el precipicio y entraron a unas cuevas dentro de la montaña.

 

Seiya buscó ramas y madera seca para encender la fogata, Hyoga e Ikky limpiaron y asearon a Shun con agua fresca y lienzos, Shiryu estaba ocupado haciendo emplastos de diferentes hierbas medicinales que encontraron. Los cinco muchachos lo habían dejado todo desde la noche anterior,  los enviados de la Iglesia ya habían destrozado sus humildes viviendas buscando pruebas en contra de Shun y no les habían dejado nada, ellos ya no tenían a donde volver. Seiya había logrado empacar algunas cosas en la carreta y la había ido a buscar luego de encender el fuego, pronto anochecería.

 

Seiya regresó al cabo de unas horas y para alivio de todos tenía mantas, mudas de ropa, algunos trastos de cocina y lo más importante, todos los ahorros de todos ellos. Después de llegar a la colina había ido al pueblo y vendido las ovejas de Ikky, todo lo que tenían en la carreta de Hyoga y lo que había podido rescatar de manos de la iglesia. Siempre le agradecerían a Aldebarán por toda su ayuda, el gigante hasta había escondido a Seiya por una hora más o menos en la que los soldados de la iglesia vinieron buscando a los muchachos huérfanos de la cañada, Seiya sabía que si lo encontraban quemarían también a Alde, la ciudad estaba vuelta loca por eso le tomó al más joven de los huérfanos mucho tiempo regresar.

 

Shiryu atendió las heridas de Shun y vendó sus pies. El joven de ojos verdes no podría caminar por un tiempo hasta que las ampollas sanaran, sus quemaduras no eran serias pero dejarían cicatriz, esa era una de las cosas que a Shun no le importaba.

– ¿Cómo la conseguiste? – Shun se incorporó un poco pero se arrepintió de hacerlo porque le dolió todo pero de cualquier manera se sentó para tomar la cadena que Ikky sostenía, era la cadena con el dije de la luna que había pertenecido a su madre.

– Tengo mis métodos, Shun, no podía dejar que ellos se quedaran con el único recuerdo que tenemos de mamá, es tuya ahora y se la podrás dar a tu hijito cuando crezca.

– ¿Mi hijito?, ¿Te das cuenta lo que eso significa ahora? – preguntó Shun con rabia y amargura.

– Un hijo es un hijo, sangre de tu sangre, carne de tu carne y  tú lo amarás como mamá nos amó a nosotros, no significa nada que también sea hijo de ese… que no supo apreciarte, pero no pienses en eso y descansa, Shun, tienes que curar tus heridas para que podamos continuar nuestras vidas lejos de aquí.

– Lejos de aquí… ese fue… un sueño muy hermoso – Shun se volvió a acurrucar en la manta que estaba tendida en el suelo no sin antes ponerse nuevamente la cadena alrededor de su cuello y apretó el dije con todas sus fuerzas

- Podría volver a serlo, solo depende de ti – Ikky se había sentado junto a Shun y le acarició los cabellos, el joven de ojos verdes levantó la mirada y a Ikky se le encogió el corazón al ver esos hermosos ojos llenos de lágrimas.

- Fui tan estúpido… fui tan tonto, tú me lo advertiste pero yo no te hice caso, ¿cómo pude creer en su amor?, ¿cómo pude convencerme a mí mismo de que me rescataría?, ¿cómo pude creer que él entendería?, ¿por qué Ikky?, ¿por qué?

- Shun… no tengo una respuesta, tú lo amabas y los sentimientos no son racionales, el corazón quiere lo que el corazón quiere y a veces se equivoca.

- Mi amor  por él fue una equivocación,  debí escucharte y hacerte caso, perdóname Ikky, perdóname por todo lo que te hice pasar.

- Eso ya no importa, lo que importa es que estás aquí conmigo y cuando estés lo suficientemente fuerte para viajar nos iremos lejos para nunca volver. Lo que importa es el hijo que vas a tener, nada más importa Shun, nada más.

- El hijo que voy a tener… él no se lo merece, nunca lo sabrá, mi hijo será solo mío.

- Si tú así lo quieres así se hará.

Shun se acurrucó en el pecho de su hermano y lloró la noche entera. Lloró por su amor perdido,  por la incertidumbre de su vida,  por la pérdida de ese bello futuro que nunca llegaría a tener, pero cuando llegó la mañana Shun se prometió a si mismo ya no llorar más, Shaka no se lo merecía, no se merecía su amor o su sacrificio, mucho menos se merecía el hijo que ya venía en camino, eso había sido lo único bueno que había resultado luego de tanto sufrimiento.

 

El grupo de cinco muchachos permaneció escondido en las cuevas de la montaña varias semanas hasta que Shun pudiera sanar de su heridas, luego partieron hacia el norte, no podían quedarse en ese pueblo ni siquiera en esa región después de lo que había pasado.

 

Los días pasaban con pasmosa calma, los caminos estaban vigilados pero no fueron detenidos, era como si la carreta y sus cinco pasajeros fueran invisibles a la guardia de la iglesia y así era, ese fue un hechizo muy útil cortesía de Shiryu que siempre fue muy útil con las ilusiones. Shun le había pedido que le enseñara porque tenía planeadas muchas cosas para su futuro y entre esas cosas se incluía una pequeña venganza.

 

En el pueblo de Volantis a raíz de lo que sucedió en la plaza aquel día, los habitantes se habían vuelto temerosos y supersticiosos, la iglesia no podía controlarlos ni devolver a la gente la calma, todos estaban aterrados con la aparición del ángel oscuro que ahora creían acabaría con sus vidas en especial porque a partir de aquella fatídica mañana no había parado de llover, era como si una maldición hubiera caído en esas tierras, la lluvia y el frío era ahora una constante en aquel pueblo.

 

Shaka no salía de su casa, pasaba como muerto en vida sin poder dormir. La visión de Shun como un angelical demonio lo perseguía y no lo dejaba vivir. Y el rubio no era el único caso, el sacerdote Mu empezó a tener visiones extrañas que le perseguían todo el día. Él podía ver y escuchar todo el día y todos los días al espíritu de Shun atormentándolo incansablemente y reclamándole por sus mentiras y por sus engaños.

 

Al inicio Mu lo ignoraba pero la falta de sueño y la constante angustia de tener que ver ese hermoso rostro que se presentaba ante él con graves señas de quemaduras y que le gritaba en el oído el día y la noche entera hizo que Mu se encerrara en sus habitaciones y no saliera, no hablaba con nadie, no comía, no dormía y solo repetía como mantra: “No eras para él”

 

Finalmente, al cabo de algunos meses, el sacerdote cedió ante la presión. Confesó en la plaza pública que él había sido quien había fabricado las pruebas de culpabilidad en contra de Shun, que lo habían acusado injustamente, que ni él ni su hermano o los otros chicos que esa tarde  habían desaparecido habían hecho daño a nadie y que ahora él estaba pagando sus culpas. Mu pensó que con eso sería suficiente para alejar las terribles visiones de su mente pero no fue así y poco a poco perdió la razón. Tuvo que ser llevado a un manicomio en donde vivió los últimos días de su vida rodeado de visiones terribles, preso dentro de su propia mente, una prisión de la que jamás podría escapar.

 

Desde un pueblo algo lejano, un joven de cabellos y ojos verdes miraba el presente en el fuego y mientras acariciaba su abultado vientre sonreía con una expresión extraña en su rostro, al fin se había podido vengar de los que le habían hecho daño pero eso no le había devuelto la paz y la alegría que en esos fatídicos días había perdido, Shun se sentía vacío y solo, por más que lo había intentado no había podido arrancar de su corazón el amor por Shaka y eso lo estaba matando poco a poco.

 

Ikky le había dicho que debería dejarlo pasar y olvidarlo pero Shun no podía. No podía dejar pasar todo lo que sufrió siendo inocente, por ello maldijo a Mu con visiones que le harían perder la razón, maldijo también al pueblo entero con lluvias, sequías, muerte para las plantas y animales, pobreza y abandono, pero aún faltaba la última maldición, su último verdugo aún no había probado los alcances de su ira y de su decepción: Shaka.

 

Antes de decidir qué haría con él, Shun lo vio por muchos días en el fuego. El joven se estaba preparando para la llegada de su bebé pero quería terminar con aquella etapa tan dolorosa de su vida y decir adiós a ese amor que tanto daño le había hecho así que pensó enviarle a Shaka alguna enfermedad o algo parecido, quería verlo sufrir y retorcerse del dolor, quería que pensara en él, por lo que estaba considerando enviarle visiones de ese hermoso futuro que juntos había pensado y ahora era imposible,  pero lo que vio en el fuego en esos días le hizo reflexionar.

 

Shaka no salía de su casa y se había dedicado al alcohol, había despedido a todos sus sirvientes y estaba solo, completamente solo, pasaba horas completas mirando al fuego desde el sillón que había sido de su padre y no salía, no hablaba con nadie, se había enclaustrado en casa escondido de la gente.

 

Pronto sus tierras por falta de cuidado y trabajo se perdieron, las cosechas se pudrieron, los animales murieron y toda esa región cayó en la más absoluta desolación. Shaka lo había perdido todo y día tras día, noche tras noche, se emborrachaba para tratar de ahogar su tristeza al darse cuenta de lo que había pasado. Cuando puso en perspectiva su vida y su relación con Shun se dio cuenta de algo tan obvio y simple que en su momento no pudo ver: Shun lo amaba y lo único que quería era compartir su vida junto a él. Shun era inocente de todo lo que se le habían acusado, era inocente y él mismo había encendido el fuego de la hoguera. Él lo había alejado de su vida. Lo había matado.

 

La culpa lo consumió poco a poco y del hombre que fue no quedó ni la sombra, se convirtió en lo que era ahora y todo eso lo hizo sin ayuda de Shun que luego de que su hija naciera decidió que no valía la pena seguir guardando rencores, él estaba lejos y con el tiempo olvidaría… con el tiempo olvidaría…

 

***

Cuando los humanos son felices el tiempo les vuela de las manos, la vida pasa como un suspiro mientras el alma canta, pero… cuando los humanos son desdichados los minutos se vuelven horas, los días parecen eternos y la desesperación atrapa sus almas torturándolas y endureciéndolas.

 

Shun miró nuevamente el dije en forma de sol y se puso de pie, Shaka lo imitó y tomó su mano con desesperación al rogarle:

– No, por favor, no te vayas – luego de escuchar la historia de Shun, de su hija, de todo lo que hasta ese día había ignorado, Shaka sentía que debía tratar por lo menos de retener al amor de su vida, no podía permitir que Shun se volviera a ir así de su vida

– No tengo nada más que hacer aquí, pronto va a amanecer y tenemos que seguir con nuestro viaje

– Shun… por lo que más quieras, perdóname… fui un estúpido… perdóname, por favor…

– Tú me mataste Shaka, el que no haya muerto no borra lo que hiciste, tenía que verte hoy porque quería recuperar el dije de mi padre pero ten por seguro que nunca volverás a verme, ni a mi ni a mi hija, mírala ahora y mírala bien porque es la única vez que la verás.

– Shun no… ten un poco de compasión

– ¿Compasión?, claro, tendré la misma compasión que tú me mostraste a mi cuando no confiaste en mi palabra y me prendiste fuego. Yo puse mi vida en tus manos, confié en que tu amor sería mas grande que tu prejuicio, aposté por ti y lo perdí todo, no tengo nada más que dar, ni siquiera mi perdón. Adiós Shaka, disfruta la vida que elegiste.

 

Shun pasó las manos por su cabello e inmediatamente recuperó la tonalidad verde que tenía antes y se mostró con su verdadero rostro ante Shaka que no pudo evitar las lágrimas que se agolpaban en sus ojos. Ahí frente a él estaba el hombre que amaba, el hombre que aún amaba pero la mirada en sus ojos era totalmente diferente, antes en aquellos ojos verdes encontraba amor y devoción mientras que ahora había solo rencor, esa hermosa alma que solía ser tan pura y bondadosa ahora se mostraba dura e inaccesible. Shun era el mismo pero había cambiado, ya no era el muchachito inocente que le había entregado su vida, él era el causante del cambio en el joven de ojos verdes que se puso su sombrero, tomó la mano de su pequeña y en compañía de su hermano y sus amigos salió de la taberna

 

Shaka lo dudó solo un momento pero tomó su capa y salió corriendo tras aquel grupo, gracias a todos los dioses aún estaban afuera, Deví estaba de pie en el frío de la noche mientras Shun le acababa de acomodar su capa de viaje, cuando estuvo lista tomó la mano de Hyoga que la subió al caballo en el que iba a viajar pero antes de montarlo, aquel rubio se volteó y buscó los labios de Shun para unirse en un suave beso.

- ¡No! ¡Esperen!, Deví… ¡yo soy tu padre!, ¡esperen, por favor! – Shaka corrió la distancia que los separaba pero no pudo llegar hasta Shun que lo miraba con completa furia porque Ikky le salió al paso deteniéndolo.

- Tú no eres mi padre, este es mi papi Shun y este es mi papá Hyoga, tú no eres nadie – respondió la niña señalando a sus padres en turno cuando dijo sus nombres.

Shaka cayó de rodillas al lodo del camino mirando como Hyoga montó el caballo en el que ya estaba acomodada la niña y con un espuelazo instó a su caballo a partir, Shun montó su caballo también y sin decir nada más salió tras el rubio que ya estaba al final de la calle con Seiya y Shiryu que se habían adelantado.

- No nos busques mas porque no nos vas a encontrar, Shun te ha olvidado y ahora es feliz, debes aceptar las consecuencias de tus actos y el alcance de tus decisiones, si lo hubieras elegido a él ahora serías tú el que cabalgaría a su lado y junto a tu hija, pero no lo hiciste, yo… Vi esto en las llamas, te vi a ti destrozado y hecho un guiñapo humano, vi sufrir a mi hermano y llorar lágrimas de sangre pero no podía impedirlo, el destino y la vida tienen su manera de obtener lo que quieren. Hasta nunca Lord Shaka de Virgo, deja de revolver el pasado porque solo encontrarás cenizas – Ikky montó finalmente su caballo y siguió a su hermano y a sus amigos perdiéndose una vez más en la noche, Shaka se quedó allí en medio de la lluvia con el corazón destrozado y el alma deshecha.

 

Shaka aún no lo podía creer, la vida se había burlado de él una vez más, Shun había cambiado para siempre y todo fue culpa de ese amor maldito que los consumió en las llamas de su pasión y no dejó nada, solo huellas en sus almas y cicatrices profundas de las que jamás se podrían recuperar.

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por haber seguido esta historia hasta el final, espero verlos en mis otras historias de por ahí

Cuidense mucho, saludos, bye


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