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Slap por Fantasma

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Notas del fanfic:

Nadie me pertenece, ni siquiera la habitación.

Aclaro que el color de cabello de uno de los personajes no coincide con su look actual y tampoco su hora de ensayo.

Notas del capitulo:

Esto queda como oneshot, escribí solo lo que tenía pensado y no iba más c:

Las cinco de la tarde, "hora del té," como decía aquel pequeño vocalista al terminar el exhaustivo ensayo de los viernes y salir pitando de la compañía sin despedirse ni aceptar invitaciones, yendo a un lugar que para el resto de la banda era desconocido como el país de las maravillas,  ninguno sabía por qué a veces solía ir a quien sabe dónde. Nadie reclamaba, nadie preguntaba, él era en pocas palabras alguien excéntrico, lo habían imaginado en mil y una situaciones desde yendo al gimnasio en secreto (cosa improbable) hasta siendo alguna especie de mafioso (aún más imposible) o tal vez como los cuatro, necesitaba un poco de aire libre para despejarse de tanto trabajo semanal y eso podían entenderlo a la perfección dejándolo ser, "los fines de semana son sagrados" decía Aoi.

 

Con la música de Daft Punk a un alto volumen sonando por los parlantes y los vidrios arriba, iba manejando por la intrincada ciudad japonesa cantando alguna que otra estrofa sin miedo a ser visto por el polarizado. Se movía en su asiento de la gamuza más fina, simulando bailar y en los semáforos aprovechaba para mover hasta sus brazos rozando el techo del vehículo negro que había comprado hace dos meses por recomendación de Reita.

Unos cuarenta minutos conduciendo, sin tanto tráfico, para su suerte, lo habían ayudado a llegar poco más temprano. Estacionó frente al lugar casi despoblado y poniéndose los lentes de sol de diseñador, más por costumbre que otra cosa, bajó de su auto cargando un bolso dorado que solía llevar a todas partes, en donde tenía prácticamente, todo.

La temperatura había bajado a medida que el sol daba paso a la luna, rechistó a causa de la brisa fresca acariciando su cuello, el invierno se acercaba y odiaba esa estación. Dando pasos cortos hasta la entrada sólo se oían sus pisadas en el caminito de piedras y el leve chirrido de la puerta principal al ser abierta.

Saludó a la mujer tras el mostrador y esta lo recibió con un asentimiento entregándole unas llaves herrumbradas unidas en un llavero que más bien era una cuerda desgastada. Subió las estrechas escaleras aún más ruidosas que la puerta a cada paso sujetándose de los pasamanos y en el tercer piso abrió la habitación al final del pasillo apenas iluminado con un foco azul.

Una sonrisa se pintó en sus labios, se sentía en casa, por más que estuviese a kilómetros de ella, ese lugar era su segundo hogar, apartado del mundo y a pesar de las condiciones del edificio allí dentro era realmente acogedor, tenía una decoración minimalista, inspirada en la geometría y el monocromo, absolutamente todo era blanco y negro, tal como le gustaba. Dejó su bolso sobre la cama y fue a darse una refrescante ducha. Se despojó de sus prendas, sintiendo el roce de la tela fina de su remera dos tallas más grandes deslizándose por sus hombros en un contacto suave, luego sus leggings oscuros ajustados fueron a parar sobre la alfombra blanca del baño. Sólo en ropa interior se miró en el espejo masajeando sus sienes y mejillas para relajarse, peinando sus cabellos castaños con los dedos, suspiró quitándose finalmente el slip, quedando desnudo, con su clara piel expuesta ante esas cuatro paredes de la habitación. Abrió la canilla y entró bajo el agua caliente dejando a las gotas cristalinas recorrer su cuerpo, deslizándose desde la nuca hasta los pies, eso lo relajaba más que nada, en el silencio envuelto en la calidez, tocándose sin pudor alguno en presencia de los últimos rayos de sol colándose por la ventana.

Empezaba acariciando sus brazos, luego sus hombros, masajeándolos con sus finos dedos que iban hacia su clavícula bajando por su delicado pecho, gimió bajito cuando rozó sus tetillas erectas por el contacto, las prestó atención moviendo circularmente sus pulgares sobre ellas y haciendo leve presión entre suaves pinchazos que mandaban ligeras descargas eléctricas por su organismo. Luego bajó a su cintura, estrecha luego de la última dieta que había hecho, acarició sus costados, la piel se le erizó, con una mano recorrió su vientre hasta llegar a su miembro semi erecto, sonrió ignorándolo para pasar a sus suaves nalgas, estrujándolas con gusto, relamiéndose ante los placeres simples de la vida.

Sin más cerró la canilla, saliendo de la ducha, tenía una mullida toalla a su alcance, se secó y envolviéndola por su cintura volvió a la habitación.

La cama lo invitó a recostarse y así lo hizo extendiendo sus extremidades, al rato acercó su bolso dorado rebuscando en su interior, quitó un espejito y algo de maquillaje. Se recostó por la cabecera apoyado en las almohadas a rayas monocromas, no necesitaba tanta base ya que su piel era de por sí muy hermosa y cuidada, aplicó una ligera capa por su rostro y cuello, cubriendo sus lunares y luego tomó el delineador negro enfatizando su mirada almendrada; habiendo logrado un efecto felino, pasó con suavidad el cremoso labial rojo delineando completamente sus carnosos labios, resaltándolos aún más con el gloss sabor cereza que le había regalado Kaolu. Terminado su maquillaje se dispuso a vestirse; en la pequeña cómoda, ultimo cajón, siempre estaban sus ropas, tarareando las canciones que venía escuchando, fue colocándose sus prendas, esta vez un ajustado corsé rojo con volados de encaje negro y detalles bordados en granate que fue colocándose cuidadosamente tensando en partes la cuerda oscura que lo sujetaba uniéndose en su espalda, luego deslizó a lo largo de sus suaves piernas unas bragas del mismo color, hechas del más fino encaje y con eso complementaría su look.

Fue a mirarse en el espejo de cuerpo completo que estaba en la entrada de la habitación, sonriendo, se fijó en su ropa la cual estaba bien puesta según él, de paso ajustó más el corsé, sentía su cintura y tórax atrapados en esa prenda, estrecha, sin poder respirar correctamente, pero amaba la silueta que creaba las curvaturas de las varillas.

Satisfecho, volvió a la cama para retocar su maquillaje, unas sombras marrones le vendrían bien con el delineado negro y los labios rojos. Terminada esa acción buscó en su bolso su teléfono, tenía que estar en alguna parte, revolvió, revolvió entre tantas cosas y cuando lo encontró, peinó un poco su cabello liso con los dedos, acomodando mechoncitos de su flequillo, "click, click click" una foto tras otra, de hecho tenía miles de fotos suyas que nunca compartiría, llevaba como un archivo de maquillaje que había usado, algunas se los mostraba a su estilista para ver en qué mejorar y aparte de eso también coleccionaba capturas de la ropa que había usado, una gama realmente extensa incluyendo todo tipo de trajes fetichistas y colecciones de diseñador, en su ropero ya no cabía ni el aire.

Un "toc toc," dos suaves golpes en la puerta interrumpieron sus sesión de fotos que ya había avanzado frente al gran espejo, de inmediato guardó sus cosas en el bolso y lo dejó sobre la cómoda para ir a recibirlo. Sabía quién era, solo esa persona llamaba de esa forma al llegar.

Chequeando todo por última vez, dio dos vueltas a la llave, girando el pomo y abriendo despacio, tras la puerta estaba él, quien esbozó una sonrisa al verlo, sin decir nada entró, cerrando de nuevo, asegurándose de que nadie molestaría.

El recién llegado tomó su tiempo para apreciar al más bajo quien estaba parado a su lado con la cabeza gacha y las mejillas sonrosadas, su mirada fija puesta en su cuerpo adornado con la más cara lencería que él mismo se encargaba de comprarle dio la impresión al vocalista de que sería devorado y eso creyó confirmar cuando el otro lo abrazó casi asfixiándolo, más que su corsé, recorriendo todo su cuerpo con sus ásperas manos entre caricias.

El recién llegado guitarrista lo tomó del mentón y en un susurró ordenó "mírame," fundiendo luego sus miradas, gris con almendra, diciéndose mil y una cosas sin palabras en el silencio del moribundo atardecer. No pudo resistirse a esos jugosos labios rojos que lo incitaban a pecar y sin pedir permiso lo besó quedando encantando por el suave contacto sabor cereza, el cual degustó recorriendo con la punta de su lengua casi retirando todo el labial, luego exploró la cavidad ajena quien se dejó hacer hasta quedar sin aire. Deslizó sus manos hacia aquellas nalgas redonditas que el castaño ocultaba tan bien bajo sus ropas diarias.

El vocalista gimió dentro del beso sintiendo como las manos ajenas se colaban dentro de su ropa interior recorriendo sin pudor, apretando la piel de la zona al final de su espalda, dando ligeros masajes que lo hacían pedir más. Entre besos y  caricias se dirigieron a la cama de sábanas de seda negra, el guitarrista depositó suavemente al castaño subiéndose sobre él mientras acariciaba esas blancas piernas que hacían contraste con la oscuridad de las telas, luciendo puras y radiantes, un quejido se oyó en aquel profundo beso que compartían cuando el rubio guitarrista clavó sus uñas en aquellas preciosas piernas dejando un rojizos caminitos que no tardaron en sangrar.

"Voltéate," segunda orden de la noche que el vocalista realizó sin rechistar, exponiendo su trasero al más alto que lo miraba con gula. "Delicioso," lo escuchó decir, mientras pasaba sus manos apretando esas nalgas que lo volvían loco pellizcándolas con gusto al ver como el otro se retorcía cerrando sus ojos. La fusión áspera de las yemas de sus dedos y la suave piel ajena era una combinación perfecta.

Sin más rodeos tomó con ambas manos la goma de las bragas rojas y de inmediato el castaño se levantó un poco dejando que estas se deslizasen hasta parar en algún costado del colchón. Un fuerte golpe seguido de un agudo gemido rompieron el silencio, el vocalista sintió el dolor y sin avisar una segunda nalgada aún más fuerte lo hizo gritar, otra nalgada y aquel nombre volvía a escapar de sus labios. "Tora, Tora, Tora," repetía una y otra vez entre jadeos, su mirada se aguaba y trataba de no emitir más sonidos. Sentía el ardor recorrer en su piel enrojecida, picaba, dolía, pero lo peor de todo, lo excitaba. La idea de tener la marca de las manos ajenas en su cuerpo, sentir cada golpe aún más fuerte, escuchar como resonaba en la habitación haciéndolo temblar en cada impacto. "Maldición," notó su miembro endurecido aprisionado entre la sábana, el rubio había cesado las nalgadas y ahora acariciaba sus muslos recorriendo los caminitos que había hecho al rasguñarlo, gimió suavecito mientras regulaba su respiración e intentaba no moverse.

Tora se deleitaba ante la suavidad de la piel ajena, repasando cada cicatriz antigua y no tan visible de sus encuentros anteriores, llevaban unos meses jugando con el mismísimo fuego y ambos disfrutaban quemándose, cada vez que les daba el tiempo, en aquella habitación alejada de la ciudad que ambos habían rentado, donde podían relajarse y pasar un buen rato. Aquella curvatura encajaba perfectamente con las palma de sus manos, el castaño tenía unas nalgas preciosas a su parecer, las estrujó y masajeó en movimientos circulares, las estiró separándolas y luego juntándolas para mover de arriba a abajo aquella suave piel, deleitándose, luego repartió pequeños pinchazos escuchando los grititos reprimidos del más bajo.

Una risita del rubio hizo saber a Ruki que este se había dado cuenta de su erección por más pegada que este al colchón, se removió un poco entre las grandes manos que lo aprisionaban y levantó las caderas para darle a entender que era suficiente. "¡Aaaah!" Otra fuerte nalgada lo hizo volver a acomodarse y volvió a sentir las ganas de llorar que fueron aún más justificadas luego de sentir la mano ajena marcándose nuevamente en su nívea piel enrojecida.

El rubio, ya sin ropa interior, puso todo su peso sobre el más bajo recargándose y restregando su creciente erección por el trasero ajeno, moviéndose en un suave vaivén, susurró a su oído un "voltéate."

El castaño podía sentir la falta de aire al tenerlo encima con sus manos acariciando sus brazos y la dureza ajena, tentándolo al simular embestidas, trataba de darse vuelta como le habían ordenado y al no poder su acompañante solo se reía de él. Luego de mucho intentar el guitarrista había aligerado su peso dejando que se voltease para quedar cara a cara.

Se miraron fijamente, devorándose en silencio, no esperaron demasiado para iniciar un nuevo beso, Ruki no tardó en aferrar sus piernas en las caderas del más alto, haciendo del contacto algo aún más cercano, sin dejar espacios de por medio tal como sus bocas unidas en aquel intercambio, mordisqueándose los labios entre suspiros, compartiendo caricias que cada vez subían más de tono, sintiendo como sus miembros se rozaban anhelando ser atendidos.

Se separaron luego de unos minutos para respirar agitados, el vocalista se extendió a lo largo de la cama tratando de regular su respiración mientras Tora iba por algo en su bolso dorado. Él no necesitaba pedir permiso para husmear en sus propiedades, sabía con exactitud dónde ponía cada cosa, cuando volvió a la cama, se encontró con un Ruki despeinado, con el maquillaje oscuro un poco corrido, el corsé rojo aún puesto dificultándole la respiración y una obvia erección exhibiéndose descaradamente al igual que su mirada fija en los ojos grises de su acompañante.

El vocalista se sentó en la cama cuando el otro lo había tomado de la cintura elevándolo, quería abrazar al guitarrista que también estaba sentado sobre el colchón pero este lo detuvo agarrando su mentón, obligándolo a quedarse quieto para pasar aquel cremoso labial rojo que se había puesto antes, repintando su tentadora boquita. Terminada esa labor, ambos sabían lo que venía, el rubio se sentó al borde de la cama y de inmediato el más pequeño se bajó al piso arrodillándose entre las piernas ajenas, llevando sus manos atrás de su espalda, luciendo una sonrisa al tener aquel miembro frente a su rostro tan solo para él, sin rodeos, saboreó la punta con su lengua escuchando un leve jadeo de parte del guitarrista, siguió, lamiendo desde la base, trazando un caminito de saliva hasta llegar arriba y luego ir descendiendo repartiendo suaves chupones a lo largo de aquella extensión. Ya lubricado, se dispuso a engullirlo, jugando con maestría en el inicio, controlando sus movimientos con aquel miembro empezando a invadir su boca, subía y bajaba sin introducirlo en su totalidad, saboreándolo, tenía el control o eso creía cuando el otro sin avisar jaló con fuerza de sus castaños cabellos, empujando bruscamente hacia adelante obligándolo a engullirlo en su totalidad robándose todo su oxígeno.

Tora apreciaba el hermoso rostro ajeno con algunas lágrimas escurriendo de sus ojos cerrados, tomó el control jalando nuevamente esa cabellera creando un vaivén lento, sin prisas, donde el otro tenía más tiempo para tratar de acostumbrarse a tan repentina invasión.

Subía y bajaba entre obscenos ruiditos productos de la succión que ejercía el más bajo, su garganta picaba como los mil infiernos, su cabeza dolía y las ganas de llorar volvían en lo que Tora aumentaba el ritmo, satisfecho al ver cómo su miembro era coloreado en un tono rojizo gracias al labial ajeno; la vista era sublime aún más cuando los labios de Ruki rozaban la base y lo sujetaba firme para que no pudiese retroceder sintiendo de inmediato la garganta del vocalista simular tragar para no sucumbir a la falta de aire y su rostro sonrosado mientras lagrimeaba mirándolo a los ojos en aquella incómoda situación.

"Click, click, click," foto tras foto guardadas en el celular del guitarrista, aquello era un cuadro perfecto pintado en lágrimas ajenas que fue roto al liberar al castaño que estando a punto de quedar sin el vital oxígeno empezó a jadear, escurriendo saliva y líquido pre seminal, entremezclados con su labial ya tenue luego de tanta fricción, intentando recuperarse, sin demasiado éxito, culpa del corsé. La gloria duró poco cuando nuevamente tuvo su cavidad bucal llena hasta la garganta con la extensión ajena, no había tenido tiempo de tomar suficiente aire y el movimiento no era para nada gentil causándole arcadas en cada embestida, podía decir que él se estaba follando su boca y sin delicadeza alguna, ya que el otro se balanceaba jadeando ante el placer que le proporcionaba al hundirse en aquella experta cavidad húmeda que aún entre tanta rudeza podía succionarlo entre gemiditos y mover su lengua con maestría, aumentando el placer que lo acercaba cada vez más al orgasmo.

Disminuyó el movimiento sin retirar su miembro de la boca ajena tomando con ambas manos el dulce rostro para acariciarlo, Ruki se movía por sí solo auto penetrándose, ya con la mirada perdida y la respiración errática, el maquillaje disperso a causa del sudor y las lágrimas. Eso contribuyó a la excitación de Tora que retomó el mando estirando los castaños cabellos, oyendo el quejido de su acompañante ante el cambio repentino, una, dos, tres embestidas y Ruki se quedó sin aire sintiendo el excitante pánico nublar su vista, cuatro, cinco, seis y Tora se había corrido sintiendo la descarga eléctrica en cada rincón de su cuerpo soltando al vocalista, derramándose por su rostro y parte de su pecho hasta que lo oyó caer al piso desmayado con una sonrisa en los labios.

Sin prisas y tratando de recuperarse lo subió a la cama, él también había tenido un orgasmo antes de perder la conciencia, "tú, pequeña zorra," rió acomodando su cuerpo para luego limpiarlo. Y dejando sus lentes de contacto grises en su frasquito, llevó algo de antiséptico para las heridas de su acompañante, retiró su corsé con dificultad, limpió sus esencias del cuerpo ajeno con una toallita y aplicó un poco del medicamento en sus rodillas raspadas y otro poco donde lo había rasguñado masajeando con sus yemas esa piel suave que lo fascinaba. El reloj marcaba recién las nueve con veinticinco minutos, podía ir a casa y dejar a Ruki descansando aunque por esa vez pensó que sería buena idea quedarse, envueltos en un cálido abrazo, escuchando la calmada respiración de su amante.


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