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Fuego Negro por Aliena001

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Notas del capitulo:

Un enfrentamiento poco convencional entre Manigoldo de Cáncer y Kagaho de Bennu

Ardiente, feroz, raudo, veloz, imparable, despiadado… tantos epítetos que se le venían a la mente al tener ante sí a aquel hombre de quien había escuchado muchas cosas, sobre todo desde su “hazaña” con Hasgardo; no es que le temiese, ni mucho menos que desease asesinarlo en “singular combate” como había escuchado decir más de una vez a El Cid (y de lo que se había burlado sin piedad), tampoco es que es su vecino del Segundo Templo fuese su “hermano del alma” y quisiese venganza como lo proclamaban esos chiquillos que Tauro cuidaba y recogía como quien recoge perros callejeros… simplemente era que si existía “alguien” con el suficiente poder para haber puesto fuera de combate al gigantesco Toro dorado, quería verlo y hacerlo morder el polvo.  A diferencia del psicópata de Kardia, a Manigoldo no le importaba un duelo a muerte, era simplemente el saber qué cosa tenía ese espectro y qué clase de poder o aura lo envolvía como para que su nombre fuese sinónimo de terror en los círculos bajos del Santuario; y ahora al tenerlo delante de sí, el guardián del Cangrejo Celestial no pudo evitar lanzar un sonoro bostezo y cruzarse de brazos, con una expresión de absoluto aburrimiento.

-Te imaginaba un poco más alto – fue lo que dijo.

El espectro apretó los puños y su mandíbula, la cual se tensó y se destacó cual martillo listo para atacar, ¡¿quién se creía ese enemigo de poca monta para despreciarlo de semejante manera?!  Sin ponerse a medir las consecuencias elevó su cosmos, llamas negras lo envolvieron y calcinaron la poca vegetación seca que se hallaba en aquel sitio mientras que la arena se volvía silicio transparente, atacada por aquel calor infernal comparable al del corazón del Sol; apenas había visto a un caballero dorado, el gran Toro, y ahora éste estaba allí, con un gesto indolente en su rostro, como si estuviese en alguna fiesta aburrida… aquellos mal llamados santos atenienses eran insufribles, y no merecían más que la muerte, su sola presencia ofendía al señor Hades y eso él jamás lo permitiría.

-¡¡Veamos si logras vivir para seguir con tu estupidez!! – exclamó Kagaho furibundo.

Pero entonces algo pasó, algo que nunca en toda su vida pensó o tan siquiera consideró: usando su velocidad de la luz aquel despreciable y engreído sujeto fue hacia él… y simplemente lo besó en los labios.  Fue un beso fugaz, rápido, no tomó más que unos pocos segundos, tampoco fue un beso apasionado, cargado de deseo o lascivia, simplemente fue un suave roce de los labios, apenas los labios tocándose; los ojos oscuros de Kagaho se abrieron todo lo que pudieron, el cosmos oscuro y llameante se apagó y la ira a punto de desbordarse se embalsó como por arte de magia; el espectro pareció conmocionado, y su desconcierto aumentó más cuando Manigoldo se separó unos pocos centímetros, sus labios rozando aún levemente los del otro, esbozó su característica sonrisa algo retorcida y que nunca nadie sabía qué esperar o qué escondía y luego se separó un poco más.

-No está mal, sólo debes practicar más… si logramos sobrevivir a esta guerra, ven al Santuario, me gustará saber qué se esconde tras esa armadura – y sin más se fue caminando de allí, tarareando una canción de moda y sin preocuparse que a sus espaldas dejaba a un mortal enemigo que podría matarlo sin la menor duda.

Kagaho permaneció congelado, casi sin respirar, sin dejar de mirar la espalda de aquel hombre que se alejaba con total parsimonia; soltó finalmente el aire de los pulmones, frunció el ceño, dio media vuelta y se alejó del lugar a grandes zancadas, con el corazón azotando el pecho con cada paso.  Sus manos se mecían por un leve temblor mientras ansiaba aspirar con fuerza… no podía darse el lujo de distraerse, su señor Hades lo necesitaba y confiaba en él ciegamente, la guerra avanzaba a pasos agigantados y tanto los espectros como los caballeros se mataban entre sí para diezmar las filas contrarias… pero quizás y como dijo aquel sujeto, si lograban sobrevivir volvería a buscarlo y le enseñaría a ese petulante lo que significaban las llamas y la conflagración del Benhu.   


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