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3063 (Don't Try To Change Me) por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

Porque me moría de ganas de hacer un ChenBaek.

ñehehe~

PD: Parku, gomawo~ ♥

En el frío uno puede encontrar muchas cosas: tristeza, dolor, soledad...a lo sumo comodidad o a alguien que lo acompañe.

Él encontró algo mucho mejor, él encontró una casa y a un joven casi sacados de otro siglo.

 

-¿Qué puedo hacer para ayudarte?

Jongdae lo miró a los ojos: ¿Qué le diría si se sinceraba por lo menos una vez?

-Sáname—gimió, entornado sus ojos vidriosos—. Lo único que quiero hacer ahora es curarme.

 

 

3063

 

1_Take me by the hand, take me somewhere new.

 

Estaba helando. Tiritaban tanto sus dientes como sus huesos, pero estaba dispuesto a seguir esperando. El puente de piedra no ayudaba a calentar sus manos, se había olvidado los guantes en casa y sus orejas se congelaban por no haberse puesto un gorro. No obstante, Baekhyun había supuesto que no los necesitaría, que llegaría en unos minutos, que vendrían a buscarlo pronto.

Escondiendo sus dedos bajo sus palmas, miró el granito brillar por el rocío y la niebla. No sabía qué hora era, tampoco buscaba averiguarlo. La Luna llena había alcanzado su punto más alto, el brillo amarillento que reflejaba cuando salió de su casa no se comparaba a la luz escuálidamente blanca que se difumaba ahora alrededor con la neblina. El cielo no era ni negro ni gris, era una aburrida mezcla entre ambos, un cielo que cargaba con una especie de llovizna o niebla espesa, no sabía ni le importaba.

Moviendo sus piernas de tanto en tanto para verificar que no se le habían dormido por el frío, observó el arroyo bajo él, bajo el puente. El viento apenas alteraba la quietud del agua. Su rostro se veía a la perfección, su mirada dormida y su boca sellada, reseca. Sus orejas rojas como su nariz, su mentón endurecido y el cuello oculto entre sus hombros. No había hablado en lo que le parecieron años, intentó tranquilizarse pensando que sólo habían pasado segundos. Largos, dolorosos e interminables segundos.

Sabía que no irían por él, sabía que estaba esperando en vano, que hacía el ridículo parado ahí a esas altas horas de la noche. Aún así, apretó los labios y los sintió tirar, probablemente se abrió uno con un mísero corte, pues el sabor metálico ya iba picando en la punta de su lengua. Separó como pudo los dedos de sus pies, atrapados bajo las medias largas y las botas. Le hormigueó hasta la pantorrilla y se sacudió, presa de un escalofrío.

Lo peor de todo era que la gente pasaba y se iba, los autos doblaban en las calles contiguas y sus faros lo iluminaban efímeramente, las bicicletas cruzaban el puente y podía sentir la ráfaga de viento que chocaba contra su espalda por el desplazamiento: todos los que pasaban estaban apurados. Significaba que ya era tarde, que hacía frío…y que ninguno de ellos era Chanyeol. En absoluto.

Cerrando los ojos y graznando con dolor, luchó por contener las lágrimas en sus ojos y se irguió, inspirando con fuerza para sentir el movimiento de sus fosas nasales. Su mentón, automáticamente, comenzó a temblarle. Los hombros se le sacudieron y tensó la mandíbula, apretó los dientes. Presa, presa total de la vergüenza y la amargura, apoyó su frente contra las piedras que formaban el barandal del puente y ocultó luego el rostro entre sus brazos cruzados, sin importarle la incómoda postura y el hecho de que así cualquier maleante pudiese tomarlo tranquilamente por sorpresa para despojarle de sus cosas. Aunque en esos momentos no tenía nada, absolutamente nada.

Había discutido con sus padres, se había salteado la cena y había huido patéticamente por la ventana de su cuarto, había caído contra el suelo y los arbustos y había corrido agazapado, ignorando el dolor de sus rodillas y sus brazos; las plantas de los pies tiraban de dolor, no había caído agachado y había forzado a sus piernas a impulsarlo demasiado rápido.

Era patético, daba lástima y sólo en esos momentos lo estaba admitiendo. La frente le palpitaba y las orejas se entumecían, rogando por calor. Pero no podía irse, necesitaba saber si Chanyeol se dignaría a aparecer. Era capaz de esperar hasta el amanecer, incluso seguir así hasta el día siguiente y el siguiente a ese. Era capaz de esperar por siempre.

Pero, ¿Por qué no aparece?

Byun Baekhyun volvió a incorporarse y pasó el dorso de su mano helada contra la nariz, lastimándose. Inspirando una vez más y con el aire raspando hasta sus sienes, tosió dejando escapar el aliento helado de entre sus labios. Miró alrededor y se giró, dispuesto a irse: quizás la culpa era suya por no llevar el teléfono encima. Quizás Chanyeol le había llamado o dejado un mensaje y él no se había dado cuenta. Quizás había pasado a buscarlo por su casa a pesar de haber acordado encontrarse en ese puente. Quizás…quizás estaba demasiado ocupado con Yifan, a quienes ya no sabía si identificar como amigo o como amante. Chanyeol era demasiado raro, su forma de ser era caóticamente atractiva. Desastrosamente adictiva y tóxica, desopilantemente…nocivo. Un día estaba con uno, luego con otro, y así porque sí. Porque quería, quería y podía. Baekhyun, a pesar de estar al tanto, se sentía con la responsabilidad y derecho a cambiarlo, a hacer algo al respecto. Lamentablemente, Chanyeol no parecía estar cooperando, mucho menos después de que Baekhyun le suplicase ser únicamente suyo, el primero, el último y el único en su vida.

Chanyeol no se consideraba monógamo.  Baekhyun no pensaba compartir lo que más añoraba en el mundo.

Con la escarcha haciéndole resbalar y las manos incapaces siquiera de frotarse una contra otra, dio dos pasos, revisando su temperatura corporal y la disposición de sus extremidades a la hora de responder a su cerebro. Se movió torpe y hosco, el frío lo estaba matando.

Dos cuadras más adelante se dio por vencido, su cuerpo dolía y tensaba demasiado como para seguir andando. Se desplomó contra un poste de luz y cayó lentamente al suelo; buscó separar la tela del jean de sus piernas, el contacto quemó y cortó como un cuchillo, las rodillas se le asfixiaban contra las costuras que raspaban. Las medias se le habían bajado a la altura de los tobillos y se habían arrugado, la ventisca tranquilamente se colaba para atacarle por debajo de la ropa, era espantoso. Bufando, tragó saliva y fue temblando y balanceándose hasta lograr acomodarse los calcetines. Un último resoplido marcó el fin de todo esfuerzo. Fue cerrando lentamente los ojos y no le importó quedarse allí, en el medio de la nada, muerto de frío y dormido.

Quizás eso era mejor.

 

 

Un humeante calor le abrigó la boca y la nariz; sus ojos cerrados picaron por abrirse, el olor a café se estaba volviendo demasiado fuerte. Con un parpadeo débil y constante, fue ubicándose en tiempo y espacio, intentando identificar las manchas de colores oscuros que lo rodeaban más allá del calor y la sensación de saber que estaba dentro de un cuarto, en una casa: los muebles eran de roble, incluso había un reloj de pared de vaya a saber uno qué época. La mesa ratona estaba a centímetros de sus piernas abiertas y separadas, descansaba sentado en un sillón de tres cuerpos blanco y mullido, sin almohadones pero acompañados de una pequeña mesa de luz donde descansaban dos controles remoto. El televisor estaba justo enfrente suyo, contra la pared y acompañado de una estufa que era una chimenea falsa; los troncos de madera eran ladrillos tallados y pintados, la rejilla por donde salía el gas descansaba abajo, era obvia. Aún así, la sensación de calor “real” le abrigó incluso debajo de la ropa e incluso le robó una sonrisa.

La alfombra cubría toda la sala, era de color bordó y combinaba con las ventanas gruesas y ondulantes a pesar de estar quietas. Las paredes eran de color chocolate y el techo era blanco, por algún motivo se lo había imaginado de madera. La televisión era lo único que no cuadraba con el resto del lugar. Mirando alrededor, había cinco puertas, todas cerradas. Identificó a la de la derecha y más alejada como la de entrada debido a la rendija por donde deberían dejarse las cartas, incluso estaba el pequeño cuadrado de asfalto para quitarse los zapatos.

Detrás suyo, optó por elegir a la del medio como la que llevaba al baño. En las dos contiguas y que se escondían enfrentadas, detrás de una arcada, busco dejarlas como las que llevaban a los dormitorios. De esa manera, la que se hallaba al lado del reloj debía llevar a la cocina. O al menos eso supuso. En realidad no sabía nada, ni siquiera quién vivía allí ni cómo había terminado en ese sitio: Chanyeol vivía en un departamento, esto era claramente una casa, incluso la decoración parecía indicar que se hallaba fuera de la ciudad, o al menos lo suficientemente alejados del centro. Del puente donde había estado esperando.

Tragando con dificultad, su pecho empezó a subir y bajar cada vez más rápidamente, sin salir del estado de cansancio en el que se encontraba tanto mental como físicamente. En el momento en que tensó sus muslos y movió sus brazos para levantarse, la puerta de la derecha se abrió. Se abrió y dejó ver, en efecto, la cocina, la cafetera prendida y lo más importante. A su compañía, más bien a su anfitrión de cabello y flequillo castaño oscuro, levemente ondulado (quizás estaba despeinado) y corto. De ojos tranquilos y labios delgados aunque con unas comisuras perfectamente pronunciadas hacia arriba, quizás no estaba tratando de sonreír pero así parecía. Y eso de alguna forma, a Baekhyun, lo calmaba. Sus ojos eran negros y pequeños, los pómulos eran redondos y tenía un mentón y quijada cuadrados, filosos. Tenía las orejas pequeñas y aros también negros, redondos que lograban darle un aire diferente. Sin ellos, sería tranquilamente un chico más. Frunció el ceño al notar que caminaba como si nada para dejar sobre la mesa una bandeja con tazas, cucharas y un pequeño frasco con azúcar; una vez se sentó a su lado, chocó las palmas de sus manos contra los muslos y suspiró, contento.

-Despertaste. Bien—inclinándose para tomar una taza, agarró la que tenía el líquido marrón más claro, seguramente se había preparado un cappuccino—. Aquella es la tuya, siéntete libre de pedirme lo que necesites.

En silencio, Baekhyun vaciló y tomó de su café, el abrasante calor golpeando con su boca y quemándole la lengua. Cerró los ojos con fuerza y apretó los labios, tragando y sintiendo cómo se le iba ardiendo cada centímetro del esófago hasta llegar al estómago. Pudo sentir un suspiro de risa a su lado, mas no miró y siguió tomando, intentando recuperar el volumen y la tonalidad en su voz, intentando pensar una serie de preguntas que lograran ubicarlo geográficamente. De paso, que le explicara qué hacían ahí, en qué día estaban dentro de esa habitación y qué estaba sucediendo. No podía ser un sueño, podía notarlo en sus músculos y en sus huesos.

-Iba a ofrecerte una ducha caliente—siguió el desconocido, mirando la chimenea y sonriente—. Pero luego comprendí que te asustarías, y estás en todo tu derecho de hacerlo—un último sorbo y un soplido de placer, había cerrado los ojos. Dejó la taza de vuelta en su plato, sobre la bandeja—. Puedes volver a tu hogar si quieres, me sorprende que todavía no hayas huido.

Baekhyun respiró en pos de poder decir algo, a último momento su garganta le falló. Todo se veía demasiado tranquilo. No peligrosamente tranquilo, sino que todo…su entero entorno yacía en silencio. Los autos no pasaban, no se oían los buses ni los perros callejeros ladrando, peleándose con los gatos y comiéndose a las ratas que pasaran velozmente por detrás de unas bolsas de basura. Podía percibir el frío afuera, pero por su mente sólo afloraba la imagen de una única carretera y vacía, desolada con árboles sin hojas ni flores enfrente, probablemente bordeando un terreo abandonado. Daban ganas de quedarse

-No creo que hayas estado aquí antes—murmuró el otro, mirándolo de costado y con las manos entrelazadas, codos sobre las rodillas—. Tal vez por eso temes salir, correr y perderte—levantando la cabeza, descansó la espalda contra el sillón y sonrió ampliamente, sin mostrar los dientes—. No me he presentado aún, ¿Cierto? ¿Quieres que lo haga?

Baekhyun levantó las cejas, inclinándose para adelante y mirarlo así de costado, girándose suavemente.

-Bien—resolvió, estirando los brazos a lo largo del sofá para acomodarse—. Kim Jongdae—resaltó cada sílaba con un tono más grave, luego volvió a hablar con aquel matiz suave que no terminaba de ser agudo—. Ése es mi nombre, vivo aquí. Si te inquieta saber si seguimos en Seúl, seguimos en él—asintió, riendo—. No es Hongdae pero estamos cerca, te desmayaste en una esquina, cerca de un puente y te levanté. Así de sencillo. No te sientas obligado a agradecerme.

-¿Desmayarme?—Baekhyun farfulló al fin, volviendo a respirar con lentitud y pensando las palabras de más, mucho más—. Estaba durmiendo, estaba…

-¿Esperando a alguien?—Jongdae ladeó la cabeza, divertido—¿A las tres de la mañana, sin abrigo ni celular? No pude comunicarme con ninguno de tus familiares, pues ni reloj llevabas encima.

-¿Eran las tres de la mañana?—exclamó el otro para ir fundiendo su voz en un suspiro inaudible—Salí de casa a eso de las nueve…

-Eran. Ahora son las seis y el Sol saldrá en más o menos una hora.

-¿Dormí tres horas aquí adentro?

-Técnicamente. No reaccionabas cuando te encontré, así que…

-¿Cómo me trajiste?

-Auto. Mi citröen “2 cv” del sesenta y cinco no es lo más cómodo del mundo, pero para ti, dormir en él no te resultó ningún impedimento—Baekhyun frunció el ceño, el joven en sí parecía ser un alma vieja encerrada en el cuerpo de un chico de… - Sí, tengo veintitrés años y conduzco el auto de mi abuelo—declaró, contento—Sé lo que estás pensando. Que vivo en otro siglo.

-…No…bueno…

-No importa—interrumpió Jongdae, negando despacio y cerrando los ojos de nuevo—. Entiendo. No es la primera vez que me lo dicen, no es la primera vez que me lo intentan corregir—entreabriendo sus orbes oscuros (Baekhyun se avergonzó de estar tan pendiente del roce de sus pestañas), se mordió la uña del pulgar, pensando—. Si eso llega a molestarte…voy a pedirte que te retires, ¿Puede ser? No me gusta que cambien mi manera de ser.

Baekhyun lo miró sin decir nada durante minutos. Ninguno se movió, sólo respiraron y dejaron que el péndulo del reloj marcase el compás de los segundos, ansiando estallar en campanadas y en eco dentro de un rango de quince minutos.

-Gracias por recogerme—murmuró, lamiéndose los labios y rasguñando las rodillas de su jean—. No te conozco, pero has sido muy amable. Te lo agradezco.

Jongdae torció la boca, como complacido y miró sus zapatos, esperando que se fuese y que no volviera más, como lo hacían todos. Baekhyun entonces se levantó y miró la puerta con la rendija para las cartas, se dirigió allí con pesadumbre y desgano. A último momento notó una bolsa sobre sus botas y al lado de la puerta. Dentro, había guantes, un gorro y una bufanda.

-Probablemente los necesites—oyó detrás de sí, despacio—.Quédatelos, no hay necesidad de que me los devuelvas. Úsalos de manera que no te resfríes.

Baekhyun accedió y tomó las cosas, agradeciendo en su fuero interno y marchándose sin hacer ruido, cerrando la puerta con lentitud y fijándose que no quedara abierta para evitar que pase el frío; como supuso, sólo había una calle de tierra y dos o tres casas a los costados. Enfrente no había nada, sólo un terreno tapado hasta el hartazgo con enredaderas y árboles. Mirando entre la lana del gorro y la bufanda, identificó a la derecha una curva con luces doradas en el horizonte: debía estar unos dos kilómetros o tres lejos del centro, lejos de Hongdae y de su casa.

Empezando a caminar, hundió las manos en los bolsillos de su campera y frenó una vez pasó la curva. Mirando por sobre su hombro, recordó la fachada de la casa y el número, “3063”, dibujado delicadamente en una placa de porcelana con bordes negros y pequeños capullos y flores rosas en las esquinas.

En efecto, resolvió mientras seguía caminando y le daba la espalda a aquel sitio, este lugar parece sacado de otro siglo.

 

 

-Tengo que volver.

 

 

 

Notas finales:

Miren, sé que no hay muchas fanas del ChenBaek :) incluso puede resultar raro o, por qué no, feo.

No obstante, si les gustó: ¿Querrían ver más?


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