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3063 (Don't Try To Change Me) por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

Eternas alabanzas y monumentos a Parku~ oh, long live Parku ~ /o/   

 

2_Ordinary People (Maybe We Should Take It Slow).

 

 

Se había levantado del sillón llevando la bandeja en silencio, sin perder la sonrisa pero sin poder luchar con la melancolía que irradiaba su mirada. Dejando las cosas en la mesada de granito con cuidado, miró a un costado y torció la boca. Estirando la mano izquierda, destapó lentamente el pequeño equipo de música: detuvo sus dedos a centímetros de la perilla que accionaría la radio. Terminó decidiéndose por el disco ya puesto y presionó la tecla de “play”. Eric Benet fue acompañándolo junto con un piano cansado y un pequeño zumbido de fondo: no era una canción antigua, no era una canción nueva ni se trataba de un clásico, pero a Jongdae se le tranquilizaba el alma. En esos momentos, era lo que necesitaba.

Sin pensárselo dos veces, comenzó a tararear y cantar la letra mientras lavaba las cosas. El cielo ya se veía rosado y lila desde la ventana que daba al patio, sonrió y continuó limpiando, secando la mesada y dejando que la potencia en su voz aumentara. Ya en la mitad de la canción, entornó los ojos y luchó por olvidar el rostro del chico que acababa de irse: no tenía nada de deslumbrante, pero tampoco carecía de encantos. Chanyeol tenía razón, el joven tenía manos lindas. Muy bonitas.

Sacando el teléfono del bolsillo de su pantalón, releyó el último mensaje y sonrió: le contestó a Chanyeol que había cumplido, que le había dado abrigo al invitado y que ya se había marchado. Las gracias de parte de su amigo no tardaron en llegar, sintió un tirón en su cuello una vez la canción finalizó junto con su suspiro.

“Esta será la última vez que me enamore.”

Pensó en dormir, pero no serviría de nada; dejando caer sus hombros, tomó asiento en la cocina y siguió cantando. De todas formas, nadie más lo visitaría a menos que Chanyeol le encomendase otra tarea.

 

 

***

 

 

El mensaje, además de pedir disculpas, mostraba un extraño “¿Cómo se comportó Jongdae? ¿Te trató bien?”, y Baekhyun no entendía nada. Absolutamente nada de nada; su cabeza no funcionaba correctamente, seguía sin lavarse la cara y aún esperaba a que el plato que le habían dejado se calentara en el microondas: esa mañana se había despertado solo, no había nadie en la casa debido al partido del hijo más grande, Baekbom. Baekbom era todo un joven prodigio, mucho más simpático y prometedor que Baekhyun; prácticamente la familia entera se centraba en él porque éste sabía callarse cuando los mayores hablaban en la mesa y jamás discutía en voz alta, por no hablar de sus increíbles notas y su excelente desempeño en los deportes.

Baekbom era, según Baekhyun, jodida e insoportablemente perfecto. Por ende, era más que esperable que lo abandonaran con sólo un plato de fideos fríos y una nota en la mesa que rezaba “después hablaremos”, escrita por su madre. Porque aparentemente ya estaban todos al tanto de su escape: Tal vez no tuvo que haber entrado por la puerta principal al volver, tal vez no tuvo que haberse quedado hasta las ocho despierto, bostezando y revisando tanto su teléfono como su cuenta de correo electrónico.

Siendo las doce y habiendo dormido sólo unas horas, Baekhyun se apretó el puente de la nariz y luego los párpados cerrados, aquel mensaje de texto recién llegado lo alteraba. Sacudiendo la cabeza, parpadeó exageradamente para releer. Y ahí estaba, en efecto, el nombre de Jongdae. El “alma vieja” de aquella noche, el que le había servido el café en una casa prehistórica que sólo contaba con un televisor decente.

Escribiendo torpemente y arrugando la nariz, envió “¿Qué tienes que ver tú con Jongdae?” a medida que buscaba su plato tras oír los pitidos infernales del microondas. El humo salía por las rendijas de la pequeña puerta; Baekhyun rápidamente dejó la comida en la mesa y buscó un tenedor entre los cajones. Aprovechando que nadie había apagado el televisor, subió el volumen y comenzó a cambiar canales sin parar, deteniéndose en rostros o versos que le llamasen la atención.

Detuvo todo en cuanto su teléfono vibró, llegando en él una explicación: boquiabierto, leyó rápido y despacio, releyendo de a partes y desde el principio. La combinación de vergüenza, rabia y amargura le torcían la cara, terminó tirando el aparato lejos y clavando la mirada en su plato, perdiendo la prensión del cubierto y dejándolo caer sobre los fideos, manchándolo con aceite. Con el segundero taladrándole la cabeza, gruñó y frunció el ceño. Levantándose de prisa y arrastrando momentáneamente con él el mantel, se dirigió al baño para ducharse y luego cambiarse. Por último, se peinó y lavó los dientes, furioso. Antes de salir, volvió a su cuarto y tomó la bolsa con las cosas que Jongdae le había entregado, se puso el reloj de pulsera y pasó por el comedor a recoger su teléfono del suelo.

Salió a eso de la una de la tarde, una y cuarto: en su mente seguía claro el camino que había tomado para volver a su casa. Ahora sólo tenía que caminar en el sentido opuesto.

 

 

Aporreó la puerta, otra vez no pasaban autos por la carretera y los vecinos más cercanos se encontraban a unos treinta metros de distancia. Allí no habían cuadras, sino unas especies de hectáreas, como rozando la zona rural. Si es que ya no estaba en ella: Baekhyun, de esas cosas, no entendía nada. Volvió a golpear con fuerza, resoplando y dejando que su aliento congelado le nublara la vista.

La puerta se abrió lentamente, Jongdae todavía llevaba la ropa de la noche anterior: un buzo gris con rayas horizontales y color bordó debajo de una campera azul oscura con mangas que rozaban el rojo ladrillo y parecían ser de cuero. Todavía vestía los jeans oscuros y las medias grises, incluso las zapatillas deportivas y negras mantenían su posición a un costado de la entrada y casi en la esquina de la pared. Eso no importa, se recordó sacudiendo la cabeza y perdiendo el valor en la voz y las palabras al notar la sincera sorpresa del joven que lo había ayudado. El supuesto amigo de Chanyeol.

-¿T…te puedo ayudar en algo?—susurró sin abrir completamente la puerta y sacando sólo la cabeza y su mano derecha, la izquierda todavía tomando el picaporte.

-No finjas que no me conoces—titubeó, sonrojado. Él debía estar sorprendido y anonadado, no Jongdae—. ¿Y cómo es eso de que Chanyeol te pidió que pasaras a buscarme? ¡No te conozco, Chanyeol jamás me habló de ti y que me hayas regalado los guantes y todo es demasiado raro, por no hablar de que nunca me mencionaste que…!—no pudo seguir, Jongdae sonreía entornando los ojos, mostrando todos los dientes; Baekhyun perdió levemente el foco y el equilibrio—. ¿Por qué sonríes así?

El morocho se encogió de hombros, mordiéndose el labio de la emoción. Desde el interior de la casa se oía a James Ingram cantando “Sólo una vez”. Saliendo completamente y empujando hacia atrás la puerta para abrirla, Jongdae contempló al castaño de nariz rojiza y orejas apenas ocultas bajo la lana del gorro, ahogó una pequeña risa como pudo.

-Volviste. Nunca nadie me visita…nadie viene aquí.

 

 

De alguna manera terminó allí sentado de nuevo. Y de alguna forma terminó tomando otra vez café, cerrando los ojos y captando la música proveniente de la cocina; se preguntó si allí guardaba alguna especie de rocola o gramófono allí, terminó sonriendo ante la idea. Aunque permanecía en la sala, Baekhyun disfrutaba poder mirar alrededor y encontrar más cosas, pequeños detalles que había ignorado la primera vez que estuvo allí…la noche anterior.

Había fotografías en blanco y negro, había cámaras instantáneas (las conocidísimas Polaroid), había rollos de películas y negativos amontonados y guardados dentro de una caja, podía ver cómo éstos levantaban levemente la tapa al ser tantos. Torció la boca. En el perchero que ocultaba la puerta al abrirse habían boinas de golf y sacos de mujer; en el bolsillo de uno de ellos captó una pequeña perla (seguramente parte de un collar) asomando tímidamente.

Dejando la taza en la mesa, Baekhun volvió a centrarse en las fotografías, viejas pero impecables que, a pesar de las sonrisas que dibujaba, irradiaban cierto aire a tristeza, a nostalgia. Seguramente el pequeño niño que llevaba una de las boinas que había visto anteriormente era Jongdae. Seguramente el hombre que le tomaba de los hombros y sonreía junto a un auto Citröen claro era su abuelo: Jongdae conducía su auto, no lo había olvidado.

Seguro la mujer de otra foto, con vestido hasta las rodillas y oscuro con puntos blancos era la abuela, una anciana bastante elegante con collar y aros de perlas así como bucles perfectamente armados en su cabello bajo aquel gorro de ala ancha. Sin notarlo, Baekhyun comenzó a acumular lágrimas. Dónde estaban esas personas, dónde estaban los padres de Jongdae…no era de su incumbencia pero de repente quería saber, aunque temía tantear terreno complicado al querer conseguir la respuesta: no había fotos que no fueran de aquellas tres personas, Baekhyun claramente notaba que allí faltaba una generación.

En cuanto los pasos de Jongdae cruzaron la cocina hacia la sala, el castaño rápidamente se frotó los ojos y tomó de nuevo su café.

-Lamento no poder acompañarte con algo más…delicioso—murmuró el morocho dejando un plato con medio budín de chocolate y vainilla cortado en cuatro rodajas: él siempre consideraba que cortar todo el budín quedaba mal, era mejor rebanarlo cada vez que se quisiese otra porción—. No hago pan casero desde que… - tragó saliva, carraspeó—. Desde que estoy solo.

-¿Tus abuelos murieron?—soltó mirándolo a los ojos, mentalmente se insultó por ser de aquellos que carecen de tacto. Mas Jongdae arqueó las cejas, dejando notar nuevamente su sorpresa sin perder la sonrisa.

-Hace mucho, si eso también lo quieres saber. Por suerte murieron juntos y por causas naturales—tomando una rebanada de budín, la dejó descansar momentáneamente sobre su boca; Baekhyun notó que las migas prácticamente dormían sobre sus labios pálidos, enrojeció—. No hubiera soportado tener que verlos irse por culpa de alguna enfermedad o condición. Hubiera sido…demasiado—rió—. Todavía no asimilo la pérdida, por eso no puedo irme de aquí…tengo que agradecerles por haberme tomado y criado.

-¿A qué te refieres? ¿Y tus padres?

Y Jongdae lo miró los ojos, como sólo él sabía hacerlo.

-No lo sé—sonrió, encogiéndose de hombros—. Ni siquiera sé si viven. Tampoco sé si “ellos” eran mis abuelos biológicos—farfulló, señalando a las personas de las fotos—. Pero, qué se le va a hacer. Ya es tarde—susurró, cerrando los ojos y tomando su taza para mantener su boca ocupada—. Muy, muy…tarde.

-¿Hace cuánto que se fueron?—increíble, aún no aprendía cuándo callarse. Sin embargo esperó a que el otro tomase un respiro e inflase el pecho. Su semblante había decaído al igual que el brillo en sus ojos. Baekhyun nunca prestaba atención a nada ni a nadie, pero Jongdae era un mundo nuevo, un mundo tentativamente desconocido.

-Seis años, si buscas la precisión. Seis años y tres meses, si buscas que sea exacto—ante el comentario, el castaño sonrió frunciendo el ceño: ¿No eran “precisión” y “exactitud” lo mismo?—. Chanyeol fue el único que me abrazó cuando fui llorando a la escuela—siguió, torciendo las comisuras en una pobre sonrisa—. Me veía tan ridículo…llovía, era Martes y no había comido nada el día anterior. Estaba arruinado, solo y famélico. Y Chanyeol se ofreció a llevarme a su casa, viví allí aproximadamente treinta o cuarenta días. No lo recuerdo, en ese entonces para mí no había día o noche, no había arriba, centro o abajo. Era todo una nebulosa…autodestructiva. Porque no tenía nada, no tenía familia y no sabía cómo manejar la casa.

Baekhyun tragó con dificultad, no podía conmoverse, su interior gritaba que a Jongdae probablemente no le gustaba que le tuvieran lástima, que le huía a esa especie de misericordia.

-Como faltaba poco para que cumpliera los dieciocho, no podía ni quería terminar en una familia nueva—continuó, respirando hondo y soltando todo lo que tuviera en sus temblorosas manos de manera de que pudiera dejarlas descansar sobre sus muslos—. No era un animal que ellos podían presentar o ensamblar por ahí, para nada. Y de nuevo apareció Chanyeol, todo un fin de semana largo encerrado conmigo y verificando los enchufes, conociendo la estufa y dominando la cocina—rió, áspero—. Ramen instantáneo, fue la primera cena y resultó imposible de comer. Le habíamos puesto sal de más a los fideos, estaban crudos…por “instantáneos” habíamos entendido que podían comerse directamente del envase. Qué patético.

Se suponía que tenía que reír, se suponía que tenía que interrumpirlo y volver a preguntarle, preguntarle en realidad lo que quería saber, lo que había ido a buscar: una explicación al mensaje, por qué no le había dicho que se llevaban con el chico de sus sueños y por qué no le había dicho la verdad desde el principio. Porque, aparentemente, Jongdae había ido a buscarlo debido a que Chanyeol estaba ocupado…ocupado con Yifan, quizás con su propio compañero de cuarto, Jongin, o tal vez con la pareja de éste, Kyungsoo. No sabía, no sabía y ése detalle en sí no le importaba. Sólo quería saber si Chanyeol tendría tiempo para él o si aquella noche esperando solo significaba un abandono, una negación total al intento de tener una relación estable y duradera.

Pero Jongdae estaba solo, estaba solo y estaba hablando hasta por los codos, incluso aunque el tópico le destrozara por dentro, más allá de tener que escarbar en su propio pasado para poder lograr que aquel invitado se quedase en el sillón, sentado y callado. En el fondo, a Jongdae no le importaba si Baekhyun hablaba o no, sólo quería tener otra alma dando vueltas por la casa…un alma corporizada en carne y hueso, una persona dispuesta a oírlo o a reconocerlo como individuo. No importaba si luego se iba para no regresar…por lo menos esa tarde, había vuelto.

Al fin, alguien había vuelto.

-Seguramente te estarás preguntando la conexión entre tu cita con Chanyeol y mi persona—opinó, dejando caer hacia atrás su cabeza en el sofá y mirando al techo, despeinándose—. La noche en que le escribiste para que fuera al puente, él estaba cenando en casa de Yifan…y creo que no necesito explicarte lo que ocurriría a continuación. Por eso, y como siempre hago, recibo un mensaje con las coordenadas y una pequeña descripción del sujeto en cuestión—y le miró, confirmando el tamaño de las orejas, de los ojos y la forma de su boca—, de la víctima que no pudo ser. Y me lo llevo, lo traigo hasta aquí y le regalo alguna pertenencia que tenga para asustarlo y ahuyentarlo. Las órdenes de Chanyeol siempre son: “atiéndelo, no le cuentes nada y que se vaya, que no vuelva a pisar esa casa o la mía nunca más”—sonrió—. Fin del cuento. Ya no hay nada que te ate a mí así que siéntete libre de irte de nuevo.

Baekhyun inspiró, incapaz de encontrar alguna expresión o palabra, alguna mueca o mirada que pudiese comunicar correctamente lo que se debatía en su corazón, en su mente y su pecho. Podía percibir su propio temblor y las gotas de sudor bajando por sus sienes y la nuca hacia su cuello, era consciente de la sequedad en sus labios y del pitido en sus oídos. No obstante, lo único que pudo hacer fue exhalar, dejando que todo volase por el aire hacia el techo, estaba demasiado asombrado y exhausto como para quitarse la bufanda o el gorro que de repente le apretaban y asfixiaban. Estaba demasiado aturdido como para quitarse el abrigo que lo acaloraba hasta el punto de dejarle el rostro al rojo vivo.

-¿Necesitas que te lleve?—oyó otra vez, levantó la vista para encontrarse con esos ojos oscuros—¿O estás tan enojado que no quieres volver a verme? Recuerda que lo que llevas puesto en la cabeza y alrededor de tu cuello es todo mío. Si quieres, puedes tirarme todo en la cara y marcharte dando un portazo—sonrió—. Sería divertido y me ayudaría a saber que todo entre nosotros ha acabado.

Sé fuerte, se alentó Baekhyun, inspirando hondo. Háblale, dile algo, lo que sea.

-Deja de sonar feliz. Sé que en el fondo no lo estás—soltó, titubeando. Jongdae nuevamente guardó silencio, tenía facilidad para demostrar su asombro—. Si quieres llorar, hazlo. Pero no te mantengas ocupado con las víctimas de Chanyeol para no tener que tratar con lo que realmente pasa adentro tuyo.

-¿…Perdón?

-Sabes de lo que te estoy hablando—espetó, quitándose finalmente las prendas que lo encerraban e inmovilizaban mientras iba suavemente golpeándole el pecho al otro—. ¿Qué clase de persona se toma el trabajo que tú pareces hacer diariamente y como si nada? Si lo haces, es porque no tienes una interesante vida o porque temes arreglar cosas que andan mal en tu corazón y en tu cabeza—sin notarlo, terminó arrodillado sobre él, obligando a Jongdae a encogerse contra el sillón y en sí mismo, acorralado contra un apoyabrazos—. Tienes que salir aquí. Si trabajas, junta dinero y múdate a un departamento o a otra casa. Junta las posesiones que consideres más preciadas, pero vete. Avanza. No puedes apolillarte en este lugar. ¡Te ves como si no tuvieras alma! ¡Dices que tienes veintitrés pero pareces un muerto en vida!

El péndulo del reloj se balanceó lentamente y siguió marcando los segundos y su ritmo. Baekhyun intensificó su silencio con una mirada seria y dura, Jongdae permaneció inmóvil bajo su cuerpo y débilmente posó sus manos sobre los hombros del castaño, apartándolo de a poco.

-¿Y qué quieres que haga?

-Lo que sea. Todo, todo lo que quieras o imagines. Hazlo, prueba y falla, pero no te quedes sin hacer nada—exclamó, oyendo el eco de su voz golpear contra toda la casa—. Si te rindes y regresas a como estás ahora, tu existencia no tendrá sentido. Si no haces nada…entonces tu vida no cambia. Serás…no serás nada, como tu vida. Tu existencia, tu vida y tu espíritu serán lo mismo: nada—repitió las palabras sin cesar, sentándose y acomodándose cuando notó el error en sus gritos y su postura.

-No creo que tenga la valentía para renunciar a mi trabajo y cantar en la ópera—respondió Jongdae, entrelazando sus manos sobre las rodillas y mirándole el pecho por vergüenza—. No creo que pueda ir a Japón para el Bon Odori, mucho menos que pueda llegar a parar un fin de semana a Norteamérica o a Londres para disfrutar de un buen musical. No hay tiempo ni dinero…

-No—sentenció, ofuscado—. Lo que no tienes son ganas. Aquí hay teatros, aquí también dan obras y se festeja, no sé—sacudió la mano, buscando una respuesta rápida—…Chuseok. ¡Quizás,si te movieras, verías que aquí también se hacen cosas!

-…Pero…

-Yo te acompañaré, iremos juntos y verás que en el fondo necesitabas salir y respirar. Hacer algo más que levantarse, oír canciones del Paleolítico y…no sé, trabajar—entonces Jongdae lanzó una carcajada estruendosa, tomándose del estómago y rodando hacia el suelo, chocándose con la pequeña mesa—¿Qué rayos hice ahora?—refunfuñó mientras el morocho se secaba una lágrima.

-No sabía que John Legend venía del Paleolítico. Dime, ¿Acaso vendían sus discos en las cuevas o los grababan después de una caza?—y siguió riendo.

Baekhyun no pudo hacer más que suspirar. Suspirar y contagiarse.

 

 

***

 

 

-Entonces, ¿Mañana?

La invitación resultaba atractiva, pero Jongdae todavía consideraba sus opciones. Tenía que pensar, repensar, dormir y al levantarse, volver a pensar. El cine, la gente, el ruido del tráfico con tantos autos, subtes y autobuses…

-No lo sé—declaró entonces, avergonzado y confundido. Baekhyun le palmeó el hombro.

-Mañana a las cuatro. Me aseguraré de que vayas al centro conmigo y también me aseguraré de que no regreses de allí espantado.

Jongdae sonrió genuinamente y asintiendo, se despidieron para luego cerrar la puerta y todavía oír la canción del supuesto Paleolítico. Las lágrimas rápidamente rodaron por sus mejillas.

“Somos gente ordinaria.  No sabemos hacia dónde ir”, cantó despacio y cerrando los ojos, sin alejarse de la madera y sin soltar el picaporte. “Porque somos gente ordinaria, mejor deberíamos ir despacio”.

“Ir despacio…”

Parecía ser que para Baekhyun, que caminaba con el atardecer sobre su cabeza, aquella no era una opción.

 

 

 

Notas finales:

Actualizaré Spring pronto, lo prometo ;*;


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