Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

[Ricsung] 15 Años de espera por LittlePrincess73

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fanfic está publicado en mi blog puesto que fue un pedido que se me hizo allí hace ya algunos meses, pero quería subirlo aquí ^^.

 

PD. lo digo por si de casualidad remota a alguna le suena, que no es copiado o algo, es mío XD.

Notas del capitulo:

Buenas a todas~~


Siglos sin publicar, lo sé... digamos que estoy mucho más en el blog que aquí...


Pero bueno quería subir este oneshot porque... me apreció lindo (?) Y porque adoro a Hyesung *__*.


PD. Decir que más que lemon, es mención de lemon, que nadie se confunda... lo hice así porque... simplemente me salió así (?) XD.


Fue mi primera vez intentando algo con esta pareja pero... Igual espero que os guste!! ^^

RicSung. Oneshot

 

POV. ERIC

 

¿Cómo es capaz una persona de seguir sintiendo tanto y tan poco a la vez con el paso de los años?

A veces es difícil sonreír con la gente alrededor, cada vez que le miro, viendo como su rostro se muestra serio casi todo el tiempo, para luego sonreír repentinamente por cosas que no son dichas o hechas por mí.

¿Cómo soportas el dolor de ver a otra persona feliz, a la persona que siempre has estado mirando en silencio sin que se diese cuenta, por alguien que no eres tú?

Resulta inevitable que todo se termine convirtiendo en una mera máscara, una burda actuación ante la gente.

El abrazarte cariñosamente para que me rechaces, solo para dar el gusto a todos aquellos que se habían acostumbrado a ese tipo de juegos entre nosotros.

Juegos que con el tiempo solo conseguían que me sintiese más y más miserable, viendo que era mi única oportunidad de estar contigo sin que nunca sospechases nada de lo que pasaba por mi mente.

Todo se había convertido en una broma absurda que mantenía solo por el torturante deseo de mantenerte a mí lado de alguna forma, porque era la única manera que conocía de estar relacionado contigo sin parecer extraño.

Pero duele. Duele tanto que llegué a pensar que algún día el dolor me adormecería por completo y ya no sería capaz de sentir.

Sin embargo, el pasar de los años solo me han demostrado que el dolor puede simplemente ir aumentando una vez parece que te has acostumbrado a él.

El peor momento de mi vida, como siempre, eran los ensayos.

Tener que verte en esos momentos, cansado, con la respiración agitada y ganas de irte a dormir, pero esforzándote para dar lo mejor.

Ese tipo de imagen siempre podía conmigo, porque no importaba todo el tiempo que gastase intentando olvidarte, solo ver tus mejillas sonrojadas por el ejercicio, la cara que ponías cuando debía regañarte por equivocarte, hacía que mi mundo se viniese abajo de nuevo.

Porque, extrañamente, me había enamorado de mi compañero de trabajo. De uno de los integrantes de mi mismo grupo desde hacía 15 años.

Hyesung. El mismo al que todo el mundo creía que no podía ni verlo en pintura, la misma persona con la que todos creían que no me llevaba bien.

Sí, ese Hyesung.

Sentía lo que no debía por una persona con la que había convivido durante más tiempo del que uno podría pensar, por alguien al que debía seguir viendo por trabajo y al que continuaría frecuentando durante aún más tiempo.

No podía decir en qué momento comenzó todo, cuando fue que nuestra relación se convirtió en ese juego de amistad-odio que nos traíamos, donde la frialdad era la protagonista, mientras todo lo demás quedaba eclipsado en público.

Sin embargo, para mí estaba bien mantenerlo tal y como todos creían, porque no sería aceptado en público si alguna vez decía algo al respecto.

No solo por ser hombres, eso, tal vez, llegasen a entenderlo; pero estaba el hecho de tener un mismo trabajo, compartir unos mismos compañeros, unas fans.

¿Quién sabe si la popularidad del grupo se vería afectada por algo así?

Y tampoco pretendía mantenerlo en silencio. Supondría eso fingir durante toda la vida y mantenernos solteros… ¿o bien casarse y tener hijos, como se espera, para mantener una fachada que algún día se rompería?

Yo no podía condenarle a él a una vida llena de mentiras, así como tampoco podría soportar su rechazo.

Porque lejos de tener una mala relación, luego siempre sabía a quién acudir cuando algo me preocupaba, así como sabía dónde encontrarle a él cuando las cosas no le iban bien.

Una amistad rota y perdida puede ser peor que un mal amor jamás correspondido. Pero sin duda mezclar ambas debe ser la agonía en persona.

Estaba simplemente agotado por esa situación. Demasiado como para contenerme por más tiempo, pero no tenía en quién confiar, con quién poder hablar sobre cómo me sentía.

Usualmente hubiese acudido a él, para que me escuchase, para que me aconsejase, pero ¿cómo hablar con el causante de mis males sobre aquello que me hacía incapaz de dormir por las noches?

No era del tipo de persona que bebía con frecuencia, ni siquiera de los que se emborrachaba más de una vez al año, pero no podía evitar caminar hacia aquel lugar para olvidar un rato aquello que me rodeaba.

Había llegado el momento en el que la gran mayoría de camareros de aquel pequeño club de lujo me conocían, especialmente el que se encargaba de la barra.

Nunca me había preguntado directamente qué era lo que me sucedía, pero siempre se quedaba escuchando cualquier cosa que le quisiese decir, pendiente por si necesitaba una copa más, pendiente de detenerme cuando veía que no debía seguir bebiendo.

Pero aquella noche no pude hacer caso de aquel que se autoproclamaba mi conciencia mientras estaba en ese lugar.

Porque esa noche, se celebraba el aniversario de la primera vez que le vi, cuando nos presentaron para formar parte del mismo grupo.

Si 15 años dentro del mismo grupo parecía mucho, no quería ni recordar cuantos se sumaban desde la época de trainees.

Demasiado tiempo. Había pasado demasiado tiempo a su alrededor, sin ser notado más de lo necesario, siempre a un lado como uno más, sin tener nada especial.

Sentía que había perdido parte de mi vida sin ningún motivo, y me lamentaba al prever que sería lo mismo para los siguientes años.

Era doloroso, preguntarse constantemente si habría hecho bien guardando silencio, si no debería de haber hablado en alguna ocasión, o si tendría que haberme esforzado más en olvidarle en aquellos cuatro años que cada uno anduvo por su cuenta.

Sin embargo, era algo que ya no podría saber, porque el tiempo había pasado, demasiado rápido para mi gusto, y no podía retroceder a mi antojo.

El alcohol no parecía ayudarme a despejar mi mente, mis sentidos se embotaban, pero no me permitían alejarle de mi cabeza, su rostro rondando de un lado a otro, su voz mientras cantaba, su sonrisa, sus ojos.

Todo en mí parecía haber estado observándole siempre a él.

El chico de siempre me miró apenado, sugiriéndome que dejase de una vez a un lado aquella botella medio vacía a esas alturas, pero solo negué.

Debería de hacerle caso, como sabiamente siempre hacía, pero fui incapaz.

Porque lejos de tener la mente en blanco, parecía más llena que nunca; llena a rebosar de la única persona en la que no quería pensar esa noche.

Llegó un momento en el que aquel líquido no me quemaba la garganta al deslizarse por ella, un trago tras otro como si me fuese la vida en ello, vaciando cada vez más el recipiente, hasta dejarlo seco.

Si tan solo pudiese dejar de pensar en él un corto espacio de tiempo. Daría lo que fuese, apenas unos minutos, por verme libre de su atosigante presencia allá donde fuese.

Pero esa noche no parecía querer abandonarme, una multitud de recuerdos persiguiéndome, estimulados por la cantidad de alcohol que había en mi organismo.

Oí muy vagamente cuando el barman me pidió permiso para tomar mi teléfono y llamar a alguien para que viniese a recogerme.

No recuerdo bien qué le respondí, murmullos incoherentes y sin sentido era todo lo que mi cerebro podía captar de las palabras del chico en aquel aparato, hasta que me sonrió y devolvió el móvil.

No me importaba, quedarme allí, simplemente deseaba haber podido cambiar todo, desde el mismo día en que le vi por primera vez, hasta el día de hoy.

Si tan solo hubiese comenzado de otra manera, no estaría allí en ese instante.

Me sentí alucinar, cuando en un momento dado, ni sabría decir a qué hora, seguramente tarde, unos brazos rodearon mi cuello desde atrás, arrebatándome suavemente el vaso que mantenía en mi mano.

  -     Hyung, vamos, te llevaré a casa.

Esa voz… esa voz que conocía a la perfección llegó a mis oídos, pero no sonó real, confundiéndome por completo.

Unos brazos sosteniendo mi cuerpo mientras abandonaba el local, el olor de esa persona embargándome, sintiendo su tacto demasiado familiar como para no ser un sueño que mi maltratada mente estaba evocando esa noche.

La respiración de esa persona junto a mí, su brazo en mi cintura, su voz apremiándome para llegar hasta el coche.

Todo era tan aterradoramente familiar que no podía ser verdadero.

Porque él no podía haber ido por mí de esa manera, no era tan importante mi persona como para que se dignase a aquello.

Sin embargo, eso era lo que más deseaba. Ser lo más importante para Hyesung.

Aún con los ojos medio cerrados en el coche, podía percibir su silueta, demasiado parecida a la de mi amor no correspondido, a la del causante de mis desvelos.

Pero solo era una mera ilusión de mi mente, una que se había apoderado de todos mis sentidos.

Cerré los ojos, disfrutando de la simple idea de tener su presencia junto a mí, aún cuando sabía que no podía ser cierta, pero para mí estaba bien.

Volví a sentirme abrumado por los recuerdos, por mis incesantes pensamientos hacia él cuando  su cuerpo volvió a estar junto al mío, su brazo sosteniéndome para llegar a mi apartamento.

Me sentía confundido y ansioso, porque quería algo que no podía tener. Y ese algo parecía estar a mi lado en ese mismo instante, crispándome, deshaciendo una cordura que de por sí ya no tenía.

Sentir sus manos sobre mi camisa, deshaciéndose de los botones cuando me tumbó en la cama fue lo que terminó de vaciar los pocos pensamientos lógicos de mi mente, mis labios encontrándose con los de esa persona que mi mente parecía confundir con él.

Porque en ese instante, poco importaba si era real o no lo era. Para mí, era demasiado real como para querer despertar del sueño.

Así que no me detuve, mis labios apoderándose de los suyos sin vergüenza, mientras tiraba de él hasta colocarlo sobre mi cuerpo, el tiempo justo para dar la vuelta y tenerlo debajo.

No recibí rechazo alguno, y eso solo me confirmaba que no podía ser otra cosa que una alucinación de mi mente, pero no deseaba terminarla hasta llegar al final.

Porque si él no podía ser mío despierto, bien podría serlo dormido.

Me dejé llevar completamente por aquella ilusión, por el alcohol y por la excitación que sentía, todo avivado por el rechazo inexistente de aquella persona bajo mi cuerpo, entregándose sin resistencia.

Me sentía inusualmente bien, apoderándome de esos labios, enrojeciéndolos, recorriendo ese cuerpo delgado con mis dientes, dejando pequeñas marcas de propiedad ficticias, pero que a mí me hacían feliz.

  -     Eric... aamgh… - susurró levemente, dejando volar más mi libido.

Incluso la forma que tenía de pronunciar mi nombre era idéntica a la de él, suplicando por algo más, algo que yo quería darle sin importar qué sucediese, mi mente demasiado nublada como para procesar correctamente lo que ocurría.

La ropa había ido desapareciendo rápidamente, permitiéndome explorar todo aquello que siempre quise y nunca pude tener para mí, mis manos aprovechando la ocasión, sabiendo que sería la única, mi lengua saboreándolo por completo para no olvidarlo jamás.

Él solo se dejaba hacer, sumisamente, dándome todo lo que hubiese deseado que me diese, concediéndome cosas que solo podía soñar con obtener.

Esa noche, de una forma más bien enfermiza e irreal, lo hice mío sin reparo alguno, su cuerpo  temblando bajo el mío sin censura, sus labios entreabiertos y enrojecidos, húmedos por mis besos, dejándome oír sonidos que para mí eran la gloria, sus brazos rodeándome, mientras su cuerpo se movía a la vez que el mío.

El tacto de su piel se me hacía exquisito, el tono de su voz ronco y excitante cuando rogaba por más atención, sus ojos mirando los míos.

No me hacían falta palabras para saber todo lo que él quería, cómo lo quería y dónde, yo solo supe que él deseaba lo mismo que yo, que me correspondía de forma desesperada, con necesidad, aferrándose a mi cuerpo como si fuese a desaparecer.

Simplemente era una ilusión tan real que me hacía querer morir de felicidad.

Porque estaba teniendo lo que más deseaba de la forma que más quería, sin objeciones, una entrega sin reparos.

Caí dormido después de oírle gemir en mi oído una última vez, mi cuerpo entrelazado con el suyo, mi mente extrañamente tranquila después de aquello.

Cuando desperté, bien entrada la mañana, sentí como si mi cabeza fuese a explotar en cualquier instante, recuerdos inconsistentes sobre lo que pudo y no pudo ocurrir la noche anterior apareciendo superficialmente en mi cerebro.

Abrí los ojos, la luz del sol que se filtraba por la ventana dañándome las retinas, llegando a vislumbrar mi cama vacía, las sábanas revueltas, la ropa tirada en lugares insospechados.

Pero estaba solo, completamente solo en aquel lugar.

Suspiré, decepcionado por la mala jugada que me había hecho pasar mi mente, imaginando escenas que era evidente que jamás podrían producirse en la vida real.

Porque ahora, solo querría saber si podría llevarlas a cabo algún día, si tendría la oportunidad de tener ese cuerpo bajo el mío alguna vez, de ver su sonrojado rostro mientras lo mascaba como mi propiedad sin descanso.

Porque ya estaba suficientemente obsesionado con esa persona como para continuar viviendo sin poder tenerlo.

Me odiaba, por ser capaz de imaginar ese tipo de cosas con alguien como él, alguien que claramente apenas percibía mi existencia más de lo necesario.

Me levanté cuando sonó el teléfono, una llamada de Junjin recordándome que había ensayo en un par de horas, que había llamado varias veces pero no contestaba.

Solo gruñí una respuesta algo confusa, dando a entender que aparecería, aunque mi cuerpo se resistía a hacer movimiento alguno y mi mente me advertía que no debería tener la poca vergüenza de verle a la cara a esa persona que había mancillado en mis sueños.

El agua caliente en la ducha pareció relajar un poco mis músculos tensos, intentando vaciar mi mente de recuerdos ficticios, de la sensación de unas manos inexistentes recorriendo mi cuerpo.

El desayuno no parecía apetitoso ante mis ojos, simplemente rememorando acciones demasiado poco probables, pero que aún así mantenían aturdidos mis sentidos.

Había pasado a un nivel de adicción que superaba incluso mis expectativas, haciéndome sentir miserable por cómo estaban discurriendo mis pensamientos.

Llegué a aquel lugar donde solíamos ensayar los bailes antes que nadie, dejando las cosas en una pequeña mesa al fondo, junto a los aparatos de música, mirando mi aspecto entero en la multitud de espejos que había al frente.

Me veía como si un camión hubiese decidido pasarme por encima, y no contento con eso, hubiese dado marcha atrás para asegurarse de dejarme hecho un guiñapo.

Estaba ligeramente pálido y se me veían las ojeras, mi piel no lucía lo que se dice brillante, e incluso mi cuerpo parecía estar algo encorvado.

Era una imagen que nadie en su sano juicio dejaría que viesen, pero trabajo era trabajo, no podía ignorarlo solo por haber decidido ir a beber y pasarme de copas.

Cada uno tenía que ser responsable de sus actos, yo estaba siéndolo con los míos, aunque no fuese lo que más me gustase en ese mundo.

No tuve que esperar demasiado a que fuesen llegando los demás, siendo él el último, mis ojos desviándose inevitablemente hacia su cuerpo, cubierto con aquella ropa de deporte que no dejaba un solo trozo de piel al descubierto.

Su rostro lucía algo cansado, tal vez no había dormido la noche anterior, pero no quise preguntarle.

De la misma forma que él no comentó nada sobre mi aspecto, aun cuando claramente todos me miraban como si viesen a un fantasma, pero no preguntaron, porque hacerlo solo hubiese significado hacerlo más evidente aún.

Practicamos coreografías por dios sabe cuánto tiempo, sintiéndome cada vez más cansado y agobiado, viéndole de reojo por el espejo, nuestras miradas cruzándose de vez en cuando, hasta que no pude más.

Me detuve a media coreografía, tomando una pequeña toalla para el sudor y saliendo de allí como alma que lleva el diablo, sintiendo como mi mente me traicionaba a cada segundo, completamente puesta en esas mejillas enrojecidas de nuevo, esos labios húmedos por las veces que hacía deslizado su lengua por ellos, su cuerpo sudoroso.

Me estaba traicionando a mí mismo al no poder contener mis bajos instintos, todo por culpa de una cantidad demasiado grande alcohol y demasiados años de frustración contenida en todos los niveles.

Caminé hasta los baños que había cerca de la sala, enterrando mi cabeza en la pica, humedeciendo mi cara con agua fría, intentando centrarme.

Pero me era imposible, constantemente las imágenes de aquella fantasía acosándome como si fuesen parte de una pesadilla.

Cerré los ojos, manteniéndome apoyado en aquel lugar unos segundos, vaciando mi mente como podía, hasta que le sentí a mi espalda, su aroma invadiendo mis fosas nasales, su voz estremeciendo mi cuerpo con recuerdos no deseados.

  -     Hyung, ¿y si lo dejamos por hoy?

Le miré a través del espejo, su rostro todavía con esa tonalidad sonrosada decorándolo, sus ojos taladrando los míos en ese cristal.

Negué con la cabeza, dando media vuelta para poder enfrentarlo correctamente, encontrándome con esa persona que me enloquecía al punto de delirar.

  -     Volvamos Hyesung-ah. Solo estoy algo cansado.

Mi voz sonó más firme de lo que sentía por dentro, pero él apenas asintió de vuelta, caminando delante de mí.

Sin embargo, algo se me hizo extraño en su forma de andar, algo de lo que no me había percatado anteriormente.

¿Le volvería a doler la pierna? También… tal vez era la ropa.

Usualmente no ensayaba incluso con chaqueta puesta.

  -     Hyesung, ¿estás bien? Hace calor como para usar eso.

Señalé con la cabeza aquella prenda abotonada hasta el cuello, pero el apenas dejó ir una pequeña sonrisa, alegando que estaba perfectamente bien.

De alguna forma, continuamos el ensayo, aunque no de la forma más productiva posible, intenté concentrarme al máximo en los pasos, en la música que me envolvía, ignorando las personas a mi alrededor.

Ignorándole a él.

Solo hasta que llegó la hora de cambiarse para ir cada uno a sus actividades.

Ese momento en el que él y yo no teníamos tiempo de volver al apartamento a cambiarnos para ir a la siguiente actividad, lo que implicaba compartir el vestuario.

No era, ni de lejos, la primera vez.

Pero no me sentía seguro. No me sentía capaz de observar su cuerpo desnudo junto al mío y no recordar la noche anterior.

Sin embargo, fue él quien se alejó para cambiarse, provocando que me sintiese de alguna forma dolido, como si no quisiese estar cerca de mí.

Estaba siendo irracional, pero no pude evitar mirar en su dirección, dándome cuenta que podía ver todo su cuerpo gracias al espejo, que quedaba en el ángulo ideal para que pudiese admirarlo.

Lo que vi me dejó estático en el lugar, dejando que mi mente intentase procesar la imagen.

El cuello, la clavícula, incluso parte de su torso estaban llenos de marcas.

Un tipo de marcas que solo podían aparecer después de un tipo de actividad bastante específica, estremeciendo mi cuerpo de nuevo con esos recuerdos que me acompañaban desde temprano en la mañana.

Recuerdos donde eran mis labios lo que estaban marcando esa piel, justamente en los lugares donde el cuerpo del menor tenía esas marcas.

Estaba confundido, intentando relacionar las dos cosas, siendo imposible para mí llegar a creer que algo como eso pudo ocurrir.

Porque nadie en su sano juicio se acostaría con un hombre borracho que al día siguiente no recordaría nada.

¿Verdad?

Le observé, viendo como terminaba de quitarse los pantalones, dispuesto a entrar en la ducha más alejada, hasta que al levantar la vista, sus ojos encontraron el espejo.

Su cuerpo se tensó de inmediato al verme a través de él y sentí mi corazón detenerse por una estúpida razón que no quería llegar a creer.

Porque era demasiado irreal como para estar sucediendo.

Me acerqué a su cuerpo, como si fuese un autómata, como si realmente no supiese a donde me dirigía, pero sintiese que debía hacerlo, él sin moverse, hasta que mi mano acarició las marcas en su cuello, siendo reflejados por el espejo, como si le estuviese abrazando, su espalda contra mi pecho en esa posición, sin llegar a tocarnos.

  -     ¿Qué es esto? – susurré, su cuerpo demasiado tenso, sus ojos desviándose de los míos.

Sabía lo que eran, tal vez, lo sabía mejor que nadie, pero necesitaba confirmarlo, oírlo de sus labios.

  -     Hyesung. Repito. ¿Qué es esto?

Mi voz sonó suave, pero demandante a la vez, sus ojos encontrándose de nuevo con los míos, vacilantes.

  -     Chupetones.

Esa fue su respuesta, simple y directa, pero sin aclararme todo lo que yo quería saber con ello.

  -     Son recientes. ¿De cuándo?

Pareció que un pequeño escalofrío recorría todo su cuerpo cuando presione uno de los pequeños moretones, deslizando el dedo hasta encontrar el siguiente, así unos segundos, sus ojos cerrados, hasta que le presioné para dar una respuesta.

Un suspiró escapó de sus labios cuando mi cuerpo se pegó al suyo, dejando su espalda desnuda acariciar la piel descubierta de mi torso.

  -     Ayer – susurró, volviendo a bajar la mirada.

Mi corazón se estaba acelerando por momentos, preguntándome si sería posible lo que estaba pensado, si de verdad podría ser real.

No me animé a preguntar durante unos segundos, valorando como lanzar su pregunta, pensando una forma de que no pudiese evitarla, de saber si mentía o no.

Hasta que recordé vagamente algo. Una llamada.

Sonreí, descansado el brazo que aún tenía libre en su cadera, sintiendo su cuerpo estremecerse con mi contacto.

  -     ¿Viniste a recogerme ayer?

Vi la duda reflejada en sus ojos cuando pregunté aquello, claramente no esperándose ese tipo de pregunta ligeramente indirecta, pero que revelaría todo si era sincero.

El silencio se mantuvo un rato, hasta que mi mano dejó su cintura, apenas desviándome un poco para tomar su teléfono, abandonado sobre los pantalones en aquel asiento.

Sus ojos se agrandaron cuando presioné el botón de re-llamada, el tono familiar de siempre proviniendo de mi teléfono segundos más tarde.

Él me miró una vez más a través de aquel espejo, mientras yo sonreía, volviendo a dejar el móvil donde había estado.

  -     Lo hice – admitió, cerrando sus ojos cuando sintió mis manos en su cintura.

Ahora sentía el pulso latir en mis sienes, demasiado emocionado como para expresarlo con palabras.

Pero también demasiado confundido como para no preguntar.

  -     ¿Por qué?

Quería saber. Necesitaba saber.

Y él claramente percibió que no me estaba refiriendo únicamente al hecho de haberme recogido en aquel lamentable estado en el club.

Él no deseaba contestarme con la misma intensidad que yo deseaba que lo hiciese.

Porque estaba confirmando lo que nunca creí posible, lo que jamás imaginé, lo que hubiese tomado toda mi vida por una vana fantasía que me haría enloquecer con el tiempo.

Porque él fue mío por propia voluntad, en aquellas circunstancias.

Se separó de mí, tomando algo de ropa para cubrirse, pero mi mano sujetó su muñeca, queriendo que me mirase directamente.

Porque necesitaba preguntarlo de a una, o no lo haría jamás.

  -     ¿Me amas?

Mi corazón se detuvo, mi respiración se negó a continuar con su ritmo normal, mientras veía sus ojos dilatarse, su cuerpo temblar ligeramente, y su mano presionarse con fuerza.

Giró la cabeza, forcejeando para que le soltase, una pequeña lágrima incontenida surcando su rostro.

Le tomé de la barbilla, obligándole a mirarme, sus ojos acuosos, evitándome todo lo que podía, hasta que solo suspiró, su voz rota con su respuesta.

  -     Aunque no debería… estúpido, ¿verdad?

Lo solté, algo que pareció entristecerle, encogiéndose un poco mientras pasaba frente a mí para recoger toda su ropa.

Pero por segunda vez, frené su avance, mis brazos rodeando su cuerpo por completo, aún cuando comenzaba a temblar de forma evidente, aún cuando debería decirle que estaba equivocado, pero era incapaz de hablar.

Lo suficientemente incapaz como para acallarle cuando intentó pedirme que le soltase, mis labios sellando los suyos, intentando decirle todo sin decir nada.

Apenas fue un roce tierno, una leve presión sobre sus labios cerrados, contacto que se vio correspondido segundo más tarde, mi brazo rodeando la cintura ajena, acercando nuestros cuerpos.

Me miró cuando me separé de él, sus ojos aún húmedos, una expresión vacilante en su rostro.

  -     Te amo – susurré sobre sus labios, rozándolos ligeramente con los míos – Desde hace tanto que ni siquiera puedo recordar cuándo empezó.

Volví a depositar mis labios sobre los suyos suavemente, esperando hasta que él me correspondió, una de sus manos acariciando mi mejilla repentinamente, solo una pequeña caricia.

No profundicé, pero tampoco me separé de él tan pronto como antes, disfrutando de la calidez de sus labios sobre los míos siendo plenamente consciente de todo esta vez.

Sonreí, como un estúpido, aún tenido mis labios sobre los suyos, apresando aún más su cuerpo en mi abrazo.

Sus mejillas se veían pintadas con un suave tono rosado que me encantaba, sus ojos ahora brillantes, aunque no parecía que fuese por las lágrimas, mientras podía notar su corazón latiendo igual de acelerado que el mío.

  -    Te amo – susurró esta vez, sonriendo tímidamente, sin separar su cuerpo del mío.

Reí un poco, rozando su frente con mis labios, permitiendo que sus brazos rodeasen mi cuerpo, que escondiese su rostro en mi cuello.

  -     Lo sé. Ahora, lo sé.

Apenas fue un murmullo, contestado por una suave risa en mi cuello que me hizo cosquillas y un cálido cuerpo presionándose contra el mío como si no me quisiese dejar ir nunca.

Estaba confundido, pero feliz. Tanto que temía que todo desapareciese si me atrevía a cerrar los ojos un solo instante.

Pero aquello no era un sueño. Igual que la noche anterior no había sido una alucinación.

Aquel delgado cuerpo era mío, lo había sido mucho tiempo sin que lo hubiese sabido, pero no podía dejarlo ir ahora que lo sabía.

No lo haría, jamás. Pasase lo que pasase.

Había esperado demasiado como para permitirme perder más el tiempo. Iba a aprovechar aquella oportunidad que tenía.

Porque quince años eran demasiados para vivirlos así.

Porque merecía una oportunidad de ser feliz junto a la persona que había ganado mi corazón tantos años atrás.

Simplemente, porque por fin podía decir que tenía un futuro más allá del sufrimiento y la desesperación.

Un futuro que incluía a otra persona que sentía lo mismo por mí.

Notas finales:

En fin... ¿qué os pareció?

 

La verdad... es que intentaré ir subiendo algunas cosas más que tenga por el blog, solo que apenas tengo tiempo de actualizar allí y pues aquí.. menos ^^'...

 

Muchísimas gracias por pasaros a leer!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).