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Sobre pequeñas casualidades y posibilidades por Leia-chan

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Notas del fanfic:

... Fuck, es shota. Amo el shota.

Gracias por entrar a leer, espero que lo disfruten.

Notas del capitulo:

HOPE YOU ENJOY IT, DIRTY FUCKERS!

... cause I went trough hell to write this...

Las posibilidades de que un accidente de laboratorio transforme a un perro parlante superdotado en un apuesto hombre de 37 años son cercanas a cero, pero así también, ¿cuántas probabilidades hay de que un perro parlante superdotado invente una máquina del tiempo para educar a su hijo humano adoptivo? Así que, luego del sobresalto de la explosión, gritos para asegurarse de que ambos estaban bien y de disiparse el humo, lo siguiente que captó la atención de Sherman fue el cuerpo desnudo del hombre frente a él, en el suelo, con las piernas abiertas.  “Es grande… muy grande”.  Y de repente, Sherman entendió porque no reaccionó como debía al beso que Penny le dio la semana pasada.

-       ¡Sherman! – gritó Peabody, sacándolo de su estupor.

-       ¿Eh? – saltó Sherman, algo confundido aún.

-       Te pregunté si estabas bien. ¿La explosión no te habrá causado alguna conmoción o sí? – el cuerpo desnudo del hombre se arrodilló frente a él y Sherman se vio sobrecogido por unos preciosos ojos verdes que lo estudiaban con preocupación – Tus pupilas parecen responder bien…

-       Pea… ¡Peabody! – exclamó Sherman - ¡Su cuerpo! – apuntó, logrando al fin vocalizar su asombro.

-       Oh, sí – y al fin, después de asegurarse de que el niño estaba a salvo, Peabody se dio un tiempo para estudiar su propia situación. Levantó una mano sin pelaje blanco y con dedos. Dedos humanos – Esto es ciertamente un efecto secundario muy molesto – se levantó, llevando una mano para arreglarse los lentes, que no tenía ya que se habían caído con la conmoción. De todas formas, Peabody calculaban que iba a quedar muy pequeños en su nuevo rostro – Tendré que trabajar toda la noche para remediarlo.

Sherman se desilusionó al oír eso. Amaba a Peabody y no le importaba como se viera, seguía siendo su padre, pero tener a ese apuesto hombre con la voz de Peabody y sus mismos ademanes y atenciones… realmente no estaba nada mal. Se dio coraje entonces y decidió probar suerte. Con las manos sujetas tras la espalda y rascando el piso con la punta de sus zapatos, acotó: - Pero el laboratorio esta hecho un desastre y es muy tarde…

-       Mmm… - Peabody escuchó las objeciones del menor y se cruzó de brazos para pensar. Y en todo eso, no notó la mirada embobada de Sherman clavaba en cierta parte de su nueva anatomía. “La mía no es tan grande”, pensaba el niño con un horrible sonrojo – Tienes razón – lo asustó la voz de Peabody, quién volvía a levantar la mano para arreglarse los anteojos por reflejo y gruñó al no sentir nada por segunda vez – Se hace tarde y aún no terminamos tus deberes del colegio. Además, esta la cena… - bajó la vista y vio a Sherman revolverse acalorado en su sitio, echándole miradas fugaces a su cuerpo desnudo – Y esta desnudez también podría ser un problema – acotó entonces y salieron del laboratorio.

Mientras Peabody improvisaba algo de ropa y una cena rápida, Sherman estaba en el baño, limpiando cualquier residuo de la explosión que se le haya quedado. Ya desnudo y limpio, frente al espejo de cuerpo completo en el baño, Sherman contemplaba con pesar su pequeño e imberbe cuerpo de niño. Todo era tan suave y delicado… Pequeño. Infantil. Se tocó las mejillas rechonchas las estrujo, estudiando sus facciones. Una nariz demasiado pequeña, unos ojos demasiado grandes… y los esos dientes. Esos dientes horribles. Lanzó un suspiro acongojado. Con razón Penny se había enojado tanto cuando no respondió el beso. Prácticamente le había hecho un favor al besarlo y él la rechazaba. ¿Quién más querría tocarlo a él si no fuera por lastima?

-       ¡Sherman! La cena esta lista – lo llamó Peabody y Sherman dejó caer los hombros, derrotado.

Y, si ser un delgaducho y diminuto niño no era suficiente, además, era un rarito que prefería a un hombre adulto antes que a una niña linda de su edad. Era toda una vergüenza para el señor Peabody, de seguro. Pero iba a ser fuerte, iba a ser razonable y se lo guardaría todo. Lo iba a superar, estaba seguro. Así que se vistió y fue al comedor, donde toda esa resolución se desvaneció al ver a Peabody de nuevo, pero esta vez, vestido.

Debería ser algún delito o ir en contra de la lógica que un hombre se vea mejor vestido que desnudo, y más aún con las ropas que llevaba Peabody. Una camisa blanca un tanto ajustada, con pantalones elegantes sujetos con tirantes rojos. El típico moñito rojo en su cuello y los lentes de marco grueso deberían hacerlo parecer tonto, pero con el cabello claro cuidadosamente despeinado, las facciones firmes y masculinas y el cuerpo tan bien trabajado… todo eso se sumaba en un paquete que decía “y aquí quedan los restos de la heterosexualidad de un niño de ocho años”.

“Esta será una cena muy larga”, pensó Sherman con pesar.

Y lo fue. Fue una cena larga y algo incómoda y Peabody lo notó. Sherman estuvo rojo todo el tiempo, con la vista baja, como si estuviera avergonzado. Analizaba los ingredientes que causaron la explosión, tratando de descubrir que hacía que su preciado hijo se sintiera tan incómodo en su presencia. ¿Será que también hubo algún cambio en el menor también? Tal vez un cambio intimo del que sea difícil hablar. Pero pensar en eso lo entristeció un poco. Era su sueño ser el tipo de padre al que sus hijos pudieran contarle de todo. Creía haberse ganado esa confianza.

Tendría que lidiar con eso al mismo tiempo que trataba de acostumbrarse a su… nuevo cuerpo. Era cierto que su primera reacción era trabajar para cambiar nuevamente, arreglarlo. Pero en esas horas, había comenzado a ver tantas ventajas en esa apariencia. Era más alto y podía alcanzar tantas cosas. Ya no más banquillos aquí y allá para alcanzar los estantes altos.  Además, tenía un espejo y no era ignorante de los estándares de belleza masculina. Y él los llenaba con creces. Y eso podía ser ciertamente… conveniente.

Luego de la cena, los deberes y cepillarse los dientes, Peabody acostó a Sherman como acostumbraba. Lo arropó y le dio el típico beso de las buenas noches en la frente.

-       Duerme bien, Sherman… - se despidió, caminando a la puerta, cuando la voz del menor lo detuvo.

-       Se-señor Peabody – lo llamó con nerviosismo y Peabody se dio vuelta.

-       ¿Sí, Sherman? – preguntó, y Sherman sintió un ligero escalofrío al escuchar esa frase tan familiar.

-       ¿Pu-puedo hablar con usted? – preguntó, aún con timidez, pero fue suficiente para darle algo de alivio a Peabody. Sherman aún confiaba en él para decirle de todo.

-       Por supuesto – se sentó en la cama a su lado y le dedicó una suave sonrisa. Sherman sentía que su corazón se derretía al ver tanto cariño en esa mirada.

-       Va a… - tragó saliva y reformó su pregunta - ¿Usted quiere volver a su viejo cuerpo?

Peabody se sorprendió al oír esa pregunta. Así que era eso lo que estaba carcomiendo a Sherman. Se tomó unos segundos para responder con sinceridad. – Debo admitir que le encuentro muchas ventajas a esta nueva apariencia – comenzó pero le lanzó una corta mirada al sonrojado niño que se revolvía bajo las sabanas – Pero una horrible desventaja… Te hace sentir demasiado incómodo.

-       ¿Eh? – se sentó Sherman de golpe – ¡Eso no es cierto!

-       Sí, lo es – y para demostrarlo le picó la nariz, sacándole otro sonrojo – Y para mí, lo más importante es que tú estés a gusto conmigo. Cómo me vea, es secundario.

Sherman infló los cachetes, molesto por verse descubierto. – Es que no puedo… evitar… - musitó despacito – compararnos…

-       ¿Mh? ¿Comparar?

-       Sí, usted es tan… tan grande… y yo… - desvió la mirada, con las manos cruzadas sobre su entrepierna – soy tan pequeño.

-       Oh – no esperaba eso, pero suponía que era una curiosidad normal – Bueno, Sherman, sabes que yo, y que este cuerpo es de un adulto. Será grande… incluso allí, pero esta proporcionado. Es un cuerpo normal, así como el tuyo. Solo que tú aún eres un niño. Uno muy adorable y bello – le aseguró revolviéndole el cabello – Y serás pequeño ahora, pero crecerás. Te lo aseguró. Además, ambos sabemos que las apariencias no importan, ¿no es así?

-       Lo sé, pero… - empezó de inmediato, pero se mordió la lengua. No podía decir que quería ser mayor ya y verse más… aceptable para estar a su lado. Eso era de niños malos.

-       ¿Pero? – urgió Peabody, pero el niño meneó la cabeza, negándose a continuar. Peabody lanzó un suspiró y se arregló los lentes – Si tengo que adivinar, este interés en tu apariencia, no sólo esta vinculo a este cambio mío, ¿no es así? – Sherman se revolvió en su sitio, prácticamente masticando su labio inferior – Tienes otras dudas, ¿verdad? – preguntó y Sherman asintió tímidamente – Puedes decirme de todo, Sherman. Lo sabes.

Sherman volvió a asentir y tomó una gran bocanada de aire para darse valor y dijo de golpe: - Penny me besó.

-       Oh – volvía a estar sin palabras, o más bien, se refrenaba a decir las cosas que cruzaron por su mente al oír ese nombre. “Esa pequeña delincuente esta mancillando a mi pequeño”, pensó con rabia. Pero se tranquilizó, porque eso también era parte del desarrollo normal de los niños – Eso no es nada malo, Sherman. Seguro sentiste cosas y tal vez  te asustaron, pero…

-       No sentí nada – le interrumpió Sherman – No… no me gustó – añadió, bajando la mirada – Sé que es una niña bonita, y es de mi edad… Pero… Creo que me gusta alguien más. Alguien que no debería gustarme.

-       Sherman… - no sabía adónde iba con eso. Bien podría ser que su hijo estaba descubriendo su homosexualidad. ¿O tal vez le gusten las niñas mayores? Pero eso no era un problema social muy grande, ¿o sí? – Yo soy un activista por la igualdad, yo creo que el amor…

-       Es usted – volvió a interrumpirlo, exprimiendo hasta la última gota de valentía que podía en ese pequeño instante.

Peabody se congeló por unos instantes, tratando de procesar que había escuchado. – Oh, vaya, Sherman… - eso sí que no se lo esperaba. Y no tenía idea de cómo lidiar con eso. Cerró los ojos y recordó. Tal vez, debería hablar de Edipo o de Electra… y mientras decidía cual era más conveniente, sintió un cálido y suave roce sobre sus labios, sutil y fugaz, pero muy agradable. Abrió los ojos y se topó con los ojos aguados de Sherman y su rostro bañado en pecas. Estaba de rodillas a su lado, jugando con el borde de la remera de su pijama, tratando de controlar su nerviosismo. Y Sherman descubrió que ese nuevo cuerpo suyo reaccionaba fuertemente a estímulos visuales como ese.

-       Sólo estas confundido – exhaló, casi para sí mismo, levantándose, porque no se confiaba mucho estando cerca del niño – Date un tiempo y…

-       Pero sentí algo, señor Peabody – y el mayor no pudo evitar volver a verlo y quedarse prendado por esos ojos húmedos y suplicantes. Aguantó la respiración, tratando de no ceder – Cuando lo besé, yo…

-       Sherman… - la voz le salió un tanto más firme de lo que esperaba, y Sherman se estremeció.

-       Lo sé – dijo, con unas lágrimas escapando de sus ojos – Sé que está mal… que yo estoy… muy mal…

-       ¿Penny te dijo eso? – Peabody casi gruñó, reaccionando de inmediato, antes de que Sherman pudiera reaccionar. Volvió a subirse a la cama, y tomó el rostro del menor en una mano – No hay nada malo contigo, Sherman – se lo dijo viéndolo a los ojos – Eres un niño perfecto, ¿entiendes?  – le besó la otra mejilla y esperó a que respondiera, pero Sherman no podía hablar, luchando contra el llanto que se agolpaba en su garganta. Pero Peabody quería una respuesta. Se acercó y le susurró al oído – Y te amo, sin importar lo que pasé. Yo siempre te amaré.

Sherman se estremeció con la cercanía y más al oír eso. Se acercó más a él, tomando entre sus manos la camisa blanca, desesperado por no dejar que se alejara. – Se-señor Peabody… - lo llamó al oído, con su cálida respiración cayendo sobre el cuello del mayor. Peabody hacía un gran esfuerzo por controlarse, pero era difícil – Siento algo… - siguió hablando el niño, con la voz baja y vulnerable, tensando cada nervio del mayor – Mi corazón late muy rápido y… y… - bajó una mano para levantar la remera de su pijama y mostrar el pequeño bulto que se formaba bajo sus bóxers holgados – Ahí… se siente muy raro… - lagrimeó un poco – Tengo miedo, señor Peabody – ese hilito de voz anhelante y los ojos suplicantes terminaron por romper sus límites.

-       Oh, Sherman… - gruño Peabody, subiéndose a la cama. Se acomodó contra el cabezal y puso al menor entre sus piernas, recargándolo contra su espalda. Había en la diferencia de tamaños, en la facilidad que tenía para mover al más pequeño que encendía algo en él – Aún no dieron ninguna clase de educación sexual en la escuela, ¿no es así? – Sherman negó, temblando, aunque no precisamente de miedo – Pero por supuesto que eres un niño precoz, ¿no es así? – se inclinó a darle besos en el cuello y el hombro, bajando con delicadeza los bóxers del pequeño, descubriendo su pequeño pene y las blancas piernas del menor - ¿Ves, Sherman? Eso es una erección… - le susurró con voz grave al oído, deleitándose con cada estremecimiento del cuerpo del otro – Una tiene una erección cuando… - dijo a modo de pregunta, mientras casualmente pasaba sus manos por las piernas delgadas y las pasaba bajo la remera del pequeño.

-       Cuando se siente bi-bien… - tartamudeó Sherman, ahogado en el calor y el placer que comenzaba a reconocer.

-       Así es… Eres un niño tan listo – subió a besarle las mejillas, la nariz, los ojos… todo menos los labios, haciendo que estos temblaran de anticipación – ¿Y sabes qué hacer con una erección? – Sherman negó meneando la cabeza - ¿Quieres que te enseñé? – y esta vez asintió, con los ojos inyectados de ilusión. Peabody lanzó una risita queda, satisfecho con esa respuesta – Entonces, humedece mis dedos, ¿sí? – y sin esperar respuesta, acarició los labios temblorosos con dos dedos que Sherman aceptó sin demora en su húmeda y pequeña boca, acariciándolos con la lengua, esperando dejarlo lo más mojados posibles.

Mientras la otra mano de Peabody no dejaba de dar caricias ligeras por todo su cuerpo, excepto en su entrepierna. Cuando vio que el chico se concentraba tanto en la tarea que le había dado decidió premiarlo, subiendo esa mano bajo la remera hasta llegar a los pezones ya duros del niño y pellizcó uno con un poco de fuerza. Sherman se tensó, soltando un gemido ahogado por los dedos en su boca, y luego se revolvía contra el cuerpo de Peabody, mientras el mayor jugueteaba con sus dos botones. Con cada pellizco, el pequeño pene erecto daba un salto y una corriente le subía por todo el cuerpo. Peabody entonces, decidió seguir adelante y sacó los dedos húmedos de la boca del pequeño y los bajó hacia su entrepierna. Rozó el pene aún cubierto de prepucio y Sherman dio un gritito conmocionado por las sensaciones.

-       Sólo estoy comenzando… - murmuró Peabody y tomó el pene en su mano para masajearlo.

Sherman no podía creer que podía sentir tanto a la vez y le daba algo de miedo. Quiso huir, pero las manos grandes de Peabody se lo impedían. Llamó al mayor, entre lágrimas y quejidos. – Peabody…

-       Está bien, todo está bien – trató de tranquilizarse, seguro de que no dejaría que esto quedara a la mitad – Sólo relájate. Lo estás haciendo tan bien…

Y Sherman de hecho se relajó al oír esas palabras, porque los elogios de Peabody siempre lo llenaban por dentro y como niño bueno, dejó de forcejear y se dejó llevar por las caricias, lanzando suspiros y gemidos, sin pudor alguno. Peabody se humedeció dos dedos de su otra mano y los hizo descender hasta rozar la tersa entrada del pequeño. Sherman se sobresaltó, pero Peabody volvió a asegurarle que todo estaba bien, y Sherman se relajó lo suficiente para dejar que un dedo se colara en su interior.

-       ¡A-ah! – Sherman gimió, pegando su espalda al cuerpo del mayor, tomando en un puño las mangas del mayor – Pea-peabody… - clamó en un gemido, mientras el dedo entraba y salía, relajando sus paredes, preparándolo para un segundo dedo que no se hizo esperar. Y Sherman volvió a gritar, extasiado por el sentimiento de tan lleno. Abría grande las piernas, como si eso fuera a hacer más espacio, como si quisiera más dentro de él. Y Peabody movió un poco los dedos en su interior curvándolos un poco, hasta que Sherman volvió a gemir muy fuerte, con los ojos abiertos de par en par. Había tocado algo dentro de él que hizo que las corrientes fueran tan fuertes.

-       Eso, Sherman, es la próstata – explicó Peabody y como queriendo dejar en claro a qué se refería, volvía a estimular la glándula, haciendo que Sherman perdiera por completo el hilo de sus palabras.

El niño estaba tan hundido en el placer que hacía lo posible por mover las caderas contra los dedos, buscando que volviera a tocar ese punto en su interior que lo hacía ver estrellas. Mientras la mano seguía estimulando su miembro, haciendo que gimiera incoherencias entre retazos del nombre del mayor y Peabody sabía que Sherman estaba muy cerca de su primer orgasmo. Un roce más a la glándula en su interior y Sherman gritaba su nombre, tensándose por completo, para luego caer sin fuerzas a sus brazos otra vez. “Oh, un orgasmo seco. Lo esperaba”, pensó Peabody al ver que no había ningún líquido, “es tan joven”.

Sherman respiraba agitadamente aún y tenía los ojos cerrados. Él pobre debía estar tan cansado. Pero Peabody aún no estaba satisfecho. – Hey, Sherman… - lo llamó rodeándolo con sus brazos para levantarlo - ¿Quieres aprender algo más hoy?

Y Sherman, incapaz de ignorar su naturaleza curiosa, sacó fuerzas de su juventud  y asintió.

-       Entonces, aprenderemos qué es el sexo, ¿te parece? – agregó Peabody, alargándose un poco para tomar un pequeño pomo de vaselina que Sherman tenía en la mesita de luz. Sherman abrió grande los ojos y volvió a sonrojarse. Tenía una idea de lo que era el sexo, cualquier niño en esta época lo sabe, pero era un tema tan tabú entre ellos todavía. E iba a compartir algo tan secreto e intimo con Peabody - ¿Sabes cómo lo haremos? – preguntó Peabody, pero antes de que Sherman respondiera, Peabody ya se había abierto los pantalones, dejando que el largo y erecto miembro se colara entre las piernas de Sherman – Esto nos va a unir y estaremos más juntos que nunca – dijo poniéndose una buena cantidad de la sustancia sobre su miembro, frotándolo frente a la mirada fija del menor. Sherman tragó saliva.

-       Es muy grande – comentó.

-       Así es, pero por eso te preparé antes y uso esto para hacerlo más sencillo… - explicó Peabody y Sherman se lamió los labios secos, sin despegar la vista del órgano que tenía entre las piernas - ¿Tienes miedo? – preguntó, con algo de sorna, y Sherman negó con efusión. Obviamente, el niño mentía, pero no iba a profundizar en eso en ese mismo instante – De acuerdo, Sherman, necesito que te acuestes boca arriba…

Se movieron, con Peabody acomodando a su niño hasta dejarlo lo más confortable posible para lo que iba a venir. No sería nada sencillo, y podía ser un gran error, pero no se gana nada si no se arriesga todo. Y abriendo las piernas del menor lo más que podía –Peabody se dio unos segundos para admirar su flexibilidad-, Peabody comenzó la tarea de penetrarlo.

-       Agh… - Sherman lanzó un quejido al sentir aquello tan grande y caliente en esa parte tan intima suya. Se revolvió al sentirlo abrirse paso entre sus paredes, estirando hasta más no poder los pliegues de su cavidad - ¡Ah! – era demasiado. Sherman no podría aguantarlo. Comenzaba a sentir dolor, punzadas de dolor que le hacían temblar – Pea- Peabody… - lo llamó, y levantó el rostro bañado en lágrimas, para toparse con aquel bello rostro contraído en una mueca que demostraba cuanta concentración ponía el mayor en esa tarea. Peabody también se estaba esforzando.

-       Se siente tan bien – exhaló, cuando la cabeza terminó de pasar el esfínter, y Sherman terminó por convencerse de que sí, quería que el señor Peabody disfrutara de esto. Así que tomó aire y se relajó, tratando de acallar sus quejidos, mientras más y más centímetros se insertaban en su interior.

-       Peabody – temblaba Sherman, sintiendo lo lleno que estaba – Ah, Peabody… - volvió a llamar, clavando sus uñas en los hombros fuertes del mayor.

-       Ya casi… - bufó el otro – Oh, Dios, Sherman… Se siente genial… Eres genial… Perfecto, perfecto – derramaba elogios el mayor en los últimos centímetros, hasta que todo estuvo dentro.

-       Tan lleno… - comentó el otro, llevando una mano hasta el punto en donde sus cuerpos se conectaban.

Peabody se dio unos segundos para observar lo mismo, mientras esperaba que Sherman se acostumbrara aunque sea un poco. No pudo evitar sonreír al verse tan cerca, tan… tan… - Peabody – volvió a llamar Sherman, con algo de urgencia – Un-una erección… - mostró el pequeño su pene que volvía a llenarse de sangre – L-lo siento… - se disculpó, avergonzado por sus reacciones.

-       Está bien, Sherman… Eso esta tan bien – le aseguró Peabody, inclinándose hasta llegar a unir sus labios en un apasionado beso que dejaba sin aliento al menor – Eres precioso, mi Sherman – y comenzó a mover las caderas, despacio, con cuidado, observando cada reacción del menor, disfrutando de sus suspiros y quejidos, mientras aguantaba el dolor lo mejor que podía y descubría el placer en todo lo que hacían.

Cuando empezó a oír algo de frustración en sus quejidos, Peabody aumentó la fuerza y la velocidad de las embestidas, lanzando algunos gemidos de su parte, al sentir lo apretado y caliente que era dentro de Sherman. No iba a durar mucho, lo sabía, pero aprovecharía cada segundo y también lo haría Sherman. Sherman movía la cabeza de lado a lado, pegado a la almohada sin saber qué hacer con tantas sensaciones llenando su cuerpo, solo dejar que Peabody hiciera lo que quisiera con él y la sola idea lo excitaba más. Llamaba entre suspiros al mayor, sintiendo la presión acumularse en su bajo vientre. Ese calor que ya reconocía de hace algunos minutos. Las penetraciones se hacían cada vez más profundas y el ritmo se iba perdiendo, ya que Peabody solo pensaba en acabar. Coló una mano al pene de Sherman y lo acarició, sintiendo unas deliciosas contracciones sobre su propio miembro, al compás de los gemidos de Sherman. Y sabiendo que esa era la gota que colmó el vaso, embistió tan profundo como podía y acabó dentro del menor, llenándolo de su semen.

Sherman, experimentando esa húmeda sensación en su interior, más el placer y el calor, simplemente ya no podía más y también llegó al orgasmo, con un grito mudo. Sherman se desplomó en la cama, quedándose dormido casi de inmediato.

Peabody se hizo responsable y se sostuvo en alto, para no aplastar al pequeño. Cerraba los ojos y tranquilizaba su respiración, dejando que todo lo que había sucedido terminara por grabarse en su memoria.

Y decidió quedarse con ese cuerpo nuevo, ya que además de todas sus ventajas, había que valorar los pequeños milagros de la casualidad, ¿no es así?

Notas finales:

Y les gusto? :B

Plz, don't kill me... solo dejen comentarios :D


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