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El emperador y el halcón por Shia Polux

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El gemido de dolor de Ben devolvió a Shanks a la realidad.

- ¿Dónde está ese médico? -Murmuró, alejándose de él.

- Aquí - Habló entonces Law. Y salió de entre las sombras del pasillo. Shanks casi se cayó de espaldas. Era un… un… ¡un osito de peluche! Todo blanco… y… y… peludito. Esponjoso y con manchitas negras. Joder, parecía directamente salido de la fiesta de sexto cumpleaños de su pequeña.

- Es… broma… ¿Verdad? -Murmuró Shanks, aunque la mirada asesina del os… del médico, le hizo retractarse- Quiero decir… wow… solo… wow…

- Soy un médico cualificado, mi nombre es Trafalgar Law.

- Pero eres… de algodón. - Murmuró incrédulo.

- ¿Podemos dejar el tema? - Preguntó el joven de mal humor. Ya le jodía bastante ser una suerte de objeto viviente para que encima se descojonaran de él por ser un jodido peluche.

- Uhnm… si, si… claro - Siguió los movimientos del otro con cara de fascinación

Law se encontraba pensando en lo imbécil que era aquel tipo mientras examinaba al hombre herido, cuando este empezó a brillar

- Oh, mierda… No, joder… -Murmuró, si tuviese labios para morder ya se habría sacado sangre

- ¿Qué pasa? -Preguntó el pelirrojo alarmado.

- Se está transformando…

-¿¡En qué!? - La elocuente mirada de desdén del peluche le hizo callar. Mierda… Eso no era bueno, nada bueno.

Ben ahogó un gemido de dolor mientras su cuerpo entero era tragado por la luz. Segundos después sobre el suelo ya no quedaba nada que recordara al hombre que había sido, sino un elegante reloj de salón, alto como una estantería, con la esfera colocada sobre una elegante y estilizada torre que encerraba un péndulo tras una lámina de cristal.

Shanks se quedó completamente mudo. Law suspiró, ya no había nada que hacer… Al menos no se había muerto, ya era algo..

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Shanks suspiró, sentado en la gran cama de la habitación de invitados a la cual le habían llevado, y rememoró la despedida de sus compañeros.

El capitán carraspeó intentando llamar la atención de sus hombres, cosa bastante difícil debido al alboroto.

- ¡Atendedme joder! -Ahora si, todos callaron.- Me he encontrado con alguien en este lugar que puede ayudarme con una cosa. Así que el contramaestre Ben y yo nos quedaremos aquí, será nuestra isla base durante esta misión en concreto. A vosotros os encargo que continuéis nuestra búsqueda. - El joven hablaba animadamente, aunque en realidad no se sintiera así. Era todo lo que podía hacer para no alarmar a sus compañeros, no quería que nadie más acabase mal por su culpa.

Los hombres parecieron aceptar sus palabras con el entusiasmo habitual, incluso hubo alguna queja sobre lo vagos que eran al quedarse ahí de vacaciones mientras ellos trabajaban.

El único al que Shanks le había contado la verdad era a Yasoop, era, junto con Ben, uno de sus más antiguos compañeros, y le confiaría su vida si hiciera falta.

- Si encuentras algo sobre ella. Lo que sea. Por favor, házmelo saber. -Susurro

De eso hacía apenas unas horas, pero parecían siglos. De vez en cuando se preguntaba si realmente había sido la decisión correcta, pero entonces miraba el reloj que era ahora su mejor amigo y sentía una punzada en el pecho. Era él quien había insistido en parar en cada isla, era él quien no había bajado del barco aquella vez. Era culpa suya, y aunque no lo fuera, tampoco podía abandonar allí a su amigo, como si tal cosa. Suspiró.

Al otro lado de la puerta, Dracule Mihawk esperaba a su huésped. No es que estuviera incómodo, claro que no, pero nunca había invitado a cenar a un prisionero. Sintiendo algo de molestia e impaciencia consigo mismo llamó a la puerta.

-¿Si? -Fue la respuesta desde el otro lado, el joven hombre ni se molestó en abrirle la puerta.

Mihawk contuvo su enojo como buenamente pudo. ¿Cuándo se había vuelto tan irritable? No podía recordarlo…

- Baja a cenar. -Murmuró autoritariamente

- Vaya, suena muy bien, pero creo que no, gracias. Tengo que encargarme de Ben.

¡¿Qué?! ¿Cómo se atrevía? ¡¿*quién se creía que era para rechazarlo?!

- ¡Muy bien! ¡Por mi puedes morirte de hambre ahí dentro! - Y se marchó hecho una furia. Eso le pasaba por tratar de ser amable.

- Que caracter… - Rezongó Shanks al otro lado de la puerta cerrada.

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Esos eran más o menos los mismos pensamientos de Trafalgar Law horas más tarde, en la cocina, después de que Cavendish les contara lo que había oído. No por primera vez el médico se preguntó que tendría el amo en la cabeza, aparte de plumas. ¿Es que no se daba cuenta, idiota arrogante, de que ese tipo era la primera persona en entrar en su castillo que no se transformaba? Podría romper su maldición. ¿Y qué hacía él? Dejarlo sin comer. Sería lo que le faltase, un muerto por inanición… Maravilloso.

Fue entonces cuando oyó voces. Conocía de sobra el parloteo incesante de Perona, una muchacha convertida en un muñequito de tela blanco, con forma fantasmal, usado tradicionalmente para espantar espíritus. Era la única mujer allí, la única que ya estaba presente en el momento de la maldición, y, hasta entonces, la única que no era una espadachina.

- ¿Entonces tu eres el ama de llaves? -Preguntó otra voz, con interés. Mierda, joder… Era el pelirrojo. Seguro que venía a buscar algo de comer. Ese jodido cafre del amo se cabrearía mucho si lo ayudaba. Pero era su deber como médico prestar servicios.. joder, joder. Que mierda era ser una buena persona, macho.

- ¿Qué haces aquí? El amo dijo que no podías cenar

- No quiero cenar. -Exclamó el pelirrojo- Pero realmente necesito un trago, llevo demasiado rato sobrio.

Así que era eso… Genial, ahora tenían un borracho en el castillo. ¿Y él había sido su esperanza minutos atrás? Debía de estar realmente desesperado para haber pensado eso. Sin duda empezaba a volverse loco. Tenía que ser eso, si.

Cuando quiso darse cuenta, aquel idiota había desaparecido. Lo que faltaba ya, que su "salvador" desapareciese por arte de magia. Si no lo encontraba pronto no quería imaginar lo que haría el amo. Y si ese tipo fuera a la torre… ¡Eso sería lo peor del mundo! Él, junto con los otros, empezaron a inspeccionar el castillo en busca del maldito borracho. En la cocina, en el comedor, en el salón… Nada, ni rastro.

Eso mataba la paciencia a cualquiera, menudo personaje. Desaparecido, borracho… Solo faltaría que encima tuviera una falta de orientación digna de Zorro. Law casi pudo sentir una gota resbalar por su sien al pensar en eso,

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Mientras, en los pasillos lúgubres del castillo, cierto pelirrojo paseaba por toda la zona cantando felizmente. No es de extrañar, cosas de borrachos. Necesitaba un trago; no había pensado pasarse tanto, pero necesitaba quitarse todo ese peso de encima, luego tendría tiempo para pensar bien en qué se había metido.

Caminaba tranquilo, vagabundeando por ese pasillo que ni sabía ni le interesaba a donde llevará. Pero el camino se terminó, delante de él se encontraba una puerta bastante peculiar.. La madera era oscura y noble y el pomo era de oro con cristales, estaba estropeada por los años de mal uso y de descuido, pero se notaba que tenía que haber sido hermosa, igual que el resto del lugar. Sin embargo, su mirada se clavó en la cruz que colgaba de ella.

- "¿Es la habitación de ese… tipo?" - ni se lo pensó dos veces y decidió entrar a fisgonear.

Suspiró con desgana al ver que tenía que subir escaleras, que pereza. No tuvo más remedio que hacerlo, y rezó para no caerse, ya que aún estaba ebrio. Caminando y subiendo haciendo eses, apoyándose en la pared para descansar, una y otra vez, cuando todo empezaba a dar demasiadas vueltas.

Soltó un suspiro de alivio al llegar arriba del todo, si que era alta la maldita torre… Bueno, ya había llegado hasta allí, ahora era el momento de entrar. La habitación estaba destrozada y patas arriba, como si un huracán hubiera arrasado todo a su paso. El propio Shanks siempre había sido muy desordenado con su cuarto, pero nunca tanto, después de todo tenía que dar ejemplo a su hija cuando hace su habitación so riesgo de que su mujer, y Ben, se enojasen. Sintió un pinchazo en el pecho al pensar en ellos. Ben, su mejor y más leal amigo yacía en su cama inconsciente, en forma de reloj, y su familia… Suspiró. Las echa tanto de menos… a Dalia, con su sonrisa comprensiva y su carácter dulce, siempre con una palabra de aliento para él… y a su pequeña hija, tan callada, pero adorable e inteligente, que sólo Dios sabía dónde podía estar y en qué peligros podría haberse metido por su maldita culpa.

Caminó lentamente observando ese cuarto mugriento. Olía mal incluso para el joven capitán, acostumbrado al no tan agradable olor del alcohol. La cama destrozada, las cortinas rasgadas, libros caídos por doquier… a Ben le daría algo al ver ese cuarto, y sin duda su hija lloriquearía durante horas al ver esos libros… O quizás no. Seguramente ya era mayor para llorar…

En una de estas su mirada racayó en un cuadro enorme, rasgado también. Alzó la ceja extrañado y sin pensarlo se acercó. Pudo ver que era un retrato, la mayor parte de la cara era irreconocible, pero sus ojos se veían perfectamente. No sabía mucho de pintura, pero era evidente que el pintor había retratado perfectamente esos ojos, como la de un ave rapaz. Eran los ojos de la bestia.

Un rugido resonó por el lugar.

- ¡¿Qué haces tú aquí?!

Notas finales:

Odiadme, hehehe.

 

Si, ya se que se la pasa hablado de su familia, pero, pobrecito, dadle algo de cancha, que es una herida reciente.

 

Espero haberos arrancado un par de 'kyaa!'s con la descripción de Traffy xd


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