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El emperador y el halcón por Shia Polux

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Notas del capitulo:

Lo sieeeento. No tengo perdón de los dioses. Pero es que no sabía como continuar esto, en serio. Por eso me ha quedado tan... tan... chafa. Y cortito... Y probablemente los siguientes sigan esta linea...U cogh, bueno, que lo disfruteis

Shanks masculló por lo bajo, estaba en la enfermería del castillo, el único que lugar que parecía medianamente limpio, y un osito de peluche le estaba dando puntos en una herida del costado. Le amo del castillo se había enfadado tanto al verlo en su habitación que lo había tirado escaleras abajo de un tremendo zarpazo.

- Oye, que duele.

- Si no hubieras sido tan irresponsable no tendría que estar zurciéndote - Masculló Law, enfadado. Hacía tiempo que no curaba a una persona de verdad, estaba perdiendo la práctica…

- No soy un calcetín - Murmuró Shanks por lo bajo.

- A quién se le ocurre… Subiendo a la torre del amo… ¿Acaso eres un suicida pelirrojo-ya?

- Me llamo Shanks, esponjosito, y no soy suicida. Solo… ¿Estaba un poco achispado, vale?

Law se limitó a lanzarle una mirada escéptica, si es que los peluches pueden mirar de alguna forma, y murmurar un 'ya, claro' al tiempo que hacía un nudo en el hilo y lo cortaba.

- …Sigh… No debería quedarme aquí… estaba haciendo algo muy importante… Tengo que encontrar a mi hija antes de...

Pero Law ya no estaba escuchando, la palabra 'hija' se le acababa de clavar en el cerebro y ahí seguía, vibrando como una flecha.. Joder, entonces era hetero… Y no solo eso debía estar casado o tener pareja como mínimo.

- ¿No puede encargarse su madre…? - Intentó sonar indiferente, pero en el fondo estaba muy ansioso, si tuviera un corazón que pudiese latir ahora mismo estaría amenazando con salírsele del pecho.

Shanks meneó la cabeza levemente.

- Mi mujer murió…

Law pudo percibir dolor en su tono, pero era ya una herida antigua, casi cicatrizada, lo único que hacía falta era algún bálsamo que la sanara del todo. El hombre parecía un tipo pasional, quizás pudiera… Pero no, si se había casado y hasta tenido hijos entonces ni de coña podía ser gay. ¿No?

Ni siquiera sabía porque le preocupaba todo eso. Él no era ningún metiche, eso era más propio de… bueno, que daba igual, pero la cuestión es que estaba depositando demasiadas esperanzas en alguien que a todas luces no era confiable y que tampoco parecía apreciar su vida… O su integridad física, tanto daba.

- Oye, oye. Peluchín. ¿Has acabado ya? - Su única respuesta fue la mirada asesina del médico. - Me lo tomaré como un si. - Se bajó enérgicamente de la camilla, con un poco más de entusiasmo del que su pobre y apaleado cuerpo estaba dispuesto a soportar en esos momentos.- ¡Ost…!

- Yo te recomendaría que dejaras de hacer ese tipo de cosas durante un tiempo… - Sonó la fría voz de Law. Por dentro sonreía con satisfacción vengativa. - Vuelve mañana para que te revise.

- Vale, vale, lo pillo… - Murmuró con un mohín, era una persona demasiado activa para tener que quedarse calmado tanto tiempo.

Cuando salió de la enfermería se encontró con un reloj esperándolo frente a la puerta. Ahí estaba Ben, por fin despierto, y su presencia resultó para el pelirrojo capitán como un balde helado de realidad, mucho más crudo que la habitual sensación que su comandante provocaba en él.

- Capitán… - 'Habló el reloj. En realidad Shanks ni siquiera estaba seguro de como lo hacía, ya que sin duda era imposible que un reloj tuviera cosas como boca, lengua o cuerdas vocales. ¿No? - Me han contado lo que pasó… yo… realmente lo lamento. Lamento que tenga que quedarse aquí por mi culpa. Sé lo importante que era para usted encontrar a la señorita.

Shanks simplemente odiaba esos momentos en que el otro, por lo que fuera, le trataba de usted. Y que aún por encima estuviera cargando con las culpas… Era tan propio de Ben. SU Ben, el hombre valiente y leal que prácticamente lo había criado, a él y a su pequeña…

- No, Ben, es culpa mía… Si no fuera un irresponsable, yo… - el pelirrojo se mordió el labio. Su lema era "se libre y nunca te arrepientas"', pero en los últimos tiempos no dejaba de arrepentirse por todo. La muerte de Dalia, el confinamiento que le había impuesto a la hija de ambos… Había prometido volver a recogerla, a ella y al muchacho que había dejado a su cargo, pero por lo visto no habían esperado por él… Y lo comprendía. Toda su infancia y adolescencia encerrados en una isla perdida en medio de la nada. Él no habría aguantado ni medio año, y mucho menos los diez que la chiquilla. (no, la muchacha, ahora debía ser sin duda toda una señorita) había soportado. Y ahora aún por encima eso… Ya era demasiado, pensó que su pecho podría romperse en cualquier momento. - Es mi culpa… - Susurró con sencillez, era todo lo que podía decir. No encontraba otras palabras.

- Capitán…

- Basta. Sabes que me llamo Shanks, no capitán. - Intentó sonreír, a pesar de todo. - ¿Por qué no vamos a conocer al resto de habitantes de este lugar? Van a ser nuestros nuevos nakamas, al fin y al cabo.

- Está bien…

Y así fueron, hombre y recién convertido objeto por el sombrío pasillo en adelante, ajenos a los calculadores ojos de Trafalgar Law en su espalda.

El médico había tomado una decisión. Haría que esos dos se enamorasen, por imposible que pudiese parecer, rompería la estúpida maldición y se largaría de la maldita isla para seguir con sus planes.

.

.

.

"¡Cinco hombres sobre el cofre del muerto, yo.-ho-ho~!" Era el alegre canto que resonaba por el entorno, totalmente fuera de lugar en el tétrico bosque de aquella isla siniestra. Pero no es que a Shanks le importara, claro.

Sabía que había prometido no volver a emborracharse pero… ¡que demonios! Estando fuera del castillo no le hacía mal a nadie, y ese pajarraco no podría echarle la bronca. Estaba totalmente a salvo ¿no? Además, tampoco tenía nada más que hacer mientras Ben dormía. Y por lo que le habían dicho los otros objetos los primeros días de transformación siempre eran soporíferos.

Se sentó sobre un tocón a cantar, sin prestarle atención al sonido que indicaba pisadas acercandose. Muchas pisadas, que se extendían a su alrededor… rodeándolo… Brillantes ojos rojos que miraban siniestramente al joven hombre, ajeno a todo... Oscuras figuras que lo cercaron hasta que no tuvo escapatoria... Y... Entonces... Saltaron sobre él.

Notas finales:

La cancioncilla no me pertecene. Quien sepa decirme de donde es le dejo darme alguna idea xd

 


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