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El emperador y el halcón por Shia Polux

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Notas del capitulo:

Lo se, lo se. Merezco morir entre terribles sufrimientos, perdón. Además de que esta actu es un asco... soportadme un poco más, por favor

 

Ben paseó avanzaba nerviosamente por los sombríos pasillos, maldiciendo su suerte, su falta de piernas, a su capitán… todo a la vez. Se había dormido un rato y el muy truhán ya se había vuelto a largar para liarla por ahí. Lo conocía como si lo hubiese parido él mismo, y sabía de sobra que en ese preciso instante debía estar dándole a la botella en algún rincón. No es que lo culpara, a él tampoco le vendría mal un trago, pero… Bueno, al menos ahora no podía provocarle un paro cardíaco, siendo un reloj…

La verdad, empezaba a alarmarse. Llevaba casi una hora buscándolo, ese castillo era asquerosamente grande y estaba seguro de que había pasado por delante de esa jodida estatua unas diez veces.

- ¿Ocurre algo, Ben-ya? -Escuchó. Ese debía ser el médico del que Shanks le había hablado.

- Estoy buscando al capitán.

- ¿No está contigo? -Preguntó. Ben supuso que estaba frunciendo el ceño, aunque con un peluche no podía estar seguro.

"Mierda, seguro que ya la ha vuelto a liar…" Pensó Law.

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Dracule Mihawk miraba distraídamente por la ventana de su torre, como venía haciendo todos los días de su vida desde que la maldición había caido sobre él, cuando uno de esos gusanos que vivían en su castillo se atrevió a molestarlo.

- ¿Que quieres? - Gruñó por lo bajo

- A-amo… - Susurró la muchacha. Era la chica fantasma, la única mujer del castillo. Carraspeó, intentando recuperar la voz.- El joven ha… uhnm desaparecido…

Mihawk bufó. Debió haberlo supuesto. Mucha porquería sobre compañerismo y demás, pero al final había huido, como todos.

- ¿Y? - Inquirió, aburrido.

- Su compañero está preocupado de que pueda haberle pasado algo, así que nos preguntábamos si… podría hacer algo para buscarlo. - Se encogió un poco cuando el hombre la fulminó con la mirada. Odiaba comportarse así. Antes ella tenía orgullo. Había sido una de las personas más importantes en Thriller Bark… Y ahora… ¿Qué era ahora...? Una mísera muñequita para espantar fantasmas. Y todo por culpa de que a alguien se le había ocurrido enviarla a aquel estúpido lugar… Maldición…

Mihawk bufó con fastidio. Él no era la niñera de nadie.

- Por favor, amo. Por favor, por favor, por favor. - Mihawk le tapó la boca, conocía de sobra los ataques de 'histeria' de la peculiar muñeca, igual que ella lo conocía a él, por ser su 'súbdita' más antigua..

- Está bien, lo haré, pero déjadme en paz. - Se acercó a su escritorio y rebuscó en los cajones. De uno de ellos sacó un espejo. Había aparecido después de la maldición. En los primeros años lo había usado constantemente, pero hacía mucho que no usaba su magia para observar al mundo exterior. -. Muéstrame al pirata.

Su reflejo en la superficie del espejo se onduló y se transformó, poco a poco, en el paraje boscoso del otro lado de la isla. Una figura con un flamante cabello rojo avanzaba haciendo eses por el sendero, cantando a gritos, su voz era agradable, pero estaba enronquecida por el alcohol. Por un momento sintió un asomo de sonrisa tensar sus labios, hasta que se dio cuenta de hacia dónde se dirigía. "Maldito sea". Se levantó bruscamente y se acercó al balcón a zancadas.

- ¡Perona! Avisad al doctor de que vaya preparando su material. - Ladró al momento en que extendía las alas y se lanzaba al vacío, para segundos después remontar el aire con la elegancia de un ave de presa.

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Shanks suspiró interiormente. Podía ser un idiota, un inconsciente, un despistado y un borracho, pero había cosas sin las cuales no podría haber llegado hasta donde estaba, y saber cuando estaba rodeado era una de ellas.

Dejó caer la botella vacía contra la roca, quedándose con el cuello en la mano.

- Vaya, que torpe soy. -Fingió una risa alegre. Si sus cálculos no lo engañaban debía haber como docena y media de individuos a su alrededor. Recordaba claramente que el peluche, Law (¿o Trafalgar? No estaba muy seguro de cual era su nombre y cual su apellido), le había dicho que NADIE vivía en la isla, salvo los objetos del castillo.

Eso no le dejaba muchas opciones… Quizás fueran piratas que se hubieran establecido sin el conocimiento de los habitantes del castillo, o quizás…

Pero no necesitó más, porque en ese momento se le tiraron encima. Eran mandriles, o babuinos, o algún tipo de mono. No es como si importara en todo caso. Sobre todo por las espadas que portaban.

Esquivo el envite dejándose caer hacia un lado y rajó el peludo costado de uno de ellos con las afiladas aristas de la botella. La respuesta no se hizo esperar, y de inmediato todos los babuinos empezaron a acosarlo con tajos furibundos, haciéndolo recular hasta una roca. Al menos ahí tenía la seguridad de que no lo atacarían por la espalda. O eso pensaba.

No se había dado cuenta de que el simio más grande y astuto escalaba la roca por detrás y ahora se preparaba para saltar sobre él.

Pero hubo alguien que si lo vio… Y no solo lo vio, se lanzó en un vuelo en picado por entre los árboles para desviar la trayectoria del primate e impedir que le saltase encima.

Shanks apenas captó un revoltijo de pelo y plumas por el rabillo del ojo mientras se defendía del resto del grupo. Había conseguido quitarle su espada a uno, y ahora se movía con agilidad entre ellos, esquivando y cortando al mismo tiempo. Aquel era uno de los pocos momentos en que realmente agradecía su dificultad a la hora de embriagarse hasta el sinsentido, como había visto hacer a muchos. No todo el mundo sabía eso, y no era la primera vez que intentaban atacarle aprovechándose de su borrachera, sin saber de su sempiterna lucidez. Para él sólo existían los extremos: Sobrio y coma etílico. Nunca había nada entre medias. Y como lo odiaba…

Cuando se dio cuenta ya todos los monos yacían por el suelo. Muertos o inconscientes, tampoco le interesaba, y Mihawk se le acercaba de muy mal humor.

- Oye, gracias por lo de… - Apenas puedo hablar cuando el otro hombre lo derribó de un puñetazo. - ¡E-eh! ¿A qué ha venido eso?

- No te atrevas a volver a hacer algo así. - Masculló el otro, antes de darse la vuelta y emprender el camino de regreso. Shanks se preguntó por que no se iba volando, hasta que se dio cuenta de que probablemente lo que quería era guiarlo de vuelta, y lo siguió.

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Law caminaba de un extremo a otro del gran salón. Él se preciaba de ser un hombre serio, inalterable, pero había descubierto que desde que no tenía nervios propiamente dichos le resultaba muy fácil perderlos. Si se fiaba de Perona (Algo que normalmente no hacía) el amo había salido hacía unas dos horas. Antes de eso habían estado buscando al capitán pelirrojo por sobre una hora, aunque era bastante posible que se hubiera marchado antes. Según sus cálculos, casi siempre exactos (y alguna que otra predicción de Hawkins, que había decidido ignorar) había delimitado la posible zona en que podían de estar y cuánto tardarían en volver. Y la verdad es que tardaban. Demasiado. No podía ser un pequeño error de cálculos. Semejante retraso se salía de la gráfica.

Estaba a punto de enviar a alguien a buscarlos cuando llegaron, maltrechos y ensangrentados, pero vivos. Siguió a las dos figuras hasta el salón, aunque sabía que el amo del castillo no le dejaría tocarlo siquiera.

- Lárgate Law. -Gruñó el hombre mayor dejándose caer en su sillón pesadamente, debía ser grave la cosa. El espadachín solo omitía las florituras habituales de su lenguaje cuando estaba especialmente furioso.

Law refunfuñó quedamente e intercambió una mirada con el otro hombre, el pelirrojo asintió, como diciendo: "déjalo, ya me encargo yo, que soy más cabezota aún que él". Y Law había comprobado que era verdad. No habían pasado ni tres días y ya sabía quién ganaría una puja de voluntades entre esos dos, aunque fuera por hartazgo del otro.

Shanks empezó a rebuscar en el botiquín. No era médico, pero le habían herido las suficientes veces como para saber algunas cosas. Sabía que sus heridas eran apenas rasguños y arañazos, pero había visto el costado del otro y, aunque intentara disimularlo, también había notado su cojera al andar. Sabía que para que semejante mole se resintiera de una herida debía de ser importante, así que lo mejor sería tratarla.

Mientras, Mihawk lo observaba trabajar con manos seguras y dedos ágiles, más concentrado de lo que podría parecer capaz alguien tan vivaz e infantil como él.

- Os moveis bastante bien… para no ser espadachín. - comentó, en realidad no le interesaba el otro hombre, solo trataba de distraerse de la aguja escarbando en su costado.

- Solía serlo -Respondió el pelirrojo, sin apartar la vista de la venda que le estaba colocando.

- ¿Solíais? -No pudo evitar preguntarlo al oír el tono grave de sus voz. Durante un largo rato se hizo el silencio. Llegó a pensar que no lo había oído, pero al final el menor le respondió.

- Perdí mi motivo para luchar cuando mi mujer me fue arrebatada… Y ahora estoy atrapado aquí y van a hacer daño a mi hija por mi culpa… otra vez.

No supo que decir. Había juzgado prematuramente a aquel hombre, y había pensado que más allá del horror momentáneo de la transformación de su amigo no podía ser serio sobre algo, pero la amargura y la culpa en su voz decían otra cosa.

- Seguidme. -Ordenó levantándose. Shanks fue a protestar, pero vio algo en su rostro que lo hizo cambiar de opinión y obedecer. No habría forma de describir la inquietud que sintió cuando reconoció el camino que llevaba al remoto torreón.


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