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El emperador y el halcón por Shia Polux

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Notas del capitulo:

Si, ya estoy actualizando, pero bueno, ... No os acostumbreis (le dijo la loca a sus más que hipotéticos seguidores)

-¿Dónde está?

-Se ha vuelto a encerrar en la torre…

-Menos mal, últimamente está de un humor de perros…

-¿Últimamente? Es la única clase de humor que ese tipo parece tener.

-Yo también estaría enfadado si tuviera esas pintas…

-Dijo el trozo de porcelana con ojos.

-¡Oye, tu, no te rías de mi, espaducha de tres al cuarto!

Trafalgar Law escuchaba este intercambio entre sus compañeros con toda la paciencia que tenía… Y era mucha, pero ellos realmente se hacían difíciles de soportar. Llevaba poco tiempo en aquel castillo, pero ya se había familiarizado con todos los que ahora 'residían' allí. Salvo con el amo. Ninguno de ellos había visto al amo… Corrían rumores claro, sobre el castillo maldito y el monstruo… el nunca los había creído, pero después de lo que les había pasado…

Suspiró, realmente no podía permitirse aquello, sería nefasto para sus planes… ¿Pero, que podían hacer ellos? El cuento (claro que lo había escuchado, todos lo habían escuchado alguna vez) solo hablaba del amo del castillo, no de acompañantes… Sin embargo, una cosa estaba clara… Si contaban con las mismas condiciones que tenían él, estaban perdidos. Ya casi había llegado el tiempo límite, y el rey aún no había hecho nada para romper la maldición, y nada parecía indicar que fuera a hacerlo… Quedaban poco menos de tres años. Realmente haría falta un jodido milagro para que se rompiera el hechizo. Y Trafalgar Law no creía en los milagros. Lo había aprendido de manos de un hombre rubio con sonrisa sádica. 'No puedes esperar que el destino venga a salvarte, debes ser tú quien coja al destino por los cojones y lo obligue a seguir el rumbo que marques'... Pero parecía que nadie le había dicho nunca eso al amo, pues él no parecía dispuesto a hacer nada por cambiar su destino… Y tampoco es que ellos pudieran hacer mucho por ayudarle… ¿Quién en su sano juicio se enamoraría de ese tipo? Incluso aunque él no estuviese colado hasta las trancas por otra persona no podría… Pero no, no iba a pensar en eso, joder. Dolía, demasiado. Pensar que tendría que pasar el resto de su vida, si es que alguna vez llegaba a morir, sin poder volver a verle… Mierda, mierda y más mierda. Enterró las uñas en sus brazos, y no por primera vez deseó que su cuerpo pudiese sentir algo de dolor, para poder olvidarse al menos durante algunos minutos del torbellino en su cabeza que amenazaba con llevarlo a la desesperación.

Miró a sus compañeros otra vez, no habían dejado de pelear, pero al menos ahora estaban demasiado concentrados intentando golpearse como buenamente podían para hablar. Estaban jodidos. No había más vuelta de tuerca. Por muchas cartas que el imbecil de Hawkins se empeñase en echar… Él sabía la verdad. Igual que todos los demás, muy, muy en el fondo. Aunque quisieran ignorarlo… Aquello significaba el fin de sus aventuras… y de sus sueños… para siempre.

Pero… si alguna vez pasaba, si llegase ese momento… entonces tendría la gran oportunidad de conseguir lo que quería. Podría derrotar a aquella persona que lo avergonzó durante años, y tener paz y tranquilidad en mente y cuerpo. Sí, una paz infinita y dormir tranquilamente…

.

.

Mientas, en una oscura y tétrica torre, la más alta de todo el castillo, se hallaba el amo y señor de la isla.

Dracule Mihawk siempre había sido un hombre solitario. No había más que ver el lugar donde vivía, un lóbrego y tétrico castillo en la parte más recóndita e inaccesible de una pequeña y remota isla perdida en algún lugar del Grand Line. A él no le importaba. En lo más mínimo, de hecho lo prefería, sobre todo después de lo que había pasado…

Cualquiera creería que era fácil de entender el mensaje, pero de algún modo siempre acababa apareciendo alguien. Esos jovenzuelos desvergonzados que creían que podían retarlo a él, el mejor y más fuerte espadachín del mundo. Esos eran incluso más insistentes… Y al final habían pagado el precio. La maldición de aquella maldita bruja los había afectado a ellos también. No sabía cómo ni porqué, ni tampoco le importaba… O no lo haría si ahora esos mismos muchachos no tuvieran que quedarse en SU isla, en SU castillo, por la imposibilidad de salir a la mar… Y es que… ¿Cómo podrían manejar un barco, o incluso un mísero bote, siendo poco más que meros objetos con apenas un par de rasgos humanos?

Suspiró, la verdad es que empezaban a volverlo loco con sus tonterías… Agradeció mentalmente que eso hubiese pasado en el último año y no a partir de los primeros, porque si no se habría vuelto loco hacía tiempo. No estaba seguro de cuántos años llevaba así… Dieciséis… Quizás Diecisiete. No lo sabía. Hacía mucho que había dejado de contar el paso del tiempo… Aunque de vez en cuando todavía levantaba la vista al cielo, Hacia aquellos planetas que lo abocaban inexorablemente a la perdición.

Así estaba cuando su fino oído captó algo… una algarabía… un ruido molesto a lo lejos que se iba acercando a su isla… Más piratas… Pero esta vez no, estaba arto. Era un monstruo ahora, ya era tiempo de que empezara a comportarse como uno. Cuando acabara con ellos esos idiotas iban a desear no haber puesto nunca un pie sobre su isla. Lanzó un último vistazo por la ventana. Ya podía verlo… Había alguien sentado sobre el mascarón de proa, pero no le dió importancia. Se apartó de la ventana, no le convenía que lo viesen… Todavía.


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