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Ride por Adolfo Novarro

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El invierno debe ser frío para aquellos que no guardan recuerdos cálidos...Texas, hace cinco años...Billy Samuels y sus hermosos ojos pardos, sus labios abultados, y a pesar de su estatura y su semblante de ingenuidad, sus simples caricias con esos musculosos brazos me hacían tocar el cielo sin necesidad de desnudarnos. ¡Oh, Billy! Aún recuerdo aquellas noches en las que me escapaba de casa para estar juntos en aquella mansión abandonada...aún puedo sentir tus caricias, las últimas antes de despedirnos. Como gemías cuando saboreaba tu dulce verga, tan dura y deleitable. Tus burdas manos acariciando mi cadera mientras me penetrabas, bombeando con maestría contra mi escualido y pálido culo. Tu semen corriendo por mis nalgas, y nuestros cuerpos sudando a chorros. Terminabamos exhaustos, bañados de placer y gimiendo aún por tan maravillosas sensaciones. Me acurrucaba en tu musculoso pecho, sintiendo los vestigios de la pasión disipandose en nuestra piel. Y desde entonces no te he vuelto a ver...hay a quienes no les gusta la manera en que expresamos afecto y amor. Más importante que cualquier deseo carnal. Aún recuerdo a tu prometida llorando, desilusionada, y a mi padre apuntando su revólver a mi pito...

"Tenías que ser maricón, ¡maldito puto! ¿Para que quiere verga un marica como tú?" decía el viejo obtuso, y desde entonces tuve que deambular para encontrar el sentido de mi vida...sin tí.

 

Los días han pasado sin novedad desde entonces, y aunque he estado con varios hombres, nunca he sentido lo mismo que sentí contigo.

 

Son las tres de la tarde, y no he encontrado lo que he buscado. El trabajo en un cine pornográfico, proyectando películas explícitas me frustra aún más que estando vagando por las calles. Trabajé como mesero, e hice servicios "especiales" para los clientes que me encontraban atractivo. El restaurante estaba en una callejuela donde maricas, muchachas de apenas catorce años y junkies se prostituyen para conseguir droga. Yo no puedo juzgarlos conociéndo mis actos para conseguir algo de dinero, pero jamás me he drogado. Todo lo hice para darle sentido a mi vida, y darle cierto valor sin necesidad de vivir con mis padres.

Descanso los miércoles; y durante esos días de asueto paseo en mi auto por las inmundas calles de Nueva York. No busco nada especial en ellas, sólo la razón de mi independencia. Ahora que no estoy atado, y trabajo puedo hacer lo que quiera, y desde ya hace cierto tiempo que busco algo de diversión, con el propósito de encontrar algo significativo para mi existencia. Al principio recogía drogadictos negros y travestis, que pedían unos cuantos dólares para conseguir heroína, pero lo hacía sólo por diversión...jamás hubo algo tan profundo como sucedió con Billy; sensaciones inigualables y vigor sexual. Los drogadictos tan sólo me dan mamadas torpes; en cuanto meten mi verga a su sucia boca, espero la eyaculación tan sólo para satisfacer mis necesidades fisiológicas. Pero desde hace casi un año no he recurrido a ese tipo de servicios. Mi compañero de proyección es un heterosexual al que le gusta experimentar, y en ocasiones jugueteamos. Pero nuestras experiencias no van más allá de una masturbación mutua. Gime como si lo estuvieran violando en grupo, el muy idiota, y eso me resulta molesto, al igual que el tamaño de su diminuta verga. Pero, manosear a alguien hasta que alcance un desmesurado orgasmo no es lo que quiero. Una fantasía ha comenzado a florecer en mi libido. De pronto sueño con un hombre atractivo en el amplio sentido de la palabra; rubio, musculoso, con nalgas frondosas, y las manos de un ángel. Pero, no es sólo su apariencia lo que me prendería, sino recogerlo en la calle de manera habitual, llevarlo a mi casa, y gozarlo.

 

Son ya las seis de la tarde, y he encenido mi auto. Antes de eso hice cien lagartijas, levanté pesas, y me masturbé en la ducha. Subo al auto, y comienza mi viaje, con destino a la satisfacción; muchachas abrazadas por viejos decrepitos, junkies tirados en la calle, y en callejones, hombres heterosexuales experimentando con travestis: esa es la escena de todos los días, y ya me estoy hartando. De pronto, entre la inmundicia, como un ángel, aparece un hombre como el que he deseado. Baja de la acera para pedir "ride". Viste como vaquero, con un sombrero texano de color negro, botas marrón, una camisa mostrando la mitad de su pecho musculoso y translúcido, y un pantalón de mezclilla que aprieta su abultado culo. No tomo el tiempo para pensarlo y de inmédiato me detengo. Un hombre rubicundo, en plena madurez, con ojos verdes y labios abultados se acerca a mí.

 

-Disculpe- dice con un acento sureño -¿Va a la Estación Central?

 

-Me temo que no.- respondo.

 

-Tengo que estar ahí a las 6:30 p.m. o perderé mi viaje.- dice, angustiado.

 

-Creo que ya lo perdió. Son las 7:10 p.m.- digo

 

-¡Demonios! El problema será encontrar un hotel.

 

-Puede quedarse en mi casa, ni no le molesta.- sugiero.

 

-¿Enserio? No le seré de gran molestia, me iré tempranito, la verdad no quiero gastar dinero en hoteles, solo alcanzo para hospedarme en uno barato y sucio en un barrio de criminales.

 

-No será ninguna molestia, suba.- y abro la puerta del asiento delantero.

 

El hombre sube y emprendo marcha de nuevo. Lleva una maleta, la cual arroja al asiento trasero. Su pantalón ajustado deja entrever un bulto suculento en su entre pierna. Furtivamente lo veo, y fantaseo.

 

-¿Cómo se llama usted?- pregunta.

 

-Marvin Stevens.- respondo.

 

-Mucho gusto, yo soy Henry Trawler. Vine a visitar a mi prima quien acaba de tener un bebé.- dice el hombre.

 

-Interesante, ¿tienes hijos, Henry?

 

-No todavía, quiero poner mi granja y criar a uno que otro muchacho. Pero las muchachas no me parecen interesantes...ni siquiera novia tengo, Pero no me importa, eso me da tiempo de vivir.

 

-¿Vivir?- pregunto

 

-Sí, de experimentar ahora antes de casarme y hechar mi vida por la borda.

 

Un heterosexual guapo y con ganas de experimentar...justo lo que he deseado.

 

Llegamos a mi casa, la cual se encuentra en un pequeño edificio de tres recintos. Yo vivo en la planta alta, el tercer piso, lugar que el vaquero encuentra atractivo. 

 

-Duerme en mi habitación, yo en el sofá.-digo.

 

-Pero, yo...

 

-No digas nada. ¿Quieres algo de tomar o de cenar?

 

-Algo ardiente y relajante me vendría bien.

 

-¿Qué tal un vodka?

 

-Está bien, pero sólo uno.

 

Voy a la cocina, y en dos copas sirvo la bebida. Henry está en un sillón sentado, explorando el lugar con su candente mirada. Me dirijo con los tragos a la sala, los pongo en una bandeja, y me siento junto a aquel hombre.

 

-Tome.

 

-Gracias.- responde.

 

-¿Haces ejercicio, Henry?- pregunto, inquisitivo.

 

-No.

 

-Pues, tu cuerpo me dice lo contrario.

 

-Esta es mi complexión, aunque el trabajo en el campo ayuda...al menos eso me han dicho.

 

-Cuando me hablabas de experimentar, ¿a qué te referías?

 

-Bueno, no lo sé exactamente,¿por qué?

 

-Curiosidad.

 

-Me estás seduciendo, ¿verdad?- dice el vaquero, perceptivo mientras yo pongo mi copa en la mesa.

 

-¿Te gustaría experimentar?

 

-Pues...

 

-Nada pasará...después de todo, nada lo impide, ¿o sí? 

 

-¡No!

 

-Sé que deseas hacer algo como lo que te propongo, así que acepta. No pasará nada.

 

Aquel hombre se me acerca, con una mirada confusa. Deja caer su copa y me toma entre sus brazos para besarme, Usa su fuerza para cargarme y llevarme a mi habitación. Me arroja a la cama para después quitarse su camisa y mostrar su musculoso cuerpo. Se lanza hacia mí y me besa sin desenfreno el rostro y el cuello que se mueve al ritmo de sus besos. Comienza a desvestirme y besa mi pecho, no tan musculoso como el suyo. Pone su mano en mi entrepierna y acaricia mis miembros con brutalidad. Puedo sentir su verga erecta en mis piernas a medida que me besa y acaricia. Se pone de pie y yo me dirijo a desabrochar su cinturón y a bajarle la cremallera para descubrir el paraíso.

 

-¡Mira el tamaño de esa verga!- exclamo en mi pensamiento.

 

-Apúrate- dice Henry e introduzco su pene en mi boca.- Así...así...hmm...eso...que delicioso...ahhh- suspira.

 

Le doy de mamadas mientras bajo mis pantalones para masturbarme. Me encuentro tan excitado en ese momento.

 

-¡Oh, sí! Que delicioso.- exclama tomándome de la cabeza como muestra de satisfacción. Hace que me detenga, termina de quitarme los pantalones y me recuesta de espalda sobre la cama. Levanta mis piernas y dirige su verga a mi ano. Y sin compasión, arremete.

 

-Ah...- gimo con fuerza de manera gutural.- Oh, sí...-Comienza a sacar y a meter su pene en mi ano con fuerza, pero de manera deliciosa.-Ah, así, así...ahhh...que delicioso...lo haces muy bien...Ow...Ow...ahhh...oh, sí...ah...ah...

 

Saca su dura y deliciosa verga de mi ano, y se dirige a él para darle unas caricias con la lengua, siento que me lleva al cielo.

 

-¡Ah, sí...!

 

Se recuesta a un lado de mí, y hace que ponga mi culo sobre su verga. A medida que va entrando, gimo con delicadeza y satisfacción...es tan deliciosa esa sensación. Entonces comienzo a dar de sentonazos mientras veo su rostro, retorcido por la satisfacción que le causa.

 

-Ah...ah...que delicioso, Marvin.

 

Henry no se había quitado sus botas. Al ver que todavía las tenía puestas...me excito aún más. A medida que me penetra, me masturbo. El placer es doble. Después, aún sobre la cama, me hinco, Henry toma mi culo mientras lo acaricia suavemente con su verga, entonces lo empuja para introducirlo en mi ano...y el placer abruma mi ser. Bombea una y otra vez sin compasión mandándome a la gloria. El sudor brota a montones de nuestros poros, y aunque nos sentimos cansados, el placer nos impulsa a seguir.

 

-¡Ah, sí! Delicioso...ah...ah...lo haces muy bien...ahhh...

 

-¡Ah!¡Ah! Me vengo...me vengo...ahhh...

 

-Saca tu pito y derrámate sobre mis nalgas.

 

-Ahhh...que rico.- y el semen escurre en mis nalgas mientras el grito del orgasmo culmina.

 

-¡Qué delicioso!- exclamé.

 

Se acerca para pedirme que me siente en su musculoso abdomen. Pongo mis nalgas sobre él, y como si lo hubiera adivinado, me masturbo hasta derramar mi semen en su rostro y pecho, tal y como el lo quería.

 

Terminamos exhaustos y satisfechos. Al otro día se marchó, prometió regresar para revivir la pasión. Pero mi propósito cumplido estaba, al igual que él suyo; Henry experimentó mientras yo pude satisfacer mis fantasias.

 

--FIN--


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