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Love is Blindness por Kanes

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-Moriarty sigue en Jordania y...

 

-Espera, ¿Moriarty? -dijo Lestrade.

 

Sherlock dio un suspiro.

 

-Mycroft debió explicarles aquello como mínimo si iba a enviarlos aquí.

 

-Entonces ese asesinato múltiple...

 

-... sucedió. Lo hicieron sus hombres -explicó Sherlock.

 

Di un suspiro. Necesitaba beber algo de agua.

 

-¿Sirven algo que no sea cerveza en este sitio? -pregunté, mirando el bar-restaurante.

 

-No -dijo Sherlock, interponiéndose entre la puerta y yo.

 

-Estoy seguro de que tienen al menos una llave de agua en el lugar -dije- . ¿Un baño, tal vez?

 

-No. No sería un negocio próspero sino.

 

Lestrade rió por lo bajo. Me volteé a mirarlo.

 

-Supongo que una cerveza lo arreglará -dije.

 

Pasé por su lado. Shelock me siguió prácticamente pisando mis talones. Hice mi camino hasta la barra del bar restaurante, en ese momento casi vacío, y esperé a que el hombre que atendía apareciera.

 

-¿Qué ocurre? ¿Por qué tanto misterio? -preguntó Lestrade.

 

Me senté en una de las sillas altas, y carrespeé. Al fin empezaba a recuperar algo de confianza.

 

-Tú eres el Doctor John Watson -dijo una joven de pronto, que había venido de una de las mesas.

 

No tendría más de veinticinco años. Cargaba con un niño en un kanguro a la espalda. Su rostro infantil se asomaba por encima del hombro de ella.

 

-Sí, soy yo -dije.

 

Me había pasado eso muchas veces en Londres, pero tan lejos de allí un hecho así era extraordinario. La miré atentamente, notando lo bella que era. Tenía el cabello corto y tenía un aspecto único, con unos ojos grandes y negros y cara redonda. Te miraba con una mirada penetrante, como si uno fuera lo más interesante en todo aquel sitio, y su voz era extraordinariamente segura y femenina.

 

-He leído todo su blog. Supe de usted hace poco y la verdad es que lo leí completo. Los casos son muy interesantes.

 

Asentí. Caí en la cuenta. Miré a Sherlock interrogativamente y le vi extrañamente tenso. Se pasó las manos por el pelo sobre la frente, presionando con sus dedos como en un improvisado masaje.

 

-También sabe quien eres tú, supongo. Ahm... -me dirigí a la joven- gracias por leer el blog. Lamentablemente no he actualizado desde hace un tiempo.

 

-Sí. Y espero no haya sido un inconveniente: Sherlock me contó mucho de ti. Sólo porque yo insistí en preguntar -aclaró.

 

-No hay... problema -dije, aunque me inquietó qué cosas había contado sobre mí. Sin duda había hablado sobre Mary. Casi pude leer la lástima en el rostro de la joven.

 

-Es un alivio -dijo Lestrade, quien miraba a la joven con una atención que rayaba en lo ridículo. No podía ser más obvio. Y era mucho más joven que él, por dios- . Temimos que Sherlock hubiera estado muy solo aquí.

 

-Oh, no, Sherlock siempre se las arregla. He llegado a conocerle bastante bien en poco tiempo. Se hace querer -dijo, dándole un puñetazo en el hombro.

 

-¿De verdad? -dijo Lestrade, con los dientes casi apretados. Por suerte no llegó a captar su sarcasmo.

 

Eran amigos, él y la joven. Era claro, aunque Sherlock seguía tenso por algo. Pero me había agradado, probablemente porque de pronto ya no me sentía tan solo siendo amigo u otra cosa de Sherlock. U otra cosa, en qué estaba pensando. Sólo habíamos compartido... un par de besos. Di un suspiro de pesar. El caso es que por fin a alguien le agradaba Sherlock de buenas a primeras. A mí me había agradado desde casi el primer momento, y parecía que también era el caso de... ¿Su nombre?

 

-¿Cuál es tu nombre, disculpa? -le pregunté.

 

-Oh, Haneen -dijo, extendiendo la mano- . Un gusto conocerte.

 

Me miraba muy fijamente, y cuando nuestras manos hicieron contacto, la vi pestañear. La electricidad era obvia: le gustaba. Miré a Sherlock de reojo, sin poder creerlo. Se había hecho amiga suya, había dicho que Sherlock era fácil de gustar y aún así le gustaba yo en vez de él. Me sentí algo apabullado.

 

-¿Hace cuanto que se conocieron? -pregunté, para saber más al detalle.

 

-Serán... ¿Dos semanas? Nos conocimos aquí, luego de que Sherlock atrapara un ladrón que intentó robar en el restaurante. Fue bastante heroico, corriendo por casi ocho cuadras hasta atraparlo. Nunca había visto a nadie correr tan rápido -relató, añadiendo una risa al final.

 

Sherlock sonrió en modo de disculpa.

 

Reí. Sí, Sherlock corría bastante rápido, incluso en los días en que no comía nada, que solían ser dos o tres seguidos cuando estaba en un caso.

 

-El problema es que a veces dificulta a otros seguirle el ritmo -comenté.

 

-Lo imagino. Corriendo por todo Londres los dos resolviendo casos... Nunca debieron tener un día aburrido, me imagino.

 

-Oh, al contrario -dije, ya tomado completamente por la charla. Ella era fácil de agradar también- . Había semanas seguidas en que Sherlock no aceptaba ningún caso. La bandeja de entrada podía estar incendiándose y él no respondía a ninguna petición porque no le parecían lo suficientemente interesantes.

 

-Y las peticiones eran recibidas por tu blog, ¿no?

 

-Sí, la otra opción es el blog de Sherlock, pero nadie lo visita -dijo Lestrade.

 

Sherlock sonrió forzadamente. Haneen le miró fingiendo un puchero.

 

-Lo he visitado, pero Sherlock eliminó el análisis sobre las cenizas de tabaco. Me hacía ilusión poder leerlo.

 

-Oh, créeme. Lo leí y te dormías en media hora. Exagera la cantidad de detalles -añadí.

 

-Sí -dijo la joven.

 

Dios, era realmente agradable, como... vaya, me avergüenza incluso pensarlo, pero era como hablar con alguien de nuestro cantante favorito, como si fuésemos ambos fans de lo mismo.

 

-Pero me gusta algo que pone en la página inicial -continuó Haneen- : “Cuando has eliminado lo imposible, lo que queda...

 

-... por muy improbable que parezca, tiene que ser la verdad” -terminé la frase.

 

Nos echamos a reír como adolescentes.

 

-Oh, dios, son unos cursis -dijo Sherlock- . ¿Ahora fundarán “The Empty Hearse 2” o qué?

 

-Pero debes reconocer que eres bastante poético -dijo la joven.

 

Sherlock negó con la cabeza con una sonrisa de resignación. De pronto nuestras miradas se cruzaron, y pareció que la sonrisa de Sherlock había llegado a sus ojos, y cuando me di cuenta, yo también estaba haciendo lo mismo. Carrespeé, apartando la mirada de él.

 

-¿Cómo se llama tu bebé? -le pregunté a Haneen.

 

-Adnan. Tiene diez meses ya. Sherlock dedujo su edad exacta por sus dientes. Es impresionante.

 

-Suele hacer eso -dije.

 

-Y dedujo a qué me dedicaba. Todo. Aunque hay algunos detalles que aún faltan. Se lo dije a Sherlock y él me dijo que su amigo el Doctor John Watson probablemente podría completar el puzzle. Aún espero por ello.

 

No podría describir cuanto me gustó escuchar eso. No le quité la mirada de encima, especialmente al notar que los ojos de Sherlock estaban clisados en mí. Entonces Lestrade carraspeó al lado mío, y por el rabillo del ojo vi a Sherlock voltear la cabeza hacia otra parte.

 

-Eras... hasídica, ¿verdad? -dije- ¿Eso es lo que Sherlock no pudo deducir? Hay cosas que no sabe sobre... religión y...

 

-... astronomía -añadió Lestrade.

 

Sherlock dio un suspiro de impaciencia.

 

-Sí, lo noté -dijo Haneen- . Tuve que explicarle que los presos solían hacerse tatuajes.

 

Sonreí. Todavía me resistí a voltearme hacia él. Sentía las mariposas en el estómago aún.

 

-¿Y? ¿Di con ello? -preguntó.

 

-Totalmente.

 

-¿Por qué dedujiste era hasídica? -preguntó Greg.

 

-El cabello.

 

-El cabello... -susurró Sherlock a mi lado, exasperado. Por fin me volteé hacia él, a tiempo para ver cómo se revolvía el pelo.

 

-Es cabello sano, como el de una niña -le dije- , te lo has empezado a dejar crecer hace poco. Y vistes de negro aún.

 

Ella asintió, con una sonrisa leve en el rostro.

 

-Imagino que te casaste...

 

-Ahm... No. Por eso renuncié a todo eso. Tuve a Adnan sin estar casada, así que... -Se encogió de hombros. Parecía afectarle aún.

 

-¿Y cuándo la Luna de Miel, Haneen? -preguntó un chico que salió a la barra. Tenía un acento árabe muy marcado.

 

Finalmente, alguien que pudiera aliviarme la sed. Tenía la boca seca.

 

Sin embargo, la pregunta que le hizo a Haneen me quedó dando vueltas en la cabeza.

 

-Ahm... N-no habrá, ya te lo dije -dijo Haneen, con expresión afectada. Intercambió una mirada significativa con Sherlock, lo cual me terminó de dejar de una pieza. ¿Qué Luna de Miel?

 

-OK, creo que es hora de llevarte a un hotel -dijo Lestrade a mi amigo- . Imagino que has estado durmiendo en....

 

-Aquí. He estado durmiendo aquí -dijo Sherlock, rápidamente- . Ahm, Haneen, debo ir con ellos. Dile al señor Saladin que gracias por todo.

 

-¿Vendrás aquí de nuevo? -dijo Haneen, con mirada extrañada.

 

-Sí. Sí -le dijo, con una expresión de inusual amabilidad en su rostro- . Es mi bar favorito, ¿recuerdas?

 

Ella sonrió. Entonces hizo algo que me maravilló un tanto: le lanzó un pequeño beso.

 

Sherlock expelía un extraño afecto por Haneen, un afecto estrecho por ella y por su bebé, y empezaba a ponerme nervioso el no saber nada acerca de eso. Un mes no era suficiente para construir tal apego, y menos para Sherlock. Esperaba que esta sensación no fuera de celos, menos estando tan enojado con él. No era el momento para pensar en Sherlock de esa manera. Lo correcto era discutir el porqué no me había admitido por segunda vez dentro de sus planes, porqué me había ocultado cosas nuevamente.

 

-Un gusto conocerlos -nos dijo Haneen a mí y a Greg. Greg tomó su manos con ambas al despedirse. Había quedado flechado y Haneen no podía lucir más incómoda ante el contacto de otro hombre. Podía haber dejado de ser hasídica, pero las costumbres pesaban.

 

Cuando salimos Sherlock estaba tenso. No le había visto así desde su encuentro con Magnussen, si bien ahora no había desagrado en su cara, por supuesto.

 

Tomamos un taxi que Sherlock eligió. Una vez dentro el silencio incómodo se cernió sobre nosotros.

 

-¿Luna de Miel? -preguntó Greg a Sherlock.

 

-¿Qué con eso? -preguntó Sherlock, mirando por la ventana. Por supuesto Lestrade se había sentado en medio de los dos.

 

-Soy un poco negado viendo señales en las escenas de crimen, pero soy bueno en las relaciones...

 

-¿En serio? Mycroft me dijo que no has podido mantener a una pareja nueva por tres años.

 

-Voy a matarlo -dijo Lestrade- . El caso es que vi que aquel tipo los miraba a ti y a Haneen cuando preguntó por la Luna de Miel. Y por lo que vi, ustedes dos no tienen una relación de pareja. Tú y John crean más tensión sexual que tú y Haneen, por el amor de dios.

 

Eso me puso rígido, a pesar del tono de broma. Tragué fuerte, evitando a toda costa intercambiar una mirada con Sherlock.

 

-¿Vas a explicarte o no? -insistió Greg.

 

-No. Es algo privado -dijo Sherlock.

 

-Oh, por dios...

 

-Te lo diré en otro momento. Conozco las objeciones de John respecto de todo tipo de falsedades.

 

Pum, otro disparo en mi contra. Primero me dice que habría sido mejor que me quedase en Londres, y luego esto.

 

-Aquí por favor -dijo Sherlock- . Es un hotel barato pero bueno...

 

Salí del taxi a zancadas en cuanto se detuvo.

 

-Hey. John... -me llamó Lestrade.

 

Apreté el paso hacia el interior del edificio, furioso. Lo hice con la idea de pedir un cuarto para mí solo y desaparecer tras sus puertas, pero la recepción estaba vacía. Me volteé hacia la entrada, y luego de un minuto entero, vi a Lestrade y Sherlock entrar. Se habían quedado conversando algo y Lestrade parecía exasperado, como si hubiera hecho mal en dejarle solo con Sherlock.

 

-Sherlock, no soy asiduo a ocultar nada a nadie -dijo Greg en cuanto llegaron a recepción. Sherlock se mantuvo alejado, mientras yo fruncía los labios, sin ocultar mi enojo. De hecho, estaba alardeando de él- . Ya has ocultado cosas antes, y cuando lo has hecho, tú y John han parecido dos viejos casados. Sinceramente...

 

Le miré sin entender. Sherlock dio un suspiro.

 

-Si no vas a hacerlo tú... -dijo Greg.

 

-¿Dime otra vez por qué viniste, Lestrade? -dijo Sherlock fulminándole con la mirada. Tocó la campanilla de la recepción. Claramente quería evitar esa situación.

 

-Porque me ibas a necesitar. Mycroft sabía que tú y John solos iban a estar incómodos.

 

-No creo que haya sido por eso... -dije por lo bajo. Recordé las sugerencias, con sabor a advertencia, de Mycroft, de guardarme para mí cualquier tipo de sentimiento por Sherlock que fuera más allá de la amistad. Si Irene Adler era una dominatrix, Mycroft era el segundo al mando.

 

-John -dijo Greg, con aire de estar a punto de decir la mayor revelación del siglo- , Sherlock está legalmente casado con Haneen.

 

Sentí cómo una sensación de frío me subía desde el estómago. El efecto fue instantáneo, como un helado prematuramente tragado. Miré a Sherlock fijamente, y este apartó su vista a otro lado.

 

-Oh, por favor, no es una tragedia -dijo Lestrade- . Pero el caso es que debes contarle tus cosas a tus amigos, Sherlock, incluído porqué armaste un suicidio falso hace casi cuatro años. Sinceramente, Sherlock, debiste aclarar todo apenas volviste...

 

-Le dije porqué -dijo Sherlock. Carraspeé- . Te dije porqué, John, fue...

 

-Greg dice que te saltaste algunos detalles, y la verdad es que si son detalles desagradables, prefiero quedar en la ignorancia.

 

-Sherlock saltó del edificio para evitar que los secuaces de James Moriarty nos dispararan a mí, a ti y a la señora Hudson -dijo Lestrade como rayo veloz.

 

¿Qué? ¿Había escuchado bien? Miré a Lestrade con consternación.

 

-Greg, qué...

 

-¡Por el amor de dios! -exclamó Sherlock yendo a tocar la campanilla otra vez, ahora repetidas veces.

 

-¡Estoy en mi hora de descanso! ¡Vuelvan en un rato más! -gritó una voz desde adentro. Había un bastidor que daba paso a la parte trasera de la recepción- Americanos...

 

Lo había hecho para salvar a alguien más, para salvar a tres personas, no sólo para detener a Moriarty. Había sido más que un intento por ganar una guerra contra un rival sanguinario.

 

Siempre lo creí mentir por ambiciones personales, por desear probar que su inteligencia más que ninguna otra cosa. Siempre creí eso. Y no le juzgué, ya conocía esa faceta suya y la había aceptado, aunque me causara rechinar los dientes algunas veces. Por el amor de dios, yo había matado a un hombre a fuerza de proteger a Sherlock de su propia ambición por resolver cada misterio, y lo haría una más y mil veces para mantenerlo vivo. No me importara que fuera un freak del misterio, lo que siempre me molestó acerca de esos dos años de mentiras había sido que no se explicara. Me dejó en la duda por más tiempo del que pude soportar. Fueron dos años inventándome teorías de porqué lo había hecho, mientras otros trataban de deducir el cómo.

 

Porqué lo había hecho...

 

-Sherlock, ¿Por qué no me dijiste...? -comencé a decir, pasando junto a Lestrade para acercarme a él.

 

Sherlock dio un paso atrás, evitando contacto visual.

 

-Podríamos ir a comer y beber algo hasta que termine la hora de descanso del señor sin rostro -dijo Greg, mirando el bastidor de acceso con ojos asesinos- . Siento que tengo arena en la boca.

 

Seguí tratando de establecer contacto con él, pero Sherlock de pronto se había cerrado. ¿Por qué le avergonzaba tanto hacer algo desinteresado? Por fin no era solo un detective, sino un héroe también, y él lamentaba que se supiera.

 

 

 

Sherlock

 

 

 

Lestrade fue quien pidió las piezas, y antes de que pudiera hacer algo al respecto, nos había puesto a mí y a John en el mismo cuarto. Nos dieron llaves a los tres y sólo cuando dirigimos estas a la cerradura, nos dimos cuenta ambos de que tendríamos que lidiar el uno con el otro por una noche entera.

 

-Me baño primero -anunció John en cuanto entró.

 

Me quedé plantado frente a la puerta, mientras él entraba a toda velocidad al baño.

 

-OK, esto no era lo que esperaba -le oí decir cuando abrió la puerta de este.

 

Probablemente esperaba ver algo más parecido a un baño químico, pero los baños del hotel eran decentes.

 

(Kanes: http://www.youtube.com/watch?v=MxHEui95Sm8)

 

Ya era de noche. Nos habíamos pasado la tarde con Lestrade en un restaurante, y John había insistido en interrogarme con la mirada, con esa calidez llenando sus ojos que me hizo querer mirarlo cada vez que pudiera, que eran pocas veces.

 

En cuanto a Lestrade, siempre había sabido leernos a los dos. Temo haberme delatado ante él durante el matrimonio, pues tal como él había dicho, lo que no tenía de detective lo tenía como ser humano: sabía mirar a través de las relaciones de todos, y se había dado cuenta entonces, o antes de hecho, de que sentía algo por John, y me avergonzaba. Aunque ahora que lo pensaba con detenimiento, sin duda lo había descubierto durante la ayuda que me brindó con el discurso para el mejor hombre. Había estado bastante temperamental esa tarde en Baker Street, mientras yo escuchaba religiosamente sus consejos.

 

-Por ejemplo, ¿Qué han hecho ahora último? ¿John ha pasado alguna vergüenza? Siempre puedes burlarte un poco del novio -me decía.

 

No pude creer lo que escuchaba. ¿Y lo preguntaba? John hacía el ridículo todo el tiempo.

 

-Por supuesto. En cada caso intenta hacer deducciones, y aunque yo soy quien lo empuja hacia ello, nunca saca las conclusiones útiles sobre las pruebas que encontramos. Siempre se fija en las cosas obvias, y por mucha práctica que ha tenido estos seis años viéndome a mí no ha sabido desarrollar una mente observadora y deductiva.

 

-¿Eso es una vergüenza para ti?

 

-Sí. Pero el esfuerzo se valora -dije, sonriendo forzadamente.

 

Lestrade dio un suspiro en ese punto.

 

-Pero debe haber algo de valor en lo que hace John, ¿no? El blog, Sherlock. El blog sirve, les consigue casos y...

 

-Hm... sí, pero siempre he criticado el modo en que romanticiza las cosas al describir los casos. Si intento elogiar el blog no va a creer que valoro su existencia. Debo decirle algo que crea, no quiero estar contradiciéndome para congraciarme con sus invitados. John sabe que digo lo que pienso y no quiero dejar de hacerlo durante la cena de bodas. Él hayará mi actitud de considerable valor.

 

-A veces es necesario fingir para...

 

-No lo haré. Quiero ser sincero con él. Quiero que crea en cada palabra que diga -le contesté, empezando a perder la paciencia. Le miré fijamente- . Ya le he mentido demasiado. Si ser sincero conlleva ser cruel, seré cruel, Lestrade. Si menciono lo patético que encuentro el sacramento del matrimonio, lo hipócrita y antinatural que es la monogamia...

 

-¿No apruebas la monogamia? Pero si tú no tienes siquiera una pareja, Sherlock. No la has tenido nunca.

 

-Hay excepciones, Lestrade.

 

-¿En verdad vas a ser cruel con John?

 

Me quedé callado un momento.

 

-Le diré verdad por verdad, Lestrade -dije con seguridad- . Pero lo que necesito de ti es saber cuales de estas verdades son adecuadas para el matrimonio, en términos de temas.

 

-¿Temas?

 

-Anécdotas, cualidades de los casados -dije, levantándome de la silla allí en la sala de estar. Miré hacia la calavera, bajo la cual estaban mis cigarrillos, sin tocar desde hace meses- , defectos, la organización del casamiento, las flores, las damas de honor, etcétera, etcétera, etcétera. Necesito que me aconsejes qué decir y qué no decir. Nada más que eso.

 

-OK -dijo Lestrade, cogiendo el libro sobre Discursos de Mejor Hombre- . Ahm... podrías...

 

Hizo una pequeña pausa. Yo me quedé viendo en el espejo, viendo mi expresión crispada por el estrés y la frustración crecientes, y esperé pacientemente a que dijese algo. 

 

-Podrías decir qué cualidades valoras de John, cuales te son obvias a ti y cuáles crees que los otros deberían observar. Ya sabes que John es una persona bastante privada y... selectiva con sus amistades.

 

¿John selectivo con sus amistades? Sí, se podía decir. Pero... si era así, ¿Por qué yo...?

 

Lestrade estaba equivocado. Y si estaba equivocado, no iba a poder hablar sobre esto como una cualidad de John, porque desde mi punto de vista el no ser selectivo con tus amistades era de lo peor. Significaba que no eras un patán condescendiente como los había muchos.

 

Pero John no era un patán condescendiente. Oh, no, no lo era. Sólo... elegía mal a veces.

 

-No creo que sea... tan selectivo -dije con voz sorpresivamente débil.

 

Me volteé hacia Lestrade, y me encontré con la mirada más fija de todas las suyas. Era como si estuviera leyendo mis emociones. Eso me dio miedo: ni siquiera yo sabía lo que estaba sintiendo.

 

Lo es. O habría elegido a una opción más obvia, ¿no crees? Tú no eres muy considerado, Sherlock, y alguien poco considerado es un peligro como orador. Y tú lo sabes mejor que yo; por eso me llamaste.

 

-Te llamé porque también conoces a John.

 

-Tú le conoces mejor. Vamos, Sherlock, no es tan difícil. ¿Qué es lo que más admiras de John? O quizá formulémoslo de otro modo: ¿Por qué le estás más agradecido?

 

No supe qué responder exactamente. Había muchísimas cosas. Demasiadas, pero eran tan abstractas que no sabía qué nombres ponerle.

 

-Ahm... estimula mis deducciones, quizá.

 

-Piensa en otra cosa. Puedes mencionar eso, claro, pero debieras poner como centro otra razón, algo más... conmovedor, quizás.

 

-¿Conmovedor? ¿Conmovedor para quien?

 

-La audiencia. Sherlock, todos los conocidos de John están más o menos al tanto de a lo que se dedican ustedes, saben cómo eres de preciso con tus casos, saben que no eres muy sociable..., pero también saben que tu amistad con John ha durado muchos años, y que desde entonces John se ha vuelto mucho más accesible con todos. Mike Stamford lo dice todo el tiempo. Dice que cuando le encontró por primera vez tras muchos años de lejanía, era la persona menos accesible que había conocido. Casi hosco. John está muy lejos de eso ahora.

 

-Pero no puedo hablar de eso durante el discurso. Sería como autoagradecerme a mí mismo...

 

-Sólo estoy señalando un punto. Estoy diciendo que has tenido una gran influencia en la vida de John. Por eso sigue siendo tu amigo, supongo.

 

Tragué. Eso era lo que me preocupaba: no consideraba que fuera el correcto para hacer ese discurso, porque por lejos no era el más considerado de sus amigos.

 

-¿Por qué me eligiría? -susurré- Sigo sin entenderlo del... todo.

 

Miré por la ventana, casi melancólico. No merecía a John. Había otros que lo merecían mucho más, otros que sabrían exactamente qué decir en un discurso como ese. A mí me estaba costando trabajo, y eso no ser podía una buena señal. Quizá era una señal de que John no me importaba lo suficiente. Sin embargo, ahora que estamos en Madaba, sé que no había persona en el mundo que me importara más, por cuya seguridad velara más en la vida. Pero ese día, mientras intentaba averiguar qué le diría a John y a Mary, y a sus invitados, no tengo la menor idea de cómo realmente me sentía acerca de John.

 

-Podrías hablar de eso -intervino Lestrade luego de casi un minuto de silencio, en que contemplé tanto la ventana y el lugar donde John solía apoyar la mano para revisar si había clientes.

 

-¿De por qué creo que me eligiría? -le pregunté. Sonaba absurdo.

 

-De cuan increíble te parece que te eligiera. De cuan privilegiado te sientes de tener su amistad. Al menos eso es lo que pareces estar pensando. No te crees lo suficientemente digno.

 

Era de hecho una gran idea. Miré a Lestrade perplejo. Le vi sonreír.

 

-Dios, tú y John tienen unos problemas de baja autoestima horrible.

 

-Tengo buena autoestima. John no, claro. Siempre se ha sentido algo disminuído conmigo al...

 

-Eso ni lo menciones -dijo Lestrade, sobándose las cejas alzadas.

 

Volví a sentarme frente a la computadora y puse los dedos sobre el teclado.

 

-Hablaré sobre ello. Es una buena idea -dije. Sin embargo, lo otro seguía atribulándome, y apoyé la espalda contra el respaldo dando un gruñido- . Insisto en que debería ser sincero de nuevo. Quizá... quizá es una buena manera de demostrar que... no soy lo suficientemente digno.

 

-O que eres un maleducado.

 

-Que soy un maleducado -repetí sin darme cuenta.

 

Lestrade rió. Entonces comencé a escribir.

 

-John sabe que no apruebo los matrimonios. Sería un estupidez no mencionarlo. Le encantará. No a los invitados, pero el importante es él, ¿no?

 

-Él y Ma...

 

-También mencionaré el blog. Creo que puede servir como una anécdota digna. Y por supuesto alguno que otro dato sobre la despedida de solteros. Tendré que añadir los detalles al discurso tardíamente.

 

-¿Cuándo será?

 

-En dos noches más.

 

-Podría traer a mi novia...

 

-John me requirió a mí, nada más -dije mientras tecleaba.

 

Lestrade carraspeó.

 

-Usualmente es entre varios amigos. ¿No se lo mencionaste a John?

 

-Él dijo que podía ser entre dos.

 

-No. Eso es... otra cosa.

 

Di un suspiro. No podía concentrarme en el discurso y en las objeciones de Lestrade a la vez. ¿Por qué no se guardaba sus sugerencias?

 

-Es una cita...

 

-El término cita es tan universal. Los amigos viven teniendo citas. Hacen cosas que todas las parejas hacen en citas.

 

-No estoy muy seguro de eso... -dijo él, refutándome por supuesto- Vamos, Sherlock, sabes perfectamente lo que es una cita...

 

-Claro que lo sé, por eso te digo que... es una despedida de solteros, no una cita. Además, John ha dejado muchas veces en claro que le agradan las mujeres. Es... un rasgo suyo tan importante como el de su forma de caminar. ¿Has notado cómo camina... ? -comenté, inesperadamente animado. No paraba de escribir. Las ideas habían empezado a volar como cohetes.

 

-Sí, pero ¿Qué tan seguro estás de que sólo le agradan las...?

 

-El primer caso que resolvimos -comencé a decir, alzando la mirada hacia él con decisión- . John comenzó a hablar sobre archienemigos, no supe en ese entonces porqué. Luego comprendí que había sido por una previa reunión que había tenido con Mycroft. Luego empezó a hablar... Fue extraño... sobre las relaciones que la gente tiene en sus vidas, y una cosa llevó a la otra y me preguntó si tenía novia o novio. Creí que... -reí por lo bajo, acentuando lo ridículo que me parecía- creí que se me estaba insinuando. Le dije que no tenía intenciones de tener una pareja, y él negó haber estado intentando...

 

-¿Negó que estaba intentando tener algo contigo?

 

-Sí.

 

-¿Por eso crees que no le gustan los tíos?

 

Le miré fijamente.

 

-Y porqué nunca ha traído un novio o... porque no luce como... Es decir, John es bastante higiénico, se cuida, pero no al punto de...

 

-No tiene nada que ver, Sherlock.

 

Fue entonces que Lestrade me plantó el bichito de la duda, que fue creciendo y creciendo hasta que en el matrimonio lo comprendí. No obstante, para mí eso no cambiaba absolutamente nada de nada. Yo no era de su interés. O eso creí.

 

Tras escribir el discurso con ayuda de Lestrade, en el matrimonio había lucido como el mejor amigo posible, como los invitados confirmaron en modo de elogio. Pero para Lestrade había sido diferente, y durante nuestra cena en aquel restaurante -Madaba estaba lleno de ellos- aprovechó para sacármelo en cara.

 

Era débil. Era lo que Lestrade pensaba, pero él parecía ver una extraña madurez en ello.

 

-Molly quedó algo preocupada cuando te fuiste temprano de la boda, de hecho -me comentó, luego de que John se levantara a pedir más agua- . La entristeció mucho. No ha vuelto a hacer avances desde entonces, ¿no?

 

-Molly nunca hizo avances, Lestrade -le dije- . Creo que es todo el punto de nuestra relación.

 

-Ohm, estoy perfectamente seguro de que sí los hizo, es sólo que tú no te diste cuenta. Tú sólo reaccionarías ante el avance de una persona si esta fuera John. Ya lo viste cuando lo hizo en el primer caso que resolvieron. Tú mismo me contaste.

 

-Pero no era un avance de nada -dije. Aunque ahora pensaba diferente.

 

-En el matrimonio dejaste muy claro que no te creías merecedor de la amistad de nadie, Sherlock, y vaya que te equivocas. Has hecho mucho por muchas personas.

 

-Siempre hubo un interés trascendental de por medio, ¿o es que acaso crees que te ayudaba con los casos por hacerte un favor a ti?

 

-No, en lo absoluto -dijo, sonriendo- . Pero no te lanzaste de ese techo por ayudarte a ti mismo, ¿no es así?

 

Me quedé callado. Lestrade sonaba y lucía desafiante, y eso me molestaba. Me había ganado. Entonces sonreí.

 

-Es en parte por mí -dije- . Siempre va a ser en parte por mí, Lestrade. John habría sido asesinado a sangre fría ese día, a distancia, como en las... misiones de espionaje, ¿no? -dije, con cizaña- Y no puedo resolver casos apropiadamente sin John, Lestrade. Deberías saberlo.

 

-Oh, lo sé. Pero John no.

 

-Le he dicho múltiples veces cuán util él es cuando salimos a resolver crímenes. Que él no lo asimile es otro asunto. Siempre se empequeñece a sí mismo, siempre acata órdenes...

 

-Nunca critica -añadió Lestrade- . Sólo critica a los mentirosos. Y tú le has mentido.

 

Perdiendo la paciencia, miré hacia John en la barra para entretener la vista en otra parte. La expresión de Lestrade se había vuelto socarrona.

 

-Podrías confesarte para variar -añadió.

 

John miró hacia la mesa. El comentario de Lestrade me hizo temblar las piernas, y alargué la mano hacia la mesa de la esquina donde estábamos, y cogí una revista vieja. Estaba en francés.

 

-Ya viene. Es tu oportunidad. Si quieres me voy.

 

-No hay nada que confesar. Greg.

 

-Oh, ya recuerdas su nombre -dijo John, llegando hasta el puesto.

 

Se había tomado la mitad del vaso camino hacia aquí.

 

-¿Quieres un poco? -me ofreció.

 

-Iré por uno entero -le dije, sin mirarle.

 

Miré su nuca cuando pasé por detrás de su silla, antes de alejarme. Vi a Lestrade rodar los ojos.

 

 


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