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Primavera por Baddest_Female

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Notas del fanfic:

Bueno. Os traigo el segundo fanfic de estaciones. Sí, que tendría que haberlo subido hace once días, soy consciente, pero he tenido varios percances, mucho estrés y alguna cosa más que me han impedido acabarlo hasta hoy. Mejor tarde que nunca, dicen.

Notas del capitulo:

Cosas antes de leer:

  • Sakai es el nombre del mánager de SCREW -lo que me costó encontrarlo no tiene nombre...-
  • LIL'GRAND-BITCH es la drag queen que sale en el PV de FULGY.
  • ESto son todo rumores pero, en teoría, Byou es del 81(33 años); Kazuki del 85(28 años); Manabu del 86(27 años); de Rui no se sabe (pero no creo que ande muy lejos de Byo) y Jin sería también del 81(32 años). Reitero, rumores.
  • Koda Kumi es una de las grandes artistas de JPop. Siempre ha tenido un concepto bastante sexy y provocador. -y tiene una sonrisa preciosa **. Vale, ya me puse fag...-
  • Kyary Pamyu Pamyu es una cantante de jpop de estilo harajuku. -seguramente sabréis quién es, pero por si acaso...-

Por Dios, ¿por qué hay tantas aclaraciones si es solo un capítulo? Bueno, no importa, a leer.

Ni sabía cuántas personas había en ese lugar. La oscuridad de la sala combinado con esas luces de discoteca de color violeta que iban y venían en todas las direcciones me estaban aturdiendo. La grabación de ese PV fue una total tortura para mí. Se volvió eterno y a la vez efímero, era la extraña sensación que experimentabas al hacer algo que no encajaba con tu estilo pero a la vez tampoco parecía encajar con el de nadie más. De alguna forma para mí todo aquello era único, pero que fuese único me hacía estar asustado de cómo podían reaccionar las fans cuando el mismo se hiciese público. Estábamos evolucionando, intentando no anclarnos en el pasado pero no perder esa esencia de música y concepto «tóxico», como una vez nos había definido Byou.

Las integrantes de SIESTA que habían acudido a la grabación para llenar esa improvisada discoteca parecían muy contentas, contrastaba con nosotros cinco que estábamos exhaustos, aunque eso no apagaba nuestro estado de ánimo. Un nuevo lanzamiento siempre era algo emocionante. Dos horas duró la grabación, antes que todo el staff se marchase, desapareciesen las cámaras y solo quedásemos unos pocos. Kazuki, Rui y Jin rodeaban una mesa riendo y hablando de cosas que no alcanzaba a distinguir. Solo pude verles vitorear cuando Sakai* trajo más alcohol y los cuatro se pusieron a beber. Yo andaba todavía un poco desorientado, con la inmensa cantidad de maquillaje que me habían puesto prácticamente intacto y dando vueltas por la sala guitarra en mano. Todos parecían tener algo que hacer menos yo. Sentía como si estuviese ebrio. Intentaba asimilar todas las sensaciones: ansiedad; miedo; alegría; desidia; cansancio, que llegaban hasta mí. Podría haber resumido todo aquello a simple nerviosismo, pero no me agradaba estar tan alterado.

LIL* y Byou charlaban tranquilamente mientras nuestro vocalista de quitaba todo ese maquillaje y esas ropas estrambóticas que le habían hecho ver como drag queen en diversas de las escenas del video. Seguía sin comprender de dónde había salido esa idea; intentaba recordarlo pero no podía. Ella —más bien él a esas alturas, porque de ese alter ego suyo en apariencia demasiado no quedaba—, parecía alegre de haber participado en el PV, de eso parecían hablar. Mis recuerdos eran vagos.

—Manabu —dijo Kazuki, antes de rodearme con un brazo los hombros y tenderme una cerveza que rápidamente acepté—, ¿estás bien? —mi única respuesta fue un asentimiento.

—¡Vamos! ¡Bebe! —ese era Rui.

Siquiera sé, siquiera supe, porqué no solo acepté la petición de nuestro bajista, sino que además me acabé el botellín sin pausa, de un solo trago. A partir de ahí mis recuerdos se tornaban borrosos. Bien dicho era que los japoneses no somos demasiado resistentes a los efectos del alcohol, más bien todo lo contrario. Debí haber sido consciente de eso pero en esos momentos no pareció importante. Hubiese deseado no recordar absolutamente nada de lo hecho esa tarde, pero supongo que era un buen escarmiento para mí sí hacerlo contra mis deseos.

 

Mis manos se estamparon con violencia en el espejo del tocador de aquella sala de maquillaje, a oscuras. No nos iluminaba más que los tristes y escasos rayos de luz lunar que se colaban por las pequeñas ventanas, completamente cerradas. Me embestía desde detrás de una forma errática y torpe, pero podía sentir cada centímetro de su virilidad entrar en mí y todas y cada una de las sensaciones amplificadas un millón de veces. No podía parar de preguntarme por qué recordaba aquello con semejante nitidez. ¿Por qué los recuerdos de ese encuentro no eran tan borrosos como los de cómo había llegado a dicha situación? ¡Porque no tenía ni la más remota idea de en qué momento Byou y yo nos habíamos quedados solos, en qué momento la situación se calentó hasta llegar a eso! No diré que me arrepiento, sería una enorme mentira, pero me hubiese gustado no ser consciente de que eso ocurrió. Ese seis de febrero seguía dando vueltas por mi cabeza, intentando comprender lo que no entendería jamás.

Mis piernas temblaban a cada envite, a cada vez que el miembro de Byou se adentraba por completo en mí taladrándome las entrañas de una forma exquisitamente placentera. Podía verme reflejado en el espejo que había frente a mí, difuminándose mi figura, mi rostro, bajo una finísima capa de vaho que empañaba el cristal a causa de mi respiración tan cercana al mismo. Seguía viendo mis ojos intactos de maquillaje, las lentillas que no me retiré, esa apariencia que, ¿qué era? Supongo que lo que vio  Byou cuando cayó en la tentación: a un ser de aspecto feminizado y oscuro, siniestro y misterioso. Si no se hubiese tratado de mí mismo, si no hubiese sido yo, podría haber dictaminado que era un ser inusualmente bello de apariencia inalcanzable. Las tonalidades lilas y negras daban esa sensación; y aunque no era yo, lo único cierto es que las personas no ven lo que eres sino lo que pareces ser, y cuando tu juicio se ve nublado por el alcohol, cuando el estado de embriaguez puede más contigo que tu propia consciencia, pierdes el poder de separar un disfraz de un ente verdadero.

Sus dientes rasgándome el hombro me hicieron cerrar los ojos antes de emitir un gemido. De no haber sido por la soledad que reinaba en el edificio y la lejanía del resto de población respecto a ese lugar, podría haber jurado que, seguro, alguien me habría oído: porque me recuerdo chillando y dejando que todo el placer que me hacía sacudirme sin piedad alguna se escapase por mis labios en forma de sonidos obscenos que me avergonzaba haber emitido. No tenía remedio, solo podía intentar no sonrojarme al recordar semejante situación a la que me conduje yo solo por beber mal, beber de más. Giré la cabeza con la intención de buscarle, de mirarle mientras me maltrataba de esa forma. Cada lamida, cada mordisco, cada caricia, volaba hasta mi cerebro, impactando contra mis nervios para obligarme a sentir unos escalofríos y unos espasmos que no hubiese sentido ni tan solo si hubiese tenido que sufrir mil y un choques eléctricos. Sí. Electrocutarme de placer no parecía un término tan inadecuado para definir lo que estaba experimentando. Me sentía masoquista.

Me dio la vuelta al percatarse que le miraba; no sé cómo acabamos sobre uno de los violetas sofás de la estancia, yo sentado a ahorcajadas sobre aquellas piernas y con mis manos ancladas a sus rodillas, dándome el impulso suficiente con las mismas como para subir y bajar con rapidez, dejando que la hombría ajena se hundiese en mí hasta impactar contra mi zona más erógena y hacerme temblar. Su lengua deslizándose por mi pecho, pringándome de saliva, hasta alcanzar uno de mis pezones y atraparlo y tironearlo con los dientes. Con sus manos ancladas a mis caderas, me obligó a aumentar el ritmo.

Nadie diría que estábamos completamente ebrios, parecíamos lúcidos, aunque estaba actuando contra mis principios, contra mi propia moral y mi propio sentido común. Aquellas sustancias alcohólicas estaban despertando en mí unos comportamientos que me aturdían.

No dijo una palabra, tampoco dije nada; solo gemidos y gruñidos de uno y otro retumbaban en toda la sala, se clavaban en mis oídos haciendo imposible olvidar aquello aunque el resto había desaparecido por completo de mis desordenados y confusos recuerdos. ¿Por qué se me obligaba a rememorar aquello una y otra vez? No fue malo, siquiera incómodo, que se corriese dentro: siquiera eyacular yo entre ambos y mancharnos tras duras y constantes embestidas, dadas rudas y sin piedad, que me hicieron llegar al orgasmo, nos hicieron llegar al clímax; malo fue despertarse quién sabía cuántas horas después con ese líquido aún espeso, viscoso, corriendo por mis entrañas, deslizándose por mis muslos, recordándome hasta torturarme que había cometido un terrible error y no había forma de arreglarlo. Tan cobarde, que solo salí corriendo.

 

Suspiré. Molesto era el bulto que se había formado entre mis piernas mientras recordaba de forma involuntaria. Incluso cubriendo mi erección notoria con mi chaqueta, me seguía sintiendo incómodo con la cercanía en el poco espacio que nos dejaba ese vehículo a los cinco integrantes de la banda. Siquiera sabía cómo iba a reaccionar si Kazuki me rozaba, estaba rezando para que, ni tan solo sin querer, sucediese semejante cosa. Al menos el hecho que Byou estuviese conduciendo me daba un respiro. Me planteé con insistencia qué sentía, ¿deseaba que se repitiese? Deseaba ese tipo de sexo, las sensaciones que me dejó, lo que me hizo sentir, no a Byou. Estaba jugando con fuego habiéndome acostado con el vocalista de mi banda, sería tentar demasiado a la suerte repetirlo. Quizá había sido el alcohol y no Byou quien me hizo sentir se esa manera, también pensé en esa posibilidad.

Parecía autista. Si no eso, al menos distraído, fuera de lugar: era consciente. Durante todo el trayecto no había dicho una palabra, había fingido estar dormido, o adormilado al menos, mientras observaba por la ventana. Los primeros almendros empezaban a florecer con el inicio de la primavera. No era evidente solo por las flores, también lo era por los comentarios fuera de lugar de mis compañeros cada dos por tres, mayoritariamente de contenido erótico. Iba a ser verdad eso de que dicha estación afloraba ese tipo de instintos, comportamientos. No quería entrar a eso, era extremadamente tímido como para compartir ese tipo de experiencias íntimas con otros, incluso si se trataba de mis compañeros de banda a los que casi consideraba hermanos —tan hermanos que me había acostado con uno de ellos, pero vaya, que por algo dije casi—, pero eso no quitaba el hecho de que yo también me sentía más exaltado, con la libido despierta casi a todas horas. Sería el polen; el aumento de horas de luz en el día; de las temperaturas, no sé qué sería, pero era evidente que mi organismo estaba pidiendo cosas que durante el invierno y el otoño no había requerido con tanta frecuencia. Y no era el único.

—Ayer contraté a una prostituta, ¿sabéis cuánto hacía que no pagaba por sexo? ¡Siquiera lo recuerdo! —largó Kazuki. No esperaba que dijese eso con tanta naturalidad. Jin y yo nos reímos—, si esto sigue así, vamos a tener que sacar más de un disco este año, sino creo que me arruinaré.

—Algo me dice que cobraremos lo mismo trabajemos más o menos —mencionó Rui—, los únicos que saldrán beneficiados si eso pasa serán los de la disquera, probablemente.

—Pues menuda mierda.

—Nadie os mandó dejar los estudios para formar una banda —dijo Byou, le vi rodar los ojos por el espejo—, callaos ya. ¿Contrataste una puta? Yo pedí dos, creo que a desesperación te gano yo.

El automóvil se llenó de carcajadas. A pesar que  menos Kazuki y yo, todos superaban la treintena y nosotros dos no andábamos muy lejos*, parecíamos niños y nos comportábamos como tal. ¿Qué gracia tenía que nuestro vocalista hubiese tenido que pagar no a una, sino a dos mujeres de compañía para suplir sus necesidades más íntimas? Visto en frío mucha no tenía, pero que fuese capaz de hablar con tanta soltura de dichos temas y que encima admitiese que había sido incapaz de conquistar a una mujer por sus propios medios y sin tener que recurrir a su bolsillo, era realmente curioso, y aunque estábamos acostumbrados a ese tipo de comentarios, sino por parte de Byou por parte de Kazuki y Rui en mayor parte, nunca dejaba de resultar del todo curioso.

—No sé por qué os reis tanto —intervino Jin—, ni que hubiese dicho que se masturba viendo PVs de Koda Kumi*.

—Me hubiese asustado si hubieses dicho Kyary*, lo otro no es tan mala idea —sopesó Kazuki—, es más, puede que lo haga.

—Por Dios —largué, aunque había intentado retener ello dentro de mis labios, no pude evitar que mi opinión sobre por dónde estaba fluyendo la conversación fuese dicha en voz alta—, no tenéis remedio.

—Hostia, esa niña es menor, no me hagas imaginarme a Byou en una situación como esa —dijo Rui.

Al parecer nadie había reparado, o a nadie le había importado, mi comentario. También parecía más grave la mención de esa pequeña cantante de pop que el hecho que Kazuki hubiese admitido que el comentario de Jin no era tan descabellado a su parecer, incluso si la mujer mencionada no solo estaba casada, también tenía un hijo. Aunque, después de comprobarlo, me di cuenta que Rui tampoco estaba en lo cierto y la niña mencionada dejó de ser menor en 2013. Pero bueno, resultaban ser detalles sin importancia que no cambiaban el hecho que una conversación sobre sexo y carencia del mismo había tomado un rumbo que había estado cerca de rozar la pederastia, al menos a mí me lo pareció.

—Manabu, estás muy callado —espetó el más alto de nosotros, hizo que me estremeciese entero. Nuestro líder podía parecer a simple vista muchas cosas, pero realmente podía llegar a ser aterrador—, ¿no tienes nada que decir? La conversación se está volviendo interesante… ¡Nunca dices nada! Venga, explícanos algo.

—Depravado —le largué, no pareció ofenderse; sino más bien lo contrario.

Antes de darme cuenta le tenía rodeándome con los brazos, en algo que casi podría considerarse acoso sexual, con sus labios demasiado cerca de mi oído y una sonrisa pícara de oreja a oreja. Deseé salir corriendo pero, como comprenderéis, era aguantarme o saltar del vehículo en marcha, y la segunda opción realmente parecía dolorosa y poco rentable, más teniendo en cuenta que teníamos un concierto en unas pocas horas.

—No mordemos, yo quiero saberlo… No eres ningún santo, y quiero saber qué hace en la cama una preciosidad como tú.

—Kazuki, la línea, ¡la línea! —espetó Rui.

—¿Qué línea?

—La que acabas de cruzar, imbécil. Sabemos que estás necesitado, pero acosar a nuestro segundo guitarrista no es la solución. —Resopló, pero aquellas palabras se quedaron en nada dado la insubordinación de Kazuki a ellas, quien pareció tener mayor justificación para hacerme sentir incómodo.

—No le hagas caso —me susurró, no podía verme a mí mismo, pero podía suponer que parecía estar aterrado—, yo te quiero. Manabu, dame un beso.

—¡Quita! —chillé, pegando mi cuerpo a la ventana con tal de alejarme lo máximo de él y intentaba apartarle sin éxito, mientras éste se acercaba más y más a mí.

Solo pude cerrar los ojos y ladear el rostro mientras cerraba con fuerza los ojos. ¡No quería tener que besar a mi compañero de cuerdas! ¿¡Por qué era tan insistente!? Pero de pronto dejé de sentirle encima, y al abrir los ojos descubrí que Jin había tirado de él hasta quitármelo de encima. Qué alivio, pensé, en esos instantes llegué a creer que la poca dignidad que me quedaba se había esfumado. Peligros de estar en una banda con gente tan desequilibrada como esos cuatro. La primavera solo estaba empeorando lo que de por sí ya no era normal.

—¿Quieres un beso? —cuestionó Jin, antes de tomarle las mejillas y dejar un beso en los labios del guitarrista—, Toma un beso. Ahora estate quieto.

Nos dejó boquiabiertos y anonadados a todos, incluido Kazuki. En ese momento comprendí que no me hubiese besado aunque nuestro castaño batería le hubiese apartado. Parpadeó mirando al frente, a la nada, tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir.

No dijo una sola palabra más en todo el trayecto, y aunque mantuvimos durante rato nuestros ojos en Jin, no pareció mostrar ni un ápice de arrepentimiento ni vergüenza por dicho gesto. Al menos consiguió que se callase un rato, lo que tratándose de Kazuki parecía improbable.

 

El concierto por nuestro octavo aniversario fue impresionante. Agotador y emocionante, como la primera vez. Nos costaba darnos cuenta y asimilar que llevábamos ya tanto tiempo juntos y como banda. Hasta dónde habíamos llegado, el esfuerzo que habíamos puesto y los obstáculos que tuvimos que atravesar. Nos hacía rememorar los momentos más felices, y también los más tristes como cuando Yuuto decidió marcharse.  Habían muchas cosas que ocupaban nuestras cabezas, muchas cosas que nos llenaban de nostalgia y recuerdos y nos hacían querer avanzar más, aunque yo personalmente estaba muerto de miedo. De qué pudiese depararnos el futuro, de no estar a la altura, de muchas cosas. Era difícil de explicar la ansiedad que sentía.

Me desplomé sobre las sábanas. De nuevo me negaba a retirarme el maquillaje, eso significaría admitir que el concierto y las emociones que ello conllevaba habían acabado. Me sentía abrumado, abrumadoramente feliz. Cerré los párpados, y no volví a abrirlos hasta que diez minutos después, aproximadamente, la puerta de dicha habitación se abrió y mis ojos se clavaron en el intruso. Enorme sorpresa la mía al descubrir que el susodicho era Byou.

Se dejó caer sobre mí sin permiso y yo sencillamente le miré, con la voz entrecortada y acelerándose mi ritmo cardíaco debido a la cercanía. Era prácticamente imposible que no se hubiese percatado, que no hubiese reparado en dichas respuestas de mi cuerpo a su presencia. La reminiscencia no tan lejana de haberle tenido entre mis piernas me alteraba y me aturdía a partes iguales. ¿Qué era lo que yo quería? ¿Qué era lo que él quería? Y, más importante, ¿qué deseábamos ambos y qué estaba bien? No parecimos pensar en ello.

—¿Qué haces? —cuestioné. Cierto era que estábamos en mi casa, pero también era idóneo decir que las tres personas restantes de la banda se encontraban en el salón, siquiera sabía si durmiendo o haciendo otra cosa. La posibilidad de ser pillados in fraganti o ser oídos no parecía un buen incentivo para continuar.

—Intentar seducirte —susurró. Yo no sabía si hablaba su entrepierna o hablaba él. Siquiera sabía si Byou recordaba aquél primer encuentro, y recé para que no fuese así—, he salido del concierto estando duro, suficiente he aguantado llegando hasta aquí. Manabu, te estoy pidiendo ayuda.

Me quedé boquiabierto ante semejantes palabras. Era descarado, pero a su vez hacía difícil el responder con un no. Sus cabellos seguían ondulados después de la presentación en vivo, sus ojos aunque carentes de maquillaje seguían haciéndole ver bello. Incluso a una distancia tan corta. Tenía la oportunidad única de hacer realidad el sueño de muchas adolescentes, de tener dispuesto a cualquier cosa a alguien como lo era Byou. Ese depravado y pervertido vocalista de sonrisa pícara que en esos instantes me dedicaba a mí, y solo a mí. ¿¡Por qué a mí!?

—¿Y qué quieres que yo le haga? —respondí cortante. No quería dar pie a que aquello continuase. No estaba bien.

—No lo sé. Con que consigas que me corra a mi me vale.

—¿Y si te masturbas? ¿No sabes hacerlo solo?

—¿Y si me masturbas tú? —No sé si me sonrojé ante lo dicho, pero no me hubiese extrañado nada.

No sabía cómo, siquiera, había llegado a una situación semejante. Cómo había pasado aquello. Le tenía delante con esa mirada lujuriosa que no auguraba nada bueno, pero yo no estaba asustado, sencillamente estaba intrigado; porque esa persona que tenía delante no era una bestia, no era un animal, era más que consciente, si quería que se quitase solo debía decirle que no. No había motivos para alarmarse pero ¿por qué temía entonces hacer un movimiento brusco, como si aquél fuese un león y yo su presa? 

—Byou, quítate de encima —dije, fingiendo una seguridad que no tenía.

Le vi parpadear con confusión. Era más que probable que no esperase semejante respuesta, ya que él siempre lograba lo que quería. Era muy difícil decirle que no, era muy persuasivo, muy insistente y, sobre todo, inmensamente atractivo, al menos para mis ojos. Con lentitud se levantó de sobre mí, parecía tratar de entender mi rechazo, de entender por qué no había seguido con el juego que él empezó. Vale, sé que dije que no estaba asustado, pero ciertamente es probable que sí que lo estuviese, lo noté en el momento en que se levantó.

—Lo siento —susurró, parecía avergonzado—; ha sido una estupidez, déjalo. La primavera me está alterando y… olvídalo.

Parecía tan nervioso que tuve que contenerme para no reír, y esperé a que se diese la vuelta para dibujar una sonrisa en mis labios que pronto cubriría con una mano. Definitivamente supe que no esperaba ser rechazado de ninguna de las formas. ¿Tan creído se lo tenía que pensaba que abriría las piernas sin rechistar? Eso era muy triste, no podía creer que yo era ese tipo de persona. ¿O quizá recordaba algo?

—Espera —dije. Sentí que antes de terminar esa palabra volvía a tenerle encima, reteniéndome entre el cuerpo y el colchón con sus dedos anclados a mis muñecas. Qué brusco.

»No he dicho que sí.

—Tampoco has dicho que no. 

Tampoco esperaba nada menos de él, aunque yo no iba por esas. En verle tan entusiasmado me di cuenta que quizá jugar con el lobo un rato no iba a hacerme daño, que parecía manso incluso. ¿Por qué cedí? Supongo que por el mismo motivo por el que deambulaba mientras trataba de ordenar mis ideas o me bañaba en vez de ducharme todas las mañanas. Por comodidad, por costumbre, por instinto. Como ya dije, no era tan sencillo decirle que no a Byou.

Quise sus labios en un momento de debilidad, calentado por el momento, pero solo los recibí en mi cuello, y no sobre los míos como yo deseaba. Empezó por dicho lugar, pero pronto lo abandonó y le descubrí subiéndome la camiseta y dando atenciones con su boca en mi vientre y ascendiendo por el mismo hasta llegar a mis clavículas cuando alzó mi ropa del todo, antes de quitármela. Hizo que mi respiración se acelerase, su lengua me alteró. Parecía tener menos prisa que yo, a pesar que quien me había increpado con una erección había sido él y no al revés.

Tomó mayor velocidad para quitarse él la ropa, y pronto volvió a acabar con la tarea de desnudarme a mí. Rápido me vi completamente expuesto ante él, aunque él tampoco se encontraba vestido. Sus dedos rápidamente se dirigieron a su propia boca, dándome a entender perfectamente que, de nuevo, yo recibiría en vez de dar. Aunque supongo que suficiente que ese sádico no me había atado a la cama o algo peor, no me fiaba de él.

Lamió con sensualidad, llenándolos de saliva, sus propios dedos. Llevaba un ritmo lento y pausado, metiéndolos y sacándolos varias veces de entre sus labios para asegurarse que quedaban bien empapados. Parecía más un ritual, y yo casi deseé que esa lengua la usase con cierta parte de mi anatomía en vez de con sus dedos, sabiendo que pedirlo sería completamente inútil. Desprendía una sensualidad terrible al hacer todo aquello con los ojos cerrados, no podía dejar de mirarle, y cuando me descubrió haciéndolo siquiera aparté la mirada, la mantuve fija en cambio y él hizo lo mismo.

Con una precisión terrible, un primer dígito húmedo rozó mi entrada y yo me mordí los labios, quizá en ese justo momento comprendí que, aunque no lo recordaba de la primera vez porque estaba completamente borracho, aquello probablemente iba a doler. Me entró miedo. ¿Por qué tenía que hacer de pasivo yo? ¿Por qué no él? ¿Era porque yo tenía cara de niña, porque seguía pareciendo niña con ese maquillaje? Eso no era una excusa, menos un pretexto para ello. Él había dado por supuesto algo que yo no había aceptado; pero para cuando quise decir algo el primer dedo se hundió en mis entrañas en busca de prepararme para algo más grande que pronto entraría. Me tensé, sin poder obligarme a mantener los ojos abiertos.

Gemí suave, mientras aquel dedo acariciaba las paredes de mis esfínteres con suavidad, me hacía revolverme y querer salir huyendo. Me estaba mordiendo los labios entre que mi respiración se agitaba. No podía negar que se sentía bien, pero algo incómodo.

—Al menos no seas brusco —susurré.

—¿Eres virgen aquí detrás? —cuestionó, antes de inserir un segundo dedo y hacer que mi espalda se encorvase todavía más si era posible.

Ese comentario me hizo darme cuenta que no recordaba lo sucedido después de la grabación de FUGLY, de haber sido así esa pregunta hubiese sido completamente innecesaria. El problema estaba en cómo debía responder yo a eso. Me tenía con las caderas alzadas, contra su pecho, y mis piernas completamente suspendidas en el aire, enteramente expuesto a él, solo mis omoplatos me mantenían sobre el colchón, por lo demás me encontraba solo sujeto por él.

—No exactamente —respondí con mis mejillas levemente sonrojadas, al menos yo las sentía ardiendo: el cómo se viesen realmente no era algo que pudiese asegurar.

—Pues estás estrecho aquí —dijo, mientras que empezaba a mover ambos, separándolos y volviéndolos a juntar como su se tratase de una tijera, abriéndome lentamente, dilatando ese hueco poco a poco y haciéndome revolverme sobre las sábanas. Me sentía muy vulnerable—… ¿Y quién fue?

Mis ojos se abrieron completamente por la sorpresa. No, a esa pregunta sí que no podía responder. No podía decirle que esa persona era él mismo y que no lo recordaba. Claro que estaba estrecho: hasta esos momentos allí no habían entrado más que mis dedos y la virilidad de Byou, y eso último solo una vez y hacía mes y medio. Tocó mi próstata y lancé un gemido agudo, me sentí como una muchacha en su primera vez, aunque por mucho que pensase no hallaba una forma masculina de comportarme en una situación como esa. Tenía las piernas abiertas, mi cuerpo parcialmente en el aire y dos dedos que me penetraban verticalmente. Deseaba que me tragase la tierra, pero a la vez resultaba placentero.

»¿No vas a contestarme?

—No tenía intención.

—¡No seas así! —Cuando el tercer dígito me penetró me removí, mis dedos se hundieron en el colchón agarrando las sábanas—, ¿Acaso le conozco?

Negué vehementemente con la cabeza, pero él solo sonrió con lascivia dándome a entender que no me había creído. Siempre había sido muy malo mintiendo, y Byou sabía que eso era así. Sus dedos seguían moviéndose incesantemente dentro de mí, maltratándome y haciéndome sacudirme, desear más: pero Byou solo parecía querer seguir hablando. Quería que se callase.

»Eso es un sí… —susurró—, ¿otro miembro de la banda quizá?

—¡Byou! —exclamé con cierta indignación, alzándome cuanto pude para mirarle bien y con seriedad. Siquiera se inmutó.

—¿De otra banda de la compañía entonces?

Parecía no haberse dado cuenta de mi enfado, y esa sonrisa pícara en sus labios comenzaba a molestarme, como si se estuviese burlando de mí. Me sentía dolido, desconcertado: pero sobre todo irascible. Aquellos tres dedos que continuaban paseándose por mis entrañas dejaron de hacerme gracia para empezar a resultar molestos, ya no sentía placer con ellos, sino incluso una pizca de asco. Había dejado de ser divertido tragarme el orgullo para dejarme hacer y gemir como una prostituta. Probablemente la reacción y esa serie de pensamientos eran excesivos, pero es innegable que me sentía exactamente de ese modo. Y exploté.

—Byou, suéltame —largué. Pude verle poner cara de no entender nada.

—¿Qué?

—¡Que me sueltes, joder!

Me revolví y le empujé con las piernas. Al final terminó por hacerme caso, incluso se levantó para dejarme paso libre, y yo rápidamente me levanté y me vestí como pude y en el mínimo tiempo posible, antes de no solo abandonar la habitación, sino salir de la que era mi casa dando un portazo y, supongo, dejando a los tres restantes integrantes sin saber qué debía haber ocurrido. Kazuki, como líder, me siguió; pero solo logramos acabar discutiendo a gritos sobre algo que siquiera le concernía y por lo que no debería haber recibido dichos gritos.

 

De ese modo el viaje hasta Yokohama, donde actuaríamos al día siguiente para otro concierto del Matsuri, se hizo en silencio; muchos aprovechamos para dormir aunque el trayecto entre Tokio y Kanagawa no era tan largo.  Al menos, los ánimos parecieron calmarse ahí dentro. Incluso antes de entrar al hotel Byou y yo hablamos y medianamente arreglamos las cosas. Quedamos como si no hubiese pasado nada, aunque le noté dolido porque, supuse, seguía sin entender por qué había reaccionado de ese modo.

El pequeño hotel en que nos alojamos era más bien austero; aun así, seguía siendo mejor que tener que dormir en un autobús, y teníamos la compañía de otras bandas con nosotros, lo que rompía la monotonía y, para los que no conocíamos a algunos de ellos, lo hacía más interesante si cabía.

—¿Podéis repetirme por qué no hemos ido al concierto del noveno aniversario de Sadie? —cuestionó Byou. Parecía realmente triste por habérselo perdido, en parte enfadado.

—¿Por qué las leyes físicas dicen que no puedes estar en dos lugares a la vez? —respondió Kazuki con avidez, dejando a nuestro vocalista con un berrinche mayor al que presentaba antes de cruzar la puerta del hostal.

Reí, sin disimular que su enfado me causaba gracia; y para cuando me dirigió una mirada de reproche, le empujé, recibiendo un abrazo a cambio que de poco me deja sin aire. Ese hombre tenía la mala costumbre de apretarme demasiado cuando me rodeaba con los brazos, ¿no era consciente que tenía mucha más fuerza que yo y que siendo poca cosa no podía respirar si me oprimía de esa forma? Al parecer no.

—¡No aprietes tanto, bruto! —espeté, mas aquél solo se limitó a despeinarme antes de darme un beso en la mejilla. ¿No era ese tipo de cosas las que solía hacer con Jin, sobre todo cuando había cámaras delante? ¿Le abría molestado el beso que aquél mismo le dio a nuestro líder dos días atrás? Incluso si me había acostado con él una vez y casi una segunda, para mí era imposible que Byou sintiese algo por mí, completamente improbable.

 

            —¿Qué me dais si me llevo a esa a la cama? —pronunció Byou.

            Cuando cayó la noche tras el concierto, nos habíamos animado y decidido a ir a beber a algún bar cercano, acabando en un local perteneciente al hotel donde nos hospedábamos. A esas alturas, aunque Kazuki había intentado impedirlo, Rui y Byou ya llevaban un par de copas y su sentido de la racionalidad empezaba a fallarles levemente. «Esa» en cuestión era una muchacha joven, de veintipocos y al parecer extranjera; muy guapa a decir verdad. Sin esperar contestación por nuestra parte, se levantó y se acercó hasta la chica y empezó a conversar con ella. Nuestro líder suspiró.

            —¿Qué os apostáis a que pasa de él en menos de cinco minutos? —dijo Jin.

—Yo creo que se la tira —respondió Rui. Kazuki, dado lo imposible que parecía controlarnos, empezó a hacer lo mismo que hacía Byou minutos antes y comenzó a estudiar el local en busca de alguien con quien pasar el rato.

—¡Es un siete! Es evidente que no lo conseguirá.

—Byou tiene mucha labia —dije—, ten cuidado con eso…

—¿Cómo que un siete? ¿Con qué criterio es un siete?

—¿Tú qué numero le pones? —cuestionó Jin.

—Un nueve por lo menos. —Yo asentí.

—Con más motivo.

—Pues yo estoy con Rui.

Faltó tiempo para que, en acabar de decir eso, la muchacha le asestase una bofetada que le dejó los cinco dedos bien marcados a Byou en una de sus mejillas, dejándonos a los cuatro con la boca abierta. Estaba tan convencido que lo lograría que me quedé estupefacto por semejante rechazo de parte de ella. Es más, ¿a qué venía ese arrebato de violencia? ¿Qué le habría dicho Byou que la ofendiese tanto?

—Nunca había visto a nadie rechazar a Byou así —susurró Kazuki—, qué bochorno…

—¿Recuerdas a la que te echó gaseosa en la cara? —pronuncié tratando, no ya de quitarle hierro al asunto, sino hacer que Kazuki se callase, porque él era el que menos podía opinar.

—Cómo olvidarlo…

Jin trataba de aguantarse la risa, aquel comentario había sido un golpe bajo para la autoestima de mi compañero de cuerdas y nuestro batería lo sabía perfectamente solo con ver la cara de pocos amigos que puso cuando lo dije.

 

Pasado el rato, tras la discusión absurda y en broma en la que nos enzarzamos tras mi comentario, en que todos recibimos y todos tuvimos que rememorar hechos humillantes de cómo nos habían rechazado a nosotros en alguna ocasión, historias que todos sabían; por desgracia, alcé la mirada hasta la barra y descubrí que Byou no estaba allí, que se había marchado. Con rapidez repasé con mis ojos toda la estancia, pero no le vi en ningún lado. Debía haberse ido.

No tuve ningún tipo de dificultad a la hora de escabullirme de mis borrachos compañeros y abandonar el bar con la intención de averiguar dónde había ido. Tuve que caminar un buen trozo, hasta encontrarle justo al lado de la piscina del hotel, apoyado en la valla y fumándose un cigarro con lentitud. Seguía teniendo marcas del golpe que había recibido, debía haberle dado bien fuerte.

Tal como estuve a su altura, con el dorso de la mano acaricié su mejilla enrojecida, logrando así su atención; que me mirase de reojo antes de dar una última calada al cigarro que fumaba y apagarlo después en una maceta cercana. Sin dejar de observarme, sacó el paquete de tabaco de su bolsillo y un mechero y llevó uno nuevo a sus labios.

—¿Quieres? —me preguntó mientras lo encendía. A pesar de mis ganas, solo negué con la cabeza.

—¿Duele? —respondí con otra pregunta, mientras mi mano seguía pegada a su mejilla.

Se quitó el cigarro de los labios y expulsó el humo alzando la cabeza y cerrando sus ojos, antes de emitir un suspiro.

—Un poco —murmuró—, pero no es nada que no tenga remedio. Por cierto, vuelvo a repetir que lo siento. —Para esos momentos, quien suspiró fui yo.

—No necesito tus disculpas. Lo pasado pasado está, olvidémoslo.

—Pero sigo dándole vueltas, me molesta haberte hecho enfadar, Manabu. —Dejó caer muerto uno de sus brazos, y pronto lo aproximó hasta mi mano, sujetándola con firmeza—. No entiendo por qué reaccionaste así, ¿qué hay de malo? No me hagas esto, quiero saberlo.

—Byou, déjalo —suspiré—, de verdad, déjalo.

—¿Y si no puedo?

—Esfuérzate más.

—¿Y si no quiero?

—Byou…

—Manabu —repitió, en el mismo tono que había empleado, mi nombre.

—Déjalo —dije, en un tono más brusco.

—¡Manabu!

—¿¡Qué quieres que te diga!? —espeté con irascibilidad—, ¿¡que nos emborrachamos tanto tras la grabación de FUGLY que acabamos acostándonos!? ¿Eso querías oír? ¡Pues bien, ya lo sabes!

Su actitud cambió radicalmente cuando dije aquello. De su insistencia, de cómo me sujetaba la muñeca y cómo me miraba en una mezcla entre preocupación y inquietud, pasó a soltarme y mirar al frente mientras el cigarrillo se consumía sin ser fumado entre sus dedos, mostrando una sonrisa en sus labios, una sonrisa que no entendí. ¿Dónde estaba lo gracioso en lo que acababa de decir? Para cuando me soltó, me sentí completamente perdido y aterrado por la reacción que pudiese tener tras conocer ese dato. Pero él parecía muy calmado a diferencia de mí.

—No me seas ingenuo —me dijo. Tiró el cigarro al suelo y lo pagó pisándolo con vehemencia, mientras me miraba—, tú estabas borracho. Yo no. Me aproveché de que a penas podías mantenerte en pie —largó con total seguridad.

Me hizo asustarme incluso, aunque sabía que esa era su intención porque de no ser así no me hubiese hablado así. Una vez dicho aquello y esperando que no le siguiese, que no dijese nada más, pasó de largo no sin golpearme en el hombro aunque tenía sitio de sobras para pasar sin arrollarme, yéndose por donde yo había venido, mientras yo intentaba asimilar el por qué de sus palabras y su reacción. Hubiese preferido no decir nada, quedarme callado, pero no pude dejarlo pasar, así no.

—Mientes —espeté antes de girarme, logrando que él hiciese lo mismo. A una distancia más que considerable, pero estábamos mirándonos mutuamente.

—No me seas estúpido.

—Estúpido tú —le dije—. Hablé con Kazuki, maldito imbécil. Me dijo que bebiste más que ninguno de nosotros aunque parecías bastante tranquilo. También me dijo que llamó a un taxi para que fuese a recogernos, pero tú no quisiste subir y yo no quise dejarte solo allí, aunque estabas dormitando desde hacía más de una hora. No Byou, no. Tú no estabas borracho, estabas al borde de un coma etílico. Ahora, dime, ¿por qué dices mentiras? ¿Qué pretendes autoinculpándote falsamente de algo que nunca ocurrió? Me desconciertas.

Más desconcertado se quedó él. Casi podía verle temblar a pesar de los dos metros, quizá tres que nos separaban además de la oscuridad del lugar, donde apenas llegaban unos rayos de luna y la iluminación artificial era relativamente lejana. Le vi morderse los labios y fruncir el entrecejo, pero no relajé la mirada aun con eso, aun cuando siempre ese tipo de gestos me habían asustado de él. No solo a mí, tenía la impresión que cuando se ponía a la defensiva, todos le temíamos.

—¿Y qué quieres que te diga? ¿Prefieres oír que me gustas, desde hace mucho además? ¿Quieres que diga que me encantas casi desde el primer momento en que te vi y que he estado autoengañándome años y años, jurándome que no solo no me gustan los hombres, sino que además es enteramente imposible que pueda enamorarme de un compañero de banda? ¿Qué está mal? ¿Qué no debería siquiera haberte puesto una mano encima, sobrio o ebrio? ¿Qué no funcionará? ¿Qué incluso saber que es imposible no me ayuda a meterme en la cabeza que nunca podré tenerte? ¿Eso quieres oír? Pues ahora ya lo sabes. Y lo siento, pero prefiero que me odies. Sería todo más sencillo.

Y dicho eso y sin dejarme decir nada —aunque tampoco tenía mucho que decirle, siendo sincero. Me había dejado sin palabras—, se dio la vuelta y se marchó. Siquiera me atreví a detenerle. Me sentí tan, tan cobarde…

 

¿Qué si me lo esperaba? Es bastante evidente que no. Me dejó sin una sola palabra en la boca y sin siquiera un milímetro cúbico de aire en mis pulmones, me había pillado desprevenido, me había hecho sentir vulnerable, de nuevo. ¿Vulnerable por qué? Porque cualquier cosa que dijese podría desembocar en algo irreparable, hacer un mal irreversible. Siempre me preguntaré qué debí decir, y aunque jamás logré una respuesta adecuada, no me perdoné jamás no haber dicho nada: dejarle tan hundido tantos días, porque lo noté. Esos microgestos que no había percibido en semanas, en meses, años quizá, me explotaron en la cara de forma cruel. Porque sí, él había tratado de hacérmelo ver de todas las maneras posibles y yo solo había pasado de largo. Nunca había sido una persona especialmente perspicaz, pero tampoco quería llamarme a mí mismo ingenuo. A partir de ese momento empecé a hacerlo. Por cierto, que cabe mencionar que la chica del bar le golpeó porque él le dijo que lo hiciese, para tener una excusa para marcharse y que yo le siguiese, para llamar mi atención. Me lo contó tras encontrármela una hora más tarde, también me dijo que Byou estaba seguro que yo iría tras él, porque como amigos o como lo que fuese yo le quería. Definitivamente que nuestro vocalista veía a través de las personas mucho mejor que yo. Pero seguía sin entender qué pretendía y por qué quiso recibir un golpe a cambio de mi atención.

No podía acercarme a él, me aterraba; no podía dirigirle la palabra, me sentía perdido. Lo sabía mejor que nadie pero no quería decírmelo porque ello significaría romperle el corazón de forma simbólica, incluso si no lo decía en voz alta: lo único que podía sentir por Byou era una fuerte atracción sexual. Eso jamás se volvería emocional, porque a pesar de sentirme atraído por hombres, no podía estar con uno. El por qué no era tan fácil de explicar, sencillamente el carácter y la forma de ser de alguien como Byou nunca entraría en mi zona de confort, en mi prototipo de persona ideal.

Tuve que llenarme de valor y tragarme mis miedos, aceptar que pasada una semana no era normal que no pudiese siquiera mirarle, que no tenía cinco años como para esconderme bajo la falda de mi madre. Que debía comportarme como un Hombre adulto y responsable y enfrentarme a mis problemas. Más que compañeros éramos amigos, más que amigos éramos casi hermanos, para mí él lo era: una persona en quien confiar, en quien apoyarme. Su amistad para mí valía más que mis miedos, más que todas esas inseguridades. Él era tan inseguro como yo. Aunque pocas las cosas en las que coincidíamos, esa era una que siempre me hizo admirarle, porque él podía tragarse el orgullo y yo no. Hice ese ejercicio de superación porque se trataba de él, porque verle tan hundido no solo era malo para él, no solo era malo para el resto de la banda, era malo para mí. Y se lo debía. Al menos le debía una corta explicación, una respuesta, un algo.

Aunque huyó de mí, y lo entendí, no pude evitarlo: seguirle por todo el estudio, ignorando a las demás personas que podían verme siendo humillado por Byou. Logré acorralarle, por poco, antes de que volviese a escapárseme. Entendía que no quisiese verme. Si yo me hubiese declarado así a una persona tan cercana, ¡Dios que hubiese deseado que me tragase la tierra cada vez que la viese! Y yo encima estaba persiguiéndole. Qué patético lo de ambos.

—Byou, no muerdo —dije.

Rápidamente se giró, mirándome de mala gana como si buscase asustarme — cabe decir que lo consiguió, y esfuerzo tuve que hacer por no salir corriendo—, pero me mantuve estático, mirándole con una preocupación palpable en mis facciones. Aunque no me estaba viendo en un espejo, estaba más que seguro que lo que yo sentía podía verse a la perfección reflejado en mis ojos, en mi semblante en general.

—Ya —respondió antes de sentarse. Parecía haberse rendido, yo suspiré antes de sentarme a su lado; aunque él se alejó al verme tan cerca y preferí aguardar distancias.

—Creo que te mereces una respuesta…

—¿Qué no me quieres? ¿Qué debería pasar página? ¿Qué es imposible? ¿Qué afectaría a la banda?

—Por Dios, ¿quieres callarte? —espeté rodando los ojos. Qué manía más estúpida la de dar por supuesto algo que todavía no había ocurrido.

—Perdón. —Suspiró.

—No me gustan los hombres.

—Pero te acostaste con uno.

—Y lo volvería a hacer, incluso estando sobrio. Estoy hablando de atracción emocional, no física. Y sé que parece una tontería, pero es así.

Se acomodó con lentitud sobre el asiento y me miró con curiosidad. Ahora quien sentía vergüenza era yo, temí sonrojarme. Estiró una mano hacia mí y acarició mi mejilla. Emití un eterno suspiro en sentir que esa barrera había desaparecido, aquella que nos separaba.

—Nadie sabe mejor que tú cuánto me cuesta decir lo que siento —me dijo.

—Siento que no haya servido de nada —susurré—, ojalá pudiese decirte que te quiero, ojalá pudiese decirte que podríamos intentarlo sin miedo a destrozarte. Te juro que lo siento.

Y antes de darme cuenta, me besó. No era la reacción que esperaba, ni mucho menos, pero aquella fue la primera vez que sentí sus labios, carnosos y húmedos sobre los míos; me vi obligado a cerrar los ojos mientras sus dedos se enredaban entre mis cabellos y mi mandíbula temblaba ligeramente debido al gesto. Era innegable que aunque solo fue un roce dulce, donde casi ni nos tocábamos, yo sentí aumentar mi temperatura corporal y mi ritmo cardíaco.

—Pues no dejes que sea en vano —murmuró contra mi boca—. Te gusto, quizá no de la misma forma que me gustas tú a mí, eso es evidente… pero déjame intentar convertir esa atracción sexual en algo que no sea carnal, necesito intentarlo.

—Byou, ya te he dicho que… —de nuevo fui callado por un beso, éste mucho más fogoso e intenso.

Se me echó encima, colándose entre mis piernas y obligándome a tumbarme sobre el sillón. Sus dientes estaban haciendo una tarea maestra con mi boca, estirando mis labios, rasgándolos con dulzura y atrapando enseguida mi lengua cuando quiso adentrarse ésta en la cavidad que los labios ajenos ocultaban. Me hizo quejarme, pero sobre todo hizo que olvidase la absurda idea de defenderme de ese ataque. Lo comprendí en ese preciso instante, tenía la habilidad de manipularme: y aunque era especialmente peligroso me dejé hacer.

Como dije una vez, Byou tenía una terrible labia. Y vaya que no era lo único que hacía bien con la lengua. La introdujo en mi boca, la paseó entre mis labios, acariciando las paredes con ella, mis dientes, mi lengua y mi paladar. Todo. Absolutamente todo. Parecía no querer que hubiese un solo resquicio de ella que no hubiese tocado, juré que lo había logrado sin esfuerzo de la misma forma que mientras aquella mano anclada a mis cabellos me hacía mantener la cabeza alzada y aquella lengua la boca abierta, el otro brazo sujetaba mis caderas y las alzaba con tal de pegar mi cuerpo al que permanecía recostado encima, con la imposibilidad de separarnos, mientras nuestras hombrías se rozaban de tanto en cuando, dándonos a entender que aquella vez, como la primera, no habría vuelta atrás, y aquella no iba a intervenir el alcohol, aquella no íbamos a pelearnos, porque no habría palabras que pronunciar.

Incluso cuando estábamos en el estudio, tan excitado estaba que cuando comenzó a retirarme la ropa me dejé, cuando abandonó mi boca y sus labios empezaron por mi clavícula para ir deslizándose lentamente hacia abajo con aquella lengua haciendo de las suyas sobre mi piel, me dejé hacer.

Era difícil decir que algún día podría corresponderle como él quería, era muy difícil; pero su faceta terca era más hegemónica que su parte racional, era más abundante y más notoria que su miedo a salir herido. O quizá se trataba de mí. No lo sabía, e hice algo que nunca debí: aceptar sus premisas y someterme a sus intentos de seducción hacia mí.

Me parecía absurdo, porque estaba completamente seguro que no lo lograría, pero debía haber una parte de mí que lo dudaba, sino no le hubiese dejado hacerse daño por una causa improbable. Lo cierto es, y bien lo dicen, que no hay nada imposible en este mundo. Y bueno, también lo he dicho anteriormente: Byou siempre consigue lo que quiere.

Notas finales:

Como siempre, AY y yo: peleados hasta la muerte.

Bueno, es lo que hay. Espero que os haya gustado. Es la primera vez que escribo desde el punto de vista del "pasivo", aunque creo que ha quedado bien, vosotrxs diréis. Estoy bastante satisfecho con el resultado, al final. Aunque no sabía cómo acabarlo, creo que es un buen final...

Respecto a mi hiato... no, esto no significa que salga de él. Voy a estar en hiato hasta finales de este mes, calculo yo. Siento las molestias pero necesito descansar, relajarme, y dejar de sentirme agobiado y ahogado todo el tiempo. El estrés y la ansiedad se me están comiendo y, no sé si sabréis lo que es eso, pero os juro que es una tortura. Día a día. 

Sé que debo contestaciones de reviews y lo siento, me es difícil pararme delante de la pantalla a escribir algo coherente para responder.Normalmente un fanfic de este tamaño en dos días podría tenerlo hecho y he tardado dos semanas, con eso os lo digo todo. Espero que seais comprensivxs.

Y no, no vengo a dar lástima a nadie, no creáis. Es que me siento culpable porque no me gusta dejar "tirada" a la gente. Lo digo para que sepáis que no es por gusto, no.


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