Me aferro a ti y me pregunto en que momento tú dejaste de aferrarte a mí.
En que punto decidiste que seguir respirando no valía la pena y te diste por vencido.
¿Es que no has sido capaz de oír mis ruegos?
El dolor se ha instalado en mi interior como un cuchillo que corta poco a poco mi corazón. Tal vez es todo lo que soy, una piedra hecha para soportar los cortes punzantes de tus decisiones.
Me recuesto sobre tu pecho para oír el compás de tus latidos. Pero eso que escucho no eres tú, no es la melodía que tu corazón le dedicaba a mi alma quebrada.
Estas aquí, pero no te puedo sentir.
Tengo miedo de dejarte ir. De perderte. Has dejado tu vida en mis manos y yo no se que hacer con ella.
Prometiste protegerme y has cumplido con tu palabra.
Lo hiciste cuando me ofreciste tu mano aun sin conocerme, cuando me arropabas entre tus brazos la frías noches de invierno, cuando tenia miedo, cuando el mundo parecía querer aplastarme bajo su peso.
Y lo hiciste interponiéndote entre la bala y mi cuerpo.
Ser egoísta o aprender a vivir con el dolor.
Dejarte vivir implica verte cada día conectado a maquinas que te obligan a estar aquí. Una opción que tú dejaste atrás hace mucho.
Me gustaría tener la oportunidad de decir adiós. Pero se que solo lograría aferrarme mas a ti, si viese un par de segundos más tu mirada anclada a la mía.
Quisiera preservar, contener, sostener todo lo que acababa con tu energía. Atar tu corazón al mió y darle la fuerza que se esta escapando del tuyo.
No existiría un después de provocar la muerte de la única persona que había prometido y cumplido no abandonarle nunca.
Que difícil es domesticar el dolor. Que difícil es dejar partir a quien amas.
Te miro por última vez, queriendo grabar cada detalle en mi memoria. Pero ese es el problema, no te quiero en mi pasado inmediato, te quiero en mi presente, ahora.
Daría cualquier cosa por estar siempre en tu presente. Por alejarte de mi memoria fugaz.
Mi tristeza me está consumiendo, y yo ni siquiera intento retenerla mientras lloro enormes lágrimas de dolor. Estoy llorando por la muerte de algo que ni siquiera tuvo la oportunidad de vivir. La muerte del nosotros.
A pesar de saber que debes irte, estoy conteniéndome para gritarte una vez que te quedes. Pero es inútil, por que tu ya no estas aquí y es hora de que simplemente te deje partir.
Asiento a los doctores que esperan afuera. Contengo mis lágrimas hasta el final, mientras los veo desconectar el último asidero a esta vida.
Poco a poco dejas de respirar. Poco a poco me dejas, tus latidos apagándose lentamente. Y poco a poco mi corazón se va haciendo añicos contra el suelo.
Soy un alma divagando entre tus manos y tu pelo, te miro a los ojos, aun soñando, y no lo puedo creer. Eras el universo, mucho más que eso, la vida completa.
Y el amor no muere con los días, no cabe en el olvidar, tampoco el odio, mas hoy para lo único que sirve es para apenar mi corazón, que ya es triste, cada día más. Esta quebrada la vida en dos.
Respiro profundo, doy un paso, doy otro, ya son miles... No miro atrás jamás, de hacerlo no podría marchar... Me pierdo en el horizonte y busco un nuevo destino, desconocido y ajeno.
Solo, si estoy solo, y si no fuera por la melancolía inmensa que siento, no tendría nada. Los recuerdos son solo parte de mi desazón hoy y tú eres un Ángel que decidió volver a la eternidad…