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Gym full por Eve Kim

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Eran las 6 de la mañana. Estaba en el playón del colegio —al puto aire libre— en clases de gimnasia. Me estaba cagando de frío, hacía menos de diez grados y el viento me calaba los huesos y hacía rechinar los dientes. Y lo peor no era eso, aunque por poco, no, lo peor era que ya eran las 6:45 y hace un poco más de media hora me encontraba viéndole el culo a Key, casi hipnotizado por el movimiento que adquirían sus estupendos glúteos al correr.



Un poco después de que la clase iniciara el profesor Siwon atrapó a Kibum usando su celular —esa espantosa cosa de color lila llena de colgantes y stickers— haciendo quien sabe qué. Este se rehusó enormemente a darle el aparatito, y como resultado, se había ganado 45 minutos de trote sin parar alrededor de toda la cancha de fútbol. Y el maldito estaba sólo con una prenda ajustada tanto en sus piernas como en su torso, casi adherida al cuerpo. Faltaba sólo cinco minutos para que su castigo finalizara y para que la hora terminara; y ya me encontraba descansando, viendo como él continuaba con la carrera, con las mejillas pintadas de un rojo furioso por el frío que le golpeaba en la cara, con su boca intentando captar aire sin descanso y, por sobre todo, con su exquisito y gran trasero rebotando, de arriba abajo y de un lado al otro sin parar.



Cuando en un momento bajé la mirada hacía mi propio regazo me encontré a mi mismo tocándome, el frío se había evaporado y ahora estaba este calor asfixiante en mi pene. Tenía unas tremendas ganas de estrujarlo entre mis dedos, de tocar mis testículos, enroscar mis dedos en mi falo y masturbarme mientras le observaba. Me estaba matando el no hacerlo. Una vez finalizada la hora tomé mi botella de agua y casualmente me acerqué a él, le ofrecí un poco con sonrisa traviesa en mis comisuras, él me la devolvió y tomó el pico. Observé atontado -casi estupidizado- como un par de gotas traviesas se le habían escurrido por las comisuras, pasándose por su cuello... su clavícula y siguiendo por ese pecho delicado y flaco.

 

 

Mi pene vibró.

 

 

Sin mediar palabra alguna lo tomé de la mano, yendo a un lugar que, tal vez, no era ni por lejos el más indicado para lo que me proponía hacer.



—Qué... —quiso preguntar cuando, a pasos torpes, nos metí a ambos en uno de los baños, aseguré la entrada con el cerrojo. —Choi que mierda crees que ha... —le callé de un beso, uno desesperado, insistente y necesitado. Apoyé todo mi cuerpo sobre el suyo, dejándolo sentir lo que había provocado en mi. — ¡Oh! —dijo, cuando mi manos impúdicas le apretaron las nalgas con fuerza, robándole un jadeo delirante.


—Cállate. —susurré, casi gruñí contra su cuello, sin dejar de presionar mi miembro contra el suyo. Sin aviso ni cuidado lo giré sobre sus pies, dejando su mejilla pegada a la fría pared de aquel putrefacto lugar. Mi mano se adentró a su playera, ascendiendo desde su vientre plano hasta su pecho flaco y cálido, logrando estremecerlo en ese acto; tomé entre mis dedos unos de sus pezones y lo apreté.


—Mhm... Minho... —me llamó, más no me creía con las facultades suficientes para responder con otro jadeo o lo que fuese, sólo podía restregar mi pene engrosado contra el valle de sus nalgas suaves y redondas, jadeando en su nuca, lamiéndola a mi gusto y goce. Cuando sentí que era capaz de correrme con el sólo roce que manteníamos me alejé, en un movimiento apresurado le bajé de un solo tirón el pantalón y de igual manera lo hice con los míos, casi rompiendo un récord en tiempo. Ahí lo tenía frente a mi, ese espectacular culo, parado y empinado que toda la hora me había provocado, estaba ahí. Pálido y tierno, como todo en él. ¡Y mierda! En una fracción de segundo tomé mi miembro y, sin aviso, me adentré en él. —Mierda. —bramó ante mi poca gentileza y, en lugar de insultarme o pegarme como creí que haría, sólo  empinó más el trasero, pegándolo más a mi. Dios.



Como un demente comencé con las embestidas, embrujado observaba como mi hombría oscura entraba y luego salía brillante, bañada por sus fluidos, veía como mis venas cargadas latían en mi pene duro. Como esa entrada rosada se lo tragaba.



—Que rico, mierda, que rico es cogerte, Bummie, tu culo... Dios. —balbuceé, total y completamente incoherente, sin saber siquiera que había intentado decirle. Ni pensar claramente podía en ese horno en el que cual me encontraba. En un momento de distracción me empujó con sus nalgas, con tanta fuerza que logró hacerme salir de él y caer sentado sobre el inodoro. Le vi sonreír y cuando quise darme cuenta lo tenía saltando sobre mi pene, apretando sus pezones sonrosados entre sus finos dedos, mordiéndose el labio inferior, relamiéndose de a ratos. Su pene era apresado entre nuestros estómagos, su boca buscaba constantemente la mía y, cuando ambas se encontraron juré sentir una descarga eléctrica atravesar mi espina, lo que me hizo multiplicar la velocidad de mis embestidas; al mismo tiempo que tomó su propio pene y se masturbaba, yo le abría aun más las nalgas con mis manos deseando enterrarme aun más hondo en su cuerpo. El sonido que hacía mi pelvis en choque contra su perineo me estaba quitando de a poco la razón. De pronto dio un grito que casi logra ensordecerme. Sonreí, había dado en el blanco, en su punto G. Sus ojos estaban en blanco y saltaba con mucha más ganas sobre mis caderas, entonces supe lo que se avecinaba. Uní nuestras lenguas fuera de nuestras bocas, un par de estocadas más y había alcanzado su liberación entre nuestros vientres. Unas cuantas más de esas estocadas certeras, una mordida en su delicioso cuello lechoso y terminé, rugiendo como nunca lo había hecho. Llené con mi esperma todo su cálido interior, su estrecho pasaje al delirio.



Intentamos calmar nuestras respiraciones, nos reacomodamos las ropas y sacudimos nuestros pantalones —arrugados y manchados—, él me regaló unos besos, yo le devolví muchos más y una nalgada antes de salir.



Justo en medio del umbral de la puerta del sanitario se encontraba el profesor de gimnasia, cruzado de brazos, con el entrecejo arrugado y una expresión de querer matarnos a ambos. Tragué saliva, lleno de nervios.



—Tienen clases de gimnasia en el playón y ustedes practican el deporte en el baño... —dijo serio, luego se echó a reír como un completo loco. Creí fuertemente que a ese tipo le faltaba algunos jugadores y quizás todo el equipo. Igual, me convenía que así fuera. Tal vez así podría volver a practicar este 'deporte'.

 

 

Notas finales:

Espero les guste a pesar de lo corto.


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