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Avaricia. por Seiken

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Avaricia.

Capitulo 20.

Tygra supo en el primer instante en que Lion-O decidió atacar de noche que serían descubiertos, no tenían el poder de fuego suficiente ni los soldados necesarios para lograr una ofensiva exitosa.

Parecía que a pesar de todo seguía dudando de sus consejos, haciéndolo sentir traicionado, fue por eso que decidió ingresar con él en el plano astral, a pesar de saber que Lion-O podría lograrlo solo.

Recordaba ese día con claridad, fue poco después de la partida de Grune, la única persona que creía le prestaba atención a pesar de saber que no sería el príncipe heredero y recordando las palabras que le decía sin descanso durante los entrenamientos creyó que podría tomar aquello que no se había ganado por culpa del linaje adecuado.

Tygra estaba recargado en uno de los pilares que aun quedaban de la villa de los elefantes, su mirada fija en el cielo nocturno, el cual parecía indiferente a la batalla que había ocurrido en esa aldea, a las dudas que poblaban su mente.

Tenían tanto en contra que comenzaba a dudar si acaso tendrían éxito con su misión y sí al realizar esa misión podrían seguir juntos, ser felices.

Saber la historia de los dos amantes separados por Mum-Ra, ver a ese guerrero preso de su terrible avaricia le hacía preguntarse si ellos no tendrían la misma suerte, tal vez cometió un error terrible al perseguir esa clase de relación con su hermano.

Tygra estaba tan sumido en sus propios pensamientos que no escucho los delicados pasos de Cheetara, ella había escuchado la mayor parte de la historia de los fundadores de Thundera y algo de lo que ocurrió en el interior del plano astral.

Así como la profecía anunciada por el anciano elefante, quien estaba seguro que Tygra traicionaría a su hermano antes de que amaneciera. — Escuche lo que paso en el interior del plano astral.

Tygra volteo casi inmediatamente asintiendo, habían contado una parte de lo ocurrido, sin embargo, no era lo que ocurrió en el interior del plano astral lo que le molestaba, sino la poca confianza que Lion-O mostro en su persona. — Lion-O me preocupa.

Cheetara se detuvo a su lado preguntándole observándolo fijamente a los ojos, sonriéndole a Tygra, esperando que el príncipe le dijera que le preocupaba. — Sigues creyendo que Lion-O es tu responsabilidad.

Tygra asintió, recargándose en el pilar con el ceño fruncido, pronunciando. — No creo que esté listo para ser un rey… aun no.

Cheetara le miro con tristeza, las dudas de Tygra eran justas, pero le preocupaba que no confiara en Lion-O, porque no podría haber amor si no existía confianza. — Lion-O es joven, aprenderá a ser un buen rey.

Tygra le respondió casi inmediatamente sin percatarse que Lion-O estaba acercándose a ellos. — No creo que esto funcione. Lion-O y yo.

En ese momento Cheetara recordó un momento de su niñez, a este mismo felino mostrando una bondad que nunca había visto, dándole esperanzas y fuerza para poder cumplir su sueño. — ¿Recuerdas cuando nos conocimos?

Tygra recordaba a Cheetara, ella había sido su primer amor, uno que jamás sería tan grande por el afecto que sentía por Lion-O. — ¿Cómo olvidarlo?

Cheetara saco un pequeño tallo de una flor del interior de su brazalete, recordando la amabilidad del joven tigre pronunciando. — Siempre he guardado esto en recuerdo de tu amabilidad y sé que como yo logre convertirme en un clérigo, ustedes dos encontraran una forma de ser felices.

Tygra observo el pequeño tallo de la flor con una sonrisa, recordando los viejos tiempos en Thundera, escuchando como Cheetara le decía besando su frente con ternura. — Sólo tienes que confiar en Lion-O.

Lion-O se petrifico al ver a Tygra y a Cheetara junto a la columna, el beso que ella le daba en la frente y escuchar como aun en ese momento Tygra parecía no poder confiar en él.

Lion-O dio la media vuelta y se alejo sintiéndose traicionado, no de la forma en la cual esperaba pero aun así traicionado por la persona que amaba.

Tygra sonrió al escuchar las palabras de Cheetara, ella tenía razón, ya era tiempo de que comenzara a confiar en las habilidades de su hermano, lo amaba, sabía que la espada lo eligió y que sólo el tiempo podría darle las respuestas que buscaba. — Tienes razón, creo que Lion-O se lo merece.

Cheetara asintió con una delicada sonrisa en sus labios para después decirle a Tygra. — ¿Por qué no lo buscas? ¿Por qué no aprovechar los festejos que se realizan en la aldea?

Tygra asintió, ella tenía razón, siempre la tenía y besando la mano de Cheetara con caballerosidad se retiro para buscar a Lion-O, esa noche podrían estar juntos, ya mañana resolverían los problemas que comenzaran a surgir.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

La falta de la piedra de poder se sintió en todo el plano astral, en toda la extraña dimensión que era como un velo entre la vida y la muerte, provocando un desequilibrio momentáneo que debilito la prisión que había mantenido a Tygus en el oscuro templo rodeado por las serpientes.

Tygus de pronto se vio caminando en una nada luminosa, de color blanco, en la cual comenzaban a formarse estructuras que podía reconocer como aquellas del interior de la nave de Lord Mum-Ra.

Pero el estaba muerto, lo sabía, podía sentirlo y recordarlo, perdió la vida en los brazos de Leo.

Leo, aun seguía pensando en Leo sin importar que ocurriera o cuánto tiempo pasara, ese nombre, esa sonrisa, eran como si estuvieran grabadas en su memoria.

Los pasillos de la nave eran tan oscuros como los recordaba, tan fríos que helaban su sangre y tan muertos que parecía que solo estaba él, atrapado en esa estructura de acero, tan milenaria como su amo.

Tygus recordaba ese día, había sido uno de los mejores días de su vida, no era la primera vez que hablaba con Leo, pero si era la primera vez que aceptaba el maravilloso regalo que le daban.

Leo se encontraba en la sala del trono, su mirada fija en la pantalla, él había llegado antes de una larga misión y lo único que deseaba era ver a su amante. — Comandante.

Leo dio un pequeño salto y por poco emitió un grito poco digno de su rango.

Tygus se acerco a Leo e intento tocar su rostro con las puntas de sus dedos, atravesando la imagen con ellos, haciéndole recordar que solo era parte de sus recuerdos, una imagen creada por esa extraña dimensión.

Se vio a si mismo entonces sonreírle a Leo cuando este pronunciaba, acariciando su mejilla con su mano derecha, pronunciando con molestia y preocupación. — Te ves cansado, Tygus.

El sabía su respuesta, estaba cansado, tanto que había ocasiones en las que creía que no podría seguir adelante, pero le habían dicho tantas veces que si trabajaba duro, que si jamás permitía que Lord Mum-Ra se sintiera decepcionado con él sería recompensado. — Estoy cansado, comandante.

Leo sonriéndole de una manera picara e insinuante le dijo, observando en todas direcciones para que nadie más pudiera escucharles. — Tengo una idea para ayudarte a descansar, además, ya te dije que me llames Leo.

El sonrió, suspirando de manera cansada, no por la necedad de su amante sino por el cansancio de su cuerpo que le pedía algunas cuantas horas de reposo. — Olvidaba lo necio que eres, Leo.

Leo recargo sus manos en su cintura, pronunciando con el seño fruncido, visiblemente preocupado por su salud y aparentemente por su seguridad. — Me molesta que Lord Mum-Ra te recargue de trabajo, no hemos podido vernos en varios meses.

Tygus se vio colocar sus brazos detrás de su espalda y comentar con tranquilidad, ignorando el peligro inminente en el que estaban. — Sí, pero no podemos hacer nada, así que no vale la pena quejarse.

Leo de pronto recargo su mano derecha en su pecho al mismo tiempo que acercaba su cabeza a la suya con la otra mano, para que sus frentes estuvieran juntas, restregándose un poco contra su rostro, diciéndole. — Te prometo que algún día estaremos libres de su régimen.

Tygus sabía que Leo no era parte de la rebelión en ese momento, en aquella época seguían sirviendo a Mum-Ra sin hacer preguntas, aceptando de vez en cuando las caricias o las miradas que esa criatura les dirigía, ignorando como todo aquel que no quiere darse cuenta del peligro, que su amo ya planeaba una forma de separarlos. — Si te escuchan decir eso podrían pensar que eres un traidor.

Aquella parecía una profecía, porque después de todo su amor se convirtió en el destructor de Mum-Ra, los libero de su control, aun a él que creyó que jamás sería libre. — Yo sé lo que hago, tu solo confía en mí.

Tygus cerró los ojos, ese recuerdo era más de lo que podía soportar, aquella fue una de las últimas ocasiones en las cuales pudieron estar juntos, cuando aun pensaban que si servían fielmente a esa criatura serían recompensados.

De pronto la imagen cambio, aun estaban dentro de la nave, sin embargo él ya no existía más y solo quedaba una sombra de su ser, una cascara vacía sin voluntad alguna, un espectador ajeno al dolor de su amante.

Tygus se vio a si mismo caminando en el pasillo, Leo lo esperaba fuera de la cámara principal de esa nave, recordaba ese día como si fuera ayer, lo había revivido tantas veces en su prisión inmaterial, pero aun así seguía esperando que algo cambiara, que hubiera luchado más, tal vez que ese collar no hubiera funcionado como lo hizo.

Leo intento detenerlo, hablar con él y su respuesta fue la de un muerto, sin reconocerlo a él, tampoco sus alrededores. — ¡Tygus! ¿Qué ocurrió?

Leo a pesar de ser tratado con tanta brusquedad volvió a seguirlo, en su rostro estaba plasmada la confusión que sentía al no ser reconocido. — ¿Estás bien?

Tygus quiso decirle que no lo estaba, que era esa endemoniada roca colgando de su cuello, que aun lo amaba y que se daba cuenta del daño que le estaba ocasionando. — ¿Tygus?

La desesperación de su amado era tal que grito su nombre después de ser rechazado la primera vez, aferrándose a su cuerpo esperando ser reconocido, tan asustado como Tygus lo estuvo al sentir esa cosa en su cuello. — ¡Tygus!

Su respuesta fue la esperada, lo empujo con tanta fuerza, con tanta furia que lo derribo al suelo, protegiendo lo que ahora le pertenecía a Lord Mum-Ra, quien había encontrado algo más que robarle. — ¡No vuelvas a tocarme!

Nuevamente esa imagen se borro y pudo ver con sus propios ojos el día que perdió la vida, el fuego verde siendo disparado del arma del lagarto, su necesidad absurda por reunirse con esa criatura que lo había encarcelado.

Que aun seguía conservando su cuerpo en algún lugar, obligando a su alma a permanecer con él en una horrible tradición mortuoria, en donde los reyes o en este caso faraones eran enterrados con sus posesiones.

Tygus se acerco a Leo, quien lloraba abrazando su cuerpo, aferrándose a él como si tratase de negar su muerte.

El alma del capitán se hinco en el suelo al ver la tristeza manando de su amado león, la forma en la cual Leo lo sostenía y le pedía que no lo dejara, que se quedara con él a pesar de que su último respiro se había perdido con su vida.

Intento tocar a Leo con sus manos, tratar de consolarlo pero nuevamente se dio cuenta que no podía hacerlo, esa era solo una imagen que debía ver, que lo torturaría eternamente.

Tygus rodeo con sus brazos su propio cuerpo, cerrando los ojos y llorando, derramando lágrimas que no creyó poseía.

¿Cómo hacerlo si había muerto?

¿Muerto?

Estaba muerto y aun seguía sufriendo por su amado, por su torpeza y por su falta de fe en un futuro mejor.

Tygus sabía que sus pecados lo mantendrían alejado de su amor, esa era la pena que tendría que sufrir y ese era el peor de todos los destinos.

Un mundo sin Leo, una tortura que no se merecía y aun así, con solo verlo se conformaba.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygra comenzó a buscar a Lion-O en la aldea de los elefantes, después de varios minutos se dio cuenta que no sería tan fácil, puesto que su hermano parecía haberse escondido.

Haciendo que se preguntara la razón de ello, no creía que aun siguiera molesto por lo que ocurrió en el plano astral, eran niños y esperaba que su lealtad le mostrara que se arrepentía por eso.

Aun así, tal vez tendría que asegurarle que no era un traidor, que lo seguiría hasta el fin del mundo, a pesar de que no estuviera listo para gobernar.

Tygra suspiro, se rasco la cabeza y de pronto vio a Lion-O sentado en el suelo, observando el acantilado que él cruzo con el tanque felino, parecía triste al mismo tiempo que molesto.

Tygra se detuvo a su lado y le pregunto sentándose en el suelo. — ¿Por qué estás aquí?

Lion-O le respondió casi inmediatamente lanzando una roca al vacio, frunciendo el seño, para después voltear en otra dirección. — No confías en mí, aun ahora sigues subestimándome.

Tygra al escucharlo decir aquellas palabras le pregunto arqueando una ceja, creía que le había mostrado en más de una ocasión que si confiaba en él. — ¿De qué estás hablando?

Lion-O se levanto del suelo e intento alejarse de Tygra, respondiéndole. — Los escuche hablando, los vi, Tygra.

Tygra supo inmediatamente de que hablaba, pero no comprendía esa conversación que tenía que ver con la molestia de su hermano. — ¿Crees que no confió en ti?

Lion-O le dijo apretando los dientes, golpeando una roca cercana con el puño cerrado. — ¡Yo sé que no lo haces!

Tygra sujeto la mano de Lion-O con delicadeza y coloco varios besos en su palma, donde había algunas gotitas rojas provocadas por el imparto contra la roca. — Confió en ti, Lion-O… eso no es lo mismo que creer que tú estás listo.

Lion-O intento alejar la mano de Tygra, aun estaba demasiado molesto para poder ignorar su malestar, sin importar que su hermano intentara desviar su conversación con sus besos. — La mayor parte de las veces actúas antes de pensar y podría decir que tú tampoco me das crédito.

Tygra al ver que Lion-O por fin le prestaba atención rodeo su cintura con uno de sus brazos y sujetándolo por el mentón le obligo a mirarle a los ojos. — He intentado darte consejo y tú cada vez que lo hago me ignoras, ni siquiera piensas que pueda tener la razón.

Lion-O debía admitir que era cierto, pero aun existía el sentimiento de competencia entre ambos, los dos eran hombres y querían demostrar quién era el mejor de los dos. — Quiero demostrarte que estoy listo, que seré un gran rey.

Tygra beso la mejilla de Lion-O pronunciando. — Lo sé, y yo aun puedo ganarte en todo menos la corona, eso no quiere decir que piense que eres inferior.

Lion-O deseaba de la misma forma mostrarle que podía cuidarlo. — Yo puedo cuidar de ti.

Tygra se relamió los labios recargando su frente en la de su hermano menor, sonriendo, sabía que Lion-O quería cuidarlo, pero no lo necesitaba, él era tan fuerte como su hermano y podía cuidarse sólo. — No necesito que me cuides, Lion-O… si lo hiciera no sería más que una carga y sé que puedo ser un gran consejero o general o algo sino soy el rey.

Aquellas palabras provocaron que Lion-O sonriera, era cierto, su hermano podía cuidarse sólo, era un guerrero y un gran estratega, por lo menos eso era lo que su padre había mencionado en varias ocasiones. — Puedes olvidarte de esa absurda idea de querer cuidar de mí, porque ambos cuidaremos el uno del otro y entre los dos protegeremos a Thundera cuando la reconstruyamos, Lion-O.

Lion-O asintió, no podía seguir creyendo que su hermano necesitaba protección, Tygra al darse cuenta que por fin había logrado ingresar en la testadura mente de su león, besos sus labios pronunciando. — Un buen soberano no se crea de la noche a la mañana Lion-O, serás un gran rey con el tiempo, pero antes tienes que aceptar la ayuda y el consejo que se te ofrece.

Tygra seguía comportándose como el mayor, de eso no cabía duda y al recibir otro beso de su hermano, Lion-O le pregunto. — ¿Me estabas buscando?

Tygra asintió besando su mejilla, acariciando la cabellera rojiza que adornaba su cabeza, susurrándole al oído. — Sí, estaba pensando en festejar nuestra primera gran victoria.

Lion-O gimió casi inmediatamente, sintiendo la lengua de Tygra recorrer su cuello, escuchando como sus dedos desabotonaban su armadura. — ¿Aquí?

Tygra se alejo un poco de Lion-O respondiéndole señalando el tanque, el cual estaba demasiado alejado de ellos, tanto como los elefantes que seguían con sus canciones y sus bailes. — Podría ser en el tanque, pero Panthro jamás nos perdonaría por haber mancillado a su bebé.

Lion-O se rió al escuchar esa gran verdad, Panthro, en cuanto tuviera la forma de lograrlo, les daría una lección de la cual no creía que saldrían vivos, por lo que le respondió a Tygra intentando desabrochar su armadura. — Me gusta como piensas.


Tygra le respondió alejando las manos tentonas de Lion-O de su cuerpo, desasiéndose de la molesta armadura de color azul, la cual repentinamente parecía demasiado inexorable. — A mi también me gusta como pienso.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo había sentido cuando la piedra había sido recuperada, como esa pérdida había destruido la estabilidad del plano astral, obligándolo a salir de su escondite en la eternidad, enfrentar lo que tenía miedo de revivir.

Ese león tenía razón, sus propias dudas le causaron la pérdida del amor de su vida, de la criatura que le ayudo a ser la persona que era y por quien jamás podría encontrar la paz.

¿Cómo hacerlo?

Necesitaba verlo por lo menos una vez más, quería reunirse con él, pedirle perdón por su torpeza, por haber dudado de su amor, creyendo que lo mejor era esperar sin entender que jamás volvería a verlo.

El plano astral para él era un mundo oscuro, sin nada, carente de vida y de movimiento, lo único que podía ver eran las estatuas que comenzaban a desintegrarse.

Esas estatuas eran un monumento de sus épocas más felices, de los mejores momentos de su vida, cada uno de ellos era un día, una hora o unos minutos robados, en los cuales pudieron estar juntos.

En los cuales se atrevió a imaginarse un futuro siendo libres de Mum-Ra, creyendo que podrían tener todo el tiempo del mundo en sus manos.

Leo era débil, estaba cansado y creía que se estaba volviendo loco, con cada fallo, con cada derrota su mundo era aun más oscuro.

Pero no eran las derrotas aquello que le dolió más, sino la victoria de su descendiente, porque realmente creía que si podía reunirlos él volvería a ver a su amado Tygus, por lo menos una vez más antes de alcanzar el sueño eterno.

No fue así, ellos estaban juntos y no había recuperado a su amor.

Comenzaba a creer que jamás volvería a verlo, nunca, nunca jamás.

Leo observo como las estatuas seguían destruyéndose y la negrura que había rodeado su prisión incorpórea, en la cual él mismo se había encerrado comenzó a iluminarse, sorprendiéndolo un poco.

Leo tuvo una vida larga, hijos y una esposa, le fue fiel a Panthera e intento ser feliz cuando ella aun estaba viva, sin embargo, los dos sabían que seguía extrañando a Tygus.

Que seguía preguntándose una y otra vez lo que hubiera pasado de no aguardar a que Mum-Ra fuera derrotado, esa era una verdad que nunca pronunciaban pero siempre estaba presente.

El día que ella murió era un hombre viejo, cansado y arto de luchar, no existía nada más que lo detuviera en ese mundo.

Podía verse a sí mismo, sentado en su estudio, sus hijos le instaban a comer pero había perdido el apetito, solo se limitaba a ver el cielo a través de su ventana.

Sus hijos creían que se trataba de la pérdida de su madre y no podía hacerles ver que no era eso lo que le estaba matando, sino la culpabilidad que sentía al no amar a Panthera como ella se lo merecía.

El fallarle a Tygus cuando estuvo a punto de salvar su vida y de mostrarle el mundo del que hablaron en más de una ocasión cuando estaban juntos en los pasillos oscuros de la nave, escondiéndose de la mirada codiciosa de su señor.

Su estudio privado era un lugar prohibido para cualquiera, sólo Panthera podía entrar en él, ella y tal vez, Shen, el único de los dirigentes de la rebelión que seguía con vida.

Shen ingreso a su habitación, él estaba tan viejo y cansado como él, sin embargo, el chacal tenía muchas razones por las cuales seguir existiendo, Leo ya no tenía ninguna.

El chacal se sentó enfrente de él, pronunciando con rudeza, haciendo que Leo notara que no era la primera vez que se dirigía a él. — ¡Leo! ¡Responde, maldición!

Leo se acerco para observar que era aquello que sostenía en sus manos, aunque aun lo recodaba, había dibujado un retrato con su mano cansada de ellos, de Tygus y de él en Thundera, una imagen que había soñado en más de una ocasión durante su larga vida.

El viejo león aparto su mirada de la ventana y le respondió al chacal, con una voz que distaba mucho de la que conocían, sus ojos casi perdidos en la desesperanza. — ¿A qué has venido?

Shen al ver el dibujo que sostenía en sus manos pronuncio. — Tus hijos están asustados, creen que te estás dejando morir.

El león respondió mirando el dibujo con una sonrisa en sus labios, suspirando al sentirse tan cansado como nunca antes lo había estado. — La espada ha elegido al mayor, Thundera no se quedara sin gobernante, las piedras han sido escondidas y no hay nada más que hacer.

Shen golpeo la mesa con enojo, pronunciando con los dientes apretados. — ¡Eso no es lo que Panthera hubiera deseado!

Leo sabía que se trataba de su muerte, ella hubiera querido que se mantuviera firme, con esperanzas en el futuro, no que se dejara morir como un animal herido, lo que ella no sabía era que su herida jamás sano y que desde que perdió a Tygus había perdido la esperanza, sólo su honor lo mantenía con vida. — Pero ella ya no está y yo cumplí con mi promesa, la ame, la hice tan feliz como pude, tuvimos hijos, un hogar… ayude a cimentar Thundera, pero ya no hay nada que me mantenga atado a este mundo y estoy tan cansado... demasiado cansado.

Shen pronuncio casi inmediatamente. — ¿Tus hijos? ¿Thundera?

El viejo león negó aquello con un movimiento de la cabeza pronunciando. — Pude salvarlo… si tan sólo no hubiera dudado de mi amor por él, Tygus seguiría vivo y tendría una razón para tener esperanza.

Shen pronuncio casi inmediatamente. — ¿Tygus? ¿Aun ahora?

Leo pronuncio al mismo tiempo que el anciano rey, recordando como nunca antes lo mucho que lo necesitaba. — Sí, siempre.

El león se levanto de su asiento, llevando el dibujo consigo, e ignorando al chacal se recostó en su cama, el cansancio era demasiado para poder soportarlo, ese día el primer gobernante de Thundera pereció.

Leo se alejo de aquella visión sujetando su cabeza, cerrando los ojos, tratando de silenciar lo que vendría, la imagen que no se termino de formar porque sus recuerdos debían haber terminado.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygra había terminado con la pesada tarea de desabrochar cada uno de los seguros en la ropa de Lion-O, quien parecía ligeramente sonrojado al tenerlo tan cerca de su cuerpo.

El tigre al ver que por fin podía ver el torso de su hermano, quien solo tenía puestos los pantalones se acuclillo enfrente suyo, pronunciando desabrochando la innecesaria prenda celeste. — ¿Confías en mi?

Lion-O asintió relamiéndose los labios, observando que Tygra le quitaba la ultima prenda, dejándolo desnudo ante su mirada, que brillaba con una mezcla extraña de sentimientos.

Lujuria y deseo, así como un amor profundo que era dirigido hacia su persona, el tigre sabía que su hermano podía ver lo que sentía por él en su mirada, siempre había sido muy bueno leyendo a la gente o a las criaturas.

Tygra se levanto del suelo y se desnudo con la misma rapidez con la cual lo hizo con su hermano, presentando un hermoso cuerpo rayado.

Lion-O intento tocarlo, sin embargo, alejándose un poco Tygra le dijo. — No has respondido mi pregunta.

El joven león le respondió besando sus labios, esperando que Tygra le permitiera poseer su cuerpo, que yacieran juntos y sobre todo que despertaran juntos después de compartir su amor. — Sí, lo sabes.

Tygra recibió el beso de Lion-O con aprobación, sin embargo, algo era diferente, esta vez su hermano estaba luchando por la dominancia, llevándose la victoria con demasiada facilidad, introduciendo su lengua en el interior de su boca provocando que sus rodillas se doblaran un poco.

Lion-O recupero el aire suspirando, cerrando los ojos cuando por fin la boca de Tygra se separo de la suya, recorriendo su cuello en dirección de su pecho, mordisqueando uno de sus pezones, pellizcando el otro con sus dedos índice y pulgar.

Lion-O gimió sin poder contenerse, escuchando como Tygra se reía aun entretenido con uno de sus pezones, para después decirle siguiendo su camino en dirección de su ombligo, el cual atendió con la misma pasión, introduciendo su lengua en su interior. — Veo que te gusta lo que hago.

Lion-O asintió sujetándose de la cabeza de Tygra cuando este lamio su erección, con un lengüetazo, recorriéndola a todo lo largo, recibiendo otro gemido como recompensa.

Lion-O sentía que sus rodillas estaban a punto de traicionarle y Tygra dándose cuenta de eso le insto a que se recargara en su hombro, dándole más acceso a su miembro palpitante.

El cual atendía con su boca y pronto con sus manos, masajeando sus testículos con ellas, moviéndolas como si se tratasen de dos pelotas en el interior de un saco, rodándolas entre sus dedos.

Tygra sabía que Lion-O le permitiría tomarlo esa noche, sin embargo, alejándose de su sexo momentáneamente le pregunto. — ¿Puedo tomarte esta noche?

Lion-O respiro profundamente, su corazón latió un poco más rápido y sus pupilas se dilataron por culpa de la anticipación y porque no, de la lujuria.

Tygra beso su muslo, para después insistirle. — ¿Tengo tu permiso?

Lion-O asintió, pronunciando poco después relamiéndose los labios, ligeramente nervioso al ver la hombría de Tygra, que repentinamente se veía demasiado grande. — Sí, hazlo.

Tygra asintió y le mostro a Lion-O un frasquito con algo que parecía ser aceite, sorprendiendo demasiado al menor, quien antes de poder preguntar en donde había obtenido esa botella volvió a gemir cuando su sexo fue rodeado por la boca húmeda del tigre.

Quien duplico sus esfuerzos por hacer que esa noche fuera perfecta, que no ocurriera lo mismo que paso con él, cuando Grune le obligo a compartir su lecho.

Lion-O apenas podía sostenerse, comenzaba a pensar que esa postura era un tanto incomoda cuando Tygra lo ayudo a acuclillarse sobre él, pronunciando besando sus labios. — Cuando quieras detenerte sólo dímelo.

El león asintió observando con fascinación como Tygra cubría las puntas de sus dedos con el aceite que se había robado de una de los elefantes, no creía que lo extrañarían, tampoco que sospecharían que un tigre se había vuelto invisible para robarse una pequeña e insignificante botellita.

Tygra cubrió sus dedos con el aceite y poco después los llevo a las nalgas de su hermano, introduciendo uno de ellos primero, permitiendo que Lion-O se acostumbrara a la intrusión, todo ese tiempo besando la piel que podía alcanzar.

El segundo dedo resbalo con casi la misma facilidad con la cual lo hizo el segundo, recibiendo esta vez un gemido mucho más sonoro del león, quien apretó los dientes, cerró los ojos con fuerza y arqueo su espalda.

Tygra beso su vientre y volvió a besar su erección, pronunciando entre los gemidos de su hermano. — ¿Quieres detenerte?

Lion-O negó aquello con un movimiento de su cabeza, pronunciando poco después, mirándolo a los ojos, sus pupilas dilatadas por la lujuria y el placer que aparentemente comenzaba a apoderarse de sus sentidos. — No… continúa.

Tygra introdujo un tercer dedo y comenzó a realizar un movimiento como de tijeras, abriendo y cerrando los dedos en el interior del cuerpo de su hermano, recibiendo varios gemidos como aprobación a sus caricias.

Tygra en ese momento comenzó a buscar su próstata, si la encontraba el placer de Lion-O sería aun mayor.

Lion-O en ese momento apenas podía sostenerse de sus hombros, su espalda estaba arqueada, y su rostro expresaba un placer como el que nunca había sentido.

De pronto sus gemidos aumentaron de volumen y cuando abrió los ojos parecía no entender porque ese placer había aumentado tanto.

Tygra se relamió los labios primero y después pronuncio. — Eres hermoso.

Lion-O volvió a cerrar los ojos, sintiendo las deliciosas caricias que Tygra le proveía, escuchando que su hermano estaba ronroneando y que él, de la misma forma lo hacía, mimetizándose con el sonido pronunciando por mayor, el cual significaba un inmenso placer en un felino.

Tygra separo su mano cuando Lion-O sentía que su cuerpo ya no podía sentir más placer y pronuncio, untando con el aceite su propio sexo, una de las visiones más eróticas que jamás había logrado presenciar.

Lion-O supo inmediatamente que era lo que ocurriría a continuación y dejándose llevar por Tygra, sintió como la punta de su sexo se introducía entre sus nalgas, era una sensación extraña, parecida a la que le causaron los dedos, solo que esta vez era un poco más grande.

Lion-O comenzó a mover sus caderas, Tygra estaba tardándose demasiado, sin embargo, el tigre pronuncio logrando disminuir un poco él paso del león. — Confía en mí…

Lion-O así lo hizo y pronto, podía sentir cada centímetro de su hombría, era grande pero al mismo tiempo se sentía bien, haciéndolo preguntarse si así se sintió la primera vez que durmieron juntos.

Tygra cerró los ojos, acostumbrándose él también a la sensación de estar en el interior de otro cuerpo, la estrechez caliente y viva de otro cuerpo, no solamente otro cuerpo, sino Lion-O, la persona que amaba.

Tygra se controlo para no comenzar a moverse repentinamente, escuchando que Lion-O le decía. — Tygra…

Tygra abrió los ojos y comenzó a moverse en el interior de su hermano, escuchando como respuesta varios gemidos placenteros, sintiendo las uñas del menor clavarse en su espalda.

Con cada nuevo movimiento los gemidos de ambos iban en aumento, no podían silenciarse, tampoco lo deseaban, era perfecto, eran uno solo y estaban juntos, jamás nada podría separarlos.

Tygra al ver que la erección de su hermano estaba desatendida la rodeó con su mano izquierda, sosteniendo las caderas del león con la otra, con apenas la fuerza suficiente para no dejarle una sola marca en su cuerpo.

Lion-O en cambio estaba dejando su espalda cubierta de marcas rojizas, las que arderían por la mañana, como una prueba de que estaban juntos, que podrían ser felices.

Pronto cada uno de ellos alcanzo su clímax, los dos al mismo tiempo, Tygra vaciándose en el interior de su hermano menor, Lion-O sobre el pecho de su hermano mayor, manchándolo con su semilla.

Tygra deposito a Lion-O en el suelo, cerrando los ojos, recuperando su aliento, seguro de que su león estaba en el mismo estado que él.

Lion-O apenas tuvo fuerza suficiente para moverse y recargarse en el pecho de Tygra para poder escuchar el latido de su corazón, la prueba innegable de que estaban vivos, sintiendo los dedos de su hermano acariciar sus cabellos rojizos con delicadeza.

Tygra beso su frente para después comenzar a quedarse dormido, seguido de Lion-O, quien creía que su vida no podía ser mejor.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

El plano astral era un lugar oscuro si eres un alma que está atrapada en él, no estás vivo, tampoco puedes descansar, estas atrapado, reviviendo los errores del pasado una y mil veces.

Tygus yacía con sus brazos rodeando su cuerpo, tan arrepentido por el dolor que le hizo sentir a Leo que se negaba a moverse, no pronunciaba ningún sonido y sus ojos, porque en ese lugar la maquina que se apodero de su rostro no era necesaria, derramaban una infinidad de lagrimas.

Leo hacia lo mismo, sujetando su cabeza, cubriendo sus oídos, tratando de ignorar las dolorosas imágenes, las estatuas que le recordaban lo que jamás volvería a tener.

Lo que Mum-Ra había logrado robarle y que jamás recuperaría, sin importar cuanto lo deseara.

Cada imagen era un doloroso recordatorio de lo perdido, frías y muertas, solo una cascara de lo que alguna vez tuvo.

Aquello que perdió por culpa de su indecisión, por querer creer que tendría todo el tiempo del mundo para reunirse, que podría amar a Tygus sin tener que esconderse, que la vida era justa y que tendrían una recompensa por todo el dolor que sufrieron.

Una de las lágrimas de Tygus resbalo por su mejilla y toco el piso negro, una ausencia de todo, de vida, de color, de esperanza, provocando que esa pequeña lágrima produjera un sonido casi imperceptible.

El cual fue en aumento cuando más lágrimas comenzaron a seguirle hasta que parecían campanadas ensordecedoras que hacían temblar esa dimensión que los mantenía atrapados.

Leo comenzó a escuchar un pequeño sonido como de una campana repiqueteando, primero casi imperceptible, después tan sonoro que las estatuas de sus dulces recuerdos comenzaron a quebrarse.

Destruyendo cada una de ellas, borrando la celda que él mismo se creo, creyendo que así podría recuperar a su amado, que tal vez la muerte se lo traería de regreso.

Leo abrió los ojos e intento rearmar una de las estatuas de piedra hecha añicos, escuchando que el sonido como de una campana opacaba una respiración, la voz de un hombre.

Un sollozo apagado que por un momento creyó se trataba de la voz de Tygus, pero no era posible e intento alejarse de ese sonido, aun con los oídos cubiertos por sus manos, cerrando los ojos con fuerza, implorándole a quien lo estuviera torturando que se detuviera.

Ya había tenido demasiado dolor, ya era suficiente, no era justo.

Tygus no podía controlar su dolor ni intento hacerlo, era imposible, las imágenes eran tan reales, el dolor de Leo tan profundo, todo eso provocado por su culpa, por su estupidez al creer que no tenían esperanza.

Al creer que sí le servía a ese monstruo avaricioso podrían estar juntos, sin importar que fuera en las sombras.

De pronto pronuncio el nombre de Leo, L.E.O, un nombre que resbalaba por su lengua con facilidad, un nombre que jamás podría olvidar.

Leo al escuchar su nombre volteo en dirección de la voz que lo trataba de engañar, mostrándole una visión que creyó le robaría la poca cordura que le quedaba.

Esa era una persona acuclillada, rodeando su cuerpo con sus brazos, tratando de resistir el dolor y la locura de esa dimensión, las imágenes que seguían formándose, mostrándole el pasado que compartieron, su perdida y su dolor.

Leo pronuncio acercándose con cuidado, sin atreverse a creer que la figura de color azul era Tygus, que por fin después de una eternidad podía verlo otra vez, que su alma era libre, que lo había encontrado. — ¿Tygus?

Tygus abrió los ojos y le miro con sorpresa, con tanta desesperación que Leo supo que era cierto, que por fin podían verse, aunque fuera en el plano astral. — ¿Leo?

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Mum-Ra llego a su pirámide furioso como nunca lo había estado, ese león sin conocimiento alguno lo había derrotado otra vez, la segunda piedra de poder se había escapado de sus manos.

Así como el plano astral había sufrido un fuerte embiste, restándole poder en esa dimensión.

Mum-Ra el inmortal camino en dirección de su cámara especial, en donde seguía el cuerpo de su mejor hombre, a quien sin la intromisión de ese inútil felino podría despertar con facilidad.

Sólo era cuestión de capturar al tigre y realizar el hechizo de intercambio vital y Tygus renacería para como en el pasado darle el poder que se merecía.

Mum-Ra, el cuerpo decadente que se negaba a dejar de existir observo con profundo horror como la maquina que mantenía presa la energía vital del capitán de su guardia, del futuro general de su ejército estaba cuarteándose.

Abriéndose como un capullo, permitiendo que algo de esa energía indomable que poseía su hermoso tigre comenzara a agitarse.

Pequeñas líneas de color azul comenzaban a moverse, como dedos invisibles buscándolo a él, a ese león que seguía interponiéndose en su camino a pesar de haber fallecido un milenio atrás.

Ese traidor que le costó tanto, que lo encerró en ese cuerpo marchito, cuya alma seguía esperando por la de su tigre, creyendo que la muerte los uniría.

Esa mera idea le daba la fuerza suficiente para seguir en ese plano, en el astral y creía por lo que había mencionado el joven rey, poseer embases que le ayudaban a moverse en el plano de los vivos.

Mum-Ra maldijo en voz alta y convoco a los espíritus del mal para controlar esa energía que se negaba a permanecer dormida, que había sido despertada por la pérdida de la piedra de poder y que tal vez dentro de poco lograría destruir el sarcófago que le mantenía atada a un cuerpo muerto.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Lion-O despertó con una agradable sensación de cansancio, sintiendo el cuerpo de Tygra junto al suyo, escuchando el latido de su corazón haciéndolo sentir seguro.

Tygra al ver que su hermano se había despertado le dijo rascándose la cabeza, estirándose un poco. — Es hora de buscar a los demás.

Lion-O rodeo con más fuerza la cintura de Tygra, pronunciando, restregando su rostro contra su pecho. — No podemos quedarnos unos minutos más.

Tygra liberándose de los fuertes brazos de su hermano menor comenzó a buscar su ropa, lanzándole la suya para colocarse la propia, necesitarían darse un baño en cuanto pudieran. — No, pero tenemos que bañarnos así que podemos robarnos unos minutos cuando localicemos un lindo lago o manantial.

Lion-O obedeció a su hermano, ya tenían que regresar, esperaba que Panthro le dejara conducir su tanque, no era como si pudiera negárselo. — Sabes que, hoy conduciré yo el tanque.

Tygra guardando el frasquito de aceite en una de sus bolsas le respondió al menor, besando su frente, para después besar sus labios. — Ni lo sueñes, yo lo hare, además… ni siquiera sabes cómo.

Lion-O frunció el seño para después decirle robándole otro beso al tigre. — ¿Podrías enseñarme?

Tygra se relamió los labios para después ordenarle, empujándolo en dirección de la aldea de los elefantes, quienes seguramente ya se habían olvidado de su existencia. — Podría… ahora muévete.

Al llegar vio que los mellizos ya los esperaban, así como los demás, sin embargo, su recibimiento fue una graciosa imitación de una persona dando besos, sus manos juntas a la altura de su cabeza, sus ojos cerrados, pronunciando. — Yo se que estaban haciendo…

Tygra los ignoro y siguió adelante, Lion-O en cambio les dijo, sus mejillas pintadas de color rojo, rascándose la cabeza. — ¿No tienen nada mejor que hacer?

Los mellizos comenzaron a reírse y respondieron al unisonó. — No.

Panthro estaba demasiado molesto y al ver que Tygra se sentaba en el asiento del piloto le advirtió. — Sí lastimas la pintura de mi tanque hare que te arrepientas el resto de tu vida.

Cheetara al escuchar esa amenaza pronuncio, ingresando en el compartimento trasero, seguida por los mellizos. — Yo le haría caso si fuera tú.

Lion-O pregunto sentándose detrás de ellos, con algo de esperanza en su voz. — ¿Podría…?

Cuando Panthro y Tygra pronunciaron al mismo tiempo. — ¡No!

Lion-O por fin comprendió que jamás le dejarían conducir el tanque, eso era tan injusto, el fanático de la tecnología era él, no su hermano y aun así el que conducía su transporte era el tigre.

Antes de marcharse sin embargo el mismo anciano elefante, seguido de su aprendiz, se acercaron a ellos, seguramente necesitaban decirles algo importante.

Lion-O les pregunto al verles. — ¿Ocurre algo?

Tygra les observo de reojo, con cierta incertidumbre, la última vez que los elefantes les habían hablado, era para advertirle de su supuesta traición.

El elefante de mayor edad pronuncio. — Corren peligro, en especial tu joven Tygra, sí el alma de un guerrero del pasado no es liberada antes de la tercera noche perderás a la persona que amas irremediablemente Lionel.

Lion-O y Tygra se miraron unos segundos, para después preguntarle al anciano que una vez más había olvidado el nombre del rey de los Thundercats. — ¿En tres días?

El elefante asintió y después sonriéndoles pronuncio. — Les deseo suerte en su viaje.

Su alumno les informo entonces. — Aun tienen tres días para eso y sé que tendrán suerte.

Cuando los dos elefantes por fin se retiraron, Tygra encendió el motor del tanque felino y comenzó con su camino, preguntándose a que se refería con eso, porque debían liberar el alma de Tygus en tres días.

Lion-O comenzó a preguntarse que ocurriría con su hermano, que haría Mum-Ra para intentar robárselo, creyendo como nunca antes que debían encontrarse con Leo una vez más, tal vez con el propio Tygus.

Pero como podrían superar la fuerza de Mum-Ra, la respuesta estaba en su guantelete, la segunda piedra de poder, ella les daría las herramientas para ingresar en el plano astral, para poder esquivar las barreras que mantenían preso a Tygus.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Sus ojos eran rojos y un aura comenzaba a formarse alrededor de su cuerpo, una energía rojiza que le hacía recordar la mirada incendiada de Mum-Ra.

Tygus toco su mejilla con las puntas de sus dedos, estaba tan sorprendido como él al verlo en esa dimensión, ese velo extraño que existía en ningún lugar y que abarcaba todos los mundos, el pasado y el presente, aun el futuro.

Leo cerró los ojos recargándose contra las yemas de los dedos fantasmales, sintiéndolas terriblemente reales, como si en ese plano existieran realmente.

Tygus pronuncio casi en un susurro. — Perdóname.

Leo abrió los ojos inmediatamente y rodeo el cuerpo de Tygus con sus brazos, pronunciando, tratando de fundirse con su energía, ser uno eternamente, llevarlo consigo al lugar donde sabía que ellos serían libres de todo dolor y desesperanza. — ¡No digas tonterías! Tygus… mi amor, mi valiente guerrero, mi Tygus.

Tygus respondió con la misma intensidad que él, rodeando su cuerpo, imitando a sus brazos que parecían querer fundirlos en uno solo, cerrando los ojos, restregando su rostro contra el de Leo. — Te amo, Leo… y te hice sufrir, por el rugido, sabía lo que te estaba haciendo, lo sabía y aun así no hice nada por ti.

Leo cubrió sus labios con una sola mano diciéndole poco después, sin entender por qué no podían irse, porque no se desvanecían ahora que por fin estaban juntos, que ya no había nada que los atara al otro lado del plano astral. — Te amo, te espere todo este tiempo, es hora de ser uno, de descansar.

La energía rojiza comenzó a brillar con fuerza, las serpientes de color negro rodeaban el cuerpo de Tygus con rapidez, alejándolo de Leo, quien intento liberarlo con desesperación. — ¡No! ¡Qué está pasando!

Tygus no intento liberarse, sabía que era inútil, sin embargo, le dijo, besando sus labios una última vez, tratando de que ese día durara para siempre. — Te amo y debes irte, debes descansar en paz… yo sólo te he causado dolor.

Leo intento seguir a Tygus, sin embargo, las serpientes se lo llevaron con tanta rapidez que no pudo hacerlo, sólo escucho como su tigre pronunciaba. — Leo, debes aceptarlo.

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Un día después Tygra se encontraba meditando, Lion-O le hacia compañía, al igual que Wilykit, quien aparentemente después de estar algunas horas en compañía de los elefantes había encontrado esa técnica para encontrar respuestas fascinante.

Había intentado por todos los medios encontrar esa paz interior que había alcanzado hacia varios días, pero sin embargo, no localizaba la esencia de Tygus en ninguna parte, era como si se hubiera perdido o su prisión incorpórea fuera aun más fuerte.

Tygra volvió a abrir los ojos desesperándose, preguntándose que era lo que había cambiado, porque Tygus no se presentaba ante él como lo hizo en el pasado.

Lion-O al ver su desesperación tomo sus manos entre las suyas para después decirle, tratando de ser paciente, de ocultar el miedo que sentía al finalizar el primer día de esa supuesta profecía. — No te preocupes… todo estará bien.

Tygra le respondió casi inmediatamente, molesto consigo mismo y su incapacidad de lograr una tarea que realizo varias veces con éxito. — No, no está bien.

Lion-O le pregunto entonces, creyendo que tal vez eso podría ayudarle. — ¿Si medito contigo crees que yo pueda ayudarte?

Tygra estaba a punto de decirle que no habría diferencia alguna, sin embargo, recordando lo que le había dicho su hermano, lo que él mismo Tygus le hacía sentir, que su hermano poseía parte de la esencia vital de Leo, creyó que tal vez funcionaria. — Tal vez funcione.

Sin contar que las dos piedras de poder tal vez podrían funcionar como alguna clase de catalizador, aumentando las posibilidades de encontrarlo.

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Tygus fue separado de su león con tanta fuerza que por un momento, de estar vivo, habría resultado gravemente herido.

La misma jaula estaba presente, la misma energía rojiza que le impedía moverse, las serpientes rodeándolo como los barrotes de su prisión.

Una prisión que hasta ese momento comprendía que existía, su fuerza había aumentado, podía sentirse un poco más libre, tal vez con un poco de suerte la siguiente ocasión que pudiera liberarse de las serpientes ya no tendría que regresar a esa celda.

Tygus intentaba abrir los barrotes, azotando su cuerpo contra ellos, abriéndose paso con la fuerza de sus manos, sin embargo, era imposible, cada nuevo esfuerzo era tan inútil como el anterior.

Repentinamente las serpientes tomaron una forma solida y pudo ver un cuarto mecánico, en donde había un sarcófago.

Tygus se acerco a la tumba de esa desdichada criatura descubriendo con ínfimo terror que se trataba de su propio cuerpo, el cual no había decaído con el paso del tiempo, el cual obligaba a su alma a permanecer en la dimensión de los vivos.

La anergia que había escapado del sarcófago formo un cuerpo transparente y débil con ella, Tygus podía sentir que se desvanecía con cada segundo que transcurría fuera de ese sarcófago pero aun así supo que esa era la razón por la cual no podía ser libre.

Tal vez si pudiera romperlo, su alma se liberaría de sus ataduras, su cuerpo no soportaría el paso del tiempo y con suerte se perdería como debió hacerlo mucho antes que eso.

Tygus intento dañar el sarcófago, siendo imposible, escuchando una voz demasiado conocida a sus espaldas, reverberante, la cual le hizo desaparecer momentáneamente. — Tygus.

Tygus volteo con lentitud e intento golpear el cristal que protegía su prisión, observando con asco a la criatura de piel azul, descarnada y monstruosa, con los mimos ojos rojos del pasado. — ¿Lord Mum-Ra?

Lord Mum-Ra comprendía que Tygus estaba a punto de liberarse, si no obtenía la energía vital del tigre lo perdería en el abismo de la muerte, su mascota sería libre. — Encontré la forma de traerte de regreso Tygus y dentro de unos días, cuando el recipiente del único fragmento libre de tu alma te done su energía podrás servirme otra vez.

Tygus negó aquello con un movimiento de la cabeza sintiendo que algo lo llamaba, una energía familiar, cálida y hermosa, una llama que gritaba su nombre. — Leo.

Leo lo llamaba y sin más la energía que se había condensado fuera del sarcófago se termino, como el combustible de una lámpara, obligándolo a desaparecer.

Tygus regreso a su prisión incorpórea en el plano astral, comprendiendo que había sido de su cuerpo, el porqué de su larga estadía en esa prisión y sobre todo el destino que compartiría con el príncipe si no lograba advertirle del peligro.

El príncipe fallecería y él, él volvería a vivir bajo el yugo de esa criatura inmortal, que era un más asquerosa de lo que fue en el pasado, condenando todo por lo que murió su león.

No podía permitirlo, no separarían a otra joven pareja, no esta vez.

Pero como hacerlo, se pregunto, debía obligarlo a ir hacia él o tal vez, tal vez habría una forma de ocupar su cuerpo, solo algunos segundos para poder advertirle.

El plano astral era una dimensión basada en la fuerza de voluntad y como Tygus pronto se daría cuenta, sólo era cuestión de avivar la llama de la esperanza en su casado ser para poder soltarse de las serpientes.

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Tygra abrió los ojos sumido en un transe, observando a Lion-O como si se tratase de la primera vez que le veía, sorprendiendo a Cheetara quien intento acercarse a él, preguntándole. — ¿Tygra?

Tygra seguía sosteniendo las manos de Lion-O, su expresión era diferente, mucho más madura y también mucho más cansada.

Tygus se dio cuenta que su momentánea liberación había funcionado porque Tygra intentaba contactarlo al mismo tiempo que lo hacia el león, ese joven rey que compartía la energía de su amado, que tenía dos piedras de poder en su posesión.

Lion-O abrió los ojos al sentir que las manos de Tygra intentaban soltarse y al ver sus ojos, la expresión de su rostro pregunto. — ¿Tygus?

Tygus asintió, hacia tanto tiempo que no hablaba que por un momento creyó que no podría lograrlo, para después decirle. — ¿Cómo sabes quién soy?

Lion-O le respondió casi inmediatamente, las piedras de poder brillaban y podía sentir que Leo se agitaba nervioso, tratando de lograr reunirse con su amado. — Conozco a Tygra tanto como me conozco a mí mismo.

Tygus no era un hombre que sonriera fácilmente, tampoco tenía mucho tiempo, así que ignorando el dolor de su corazón, la envidia que sentía por la suerte de estos dos amantes pronuncio. — Mum-Ra tiene mi cuerpo en una prisión mágica, se está rompiendo y antes de que terminen tres días intentara utilizar la energía vital de tu hermano para traerme de regreso.

Lion-O abrió los ojos desorbitadamente, la profecía del elefante era cierta, pero como podría lograr algo así. — ¿Quiere matar a mi hermano?

Tygus asintió, se estaba debilitando, dentro de poco regresaría a esa prisión creada por Mum-Ra, en donde solo despertaría para servirle nuevamente, para ver que había logrado separar a otras dos almas desdichadas. — El sarcófago se está rompiendo, mi alma intenta unirse con Leo y sé que sí ese sarcófago se daña, que sí logramos fragmentarlo seré libre y tu hermano estará a salvo.

Cheetara al escuchar esa información recordó como Jaga había logrado liberarse del recipiente en donde Mum-Ra lo había apresado, tal vez con el sarcófago pasaría lo mismo. — Cada vez que despiertas tu energía vital ejerce cierta presión en el sarcófago que te mantiene preso, eso quiere decir que si logramos aplicar la suficiente fuerza podrías romperlo, provocar una fisura lo suficiente grande para destruirlo.

Tygus asintió, eso podría ser posible, no obstante no sabía cómo lograrlo. — ¿Pero cómo lograrlo?

Lion-O había presenciado la energía de Leo, como esta era mayor cuando se enfocaba en Tygus y respondió a la pregunta del capitán. — Tal vez Leo podría ayudarnos.

Al escuchar el nombre de su amante Tygus sintió que una ola de energía invadía su cuerpo, que las serpientes retrocedían solo un poco y que el sarcófago se estremecía provocando que una grieta se abriera un poco más.

Sin embargo, ya no tenía suficiente energía para permanecer más tiempo en el cuerpo del joven príncipe cuya vida corría peligro, quien se derrumbo cuando el espíritu de Tygus se perdió en el abismo del plano astral.

Lion-O lo sostuvo entre sus brazos y tomó una decisión, lo único que necesitaba era que Tygra estuviera de acuerdo con su plan, aunque sabía que no se negaría.

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Lion-O cuando logro ingresar al plano astral, a la celda que Leo se había construido a si mismo se sorprendió al ver que esta había cambiado, las estatuas estaban destruidas, la oscuridad retrocedió por una blanca nada que lo deslumbro.

Era idéntica al plano astral, tal vez era el mismo lugar, en donde él y Tygra se enfrentaron a Mum-Ra, donde creyó que su hermano lo traicionaría.

Leo estaba sentado en un jardín, su apariencia era mucho más fuerte que antes, sus ojos en cambio parecían perdidos, como si hubiera tenido una visión que hubiera destruido el mundo que él mismo se creó.

Al verle Leo pronuncio tratando de sonreír. — Me alegro de que lo hayas recuperado.

Lion-O ingreso en el jardín, hojas de arboles imaginarios caían, el sol parecía calentar el suelo y a ellos mismos, era un lugar hermoso pero que al mismo tiempo tenía un aire de soledad que le hizo estremecerse. — Sí, gracias a ti, Leo.

Leo asintió y permaneció en el mismo lugar, con su mirada pérdida, parecía como si hubiera envejecido un poco en algunos instantes. — A él le gustaban las plantas y odiaba la oscuridad…

Lion-O se sentó a un lado de Leo pronunciando, esperando que Leo soportara las noticias que tenía que darle. — Sabemos porque no puedes ver a Tygus.

Leo sonrió, pronunciando aun más para sí, como si estuviera perdido en sus propios pensamientos. — Le construí un jardín, estoy seguro que le hubiera gustado.

Lion-O se daba cuenta que algo había pasado, algo terrible, tal vez provocado por la pérdida de una de las piedras de poder y pronuncio, sujetando a Leo del hombro. — Mum-Ra tiene presa su alma en la pirámide.

La imagen del jardín se borro inmediatamente, en su lugar volvía existir la oscuridad que Lion-O creía se trataba del alma de Leo, un alma que se estaba perdiendo en los abismos de la locura. — ¡No! ¡No es cierto!

Leo no podía imaginarse un destino peor, su amor seguía preso de esa bestia, seguía atrapado y jamás podrían volver a encontrarse. — ¡Yo lo vi! ¡Yo…!

Lion-O se apresuro a recuperar la atención de Leo, diciéndole lo que Tygra y el creían era posible, lo que había sido pronunciado por el mismo Tygus utilizando el cuerpo de su hermano como embase. — Creemos que existe una forma de liberarlo, ya hemos visto eso antes y si logramos romper el embace de su alma liberaremos a Tygus, podrás reunirte con tu amante otra vez…

Leo asintió, estaba furioso y estaba tan sorprendido, tan horrorizado al saber que su amante era prisionero de Mum-Ra que supo en ese momento que debía ser fuerte si quería recuperarlo, no solo eso, sino también salvar su alma. — ¿Qué podemos hacer?

Lion-O en ese momento respondió su plan para destruir el ataúd que ya tenía varias fisuras en su estructura, que apenas podía mantenerse completo y que no resistiría el embiste de la fuerza vital del alma de Tygus otra vez.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Les tengo una pregunta: ¿A quién le gustaría ver dos finales alternativos?

También les pido que vayan y voten en el poll que está en mi página de usuario de fanfiction net, me harán la persona más feliz del mundo.


Saludos.

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