Sonreía como idiota.
Sabía que lo hacia
Y es extraño que sonriera, puesto que era conocido por su buen humor. Parpadeo varias veces sus orbes azules tratando de descartar que visualizara una ilusión. Porque si es así, su mente la estaba dando una buena jugada con lo que veía.
La razón de ella era ese hermoso cuerpo encima de la tarima, bailando como si no hubiera mañana. Las caderas moviéndose sensualmente y esa cintura fina. Se mordió el labio inconscientemente, lo estaba deseando con locura.
-Vamos, Aomine- dijo su compañero de juerga, con su sonrisa tranquila aunque pareciese aterradora- Si le sigues el ritmo en el baile seguro que te prestara atención toda la noche.
-Cállate Imayoshi- contesto - No es la primera vez que lo veo aquí y nadie tiene la suerte de llevarlo a la cama.
-Con más razón, amigo mío- sonrió con sorna el de lentes, bebiendo su cerveza sin prisas- Serás el primero en hacer esa gran hazaña. Hasta yo quisiera montarme a esa belleza rubia.
-Deja de decir eso, que si no Hanamiya te escucha, sabiendo cómo es él. Te dejara en la calle una semana.- dijo con un tono de triunfo Daiki, mientras terminaba su cerveza.
No escucho lo que te siguió diciendo, solo atino a seguir viendo casi embobado a esa belleza que meneaba sus caderas en la tarima de la disco, quería hacerlo. Sus ojos, dorados, se posaron en los azules y algo en el “monstruo” se esfumo
-¿Lo harás?- pregunto Imayoshi cuando lo vio levantarse de su asiento.
Solo recuerda haberle sonreído cuando se dirigía a la pista de baile. Su mente repetía la misma frase, que hasta parecía sacada de una canción.
-Problemático- susurraste cuando llegaste a él.
De ahí, Aomine Daiki no recordaba más.
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En otro lugar, cierto chico peli celeste regresaba a su casa después de un largo día en la universidad y la biblioteca. Estaba totalmente cansado y deseaba llegar a su hogar cuanto antes. Suspiro cuando vio la hora en su teléfono, era demasiado tarde.
Llego a su departamento justo cuando un estruendo conocido para él. Su vista celeste se fijo en la otra puerta, y rio sin pensarlo: ¿Qué andaría haciendo tu fuerte pero bruto vecino de al lado? Eras sincero al decir que ese hombre te sorprendía día a día, cruzaste la puerta de tu departamento mientras escuchabas una serie de maldiciones al otro lado de la pared.
- Es un idiota-susurro Tetsuya mientras buscaba algo en el refrigerador. Después de un rato volvió a escuchar otro sonido, como si se cayera algo.
Al cabo de 5 minutos escucho el timbre de su casa, y el con una rebana de pan en su boca; abrió la puerta. Atrás de esta se encontraba un chico alto, muy fornido, de cabellos entre rojos y negros, ojos carmín borgoña y una sonrisa semi inocente.
-Hola Kuroko- dijo mientras mantenía su sonrisa- Sé que es tarde pero... ¿me podrías ayudar? Es que bueno, con esto de la limpieza y los muebles.
-Entiendo- dijo el peli celeste con una sonrisa comprensiva- Dentro de unos minutos voy a ayudarte.
-¡Perfecto!- dijo Kagami- Te espero.- se dio la media vuelta y regreso a su departamento.
Espero que se fuera y cerró la puerta, respiro hondo en busca que su corazón se detuviese los continuos golpeteos. No era idiota y sabía perfectamente que estabas enamorado de ese chico. Kagami Taiga se había mudado hace solo 5 días, vino desde Estados Unidos por razones que aún no sabía. Respiro hondo una vez más.
-Problemático- pensó en voz alta Kuroko, mientras volvía a abrir la puerta de su departamento.