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Memorias de un náufrago por Sweet Honne

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Al salir de mi dulce sueño por culpa el molesto sonido del despertador, solo me envolví en mis mantas completamente. Era un maravilloso y espléndido sábado por la mañana perfecto para dormir durante todo el día. Pero claro, Melody, mi hermana menor, tenía que fastidiar mi sagrado descanso de todos los fines de semana, ella sabía perfectamente que me pasaba de lunes a miércoles estudiando como un poseso, desde que llegaba del instituto hasta las dos de la mañana. Gracias a eso tenía mi perfecto y puro historial de notas que solo eran sobresalientes. Con lo cual mis padres me concedían todo lo que yo quisiese. Sin importar el qué. Alargué el brazo hasta el despertador, apagándolo. Intenté volver a dormir, pero el sueño no volvía a mí. Tuve que levantarme. Sentí el frío recorriéndome por el cuerpo, e inmediatamente por los pies al posarlos en el suelo. Hacía mucho frío fuera de mi cama. El suelo parecía ser una plataforma de hielo buscando robarme el calor de mis pies.

 

Busqué las zapatillas de color burdeo que me regaló mi padre por navidades. No era uno de sus mejores regalos, pero era algo muy útil. Al encontrarlas debajo de la cama, me las coloqué. Me dieron un calor realmente agradable al cabo de unos segundos. Salí de mi habitación, y lo primero que hice fue ir al servicio. No soporto pasarme la mañana con el pelo revuelto y sin lavarme primero los dientes antes de desayunar. Al verme en el espejo observé como mis ondulaciones anaranjadas y algo largas estaban volviendo a su sitio tras peinarlas. Mi flequillo trasquilado estaba realmente despeinado. Mis ojos que eran un color azul verdoso se mostraban llenos de sueño, aunque ya no pudiese reconciliarlo de nuevo.

 

Tras peinarme y lavarme los dientes, bajé a la cocina, donde estaban Melody, mi madrastra, y mi padre desayunando. Ella como siempre estaba a dieta, tenía un triste y simple café en frente suya, pero el hombre que en parte me otorgó la vida estaba comiendo un croissant con jamón y queso, siendo esto acompañado con un zumo de naranja. Él era un doctor muy reconocido, a la vez que era un grandioso científico que no le gustaba hablar de su trabajo.

 

-Buenos días.-Me dijo mi padre sin apartar la vista de la televisión, su pelo canoso y ojos verdes destacaban con su ropa oscura. Estaba puesta en el canal de las noticias.

 

-Buenos días.-Le dije yo también. Melody me dedicó una mirada tan llena de maquillaje que no parecía ella. Su pelo estaba recogido en un elegante moño y sus ojos estaban perfectamente bordeados en negro con una gran cantidad de rímel.

 

En las noticias se mencionó que unos bioterroristas habían robado material en un centro de investigaciones nuclear. Sin importarme lo más mínimo, tomé el mando y cambié de canal.

 

-¡No cambies el canal! ¡Lo estaba viendo!-Protestó mi padre. Lo miré mientras ponía otro canal.

 

-No me gustan las noticias, nunca decido yo que poner en la tele. Hoy me toca a mí.-Él pareció no darle importancia, y continuó su desayuno distraídamente.

 

Me cambié de ropa a la media de desayunar una tostada con zumo de pomelo. Me vestí con unas zapatillas grises, unos vaqueros oscuros ajustados, una camisa blanca y negra de cuadros, y una chaqueta negra.

 

Salí fuera de casa con mi padre y mi madrastra, y fuimos al coche. Yo aún no sabía por qué debía de levantarme tan temprano, tampoco sabía a donde iríamos a continuación, pero no dije nada al respecto.

 

Monté en el Opel Astra de color azul marino. Me puse mis auriculares y no dije nada en todo el camino.

 

Cuando vi a donde estábamos aparcando tras una media hora, una sonrisa se me fue formando en los labios.

 

Estábamos en frente del puerto. Bajé nervioso y algo eufórico. Empecé a analizar quién de mis familiares podría haber decidido esto, pero nadie se me pasaba por la cabeza.

 

Habíamos venido a este lugar porque yo quería celebrar mi cumpleaños en el mar. Lo mejor de todo es qué Víctor también estaría. Él y yo éramos de familias adineradas, bastante adineradas, y ambas realizaban negocios juntas. Su nombre era Víctor, y ambos estábamos muy enamorados. Pero el problema era este:

 

Su familia era homófoga, y él ya estaba comprometido con una chica para obtener más dinero. Teníamos mucha química. Miradas, gestos, roces, sonrisas. Pero al decirle mis sentimientos hacia él me contestó lo siguiente:

 

<< Sabes que estoy comprometido ya con alguien. Mi familia no lo aceptaría. Yo te amo también, pero lo nuestro es imposible. Si quieres podemos ser pareja en secreto, pero debes aceptar que tenga sexo con ella también.>>

 

-Papá.-Dije en voz baja, mi padre solo le ponía el seguro al coche serio.-Papá.-Repetí con más fuerza, me miró a los ojos.-¿Por qué estamos aquí?-Me agarraba el borde de la camiseta con nerviosismo.

 

-Jeremy...-Me puso una mano en el hombro.-Cierra los ojos.-Al hacerle caso me vendó los ojos, conduciéndome hasta algún sitio, bajando escaleras y subiéndolas. Tras un rato me quedé parado. Había murmullos y risas leves.

 

Cuando me quitaron las vendas de los ojos, contemplé a un gran números de personas: mis abuelos, mis amigos del instituto bilingüe, mis tíos, mi hermana, y a la familia de Víctor, junto con él a su lado.

 

-¡Feliz cumpleaños!-A continuación me cantaron cumpleaños feliz. De mientras observé pasmado la tarta de un metro de ancho y un cuarto de largo. Era de varios sabores: vainilla, plátano, fresa, chocolate, frambuesa, manzana y por último de turrón. Al terminar la canción me d cuenta de que estábamos en el barco de mis padres, en la proa. Hacía una luz muy fuerte, por lo que me quité la chaqueta.

 

Todo durante el cumpleaños fue increíblemente bien. Me regalaron infinidad de cosas. Comimos tarta. Me reí con mis familiares. Hubo un momento en el que terminé en la popa baja (había dos pisos) a solas con Víctor.

 

Él estaba apoyado en la barandilla. Alzó una mano hacia a mí, como pidiendo que me acercase a él. Su piel era verdaderamente morena, cabello corto teñido de azul casi negro y ojos azules marinos. Llevaba una camisa un poco abierta de color blanca junto con unos pantalones grises. Me sonreía. Me acerqué a él tomándole de la mano. Tiró de mí, acercándome a él mientras me besaba por primera vez. Rodeé su cintura con los brazos. Al separarnos me miró con una sonrisa algo triste.

 

-Sabes que te quiero, ¿verdad?

-Sí.-Respondí de inmediato con una sonrisa medio atontada.-Y yo también a ti.

-Y sabes que tengo que casarme con ella, ¿no?-Mi sonrisa de disipaba poco a poco.

-Sí.-Bajé la mirada, a lo que él me agarró del mentón levantándome la cara.-No quiero que te vayas con ella.

-He de hacerlo. Es un matrimonio de conveniencia. No la quiero en realidad.

-Pues bien que te mira…

-Yo no la miro a ella.

-¡Pero no quiero que estés con ella!-Se separé de él molesto.-O ella, o yo. No puedes con los dos a la vez.

-Jeremy, no me hagas elegir.-Me dijo con dureza en la voz.

-Debes hacerlo.-Su boca se tensó. Pasó por mi lado con serenidad como si nada.

-Lo siento. Pero he de hacerlo.

 

Se me partió el alma en mil pedazos. Me había dejado.

 

 

 

Tras marcharse mi familia después del cumpleaños,  me pasé toda la tarde encerrada en el camarote, abrazando a mis piernas sin decir una sola palabra ni si quiera cuando ya era de noche. Aquel barco era también como una casa cualquiera: habitaciones, cuartos de baño, cocina, un salón… No superaría esto en meses. Empezó a llover cuando mi hermana entró por la puerta de mi habitación del barco.

 

-¿Ocurre algo Jeremy?-Se sentó a mi lado observándome con preocupación.

-La tarta.-Hundí la cabeza en la almohada.-Me sentó mal, ¿nos quedaremos en el barco a dormir? ¿o volveremos a casa?

-Nos quedaremos. Papá y el tío Andrew quieren mirar las estrellas con el telescopio desde el mar. De todos modos, ya es muy tarde para volver a tierra.-Asomé un ojo por un lado de la almohada.

-Vete.-Volví a taparme la cara al completo.-Tengo sueño.

 

Tras irse Melody, no salí de mi habitación bajo ningún concepto, estaba tirado en la cama, tiré la almohada al suelo apoyando mi cabeza en el borde de la cama. Jamás superaría esto. Yo amaba a Víctor muchísimo. Ya eran las una de la noche cuando noté que el barco se balanceaba demasiado.

 

Me levanté de la cama yendo a la parte superior del barco: Tormenta. Mi padre llevaba el timón como podía junto con mi tío Andrew. Trató de llamarme, pero una ola de unos pocos de metros de altura embistió al barco volcándolo.

 

Durante un largo rato, todo era negro. Me desperté notando arena pegada en mi cara. Al levantarme vi que estaba en una playa de una isla tropical.

 

Completamente sólo.

 


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