TE AMO ¿ME AMAS?
Estaba delante del ordenador viendo los mensajes de Facebook que su novio le enviaba. Cada día tenían por costumbre enviarse un mensaje antes de irse a dormir, pero aparte de eso no se hablaban. Eso era debido a la diferencia horario y a que el menor no se conectaba a las horas en las que podían coincidir. Era como si el menor no quisiera que hablaran, lo que frustraba bastante al mayor. Era cierto que ambos tenían trabajo por la universidad o por la escuela y eso podía hacer difícil el contacto pero de todos modos no veía normal no poder hablar con su novio en toda la semana.
“perdón si no me conecte, también te amo, después hablamos”
Ese había sido todo lo que había recibido de su novio. El menor no había dicho nada más que eso. Se suponía que tenían que hablar los domingos pero ese domingo, como se hacía costumbre no se había conectado. El menor era especialista evitándolo y él se empezaba a preguntar si de verdad este quería algo con él o si solo jugaba. No, no se lo preguntaba, él sabía que sólo era juego para el otro, pero quería darle una oportunidad. No quería precipitarse, aunque algo le decía que en verdad no se precipitaba al pensar eso. Hacía poco el mayor se había conectado a horas que no eran las normales, para ser más exactos se había conectado a las 5 de la mañana más o menos. El menor a esa hora solía estar conectado así que lo había hecho expresamente. Pero solo había conseguido una bronca y una frase clave que le había dolido bastante, en el fondo:
“me molesta que estés despierto a estas horas”
Vale, se suponía que eso el menor lo decía porque se preocupaba y quería que durmiera pero igualmente le dolía, parecía que no quería hablar con él. ¿Qué podía hacer para que el otro no se enfadara y poder hablar con él? No había nada, si hablaban a esas horas el otro se enfadaba y si no eran esas horas no hablaban porqué el menor no se conectaba. Eso era triste, como relación en ese sentido daba pena. A veces se preguntaba porque estaba con él. Sería mucho más sencillo si no fueran novios, ya que se suponía que lo eran. Le pasaba muchas cosas por alto por la edad, pero de todos modos no dejaban de doler. El menor no parecía darse cuenta y encima siempre le salía con la famosa frase: “siento que no me entiendes”. La culpa siempre era suya obviamente. Él lo entendía, pero no por eso dejaba de doler la situación, era el menor el que no entendía nada, pero no sabía cómo decirle las cosas directamente a este.
Sus pensamientos en verdad tenían más a ver con otras cosas como por ejemplo, lo deplorable que era toda la situación. Su novio no parecía querer hablar con él, ni siquiera le contaba las cosas que le pasaban, y no podía entender que es lo que ese mocoso pensaba. Estaba hasta las narices de eso, pero no sabía qué hacer, había hablado con él varias veces del tema, pero no había manera de que se entendieran y en verdad empezaba a ver esa relación un poco denigrante para él. Tenía que ir a remolque de un niño que posiblemente ni lo amaba y solo estaba jugando a tener un novio mayor del que fardar, no era la primera vez que se lo hacían así que ya estaba acostumbrado a ello. Aunque no importaba, la edad, porque si eran de su edad solo lo querían para fardar de tener un novio universitario, la universidad era difícil y decir eso era como ser guay, aunque aún no había probado con alguien mayor sinceramente tampoco esa persona lo iba a amar, de eso estaba seguro. Perdía la fe en el amor, o quizás nunca había tenido fe en eso. Normal, quien creería en eso después de conocer la verdad de la vida, llamada: “HIPOCRESIA”. Todo el mundo era igual, todos fingían y mentían diciéndote cosas como “te quiero”, “te echo de menos”… pero nunca nadie sentía de verdad lo que decía, era mejor no creer en el amor, era así de simple. La vida no era una novela, por lo que el amor no existía. La gente se casaba y aguantaba solo por feromonas pero no por amor, o eso era lo que pensaba al ver las parejas.
Ser tan negativo no iba en su manera de ser, pero ya muchos golpes había recibido y esa era su conclusión. Suspiraba mientras pensaba en todo eso. ¿Por qué sequía con una relación con “amor” unilateral, con un mocoso que estaba muy lejos de él? Sencillo, porque él necesitaba el menor. Por algún motivo des de que lo había conocido había quedado prendado de él, aunque al principio no se daba cuenta de eso. Solo sabía que se pasaba el día mirando el móvil deseando un mensaje de este, que muchas veces quería anular su cita con su “novio” del momento para hablar con él y no perder tiempo del menor, lo feliz que se ponía al recibir ese: “estas?” que indicaba que el menor podía hablar con él... Y tantas otras cosas que solo por el menor haría, como esperarlo hasta las tantas de la madrugada a que regresara de la escuela; antes el menor se conectaba al llegar para hablar con él y si le contaba sus cosas. Pero todo eso realmente había acabado y realmente lo echaba de menos.
Ellos se habían distanciado, por los estudios del menor y por sus horarios, odiaba eso. A veces se deprimía por culpa de ello y más porque sabía que el otro no se sentía igual. Lo sabía, porque la vez que el menor había estado 3 semanas sin hablarle, solo con un corto mensaje en la noche, este no había notado el tiempo. El mayor había contado y lamentado todos los días que pasaban, esperando con ansias el domingo para poder hablar con este, en cambio el otro ni siquiera se dio cuenta del tiempo que habían estado sin hablar, pensaba que solo habían sido dos semanas. Eso le había demostrado al mayor que no lo echaba de menos tanto como él lo hacía. Internamente había llorado por ello. Realmente como más pasaba el tiempo más degradable veía esa relación, al menos para él.
Leer el “te amo” que el menor le dejaba siempre le alegraba pero a veces esas mismas palabras le dolían en lo más hondo de su corazón o, tal vez, no tan hondo. Siempre se había considerado fuerte y aunque era verdad que a veces lloraba por lo normal solo por las clases y pocas veces por una ruptura pero nunca dentro de una relación. Nunca en su vida había llorado por una pareja suya, si que se había enfadado mucho o molestado por las peleas, era obvio que no era de piedra y le preocupaban esas cosas, pero nunca le habían dolido ni la mitad de lo que a veces le dolían las palabras del menor. Claramente era un masoquista por aguantar esa relación, pero amaba al menor y quería obligarse a mantener la esperanza de que este también le amaba. ¿Era mucho desear? Tal vez. Volvió a suspirar mientras sentía un nudo en su cuello como si quisiera llorar pero no lo haría, no allí. Estaba pensando en hablar con su mejor amigo, pero en verdad prefería no hacerlo. Sabía de sobras lo que le diría, anteriormente le había dicho algo que dejaba muy claros sus pensamientos respeto la relación: “Yo no la apruebo y no tiene futuro, pero mientras te haga feliz yo te apoyaré”. Bien, en esos momentos ya no sabía si le hacía feliz o no. Había pensando en muchas cosas últimamente y normalmente el menor aparecía en ellos. Entre esas cosas había aparecido otra frase que el menor le había dicho y que intentaba olvidar aunque siempre volvía en momentos de dudas.
“Pues los tendrás con alguien más que yo ya te dije que sólo quería uno”
Esa frase se refería a los hijos. En resumen le había dicho que si quería tener hijos que podía irse con otro, porque él solo quería uno. ¿Desde cuando un novio te daba permiso para criar hijos con otro? Eso para él, era como pensar en tener una doble vida y que al menor no le importase. Si esa era toda la importancia que merecía para este, era deplorable. Aquí se veía otra muestra de falta de interés del menor hacía él. Y es que en verdad ni siquiera le molestaba que otra persona le dijera que era el amante del mayor. Eso desesperaba a este. No le gustaban los chicos celosos pero una cosa era eso y otra muy diferente era esa falta de interés. Nunca podría entender que pensaba ese niño. ¿De verdad le amaba? ¿De verdad le necesitaba como él decía que hacía? ¿O solo mentía para mantenerlo a su lado? Si era así no hacía falta porque él igualmente iba a estar allí para el menor, aunque solo fuese como amigos. Por suerte el mayor era conformista y para nada rencoroso, normalmente.
Se golpeó la cabeza con fuerza. No le gustaba pensar esas cosas ni dudar de la relación o del menor, lo sentía como una falta de confianza hacía este, y aunque no quería ser desconfiado no lo podía evitar. Siempre lo había sido respeto a los sentimientos de los demás y el menor no ayudaba a entender nada. Estaba más que confuso y frustrado por todo esto. Y lo peor de todo en esos momentos era el insomnio, porque gracias a que no podía dormir tenía mucho más tiempo para pensar y para rallarse. Suponía que si el menor le daba un poco más de atención todo eso desaparecería, o quizás si recibía unas palabras que le dieran a entender que de verdad si sentía lo que decía sentir. Intentaba comprender que por su carácter era algo cerrado a la hora de contar sus cosas y también que sus personajes favoritos eran fríos: RBD o tsundere. Por lo que era lógico que él también sería así y eso sí lo respetaba...
—Soy idiota —se dijo finalmente.
Y si, parecía serlo, porque en verdad todo su problema era que echaba de menos al menor y quería hablar más con él, y mensajes más largos para leer en su mañana. Quería saber más cosas del menor, pero él mismo se daba cuenta que dudar era una tontería. En cierta manera esas rudas frases eran la prueba de que el menor le amaba. Solo tenía una manera peculiar de decirlo y hacerlo. El menor se preocupaba por él, eso era obvio en sus conversaciones, y confiaba en él, se lo había dicho muchas veces y decía que por eso no se preocupaba por eso del amante o por lo de los niños. Solo necesitaba tener más confianza en sí mismo, en el menor y en la vida, algún día conseguiría eso y dejaría de molestar al menor con sus inseguridades.
—Te extraño, mocoso idiota —dijo en un susurro antes de reír— somos un par de tontos…
FIN