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De correos, centellas y polvo de estrellas por Ms Aria

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Notas del fanfic:

Disclaimer: 
Ninguno de los hechos acaecidos en este relato ha ocurrido en la realidad; todo es pura y completamente ficticio.
La autora de este relato no posee ninguna clase de derecho ni propìedad sobre los artistas citados en él, ni está vinculada en modo alguno copn ellos, sino que utiliza sus nombres sin su consentimiento explícito. Con su trabajo, no pretende ofenderlos o causarles perjuicio alguno, sino, simplemente, crear una forma de entretenimiento para ella y quien quiera disfrutarla, sin obtener beneficio económico de ninguna clase.

Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Aquí traigo la primera parte de un two-shot que pensaba publicar para el cumpleaños de Baekhyun, pero que no pude acabar a tiempo.

Sea como sea, ¡feliz cumpleaños con retraso, Baekhyunnie!

Y espero que os guste :D

De correos, centellas y polvo de estrellas

 

Baekhyun se llevó la pajita verde a los labios, dándole un sorbo a su frappuccino con aire distraído. Al otro lado del cristal brillaba el sol y las aceras, que hasta hace poco habían estado cubiertas de nieve, comenzaban a llenarse ahora de familias, amigos, parejas, empezando a disfrutar por fin de la primavera.

Si era completamente sincero consigo mismo, y por mucho que tratara de convencerse de que su situación actual tampoco era tan desastrosa, él también hubiera preferido estar allí fuera en aquel mismo momento. En la calle, sí, o en el parque que había cerca de su casa, o en la biblioteca en la que sus amigos habían quedado para estudiar o, directamente, tumbado sobre la cama y mirando el techo blanco de su habitación.

En cualquier lugar, por dios, menos en aquel. 

Todavía no tenía muy claro por qué no había salido corriendo de allí mientras había podido, pero de lo que sí que estaba convencido era de que el único motivo por el que aún no se había quedado dormido sobre la silla era porque la voz de su acompañante era… ¿cómo decirlo? Un poquito rechinante.

O, más bien, la cosa más estridente que Baekhyun había escuchado en su vida.

—No entiendo por qué me dejó, ¿sabes? —estaba diciendo en aquel mismo momento, mientras Baekhyun, que ya ni siquiera se estaba esforzando por parecer interesado, daba un nuevo sorbo a su bebida. Nata y vainilla, lo único relativamente bueno que había sacado aquel día—. Se suponía que éramos felices juntos. Todos los días lo acompañaba al entrenamiento de fútbol, y los fines de semana íbamos a pescar.

—Qué bien —murmuró Baekhyun, haciendo una mueca cuando el otro chico lanzó un grito muy ofendido y extrañamente parecido al chirrido agudo de una puerta vieja al cerrarse. En fotografía y por email, aquel idiota había parecido normal, guapo, incluso. Nadie le había avisado de que, no es que sólo fuese increíblemente pesado o de que estuviera obsesionado con un ex del que no paraba de hablar, sino de que, además, tenía una voz parecida a la de un gato rabioso clavando las garras en un pizarrón.

Baekhyun suponía que aquel era otro de los puntos negativos de intentar buscar novio en páginas de citas por internet: uno podía pensar que había conocido al amor de su vida, pero hasta encontrarse con él cara a cara no se podía estar seguro de que el sujeto en cuestión no fuera a tener un serio problema de higiene (le había pasado), un fetiche raro con los dedos de sus manos (“los vi en tu foto de perfil y supe que tenía que conocerte”) o que, como en aquel caso, fuera a hablar como un ratón hiperactivo.

—Solíamos ir juntos al festival de la sardina todos los años —continuó diciendo el muy idiota entonces, y Baekhyun decidió que ya había aguantado bastante por aquel día y, tras esperar a que el otro guardara silencio, se sacó el móvil del bolsillo y observó la pantalla bloqueada con una expresión de sorpresa que había ido perfeccionando a lo largo de todo un surtido de citas fallidas.

—Mensaje de mi madre —mintió en voz alta, interrumpiendo al otro chico de modo perfectamente efectivo antes de que volviera a empezar a hablar de pescadillas—. Todo esto estaba siendo… interesante, pero me necesitan en casa. Lo siento mucho, nos veremos otro día.

Baekhyun ya se había levantado, tratando de dirigirse hacia la salida antes de que a su acompañante se le ocurriera algo tan incómodo como pedirle su número de móvil cuando el otro chico lo llamó.

—Ah, oye. ¡Espera! —exclamó, y parecía ligeramente desesperado, así que Baekhyun maldijo mala su mala suerte y se giró.

—¿Sí? ¿Qué pasa?

Su cita fallida lo miró a los ojos y le sonrió.

—¿Podrías prestarme dinero para el metro? Me he quedado sin suelto pagando el café.

Si Baekhyun no le estampó el vaso vacío de frappuccino en la cara fue porque su madre lo había educado para ser un caballero respetable.  

 

---  

 

—¿De verdad te dijo que solía ir con su ex-novio al festival de la sardina? ¿De la sardina, de entre todas las cosas?

Baekhyun dejó escapar un suspiro exasperado y sujetó su carpeta con partituras con un poco más de fuerza, conteniéndose para no hacérsela tragar a su interlocutor. No es que hubiese esperado consideración por parte de su mejor amigo – él tampoco la habría tenido en su lugar, para qué engañarse – pero ya había tenido bastante con el fiasco del día anterior como para además tener que escuchar referencias a sardinas durante todo el camino desde su residencia a la universidad.

—Por lo que parece, les gustaba pescar —murmuró.

—Por favor, Baekhyun, ese idiota intentó seducirte hablándote de sardinas. A ti.

El chico chasqueó la lengua, dando la partida por perdida. Era ya imposible superar aquel episodio con la dignidad intacta.

—Creo que me he olvidado de mencionar que se reía como una hiena —añadió.

—Sí que lo habías olvidado, sí.

Park Chanyeol se llevó una mano a la frente y soltó una carcajada, y Baekhyun se encontró pensando por un instante que su voz definitivamente sí que no sonaba como la de un animal carroñero antes de obligarse a recapacitar y centrarse en otras cosas. Los dos llevaban siendo amigos desde el jardín de infancia – más concretamente desde que Chanyeol, que se sentaba a su lado por aquel entonces, le había regalado su pintura azul porque él se había olvidado la suya – y a día de hoy aún le parecía mentira que el niño patoso y con gafas que siempre se salía de la línea al colorear se hubiera convertido en uno de los estudiantes más populares de todo el campus.

—¿De dónde te sacas a todos esos idiotas, de todas formas? —preguntó su amigo mientras llegaban a una de las puertas de hierro que marcaban el acceso a los jardines de la universidad—. En los últimos seis meses has quedado con un hombre que no se lavaba, un becario especializado en la cría de gorriones y un adicto al curry. ¿Es que no puedes encontrar a nadie normal?

Baekhyun se encogió de hombros.

—Se ve que atraigo a los idiotas.

—¿Como a mí?

—Puede.

—Mírame. Soy tu mejor amigo.

La historia de verdad era más complicada que el simple hecho de ser un imán para estúpidos, por supuesto, pero no era como si Baekhyun pudiera contársela a Chanyeol y esperar que él entendiera. Al alcanzar la pubertad, su mejor amigo había pasado de ser el niño raro de la clase a convertirse en el chico guapo-barra-mono del instituto, todo él altura por encima de la media, voz grave y sonrisa tan brillante que era capaz de dejar ciego con ella a su interminable lista de pretendientes. Las cosas, por supuesto, jamás habían cambiado entre Baekhyun y él – los dos eran los mejores amigos del mundo y pensaban seguir siéndolo hasta que se les cayeran los dientes y necesitaran un andador para caminar – pero era ley de vida que, de vez en cuando, apareciera alguien que lograse acaparar la atención de Chanyeol el tiempo suficiente como para salir con él, y que durante el período que durara su relación, Baekhyun no solamente se sintiera inexplicablemente irritado ante la más mínima muestra de afecto público, sino que le diera la impresión de haberse convertido en el mejor amigo pesado que siempre acababa sobrando en la mesa de la comida.

Aquellas relaciones nunca duraban mucho pero, siendo sinceros, Chanyeol tenía tal número de pretendientes que habría podido patinar de pareja en pareja durante lo que le quedaba de vida. Y eso era bueno, porque debía de ser el único estudiante de informática sobre la faz de la tierra que no pasara las tardes solo jugando al World of Warcraft. Malo, porque a Baekhyun nunca le había gustado compartir. E inconveniente porque el chico no esperaba que alguien con aquella trayectoria amorosa plagada de éxitos entendiera la necesidad que tenía él de inscribirse a una maldita página de citas por internet.

De enterarse, a Chanyeol muy posiblemente todo el asunto le hiciera mucha gracia. Y Baekhyun ya se sentía demasiado estúpido de por sí como para tener que soportar aquello también.

—¿Sabes? Deberías decirle a tu próxima cita que, en vez de sobre sardinas, te hable de hurones —volvió a intervenir Chanyeol mientras se acercaban al edificio principal—. Dentro del reino animal, al menos son más interesantes.

Baekhyun arqueó una ceja y resopló.

—¿Por qué te soporto?

—Porque me tienes amor —respondió Chanyeol, y, por un momento, Baekhyun luchó para que el aire no se le trabara de camino a los pulmones, pero su mejor amigo no pareció darse cuenta. Suavizando la expresión, el otro chico se inclinó hacia delante y le sonrió, y Baekhyun se maldijo porque, maldita sea, se suponía que él ya había superado aquella fase—. Sea como sea, y como buen amigo mío que eres, Baek, tú eres como yo: guapo y listo. Lo que quiere decir que puedes apuntar por encima de los adictos al curry y los amantes de las sardinas. Búscate a alguien que sea merecedor de tus múltiples talentos.

Estaba bromeando, y Baekhyun hizo el amago de golpearle en el estómago con el puño cerrado.

—No sé cómo tu novia te aguanta —gruñó.

—Ella también me tiene amor.

A Baekhyun le hubiera gustado reírse, pero lo que sintió en su lugar fue una especie de estúpido tirón en el pecho, así que lo único que pudo permitirse fue hacerse el ofendido y golpear a su mejor amigo en el brazo con su carpeta de partituras. Chanyeol se rió, le quitó el portafolios de las manos y lo sostuvo por encima de su cabeza, pero no tardó mucho en devolvérselo con una sonrisa de disculpa en los labios, y Baekhyun se encontró sonriendo también.

No sabía a quién pretendía engañar. Él podía protestar mucho cuando se comportaba como un idiota, pero habría podido aguantar las tonterías de Park Chanyeol hasta el fin del mundo.

--

En realidad, y Baekhyun estaba convencido de ello, la culpa de su fracaso integral en el terreno amoroso-sexual era de Jongdae y de sus estúpidas ideas. Lo cual, en el fondo, no era de extrañar si se tenía en cuenta, primero, que las ideas de Jongdae siempre eran malas y, segundo, que la única persona con la que su amigo mantenía una relación afectiva normal era con su madre.

Era fácil esperar cualquier cosa majadera de alguien como Jongdae y, aún así, Baekhyun tenía que admitir que se había sorprendido (no para bien) cuando el otro chico había aparecido un día en clase diciéndole que le había creado un perfil en Twinkle.com, el “portal de contactos gay más centelleante de la galaxia”, y que ya había recibido cuatro mensajes de pretendientes. A día de hoy, aún no sabía cómo se las había apañado para no matar a Jongdae sacándole los ojos con un portaminas en mitad del pasillo. Puede que fuera por la misma razón por la que había terminando pidiéndole la contraseña de aquel perfil y ahora se dedicaba a actualizarlo por la noche y responder a sus mensajes a la hora libre después de comer. Precisamente como estaba haciendo ahora, sí – quería creer que más por rutina que por desesperación.

Había tres mensajes es su buzón, dos de publicidad (puede que Baekhyun fuera visitante habitual de un portal de citas, pero no creía necesitar uniformes de mayordomo sexy ni viagra, muchas gracias) y un mensaje del hombre de la voz estridente con quien había quedado el domingo, invitándolo a pescar, así que, con un suspiro, el chico los borró todos. Estaba a punto de desconectarse por el momento cuando una mano tiró del teléfono que tenía entre los dedos, arrancándoselo de las manos.

—Vaya, Baek, vaya. ¿Ya estás en Twinkle otra vez?

Baekhyun soltó un bufido y extendió los dedos hacia la persona que le había quitado el móvil, y que en ese momento estaba bordeando la mesa de la sala de estudio en la que se había instalado para sentarse frente a él.

—Recuerda quién me recomendó esa página web —replicó, arqueando una ceja. Kim Jongdae, compañero de clase de canto e impertinente mayor del reino, se encogió de hombros como si el problema no fuera con él.

—Nadie te ha obligado nunca a entrar quince veces al día, ¿sabes?

—No. Sólo escogiste la fotografía con más eyeliner de todo mi perfil de Facebook y la pusiste de imagen de perfil a traición en una cuenta que creaste con mi nombre en una página de contactos. Entenderás que tenía que entrar a cambiarla.

Jongdae se encogió de hombros otra vez.

—Salías guapo. Y, por lo que veo aquí, aún no la has cambiado por otra, así que tu debes de pensarlo también.

Una tercera voz suspiró junto a ellos.

—Con eyeliner o sin él, has creado un monstruo —murmuró el tercer miembro de su grupo de amigos, sentándose junto a Baekhyun con la cabeza enterrada en su libro de historia de la música—. Por tu culpa, tenemos a un amigo adicto a quedar con idiotas por internet.

—Estás juzgando otra vez, Do Kyungsoo —protestó Jongdae—. Deja que Baek se divierta.

—Alguien tiene que ser la voz de vuestra conciencia.

Considerando que Jongdae estaba lo suficientemente distraído, Baekhyun echó el cuerpo hacia delante y alargó la mano, tratando de recuperar su móvil robado. Su amigo, sin embargo, siempre había tenido unos reflejos sorprendentemente eficaces, y se apartó justo a tiempo para que los dedos del chico solamente agarraran aire. Con una sonrisa burlona, desbloqueó el teléfono (¿por qué se sabía el código, de todas formas?) y comenzó a toquetear algo en la pantalla.

—¿Cómo te fue la cita del domingo, por cierto? —preguntó—. Me he encontrado a Yeol en el pasillo antes de llegar aquí y me ha dicho no sé qué de unas sardinas. Por cómo se iba riendo, intuyo que el resultado no fue demasiado satisfactorio.

Baekhyun sintió unas repentinas ganas de golpearse la cabeza contra la mesa. Si no lo hizo, fue porque la encargada de la sala de estudio ya les estaba lanzando miraditas bastante venenosas por estar hablando a un volumen considerablemente superior al debido.

—Digamos que fue todo lo bien que podría ir una cita con alguien que hablaba como si se hubiera tragado un silbato, estaba obsesionado con su ex y quería llevarme a pescar.

Kyungsoo pasó una página de su libro.

—¿Pescar?

—No quieras saberlo. Incluso me hizo pagarle el metro de vuelta a casa. A veces me pregunto qué es lo que estoy haciendo mal.

Al otro lado de la mesa, Jongdae, que seguía jugueteando con su teléfono móvil, pulsó sobre lo que a todas luces era un icono en la pantalla. A Baekhyun le hubiera gustado pensar que su amigo no podía ser tan rastrero como para hacer lo que él pensaba que iba a hacer pero, al parecer, se equivocaba.

—Tal vez deberías cambiar lo que quiera que hayas puesto en el apartado de “perfil de persona que busco” —declaró—. ¿Qué es lo que has escrito? Déjame ver.

Baekhyun nunca hubiera pensado que sería capaz de levantarse de una silla tan deprisa, ni de rodear una mesa en la sala de estudio de la universidad a tal velocidad, pero, a pesar de todo su esfuerzo (y de la nueva mirada desaprobatoria que le lanzó la encargada de la zona), no pudo evitar que Jongdae empezara a leer aquello en alto como si fuera el parte meteorológico.

—Perfil de persona buscada: de diecinueve a veinticuatro años, preferiblemente estudiante. Altura desde 1’82 hasta 1’87. Me gustan las personas que sonríen siempre, y que se ríen con lo que digo. Sería mejor si tocase algún instrumento, y…

Kyungsoo levantó la cabeza de su libro justo el tiempo necesario para interrumpir.

—¿Por qué estás describiendo a Chanyeol?

Baekhyun sintió que se le quedaba la garganta muy seca. Trató de reírse y todo lo que le salió fue una especie de tos.

—¡No estoy hablando de Chanyeol! Estoy describiendo a un tipo de persona general. Cualquiera podría encajar en ese patrón. Cualquiera.

Sus dos amigos cruzaron una mirada.

—Si eso te hace sentir mejor…

Los dedos del chico se cerraron sobre el borde de la mesa en un gesto casi involuntario. No era divertido en absoluto despertarse un día y darse cuenta – después de que Chanyeol lo hubiera llamado la noche anterior para decirle que la serenata nocturna que había decidido darle a la chica que le gustaba por aquel entonces había tenido éxito y que ahora tenía novia otra vez – de que había empezado a sentir algo que no debía por su mejor amigo. Algo que sólo había valido para hacerlo creerse un idiota durante dos años enteros, para sentir que el corazón se le volvía loco en el pecho ante una mirada o un roce suyo, por muy involuntario que fuese, y para que todo le doliera al minuto siguiente, cuando Chanyeol se lo llevaba a un lado para describirle al chico o chica de turno como quien habla de algo perfecto y él se limitaba a sentarse a su lado, sonreír y asentir cuando en realidad lo único que quería hacer era cubrirse los oídos con las manos y gritar que nadie, ninguna de aquellas personas, llegaría a conocerlo ni a quererlo como lo quería él.

“Te cuento todo esto porque tú eres tú” le decía Chanyeol entonces, cuando Baekhyun estaba empezando a considerar que ya estaba harto de hacerle de confidente, que ya no podía más. “No hay nadie más con quien pueda hablar así, ¿sabes?”

Y entonces Chanyeol lo miraba, y le sonreía, y Baekhyun volvía a caer hasta el fondo, sin poder escaparse, sin poderlo evitar.

Y él siempre había dicho que nunca aceptaría ser el segundo plato de nadie, que, si salía con alguien, quería ser siempre lo primero en su lista de prioridades, pero lo que le quedaba de Chanyeol era peor que las migajas. Porque sí, su amigo no se cansaría de repetirle nunca que Baekhyun para él era una persona especial para él, pero aquel era un especial que incluía comer pizza en su cuarto y reírse a carcajadas del peluquín con el que habían visto aquella tarde al vecino, no de los que implicaban besarle el cuello, dejarlo sin respiración y decirle al oído que lo quería como nunca había querido a nadie.

Siempre podría tener una parte, sí, ver una parte de Park Chanyeol que nadie más podía ver, pero nunca podría tenerlo todo.

Y a él nunca, nunca, nunca le había gustado compartir. Por mucho que no le quedase más remedio. Para eso, prefería apartarse, quedarse a un lado y no preguntar sobre la vida amorosa de Chanyeol, esperando que su amigo se diera por aludido y no quisiera saber nada sobre la de él.

Así era cómo había acabado pensando que era mejor dejar de hacerse ilusiones y pasar página. Y quizá esa, después de todo, fuera la razón de que hubiera decidido darle una oportunidad a Twinkle.com cuando Jongdae le había creado el perfil meses atrás.

Por un lado su plan no estaba resultando tan lamentable,  porque llevaba casi siete semanas yendo a clase con Chanyeol sin apartarle la mano de un golpe (cariñoso) cada vez que su mejor amigo se la colocaba en el hombro o de poner excusas malas para marcharse al quedarse a solas con él en una situación que alguien pudiera malinterpretar, pero en lo que respectaba a los pretendientes su suerte no podía haber sido más nefasta.

—Podéis decir lo que queráis, pero lo único que es cierto es que no he conseguido quedar con nadie normal —protestó en voz alta. Jongdae, todavía con su móvil en la mano, lo observó con aire pensativo antes de asentir con lentitud.

—La verdad es que ‘Soo tiene razón: sólo quedas con idiotas —admitió.

—Quedo con todos los que me lo piden, siempre y cuando no tengan cincuenta años ni quieran citarme en un sótano oscuro.

Jongdae frunció los labios.

—Tal vez ahí esté el problema —murmuró, antes de bajar la cabeza y empezar a teclear algo en su móvil como si le fuera la vida en ello. Baekhyun lo observó durante un par de segundos con aire casi ausente, preguntándose qué demonios estaría escribiendo con aquella cara de satisfacción diabólica antes de darse cuenta de que, dios mío, lo que tenía Jongdae en la mano era su móvil, y aquello pintaba muy, muy mal.

—¿Qué haces? —casi exclamó, tirándosele encima a pesar de que su amigo, por enésima vez consecutiva, consiguió esquivarlo. La encargada de la sala de estudio les chistó, y Jongdae ahogó una carcajada y echó a correr, sin parar de teclear, hasta salir de la habitación y salir disparado pasillo abajo—. ¡Kim Jongdae, vuelve aquí! ¡Devuélveme ese móvil antes de que te lo haga tragar!

Para cuando lo alcanzó, su amigo ya se había refugiado en el cuarto de baño de chicos del segundo piso y lo estaba mirando apoyado sobre la pared frente al secador de manos, completa, total y absolutamente orgulloso de sí mismo.

—Ya está hecho —anunció cuando Baekhyun le arrancó el móvil de las manos y pinchó con dedos temblorosos el botón de acceso rápido a Twinkle.

—¿Qué es exactamente lo que acabas de hacer? —murmuró, comprobando su tablón, sus contactos, sus pantallas de chat.

—Está muy bien que te dediques a esperar a tu príncipe azul cibernético en la seguridad de tu perfil, Baek, pero quien no arriesga no gana, así que te he puesto en contacto con alguien.

¿Qué? —con el corazón en la boca, Baekhyun entró a la sección de solicitudes de amistad enviadas y creyó que iba a morirse allí mismo. Allí, parpadeando sobre el fondo blanco, había una solicitud enviada a un tal Romeo55, junto a un breve mensaje que lo hizo quedarse mirando la pantalla hasta que ésta se apagó y se volvió negra—. Kim Jongdae —dijo en voz baja—. Dime que no acabas de escribirle esto desde mi cuenta a un desconocido.

Su amigo asintió.

—No es un desconocido cualquiera. Lo he buscado utilizando los parámetros de compatibilidad de tu perfil. Seguro que es todo un príncipe.

—¿Has utilizado mi cuenta para escribirle “¿te dolió el culo cuando te caíste desde el cielo? Porque eres todo un ángel, chaval” a un desconocido?

—¿Qué? Por la foto no está mal.

Baekhyun sintió la extraña urgencia de meter la cabeza en uno de los inodoros y tirar de la cisterna.

—Jongdae, sea quien sea este Romeo, va a bloquearme. Yo me bloquearía a mí mismo si recibiera algo así.

—Eso es porque tú, Julieta, no tienes sentido del humor ninguno.

Baekhyun creyó que sería mejor no replicar si no quería acabar viéndose tentado a  estrangularlo con el papel higiénico.

--

Baekhyun se pasó el resto del día con las manos apoyadas sobre el pupitre, la cabeza entre los brazos y el móvil enterrado en el fondo del bolsillo de su pantalón. Sólo lo miró dos veces, la primera para comprobar su correo (había un mail de su hermano) y la segunda para contestar a un mensaje de chat nuevo, que resultó ser de Chanyeol, que le preguntaba en una frase llena de emoticonos aberrantemente felices qué era lo que se suponía que uno tenía que comprarle a su novia para su cumpleaños. En otra ocasión, probablemente Baekhyun hubiera tenido el detalle de pararse a pensar en algo, pero aquel día no estaba de humor, así que tecleó la respuesta casi con exasperación.

“No tengo novia, Yeol” escribió “Y tampoco soy una chica. Pregúntale a tu hermana”

En el momento de enviar el mensaje, Baekhyun se sintió extrañamente satisfecho. Luego, la tontería le rebotó en la cara cuando Chanyeol le escribió para decirle que no podría volver a casa con él, porque iba a mirar tiendas para ver qué regalo encontraba.

En momentos como aquel, y a pesar de saber que no es que tuviera mucho derecho a quejarse, Baekhyun se sentía inexplicablemente solo.

Quizá esa fue la razón por la que, una vez encerrado en su habitación, y tras quedarse quieto mirando al techo durante unos buenos treinta minutos, el chico se levantó y encendió el portátil. La página de Twinkle – y más valía que Jongdae no se enterase – era el primer acceso directo desde su ventana de inicio de Chrome, y Baekhyun no tardó en iniciar sesión y pinchar sobre el botón de “mi perfil”.

Como había esperado, Romeo55 no le había contestado, cosa que, por otro lado, no es que fuera de extrañar, teniendo en cuenta la naturaleza del mensaje que le había llegado desde la cuenta de Baekhyun. El chico, sin embargo, volvió a entrar en su perfil, a observar su fotografía de usuario y su descripción, ahora con atención, y a pensar en lo que había dicho Jongdae. Romeo55 parecía de su misma edad, tenía el pelo castaño y un rostro agradable, atractivo. Y tal vez su amigo tuviera razón, y quien no arriesgase no ganaría nunca nada, así que se mordió el labio y, tras dudar un instante, presionó el botón de mensaje privado.

“Eh, hola” escribió “Creo que un amigo mío te mandó un mensaje por error desde mi cuenta. Espero que no te haya asustado, no ha sido cosa mía”

La respuesta tardó en llegar poco menos de dos horas, y el sonido de aviso de llegada de un mensaje nuevo hizo que Baekhyun se levantase de la cama sobre la que había estado estudiando y casi corriera hacia el ordenador.

“Vaya, maldito amigo” rezaba la respuesta “Habías conseguido asustarme, pero tengo que admitir que me reí. Y me hacía falta, ¿sabes? Acababa de salir del que creo que ha sido el peor examen de toda mi vida universitaria cuando lo leí”

Los dedos de Baekhyun volaron sobre el teclado.

“Oh, ¿entonces nos perdonas a los dos?”

Esta vez, Romeo55 no tardó ni diez segundos en contestar.

“Claro. Pero si tú me dices tu nombre”

Y Baekhyun, sin poder evitarlo, sonrió.

--

Por primera vez desde que se había inscrito en Twinkle, Baekhyun se sentía en el séptimo cielo.

No sólo es que Romeo55 – o, para abreviar, Romeo – tuviera una foto de perfil en la que pareciera guapo, sino que los dos habían conectado. Conectado hasta el punto en el que Baekhyun llevaba escribiéndose con él dos semanas, a todas horas, acostándose tarde y levantándose pronto para comprobar sus emails, y hablando con él absolutamente de todo.

Le había descrito su vida universitaria, contándole a qué clases llegaba tarde, que profesores le gustaban y cuáles no y qué pensaba hacer cuando se graduara. Le había hablado de su familia, de la fiesta de cumpleaños de su hermano y de la comida favorita de su madre. Le había hablado de sus amigos, de Kyungsoo, de Jongdae y de Chanyeol. Y de la novia de Chanyeol. Y creía que no se le había notado mucho, pero, fuera como fuese, Romeo le había dado la razón en aquel asunto.

“¿Últimamente va a comer contigo menos porque prefiere pasar la hora de la comida con la novia? ¿No se suponía que tú eres su mejor amigo? Qué idiota”

Baekhyun le había dicho que no exagerase y que Chanyeol no tenía por qué pasar todo el tiempo del mundo con él, pero tal vez hubiera mirado a su mejor amigo un poco más mal de lo normal durante el camino a la universidad al día siguiente. Aunque tampoco es que lo hubiera mirado mucho, de todas formas; en realidad, estaba demasiado ocupado en tener la nariz casi pegada a su pantalla del móvil y escribirle a Romeo un mensaje sobre lo nublado y triste que parecía estar el cielo aquella mañana.

—¿Baek? ¿Me estás escuchando? —le llegó la voz de Chanyeol tras un rato, y el chico murmuró una respuesta afirmativa genérica y siguió tecleando. La parte de él que seguía en el mundo real, más allá de las ventanas de mensajes privados con fondo rosa chillón de Twinkle, creyó sentir los ojos de su mejor amigo clavados en su nuca, pero Chanyeol no dijo nada y él tenía mejores cosas que hacer que darle explicaciones.

Quien no se quedó callado, sin embargo, fue Jongdae.

—Vas a quedarte bizco si sigues mirando la pantalla del móvil con tanta intensidad —anunció en tono solemne un día a la hora de la comida, haciendo que Kyungsoo lo mirara como si se hubiera vuelto loco de remate—. ¿A quién estás escribiendo, de todas formas? ¿Te ha hecho caso Romeo?

Baekhyun había pretendido mantener aquel asunto en relativo secreto para sus amigos durante un poco más de tiempo – no quería tener que escuchar a Jongdae reírse y ver la cara de Kyungsoo mientras le decía que ya se lo advirtió si todo acababa en fiasco – pero fue su propio rostro el que lo traicionó, adoptando una expresión en algún punto entre la sorpresa y la timidez cuando escuchó aquel nombre. El gesto duró solamente un segundo, y otra persona menos avispada tal vez no lo habría visto, pero Jongdae abrió mucho los ojos y casi dejó caer los palillos que sujetaba entre los dedos.

¡No! Byun Baekhyun, ¿la persona con la que llevas escribiéndote dos semanas es Romeo? ¿El mismo Romeo al que yo le escribí el piropo más terrible de la historia desde tu cuenta de Twinkle?

—Al fin has admitido que el piropo era horroroso, veo.

—Era terrorífico, pero esa no es la cuestión —Jongdae sacudió la cabeza—. Llevo dos semanas viéndote reírte como una colegiala mientras le mandas mensajitos a un desconocido. ¿Me estás diciendo que ese desconocido es, digamos, el atractivo extraño con quien yo te puse en contacto?

—Puede.

—No me lo puedo creer. ¿Y cómo es? ¿Habéis quedado?

Por primera vez desde que había llegado a la universidad aquella mañana, Baekhyun bloqueó el móvil y se lo guardó en el bolsillo. Estaba comenzando a sentirse sonreír como un idiota y, por una vez, decidió dejarse llevar y ser sincero.

—No sé… Hablamos muchísimo. Creo que no había tenido tanta confianza con alguien en mucho tiempo —admitió—. Uhm, es… No sólo es que parezca guapo y normal, sino que tenemos mucho en común. Hacía tiempo que no me sentía tan cómodo hablando con alguien. Es como si estuviese dispuestísimo a escuchar todo lo que le digo.

Kyungsoo lo miró durante unos segundos con unos ojos muy negros.

—¿Tiene tu edad? ¿Qué es lo que estudia?

—Literatura —respondió Baekhyun, sintiendo que la sonrisa se le agrandaba, casi partiéndole la cara en dos—. Me ha dicho que es admirador de Shakespeare, y que de ahí viene todo eso de Romeo. ¿No es genial? A lo mejor incluso escribe libros en su tiempo libre.

—¿No te ha dicho cómo se llama de verdad?

Baekhyun parpadeó. No es que a él se le hubiera ocurrido preguntarlo, pero ahora que Kyungsoo lo decía...

—¿Es importante? —murmuró—. Me gusta eso de que se haga llamar Romeo. Le da un toque de misterio.

—Esperemos que el tal Romeo no sea un maníaco sexual. A lo mejor tiene un bote de cloroformo y un bate en su casa y los llama Hamlet y Otelo.

Kyungsoo.

—Alguien tiene que ser la cabeza pensante en este grupo, Baekhyun, y no veo a dónde te lleva pasarte las mañanas enamoriscado de un señor de una página de contactos al que ni siquiera conoces.

Baekhyun hizo un mohín.

—Te he dicho que hemos conectado —murmuró. Él normalmente era sociable, pero no solía conectar tan bien con la gente a nivel emocional. Le había pasado en pocas ocasiones, la más clara de ellas con cierto idiota alto como un poste de teléfonos que nunca había correspondido sus sentimientos, y Baekhyun no era tan tonto como para desaprovechar así una nueva oportunidad de tener algo cuando se le presentaba—. Además, todavía no nos hemos visto, pero puede que eso se solucione pronto. Romeo me ha dicho que quiere quedar conmigo.

Si el chico había pensado que aquello iba a mejorar la opinión de Kyungsoo sobre la trayectoria que estaba llevando su vida amorosa, estaba muy equivocado, porque su amigo resopló.

—¿De verdad vas a quedar con ese tío?

Baekhyun comenzó a buscar el móvil en su bolsillo, decidiendo a aislarse de todo y de todos y volver al maravilloso mundo de Twinkle pero, si creía que la situación no podía empeorar, se había vuelto a confundir.

—¿Baekhyun va a quedar con un tío? ¿Con quién, ahora? ¿Con otro pescador profesional de truchas?

El interpelado levantó la cabeza de su teléfono móvil justo a tiempo para ver a Chanyeol dejarse caer en el asiento frente al suyo, haciendo equilibrios con su bandeja de la comida y mirándolo con las cejas alzadas en cuanto hubo logrado sentarse sin tirar nada encima de nadie.

—No es un “tío” cualquiera, es una persona muy normal —replicó Baekhyun, que no sabía muy bien qué había hecho para merecer aquello—. Y yo nunca he quedado con un pescador profesional de truchas, Chanyeol, simplemente con un individuo al que le gustaba la pesca como práctica deportiva.

Chanyeol le dedicó una sonrisa tan centelleante que hacía daño a la vista, y el chico no supo si bajar la vista o hacerle tragarse su móvil.

—Igual da, igual da. ¿Con quién vas a quedar?

Si, en un principio, Baekhyun había considerado que el que sus amigos – siendo esos amigos Kyungsoo y Jongdae – se enteraran de todo su asunto con Romeo antes de tiempo podía ser muy malo, ni siquiera se había parado a pensar qué era lo que podía pasar si el que lo hacía era Chanyeol. Todas sus alarmas internas saltaron al mismo tiempo, y el chico se encontró frunciendo el ceño y mirando a su mejor amigo con los brazos cruzados.

—¿Qué mas te da? —murmuró—. Te ríes de toda la gente con la que quedo.

Chanyeol se encogió de hombros.

—Porque no pegan contigo. Son todos idiotas.

Jongdae, sentado al lado de Baekhyun, arqueó una ceja en un gesto que probablemente él mismo encontrara muy interesante y escogió aquel mismo instante para intervenir.

—Este por lo menos es guapo. Baek tiene una foto en el móvil.

—¿Qué? Eso no es… —Baekhyun comenzó a protestar pero, antes de poder evitarlo, Jongdae le había quitado el móvil que sostenía entre los dedos (otra vez) y estaba hurgando en la galería—. ¿Qué haces con eso? ¡Dámelo, ¿quieres?!

—Calma, Baek, calma —murmuró Jongdae, agachándose para esquivar las manos de su amigo y pasándole el móvil a Chanyeol por encima de la mesa. Las alarmas internas de Baekhyun, si es que en algún momento se habían calmado, volvieron a dispararse: era perfectamente normal que dos mejores amigos se sacaran fotografías juntos, pero en la galería del teléfono de Baekhyun (especialmente entre las fotos más antiguas) había muchas imágenes de Chanyeol, alguna puede que incluso bajada de su perfil de Facebook. Lo último que le faltaba al chico era que a su amigo se le ocurriese pulsar algún botón por error y llegara a enterarse de hasta qué punto había estado estúpidamente atontado con él su mejor amigo hasta hacía apenas un año—. ¿Qué te parece, Yeol? ¿A que es bastante decente?

Chanyeol observó la pantalla del móvil durante unos segundos con la expresión en blanco. Por suerte, no pulsó ningún botón.

—Es… cierto, es guapo —murmuró tras un rato—. ¿De dónde lo habéis sacado?

Jongdae abrió la boca para responder, momento que aprovechó Baekhyun para inclinarse sobre la mesa y recuperar su móvil, tratando de quitárselo a Chanyeol sin que cayera en su plato de sopa. El otro chico lo miró extrañado ante lo repentino y brusco de su gesto, pero Baekhyun no le dejó tiempo a decir nada.

—¿Qué más da de donde lo haya sacado? —gruñó, tal vez un poco más cortante de lo habitual—. No es importante.

Esta vez, Chanyeol sí que lo miró como si no acabase de entender a qué venía su actitud, y Baekhyun se sintió mal por un momento. Iba a hablar, pero Kyungsoo chasqueó la lengua.

—No se lo tengas en cuenta. Está a la defensiva porque este idiota en concreto parece gustarle más de lo normal. Sólo hay que ver la cantidad de horas al día que pasa escribiéndose con él por teléfono.

—¡Eso no es verdad! —comenzó a replicar Baekhyun. Luego se dio cuenta de que seguía teniendo el móvil en la mano, desbloqueado, y decidió que estaba mejor callado. Chanyeol, no obstante, ahogó una exclamación, tan suave que el chico dudó haberla oído siquiera y, cuando Baekhyun se giró hacia él, lo estaba mirando con los ojos muy abiertos.

—¿La persona con la que llevas semanas hablando cuando venimos juntos a la universidad es ese tío? —preguntó, parpadeando. Cuando Baekhyun, tras un instante de duda, asintió, creyó escuchar a su amigo hacer una especie de ruidito, entre un quejido y un suspiro, pero, para cuando lo miró, Chanyeol ya estaba desenvolviendo el sándwich que se había traído junto a la sopa—. ¿Por qué no me lo habías dicho?

La pregunta había sonado perfectamente informal, y Baekhyun permaneció donde estaba, con las manos enlazadas al frente sobre la superficie de madera verde de la mesa del comedor y la vista lo suficientemente baja como para solamente ver a Jongdae metiéndose arroz compulsivamente en la boca.

—¿Decirte el qué? —murmuró.

—Que te gustaba alguien.

—¿Se supone que lo hago alguna vez?

Al otro lado de la mesa, Kyungsoo soltó la versión en miniatura y voz baja de un bufido exasperado, y Baekhyun levantó la cabeza justo a tiempo para ver a Chanyeol mirándolo con una expresión entre la confusión y algo que parecía casi, ¿qué? ¿Decepción? ¿Resignación?

—No, no lo haces nunca —murmuró. A Baekhyun le hubiera gustado decir algo, pero su amigo bajó la cabeza y volvió a concentrarse en la comida, pasando a preguntarle a Jongdae algo sobre un videojuego al que aparentemente jugaban los dos, y el chico se quedó con la palabra en los labios.

--

Tan pronto como llegó a casa aquel día, Baekhyun llenó de té la taza más grande que pudo encontrar y se encerró en su habitación, llevándose el portátil a la cama y enterrándose bajo el edredón a chatear.

Romeo, como siempre, estaba conectado, y el chico no se paró ni un segundo a pensar antes de abrir una nueva ventana y saludarlo. Su conversación siguió el rumbo de siempre, centrándose en todo y en nada, en lo que Baekhyun había hecho aquel día en clase, en la especie de fase por la que estaba pasando su madre, en la que solamente compraba comida orgánica, y en el nuevo trabajo de su hermano pero, por alguna razón, el chico estaba más cansado que animado, y en menos de una hora ya estaba disculpándose y redactando su mensaje de despedida por aquel día.

“¿Qué te ocurre?” le llegó la respuesta de Romeo, con un pitido, a su buzón de entrada “Nunca te desconectas tan pronto”

“Estoy preocupado” explicó Baekhyun, sin saber muy bien cómo expresar lo que quería decir. Si cerraba los ojos, recordaba de modo casi involuntario la manera en la que Chanyeol lo había mirado durante aquel instante en la universidad, y no sabía muy bien qué pensar “Hay ciertas cosas que, al parecer, mi mejor amigo quiere que le cuente” escribió, mordiéndose el labio “Pero yo no quiero”

Romeo, como siempre, apenas tardó nada en responder.

“¿Te ha insistido mucho?” preguntó, y Baekhyun rozó el teclado con los dedos, mordiéndose el labio.

“No” respondió al final, “pero parecía herido. Creo”

“Tú no tienes la culpa si os estáis distanciando. Deberías dejarlo ir”

El mensaje apareció claro sobre la pantalla, uno de otros tantos en las salas de chat de Twinkle, pero, esta vez, Baekhyun lo observó con los ojos muy abiertos, como si no estuviese muy seguro de que aquellas letras estuvieran allí, parpadeando en su pantalla.

“No nos estamos distanciando” comenzó a escribir, pero no tardó mucho en borrar las letras, una a una, hasta dejar la ventana en blanco.

“¿Nos estamos distanciando?” pensó, recordando cómo, un par de años atrás, Chanyeol solía llamarlo a media noche para hablar de todo y de nada, y cómo ahora era el mismo Baekhyun quien le decía que no tenía tiempo y lo observaba marcharse con su novia una vez llegaban al campus “¿Es culpa mía?” se dijo “¿O la culpa es de él?”

Baekhyun, a aquellas alturas, no lo sabía, y no estaba seguro de querer adivinarlo. Ni siquiera estaba convencido de poder hacer algo al respecto aunque, por vez primera, cerró la ventana de chat de Twinkle, puso el ordenador en modo espera y se quedó, en absoluto silencio, tumbado sobre la cama y viendo cómo las volutas de humo de su taza de té parecían desaparecer al llegar al techo.

--

El martes siguiente fue el primer día en el que su profesor de historia de la música, que por regla general solía estar siempre bastante harto de él como persona (y Baekhyun no entendía por qué, honestamente, si él sólo se había reído de su estúpido peluquín durante el primer año de universidad y eso ya había pasado hacía mucho), lo echó de clase por estar “demasiado pendiente de su teléfono móvil en lugar de atender a lo que tiene usted que atender”.

En condiciones normales, Baekhyun habría intentado poner carita de pena y rogarle al profesor de turno que lo dejara quedarse si prometía que aquello no volvería a ocurrir, pero esperar piedad de aquel hombre parecía imposible, así que Baekhyun había recogido sus cosas y había salido del aula. Antes de que lo echaran, había estado inmerso en una conversación vía chat sobre series de televisión con Romeo, así que lo que optó por hacer fue salir de la facultad de música y cruzar el campus hasta el área de descanso de periodismo, que tenía los sofás más mullidos y las mejores máquinas de café de toda la universidad.

Apenas hubo abierto la puerta, sin embargo, se percató de que no estaba solo, y deseó que la tierra se lo tragara. Estaba seguro de que ni queriéndolo a propósito hubiera podido ir a parar a un lugar menos oportuno, con una escena que le hubiese gustado ver menos que aquella.

Había dos personas dentro de la sala sí: dos personas a las que Baekhyun reconocía. La primera de ellas, todo él flequillo rojizo cayéndole sobre la frente y expresión compungida en la cara era Chanyeol, con la cabeza inclinada hacia delante y el cuerpo apoyado sobre la máquina de café de una manera tan natural que hizo que a Baekhyun se le quedara la garganta seca al mirarlo. La segunda, con su falda de pata de gallo, su jersey de cuello alto y su pelo oscuro recogido en un moño en la parte superior de la cabeza era la novia de su mejor amigo que, a pesar de ser menuda y llegarle apenas a la altura de la barbilla, estaba mirándolo como si estuviera a punto de cruzarle la cara de una bofetada de un momento a otro.

—¿Por qué es siempre lo mismo? —le estaba diciendo—. ¿Por qué pase lo que pase no podemos centrarnos en nosotros mismos sin que tú acabes hablando siempre de…?

Chanyeol esbozó una sonrisa de disculpa y se separó de la máquina de cafés, dando un paso hacia ella con una mano extendida, como si pretendiera sujetarla por el hombro, abrazarla o algo parecido, pero la chica retrocedió, y el sonido del tacón de uno de sus zapatos al chocar contra los azulejos del suelo pareció reverberar en la sala.

—Eh, escucha… —empezó Chanyeol, pero ella negó con la cabeza.

—No, Channie, no. Es siempre lo mismo. Y ahora se está acercando mi cumpleaños y tú ni siquiera puedes…

Baekhyun creyó que ya había escuchado bastante, así que optó por dar media vuelta y tratar de escabullirse sin que ninguno de los dos lo viera. Girando sobre sí mismo, envolvió los dedos en torno al picaporte y presionó hacia abajo, empujando la puerta tan pronto como sintió al pestillo ceder. Sonriendo, el chico pensó que ya estaba a salvo. Con lo que no contaba fue con el chirrido estridente que se desprendió de los malditos goznes que, obviamente, el bedel de había olvidado de engrasar, y que por algún motivo, no habían sonado cuando había entrado.

Habría sido mejor de ser así. Por lo menos, no habría parecido que los había estado espiando y que ahora estaba tratando de huir sin que lo vieran. Porque, definitivamente, eso no era lo que estaba pasando allí.

Todo era un horrible malentendido.

—¿Baekhyun?

La voz de Chanyeol, pronunciando su nombre con aquella voz tan grave, bastó para que al chico se le erizaran los pelos de la nuca, para que soltara el picaporte y girara sobre sí mismo hasta quedar de espaldas a la puerta y de frente a su mejor amigo y su novia. El primero parecía tan absurdamente confuso por verlo allí que Baekhyun sintió ganas de sonreír y revolverle el pelo. La chica a su lado, sin embargo, parecía un tanto más escéptica.

—¿Qué haces tú aquí? ¿Te ha llamado Channie? —preguntó. Baekhyun la miró sin entender.

—Me han echado de clase y quería un sillón y un café.

—Estupendo —la novia de su amigo resopló y apretó la carpeta de apuntes contra su pecho. Tenía el ceño fruncido y los labios apretados y, por un instante, Baekhyun creyó que parecía a punto de echarse a llorar—. Quédate con él, entonces. Yo sí que tengo una clase a la que ir.

Chanyeol, aún quieto junto a la máquina de cafés, separó los labios para decir algo, quizás para disculparse por lo que quisiera que hubiese hecho para que discutieran, pero la chica no le dejó tiempo y cruzó la habitación casi corriendo, mirando a Baekhyun por el rabillo del ojo antes de abrir la puerta y salir, dejándolos solos. Baekhyun nunca había tenido mucha relación con ella – tendía a desapuntarse de todos los planes en los que Chanyeol pudiera aparecer con alguien con el que tuviera o pudiera tener una relación romántica, al igual que siempre, últimamente, declinaba los planes en los que estaban solo los dos – pero, aún así, se preguntó qué le pasaría, qué era lo que estaba ocurriendo allí.

—¿Estás bien? —preguntó, no obstante, en alto, entornando los ojos y acercándose a Chanyeol, que seguía callado y de pie junto a la máquina de cafés que él había venido a usar. Baekhyun había tomado la decisión tiempo atrás de no inmiscuirse en la vida amorosa de su mejor amigo, pero la afirmación de Romeo en el chat de Twinkle, el “os estáis distanciando” parpadeando con letras brillantes en la pantalla de su ordenador, bastó para que el chico tragara saliva y se atreviera a preguntar, a pesar de todo—. ¿Habéis discutido?

—Discutimos bastante últimamente —Chanyeol lo miró un instante antes de responder, con las cejas alzadas y los labios entreabiertos, pero finalmente respondió—. Es lo que acaba pasando siempre.

—Creí que con ella te iba mejor —murmuró Baekhyun. En teoría, había venido a la sala común de periodismo a tomar un café, así que trató de buscar calderilla en el bolsillo de sus vaqueros.
s tenido ya con que te hayan echado de clase como para encima tener que aguantar discusiones que no te interesan.a tener una rel
—Está enfadada —Chanyeol se encogió de hombros y, tras observarlo pelearse con su dinero suelto, le tendió una moneda reluciente, con un aire casi de disculpa. Baekhyun la aceptó prácticamente a regañadientes, maldiciéndose a sí mismo cuando su corazón se aceleró poco, muy poco, cuando los dedos de su mejor amigo rozaron los suyos—. Siento que hayas tenido que ver eso —el otro chico sonrió, convirtiéndose en una versión un tanto más avergonzada del Chanyeol de siempre, ajeno a su lucha interior—. Bastante habrás tenido ya con que te hayan echado de clase como para encima tener que aguantar discusiones que no te interesan.

El olor del café de máquina comenzó a llenar la sala tan pronto como Baekhyun elegía el capuchino en la lista de opciones disponibles. Sin pensarlo, comenzó a pulsar el botón que seleccionaba el nivel de azúcar una vez tras otra, hasta que el contador llegó al máximo.

—No es problema —murmuró, conteniendo una sonrisa mientras escuchaba a Chanyeol sentarse con un suspiro en uno de los sillones que bordeaban la habitación—. Tenía historia de la música con el señor Choi. Ya sabes cómo me odia desde que lo vi correr detrás de su peluquín cuando se lo llevó el viento hace dos años.

—Te odia porque te estuviste riendo de él cada vez que te os cruzabais en los pasillos durante seis meses, Baek.

Nos reíamos. Los dos. Tú y yo.

—Lástima que solamente enseñe en la facultad de Música y no en la de Tecnologías de la Información, ¿eh? —Chanyeol se rió, y Baekhyun sacudió la cabeza porque su mejor amigo era idiota.

—Se supone que los profesores raros deberían estar en Tecnologías de la Información y no en Música. ¿Por qué tiene que ser al revés? —el chico recogió el vaso de papel de la máquina cuando ésta pitó para indicarle que su bebida estaba lista, tratando de no quemarse los dedos en el intento—. ¿Quieres un café, por cierto?

Chanyeol negó con la cabeza y una sonrisa en los labios, así que Baekhyun no tuvo más remedio que sentarse con cuidado en el sillón junto a él, soplando sobre su bebida para no quemarse cuando se la llevó a los labios. Tras dar un sorbo, maldiciendo eternamente a quien se le hubiera ocurrido que servir el café a temperatura de magma infernal era buena idea, alzó los ojos a tiempo para encontrarse a Chanyeol observándolo con el codo apoyado en el reposabrazos de su sillón y el rastro de una sonrisa casi imperceptible en los labios.

—¿Qué? —murmuró, alzando una ceja, y Chanyeol dio un respingo sobre su silla.

—Estaba pensando que… ¿Por qué te han echado de clase? —le preguntó tras tragar saliva. Baekhyun recordó su conversación inacabada sobre series y pensó que la continuaría luego, ya que Romeo parecía estar siempre, siempre en línea, de todas formas.

—El señor Choi piensa que utilizo demasiado mi teléfono móvil en clase. Lo cual, por cierto, es absurdo —Baekhyun adoptó una expresión teatralmente ofendida y Chanyeol se rió, pero no tardó en mirarlo parpadeando y con los labios fruncidos, como si hubiera algo que acabara de recordar.

—¿Qué estabas haciendo con el móvil? —preguntó en voz baja—. ¿Escribir a ese tío otra vez?

Baekhyun empezó a pensar en qué excusa podía inventarse para cambiar de tema, pero recordó el mensaje de chat en Twinkle. Recordó que Chanyeol y él solían contárselo todo, y que tal vez hubieran dejado de hacerlo últimamente, sí, pero que su mejor amigo acababa de admitir, minutos atrás que solía discutir con la novia con la que le había ido tan bien los últimos meses, así que él tampoco estaba en la posición de guardar secretos, después de todo. No si quería ser justo.

—No lo llames “ese tío”, Chanyeol —acabó gruñendo—. Es una persona y tiene un nombre.

Su amigo pareció repentinamente muy interesado.

—No me has dicho cuál es —comentó, inclinándose hacia él sobre el reposabrazos, y ese fue el momento en el que Baekhyun se dio cuenta de hasta qué punto había metido la pata. A aquellas alturas, Chanyeol no iba a dejarlo escaquearse sin una respuesta, y el problema con aquello era que, a pesar de lo que le había dicho, Baekhyun seguía sin tener un nombre que darle.

—¿Para qué necesitas saber cómo se llama? —protestó débilmente.

—Tú me has dicho que lo llame por su nombre, ¿no? Ahora mismo, además.

—No pretendía ser literal.

—¿Y entonces cómo pretendes que lo llame?

—No lo sé, pero yo no lo llamo “tío”.

—¿Y cómo lo llamas tú?

—Romeo, claro.

Baekhyun, obviamente, no había pretendido decir aquello, y cuando sintió las palabras escapársele de entre los labios se llevo una mano a la boca, como si aquello pudiera hacer algo para arreglarlo. Chanyeol, todavía en el sillón junto al suyo, lo observó con una expresión tan pasmada que el chico se sintió tentado a sacudir una mano frente a su cara por ver si era capaz de verla. Después, y sin previo aviso, comenzó a reírse a carcajadas, dando palmadas y enterrando el rostro en las rodillas.

—¿Romeo? —repitió—. ¿Lo llamas Romeo? ¿Y eso en qué te convierte a ti, en Julieta? ¿También hablas con él desde lo alto de un balcón?

Baekhyun sintió el súbito impulso de tirarle a Chanyeol el café a la cara.

—Park Chanyeol, ¿eres idiota o qué te pasa?

¡Oh, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú, Romeo?

—¿Te importaría dejar de citar a Shakespeare? —Baekhyun decidió que lo mejor que podía hacer era beberse el café de un trago y confesar del todo. Teniendo en cuenta la manera en la que Chanyeol lo estaba mirando, con una sonrisita estúpidamente divertida en los labios y los ojos negros muy brillantes, su mejor amigo se pasaría haciendo chistes de Romeo y Julieta durante toda la eternidad si no le explicaba por qué lo llamaba así, así que lo único que le quedaba a aquellas alturas era echarle valor y confesar, por muy ridículo que fuera todo aquello—. Lo llamo Romeo, Yeol, porque no sé cómo se llama de verdad, no por ninguna clase de fetiche raro. Nos conocimos por internet, en Twinkle.com. Es por ahí por donde hablamos normalmente.

La sonrisa que aún adornaba los labios de su amigo – de un modo bastante adorable, todo había que decirlo – desapareció, pasando a ser sustituida por una expresión que Baekhyun solamente hubiera podido definir como extraña.

—¿Twinkle.com? ¿No es esa la página para buscar novio que siempre anuncian por Youtube? —murmuró—. ¿”El portal de contactos gay más centelleante de la galaxia” o algo así? ¿Ese que se supone que es para solteros exigentes?

Baekhyun asintió.

—El mismo, aunque creo que lo de la exigencia para solteros está un tanto sobrevalorado. Es decir, mírame, he quedado con más de treinta personas estos meses y, salvo Romeo, no ha habido uno que fuera medianamente normal ni aceptable.

El chico había empezado a reírse (de sí mismo) tratando de suavizar el instante en el que llegara el golpe a su autoestima y Chanyeol se cayese del sillón de tanto reírse de él pero, sorprendentemente, aquel momento nunca llegó. En lugar de ello, Chanyeol lo miró con el ceño tan fruncido que las cejas parecieron juntársele sobre la nariz y un brillo de incredulidad en los ojos. Parecía estar procesando todavía lo que Baekhyun había dicho, como si todo aquello le viniera grande, y, cuando lo habló, lo hizo con un tono de voz tan receloso que el chico no supo qué pensar.

—¿Me estás diciendo que toda esa gente con la que has quedado ha salido de una página de contactos? —repitió, y Baekhyun se sintió más estúpido de lo que se había sentido nunca—. ¿Qué  te has hecho un perfil en una página de contactos? Baek…

—Fue idea de Jongdae, pero sí —admitió. Chanyeol sacudió la cabeza y se levantó, y el chico lo siguió con los ojos. De repente, sintió la acuciante necesidad de explicarse, de contarle a Chanyeol que aquello no estaba tan mal, y de que él lo reconociera, lo aprobara, aunque su mejor amigo parecía cualquier cosa menos satisfecho—. No es para tanto.

—¿Estás quedando con gente usando una página de internet y dices que no es para tanto? —repitió—. ¿Por qué?

Baekhyun dejó su taza de café a un lado y se levantó, todavía estupefacto. Chanyeol ya era lo suficientemente alto por su cuenta como para darle, además, el privilegio de tener que mirar tanto hacia arriba cuando uno de ellos estaba de pie y el otro sentado, especialmente cuando su amigo parecía enfadado y él no sabía por qué.

—Me parece un buen método para conocer gente —intentó explicar, pero Chanyeol negó con la cabeza.

—Estudio informática, Baek, y me paso media vida metido en internet. Esos sitios… La gente se ríe de esos sitios. Dicen que sólo hay idiotas y desesperados. No entiendo por qué…

Baekhyun metió las manos en los bolsillos de la sudadera para tratar de ocultar que le estaban temblando. Por supuesto que Chanyeol no entendía; él ya había adivinado que no lo haría. Había creído estar preparado, por tanto, para una reacción negativa, para risas, bromas a su costa y palmadas en la espalda, pero no para incredulidad, ni confusión, ni frases que insinuaban que Baekhyun estaba desesperado cuando Chanyeol nunca, en toda su vida, podría imaginar lo difícil que era tratar de superar un amor no correspondido por tu mejor amigo.

—Podías alegrarte de que haya conocido a alguien —le espetó, y Chanyeol retrocedió un paso ante lo cortante de (y muy probablemente herida) que había sonado su voz—. Sé que no todos tenemos tu éxito personal, pero…

—¡No! —Chanyeol pareció verdaderamente consternado al replicar y se acercó a él un paso, mirándolo con los ojos muy abiertos—. ¡No es eso! Yo… Lo único que ocurre es que no creo que necesites una página así para nada. Mírate, eres…

—¿Qué, Chanyeol? —Baekhyun dejó escapar el aire de los pulmones, muy harto, y alzó la cabeza para mirar al otro chico a la cara. Definitivamente, no estaba de humor para aquello.

—Mi mejor amigo.

La carcajada ahogada que se escapó de entre sus labios tomó forma antes de que Baekhyun pudiera esforzarse por cerrar la boca. Era estúpido, todo aquello. La forma en la que Chanyeol no parecía enterarse de nada. La forma en la que, por mucho que se convenciera de que él ya había superado aquella fase, bastaba que aquel idiota se acercase a él más de lo debido, como ahora, para que la respiración se le acelerara y el corazón le doliera como si quisiera parar de latir.

—¿Qué tiene que ver eso con nada? —murmuró, apoyándole una mano en el pecho con aire distraído, principalmente para hacerlo apartarse y recuperar su espacio, y sintiendo cómo el cuerpo de su amigo se tensaba bajo sus dedos. Casi involuntariamente, el chico suspiró—. Voy a quedar con él, Chanyeol.

—¿Con Romeo?

—Con el mismo.

Durante un momento, pareció que su amigo fuera a decir algo, pero, finalmente asintió y se apartó, extraordinariamente silencioso para lo que era Park Chanyeol habitualmente.

—Haz lo que te parezca mejor —murmuró—. Pero ten cuidado. Ni siquiera sabes quién es.

Baekhyun no supo por qué, pero no encontró las palabras para responder a aquello.

Notas finales:

¡Eso ha sido todo por ahora!

La segunda actualización (y parte final) llegará lo antes posible, no sé si antes o después de que actualice Reminiscencia :'D

De momento, espero vuestros comentarios y vuestro amor! ^__^

Mientras tanto, aquí tenéis mi ask para cualquier pregunta relacionada con mis fics y demases: http://ask.fm/Rust_and_stardust

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Read & Review, y mucho amor.

¡Nos leemos!


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