Lee SungMin era un chico muy diferente a las demás, como él se decía así mismo “Único, original y anormal en su normalidad”. Decía siempre lo que sentía y hacia lo que pensaba. Luchaba por lo que quería, sin importar los demás, siempre conseguía lo que quería a pesar de que no fuera lo correcto. Era solitario, por eso no tenía amigos ni familiares ‘cercanos’. En cuestión del amor, no lo consideraba real, no creía en el amor, y odiaba la idea de decir qué era para el amor.
Desde los 16 años se había ido de su casa, dejando a su familia. Días antes de su cumpleaños, en la ciudad donde ella vivía, había terminado sus estudios, algo que disfrutaba mucho hacer. Desde muy joven se propuso a algo, cumplir sus metas y nunca darse por vencido, sin importar lo que los demás dijeran.
Era delgado, de altura media, piel blanca. Sus ojos tenían una clave para poder perforarlos y saber que decían, eran de color café profundo, muy especiales; su cabello lacio y negro azabache hacían resaltar ese tono blanquizco, lo cual lo hacía realmente llamativo. Su estilo, lo consideraba ‘propio’, a veces era muy gótico o a veces hasta muy de colores claros, siempre de él mismo.
Quizá no podía estar tan solitario como deseaba, ya que de algo tenía que subsistir, y eso era su gran pasión. La fotografía. Era lo que más disfrutaba hacer, más que nada, grabar momentos para siempre y recordarlos las veces que fuesen necesarios. Le gustaba mucho. También tenía un trabajo en un periódico, quizá no era el mejor allí pero también le gustaba mucho pues combinaba ambas pasiones, pasiones que lo ayudaban a vivir de una manera no tan mala.
Lamentablemente, todo eso cambiaría en un momento dado, como cualquier cosa en la vida.
Cho KyuHyun resultaba ser un chico muy especial en todo su contexto, le alegraba mucho tener fama y admiradoras fieles. Era cantante de una de las bandas más famosas de su país. Siempre quería sobresalir y acaparar las cámaras y a la gente que lo rodeaba.
A comparación de SungMin, a él le agradaba pasar tiempo con amigos y familia, y de vez en cuando relajarse el solo para poder escribir y expresarse como él quisiera. En cuestión de amor, él era tímido, tenía claro que el amor no se da de un momento para otro y que tenía que conocer a la persona antes de pensar enamorarse. Muchas veces famosas y admiradoras trataban de tener algo con el pero ninguna lograba que él quisiera estar con ellas. Ya eran tres años sin pareja pero eso a él no le importaba.
Físicamente, él era de una buena altura, si, alto, de piel blanca pálida, en un tono lechoso y muy hermoso. Sus ojos tenían color café y decían mucho de él, su cabello de color castaño lograba un gran contraste con la blancura y la luz que reflejaba su rostro, aquella sonrisa que muchas veces sacaba porque si, más sin embargo no tenía dueño aún.