Era una mañana de primavera, todo era perfecto, los pájaros comenzaban su lindo canto, la naturaleza estaba en calma… hasta que, a las 7:00 sonó el despertador de Alfred, no era un sonido para nada agradable, además le hacía pensar en que tendría que pasar otro día más en el instituto. Aun así el rubio se levantó y bajo al segundo piso por las destartaladas y viejas escaleras que comunicaban ambas plantas.
Tras desayunar su amado tazón de cereales y el revitalizante café se duchó y puso en orden sus cosas del instituto, cuando llegó la hora de partir tenia todo listo y arreglado, como todos los días. Se dirigió a la parada del autobús escolar la cual no se encontraba muy alejada de su casa, a la llegada del bus se subió a este saludando al conductor y a la profesora con un elegante y educado “buenos días”, se sentó en el primer sitio que vio libre, en el otro asiento estaba ocupado por un punk rubio con grandes cejas, le sonaba de algo pero no sabía de que.
El viaje transcurrió en silencio entre los dos chicos aun que intercambiaron algunas miradas profundas, como si uno de ellos quisiera ver el alma del otro… cada vez que el chico le miraba Alfred se ruborizaba un poco, no sabía como reaccionar, además ese chico era bastante atractivo, y su forma de vestir no hacían nada mas que mejorar su apariencia.
Llegaron al instituto y cada uno se fue por su lado, seguramente no se volverían a encontrar más que en los pasillos de ese edificio al que muchos estudiantes odiaban, una vez tocó la irritante campana que les obligaba a entrar en clase todo se había calmado, los pasillos se vaciaban por momentos y el bullicio desaparecía según se acercaban los profesores, pero de lo que no se dieron cuenta estos chicos es de que en la clase de historia estaban juntos, en la misma clase, a unos pupitres de distancia, este fue el pensamiento que puso nervioso al punk, dado que a él también le había llamado la atención aquel adolescente con aires de grandeza que se había sentado en el bus con él.
La llegada de su viejo profesor no fue muy aclamada por los presentes, todo el ruido que se había formado por el encuentro de amigos, la peleas entre los chicos y demás sonidos habituales en una clase como esa se había vuelto un silencio sepulcral en cuestión de segundos.
-Buenos días alumnos –comenzó en profesor- tengo buenas noticias para vosotros, he decidido evaluaros de diferente manera, me haréis un trabajo sobre algo que hallamos dado, este trabajo se realizara en parejas las cuales ya he elegido.
Los alumnos se quedaron atentos, ¿el profesor se había vuelto loco? Jamás les habían dado la oportunidad de aprobar tan fácilmente, mientras el profesor recitaba las parejas y los temas a tratar cada una de ellas resaltaron dos nombres
-Alfred F. Jones y Arthur Kirkland me tendréis que entregar el trabajo sobre la independencia de America.
El resto de la clase estuvo dedicada a explicar las condiciones del trabajo, cuando sonó el timbre para que se acabara la clase Arthur, el punk del autobús, se acercó al chico rubio que estaba rodeado de chicas las cuales le hacían saber lo frustradas que estaban por no poder hacer el trabajo con él, pero Alfred ahora mismo solo tenía ojos para Arthur.
-Alfred, después de clase vamos a mi casa y empezamos el trabajo- le ordenó el punk.
-De acuerdo… -contestó con miedo el otro.
Tras las clases los do chicos se encontraron en la puerta principal y ambos caminaron a la casa de Arthur quien, aunque no lo pareciera estaba algo nervioso, mientras que Alfred solo intento comenzar una conversación:
-Me gusta tu ropa… tiene estilo –empezó algo inseguro a lo cual el otro solo se río un poco por lo bajo y dio las gracias
-Es aquí –anunció Arthur cuando estaban a la puerta de su casa- siéntete como en casa.
Era una casa perfectamente decorada al más puro estilo inglés, ¿como podía vivir en un lugar así? no estaba muy acorde a su estilo, pasaron al salón donde Alfred esperó hasta que el otro adolescente se cambiara y preparara algo de té, como era de esperar e una casa con tal estilo. Mientras estaba sentado sacó su ordenador, el libro de historia y unas cuantas hojas, aunque su plan principal no era hacer el trabajo si no averiguar todo lo que pudiese sobre Arthur.
-Ya estoy aquí –señaló vestido con ropa menos ajustada el anfitrión.
Alfred no se esperaba ese cambio, se había puesto un chándal cortito, como esos que se ponen algunas chicas para ligar con deportistas, lo peor es que le quedaba muy bien, tenía unas piernas preciosas y el rubio no podía dejar de mirarlas, este gesto hizo que el otro se ruborizara e intentase tapar sus piernas cosa que Alfred no permitió, estaba empezando a notarse como entre los dos crecía la atracción, ¿Por qué Alfred se comportaba así? ¿Por qué Arthur no se lo impedía? en ese instante Alfred tuvo un impulso, cogió al rubio de la barbilla, suavemente, se acercó a sus labios y le besó, un beso humedo que el chico no pudo contener y acabó correspondiendole.
-¿por qué has hecho eso?- preguntó avergonzado Arthur mientras miraba a otro lado completamente rubirizado
-Porque me acabo de dar cuenta de que me gustas- respondió el otro sin dejar de mirarle a pesar de lo que estaba diciendo.