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-Casado con el mismo hombre- por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Hola.  Mil disculpas por no actualizar. La vez pasada se me borró el cap y bueno, entré a la escuela y la primera semana mil de tarea D: pero ya estoy de vuelta y quiero subir también un cap mañana. 

Hablando de este capítulo, quiero decir que es algo que siempre quise escribir ¿Saben? Es uno de mis favoritos. Esto lo vi en una de mis clases, la táctica y ese pedo de la motivación. A muchos no les importa, pueden leer este cap si quieren o no, es de reflexión y pueden sentirse identificados quizá. Si quieren leer este cap, entonces adelante, este cap no da avance de la historia, se podría decir que es algo que se necesitaba. 

 

Capítulo 18


“Vida”


El susto que Nicolás se llevó con la infección urinaria y con el asunto de los kilos que tenía de más, lo alarmaron. Estaba dispuesto a no comer pan en las madrugadas y alimentarse con cosas más sanas, estaba dispuesto a todo, pero le faltaba algo. Le faltaba un motivante para ya no pensar en lo malo y centrarse en lo actual. A ninguna persona le servía pensar en el futuro y crearse historias negativas de lo que quizá podría pasar si no se hacía aquello, o lo otro.  No se trataba de eso. Las situaciones se trataban en el tiempo indicado y si era actual, sería adjuntando al presente, al aquí y al ahora. Nicolás no debía preocuparse de lo malo, de lo anterior, ni mucho menos en el futuro.


Era verdad que las consecuencias negativas podían moderarse o evitarse, y ese trabajo se hacía en el presente, sin alarmarse ni aumentar el estrés. De nada servía estresarse por las cosas; porque gracias a la experiencia, las cosas podían transformarse y dominarse con conductas. ¿Qué se necesitaba para cambiar la actitud de una persona? El trabajo era duro y pensado, pero sí existía una solución y aunque fuera difícil, se podía. Todo se podía si los implicados querían y si el ambiente era dominado de tal manera para llevar a cabo el adiestramiento.


Kelle sentía el ambiente pesado, la preocupación, las caras largas, las pocas palabras, la poca alegría, el estrés puro. Y era normal. Toda persona podía pasar por cientos de emociones y sentimientos, todos, quizá unos con excepción por algo que los reprimía o por su vida estable y sin complicaciones, pero la normalidad se convertía en anormalidad cuando aquello que sentía Nicolás complicaba la relación amorosa, la social y la de los propios gemelos. Porque aunque los bebés todavía no nacieran, tenían contacto con la madre, en este caso con Noah, y sentían. Los bebés sentían cuando Nico no reía o se la pasaba todo el día mordiéndose las uñas, pensando y pensando en lo que vendría después de tal suceso u oportunidad.


Pero lo anormal no sólo podía ser anormal y ya, también podía empeorar, y Kelle ya había pasado por esa experiencia. La muerte de su marido la había deprimido al principio, en ese punto era normal, pero cuando no aceptaba su realidad y trataba de fingir que todo estaba bien, la anormalidad se multiplicó incluso por tres. Y había tardado mucho tiempo para aceptar que su esposo ya no estaba, sin importar si su muerte había sido natural o causada, o quizá un accidente que en esa ocasión no merecía. No importaba qué fuera, el hecho era aceptar que él ya no estaba,  acostumbrarse a su falta y a hacer las mismas actividades que antes hacían juntos. Y no era fácil, para mucha gente no era fácil dejar de extrañar a un ser querido, esposo, padre, hermano, hijo. Nadie dijo que fuese fácil, pero no se ganaba nada con no aceptarlo. No se ganaba nada con estar hundido en el mismo pozo y con miedo a que la profundidad fuera cambiando al paso del tiempo.


Por eso, Kelle cambió. No porque alguien le dijera, sino porque lo alcanzaba a ver a pesar de algunas veces no querer abrir los ojos. Veía que estaba haciendo mal, que  toda la solución estaba en sus manos y que no hacía nada por tomarla fuerte y sostenerse. Y no sabía por qué no podía agarrar fuertemente la solución, había algo que la detenía, y contra eso tuvo que luchar para poder trepar y salir del hoyo donde estaba ya a punto de enterrarse a sí misma.


Tratar de pensar positivamente, que su vida tenía sentido y que debía aprovecharla hasta el día de su muerte, era complicado. No podía proponerse cambiar cuando no tenía las armas para hacerlo, cuando no tenía a su familia y cuando todos la miraban raro. No había nadie y el único que había estado se había ido tan abruptamente que no le dio tiempo de sostenerse de alguien más. Era importante tener a alguien a su lado, era muy necesario para que le dijera que lo estaba haciendo bien, que continuara, que siguiera saliendo de sus problemas, pero no existía esa persona. Sin embargo, había alguien y ella ni siquiera se había dado cuenta. Ese alguien era ella y todos sus sueños.


¿Quién iba a realizar sus sueños si ella no estaba consciente? Y no había alguien que compartiera sus mismos sueños y proyectos, eran individuales,  no existía otra persona para que ejecutara esa misión. Sólo ella. No había alguien más que estuviera preparado para cumplir con todos sus cometidos. Y ante eso se levantó. Porque la vida era difícil y aunque fuera injusta algunas veces, tenía que enfrentarse.  Y Kelle no quería dejar de enfrentar sus problemas, ella no quería salir en un periódico que anunciara su muerte por un suicidio, ella no deseaba que se trasmitiera que había muerto por depresión y de manera instantánea. Lo que Kelle quería, era morir después de haber disfrutado tan siquiera un poquito, sin importar si alguien la mataba o si se resbalaba y se desnucaba. Al menos si se moría de la peor manera tendría su historial lleno de cosas divertidas e interesantes. Y eso era lo que le importaba. No le interesaba lo que dijeran de sus gustos, ni de su forma de hablar ni de que algunas veces se comportara como niña chiquita, mientras se sintiera bien con ella misma, todo lo demás salía sobrando.


Sin importar qué tan difícil era, lo logró, y ahora era adicta a la vida sin importar la edad. Soportaría de todo hasta que el cuerpo quedara hasta el tope y aunque su físico fuera perdiendo fuerza, se acostumbraba a cosas más calmadas, pero haciendo lo que le gustaba, sola o acompañada, en su casa o en la calle. Lo importante era aprovechar ahora y saber que todo tenía solución menos la muerte. Pero había algo de la muerte que sí tenía su lado positivo, y era que se había quedado en el pasado y quizá visto por muchas personas, que al menos la vida otorgada se había vivido cierto tiempo, sin importar que fuese horrible o buena, de igual modo se había vivido, y eso sólo quería decir que a pesar de todo, las personas que vivían eran afortunadas y luchonas. Muchas personas luchaban de diferentes formas, dejándose pisotear, riendo, llorando, enfermos… pero lo hacían y en su decisión estaba cambiar, su misión era encontrar la razón del por qué luchar y aprender, quizá tarde, pero aprender tan siquiera algo.


Y aunque la vida de toda la gente fuera difícil o diferente, igual seguía teniendo algo en común con la de cada uno, y el hecho era que su corazón latía y que la sangré fluía por sus venas. Después de la muerte de su esposo, Kelle había pensado que era diferente, pero estaba equivocada; ella era bastante semejante a otros que también perdían a sus seres queridos, e incluso era igual por el simple hecho de tener una casa, un baño y una cocina. Y ahora que miraba a Nicolás, se daba cuenta que era también semejante a él, y sentía que debía hacer intervención porque sabía lo que se sentía. El peor miedo de Nicolás era perder a sus hijos, y  Kelle ya había pasado algo similar con el suyo. Porque no sólo su esposo había muerto, también su hijo, el hijo que llevaba en el vientre. Y lo había perdido por las pocas ganas que tenía de vivir. Lo había perdido por el exceso de estrés y depresión.


Esa parte de su existencia había quedado marcada por el resto de su vida, pero por algo había pasado. Por algo el feto de tres meses se había destruido, secándose por la difícil situación. En aquel tiempo pensó y se culpó, pero no estaba en sus manos, ya nada estaba en sus manos y la mente le había jugado chueco, hace años no era ella, era otra persona que se había posesionado de sus emociones, de sus acciones, de todos sus pensamientos. La soledad y pensamientos negativos la habían manipulado y todos eran víctimas, todos podían alejarse del mundo real y transformarse en una persona que nunca pensaron ser. Pero la muerte de su hijo no requería de culparse o culpar a terceros. No era su culpa y le costó entenderlo, porque para eso tuvo que compararse con otras personas que vivían lo mismo, tuvo que entender que en la vida pasaba de todo y que sin importar lo que le pasara, seguía luchando, con o sin su familia.


Si su hijo moría, si su esposo moría, entonces su misión seguía siendo vivir, porque era un regalo, y ahora lo hacía. Luchaba y se motivaba con Nicolás porque si su hijo hubiera nacido sería sólo un poco mayor que él, y si la vida le había cruzado a Nicolás en el camino, era por algo. Y ese algo ya no era invisible, ese algo era ayudarlo con lo que ella sabía bien.  


Nicolás la necesitaba y Kelle lo necesitaba a él. Eso sólo significaba que a pesar de todo, no era tarde para seguir luchando. Y que aunque fuera una ‘vieja’ para unos tantos, seguía teniendo misiones que cumplir. Lo que le fue arrebatado antes, tenía un por qué, y entendió mucho más ahora que todo lo que le pasó  era necesario para poder cruzarse con Nicolás. Porque si su familia no estuviera muerta, lo más probable era que jamás se encontrara con Nicolás. Saber que Nico era intersexual y estaba embarazado, era un regalo porque a pesar de ser una casi desconocida, le habían dado la confianza, inclusive de convivir con la familia.


No necesitaba otra razón más para reiterarse que reconsiderar seguir viviendo había sido la mejor decisión de su vida. Estaba muy contenta por ser la indicada para apoyar a Nicolás. Y lo haría. A su manera lo haría. 


—¿Tomás también vino? —Nico pestañeó, saludando a los dos recién llegados. Kelle necesitaba traer a Tomás también, y necesitaba a Oliver, pero estaba a buena hora para recibirlo de igual forma.


—He traído un juego. —Kelle levantó un tablero de serpientes y escaleras.


—Sí, vamos a jugar. —Nicolás se dirigió a la sala para sentarse primero. Le pesaba demasiado caminar, su barriga era pesada. Seguido de él se sentó Kelle y para finalizar, Tomás.


Por un largo rato jugaron, perdiendo y ganando. El objetivo de Kelle era ser dinámica y no sentirse obvia para abordar los puntos que deseaba.  Nicolás perdió la mayoría de las veces y Tomás ganó la otra mayoría, Kelle fue la intermedia. A la décima jugada, Nicolás volvió a perder, cayendo en el lugar que lo obligaba a bajar hasta el inicio.


—¿Qué te ha pasado, Nico? ¿Los nenes te están robando la suerte? —Tomás sonrió, festejando su victoria.


Cuando Nicolás se quedó pensativo y Kelle lo observó perfectamente bien, supo que por los cotidianos comentarios sobre el embarazo podía comenzar a intervenir; Noah reflejaba todos sus malos pensamientos con una sola mirada o acción cuando sus bebés eran nombrados.


—No te metas con mis hijos —después de unos segundos, Nico bromeó, acariciándose la barriga.


—Pero si los bebés traen torta ¿no sabían? —Kelle comentó, mirando a los dos con insistencia —. Los bebés siempre traen mejores oportunidades y buena suerte, la prueba está en que la empresa de Oliver está creciendo el triple que el año pasado desde enero.


Asegurarse de comentar las cosas ‘positivas’ era muy efectivo, porque a pesar de todo, los bebés eran como angelitos.


—Eso es cierto. —Tomás razonó —. Iba bien, pero en enero el trabajo aumentó y las ganancias se multiplicaron.


Nicolás asintió.


—Y tu padre incluso va muy bien con su novia e incluso piensan casarse —continuó la mujer. Era cierto. Las buenas oportunidades venían porque a pesar de todo, los hijos eran como semillas que se esparcían por la tierra y florecían. No importaba si había problemas económicos para la mayoría de los padres, la felicidad podía más que cualquier momento.


El pelirrojo sonrió nerviosamente. Realmente no se había puesto a pensar en eso.


—Incluso yo me siento como una futura abuela —mencionó sinceramente.


—Y yo el tío, y Caroline la tía. No puedo esperar para conocerlos —canturreó el rubio.


—Ya falta poco, Nicolás ha pasado por mucho, y ya está casi en la recta final, no hay nada de qué preocuparse —Kelle continuó,  sonriendo y acariciando la barriga de Nico.


—Sí, ya falta poco. Estos meses han pasado muy rápido —aseguró Nicolás, mordiéndose el labio inferior.


—Exactamente, ya pronto celebramos tu baby shower y recibimos a las criaturas. En las últimas ecografías se les ve muy bien.


—Sus caritas se ven muy bien, pero siento que se van a parecer demasiado a Oliver —Tomás opinó, recapitulando que se había llevado a su casa una foto de la cara de ambos gemelos, ya que gracias a la tecnología, se podía ver su cuerpecito en crecimiento y todo indicaba que no traían malformaciones y que estaban sanos.


—Oliver es muy guapo, por supuesto que no tendré problema si se parecen totalmente a él —propinó el ojiazul.


Kelle asintió, Tomás se negó con la cabeza.


—Aunque tu genética viene muy fuerte, ya vez que eres idéntico a tu padre… pero en versión joven.


—Eso ya lo veremos cuando nazcan. Ya los quiero cargar y dar de comer —expuso Noah, bastante emocionado. Se le veía en la cara todo el entusiasmo y eso era bueno, pero faltaba reiterar ciertas cositas. Hacía falta motivación y alejar todos los pensamientos exagerados o malos que de vez en cuando le llegaban a Nico. Lo mejor de todo era que  Kelle tenía una idea.


—¿Yo también les puedo dar de comer? —La voz de Tomás llenó el lugar, haciendo sonreír y asentir a Nicolás.


—Se ven muy cercanos, ¿por qué no me cuentan un poco más de ustedes? —Ante la pregunta de Kelle, Nico se puso a pensar en algo para responder a eso.


—Pues nos salíamos de clases juntos —Nico empezó, sonriendo ante esos recuerdos interesantes —. Y es muy pervertido.


—¿Qué? ¡No! —Tomás se negó por lo último, luego se rió, recordando que era el que más le había insistido en ver porno homosexual antes de que contrajera matrimonio con Oliver.


—Bueno, entonces vamos a tener ese tipo de conversación, ya saben… describirnos unos a otros para saber cuánto nos conocemos —aplaudió, animando individualmente su idea.


—Sí, necesito saber qué tanto me conoce Nicolás. —Tomás lo apuntó con el dedo, poniendo el juego de serpientes y escaleras a un lado y mirando muy seriamente a su mejor amigo.


—Empieza tú, Tomás —declaró Kelle, guiándolos para que se miraran a los ojos mientras hablaban.


—Nicolás cumple años el primero de agosto y tiene pecas en las mejillas, hombros, espalda y nariz, quizá otras por ahí. Es pelirrojo natural, le encantaba fumar marihuana.


—Hey —Nico protestó, riéndose.


—Era un mujeriego  y tenía a una amiga con derechos que  le decían La Marce. Se juntaba con la chusma, pero siempre me prefirió a mí. Una maestra lo golpeó el mismo día que se enteró que se iba a casar, me pidió una lista de cosas que le regalaría a Caroline para idearse algo en su primer mes con Oliver. Me cuenta todo. Le gusta mucho la fresa, es alérgico al champiñón, reprobó cuatro materias el año pasado. Siempre, siempre discute con Oliver y yo soy su consejero. Antes no se llevaba bien con su padre y fui la primera persona que lo vio llorar. Me ayudó a sepultar a mi pez.


—Sí,  a Mauricio —aceptó Nico.


—Pobre Mauricio… —Se lamentó, Kelle abrió mucho los ojos.


—Y tú, Nico… ¿Qué tanto sabes de Tomás? —Persistió para que su objetivo se cumpliera o al menos fuera por el buen camino.


Tomás esperó ansioso.


—Cumple años un día después de mi aniversario de bodas, es un jodido pervertido, casi pierde al amor de su vida por una puta, ha llevado a mis gatos con su veterinario familiar, ama a Caroline, desea tener ocho hijos, es mayor que yo, es rubio natural, de chiquito le decían cabeza de melón, pensaba que China se encontraba detrás del árbol de su casa, no le gusta leer y se desespera fácilmente, pero a mí me aguanta todo. Cuando se pone ebrio me dice ‘princesa’, se tarda como media hora en el baño porque es estreñido y creo que lo más importante es que en sus festejos de cumpleaños siempre cuelga un calzón usado; es parte de su tradición.  —Al concluir, su amigo Tomás aplaudió, eso era lo básico y por lo pronto no hacía falta más.


Kelle rió, levantando la mano y apuntando el techo sabiamente.


—¿Qué es lo que admiras de Nicolás, Tomás? —Cuestionó.


El rubio sonrió enormemente.


—Su gran cambio. Su fortaleza para cargar con esa barriga y para soportar a Oliver cuando está molesto.  Pero lo que más admiro, es que se acepte tal y como es, sin importar su intersexualidad. Me gustaría ser en ese aspecto como él, porque no es fácil asimilar que quedaste embarazado de un día para otro, pero él lo ha hecho bien.


Los ojos de Nicolás se abrieron mucho; no se esperaba una respuesta así, tampoco la pregunta, pero se sentía lindo. Que alguien te admirara algo, era muy refrescante.  Al ver el semblante frondoso de Nico, Kelle supo que estaba funcionando.


La mayoría de las personas no se ponían a hablar de lo que admiraban de otras, porque generalmente lo que admiraban era lo que carecían, tal y como había dicho Tomás. Y era bueno escuchar que te admiraban algo, porque la gente se sentía más relajada y jodidamente motivada para no cambiar ese aspecto de su vida, porque si a otra gente le gustaba, eso significaba que era muy esencial. Lo más emotivo había sido que Tomás admiraba el estado actual de su mejor amigo y eso dio en el punto, clavándose hondo; si Nicolás pensó que nadie se fijaba en su estrés, estaba equivocado.


—¿Tú qué admiras de Tomás? —Esta vez interrogó al pelirrojo, quien ladeó la cabeza, haciendo brillar sus propios ojos y los de Tomás.


—Admiro mucho que esté abierto a varios temas  y que no juzgue a las personas. Tomás algunas veces se aterra cuando algo le sale mal, pero siempre encuentra la salida porque es insistente consigo mismo.


El rostro de Kelle se iluminó al ver que ambos amigos se abrazaban como hermanos en ese momento. Tomás y Nicolás eran sumamente cercanos y a pesar de que Nico era un vago, no cambiaba a su amigo Tomás por nada del mundo.


—¿Tú qué nos admiras? —Tronó Tomás, dirigiéndose a Kelle. Sólo faltaba ella y sabía perfectamente lo que diría.


—Te admiro a ti porque es muy cuidadoso y honesto. Cuidas lo que tienes y eres muy amable. Admiro que valores mucho la amistad.


—¿Y de Nico? ¿Qué admiras de él? —Siguió, mirando esta vez al pecoso.


Kelle fijó su vista en Noah y con una sonrisa simple y cargada de felicidad, contestó:


—Admiro a Nicolás porque piensa en todos, tanto, que algunas veces se presiona demasiado. Y sabiendas de eso, no se ha apagado, no se ha hundido, porque es difícil pasar por lo que está cursando ahora. Estoy sumamente admirada por su fuerza de voluntad para caer en la realidad, en su realidad, en que está esperando hijos y que aunque será una misión muy grande, se sienta listo para criar a alguien. A su edad es difícil, pero lo logrará porque si pudo salir de lo que había formado años antes, podrá ahora. Es fuerte y cada día aumentará. Lo admiro porque a pesar de tener dieciséis, piensa mejor que yo  cuando tenía su edad. Estoy muy orgullosa de ti —Concluyó con un amansamiento de cabeza.


Tomás se quedó mudo, mirando la escena. Nicolás se quedó en blanco, procesando la información anterior y dándose cuenta que Kelle había mencionado cosas que quizá no poseía a la perfección, pero que a pesar de eso, Kelle las notaba y también Tomás. Si sus dos amigos creían todo eso de él, era porque en realidad actuaba como debía hacer. Y aquello lo motivaba para seguir o perfeccionar su actitud, si sus amigos admiraban esos detalles, al escucharlos se reiteraba que debía seguir igual y mejorar para que la admiración quedara sellada de por vida.


Escuchar las cualidades motivaba a que siguieran efectuándose y reforzándose. Oír que las personas admiraban algo de ti, que ellos carecían y que tú poseías a reventar, animaba demasiado. Porque que hablaran bonito de tu persona, llegaba al corazón y tocaba el punto endeble, sacudiéndolo, y buscando que las ganas de seguir igual o mejorar, se desprendieran como fuegos artificiales.


—Oh, llegaste, Oliver. —Kelle aplaudió por lo bajo, invitándolo a sentarse. Nicolás inmediatamente se iluminó al ver a su esposo. Oliver era muy motivante también, al igual que Salomón. Quizá esa era la única diferencia entre Kelle y Nicolás; mientras ella nunca tuvo a nadie, el adolescente al menos contaba con gente que no lo dejaba solo y que hacía sus días inigualables —. ¿Qué es lo que admiras de Nicolás? —Inquirió, viendo cómo el empresario le acariciaba la espalda con la mano extendida.


El rostro de Yael pareció sorprendido, pero la mirada de Kelle le daba a entender que esa plática era sumamente importante.


—Admiro mucho que piense en los demás. Nicolás incluso prefirió irse de la casa por un gato de la calle, eso es de admirar. Pero, lo que más admiro, es que siempre haya querido tener hijos, desde antes me decía y quería formar una familia conmigo. —Nico asintió solemnemente —. Admiro demasiado que se atreva a ser la madre-padre de mis hijos. Que cuide cada detalle de su embarazo y que esté orgulloso de poder quedar embarazado.


Tomás abrió mucho la boca, tratando de no hacer ruiditos torpes. La verdad era que le emocionaba que Oliver hablara tan bien de su amigo, se le miraba que lo amaba mucho. Noah miró a su esposo de soslayo, plantándole un beso en la mejilla.


—¿Y tú, Nico? —Tomás no se aguantó las ganas e interrogó.


—Incluso le admiro el nombre —bufó—. Yo admiro mucho a Oliver, su responsabilidad, honestidad, creatividad, rudeza. Admiro demasiado que cuide a su familia, y que me enseñe cosas que son importantes. Será un gran padre —contó.


—Tú también lo serás —Oliver agregó —. Te amo.


—Te amo también, jodidamente demasiado —aseguró con un beso en los labios.


Tomás carraspeó, Kelle prefirió solamente observar, sintiéndose más tranquila.


Después de esa plática, el rostro de Noah había cambiado considerablemente. Se sentía más tranquilo y algo que había ayudado era que se habló de la admiración en ese círculo de amigos. Kelle estaba segura que cuando la gente no se hablaba, no se enteraba, y ella hubiera sido demasiado feliz si alguien, años antes, le dijera lo que admiraban de su persona. Pensó que las palabras de las personas eran importantes para hacer felices a otros, que cuando se decía un te amo, era cálido, y que cuando en verdad se necesitaba demasiado escuchar lo positivo, todo lo demás sobraba. Decir lo desagradable también ayudaba, pero no era bueno recordar  y viajar al pasado, sino establecerse en el presente, viviendo y disfrutando lo estimado para que en un futuro llegaran las mejores oportunidades, que eran explayar la experiencia propia, indagar y ayudar a quien lo necesitara.


Y pudiera ser que los cometidos de Kelle fueran empezando, pero siempre estaría para cuando Nicolás estuviera dirigiéndose al camino que ella conocía. No lo dejaría caer, Nicolás no estaba solo; la tenía a ella y a muchos más. Para dejarlo todo por terminado ese día, Kelle dejó una nota en  el bolsillo de Nico. Cuando la visita se marchó, el pelirrojo sacó la nota y la leyó:


“En la vida, lo importante es luchar y seguir adelante. Puede ser que algunos tomen caminos similares y otros diferentes, pero siguen teniendo una razón, y sin importar cuál sea, siguen luchando. No importa si sufres, no importa si sonríes; lo que verdaderamente importa es que estás vivo, y está en tus manos detenerte, avanzar o retroceder. No retrocedas, el pasado sólo es el primer intento. No te detengas, puedes quedarte estancado. Sólo avanza, no apresuradamente,  más bien con calma. Disfruta lo que vives ahora,  confiando en ti mismo y en que tienes algo que muchos poseen y no saben para qué sirve: la vida.


Te quiero como una madre.


Kelle Müller. ”  

Notas finales:

Muchos odiaban a Kelle. No es bueno juzgar a los personajes si no los conocemos, siempre lo digo... pero bueno. Es difícil. El otro cap sí seguirá con la historia en sí, y ya vamos llegando a la parte del nacimiento de los bebés. No se desesperen. Saludos.


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