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-Casado con el mismo hombre- por Monnyca16

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Capítulo 9

“Cita anormal”

—¿Cocinarás para el señor Wolff? —Kelle gritó tan alto que Tomás y Nicolás optaron por taparse los oídos. Cada vez que echaban chisme pasaba lo mismo. Pero era tan normal en ella que no dijeron nada, de hecho ni siquiera les incomodaba. Amaban cuando Kelle se ponía como niña chiquita brincando y gritando como loca.

—Pero ni siquiera sabes cocinar pastel de carne—Tomás se lo recordó, ladeando la cabeza y viendo con el rabillo del ojo que Kelle se rascaba la barbilla.

—Lo sé, pero se me salió, el momento estaba tan jodidamente tenso que se me salió sin permiso —refutó.

—Entonces Kelle te dará unas clases de cocina —canturreó, meneándose a cada brinco que daba —. Pues el pastel de carne es facilísimo,  y te imaginas cocinar espaguetis ¡Es súper romántico cenar espaguetis! —Enfatizó, poniendo rostro serio. Y lo era, cenar espaguetis era realmente romántico…

—¿Sabes cocinar? Esto no es un juego, Kelle, ¿y si quemas la cocina después? —Tomás salió al rescate, decepcionado por no confiar más en la señora, pero es que… es que después de tantas tonterías que hacía Kelle y más con la plática del rallador de queso, Tomás había quedado un poco traumatizado.

—Es triste que no confíen en mí —murmuró la mujer, alzándose de hombros —. Pero la verdad es que hace años fui a un curso de cocina, no tenía nada interesante para distraerme y cuando pagué las clases aprendí mucho. Yo realmente sé cocinar  —dijo solemnemente.

Nico se encogió de hombros.

—Yo sí confío en ti —alegó—. Es Tomás el que piensa que todo lo destruyes, pero en verdad me sorprendes cuando destrozas todo y al final  es genial. —Sonrió complacido.

Kelle se rascó la cabeza, esa no había sido la mejor defensa del mundo, ni los mejores halagos, pero al ver que eran sinceros se lo tomó con calma.

—Haré que se arrepientan de sus comentarios ¡Yo en realidad cocino bien! Las primeras veces se me quemaba, pero con la práctica aprendí a no descuidarme del fuego. ¿Saben? Había un programa muy bueno y siempre me quedaba pegada al televisor y por eso se me quemaba la comida, pero no se preocupen, ya no pasan el programa.

—Uy sí, eso es demasiado gratificante. —Tomás se burló.

—Entonces serás mi maestra hoy —soltó el pelirrojo.

Tomás entornó los ojos y se negó con la cabeza. Realmente no quería ver a Kelle en acción. Le daba tanto miedo que la cita de Nicolás saliera mal…

Sin embargo esa tarde cuando Kelle comenzó a dar instrucciones parecía una profesional. Los espaguetis no se quemaron, y el batido del pastel quedó espectacular, ahora estaba a punto de salir del horno y Tomás se encontraba tan sorprendido que estaba dispuesto a honrarla por el resto de su vida.

Kelle podía ser muy tonta para algunas cosas, pero también era demasiado mágica para otras. Incluso durante la clase de cocina hablaba con poder y sin salirse de su posición como maestra.

—¿Entonces nunca le has cocinado nada? —Kelle insistió, viendo a Nicolás escoger una vajilla.

—Nop, en las mañanas sólo partía fruta y cosas así, todo sencillo. Teníamos a alguien para  que nos cocinara y no daba tiempo para más —respondió.

Tomás probó los espaguetis y se quedó congelado por el sabor que éstos tenían. Sabían muy bien, demasiado bien para ser verdad, aunque a pesar de todo tenían buena pinta.

—Deja eso, traidor —balbuceó ella, empujando a Tomás fuera de la comida. Inmediatamente sacó el pastel del horno y le echó una mirada. Nicolás se arrimó para olfatearlo, lo mismo pasó con Tomás. Los tres olfatearon al mismo tiempo —. Tenemos que probarlo —articuló, partiendo un pedazo y dejándolo en un plato.

—Yo quiero ser el primero en probarlo —sacó el rubio, tomando un tenedor y pinchando el trozo.

—No. —Kelle se negó, recordando que aquel chico desconfió de sus habilidades culinarias.

—Tienes que perdonarlo, Kelle, él no sabía de todas tus habilidades. Ni yo, así que perdónanos a los dos. —Nicolás abrió mucho los ojos y luego los entrecerró para convencerla.

—Entonces ninguno lo probará, sólo yo —soltó, llevándose el tenedor lentamente a la boca. Luego se sintió culpable y tomó otro, subiéndolo al mismo nivel que el anterior. Dejó un tenedor en la boca de Tomás y el otro en la de Nicolás, dándoles el privilegio de probar.

Cuando ambos terminaron de masticar, aplaudieron, eufóricos. Sabía magnifico. Era lo más delicioso que habían probado.

—Y te perdono, Tomás. Al fin y al cabo todos tienen derecho a equivocarse. —Le amansó la cabeza. El rubio sonrió satisfecho —. ¿Y tú qué esperas? Ve y ponte esa tanga que te compré —reprendió al pelirrojo.

Nico se fue corriendo directo a su recámara, dejando a sus amigos cuidando la cena y arreglando la casa.  Apenas llegó al segundo piso y se dio una ducha especial, se secó el cabello con la secadora y se puso una tanga que Kelle especialmente le trajo. Era muy suave y cómoda, lo notó al ponerse los pantalones ajustados después. Por suerte se había comprado unos pantalones de lycra bastante ceñidos y de un color azul marino. Por primera vez usó unos botines negros de cuero, bastante llamativos y un enorme suéter tejido. La ropa ceñida con la holgada le iba muy bien y ese grandísimo suéter era bastante especial porque su padre se lo compró días antes. Lo que el suéter tenía de especial también, era el corte y que deba uno de sus hombros descubiertos. Era especial para usar en casa porque si salía con éste a la calle se moriría de frío a menos que se pusiera una camiseta gruesa por debajo. Pero por ser un día como ningún otro solamente se puso una camiseta de tirantes negra y que iba genial porque era de lycra y sólo tenía un tirante, recordaba habérsela comprado en alguna tienda y era demasiado bonita para practicar ballet.

Antes de salir de su habitación se perfumó la piel con una crema humectante que olía a bebé, retocó su cara con escaso maquillaje líquido, polvo, se peinó las cejas, y rizó sus pestañas con un rímel fortalecedor transparente. Se peinó casualmente el cabello, dejándose el flequillo y se perfumó lo suficiente. Al bajar se encontró con su papá.

—¿Cocinaste? ¿Quién va a venir?

—Ah, hola papá —cambió rápidamente de tema, pensando en cómo decirle que Oliver estaba a punto de llegar —. Oliver y yo estamos… estamos teniendo una especie de reconciliación por medio de citas. Lo invité a cenar, pero no te preocupes, no te descartaré, puedes cenar con nosotros.

—Por supuesto que cenaré con ustedes, me estoy muriendo de hambre, y además lo que tengan que platicar no será muy privado, sé la mayoría de las cosas —anunció, riéndose maléficamente. Nico abrió la boca y se resignó. Bueno, de hecho que su padre estuviera en la cena haría que la situación fuera más fácil —. ¿Piensas salir con él después de cenar?

—¿Qué? ¡No! —Sacudió las manos como loco. Lo más justo era dejar en plena tentación a su esposo —. ¿Por qué lo preguntas?

—Estás demasiado arreglado —contestó—. Pero te vez genial, sólo que cúbrete el hombro, si Oliver te ve así se volverá muy pervertido —sin nada de vergüenza logró complementar. Salomón sabía que con su hijo no había problemas con temas así.

—Eso es lo que quiero, las cosas son así, papá. —Rió el pequeño—. De  vez en cuando hay que sacar nuestros atributos.

—Entiendo, así que pónsela difícil esta noche. ¡Nada de besos, Nicolás! Oliver tiene que irse de aquí sin todavía conseguirte.

Pero si su papá supiera que ya se habían besado ayer, entonces no sabría si sería regañado o no.

—¡Papá! ¡Te estás volviendo igual que Kelle! Me alegra que te lo tomes con calma y que me quieras.

—Yo te quiero mucho, bebé —susurró en su oído, cargándolo poco después. Dio seis vueltas con él en brazos y después de marearse lo bajó, quedándose helado al ver a Tomás y a Kelle viéndolo sin despiste.

—Me encanta cuando se ponen así de cursis —ronroneó Kelle, abrazándose automáticamente de Tomás.

Poco después Salomón vio lo que había en la cocina y esperó a que su amigo Oliver llegara, de todas formas no lo hizo por mucho tiempo; éste llegó en ese momento. Nicolás aspiró profundo, sacó dióxido de carbono, se planchó la ropa con las manos y abrió la puerta lentamente, poniendo semblante natural y como si no estuviera muriéndose de nervios. Oliver lo miró a los ojos, pero sorpresivamente miró de soslayo su hombro descubierto. Al percatarse del detalle, Nicolás se lo cubrió, riéndose por recibir buenos resultados a primera instancia.

Deseaba verse sexy y deseable, por suerte lo logró al primer y corto encuentro en ese día. Oliver profundizó la vista esta vez en los azules, pero tímidos ojos del pelirrojo. Divisó sus pecas y sonrió con intimidad al recorrer con los ojos la comisura de sus labios. Luego sus ojos volvieron hasta los de Nicolás y saludó con una curvatura de labios. 

—Mi padre acaba de llegar, pasa. —Ofreció, haciéndose a un lado para que su esposo entrara. No supo por qué avisó sobre la llegada de su padre, no podía entender por qué decía puras tonterías.

—Así que una cita, eh —La voz de Salomón se escuchó por toda la sala. Nicolás se golpeó la frente, aprovechando que Oliver no lo veía. Kelle asomó la cabeza y se burló quedito de lo que Salomón había dicho. Todos pensaban que Kelle la cagaría, pero Salomón fue el anfitrión esta vez.

«Papá, por favor cierra la maldita boca» Se lamentó el crío. Pero si su papá supiera que ayer tuvieron una también, estaría en pleno infarto. Salomón jamás se había vuelto celoso ni comportado tan ridículamente, sólo ahora y aunque Nico se sintiera complacido, algunas veces sentía vergüenza. De ahora en adelante jamás dejaría que su padre y Kelle platicaran…

—De hecho. —Oliver tomó la palabra, asumiendo que sí estaban teniendo una cita.

La boca de Noah se curveó en una emotiva sonrisa sincera.

—Nicolás ha preparado la cena, parece que se ha esforzado demasiado. —Salomón se cruzó de brazos, viendo que su hijo le decía a Kelle y a Tomás que no se rieran.

Las risillas de Kelle aumentaron al ver que Nicolás se ponía doblemente rojo. Se miraba tan adorable que incluso a Salomón ya le estaba dando risa. Un poco cabreado por los desvergonzados de sus amigos y de su padre, Nicolás se fue a sentar en uno de los sillones. Se sentía demasiado apenado por lo que estaba sucediendo. Se engañó a sí mismo al proponerse que esa cita sería normal, pero estaba fuera de control.

Si su padre no fuera tan imprudente al decir cosas gravemente obvias… Si Kelle dejara de reírse… Si tan sólo Tomás hiciera algo para callar a Kelle y a su padre…

—¿Lo que tu padre dice es verdad? ¿Te esforzaste mucho? —Oliver interrogó al ver a Nicolás tratando de distraerse con el celular. Estaba enviándole a Kelle una amenaza y en ello incluía la colección de películas pornográficas, pero al parecer su esposo lo sacó de su concentración.

—No, casi ni me esforcé, era facilísimo —terció, sonriendo en grande.

Pero de repente una voz sonó: —Mentira, él estaba realmente preocupado.

«Kelle, una más y te juro que tu colección de películas pornográficas será quemada» Pensó una y otra vez poco después de haber escuchado a Kelle decir aquella oración con voz de fantasma.

—Nicolás siempre se preocupa por mí —Yael objetó para los colados—, pero me siento algo culpable por preocuparle tanto —musitó, viendo a Nicolás directamente a los ojos—. No importa lo que hagas, sigues siendo perfecto para mí.

Los claros ojos de Kelle se cerraron de pura emoción al escuchar aquello. Nico se alzó levemente de hombros y agachó la cabeza, sumiéndose en la absoluta felicidad.

—Sí, mucho amor, pero no has traído ni flores ni nada —regañó Salomón, frunciendo el ceño. Era amigo de Oliver sí, pero también era exigente para con los suyos y creía que era necesario que Rudel trajera al menos pastel o algo.

Kelle y Tomás agudizaron su oído. Era cierto… Oliver a pesar de todo no era tan perfecto como muchas personas creían que era.

—Qué extraño, mandé un arreglo hace muchas horas atrás —se defendió el pelinegro—. Se suponía que estarían aquí para antes que llegara. ¿No las recibiste?

Nicolás levantó la cabeza y se negó abruptamente. Todos se quedaron callados en esos instantes, hasta que la puerta sonó. Oliver viró hasta el pelirrojo y éste rápidamente fue a abrir la puerta, quedándose perplejo al ver al repartidor floral sosteniendo un enorme arreglo de flores. En éste había: aves de paraíso,  lirios de cala, rosas rosas; naranjas, rojas y blancas, y bastantes crisantemos.

Al recibir el arreglo, había una nota, que decía:

Para el hombre más hermoso.

De Wolff Rudel.

Rápidamente fue hasta la sala, poniéndolas en la mesilla central. Se irguió y viendo a todos los presentes, incluyendo a Kelle y a Tomás, agradeció. Después buscaría en internet el significado de las flores, pero antes quería saber por qué Kelle y Tomás salieron de la cocina. Bueno, era obvio que los invitaría a cenar, después de todo ellos habían ayudado un montón.

—Veo que somos muchos —aseguró Oliver con una sonrisa demasiado fría.

Y sí, la verdad era que estaban casi todos ahí presentes y era  algo bueno  pero al mismo tiempo  triste.

—Sí, ya los conoces, así que me ahorraré la presentación.

—No, preséntame, yo quiero que me presentes —Kelle farfulló, achinando los ojos. Le parecía una falta de respeto que no la presentara con Oliver, porque aunque ya lo conociera, quería saludarlo como era debido.

—Ella es Kelle Müller. —Ofreció Nicolás, estirando la mano—. Kelle, él es Oliver Wolff Rudel.

—Su esposo —complementó el pelinegro, sonriéndole a Kelle. Ésta le sonrió de vuelta, empujando a Tomás para que también lo saludara. El rubio terminó por saludar a Oliver, quien sólo le ofreció una curvatura de labios un tanto floja.

—De verdad me gustaron mucho las flores, gracias, no tenías que molestarte —prosiguió Nico, cuidando su voz para sonar natural.

—No es molestia —concluyó el más alto, mirando los retratos de la sala. Nicolás se erizó, pero prefirió llevar a todos a la mesa.

Kelle le ayudo a servir y al final todos comenzaron a cenar. Salomón mantuvo conversación con Oliver, hablaron sobre trabajo y sobre Nicolás. Parecía una charla de compromiso, algo que jamás habían tenido. Se mantenían charlando sobre lo que Oliver pensaba ofrecer y hacer después de esto, éste sólo dijo que era demasiado agradable salir con Nicolás. Asumió que antes de que se casaran no habían salido como ahora y que esta era buena oportunidad para volver a comenzar.

—¿Entonces ninguno de los dos ha pedido el divorcio? ¿Eso quiere decir que siguen en los planes para alquilar un vientre? —Salomón frunció el entrecejo.

Nicolás no sabía que su padre y Oliver ya habían hablado del tema del vientre alquilado, y al parecer Tomás y Kelle se sorprendieron también.

—Por mi parte sí, incluso sigue en pie la propuesta de matrimonio que le hice para casarnos por segunda vez —agregó. Los ojos de Nico se paralizaron. Pensaba que Oliver se había olvidado de aquella propuesta, pero veía que no —. Nicolás es joven y todavía falta que disfrute al máximo su adolescencia, así que espero que no busque preocuparse por nada. Si él no quiere ser padre aún, estaré de acuerdo, lo haremos cuando estemos listos. Así como también si se siente incómodo con mi forma de vida. —Confirmó, mirando seriamente a Salomón. Éste asintió —. Yo te esperaré, así que no te adelantes a nada —se volvió hasta Nico, acariciándole la cabeza con la mano extendida —. Disfruta tus dieciséis, así que no te presiones demasiado.

Pero antes de que Kelle y Tomás dijeran tonterías cursis, Nicolás se limpió las lágrimas que le habían salido. Salomón abrió mucho los ojos, dándose cuenta que Nicolás necesitaba escuchar eso por parte de su esposo. Oliver siempre era tan inteligente para opinar e incluso para dar ánimos aunque Nicolás no lo pidiera, era como si leyera su mente, pero se lo agradecía en silencio.

Oliver lo miró varias veces de re ojo, inspeccionando cada gesto, hasta que la cena terminó. Kelle ayudó a Nico a recoger los platos y se fue inmediatamente a su casa en compañía de Tomás. A pesar de sus tonterías no se sintieron tan culpables ya que gracias a ellos, Oliver dijo palabras cursis y que Nico necesitaba. Cuando recién se fueron, Nicolás fue hasta la cocina para lavar los platos. A un metro y medio se encontraba Oliver, simplemente viéndolo.

Luego de terminar con los trastes y secarse las manos, Nicolás comenzó una conversación:

—¿Qué ha sido eso?

La ceja de Oliver se alzó en tremenda confusión.

—¿Qué ha sido qué?

Nico se acercó hasta la cocina integral, sentándose en ella y mirando a Oliver de manera seria.

—Recuerdo que dijiste que ya no estabas interesado en mí, ¿o sólo lo dijiste porque mi padre estaba presente? No fue mi intención que él reaccionara así, así que…

Pero se quedó mudo al ver que Oliver se acercaba pretencioso hasta su cuerpo debilucho. Se posicionó entre sus piernas y lo observó de cerca, tan cerca que Nicolás tembló.

—Yo también recuerdo que dijiste que ya no me amabas, pero ahora es diferente.

Rudel sonrió, sospechoso. Noah se encogió de hombros, provocando que con ello uno de sus hombros se descubriera.

—En ese entonces yo…Oliver sabes bien a lo que me refiero —prefirió no recordárselo, pero la mirada del mayor lo presionó para que aceptara su antiguo estado deprimente —. Bien, sí… sí, estaba absolutamente acobardado y deprimido. Pero tú ¿qué es lo que sienes ahora? ¿Estás jugando conmigo? —Susurró, separándose medio centímetro de sus labios, los cuales estaban a punto de atrapar los suyos.

—Me he enamorado de ti muchas veces, Nicolás. Es imposible que me resista a ello.

Nicolás rechazó el primer beso, pensando en que su padre se enojaría. Pero necesitaba tanto un beso, no importaba si era pequeño, no importaba si Oliver se lo dejaba en la mejilla, él necesitaba un beso.

—Mi padre no quiere que nos besemos —avisó, justificando su acto poco amable. Oliver comprendió; Nicolás todavía era menor de edad y su padre tenía poder sobre él, además estas citas eran para volver a comenzar, así que iría con calma. Después de todo era una de las pocas veces que Nicolás obedecía a su padre y Oliver respetaría esa decisión. Miró directo el cuello del pelirrojo, bajando un poco más para observar con calma su hombro descubierto, depositando cuidadosamente un dulce beso ahí.

El tacto de los labios húmedos y tibios de Oliver lo hicieron estremecerse, pero se sintió feliz.

—Ya es tarde y necesitamos descansar —agregó el chiquillo, bajándose de la encimera.

Oliver sonrió, comprendiendo. Siguió a Nicolás  y salió de su casa, dejándole un último beso en la mejilla. Ahora Nico debía planear una nueva cita para el día siguiente, pero esperaba que en ella estuvieran completamente solos.

 

 

 

 

 


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