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Fujoshi de mi corazón. por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Que el yaoi esté con ustedes!!

Que así sea!!!

Se vienen los muertos!!!! (Oh yeah!!)

Es que aquí el próximo 2 de noviembre es Día de muertos, un festejo importante donde se honra a nuestros muertos colocándoles ofrendas y otras cosas. ¿por qué les cuento esto? No tengo ni la más perra idea, pero me encanta del Día de muertos porque hay hojaldras y amo las hojaldras!! (Pan... pan everywhere... Enjou pancito, Takashi Hojaldra jajajaja ok no)

Ya me calmo, este capítulo me gustó mucho, espero que a ustedes también. He meditado y el Cuento de los Canarios no debería llamarse así, pero la vida es un misterio, ya verán por qué.

Hay... algo que debo decirles... es sobre Izumi... es que queridas Izumilovers, amamos a Izumi por todas sus bellas cualidades, pero hay algo de él que no saben (o quizá sí porque soy muy chismosa) y es que... ay bueno... lo diré... Izumi es noble, dulce y comprensivo pero... mmm... ¡Es un jodido pervertido! (ya lo dije) en serio, pobrecito Misaki no sabe en qué garras cayó, así que pues lo diré... este capi tiene LEMON!!! Espero que les guste :D

Y sin más les dejo porque ya me extendí mucho :) Los quiero!!!!

Capítulo 26: Cuenta el Cuento de los Canarios

 

Estaba en su habitación mirando las fotografías sin parar. Ahora era domingo y esos días solía pasarlos con Yuu, o haciendo tareas atrasadas o viendo películas o dibujando. Sí, principalmente dibujando, ahora que había retomado el sueño, eso hacía, confiando en las palabras de Izumi que le aseguraban que tenía talento. Aquello era lo que siempre le motivaba.

Lanzó un enorme suspiro, ese domingo en especial no estaba dibujando, ya no. Definitivamente había dejado de hacerlo cuando sus dibujos tomaron un rumbo para él extraño. En todos ellos veía a Izumi y, cuando menos se lo esperaba, ya se encontraba dibujándolo, según sus recuerdos. El contorno de su rostro, la redondez de sus ojos, la forma de sus labios, no podía parar y aquello le generaba más frustración, por lo que siempre decidía arrancar la hoja y arrojarla lejos. Claro, para después recuperarla y guardarla junto a la carpeta de borradores que tenía de él.

Así que, después de tales episodios decidió solo ver fotografías. Tenía en su computadora ambas carpetas, la de Ren y la de Izumi. Estaba ansioso y algo desesperado, pero por alguna razón comenzó a pensar que la de Ren ya no le hacía falta. Empezó a ver las imágenes solo para recordar el motivo por el que las tenía y, lejos de enardecer su corazón como siempre pasaba, entender que tenía muchas fotos de Ren, le asustó. Tembló ligeramente y seleccionó el archivo para darle borrar. Sonrió ligeramente y entró a la papelería de reciclaje solo para seleccionar la opción de “Vaciar papelería de reciclaje”. Si le daba clic, le podía decir adiós para siempre a esas imágenes y por consiguiente, a sus sentimientos por Ren. Su sonrisa se ensanchó y apretó la opción.

Bueno, algo es seguro, ya no te amo Ren, pensó aliviado. Años atrás hacer algo como lo reciente le habría parecido suicidio, ahora, solo quería las fotos de Izumi y se dedicaba a verlas sin parar, anhelando verlo en vivo, anhelando sentir sus brazos como esa última vez, extrañándole a cada momento sin parar. ¿Realmente es amor? ¿Realmente lo es? Se cuestionó y el timbre sonó.

Cerró la computadora con temor de que alguien viera lo que tenía en ella y caminó hacia la puerta. Estaba en la sala de su casa, sólo como siempre, así que no tuvo que caminar mucho. En cuanto atendió el llamado, se quedó mudo de la impresión y la pequeña acosadora entró a la casa sin darle tiempo de nada, ni siquiera parpadear.

                —Hola Misaki-san… qué bonita casa.

                —Koti-chan… ¿Qué haces aquí? ¿Cómo conseguiste mi dirección?

                —Olvidas que soy tu discípula, maestro del acoso—hizo una ligera reverencia y el rubio frunció el ceño. La adoradora del yaoi sonrió y le extendió el obsequio que traía—Vengo a darte esto. Personalmente me tomé la molestia de leerlo y ahora entiendo muchas cosas.

El aludido abrió la caja de regalo a punto de cuestionar de qué se trataba todo eso.

                —Pero Koti-chan, no es mi cumpleaños, no entiendo qué es…—se quedó sin palabras nuevamente cuando al fin entendió qué era lo que tenía en las manos y casi como si estuviese por asfixiarse, continuó—El… el… el Cuento de los Canarios… ¿Cómo lo conseguiste Koti-chan? Moví al mundo para tenerlo, incluso fui a convenciones y ferias de libros y ni así lo hallé. ¿Cómo lo hiciste?

Ella sonrió pagada de sí misma y respondió:

                —Una golondrina me lo dio, pero eso es lo de menos, lo que importa es que debes leerlo, ahora.

Era verdad, Izumi le había dicho muchas veces que leyera el Cuento de los Canarios para así entender lo que ocurría. Lo tenía en sus manos por fin y no desaprovecharía esa oportunidad. Miró la portada con detenimiento y le pareció que las ilustraciones eran preciosas, los colores, las formas, todo superaba la belleza. Ahora entiendo por qué lo amas tanto, pensó fugazmente.

                —Está bien, lo voy a leer, pero necesito concentración Koti-chan. Por favor no dejes que me distraiga por nada del mundo. ¿De acuerdo?

La menor asintió y guardó silencio absoluto mientras Misaki se acomodaba en uno de los sillones y se disponía abrir el libro. Cerró y abrió sus ojos tratando de concentrarse y entonces… comenzó…

El Cuento de los Canarios, Autor Anónimo.

Hace mucho tiempo, en un universo extraño y diferente, existió un Cuidador de aves. Sus ojos estaban marchitos siempre y su mirada vacía, pero no quería decir que no tuviese corazón. Era un ser callado, serio y pragmático, pero noble, lleno de pureza, lleno de amabilidad. El Cuidador de aves tenía a su cargo muchas criaturas. Cuidaba de golondrinas, cuidaba de petirrojos, cuidaba de gorriones, cuidaba de pájaros infinitos y a cada uno de ellos los adoraba por igual. Le gustaba verlos volar libremente, jamás los encerró en una jaula, siempre vivían en los patios y siempre sus aves volaban lejos, pero siempre… volvían a él.

La más querida de sus aves, la golondrina, era una criatura interesante y misteriosa porque estaba interesada en un nido, un impresionante nido que ella había visto crecer y al cuál adoraba. Desafortunada o afortunadamente nunca se atrevió a ir por el nido, nunca se atrevió a adueñarse de él y nunca se atrevió a tomarlo para sí misma. Aquello fue un error, porque, justo cuando creía que tal vez, el nido seria suyo, un pequeño y despistado petirrojo llegó y se lo arrebató. Aquello le hizo sentir muy mal, muy infeliz y entonces junto al colibrí, que estaba embelesado por la golondrina y su belleza, juraron que alejarían a ese petirrojo de su nido. Muchas cosas pasaron, muchos problemas y al final la golondrina tuvo que aprender que nada te pertenece por derecho y que el petirrojo tenía al nido desde el primer instante en que posó sus ojos sobre él. La golondrina aprendió la lección de que no podemos obligar nada en esta vida, no podemos forzarlo. El colibrí también aprendió una lección, no podemos hacer todo por amor, no podemos rebajarnos y la pequeña golondrina, hermana de la Golondrina adorada por el Cuidador, también comprendió que no debía mentir, que no debía juzgar, que bien podía ser quien quería, que bien podía ser noble y amable, pero no por lograr la atención del colibrí, si no por sí misma.

Esa, era una de las tantas historias del Cuidador de aves. También había un pequeño gorrioncito, era entretenido, curioso y travieso, le gustaba estar metido en la vida de todas las personas, era algo así como una niña que persigue gente. El gorrioncito tenía un corazón amable y más que nada adoraba al petirrojo, era como su hermano y por ello quería verlo feliz. Por tal razón se metió muchas veces en la historia y en su curso para que el petirrojo y el nido, pudiesen estar juntos.

También había otras criaturas en el mundo del Cuidador de aves, pero que no tenían nada que ver con él y, sin embargo, ahí estaban. Un cazador que estaba embelesado con una fierecilla desde el primer instante en que le vio, pero nunca supo aceptarlo, nunca supo cómo acercarse. De igual modo, ellos aprendieron la lección de que, al enamorarse, no importa de quien se trate, no puedes evitarlo. No es lo que quieres sentir, si no lo que sientes sin querer o al menos eso dicen los sabios.

Así era como el Cuidador de aves presenciaba lecciones y presenciaba como sus criaturas y aquellas que no le pertenecían, aprendían más y más de la vida, hasta ser felices. Pero un día, un misterioso y extraño día, llegó a él un pequeño canario, de hermosos ojos azules y de brillantes plumas doradas. Era precioso en verdad pero estaba herido, llevaba mucho tiempo cargando ese dolor en su pecho. El Cuidador, natural en él, se compadeció de la criatura y comenzó a curarla, le alimentaba, le cuidaba, le procuraba y el canario también le tomó cariño. Debido a que no podía volar por sus heridas, el canario permaneció junto al Cuidador. Juntos empezaron a convivir más tiempo, a pasar cosas, a ser felices, a compartir, a quererse.

Sí, aunque parezca increíble, el Cuidador de aves, sin comprenderlo, sin quererlo y sin esperarlo, se enamoró profundamente de su canario. Lo adoraba y solo con él podía mostrar una sonrisa. Sí, él, el Cuidador de aves que siempre tenía los ojos marchitos, éstos brillaban cuando veían a su canario y lo amaba muchísimo. Por ello, cuando el canario estuvo curado y quiso volar de nuevo, no lo detuvo. Bien pudo hacerlo, bien pudo haberlo encerrado en una jaula y tenerlo consigo para siempre, pero, como ya lo mencionamos, el Cuidador de aves amaba a su canario y por lo mismo, nunca le hubiese hecho un daño así. Le dejó volar, le dejó que fuese libre y el canario prometió que volvería. El Cuidador quiso creer que así lo haría y todos los días de su vida, despertaba con la esperanza de ver llegar a su canario volando. Y esperó y esperó y esperó…

La golondrina, su hermana y el colibrí, aprendieron sus lecciones; el petirrojo, el nido y el gorrioncito aprendieron las suyas; la fierecilla y el cazador aprendieron también sus lecciones.

Pero el canario nunca volvió.

Le esperó por años, le esperó por siglos, una eternidad y al final, ya no pudo seguir esperando, su día llegó y el Cuidador de aves, murió solo y triste, desolado porque también aprendió una lección, su canario nunca volvería. Nunca.

He aquí la lección que el Cuidador debió notar y que debemos aprender cada uno de nosotros. Siempre deja volar al amor, siempre permite que la persona que amas sea libre para escoger, para saber su destino, para ser feliz. Si te elige, siéntete dichoso y afortunado, si no, acéptalo con resignación, porque de todas formas, tu felicidad no dependerá de que esa persona esté contigo. Dependerá, del hecho de que esa persona esté bien consigo misma… estando o no contigo...

FIN”

El rubio de ojos azules se tapó la boca al instante en que terminó de leer y comenzó a negar desenfrenadamente. No, ese no podía ser el final, no podía acabar así, el Cuidador de aves no merecía acabar así. Maldito fuese ese canario malagradecido, pensaba una y otra vez y Koti-chan, el pequeño gorrioncito de esta historia, analizaba sus reacciones.

                —No, dime que arrancaste una hoja o algo. Dime que no es el final. ¡Qué clase de cuento para niños es este! ¡Es demasiado trágico! ¡El Cuidador de aves no tendría que terminar así! ¡Él es maravilloso! ¡Es una persona luminosa! ¡Tan lleno de virtudes! ¡Tan lleno de belleza! ¡Yo… yo…!—sin comprender el motivo o más bien, haciéndolo, sus ojos se llenaron de lágrimas y el dilema de su corazón se desempañó por fin—Yo… yo amo al Cuidador de aves… lo amo… no es justo… al fin lo entiendo y no sirve de nada. Yo quiero ser su canario… yo daría la vida por serlo…

Fue entonces cuando Koti-chan entrejuntó sus cejas. ¿De qué hablaba Misaki? ¿Acaso había entendido mal el cuento? Él era el canario del Cuidador, el canario de Izumi.

                —¿Por qué dices eso? ¿Qué fue lo que entendiste?

Se limpió sus lágrimas y abrazó con fervor el libro.

                —¿Qué no es obvio? Ojos azules y plumas doradas, hermoso en verdad. Se trata de Aoi, ella es su canario, por eso siempre la deja volver sin importar lo que le haga. Porque él la ama y al fin comprendo que yo lo amo a él. Soy un estúpido, otra vez me enamoré de alguien que nunca va a corresponderme—negó nuevamente sonándose la nariz y agregando con cierta rabia—¡Pero no es justo! ¡Ella no merece ser su canario! Si bien yo tampoco soy un gran ejemplo, yo… no quiero que ella sea su persona especial, quiero serlo yo, quiero que él me ame a mí. Pero Izumi me enseñó a ya no ser egoísta, el cuento lo dice, si no me corresponde, no debo hacer nada. Y me siento tan frustrado por eso, pero le amo, ahora sí, voy a ser una persona que demuestre su amor.

La adoradora del yaoi estuvo tentada a darle un buen golpe en el cráneo a ese chico, casi concordaba con Aoi al decir que era estúpido, pero debía entenderlo. Misaki y sus inseguridades nunca hubiesen comprendido que él, era la persona especial de Izumi. Respiró profundo repitiéndose “por el amor al yaoi” como un mantra y exclamó con cierta indignación.

                —Déjame ver si entendí bien lo que acabas de decir. Fuiste capaz de mentir, engañar, sabotear, golpear e incluso odiar por Ren. Pero por el verdadero amor de tu vida no piensas hacer nada. ¡Es en serio!—el mantra desapareció y le dio un buen manotazo en el brazo.

                —¡Pero Koti-chan! ¡El verdadero amor no es egoísta! Esa es la lección que yo aprendí.

                —¡Ciertamente! ¡Pero tú sí eres egoísta! ¡No puedes cambiar de la noche a la mañana! ¡Así que mueve tu trasero y vete a luchar por ese chico que te ama!

El rubio bajó la mirada. Era verdad. ¿De qué mierda estaba hablando al decir que dejaría a Izumi? ¿Permitir que esa zorra se quedara con un tesoro tan valioso como él? ¡Nunca! Lo amaba y lo quería consigo, aún si fuese equivocado su actuar, él iba a luchar, pero esta vez de la forma correcta, confesando sus sentimientos e incordiándolo una y otra vez hasta que Izumi dejara de amarla a ella y le quisiera a él. No cometería los mismos errores que con Ren, esta vez, daría la cara. Se levantó del sillón impetuosamente y llevó el Cuento de los Canarios consigo como si se tratara de un tesoro. Caminó hacia la puerta y Koti-chan se sorprendió ante aquello preguntando.

                —¿A dónde vas?

Misaki Takaba sonrió con firmeza antes de responder.

                —A decirle a mi Cuidador de aves que él es el verdadero amor de mi vida.

Y salió de esa casa rápidamente. La pequeña amante del boys love sonrió emocionada susurrando un “Buena suerte canario” y dio varios brinquitos en su lugar hasta que fue consciente de algo. Abrió sus ojos con impresión y se apresuró a salir tras Misaki con rapidez para alcanzarlo.

                —¡Espera! ¡Quiero ir contigo! ¡Tengo que ver el sexo!—gritó, pero Misaki ya no estaba.

Hizo un puchero y cruzó los brazos. Otro sexo de reconciliación que se perdía.

****

Estaba en la casa de su padre, la que antes fuese suya. Los domingos los pasaba con él y Koti-chan, aunque la niña en ese momento no estuviese. No se explicaba cómo era posible que su padre no notara que ella se desaparecía de repente. El hombre le había dicho “Está en su habitación” mientras trataba de poner en práctica un instructivo de un guisado para comer. Takashi giró los ojos, ya sabía cómo iba a resultar aquello, siempre que Tenshi Kotori se proponía cocinar, al final las cosas resultaban muy mal. La cocina se incendiaba misteriosamente, los productos no iban en las proporciones correctas, la estufa se atascaba y ellos terminaban empapados de cualquier sustancia de origen desconocido y que ojalá, fuese comestible.

El mayor miró como si la receta en internet fuese algo maldito y cerró la computadora con una sonrisa que medio asustó a Takashi.

                —¿Qué les parece si mejor comemos afuera?

Alabado sea Dios, pensó Takashi aliviado de no tener que pasar por aquello de nuevo.

                —Está bien papá, pero como te dije, Koti-chan no está en casa, hay que esperarla.

                —Y yo te insisto, está en su habitación.

Estaba por llamarla para que bajara cuando, la puerta de entrada se azotó y después la pequeña apareció en la cocina con una mueca. Se veía algo molesta y Takashi, divertido por aquello, decidió preguntar. ¿Qué pondría a esa pequeña acosadora de mal humor?

                —¿Y qué tal Koti-chan? ¿Por qué esa cara?

                —Porque Misaki-san e Izumi están por tener sexo y no voy a poder verlo. No sé la dirección de Izumi. Supe la de Misaki porque lo tienes escrito en tu celular y me robé todos tus contactos, pero el de Izumi convenientemente no lo tienes.

El castaño abrió la boca como un pez ante tales datos.

                —¡Robaste mis contactos de celular! ¡Pero Koti-chan!—sacudió la cabeza ante el primer dato soltado—…y… ¿Qué es eso de que Misaki e Izumi tendrán sexo? ¿De dónde sacas esas ideas?

                —¡Cuántas veces tengo que repetirte el ciclo del yaoi hermanito! ¡Misaki al fin aceptó que ama a Izumi! Así que lo fue a buscar a su casa, se va a confesar, Izumi hará lo mismo y después tendrán sexo. ¡Es lo más lógico!

Quería taparle la boca a esa pequeña fujoshi del demonio. No podía andar gritando esas cosas como si fuese algo normal. ¿Y si su padre le escuchaba? Fue como si lo predijera.

                —¿Quién va a tener sexo?—Tenshi asomó la cabeza desde la sala y agregó—Si eres tú Takashi, recuerda lo que les dije del condón. No es que no confíe en Junko-san ni nada de eso, de hecho, se ve que es un buen muchacho, pero no me parece higiénico que…

                —¡Papá! ¡Basta! ¡Cierra la boca!—estaba rojísimo, nunca en su vida creyó pasar tanta vergüenza. ¿Por qué ese hombre se empeñaba en tocar el tema del sexo?

No era como si fuese un santurrón, de hecho, considerando su “flamante pasado”, ni siquiera debería espantarle. Pero con Enjou las cosas eran diferentes, quería que cuando avanzaran a ese nivel en su relación, fuese especial y maravilloso. Sí, era ridículo tener esas fantasías de virgen enamorada después de haber follado como loco en el pasado. Pero Enjou es diferente, ya lo dije.

                —No temas papi, ahí estaré yo cuando eso pase y me aseguraré del condón—Takashi la miró mal, ni en sus mas locos sueños permitiría algo así y la menor encogió los hombros sin darle importancia cambiando el tema—¿A dónde vamos a comer?

Tenshi Kotori sacó las llaves de la Furgoneta del Amor y el castaño lanzó un suspiro resignado mientras revisaba la correspondencia en el buzón, manía que tenía, revisar antes de salir. Fue entonces cuando recordó que había algo que no había notado en su burbuja de felicidad con Enjou. El escritor, desde que escribió esa carta confesándole que amaba al pelinegro de ojos grises, no había dado señales de vida, ni siquiera una despedida o un reclamo.

Aunque pareciera imposible, la mente de Takashi comenzó a trabajar más duro de lo normal, pero logró llegar a conclusiones. Escribió la carta para el Escritor hace casi dos semanas y desde entonces no supo nada de él. Enjou y él se besaron varios días después y casi al día siguiente le propuso que fuesen pareja. ¿Y si Enjou era el escritor y había leído esa confesión de amor? ¿Y si por eso le había propuesto ser su novio? Enjou sabía que le amaba, por ello el Escritor dejó de ser necesario. Se mordió los labios sintiendo su cara roja, muy roja. Dios… él lo sabe…

Pero… ¿Realmente Enjou era El escritor? De no ser cierto, él debía investigar más sobre eso, ya que Koti-chan no le había explicado nada, tenía que tomar las riendas de ese misterio. Si Enjou era el escritor también era el chico que le defendió hace dos años y al cual Kunihiro había reconocido y golpeado, el chico que le aseguró que su primera cita había sido maravillosa después de mirarle intensamente. ¡Es él! ¡Es él y debo demostrarlo! Se dijo con firmeza y salió de esa casa para subir a la Furgoneta del amor como si nada.

Ya tenía algo que hacer.

****

Tocó el timbre de la imponente casa sintiéndose temeroso, practicó el discurso durante todo el camino, pero sabía que una vez que lo tuviese enfrente, las palabras no fluirían de su boca y aquello le llenaba de frustración. Hizo sonar el timbre una vez más impacientándose en el acto. Tal vez Izumi no estaba en casa, desconocía con quién vivía, pero era un lugar demasiado enorme como para que lo hiciera solo, alguien más debía estar ahí.

La puerta se abrió y le mostró a una señora de edad avanzada con uniforme, seguramente era el ama de llaves o algo por el estilo. La mujer lo miraba sin comprender nada y Misaki no le dio tiempo de analizarlo. Si le explicaba el motivo por el que estaba ahí, quizá ni siquiera lo dejaría entrar, para el mundo, Izumi no tenía otra persona importante más que Aoi Maya y él estaba decidido a cambiar eso. Abrió la boca y le señaló algo en el techo, el ama de llaves cayó en la trampa y el rubio aprovechó para meterse corriendo en el interior de la mansión.

Corrió y corrió por las escaleras y los pasillos y cuando dio con la habitación que espiaba el día anterior, dio un gran suspiro. Estaba por girar el pomo de la puerta cuando unos brazos lo sostuvieron y empezaron a alejarlo. Desesperado, comenzó a gritar que lo soltaran, que debían dejarle hablar e hizo demasiado escándalo, lo que provocó que al final, el castaño de ojos verdes saliera de su habitación y cuestionara a qué se debía tanto alboroto.

                —Kou-san, lamentamos el ruido, pero este jovencito entró sin avisar y no sabemos quién es. Podría ser un ladrón o algo parecido.

Entrejuntó las cejas. ¿Él? ¿Un ladrón? ¡Anciana decrépita! ¡Él no quería robarse nada! Estaba por empezar a gritarle unos cuantos insultos cuando el más alto movió su mano en señal de alto.

                —Está bien, él puede entrar, lo conozco. Ahora bájenlo y déjenos solos.

                —De acuerdo Kou-san, discúlpenos.

El chico negó con amabilidad, no había nada que perdonar. Los empleados obedecieron y prácticamente en cuestión de minutos, se quedaron solos en el pasillo. Izumi le invitó a entrar en la habitación con la mirada y él, abrazando el cuento que llevaba, le obedeció. Una vez dentro, con la puerta cerrada, el castaño le miró como si no entendiera qué estaba haciendo ahí.

                —¿Qué haces aquí Misaki?

El oji-azul hiperventiló un poco y después de planteárselo mucho, hizo una reverencia mientras le entregaba en las manos “El cuento de los canarios” y hablaba.

                —Siento mucho la tardanza, pero aquí está.

Izumi Kou miró el libro en sus manos realmente sintiéndose sorprendido por unos segundos y después, más tranquilo, lo colocó en el buró.

                —En verdad lo conseguiste Misaki, eres un chico asombroso—el aludido enrojeció, pero debido a su postura, Izumi no pudo verlo—Y dime… ¿Ya lo leíste?

                —Así es, ahora comprendo todo por fin, justo como lo dijiste. Pero vengo a decirte de frente que no voy a permitirlo. Entiendo que Aoi es tu canario, que la amas por sobre todas las cosas y por ello le permites que vaya y venga sin control. Pero tú mereces una persona que valore todo lo que eres, que no te vea como una de sus opciones, si no como la única. Sé que no soy un modelo de persona, pero me conoces, sabes cómo soy, sabes que soy necio, egoísta, algo inmaduro y no me importa pisotear a las personas cuando se meten en mi camino, así se trate de aquellas que son amadas para mí.

El oji-verde trató de levantar el rostro de Misaki, pero éste no le dejó.

                —¿A dónde quieres llegar con todo esto?—preguntó con una ligera sonrisa, como si adivinara de repente lo que Misaki había ido a decirle.

                —Déjame continuar. Lo que quiero decirte es que, a pesar de que no soy una persona “maravillosa” como acabas de decir, quiero ocupar ese lugar en tu corazón, quiero ser especial para ti. Tú… no lo entiendes, estoy acostumbrado a fingir, estoy acostumbrado a que debo ser alguien amable para agradarle a la gente, muy pocas personas me quieren como soy realmente. A tu lado, siento que puedo ser todo lo que quiero, me gusta la persona que soy cuando estoy contigo y esa persona… soy yo mismo…—levantó la cabeza y le miró directamente a los ojos aún con el sonrojo en sus mejillas—Por ello no voy a permitir que Aoi se quede contigo, yo nunca me rindo, ya te lo demostré, soy un egoísta, me has visto en acción y no me importa pasar por encima de quien sea con tal de tener a la persona que amo conmigo… y tú… tú eres esa persona…

Izumi comenzó a negar lentamente y Misaki temió que fuese a rechazarle. Ya sabía que iba a rechazarle, pero aún así, había guardado la esperanza. Tenía ganas de salir corriendo, pero no lo hizo, si había llegado ahí, entonces escucharía todo hasta al final. Izumi continuó negando y replicó:

                —Misaki… estás completamente equivocado… Aoi no es mi canario… eres tú… siempre has sido tú—el muchacho rubio sintió que el corazón había salido a dar una vuelta en una pista de cien metros o más. Estaba demasiado acelerado. Izumi continuó con serenidad—Llegaste a mí… herido… y yo traté de curarte, traté de devolverte tus sueños, traté de devolverte tu fe, tu amor propio. No sé si lo logré, pero lo que es seguro es que, en el proceso, el Cuidador de aves se enamoró de ti. Y te dejé partir, porque a diferencia de muchas personas, yo no creo que el amor sea egoísta. Quise que fueses libre para que tomaras tus propias decisiones y si yo estaba entre ellas, estaba bien, pero si no, también iba a aceptarlo. Lo único que me interesa, es tu felicidad.

Sus estúpidos ojos estaba por derramar lágrimas como si fuese una niñita de aquellas que les dicen que es correspondida, pero no le importaba en lo más mínimo sentirse como princesita de cuento barato. Izumi… Izumi le estaba diciendo que estaba enamorado de él… por primera vez… en su vida… era correspondido. Podía brincar de la felicidad en ese momento y no le importaría.

                —Izumi… ¿Podrías perdonar a este estúpido canario que estuvo a punto de dejarte?

El chico bajó la mirada con una suave sonrisa y después volvió a mirarle.

                —Eres libre de ir a donde quieras, mi único anhelo siempre será que desees volver a mí.

                —Es que eso es lo que no entiendes Izumi… yo… no quiero ir a ningún otro lado—cerró los ojos con fuerza y lo soltó como un embrujo—…yo quiero estar contigo… te quiero…

Tuvo que abrirlos cuando sintió la caricia de Izumi en su rostro y su bella sonrisa, incluso más grande que aquella que le había visto con Aoi, y aquello provocó que quisiera lanzarse a besarlo sin control una y otra vez.

                —También te quiero, mi precioso canario.

¡A la mierda! Se dijo sin poder aguantar más. Ya no se contuvo y se lanzó a sus brazos con una felicidad que en su vida creyó que sentiría. El chico de los ojos verdes también le abrazó con fuerza y volver a sentir esa cercanía fue tan glorioso, que ya no le importó la jodida vergüenza. Arremetió contra su boca casi como un desesperado e Izumi se apoderó de la situación, como siempre.

Sintió su lengua pidiendo permiso para entrar e invadirle y la dejó mientras intentaba juguetear con la propia. Sus manos acariciaron el rostro de Izumi, su cuello, su amado cabello y después viajaron a su espalda tocando todo a su paso. El castaño tampoco se quedó quieto, sus manos apresaron su cintura para aumentar la cercanía y poco a poco, sin ser consciente al estar embelesado en el beso, el chico comenzó a caminar hasta llegar a la cama, donde le recostó sin pudor alguno. Su peso sobre el suyo hizo que sus nervios comenzaran a acelerarse y, como si lo adivinara o supiera de su miedo, Izumi Kou dejó sus labios para besar sus mejillas, después el lóbulo de su oreja y finalmente su cuello. Ante tales gestos, el rubio Misaki simplemente cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones. O al menos lo hizo al principio, ya que cuando sintió que la boca de Izumi seguía descendiendo, sus nervios fueron mayores.

                —Oye… Izumi… quizá… bueno… más bien… de seguro lo sabes pero… yo nunca…—se mordió el labio al sentir la lengua de ese maldito chico del demonio en su piel—…nunca he hecho algo como esto jamás… sabes a lo que me refiero… sexo… ni con una chica y menos con un chico…

El aludido dejó de besarle y le miró con comprensión y dulzura.

                —Pues somos dos Misaki—le sonrió ligeramente y el corazón del otro murió oficialmente—Pero no te preocupes, sé perfectamente lo que hay que hacer, estuve leyendo mucho sobre el tema, así que no te lastimaré, todo estará bien.

Aquel comentario ya no le agradó en lo más mínimo y, frunciendo los labios, se incorporó sentándose en la cama mientras preguntaba con recelo.

                —¿Y por qué rayos has leído sobre el tema?

                —Bueno… una vez que comprendí que estaba enamorado de ti, supuse que esto pasaría tarde o temprano, así que debía estar listo.

Cruzó los brazos y entrecerró los ojos sintiéndose ligeramente enfadado.

                —¡Izumi! ¡Eso suena horrible! Casi pareciera que tu único interés era meterme en tu cama

El chico ladeó la cabeza como si no entendiera su enojo.

                —Pero no comprendo el punto, ya estás en mi cama, literalmente.

Ensanchó los ojos realmente enfadado y le dio un ligero empujón.

                —Se acabó, definitivamente no quiero hacerlo contigo.

                —De acuerdo, está bien—respondió con suma ternura y comenzó a alejarse, a lo que casi al instante, Misaki se retractó. Maldito fuese ese chico sacado de las llamas del infierno.

Sabes que sí quieres, le dijo su consciencia y la calló con un gruñido mientras abrazaba a Izumi para que no se fuera de su lado y, para que no notara el rojo de su cara.

                —Es… mentira… sí quiero… quiero hacer esto contigo… confío en ti…

Le sonrió nuevamente y le besó reiniciando el ciclo, pero con mayor intensidad, pudo sentir su deseo, pudo sentir como este chico, este indiferente y sumamente callado chico sin “emociones”, le besaba como si con ello quisiera mostrarle lo mucho que lo anhelaba. Se dejó llevar nuevamente, sus manos se enredaron en su cabello, Izumi comenzó a desabrochar su camisa y sus malditas inseguridades volvieron. Claro que quería hacerlo, de verdad que sí, pero… ¿Y si no le gustaba a Izumi como era? Empezó a resistirse y el más alto se detuvo casi al instante.

                —¿Cambiaste de opinión? Si es así, no hay problema, yo te respetaré.

                —No… no es eso… es que estaba pensando que… tal vez podrías apagar la luz, cerrar las persianas o cubrirnos con la sábana…

Le miró como si fuese un tonto.

                —Esta ventana no tiene persianas, aún es de día, la luz está apagada y no entiendo qué caso tendría cubrirnos si te voy a quitar la ropa—nuevamente estuvo rojo. ¿Por qué maldita sea soltaba cosas así como si nada? Él continuó como si adivinara sus miedos—Tú no quieres que te vea. ¿Piensas que me decepcionaré?

                —Pues… sería lógico… quiero decir… no soy bello… no tengo los enormes ojos de la mosca de Kotori ni soy delgado y menudo como Yuu…

                —Juro que jamás he comprendido ese afán tuyo por acomplejarte. No te hacen falta ninguno de esos atributos—continuó desabrochándole la camisa y paseó sus manos sobre su torso antes de continuar—Es cierto, no eres bello, pero no tendrías porque serlo, eres un chico. Sin embargo sí eres atractivo, fascinante, deseable…—susurró con voz ronca—…yo te deseo…

Se quitó sus lentes y los dejó en el buró, junto al cuento y después se quitó la playera exponiendo su desnudez también. Misaki contuvo un suspiro, yo también te deseo, pensó fugazmente y con ello, Izumi mató todos sus miedos. Llevó sus labios a su pecho y comenzó a repartir caricias y besos en la zona, provocando suspiros en el oji-azul que poco a poco evolucionaron en gemidos. No paraba de maldecir en su interior, este tipo sin duda era perverso, muchas veces creyó que su falta de sentimientos, su indiferencia, no era agradable. Ahora comprendía que era como un lobo dormido, y desafortunadamente, parecía que el maldito tenía hambre y lo único a devorar era él.

Sintió sus labios en sus tetillas y cómo sus manos desabrochaban su pantalón sin vergüenza alguna. Lejos de aterrarle como hace unos minutos le había pasado, tales acciones hicieron que se excitara en demasía y dejó de ser tan mojigato como una escuincla babosa. También le acarició el pecho y su cabello, porque amaba ese cabello y era suyo, le valía una mierda lo posesivo que pudiese sonar. La boca de Izumi continuó torturándole un buen rato mientras sus manos, le quitaron el pantalón con lentitud, como si estuviese postergando ese momento. Maldita y bendita fuese la tortura, que le enloquecía y le ayudó a desnudarle con el juicio cegado por la lujuria. Finalmente estuvo expuesto frente a él y, antes de que la vergüenza hiciera mella en cuerpo y lo arruinara todo de nuevo, Izumi tocó su miembro sin descaro alguno, lo que le hizo gemir de una forma demasiado aguda para sonar masculina. Y es que no se lo había esperado, pero los sonidos en su boca no cesaron, el chico subía y bajaba su mano en su sexo mientras le miraba profundamente a los ojos. No sabía qué le hacía temblar más de placer, si el hecho de que le estaba tocando o el hecho de que le mirara así. Sin el obstáculo de sus lentes, sus ojos se podían ver perfectamente y anhelaba tanto perderse en ellos.

El estremecimiento en su cuerpo aumentó cuando sintió otra cosa junto a su pene. Estaba tan perdido en su mirada que no había notado como el más alto también se había quitado la ropa y ahora estaba sentado frente a él, rozando ambos miembros. Anhelaba tocarlo y su rostro se sintió tan caliente por ello, casi como todo su cuerpo y, como si leyera nuevamente su mente, Izumi tomó una de sus manos y la puso sobre su miembro para que acariciara. Lo hizo con timidez al principio, pero cuando el muchacho le besó para lograr que se relajara, poco a poco comenzó a imitar los movimientos de sus manos en su propio pene. Su lengua, aunada a sus manos y la sensación de tocar algo así, caliente y duro, poco a poco aumentaron el éxtasis de su cuerpo y, antes de que pudiese definir lo que era, Misaki se vino en un gran gemido que interrumpió el beso.

La mano de Izumi quedó manchada con su semen y el castaño estaba por llevarlo a su boca, cuando avergonzado e irritado, Misaki le detuvo.

                —¡Por Dios! ¡No hagas eso! ¿Cuántas películas porno has visto?

                —¿Quieres que te responda?—le miró satisfecho limpiándose la mano y levantándose para sacar de uno de los cajones del buró una botellita transparente y un paquetito cuadrado. El rubio giró los ojos con irritación, hasta con eso estaba preparado. Maldito pervertido, pensó e Izumi le sonrió de una forma que nunca lo había hecho, casi había malicia en su mirada, casi lujuria y aquello le hizo temblar, pero de forma agradable. El chico habló con la voz ronca por la excitación—Ahora, date la vuelta.

Volvió a enrojecer pero obedeció, al menos en esa vergonzosa postura, Izumi no vería su rostro cada vez que gemía sin control. Sintió el líquido frío en su trasero y se mordió el labio ansioso ante lo que venía, casi como un miedo delicioso, como si deseara el dolor y a la vez lo repeliera. Era un maldito enfermo. Su labio sangró sin control cuando sintió el primer dedo invadirle y a Izumi moviéndolo con mucho cuidado, estimulando cada zona. Era raro, muy raro, pero no quería que pensara que le estaba desagradando, no lo hacía, era tan raro que hasta resultaba excitante. Cuando el segundo dedo le invadió, lanzó un ligero gemidito mientras con sus manos apretaba las sábanas debajo de él y sentía cómo su propio miembro empezaba a revivir. ¿En verdad le gustaba el dolor? Definitivamente le estaba asustando demasiado su cuerpo y tuvo que taparse la boca esta vez al sentir el tercer dedo. Pero le agradó, cosa que confirmó sus miedos, le gustaba el jodido dolor. Pervertido masoquista enfermo de mierda, se insultó a sí mismo mientras Izumi continuaba moviendo sus dedos en su interior hasta que estuvo listo.

Izumi se puso el condón y se acomodó frente a él. Cuando retiró sus dedos, casi hizo una mueca, en verdad agradecía al cielo esa postura o de lo contrario, Izumi ya se habría enterado de sus tendencias tan vergonzosas. Pudo sentir la punta de su pene en su entrada y aquello aceleró su ritmo cardiaco. Cerró los ojos con fuerza ante la invasión y finalmente, el oji-verde, le penetró lentamente hasta que estuvo dentro de él. Varios minutos pasaron entre latidos acelerados, besos en su espalda y ciertas caricias ocasionales a su propio miembro y, cuando Misaki se preguntaba si eso era todo en el sexo “entre hombres”, Izumi decidió comenzar a moverse.

Y la cordura desapareció para siempre.

Cada caricia, cada envestida, cada beso le hacía viajar a un sitio que en su vida había pisado, pero que le encantaba. Dolía como la puta madre y era precisamente eso lo que le estaba haciendo delirar como si estuviese en una utopía. Cuando el dolor poco a poco fue menguando y temió que tanto a él como Izumi dejara de agradarles, la sensación del verdadero placer, le invadió el cuerpo entero. Era brusco, era demasiado brusco, no comprendía dónde había quedado la dulzura de sus miradas o la paciencia de su forma de ser. En ese momento, el Izumi que le envestía con todas sus ganas no era ni un rastro del Izumi que vio por primera vez hace un par de meses, espiándolo vilmente como loco, creyendo que no tenía nada especial. Él era demasiado especial, muchísimo, lo amaba, lo amaba tanto como no creyó que amaría, como nunca se imaginó que podría superar a lo que sintió alguna vez por Ren. No, no existía.

                —I… Izumi… agh… Izumi…—susurró con la voz entrecortada.

El aludido se acercó a su rostro sin detenerse en lo absoluto y Misaki pudo sentir su respiración descontrolada. Aquello le excitó demasiado y reprimió un suspiro mordiéndose el labio.

                —Dime…—respondió el castaño y aferró sus hombros con sus manos para aumentar la intensidad.

El rubio se retorció debajo de él y el sudor estaba empezando a bañar todo su cuerpo. Tanto placer no era sano, tanta intensidad solo significaba una cosa. Misaki medio delirando del éxtasis se cuestionó cuanto tiempo habría esperado Izumi para estar así con él. ¿Desde cuándo él le quería? ¿Desde antes de ese beso robado? De ser así, era un maldito por hacerle esperar tanto. Ya no más, se juró apretando las sábanas con sus puños.

                —Izumi… ahh… te… te quiero muchísimo… te quiero… Dios… en verdad te quiero… ahh…

El rubio no pudo verlo, pero el brillo en los ojos del castaño fue suficiente para comprender cuán feliz le hizo tal declaración nuevamente. Sin embargo, no fue necesario que lo viera, pues una vez que lo dijo, Izumi empujó a Misaki con toda su fuerza en la base de la cama y entró en él con mayor velocidad. Se iba a morir, de verdad se iba a morir, él no podía hacerle eso y pedirle que lo soportara, el orgasmo comenzó a llenar sus sentidos pero aunado a él, estuvo otra cosa, un sentimiento al que no podía encontrarle nombre. Era como un bajón en el estomago, como un mareo, y a la vez como un rayo poderoso de aquellos que fulminan todo a su paso y no lo entendía. ¿Qué era? ¿Qué era lo que sentía, además del placer, cada vez que Izumi le envestía con toda la fuerza que poseía? Como si el chico de los ojos verdes también pudiese sentirlo, acercó sus labios a su oído y le susurró dulce, sensual y hasta adorablemente un “se llama amor”. Fue demasiado para él cuando la epifanía llegó y no pudo evitar correrse por segunda vez. Izumi dio unas cuantas envestidas más y entonces también se corrió.

Comenzó a hiperventilar como últimamente le pasaba y el más alto salió de su interior mientras él mismo se recostaba en la cama. Izumi besó su frente con adoración absoluta y quiso llorar en ese momento de felicidad extrema. ¿Acaso él sabía todo lo que le generaba con ese simple gesto? Claro que sí, le había dicho que era amor, le había dicho, con cada beso, con cada roce, con cada estocada, que le amaba, le amaba como nunca creyó que sería amado. Y estaba dichoso, porque por fin conocía, como se predijo en el principio, la gloria de serlo.

Él también le amaba con locura y ahora sí, iba a permitirse ser egoístamente feliz con ello.

Notas finales:

IZUMI!!! ¡AZÓTAME! :Q_____________________________________ (Miny, cálmate por favor!!!!!!!!!)

Se los dije, Izumi es un puerco que ve porno gay jajajajajajajaja (en serio, sí lo hace) cuando lean el capítulo que narra su versión de la historia me creerán!!!

Espero que les haya gustado el capi, el lemon y el Cuento de los Canarios (que no debió llamarse así porque ni hay muchos canarios, solo uno, pero bueno, como dije arriba, la vida es un misterio)

Takashi y sus tardías conclusiones, pobrecito, de verdad todo el mundo va a saber la verdad menos él, así de ido es jajajaja

Tenshi!!! Te amo tanto que no me importaría secuestrarte (a ti y a Izumi!!!)

Y la pequeña Koti-chan que quería ver el sexo, pobrecita, no pudo ver el de RenxYuu y ahora no pudo ver el del canario y su cuidador.

Hablando de RenxYuu, el próximo capi habrá reconciliación para las fierecillas!! Yei!!! Ren conquistará nuevamente el corazón de la fierecilla indomable!!! No se lo pueden perder, será muy lindo en mi opinión ;)

Y ya es todo, muchísimas gracias, espero que les haya gustado y me regalen su opinión ;)

Los amo mucho!!! Feliz Día de muertos!!!! ;)


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