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Fujoshi de mi corazón. por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Olis!!! (Sigo en mi afán por hallar un saludo, como seguramente notan, no voy muy bien)

¿Cómo han estado? Yo bien, hoy empecé el verano (mi única materia que me hace falta wiii!!)

Así que voy a comenzar a actualizar todos los martes, como hoy, yo sé que ustedes dirán "¿Por qué esta tipa, si tiene una sola materia, actualizará hasta una semana?" Bueno... es solo una materia, pero aún estoy haciendo servicio y ahora voy todos los días (debo acabar!!! debo acabar ya!!!) ja

Pero dejaré de molestarles con mi vida, tengo sentimientos encontrados con este capi, quiero decir, me preocupa lo que piensen de Enjou, temo que lo odien este capi... o el otro... o todo el fic (jajajajaa estoy exagerando un poco) pero aunque no lo crean, todo tiene su razón de ser y solo pido que sean pacientes, se los pido ;)

Así que se los dejo, disfrútenlo :D

Capítulo 3: Enjou Junko

 

Fue una cena tranquila.

Koti-chan automáticamente desapareció cuando su madre le presentó a Enjou Junko y eso le alivió en cierto modo. No volvió a saber de ella en el resto de la tarde y para cuando fue la hora de la cena, pudo respirar seguro de que ella ya no estaba ahí, acosándole. Aquello hizo que la cena fuese tranquila.

No, de hecho no, no fue para nada tranquila, estuvo cargada de alegría y sonrisas por parte de sus respectivos padres. Pero para Takashi fue sumamente estresante. Una vez que asimiló que el chico que le había hecho babear por un segundo era el famosísimo Enjou Junko, superar el shock de ver a Fusaki y a Enjou juntos casi lo marea. Era imposible, era en verdad imposible, alguien de seguro le estaba gastando una jodida broma, simplemente no le cuadraba que ese infarto de hombre fuese hijo de ese contador. ¿Dónde había quedado la congruencia? ¿Y su teoría del mini-contador?

A la mierda con esa teoría, Enjou Junko era todo menos un mini-contador.

Hubo momentos de la cena en los que no pudo quitarle el ojo de encima. Sus gestos, sus movimientos, hasta la forma en la que bebía agua se le hacía fascinante. El único defecto que quizá podría verle era que Enjou era tan jodidamente callado y serio. Hubiese matado por verle sonreír aunque fuese un poco, le habría encandilado con una de ellas. Pero no, no sonreía o quizá sí lo hacía, pero con él se mostraba serio y era eso precisamente lo que le reventaba el hígado.

Con su madre mostraba amabilidad y dulzura, con su padre un cariño innato y con él… con él solo frialdad. ¡Qué jodidos te hice para que me trates así! Pensaba mientras comía y le veía con deleite. El enojo y la fascinación competían en su interior y no le dejaban tranquilo. Por eso la cena había sido un desastre.

Pero si Takashi creía que la cena había sido mala, todavía no había visto lo que le esperaba a la hora de irse a dormir.

Enjou Junko abrió la puerta de su habitación y le indicó que podía pasar sin quitar su pose seria. Takashi lo hizo con cierto nerviosismo. La noche anterior había dormido en esa habitación solo, había elegido la cama que había querido y había ordenado sus cosas como se le había ocurrido. Ahora seguramente Enjou querría arreglar ese desorden, ya se imaginaba reclamos, insultos tal vez y su mente llegó hasta recrear una situación de pelea. Estaba exagerando, claro está, pero aún así, no perdía nada con prepararse. ¿Cuándo fue la última vez que dio un derechazo a alguien?

Mierda, nunca.

                —He dejado tus cosas tal como están, no tengo problema en dormir arriba. Pero… si lo prefieres podemos cambiar.

El castaño reaccionó a su voz, le gustaba tanto como sonaba. Debía parar esos pensamientos ya, Enjou Junko era su hermano ahora, tenía prohibido fijarse en él de otra forma. Además, con lo seco que era con él, ni siquiera debía aspirar a una oportunidad. ¿Qué te pasa Takashi? ¿Vas a dejar que un desconocido te amedrente? No me esperaba más de ti, sesos de alga.

                —No… está bien… me gusta estar abajo—respondió sintiéndose mal consigo mismo.

                —Bien, este cuarto tiene ducha compartida, como seguramente notaste. Nos turnaremos para bañarnos, puedes pasar primero o al último, como tú lo desees.

                —Tú primero—replicó al momento, la verdad es que era demasiado difícil para él levantarse temprano y sólo retrasaría a Enjou si le tocaba ser el primero.

                —De acuerdo—no le miró y procedió a subirse a su cama.

Takashi estuvo debatiéndose entre las ganas de acurrucarse en su cama por el mal recibimiento y las ganas de lanzársele encima con un fuerte golpe por ser tan puñeteramente fastidioso. Insisto… ¿Qué mierdas te hice? Ni siquiera te conozco como para que digas que me odias.

Apagó las luces y se acurrucó en la cama abrazando una almohada mientras lo analizaba. Quizá Enjou Junko sólo estaba molesto por la invasión a su privacidad y era completamente entendible. Es decir, que un desconocido llegue de repente a vivir en tu casa, en tu habitación, comparta tu ambiente… ambiente… ¿Eso quería decir…?

                —Junko-san…—preguntó en voz alta sin prender la luz y esperando que el otro no se hubiese dormido o que no lo ignorara.

                —¿Qué pasa?—respondió con sequedad en la voz y Takashi estuvo tentado a olvidar su pregunta, pero se armó de valor.

                —¿Vas a la misma escuela que yo?

Hubo silencio y pensó por un momento que, su ahora hermano, había decidido ignorarle por hacer una pregunta tan estúpida, pero en verdad él necesitaba saber, solo de ese modo podría evadirlo. Sí, al parecer, el nerviosismo y la idea de que le mirara de esa forma, como si le odiara, habían sido mayores que su entereza.

                —Sí, es la misma.

Le sentó como balde de agua fría y se giró sobre su cuerpo para intentar dormir.

                —Ahh… ya veo… gracias.

                —De nada.

Cerró los ojos embriagado en una sensación muy parecida a la que sintió cuando empezó a dejar su mala vida. Como si todos a su alrededor le despreciaran, como si para ellos fuese un ser abominable. Para el resto del mundo, él no tenía derecho a arrepentirse de sus errores, él no podía cambiar de repente y buscar otras cosas. No, él no podía aspirar a nada porque se equivocó en el camino, él era indigno para una oportunidad y nunca la obtendría.

Así le había hecho sentir Enjou Junko en la primera impresión.

****

Escuchó el ruido del despertador y fastidiado con él, lo apagó. Se quitó las sábanas de encima y bajó de la litera. Eran las 6:30 de la mañana y, de acuerdo a lo pactado, le tocaba a él bañarse primero. Enjou dio un suspiro y comenzó a preparar sus cosas tratando de ser cuidadoso y no hacer ningún ruido que pudiese despertarlo.

Sin embargo, sus esfuerzos se vieron interrumpidos cuando escuchó un castañeo y después un susurro. El pelinegro miró con atención en dirección a la cama de Takashi y lo notó. El chico se había destapado durante la noche y ahora sentía frío. Negó con la cabeza y medio sonrió como si se tratara de algo tan usual y a la vez predecible en Takashi Kotori.

Se acercó a él y lo arropó, logrando que la sensación en el cuerpo del castaño desapareciera y así pudiese dormir en paz. Lo miró atentamente y volvió a sonreír discretamente mientras se perdía. Era como si la sola imagen de Takashi Kotori tuviese el poder de hipnotizarlo. Levantó su mano y estaba por acariciar sus cabellos cuando se detuvo a sí mismo y negó frenéticamente. Se alejó de él y con lo necesario para darse su ducha, Enjou desapareció por la puerta del baño.

Takashi se removió un poco en la cama y abrió los ojos embriagado con la sensación de calidez. Se percató de la cobija y miró en dirección al baño, de donde provenía el ruido. ¿Acaso Enjou Junko acababa de arroparlo? Negó casi al instante, eso era imposible, el día anterior le había quedado claro que le odiaba, así que durante la noche y sus sueños, el castaño tomó la resolución de evitar lo mayormente posible al hijo de Fusaki. Sí, iban en la misma escuela, pero no por ello debían toparse. ¿Verdad? El día anterior no lo había visto para nada en ese lugar, así que si la suerte estaba de su lado, tal vez nunca lo vería. ¿Cierto?

Al parecer a Takashi se le había olvidado que la suerte nunca está de su parte.

La puerta del baño se abrió y Takashi se acurrucó nuevamente fingiendo estar dormido, pero por el rabillo del ojo pudo ver a su compañero. Sí, también se le olvidó que babeaba por el tipo. Enjou había salido del baño semi vestido, llevaba el pantalón y una toalla encima de los hombros, pero lo demás se le veía y Takashi estuvo tentado a destaparse y verle descaradamente. Pero tenía dignidad, muchísima, por ello, aún si el tipo con el que vivía era de infarto, estaba resuelto a no cruzarse con él, claro que no, era imposible que él soportara otra de sus miradas frías. Él no lo merecía.

                —Se te hará tarde—susurró el pelinegro mientras se terminaba de vestir y medio lo movía para tratar de despertarlo.

El castaño fingió seguir dormido y no se movió, pero entonces Enjou miró el reloj y suspiró.

                —Son las 7 de la mañana, no sé cuál es tu horario, pero creo que no te dará tiempo si tu primera clase es a las 8.

El aludido brincó en su colchón y Enjou reprimió una risita mientras lo miraba con ternura. Una mirada que, por supuesto, se apresuró en ocultar. Takashi se levantó apresurado y se lanzó directamente al baño mientras hacía una leve reverencia en agradecimiento. Estaba decidido y no cambiaría de opinión, no iba a dejar que Enjou Junko le intimidara, él podía hacer su vida y no tenerlo en ella, además, aún con lo raro que le hiciera sentir, prefería mil veces fingir que Enjou no existía a volver con su padre.

Ahí estaba Koti-chan.

Y debía hacer lo que fuera para evadirla.

****

                —¿Y bien? ¿Ya sabes a qué club te vas a unir?

Reaccionó ante la pregunta con un brinquito. Estaba distraído, habitual en él por supuesto, pero Takashi no se había sacado de la cabeza a Enjou Junko y su miedo a encontrárselo en la escuela. Había pasado casi una semana y él no paraba de mirar a todos lados con pánico. Cada vez que veía a alguien parecido a Enjou, la piel se le ponía chinita, no quería verlo nunca, en verdad que no.

Ahora estaba en la cafetería, en compañía de Yuu, quien le había ofrecido que se sentaran juntos. Los días anteriores no lo había notado por su dispersión habitual, pero en esta ocasión, a la que no le prestaba atención a nada y al mismo tiempo, a todo, Takashi medio había percibido que casi nadie se le acercaba cuando estaba con Yuu. Había hecho otro par de amigos, pero conocidos en trabajos y proyectos. Solo Yuu era su amigo como tal y nadie más se había atrevido a intentarlo.

Aquello, por donde lo viera uno, era raro.

                —No, aún no lo sé. Estoy entre natación y artes, alguna de las artes.

Yuu entrejuntó sus cejas y le miró como si acabara de decir una necedad.

                —¿Natación? ¿Lo dices en serio?

                —Sí… ¿Hay algún problema con ello?—cuestionó Takashi sin comprender—Me gusta nadar, es de mis deportes favoritos y creo que no soy tan malo, solo necesito practicar, porque soy algo lento.

La mirada de Yuu cambió y pareció que cierto alivio le atravesó. Esbozó una sonrisa y ladeó la cabeza mientras agregaba.

                —Entonces disfrútalo Takashi, porque no es por presumir, pero el club de natación ha sido tres veces campeón en los torneos escolares. Llevo dos años siendo presidente y lo vi con mis propios ojos, además, Enjou lo puede corroborar.

Takashi reaccionó ante la mención de su “Satanás” personal e indagó desenfrenadamente:

                —¿Enjou? ¿Te refieres a Enjou Junko? ¿Lo conoces?

                —Claro, Enjou fue el presidente del consejo, antes de mí.

                —¿Presidente del consejo?—asociar la imagen de Enjou Junko y un presidente del consejo le era demasiado difícil.

Yuu Madara cumplía con el perfil, era bajito, como lo mencionamos anteriormente, su cabello negro rizado era corto, típico de los amantes del orden, sus ojos ambarinos estaban ocultos en sus anteojos que, aunque no eran de vidrio de botella, aún así eran anteojos y su ropa, quizá era lo único en lo que tanto Enjou como Yuu contrastaban con la idea de un presidente del consejo.

Enjou vestía ropa sencilla, pero moderna, le hacía ver jodidamente bien. Chamarras a su medida, camisas fuera del pantalón de mezclilla y zapatos o a veces tenis, pero se veía casual, arrebatador. Yuu al parecer amaba los pantalones cortos, sus tobillos se veían todo el tiempo, eso sin contar las playeras de cuello redondo. Al parecer al presidente del consejo le gustaba sentirse libre y nada formal, todo lo contrario a lo que un presidente debe ser.

Un nerd.

Al parecer debía empezar a dejar de juzgar mediante estereotipos.

                —¿Conoces a Enjou? ¿O por qué la pregunta?—indagó Yuu con curiosidad y Takashi volvió a brincar ante ella. Al parecer hoy estaba más ido que de costumbre.

                —Ahh… no… yo…—se removió nervioso, no sabía qué excusa dar, no sabía si era correcto decirle a su nuevo amigo que su predecesor era su nuevo hermano, no tenía idea de nada, así que solo dijo algo a la ligera—… sólo… solo era curiosidad, nada más, no le conozco.

                —Mentiroso—dijo una tercera voz y el azúcar se le subió a Takashi.

Apareciéndose, de costumbre sin que lo notara, la pequeña Kobashi salió de su escondite, que era debajo de la mesa de la cafetería. Yuu la miró sin comprender y Takashi quiso darse un golpe.

                —¡Maldición! ¡Koti-chan! ¡En serio! ¡Ya te habías tardado! ¡Qué haces aquí!

                —Buscando yaoi, por supuesto—respondió como si fuese lo más lógico y Yuu siguió sin entender quién era la menor y qué estaba haciendo ahí.

Carraspeó un poco para que ambos lo notaran y Takashi se percató de ello.

                —Yuu… lo siento… ella me saca de mis casillas—la miró mal y Koti-chan giró los ojos—Te presento a mi hermana menor, Kobashi, pero todos la llamamos Koti-chan.

                —Es un gusto Madara-san—reverenció la menor y el gesto confundido de Yuu cambió por una sonrisa. La pequeña Kobashi era casi tan encantadora como Takashi, además de su enorme parecido, debió adivinar que eran hermanos, pues, prácticamente, Koti-chan era como una versión femenina de Takashi, solo que más pequeña.

                —El gusto es mío Koti-chan. Qué placer conocerte.

                —Yo no diría eso—bufó Takashi y agregó—Si ya sabe tu nombre quiere decir que ya te ha investigado y por consiguiente, ya te ha imaginado en más de mil posiciones yaoi. Las cuales seguramente, yo también soy partícipe.

El pelinegro miró con asombro a Takashi ante la palabra yaoi y después volteó a mirar a la pequeña. ¿Acaso no era muy joven para leer yaoi? Él no era un otaku ni nada parecido, pero Misaki era un seguidor de las series anime y mangas en secreto, y más o menos le había explicado los géneros y en qué consistían.

                —Te equivocas nii-san, para nada he imaginado a Yuu-chan haciendo yaoi contigo, ya te lo dije antes y te lo vuelvo a repetir. Tú eres un uke y por lo tanto no es posible que ustedes dos estén juntos, ya que él también es uno.

                —¡Koti-chan!—reclamó avergonzado Takashi, ya se imaginaba que Yuu se sentiría ofendido con semejantes adjetivos.

Sin embargo, lo que hizo el pelinegro fue completamente diferente.

Comenzó a reír primero con discreción, una pequeña risita, pero después de reprimirse por unos segundos, no pudo más y se carcajeó con fuerza. Takashi se quedó helado ante tal reacción y Koti-chan tomó una foto con su celular. Varios de los estudiantes que estaban cerca de su mesa los miraron como si estuviesen frente a un espectro y no era para menos. En la vida habían visto reír a Yuu Madara con tanta autenticidad, el presidente del consejo era aterrador, inflexible y algo agresivo, lo veías reír, pero casi con un deje de psicosis en el gesto. Era la primera vez que su risa sonaba contagiosa… hasta se podría decir que… linda.

Aunque fuera un poco.

                —¿Qué es tan gracioso Yuu-chan?—preguntó Takashi sin saber qué hacer.

Aún entre risas, Yuu respondió:

                —Nada, en realidad tu hermana y su actitud me parecen graciosas. Sería lindo tener una hermanita menor.

                —Claro que no, no sabes lo que dices—giró los ojos y Koti-chan sonrió brillantemente.

                —Sabía que a Yuu-chan le agradaría, tengo ese encanto y descuida, no te he espiado para nada, al único al que espío, es a mi hermanito, él es mi fuente de yaoi ilimitada.

Takashi tembló y Yuu ladeó la cabeza.

                —Pues buena suerte en tu odisea, pequeña fujoshi.

Guiñó el ojo, la menor asintió emocionada y el castaño miró al techo buscando sabiduría.

¿Qué iba a hacer con este demonio de hermana?

****

                —Te fugaste de clases para venir. ¿Verdad?

                —Quizá—ladeó la cabeza y Takashi negó.

Ambos caminaban en dirección a su casa. Después de un día ajetreado y lleno de acoso por parte de Kobashi, Takashi ya no tuvo tiempo ni de preocuparse por Enjou Junko y su presencia en esa escuela. Su hermana lo importunó en el almuerzo haciéndole preguntas a Yuu sobre su vida personal, el pelinegro siempre respondía con una sonrisa, era como la amabilidad encarnada y aquello le molestaba porque Yuu no tenía por qué soportar a Koti-chan y sus locuras yaoi. Por otro lado, cuando el almuerzo terminó y cada quién tomó su rumbo, la menor le siguió a sus clases y se ocultó muy bien. Takashi era distraído, pero ese día pudo notar a su hermana porque había sentido su presencia desde el principio, en verdad debía terminar y pronto. Había huido precisamente por esa razón, no debía permitir que su hermana ganara, aquello sería humillante.

                —Koti-chan, te quiero y muchísimo, me siento responsable de ti y anhelo ser tu modelo a seguir, pero no puedo dejar que continúes así. Te perderás clases, eso bajará tu promedio y sería un mal hermano si lo permitiera y más por mi culpa.

                —Relájate nii-san, todo estará bien. Además, yo necesito del yaoi, si no, no sería feliz.

                —¿Pero por qué precisamente yo? ¿Acaso no hay ningún chico gay en tu escuela?

Koti-chan negó con serenidad y ambos llegaron al pequeño árbol donde vivía el petirrojo. Takashi le sonrió a la criatura y la llamó mientras sacaba de su mochila un pequeño sobre de comida para aves. El pequeño petirrojo comió de su mano y el castaño lo miró enternecido, le encantaba en verdad, pero no se atrevía a llevárselo a su hogar, le gustaba que fuese libre. Había cierta belleza en su libertad. Estaba tan concentrado en él, que por un momento se olvidó de sus problemas, de Enjou Junko y su mirada fría, de Koti-chan y su acoso, de sus indecisiones y su pasado. Simplemente se dejaba llevar en esos diminutos y lindos ojos del ave. Ojalá fuese como tú, pensaba sin querer.

                —Investigué a Enjou nii-san.

Se ahogó con su propio oxígeno y el pequeño petirrojo brincó asustado para después volar encima de su cabeza. Su hermana se veía tan tranquila diciendo esas cosas, él casi moría de un infarto. ¿Por qué a él? ¿Por qué precisamente a él? ¿Qué estás planeando Koti-chan?

                —¿Para qué hiciste eso?

                —Bueno… me dio cierta curiosidad, pero tranquilízate, no tengo muchos datos. Pertenece a una banda, así que sabe tocar la guitarra y es bueno en ello, lo cual no me extraña, considerando que pertenece al club de música. Mide 1.75, lo cual lo vuelve un seme en potencia, no tiene novia y lo más importante…

Uno de los datos mencionados le hizo reaccionar. Club de música, club de música, eso quería decir… artes… división de artes…

Bien, era oficial, se largaba a natación.

                —No comiences a fastidiar a Enjou Junko, él no será paciente como yo.

Y era lo que más le preocupaba, que Enjou Junko y su frialdad lastimaran a su Koti-chan. Quizá se lo merecería, para que dejara de acosar a la gente y de entrometerse, pero su instinto de hermano mayor era más fuerte y por ende, no quería que nadie hiciera sentir mal a su hermanita, nadie, ni siquiera él, que quizá tendría derecho al ser también su  nuevo hermano. Pero no, por nada del mundo iba a dejar que Enjou le hiciera a ella lo que le hacía a él. De lo contrario, se las iba a ver con él, aunque nunca hubiese practicado ningún tipo de defensa personal.

                —Yo lo sé y no le fastidio, ni siquiera lo he seguido, no tengo el valor, así que no temas.

                —¿A qué te refieres?—le extrañó que su hermana hablara de valor.

                —Me refiero a que no me siento lista para acosar a alguien más que no seas tú, es decir, tú no me notas porque vives en otro mundo, pero las demás personas son hábiles en verdad.

Takashi lo razonó y después captó el insulto implícito a su persona.

                —¡Oye! ¡Yo no vivo en otro mundo! Admito que soy un poco distraído—Koti-chan bufó y él la miró mal—pero no por ello soy un tonto.

                —Conste que yo no lo dije—encogió los hombros y se apresuró a caminar en dirección a la casa Junko.

El mayor la siguió indignado, todo indicaba que su idea de ser el modelo a seguir estaba muerta. Koti-chan lo veía como un tarado que no nota nada y quizá tenía razón. De acuerdo, lo admitía, era algo distraído, por lo mismo a veces era torpe, ya que al no prestar atención en el camino, de vez en cuando se tropezaba y caía. Le costaba un poco aprender números y siempre perdía sus cuentas de internet al olvidar sus contraseñas. Pero él se esforzaba, en verdad se esforzaba por mejorar, eso debía contar. ¿No?

Supuso que sí.

Continuaron caminando mientras el pequeño petirrojo volaba sobre ellos, habían pasado varios días desde que lo encontró, ese primer día en la escuela y esa primera vez que había conocido a Enjou Junko al casi tropezarse. La semana estaba por llegar a su fin y afortunadamente ya había tomado ciertas decisiones. Lo único que lo tenía en vilo era que no había recibido carta alguna esa semana, no debía desesperarse, seguramente su escritor no había podido dar con él, dar con algún modo de enviarle las cartas, qué sabía él, esos eran sus pensamientos y era el único consuelo ante la posibilidad de que, por huir de Koti-chan, lo hubiese perdido para siempre.

La sola idea hizo que sintiera escalofríos.

La pequeña Kobashi llegó a la puerta de la casa de Fusaki Junko y Takashi, metido en sus pensamientos, tropezó con la banqueta y fue a dar al suelo. Afortunada o desafortunadamente ahora sí no había ningún Enjou Junko que le evitara caer y darse de lleno. Mejor, no quería deberle nada, no quería siquiera verlo, le intimidaba y odiaba la sensación de sentirse vulnerable, al menos frente a él.

                —Nii-san… ¡Nii-san!—la menor parecía dar brinquitos, como si algo maravilloso acabara de suceder.

Takashi se acercó y trató de averiguar el motivo de tanto entusiasmo. Cuando lo descubrió, casi se pone a brincar como ella y, antes de que la acosadora de hermanos mayores pusiera manos a la obra, el castaño le arrebató la carta de las manos como si se tratara de un niño de 5 años que le roba los juguetes a su hermana menor.

                —¡Dámela!

                —¡Nii-san!—regañó ella y trató de recuperarla sin éxito—¡Devuélvela! ¡Necesito leerla!

Abrazó la carta a su pecho y negó desenfrenadamente.

                —¡Ni muerto! ¡Tú no vas a leer nada! ¡Es mía!

                —¡Actúa como un adulto nii-san!

                —¡Oblígame!

Ambos hermanos comenzaron a pelear por la misiva. Kobashi golpeaba con sus puños en el pecho de su hermano, quien corría en círculos para evitar que ella se la quitara. Era toda una escena digna de un programa de comedia barato. Takashi entró a la casa, Kobashi le siguió atrapando una de sus piernas y a punto de morderle, seguramente, mientras reclamaba. Él ignoraba sus golpes y gritos y seguía huyendo hasta llegar a su habitación, en donde, gracias a un descuido de la menor, pudo encerrarse y así leer su carta en paz.

                —¡Abre la puerta o juro que la tiraré!

                —Lo dudo—respondió como un niño y técnicamente le sacó la lengua.

Miró detenidamente la carta, casi podía morir de felicidad en ese mismo momento. Su carta, al fin había llegado, no tenía idea de cómo su escritor lo había logrado, pero ahí estaba, su carta de la semana, las palabras y las letras que lo animaban siempre. Volvió a abrazarla con el corazón latiéndole a mil por hora y se lanzó en la cama para poder leerla.

Abrió el sobre, desdobló el papel e inició la lectura.

Mi hermosa musa:

Siempre alucinaba con ese nombramiento, aunque le colocara en una obvia situación femenina, le daba igual, sentía mariposas en el estómago y el rostro caliente cuando lo leía. Decidió continuar.

Mi hermosa musa:

Ruego perdones mi fastidiosa demora, aún en estos momentos en los que te escribo, me cuesta acomodar las palabras en mi boca. A veces evoco tu bello rostro en mis sueños y me aferro a las millones de razones que tengo para amarte, día y noche, a todas horas. Aunque no lo creas mi amor por ti es serio y sincero, por lo mismo he tomado una dolorosa decisión. Voy a derramar lágrimas, lo sé, me dolerá cada día de mi vida a partir de ahora y quizá no vuelva a mirar a nadie de la misma forma en que te miro, te evoco, te sueño, te pienso, te anhelo, te idealizo.

He decidido romper con esta cadena. ¿Te preguntarás el motivo? No lo creo, jamás he querido importunarte, todo mi deseo se concentraba en expresar estos sentimientos que corren por mis venas, en gritarte, al menos en palabras, cuanto amor siento por ti. Y porque te amo, por ello mismo, decidí darle fin a nuestra comunicación. Esta es la última carta que recibirás de mí, me duele el asimilar que mis labios no volverán a pronunciar tu nombre en mis delirios y que mis dedos no volverán a tejer estas redes de palabras diseñadas para alabarte, para amarte, como siempre lo he hecho, desde que te conocí. No volveré a escribirte, no volveré más amor mío, anhelo con mi alma y mi vida que, aunque quizá no tenga relevancia para ti, en verdad quiero que no me olvides. Trata de recordarme, aunque sea en un pequeño espacio de tu mente, escóndeme bien. Mi amor ha sido sincero, siempre lo fue, no lo olvides.

Adiós para siempre mi Euterpe*.

Tu escritor.

La carta cayó de sus manos y se levantó de la cama en dirección a la puerta. Kobashi seguía gritando y golpeando, pero se detuvo cuando ésta se abrió y le dejó ver a un pálido Takashi Kotori del otro lado.

                —¿Nii-san? ¿Por qué tienes esa cara?

Él no respondió, simplemente siguió callado y quieto, casi como una estatua. La menor reaccionó y se introdujo en la habitación para poder leer la carta, la cual aún seguía en la cama. Estaba tan perdido y pasmado que no le importó y Koti-chan se leyó la misiva en menos de un par de minutos.

Cuando terminó, miró a su hermanito y negó con la cabeza.

                —Algo no me cuadra aquí, no me cuadra nada.

                —¿Tú crees?—habló por primera vez Takashi y su voz fue solo un susurro.

                —Claro que sí, no entiendo por qué de repente decidió dejar de escribirte y sin darte una verdadera explicación.

                —Yo sí—dijo con voz lastímera y la miró a punto de lanzarse a llorar, pero no podía, aún era su hermano mayor y debía mostrarle fortaleza—Koti-chan… déjame solo…

                —Nii-san…

                —Por favor…

Negó con la cabeza pero obedeció llevándose la carta consigo, debía analizarla a fondo, algo en su interior le gritaba que había algo turbio en todo ello. No podía ser cierto, no podía ser que su hermosa historia de amor yaoi llegara a su fin de esa forma, debía haber un motivo. Y lo averiguaría a como diera lugar.

Cuando al fin la puerta se cerró, Takashi se arrojó a la cama y no pudo evitar llorar. El tiempo se le fue volando en el llanto. Claro que sabía el motivo, lo sabía de sobra, siempre lo supo. Su mayor miedo se había hecho realidad, su escritor conocía su pasado. ¿Qué otra cosa sería? Ahora era consciente de que todo lo que decía de él era mentira, él no era digno de tan bellas palabras, él no era digno de que alguien como él le amara tanto. Lloró, claro que lloró, hacía tanto tiempo que no se sentía tan solo como en ese momento.

Lo perdí, lo perdí para siempre, se dijo mientras seguía llorando y lo que más rabia le daba era eso, que había sido su culpa, que por su maldita promiscuidad del pasado, ahora ya no merecía nada del futuro. Si alguien tan maravilloso como él, se había decepcionado al saberlo todo, qué le esperaba del resto del mundo. Nunca iba a poder amar y nunca iba a ser amado sin reproches, ahora lo entendía.

¿Quién se enamorará de un fácil como yo? ¿Quién?

La puerta de su habitación se abrió y Takashi no se molestó en mirar quién era. Lo sabía, el verdadero dueño de esa habitación estaba ahí. Quería morirse en ese momento y lo que el destino le mandaba era a Enjou Junko, la persona que más le detestaba al parecer. Ni siquiera él me miraría con dulzura.

                —Tu madre me ha mandado a llamarte, dice que llevas encerrado aquí toda la tarde desde que llegó y está preocupada.

Contuvo sus lágrimas y fingiendo una voz serena, le respondió:

                —Está bien, dile que no se preocupe, estoy bien.

                —¿Pasa algo? Estás llorando. ¿Todo bien?

Se limpió sus lágrimas y estuvo tentado a mirarle con rabia. ¿Quién se creía que era? Primero le trataba con la punta del pie y ahora le preguntaba si todo estaba bien. ¿Acaso Enjou Junko tenía personalidad múltiple? Sólo así se explicaba que fuese tan cambiante en su forma de ser.

                —No es nada, realmente no es nada. No tienes por qué preguntar.

Él lo miró sin ninguna expresión y después continuó con voz fría, casi gélida.

                —Es cierto, no me incumbe.

Salió de la habitación y Takashi se cubrió el rostro con las manos.

Duele… ¿Por qué duele? ¿Por qué… por qué me odias?

Enjou Junko era extraño en muchos aspectos, a veces parecía amable y otras un desgraciado, pero simplemente él quería su atención, quería a su escritor y que Enjou Junko fuese amable, aunque fuera un poco. No sentirse como un intruso, no sentir que no era digno de nada.

No como en ese momento se sentía.

Notas finales:

*Euterpe: En la mitología griega, es la musa de la Música. :P

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:( Takashi está triste, acaba de perder a su escritor... o eso parece...

No les preguntaré qué tal les cayó Enjou porque, como dije al principio, supongo que lo detestan, pero tengan paciencia, ya sabran que rollo pasa con este chico mezquino ja

¿Qué tal les cayó el escritor? Independientemente de que su carta fue de despedida.... ¿Qué piensan de él?

Espero que les haya agradado el capi, espero que no odien taanto a Enjou y espero que nos veamos el próximo martes ;)

Los quiero mucho y gracias, muchas gracias :D


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