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Fujoshi de mi corazón. por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Qué onda mis cuates!! (Vaya saludo)

Pues no sé ustedes, pero yo he sentido la semana eterna, por qué?? lo ignoro, pero juro que sí. 

Bueno, quitando mis quejas, este capítulo es muy importante. No sé cómo lo vayan a tomar, a pesar del nombre y el contenido, este capi es como un parteaguas en la historia. Por qué?? Bueno, digamos que a partir de este capi se resuelven muchísimas incógnitas (no, lo del escritor no jaja) pero sí otras más que les generé durante los capítulos anteriores. Digo que no sé cómo lo vayan a tomar, porque hasta ahora, todos habían hecho sus conjeturas con respecto a Aoi Maya pero nadie y lo digo con todas sus letras, nadie supuso lo que en este capítulo se revelará. Está bien, solo temo por la forma en que lo tomen, muchos apostaban por la maldad o bondad de Aoi Maya y en efecto ella no es mala... pero tampoco es buena a mi parecer. Sin embargo, pues espero sus impresiones y sus golpes (la historia está planeada así desde el principio, pero aún así los recibiré jaja)

Y ya no los atareo, espero que les guste el capi :)

Capítulo 9: Aoi Maya

 

La rubia muchacha no podía parar de reír sin discreción alguna, era imposible, el asunto la mataba de risa y la mirada ceñuda del pelirrojo que estaba frente a ella no contribuía a que parara, simplemente ese gesto, mezclado a la situación, era demasiado hilarante.

                —¿Quieres dejar de burlarte?—increpó molesto Ren Ashiya y ella negó con la cabeza aún riendo.

                —Olvídalo, esto es buenísimo. Deberías verte en el espejo, realmente te ves ridículo y si le agregamos quién es el responsable de semejante moretón, definitivamente no puedo.

Él frunció la boca y cruzó los brazos arrojando sus cartas sobre la mesa. Estaban reunidos en el salón de usos múltiples de la escuela, el cual estaba vacío por supuesto. Para pasar el rato y hablar de sus acuerdos, tanto Aoi como Ren habían decidido verse ahí y jugar cartas, el “juego” favorito de Ren. Sin embargo, después de varios minutos aguantándose, la rubia de ojos azules no había podido más y lanzó una carcajada.

                —Yo no le veo la gracia, es solo un moretón, nada más.

                —Lo hilarante es, querido Ren, el hecho de que un enano como el Kaichou sea quien te lo hizo.

                —Esa maldita fiera, sin duda esto ya se volvió personal, me las va a pagar de un modo u otro. Me desespera, de verdad él saca todo lo malo de mí. Yo soy una persona racional y consciente, puedo obviar nuestras diferencias, pero no, ahí va de agresivo e impulsivo.

Resopló furioso y Aoi poco a poco se calmó para después suspirar y volver al juego con sus cartas.

                —Domar a una fiera es toda una odisea Ren.

                —No hay nadie en este mundo que logre algo así, pero soy una persona constante, no me voy a rendir por mucho que me enfaden sus reacciones—tomó las cartas nuevamente e inspeccionó sus opciones—¿Tienes un tres?

Ella negó y movió sus propias cartas mientras cuestionaba como si se tratara de algo trivial.

                —Y hablando de reacciones… ¿Cómo vas con mi encargo?

El pelirrojo le miró mal ante semejante cuestionamiento y al parecer a ella no le importó.

                —¿Por qué me haces preguntas de ese tipo? Va… respectivamente bien. Tal como me pediste, ya comencé a alejar a Misaki de mí, no fue nada sencillo y realmente no me siento bien haciendo estas cosas, pero soy un hombre de palabra—se rascó la cabeza algo incómodo—Con respecto a lo otro… bueno… eres consciente de que me costará un poco más. ¿Verdad?

                —Lo soy—entrecerró los ojos felinamente—Pero sabes cuál es tu recompensa… ¿Cierto?

                —Claro que lo sé y te doy garantía de mi trabajo. Ya lo verás.

                —Eso espero—miró sus cartas—¿Tienes un seis?

                —No—respondió y centró su atención en ella y sus propias dudas—Sigo sin entender mucho ¿Sabes? Pensé que amabas a tu novio y esas cosas. ¿No me dirás al menos con qué fin estoy haciendo lo que me pides?

                —No te hace falta, con lo que sabes es suficiente y con respecto a Izumi… bueno, le tengo un gran cariño, es como un hermano menor para mí y, precisamente por ello, es que hago todo lo que he planeado.

                —Como digas, solo recuerda que, sea lo que sea que estés tramando, no quiero que me embarres.

                —Descuida—sonrió con suficiencia—Todo estará bien.

Ren encogió sus hombros restándole importancia y Aoi continuó moviendo sus cartas. Todo en la vida, incluso un simple juego como ese, requería planeación y de igual modo, para conseguir su mayor anhelo, sus planes debían llevarse al pie de la letra. Se llevara o no en el camino a quien fuera…

A quien fuera…

****

Con todo y muletas, la madre de Takashi había tenido que emprender la tarea de irlo a dejar y traer todos los días de la escuela. A veces se le pegaba Enjou, pero el muchacho era bastante escurridizo cuando se lo proponía y el primer día lo había logrado. Ahora, afortunada o desafortunadamente, no había podido hacerlo. La mujer llegó en el auto con una invitada sorpresa, la dulce Koti-chan, quien obviamente utilizó su encantó semi-infantil para convencer a Enjou de que los acompañara, su mamá invitaría la comida.

Con un suspiro resignado aceptó y subió al auto. Takashi iba adelante con su madre y por el espejo retrovisor espiaba a su hermanita, quien no paraba de hacer bromas y reír con el pelinegro. Él le sonreía con tanta naturalidad y su bilis poco a poco sufría daños severos. Aún después de todos los problemas en los que se había metido por espiar a ese chico, su hermana seguía interesada en él.

Eso te revienta… ¿Verdad?

Dejó de mirarlos alarmado consigo mismo, no claro que no, eso era ridículo, para empezar, a él no le interesaba tanto Enjou. Quizá el uso de la palabra “tanto” era equivocado, pero aún así, él no tendría motivo para estar molesto con ellos por llevarse bien. ¿Acaso no era eso lo que quería? Que su hermanastro no la tratara como a él, que fuese amable y que le sonriera.

¿Y entonces por qué los celos?

Se haló de los cabellos con completa desesperación y todos en el auto, excepto Koti-chan obviamente, lo miraron con rareza. La menor de los Kotori sonrió como si pudiese adivinar los pensamientos de su hermano y aquello le hizo más feliz. Todo marchaban como quería, su nii-san estaba enamorándose perdidamente de Enjou, la prueba era la forma en la que, contra sus propios deseos, la miraba, como si una parte de sí mismo se debatiera entre lanzarla fuera del auto o no. Reprimió una risita y Enjou volteó a mirarla sin comprenderla.

                —Ya llegamos chicos, espero que les agrade volver a este lugar, era de sus favoritos cuando eran niños—dijo la madre de ambos hermanos y después miró a Enjou—Bienvenido hijo, espero que te guste.

El aludido sonrió en respuesta, Koti-chan se bajó del auto enseguida y Takashi intentó hacer lo mismo, pero los ojos alarmados de su madre lo detuvieron lo suficiente. Enjou bajó del auto y estaba por ofrecerse a ayudarlo cuando su madrastra intervino.

                —¡Ni te atrevas Takashi! Podrías matarte.

                —¡Mamá!—replicó avergonzado y Enjou se rió por lo bajo.

                —Sabes que digo la verdad, te rompiste el tobillo al caminar, no me quiero ni imaginar lo que te espera si llegaras a correr algún día—se acercó a él y lo miró de una forma sumamente suplicante, como si de su respuesta dependiera el futuro de la humanidad—Prométeme que nunca lo intentarás corazón.

El rojo de sus mejillas fue en aumento y ver a Enjou al borde de la carcajada fue demasiado. ¿Por qué su mamá siempre lo avergonzaba enfrente de él? ¿Por qué precisamente él? Se preguntó y su corazón bombeó con más fuerza.

                —¡Basta mamá!—la mirada ceñuda de su progenitora fue suficiente presión para obligarlo a aceptar. Resopló.—Bien, lo haré mamá.

Ella sonrió con demasiado brillo, al estilo de las sonrisas perversas de su hermana y mientras lo ayudaba a bajar de auto, pensó que ya sabía de quién había heredado semejantes cualidades. Los cuatro entraron al restaurante de su infancia, donde cuando su Koti-chan era más pequeña, se divertían en la sala de juegos. Sonrió perdido en la nostalgia y tal era su distracción en los recuerdos, que no notó que Enjou no le quitaba la mirada de encima. Lo veía reír, enrojecer y suspirar, cada uno de esos gestos le robaban la atención y eso le obligaba a reprenderse a sí mismo. No, no debía mirar con esos ojos a Takashi, no a él, no cuando todo en el universo le decía que él era prohibido.

La pequeña amante del yaoi sí era consciente de lo que pasaba, de la forma en que Enjou le miraba, como si se debatiera entre millones de cosas, como si estuviese luchando contra sus propios demonios y el mayor de ellos llevara el nombre de su hermanito. Sonrió con la misma perversidad que caracterizaba a su despistada madre (la cual no había visto nada) y lanzó su primera estocada.

                —Otro poco y babeas Enjou nii-san—susurró en su oído y el susodicho enrojeció por completo mientras la miraba con pánico.

                —No… yo… que… nada… no sé de qué hablas Koti-chan.

                —Pues yo sí… ¿Te gusta mi hermanito?—entrecerró los ojos y el mayor, ya recuperado de la sorpresa inicial, negó con majestuosidad.

                —Claro que no, él es un hombre. Yo sé que te gustan esas cosas del yaoi, pero no pasará entre nosotros, somos hermanos, así que no.

                —¿Y eso qué? No son realmente hermanos… ¿Sabes? Y aún si él es un chico, en realidad es muy mono, tan lindo, con las cualidades suficientes para ser el centro de atención de cualquiera… ser… su “musa”.

Lo último lo dijo con un gesto de complicidad, esperando comprobar una reciente idea que se le había cruzado por la cabeza. Tendría mucho sentido que Enjou fuese el misterioso escritor de su hermanito y que la razón de su despedida fuese esa, descubrir que “Euterpe” era su hermanastro. Fumiko y ella aún no lograban descifrar si la última carta del misterioso admirador era real o falsa, pero mientras tanto, debía hallar sospechosos y el primero, por unanimidad, era Enjou Junko.

Sin embargo, el gesto de estupefacción que Enjou expresó al escuchar eso, le hizo dudar. La miraba como si de verdad no comprendiera lo que acabara de decir. No podía estarse equivocando. ¿O sí? Si no era Enjou el “escritor” entonces… ¿Quién?

                —Cambiando de tema Koti-chan…—habló el oji-gris interrumpiendo sus pensamientos—… alguna vez me comentaste que te gusta la música. ¿No es así?

                —Sí, es cierto.

                —¿Te gustaría ir a uno de nuestros ensayos? Será divertido, te lo prometo.

Miró de reojo a su nii-san, quién estaba concentrado (o eso parecía) en las cartas y analizó los pro y contra de esa invitación. Estando más cerca de Enjou podría investigar sobre sus hábitos sin la necesidad de espiarlo y correr el riesgo de ser descubierta, además, aún con sus dudas, no se tragaba por completo la idea de que Enjou nii-san no fuese el escritor de la musa. Tenía que corroborarlo o refutarlo de un modo u otro.

                —Me encantaría—aceptó con una sonrisa.

****

Llegó a la enorme casa saludando como de costumbre al ama de llaves, quien solo la recibió con una reverencia y un formal “Buenos días señorita Maya”. Subió las escaleras, caminó por el largo pasillo y cuando abrió la puerta de la habitación, su ocupante se encontraba sentado en su cama, leyendo un libro obviamente.

                —¡Buenos días Izumi!

El aludido levantó la mirada y solo hizo un asentimiento con la cabeza.

                —Hola Aoi. Es extraño verte aquí en sábado.

                —Ya sabes, me gusta ver a mi prometido de vez en cuando—guiñó un ojo y el castaño enarcó una ceja.

                —Pues yo te veo todos los días en la escuela, no comprendo la necesidad de vernos también en sábado.

La rubia se sentó en la orilla de la cama e hizo un puchero como si fuese una niña.

                —Qué malo eres, me detestas.

                —No es eso, siempre eres exagerada.

                —Así me quieres—bromeó con soltura y él solo negó resignado.

Aoi tenía esa maña de visitar a Izumi en su casa los fines de semana, para ella, el chico era tan importante, lo quería como a un hermanito pequeño, sentía que era su deber hacerlo feliz, por ello era que le preocupaba demasiado el hecho de que no tuviese amigos. Era verdad que, recientemente se había acercado a Takashi Kotori, pero eso no significaba gran cosa en realidad.

Puso mala cara y después trató de disimularla. Pensar en ese maldito chico siempre le ponía de mal humor y más ahora que estaba cerca. ¿Por qué demonios se había mudado? ¿Por qué, de todas las escuelas de la ciudad, se le ocurrió la suya? ¿Por qué se empeñaba en arruinar sus perfectos planes? Izumi, quien leía en silencio pero también la miraba de reojo, notó sus cambios de humor y pensó que ese era un buen momento para hacer sus cuestionamientos.

                —Aoi… yo… ¿Puedo preguntarte algo?

Ella relajó el rostro y le sonrió con dulzura.

                —Claro que sí Izumi… dime.

                —¿Qué cosa tienes con Ren Ashiya?

La oji-azul se quedó quieta por un segundo y después no pudo evitar lanzar una carcajada que seguramente se escuchó hasta la otra cuadra. Izumi no entendía tanto entusiasmo y simplemente suspiró esperando a que la emoción de su “prometida” se calmara.

                —No puedo creerlo—dijo entre risas y un lagrimita traviesa se asomó por la comisura de su ojo izquierdo—En verdad es impresionante la rapidez con la que Misaki Takaba llegó de chismoso contigo, me mata.

                —En realidad no le veo lo gracioso a molestar a un chiquillo.

Ella se detuvo en su burla y respiró tratando de recobrar la compostura antes de responder.

                —Bueno, no tengo nada romántico con Ren, así que puedes decirle a ese pequeño canario que no tema.

El oji-verde cruzó los brazos y le miró como si estuviese ligeramente molesto, cosa extraña, ya que casi nunca adoptaba esa clase de emociones.

                —Obviamente sé que no tienes nada romántico con Ren, sería ridículo cuando el objeto de tus deseos siempre ha sido Enjou Junko—la sonrisa coqueta de la chica se borró y adoptó un gesto serio. El más alto continuó—No tengo idea de lo que estés planeando, pero sea lo que sea, espero que no lastimes a nadie en el proceso.

Aoi entrecerró los ojos ante tal comentario y se acercó a él para tomar su rostro en sus manos y besar su frente con completa ternura.

                —Mi Izumi, mi lindo y dulce Izumi, eres tan noble y bondadoso—lanzó un suspiro—Es una pena que no pueda ser esa persona intachable que tú esperas. Desafortunadamente cariño mío, no lograré lo que tengo en mente a menos que me lleve a unas cuantas personas en el proceso. Nada me detendrá en mi afán por conseguir lo que me pertenece por derecho.

El sabio muchacho negó expresando en su mirada un ligero gesto de tristeza y resignación.

                —Es algo que nunca entenderé, por qué las personas tienden a adueñarse de otras cuando están enamoradas. Lo mismo pasa con ese chico, estaba dispuesto a arrancarte la cara con las uñas mientras aseguraba que Ren le pertenecía… ¿Cuál es ese afán de poseer a alguien? El amor no es así de egoísta… ¿O sí?

Ella se recargó en su hombro y sonrió recordando el simple y sencillo hecho por el cual hacía todo lo que estaba planeado. Izumi, su adorado Izumi: Él y su felicidad.

                —Cuando te enamores lo entenderás, te lo prometo.

                —Al contrario—refutó él con convicción y obligándola a mirarle a los ojos—Yo creo que cuando eso pase, comprenderé hasta qué grado tengo derecho de amar a esa persona, sin invadir sus propias decisiones y lo que es. Pienso que, de igual modo, tú deberías respetar la decisión que Enjou ha tomado.

                —¡Jamás!—replicó con firmeza, alejándose de él—Yo no voy a aceptarlo, un estúpido y despistado petirrojo no me quitara aquello que he amado por años. Y si no vas a aceptarlo, entonces no me juzgues.

                —No lo hago, solo quiero…

Le interrumpió levantándose en el acto, no más reproches, no más reclamos, Izumi no podía entenderlo y no iba a obligarlo a hacerlo, pero no quería escuchar más.

                —Es suficiente, no me importa. Yo sé lo que hago y es más que suficiente—leyó la decepción en su rostro y aquello dolió más de lo que pensaba, pero no dio marcha atrás—Creo que será mejor que me vaya.

Él asintió y ya no dijo nada más. Aoi apretó sus puños y salió de esa habitación sabiendo que, quizá acababa de perder la confianza de la única persona que valía la pena dentro de su mundo torcido. Pero siempre hay un precio que pagar por cada recompensa, le dijo su mente y se tragó los remordimientos y la desazón de su pecho. Aún sobre Izumi, aún sobre Ren, Misaki, aún sobre cualquiera, ella conseguiría lo que quería.

Nada la detendría… nada.

****

Tenían la costumbre de verse las tardes de los sábados en el centro comercial para dar un paseo, entretenerse en el local de maquinitas, Misaki más que nada, y ver una que otra película mientras visitaban el puesto de helados y bebidas. Yuu siempre pedía un raspado de tamarindo con chile, ya que era su favorito y Misaki siempre uno de durazno sin picante, porque su cuerpo era intolerante a los ácidos, según él, claro está.

Pero ese día Yuu llevaba la cara más larga y sombría que de costumbre.

Ren había decidido unirse a la salida.

Al principio no había querido aceptar las invitaciones que Misaki siempre le hacía, sabía que solo estaría soportando las miradas envenenadas de la fiera y no tenía ganas de ello. Pero ahora había aceptado por el simple placer de hacerle rabiar, aún si creyera que las cosas estaban como si nada entre él y Misaki, la realidad era que el rubio luchaba desesperadamente por compartir algo de tiempo con el pelirrojo. Lo estaba perdiendo, estaba perdiendo el control y aquello le molestaba demasiado. No debía ser así, no debía.

                —¿Por qué este tarado vino con nosotros?—no pudo evitar cuestionar escuetamente el pelinegro mientras bebía de su raspado.

                —Yuu, no digas esas cosas, podrías ofender a Ren.

Es precisamente lo que quiero, ofenderlo y que se largue, pensó mordiéndose la lengua.

El pelirrojo sonrió coquetamente y alegó como si no fuese nada.

                —Descuida Misaki, las palabras de una fierecilla no me ofenden, estoy acostumbrado a ellas.

El rubio procedió a mirarlo mal. ¿Cómo esperaba que Yuu dejara de odiarle si continuaba llamándole de esa forma? Quiso dar un largo suspiro y bebió de un solo sorbo todo el contenido de su bebida. Justo entonces, su teléfono sonó sorprendiéndole, rara vez recibía llamadas, quizá se trataba de algo relacionado a Ren, en ocasiones daba su propio número a las fans de Ren y de ese modo podría evitar que alguna se acercara en serio. Contestó la llamada y le sorprendió que fuese su papá. Aquello le obligó a levantarse y disculparse con los presentes, debía atender ese tipo de llamadas a solas.

                —Ahora vuelvo chicos, traten de no matarse en mi ausencia—pidió con un tono que se debatía entre la broma y la verdad.

Ninguno dijo nada y Misaki se alejó con el teléfono pegado a la oreja. Al quedarse completamente solos, Yuu hizo un gesto de desprecio absoluto y Ren, tragándose sus ganas de decirle unas cuantas cositas y devolverle cada uno de los golpes, habló con serenidad.

                —Y bien fierecilla… ¿Has pensado lo que te propuse?

La bilis se le reventó y le lanzó el resto de su bebida a la cara.

                —¡No me llames así!—Ren cerró sus puños conteniéndose. Contrólate, contrólate, suplicaba su mente. El pelinegro sonrió perversamente por unos segundos y después recordó las peticiones de Misaki. Bufó.—Lo pensé.

                —¿De verdad? Me extraña, a decir por tus reacciones, pensé que tendría que insistirte más.

                —¿Cuál es tu maldito interés en ayudarme?

                —No hay ningún interés fierecilla, simplemente creo que es momento de tratar de llevar la fiesta en paz, aunque sea un poco.

Entrecerró los ojos, no le creía nada, pero sinceramente le daba igual si tenía motivos ocultos o no. Él mismo los tenía, solo aceptaría por Misaki, solo por él.

                —Bueno… supongo que esa es una buena respuesta, está bien. Lo intentaré, aceptó que me enseñes a manejar.

La sonrisa de suficiencia del pelirrojo le provocó nauseas. ¿Cómo era posible que Misaki se enamorara de “eso”? Quería suspirar sin control hasta hallar una explicación razonable. Ren simplemente asintió un poco satisfecho y se encargó de establecer las bases de su “acuerdo”.

                —Excelente, entonces comenzamos el lunes. Iré por ti a tu casa después de clases y te enseñaré en mi auto. No quiero nada de accidentes nuevamente, que aún me debes una enorme factura y a la más mínima señal de violencia, te olvidas de todo.

¿Me pones condiciones? Jodido estúpido, pensó en su interior, pero decidió callar y solo enarcó una ceja con puya en la lengua.

                —De acuerdo, pero yo también tengo mis condiciones. No volverás a llamarme fiera, no me harás enojar y principalmente, no le dirás nada de esto a nadie. ¿Está claro?

                —Como el agua—replicó con una mueca bien disimulada y extendió su mano para cerrar el trato.

Yuu la tomó renuente y sellaron el pacto.

****

Todos abandonaron la cochera de su casa.

Los ensayos siempre eran ahí, desde el principio, Aoi había prestado su casa, cuando todo se le ocurrió a Rui y supusieron que la idea de la banda moriría como todos sus proyectos. Pero no, cuando el chico de cabellos verdes consiguió más integrantes y los instrumentos, se dieron cuenta que era en serio. Aoi y Enjou se tragaron sus dudas y aceptaron la idea sintiéndose emocionados. Cada uno tenía sus propios motivos por supuesto.

Enjou amaba la música, desde niño lo recordaba así, un chico jovial pero algo temeroso de hablar en público. Sin embargo, el pequeño Enjou amaba encontrar notas y tonos en las cosas, casi era como curiosidad innata. Ella le había amado quizá desde que le conoció y cuando comprendió que les gustaban las mismas cosas, se sintió muy emocionada. Él era el chico con el que quería estar el resto de su vida, el único al que aceptaría a su lado, pero sus padres  y los Kou habían decidido otra cosa. A los 6 años la llevaron a conocer a Izumi, su hijo. El niño Izumi era tan distinto al de ahora.

Lanzó un suspiro mientras cerraba el portón de su cochera. Izumi Kou siendo niño sonreía tan brillantemente, con tanta dulzura y bondad, que obviamente no se negó a ser su amiga. Izumi, el niño, la llevaba a todos los rincones de su jardín y le compartía sus libros. Adoraba leer cuentos ilustrados y cuando le mostró su posesión más preciada “El cuento de los canarios” supo que él sería un chico maravilloso, como una luz en su vida. Leyó “El cuento de los canarios” y se juró por siempre y para siempre hacer lo que estuviese en sus manos para hacerlo feliz.

Ahora todo era un poco diferente, su Izumi no sonreía, pero no parecía deprimido, su mirada seguía siendo tan cálida. Pero aún con ello, le preocupaba, era como si todo en la vida lo hubiese hallado en los libros y por eso, nada exterior le interesaba. A pesar de todo, siendo callado y serio, siendo inexpresivo, sobre eso, Izumi seguía siendo increíble y le tenía el mismo cariño que cuando niños.

Era una pena que todo hubiese terminado… así.

Pero al final la entendería y Enjou sería la recompensa. Checando la balanza, Izumi era preciado en su corazón, pero Enjou era el amor de su vida. Se negaba a permitir que todo aquello que siempre soñó desapareciera por culpa de un distraído, torpe y sumamente irritante chico que tenía la maña de entrometerse en su vida. Sabía que Enjou había tenido una que otra novia y sabía también que el chico no se había “enamorado” jamás. Por ello, cuando llegó con una sonrisa demasiado pronunciada y con un brillo en los ojos diferente al usual, supo que algo andaba mal.

“He hallado al amor de mi vida” dijo como si se tratara de un gran tesoro y ella tuvo que fingir muy bien para que no notara como el pecho le estallaba en decepción y furia. Primero había pensado en estrangular a la chica, buscarla y deshacerse de ella, pero cuando Enjou les confesó a ella y a Rui con mucha timidez que se trataba de un chico, comprendió que las cosas se complicarían un poco.

Y sí, había sido más difícil, pero no imposible.

Lo había logrado y Enjou había cambiado con el paso del tiempo. La decepción, el miedo, el dolor y la idea de que sus deseos jamás, nunca, serían concedidos, poco a poco habían mermado ese amor insano en su corazón.

Pero al jodido destino se le ocurrió llevarle la contra y volverlos hermanos.

Torció la boca y entró a la casa propiamente. Una bonita chica menor que ella de cabellos dorados, pero lacios y recogidos en una coleta, iba subiendo las escaleras de su casa y al verla, Aoi no pudo evitar increparla.

                —Kotoko…

                —¿Sí?—cuestionó la menor extrañada ante su comportamiento.

                —¿Qué sabes de mi encargo?

La aludida lanzó un suspiro y negó con la cabeza mientras respondía.

                —Apenas empecé hace poco y todo marcha bien. Los rumores circulan como agua podrida, justo como la primera vez.

Aquella información no la tranquilizó, Aoi no estaría satisfecha hasta ver a ese petirrojo destruido y lejos de su nido, lejos de lo que le correspondía por derecho. Yo merezco su amor más que tu Takashi Kotori y si es necesario aplastarte para lograrlo, entonces lo haré, pensó apretando sus puños y Kotoko, quien solo la miraba, comenzó a subir las escaleras restándole importancia.

Nunca entendería a su hermana, era todo lo que podría decir.

****

Bien, era oficial, había desaparecido.

La semana completa había transcurrido con todos sus percances, su fracasado acoso a Enjou Junko, la ruptura de su tobillo, las continuas amenazas de Misaki y su corazón hecho pedazos ante el hecho funesto de que nunca más volvería a recibir una carta de su amado “escritor”. La esperó con ansias, sabiendo que era obvio que no aparecería, que él se había decepcionado de la persona que antes fue y era completamente comprensible.

Acomodó bien las muletas y le dio nuevamente de comer al petirrojo del árbol. El ave estaba realmente acostumbrada a él, a su presencia, a su voz y sus constantes quejas, era como un pequeño confidente y quizá el mejor de todos, ya que este pequeño petirrojo, no cometería la osadía de burlarse y peor aún reprocharle cada una de sus acciones.

Estaba realmente confundido consigo mismo y aquello le mortificaba demasiado. Se suponía que por Enjou Junko solo sentía una ligera atracción, la habitual que sientes por un chico apuesto que ves en la calle pasar, pero que nunca llegas a conocer. Sin embargo, algo extraño pasaba en su cuerpo cuando lo tenía cerca, sus acciones contradictorias y raras, sus miradas que a veces parecían decirle que le detestaba y otras veces le decían otra cosa que no llegaba a captar.

Y sus celos, oh mierda, sus jodidos celos ante el hecho de que Koti-chan hubiese logrado en días, lo que él no había podido hacer en semanas. Llevarse bien con él, arrancarle una sonrisa, una sola. ¿Era mucho pedir? Solo quería verlo sonreír por una jodida vez para él y ya después podría olvidarse del asunto. Pero no, sabía que era algo más fuerte y aquello lo estaba matando. ¿Me estaré enamorando…? Pensó fugazmente y negó con convicción analizando cada uno de los contra de una sentencia tan funesta como esa. ¡No jodas! ¡No te puedes estar enamorando de Enjou Junko! En primer lugar, ahora es tu hermano; en segundo lugar, te detesta y en tercer lugar, hay muchísimas personas en el mundo que son mejor opción que tu. Y eso lo sabía de sobra, quizá era un tipo masoquista, pero no, no podía estarse enamorando de él, le trataba mal. ¿De dónde rayos sacaba la lógica de estarse enamorando de él?

Del irrefrenable e indiscutible hecho de que saber que su Koti-chan había sido invitada a uno de sus ensayos y él no le reventaba el hígado sin razón aparente. Había fingido no escuchar, a veces eso de ser distraído era muy conveniente. Le había prestado atención a su invitación y a la sonrisa deslumbrante de su hermana diciendo que sí. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué se molestaba ante aquello? Si a Koti-chan realmente le gustaba Enjou, había una posibilidad de que se olvidara poco a poco de sus locuras yaoi y le dejara en paz. ¿Acaso eso no era bueno? Con ello, su hermanita volvería a ser una persona normal, con anhelos normales y con suspiros provocados por cosas normales, no situaciones y fantasías boys love que lo único que hacían era lavarle los sesos lentamente.

¿Y entonces por qué los celos? Vuelvo a preguntar.

                —Porque estoy loco, soy un jodido enfermo, eso es todo lo que diré. Si él volviera, si el escritor volviera, nada de esto me estaría pasando, mi mente estaría centrada en él, sólo en él—le dijo al ave de diminutos ojos que solo le observó con escepticismo.

Era una obvia mentira.

Quiso suspirar lenta y profundamente para olvidar.

Notas finales:

Yo no sé para qué le hacen al cuento ambos, Takashi estás locamente enamorado de Enjou y Enjou, ahora sabemos que tú también lo estás de Takashi, las circunstancias que los separaron se sabrán muy pronto, pero, como se pueden dar cuenta, Aoi está detrás de todo lo malo :S

Su discusión con Izumi es la que más datos nos da acerca de ella y el hecho de que Kotoko (personaje al cual no le hice una introducción pero que es importante) haya dispersado tales rumores ahora y en el pasado, tiene un motivo. ¿Para qué destruir a Takashi ahora en una escuela a la que ya no asiste?

Ren y Yuu y su enemistad, estoy muy emocionada porque el próximo capi son sus clases (buenas noticias para las amantes del YuuXRen)

Y con respecto a Misaki e Izumi??, pues también tendrán su dosis las Izumilovers.

Como ven también, Takashi y Enjou se acercan más y más, será algo muy lento debido a los conflictos, pero pronto las cosas se acelerarán (ya no queda mucho para que Enjou deje de ser indiferente y se porte "lindo"con Takashi) Así que tenganles paciencia, es lo único que les pido.

Y ya!! Juro que ahora sí ando muy extensa jaja espero verles el próximo Martes, sin falta y que me regalen sus opiniones, yo las aprecio de todo corazón :D


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