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Fujoshi de mi corazón. por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Muy buenas las tengan todos ustedes y si no, hagan ejercicio para tenerlas (creo que es el saludo más vulgar que he dicho hasta ahora jajaja)

Bueno ya, les cuento que es un poco tarde porque me agarró la lluvia... de nuevo, lo sé, es gracioso, ríanse jajaaja

Pero a cambio de la mojada, descubrí algo muy genialoso que les voy a compartir. Hoy descubrí que dos de mis compañeros de Servicio Social son gays (son nuevos, por eso no lo había notado) y ustedes seguramente piensan: "Esta loca tiene un severo Complejo de Kobashi, ve gays en todos lados" y yo les digo que no es ningún complejo!!! Es cierto y cómo lo sé??? Pues simple, porque se besaron frente a mi!!!! Maldita sea!!! Mientras salíamos con todo y lluvia, ellos iban compartiendo su paraguas y se despidieron besándose de a rápido y yo morí por dentro jajajaja

Y pues me relajo, este capi me gusta mucho, en serio, es muy YuuXRen (gócenlo fans del YuuxRen) pero también tiene sus ligeros tintes de IzumixMisaki y por supuesto de TakashixEnjou (mis pancitos :3!!!)

El personaje especial para Ren y Yuu a conocer, aclaro, no es un chico, ni chica, y ya lo sabrán, espero que les agrade, él es muy simbólico, lo juro y ya sabrán más adelante qué tanto :)

Creo que es todo, espero que les guste el capi, yo sé que seguramente no es importante para ustedes, pero este viernes es mi protocolo de graduación, estoy algo nerviosa, pero espero que todo salga bien, antes de que me ponga cursi (más) pues quería compartir aquello con ustedes y gracias por tenerme paciencia cuando no actualizaba por cosas de la uni (ya se acabó perteneceré a las filas del desempleo jaja)

Pero basta!!! Por Dios!!! No atarees a la gente con cosas, mejor disfruten el capítulo ;)

Capítulo 10: Kuma

 

Iba caminando en dirección a la cafetería con cara de pocos amigos. Estaba molesto, muy molesto, se sentía humillado y ridículo. Ese maldito de Izumi Kou le había engañado de la forma más sencilla y él, como idiota, había caído. Seguramente, todo ese asunto del “Cuento de los canarios” era una treta para quitárselo de encima con maestría y lo había logrado. Pero se las iba a pagar, nadie se burlaba así de él, nadie, ni siquiera un chico sin corazón como lo era el castaño.

Todo había sido culpa de su estúpido cuento. Durante el fin de semana se dedicó a buscarlo en internet para poder leerlo y así terminar con la locura. Lo leería, comprendería según Izumi y después actuaría, claro, era perfecto. El único problema fue que nunca encontró el jodido cuento, se pasó una tarde entera tecleando en la red para ver si lo hallaba, abrió páginas por doquier e incluso entró a las páginas de las editoriales y nada, era como si “El cuento de los canarios” no existiera y eso solo explicaba una cosa.

Izumi Kou le había engañado para que lo dejara en paz.

Maldito, maldito, maldito, no sabe la que le espera, pensó y al entrar a la cafetería, divisó al susodicho muchacho que estaba en su mesa de siempre y sí, leyendo. Misaki pronunció aún más su mueca y se acercó a la misma dando tumbos mientras jalaba la silla contigua y se sentaba con brusquedad.

                —Hola Izumi—dijo escuetamente y el aludido levantó la mirada de su lectura.

                —Hola Misaki—cerró con mucho cuidado su libro mientras colocaba el separador y cuestionó—Luces molesto… ¿Lo estás?

El rubio cruzó los brazos y le fulminó con la mirada.

                —Sí, estoy muy molesto.

Izumi enarcó una ceja y en sus ojos se leyó la diversión, pero trató de ocultarlo recargando su barbilla en su mano.

                —¿Y tengo algo que ver?

                —¡Tienes todo que ver!—replicó estallando, pero ni su mal humor ni sus gestos eran capaces de inmutar al novio de Aoi Maya y eso le reventaba.

                —¿Cómo es eso?

                —¡Sí! ¡Me mentiste! ¡Tu estúpido libro no existe! Lo busqué todo el maldito fin de semana, seguramente te reíste mucho de mí por hacerme quedar como idiota, pero no te la perdonaré—levantó el puño a la altura de su cara y amenazó—¡Se que no soy tan aterrador como Yuu, pero también puedo darte una paliza si me lo propongo!

El oji-verde negó con la cabeza y con una de sus manos, sostuvo el puño de Misaki hasta bajarlo a la altura de la mesa, haciéndolo desaparecer. El coraje del oji-azul pareció disminuir un poco al ver tanta tranquilidad en su cuerpo. ¿Cómo podía ser tan inexpresivo?

                —Tranquilízate Misaki, yo no te mentí, el libro sí existe… solo se me olvidó mencionarte que es muy difícil de conseguir, solamente se publicaron 100 ejemplares en su país y muy pocas personas logran acceder a él, pero sí existe, la prueba de ello es que yo lo tuve.

Su gesto enfurruñado aumentó al conocer esa información y continuó mirándole mal.

                —Pues si tú lo tienes no entiendo por qué no me lo prestaste para que lo leyera.

Miró al techo y giró los ojos, lo que solo provocó que su enojo aumentara. No comprendía, pero en cierto modo, era entretenido ver a Misaki Takaba molesto con él.

                —Debes prestar atención a lo que te dicen Misaki, dije “tuve”, cuando tenía seis años, mi padre me regaló este libro y todas las noches me lo leía antes de dormir. Pero ahora ya no lo tengo, por eso no puedo prestártelo.

                —¿Y por qué no lo tienes? ¿Acaso lo perdiste o qué? Eso es muy irresponsable de tu parte. ¿Qué fue lo que le hiciste?—cuestionó con puya, si Izumi decía que ese libro era muy especial entonces… ¿Por qué ya no lo tenía en sus manos?

El silencioso muchacho encogió los hombros y respondió como si se tratara de algo banal y pasajero.

                —Lo enterré junto a mis padres hace siete años.

La risa burlona se le borró del rostro y adoptó un gesto serio y avergonzado. Estúpido, estúpido, se dijo Misaki queriendo que la tierra se lo tragara. En realidad, en todo ese tiempo, no le había dado tanta importancia a ese libro, pero justo en ese momento, al ver a Izumi tan tranquilo y callado, comprendió que la tenía, comprendió que “El cuento de los canarios” era muy especial y él se había mofado de él. Deseó con su alma azotarse en la mesa hasta que sangrara y cambió el tono de su voz tratando de sonar amable.

                —Yo… lo lamento… no lo sabía…

Sin embargo, Izumi no parecía conmocionado y palmeó su cabeza en un modo de demostrarle que no tenía nada de qué preocuparse.

                —Relájate, no tendrías por qué saberlo. No nos conocemos realmente y no es un tema tabú, así que quita esa cara.

Por supuesto, no se relajó, al contrario, Misaki sentía que estaba fingiendo y temía que el rostro de Izumi cambiara de repente en tristeza. Pero no, no pasó. El rubio se encogió en su asiento y confesó tratando de estar en igualdad de condiciones.

                —Pues… si te sirve de consuelo… yo no conozco a mi madre.

Izumi enarcó una ceja interesado y cuestionó:

                —¿Y eso por qué? ¿Murió?

                —No, creo que se largó o algo así. Nunca lo he sabido con precisión, papá no habla de ello, pero tampoco es un tema tabú, dijeras tú.

                —De todos modos lo lamento Misaki—dijo con sinceridad y el rubio sonrió brillantemente. Era extraño, no recordaba que Misaki Takaba pudiese sonreír así, sin tener el ceño fruncido todo el tiempo.

Muchas cosas se descubren de repente, le dijo su cabeza.

                —No lo hagas, mejor cuéntame sobre el libro. Quiero oírlo.

Le miró dando a entender la pregunta implícita: “¿De verdad quieres oírlo?” y el oji-azul asintió como si lo hubiese entendido. Izumi dio un gran suspiro y procedió a contarle.

                —Mi papá era escritor, por ello pudo conseguirlo. Me lo regaló en mi cumpleaños número seis y me dijo que la vida estaba en los libros y que tarde o temprano yo encontraría mi propia historia en uno de ellos. “El cuento de los canarios” no se parecía en nada a cualquier cuento para niños que yo hubiese leído, no era un cuento de hadas, pero me encantaba por la belleza de cada una de las lecciones que los personajes aprendían—notó a Misaki asintiendo a cada una de sus palabras y continuó extrañado—Mis padres murieron en un accidente de avión, ella era pintora y se dirigían ambos a una exposición en otro país. Ya te sabes lo clásico, las turbinas fallaron y el avión cayó, no hubo sobrevivientes.

                —¿Y por qué decidiste enterrar el libro entonces? Quiero decir, era todo lo que tenías de ellos.

                —Precisamente—respondió Izumi con comprensión—Quise que mi más preciado tesoro estuviese con las personas más preciadas de mi corazón. Sin embargo, ahora que han pasado los años y aún sabiéndome el cuento de memoria, me ha entrado la espina y me gustaría leerlo de nuevo, pero como ya seguramente notaste, no es fácil de conseguir.

El rubio asintió y meditó sus palabras. Por primera vez en mucho tiempo Misaki le había prestado su completa atención a algo que no se tratara de Ren y en verdad estaba fascinado. Izumi hablaba como en los cuentos, su tono era como el de un narrador de historias fantásticas y por un momento, por un breve instante, deseó de verdad hallar ese libro y leerlo, saber si de verdad su historia, como decía él, estaba ahí. Pero más que nada, quería lograr que Izumi tuviese su tesoro de nuevo, algo así como devolverle su alma a una persona que la ha perdido.

Y entonces, la resolución se trazó en su cabeza.

Se levantó de un salto de la silla para sorpresa de la mayoría de todos los que comían en ese lugar y quizá un poco de sorpresa en Izumi,  y habló con voz firme, cargada de convicción.

                —No te preocupes Izumi, yo lo voy a conseguir para ti. No voy a rendirme, soy una persona muy perseverante.

Más bien diría necia y testaruda, pensó fugazmente el castaño, pero decidió no decirlo y mejor se dedicó a mirarlo con curiosidad.

                —¿Estás seguro de lo que dices?

                —Claro que sí, tú aún no me conoces completamente, pero cuando yo me propongo algo, lo cumplo, así pase lo que pase—le sonrió con confianza renovada y hasta parecía que, de repente, Misaki Takaba tenía la capacidad de alterar todo a su alrededor, incluso las cosas imposibles—Lograré tener “El cuento de los canarios” y vas a estar tan feliz por eso que hasta tú mismo sacarás a Aoi de esta escuela para que nunca vuelva.

Quiso reírse, cosa extraña, de verdad muy extraña, en cuanto escuchó eso y simplemente negó con la cabeza como si estuviese frente a un tonto que se cree capaz de descifrar los secretos del universo, pero un tonto adorable, un idiota con la capacidad de contagiar su esperanza y fe. El timbre de la cafetería sonó, indicando el final del almuerzo e Izumi le miró con mucha buena vibra.

                —De acuerdo entonces, buena suerte Misaki.

                —No la necesito, yo voy a lograrlo—miró su reloj y se alarmó mientras se despedía—Te veré otro día Izumi.

El chico salió corriendo del lugar y en cambio, el más alto, solo caminó con tranquilidad. Misaki Takaba era demasiado raro, era todo lo que podía decir, pero… extrañamente, no lo consideraba molesto.

De hecho, le agradaba.

****

Tocó el timbre de la casa con algo de nerviosismo y molestia mezclados. Tenía mucho tiempo que no visitaba esa casa, específicamente desde que era niño. Originalmente los tres eran vecinos, pero Misaki fue el primero en mudarse un par de manzanas abajo y después él mismo hubiese tenido que hacerlo al otro lado de la ciudad. Recordaba a la madre de Yuu Madara como una mujer comprensiva y que siempre le había tenido buena fe. ¿Y cómo no? Si el primer día en que Yuu y su familia llegaron, él se había ofrecido amablemente a ayudarles con el equipaje. La mujer le había mirado con ternura al ver su corta edad y sus intenciones y, en ese momento, Yuu Madara no le detestaba, así que simplemente había sonreído ligeramente. Desconocía el momento exacto en el que Yuu comenzó a odiarle pero como ya lo había dicho anteriormente, no le había dado mucha importancia.

Hasta ese día.

La puerta se abrió y la cara larga y enfurruñada de la fiera le recibió.

                —Ya estás aquí—dijo como si no quisiera que fuese cierto—Llegaste muy temprano, deberás esperarme, aún no estamos listos.

¿Estamos? Se preguntó Ren y Yuu le dejó pasar. Por supuesto, su madre estaba ahí y en cuanto le vio, esbozó una pícara sonrisa.

                —¡Corazón! ¿Quién es el apuesto muchacho? No me digas que te has pasado al otro bando… no tendría problema pero…

                —¡Mamá!—replicó Yuu enfadado, otra persona que insinuaba estupideces, a Takashi se la perdonaba porque era distraído, pero a su madre no.

                —Es un gusto volverla a ver Madara-san—procedió a explicar el pelirrojo y le ofreció su mano con cortesía, Yuu hizo una mueca—Quizá no me recuerde, soy Ren Ashiya.

La mujer trató de contener su emoción pero no pudo y abrazó al muchacho emocionada mientras exclamaba:

                —¡Ren! ¡Qué alegría! Estás muy guapo, la pubertad sí te hizo buena ley, no como a mi Yuu-chan.

                —¡Mamá!—volvió a replicar indignado y el mayor reprimió una risa satisfecha.

Había veces en las que Yuu pensaba que su madre hubiese preferido a Ren como su hijo en vez de él. Era tan efusiva con el chico y no lo entendía. ¿Qué tenía ese tarado que todos a su alrededor caían a sus pies? Era ridículo.

                —Oh cariño, no te enfades, te ves horrible haciendo muecas—miró el reloj en la pared y cambió el gesto—Ya es hora, llama a Kuma o se les hará tarde.

¿Kuma? ¿Quién era Kuma? Ren no comprendía qué estaba pasando y fue tarde para preguntar cuando Yuu borró las muecas horrendas de su cara y las sustituyó por una bella sonrisa de emoción, una sonrisa autentica, una sonrisa que hacía años que no le veía.

Que creo que nunca le he visto…

Y, después de un chiflido, apareció en la habitación.

Una bestia gigante y negra de cuatro patas. Juraría que era más grande que Yuu, en serio que podía jurarlo, sus pasos enormes abarcaban toda la habitación y el pelinegro lo recibió con un gran abrazo, como si se tratara de un peluche enorme. Gritó “Kuma” y el perro en cuestión lamió la cara de su dueño con completa emoción, pero un poco de cansancio. La madre de Yuu se colocó al lado de Ren y habló con un dulce tono maternal al ver a su hijo embelesado con su “bestia”.

                —Es lindo volver a ver a Kuma. ¿Verdad?

                —¿Qué dice?—la miró sin comprender. ¿Por qué hablaba de ese perro como si él lo conociera?

                —¿Acaso no recuerdas a Kuma? Me extraña, considerando que fuiste tú quien se lo regaló.

Entonces su mente hizo clic. ¡Cierto!… él… él le había regalado a Yuu Madara un perro, cuando cumplió seis años. El pelinegro ya le detestaba desde entonces y no lo había invitado a su fiesta de cumpleaños, pero la madre de Yuu lo había hecho en su lugar y él, temeroso de que Yuu lo sacara de su fiesta, había pensado en llevarle un bonito regalo, algo que incluso lograra que dejara de caerle mal. Era un niño y no comprendía porque no lo quería cerca, le preocupaba y hasta, en cierto modo, le hacía sentir triste. Con el paso de los años, Ren había aprendido a convertir esa extraña sensación en desprecio hacia Yuu Madara, pero cuando llegó a su fiesta, con el lindo cachorrito en sus brazos, anhelando no ser corrido del lugar, Yuu Madara aceptó su regalo y hasta le sonrió.

¡Claro!… fue la primera y única vez que me sonrió sinceramente…

                —¿Él lo conservó?—no pudo evitar preguntarse en el aire, considerando que le odiaba, no comprendía por qué había preservado un regalo suyo y Yuu, escuchando eso, respondió:

                —Claro que lo conservé, mi Kuma no tiene la culpa de que seas tan fastidioso.

                —Yuu, eso fue muy grosero—regañó Madara-san y el galán en cuestión sonrió con suficiencia mientras le explicaba a la mujer que no tenía inconveniente.

                —Descuide Madara-san, estoy acostumbrado  a las agresiones de su hijo—volteó a mirar al aludido que aferraba con verdadera devoción al perro enorme.

Entrecerró los ojos, debía haber un error, sus recuerdos poco a poco volvían y él sabía que le había regalado a Yuu un perrito, pero se trataba de un lindo y pequeño cachorro de Golden Retriever. El que estaba frente a la bestia, era una criatura salvaje más grande que él mismo, incluso más grande que el chico más alto de la escuela.

                —No está bien que mi hijo te trate así—interrumpió la mayor sus pensamientos y continuó mirando nuevamente el reloj—Pero no se entretengan, deben irse ya o perderán la cita con el veterinario.

                —¿Cita?—cuestionó el mayor, no entendía nada, en verdad.

                —Sí—asintió la fierecilla—Kuma se ha estado sintiendo un poquito mal, es solo cansancio, mi pequeño está lleno de energía.

Sí, claro, ese perro está rozando la vejez, pensó de repente y sólo por respeto a la madre de Yuu, no dijo ningún comentario sarcástico.

                —Pero pensé que hoy tendríamos nuestra clase.

                —Y la tendremos, no seas llorón. La cita de Kuma es en dos horas, tiempo suficiente para que me enseñes a manejar y así yo pueda llevarlo. Fin de la discusión—miró el reloj con nerviosismo—¡Vámonos ya!

Le miró con suspicacia, si este chico creía que una sola clase bastaría para manejar correctamente, ya se podría ir olvidando de ello. Se despidió con cordialidad de la madre de la bestia y, con mucho cuidado de no provocar a la otra bestia, salió primero de esa casa. El simple hecho de imaginar a Kuma, en su auto, casi lo marea. Paciencia, paciencia, todo tiene su recompensa, se dijo como un mantra y el Kaichou, a propósito, hizo que Kuma pasara sobre lodo, ensuciándose las patas al instante.

Antes de que Ren pudiese darse cuenta de semejante treta o de que pudiera evitarla, Kuma entró al auto manchándolo todo. Quiso vomitar, en verdad quiso hacerlo, ese mismo día había mandado a lavar el auto con el objetivo de que estuviese en buenas condiciones para dar una clase. Maldito seas Yuu, lo hiciste a propósito, pensó mirándole con reproche y la cara de inocencia que hizo el aludido fue tan falsa que, por supuesto, no se la creyó.

Lanzó un suspiro y reprimió sus ganas de matarlo. Iba a ser una clase larga.

****

Estaba de mal humor, muy de malas en realidad.

Iba en el asiento del conductor y Ren no dejaba de mirar cada uno de sus movimientos. Kuma asomaba la cabeza por la ventana y era el hecho de que estaba ahí, la única razón por la que no había estallado. El estúpido capitán del equipo de natación lo había llevado a una calle recta y de doble carril explicándole que primero le enseñaría lo básico. Cada una de las funciones de cada aparato en el carro, la forma en que debía cuidar los espejos, direccionales y palancas. No fue tan difícil y la verdad es que, muy en contra de su voluntad, tenía que admitir que el estúpido ese no era malo enseñando.

Pero las cosas se pusieron mal cuando tuvo que empezar a avanzar y simplemente no podía coordinar sus movimientos. Pisar con mucha suavidad el acelerador cuando debía soltar con la misma suavidad el clutch. Simplemente era muy difícil y por el hecho de no hacerlo bien, el auto se apagaba sin control. Ren le miraba como si fuese normal o eso hizo la primera vez, pero cuando tal cosa pasó sin control una y otra y otra, el pelirrojo poco a poco fue perdiendo la paciencia y eso le hizo enojar más. ¿Quién se creía para perderle la paciencia? Maldito fuese él y su estúpido auto.

                —A ver—trató de sonar sereno, pero no pudo, era imposible tanta ineptitud—Pon atención Yuu, cuando nos toque salir a una calle transitada, no podrás darte ese lujo de apagar tu motor así.

                —No es un lujo, simplemente no puedo hacerlo.

                —Cualquiera puede hacerlo, solo trata de concentrarte y las señales, no olvides las señales—recalcó por enésima vez, Yuu ignoraba todos los señalamientos por estar metido en su coraje.

Le miró con ganas de golpearlo y nuevamente arrancó el vehículo, dejándolo estabilizarse, soltó lentamente el clutch, pero olvidó pisar el acelerador y nuevamente el auto dio un brinco brusco y se apagó. Ren no pudo más.

                —Muy bien, es suficiente, no soporto más esto. Me niego a seguir enseñándote.

                —Tú fuiste el que se ofreció idiota, yo no quería que lo hicieras y si me vas a perder la paciencia así de fácil, entonces demos por terminado esto.

                —No es que te pierda la paciencia, es que simplemente eres un estúpido e inepto en esto.

Aquello le caló en lo más profundo y le hartó. No más. Definitivamente había sido una pésima idea creer que podría tener un momento de tranquilidad al lado de ese idiota. Desabrochó su cinturón ante el gesto molesto de Ren, salió del carro, abrió la puerta trasera, tomó la correa de Kuma y mientras lo bajaba, replicó furioso con el tipo.

                —¡Me largo! ¡Eres un imbécil! ¡No quiero que te me vuelvas a acercar jamás!

                —¡Vuelve aquí maldito necio orgulloso!—reclamó Ren saliendo del auto también—¡No huyas de tus problemas! ¡Vuelve aquí y enfréntalo como lo que eres!

Yuu elevó el dedo de en medio de su mano derecha mientras se alejaba y decía por última vez:

                —¡Vete a la mierda jodido hijo de puta!

Estaba enfadado y lo odiaba, ahora sí que lo odiaba en serio. No quería volver a verle en su vida, decirle que era un estúpido e inepto, él ya lo sabía, no tenía por qué estárselo recalcando. Se alejó con Kuma entre las calles, a fin de cuentas, el veterinario estaba cerca de ese lugar y Ren, en su propio sitio, pateó la llanta trasera del auto con frustración.

Simplemente era imposible que ellos se llevaran bien.

****

Estaban en la habitación de él. Bueno… la habitación que compartía con Takashi. Aoi y Enjou estaban sentados de forma contigua y el pelinegro no dejaba de ver una hoja de papel que contenía un boceto de lo que sería su proyecto final de literatura. Izumi había sido el primero en estructurar algo y se lo había enviado a Enjou con Aoi. Al parecer, los “prometidos” habían hecho las paces o algo así.

En realidad no, en realidad Izumi simplemente había obviado el hecho de que ella nunca más le contaría nada y no dijo nada ante aquello. Ya sabía que ella era libre, era una golondrina, ya lo había dicho, y las golondrinas siempre vuelan libremente aún con los daños que provoquen en su camino. Decidió olvidar todo lo relacionado a Aoi y su “conflicto” con Enjou y continuó tratándola como siempre. Y ella aceptó agradecida, nunca hubiese querido perder a Izumi, él era tan preciado para ella, de la forma más especial en la que un par de hermanos pueden quererse. Eso eran para ambos, y tal hecho nunca cambiaría.

                —Está lindo… ¿Verdad?—comentó como si nada la chica.

                —La verdad es que sí, Izumi es muy talentoso—respondió Enjou admirando cada una de las frases, era como si Izumi hubiese captado la esencia de Takashi en todo su esplendor y aquello le hacía leer el poema una y otra vez—Me dijo que le hiciera modificaciones, pero sinceramente no me atrevo a  cambiar algo tan bello. Tal vez a Takashi se le ocurra algo.

La rubia frunció el ceño y habló tratando de controlar su frustración en su tono de voz.

                —Seguramente a él se le ocurrirá algo, debe ser bueno en las artes.

                —Pues no realmente,  a él casi no se le dan esas cosas, es muy torpe, adorablemente torpe y lindo—dijo sin querer Enjou y la mirada de Aoi le hizo darse cuenta de lo que había dicho—Quiero decir… bueno… es…

                —Enjou… no quiero ser entrometida pero… ¿Acaso el vivir con él te está afectando?

Negó con la cabeza y mintió de forma sumamente obvia.

                —Claro que no, mis sentimientos por Takashi Kotori murieron hace mucho tiempo y no hay forma de que revivan.

                —Cierto, pero sabes algo… No puedes revivir algo que no ha muerto, piénsalo un poco.

Se quedó callado. A ella no podía mentirle, pero lo intentaba, siempre lo intentaba porque Aoi era su mejor amiga y quien, después de Rui, conocía todos sus secretos. Justo entonces, Takashi llegó a la habitación con sus muletas y la mochila plagada de libros de un lado. La verdad es que se veía en un gran aprieto, apoyarse en un solo pie, cargar muletas y deberes de la escuela, era demasiado, se necesitaba coordinación y sabemos obviamente que Takashi no la tenía. Enjou se levantó de su silla casi como un resorte y procedió a ayudarlo sin notar la mirada contrariada de su mejor amiga.

                —Con cuidado Takashi, podrías volver a lastimarte—dijo Enjou en una especie de regaño mientras le ayudaba a sentarse en el borde de su cama.

El aludido enrojeció por completo y casi se olvidó de la presencia de Aoi en esa habitación. Cuando se portaba de esa forma con él, Enjou le provocaba unas emociones que le mareaban. No podía evitar sentirse avergonzado, pero peor aún, emocionado, casi empezaba a desear estar lesionado para siempre si de esa forma se iba a ganar tales atenciones. Sí, era un enfermo, de verdad que lo era.

                —Gra… gracias.

Estuvo a punto de sonreírle y acariciar su mejilla con su mano para expresar con ello que no tenía nada que agradecer, pero el carraspeo de Aoi lo devolvió a la realidad y se alejó con un sencillo asentamiento en la cabeza. Takashi agachó la cabeza y se perdió en sus propios sentimientos, ignorando por completo la negación que Aoi le hizo a Enjou.

Lo sabía, sabía que el vivir juntos les afectaría, necesitaba apresurarse y romper esos lazos que tarde o temprano terminarían creando. No debía, Enjou nunca debía permitirse sentir lo que sentía a plenitud.

Ella iba a encargarse de eso.

****

Acababa de salir del consultorio del veterinario. El panorama no era bueno según el hombre, Kuma estaba un poco delicado del corazón, nada que no se pudiese tratar adecuadamente, considerando la edad que tenía, era un milagro que aún tuviese tanta vitalidad, pero ciertamente, el hombre le recomendó que no paseara a la mascota por tramos largos. Miró el cielo, estaba por llover, con su berrinche en el auto de Ren, se le había olvidado que la veterinaria estaba bastante lejos de su casa, no tenía dinero y obviamente, después de conocer tal información, no iba a dejar a su Kuma caminar todo ese recorrido.

Lanzó un suspiro y se acercó a su rostro hablándole como si él le entendiera. Lo hacía claro está.

                —¿Cómo le haremos Kuma? Podría llamar a mamá, pero creo que no tengo saldo para realizar la llamada—lo miró por completo sopesando la posibilidad de cargarlo cuando el viento removió su cabello y un auto se estacionó frente a él.

Miró de reojo el vehículo y no hizo ninguna expresión, la verdad estaba harto de discutir con ese idiota y no tenía ganas de soportar ver su rostro. El aludido le miró en señal de que se subiera y con dignidad, Yuu negó.

                —No seas orgulloso—replicó Ren—Prometí llevarte de regreso y eso haré.

                —No necesito que me lleves, gracias.

La realidad era que sí necesitaba ese viaje, pero no iba a rebajarse con ese cretino. ¿Ni siquiera por Kuma? ¿Ni siquiera por él? Le preguntó su consciencia y miró al enorme perro que llevaba la lengua de fuera y le movía con mucho cansancio la cola en señal de alegría.

Ren dio un largo suspiró y apagó el motor del auto para después desabrocharse el cinturón y bajar de él. El Kaichou cruzó los brazos, ¿Y ahora qué quería? El pelirrojo acarició levemente la cabeza de Kuma y, con mucha dificultad cabe señalar, dijo lo que tenía en mente decir desde que comenzó a buscarlo por los alrededores.

                —Lo lamento.

Yuu abrió los ojos y juraría que estaba a punto de lavarse los oídos. Conocía a Ren, lo conocía a la perfección en todos sus aspectos malos y sabía que el tipo era condenadamente ególatra y sin la capacidad de aceptar sus errores. ¿Se está disculpando? ¿Se está disculpando conmigo?

                —¿Cómo? No… creo que no escuché bien.

Giró los ojos y contuvo la puya de su lengua.

                —Lo que oyes, lo lamento, no debí decir esas cosas, fue ofensivo y si bien te lo merecías porque toda tu vida te la has pasado diciéndome cosas parecidas, creo que me pasé de la raya en esta ocasión.

Agachó la cabeza sintiéndose contrariado, muy a su pesar, el tarado tenía razón, él no tenía derecho a exigir respeto cuando no se lo daba recíprocamente. ¿Por qué parecía que a veces Ren Ashiya era más racional que él? Le molestaba, muchísimo.

A regañadientes y tragándose la bilis en su tracto digestivo, Yuu levantó la mirada y negó:

                —También tengo algo de culpa, en realidad estaba más concentrado en evadirte y detestarte que en la clase. Eres irritante Ren y no puedo evitarlo.

                —Tú no te quedas atrás—contraatacó Ren y al ver como cruzaba nuevamente los brazos, corrigió—Pero eso es lo de menos, lo lamento de verdad. Es que simplemente me pareció increíble que fueses tan malo, eres tan apto y capaz en todo, que no me cabía en la cabeza que te estuviese costando trabajo.

Yuu enarcó una ceja… ¿Acaso… eso había sido un cumplido? Muy bien… ¿Qué demonios se tragó Ren Ashiya esa tarde? Estaba empezando a tener miedo.

                —Tú no piensas eso de mí.

                —Aunque no lo creas, sí lo hago. Una cosa es que te deteste y otra muy distinta es que no note tus cualidades—cambió el gesto a una sonrisa de suficiencia y continuó con tono burlón—Te recomendaría que hicieras lo mismo y aceptaras lo encantador que soy.

El pelinegro bufó ante tal comentario y analizó con mayor detenimiento las cosas. Debían llevar la fiesta en paz y debían hacerlo en serio, no más insultos y no más agresiones. Solo era un mes, solo mientras duraran sus clases. ¿Qué tan difícil podía ser tratarse de forma civilizada?

                —No me pareces nada encantador, pero admito que tienes razón.

                —¿Y entonces? ¿Subirás al auto? ¿Aceptarás mis disculpas?

Respiró profundamente y asintió.

                —Lo haré. Te prometo poner de mi parte siempre y cuando tú hagas lo mismo.

Ren sonrió sin prepotencia mientras asentía y Yuu pensó por un breve segundo que su compañía podía ser un poco más tolerable. Kuma lamió la mano de Ren en señal de agradecimiento y el mayor le sonrió al perro mientras agregaba un “De nada” y subían al auto. Antes de arrancar, Ren le echó una mirada a la mascota de Yuu y resolvió una duda que tenía desde el primer momento en que supo que se trataba del cachorrito que él le había regalado.

                —No sabía que los Golden Retriever crecieran tanto.

Yuu esbozó una risita y Ren no comprendió. ¿Por qué se reía así?

                —No lo hacen—explicó sin borrar su sonrisa—Creo que cuando eras niño te estafaron, porque no me regalaste un Golden Retriever sino un Gran Danés.

El pelirrojo le miró sin creerlo por unos segundos y después volvió a mirar a Kuma.

                —Bueno… eso explica muchas cosas.

                —Me costó mucho cuidarlo al principio, pero era tan lindo que simplemente no me pude resistir a él. Es curioso, porque cuando llegaste a la fiesta con esa caja de regalo, yo estaba pensando seriamente en arrojártela en la cara—Ren lo miró mal ante tal confesión y el más bajo continuó sin darle importancia—Pero cuando la abriste y me mostraste lo que era, todo mi desprecio por ti pareció desvanecerse por un breve segundo.

Y era verdad, Ren lo había olvidado, pero Yuu le sonrió de una forma tan hermosa al recibir a Kuma. ¿Algún día volveré a verlo sonreír así? Se cuestionó fugazmente y negó. Lo dudo.

El aludido perro se acurrucó en el asiento trasero y se quedó dormido. Aún con sus once años a cuestas y su enorme tamaño, la realidad era que la bestia de la fiera seguía siendo adorable. Sonrió para sí mismo, la bestia no era sólo de Yuu, en cierto modo, también era suya. Era, además de Misaki, el único lazo que los uniría toda la vida.

                —¿Qué haces tonteando? Vámonos—reclamó Yuu y el galán en cuestión volvió en sí.

                —Sí, sí, ya voy fierecilla—se colocó sus gafas de sol a pesar de la inminente lluvia y el pelinegro, mientras se abrochaban el cinturón, frunció la boca por el nombramiento y giró los ojos ante sus acciones de ligón.

Kuma dormía plácidamente siendo el causante en cierto modo de su tregua, de su acuerdo de sana convivencia y compromiso. Ahora sí se llevarían bien, ahora sí pondrían empeño, ambos estaban decididos a hacer las paces a como diera lugar y aquello, aunque no lo supieran ahora, los iba a llevar a un camino que les proporcionaría una dicha jamás pensada.

Pero que también les haría sufrir demasiado.

Notas finales:

¡Quiero un Kuma!! En serio quiero uno!!! Cuando sea grande y tengo mucho dinero (y ya no pertenezca a las filas del desempleo) adoptaré un perrito y juro que lo amaré tanto!!! Es uno de mis mayores anhelos!!

Ok ya descargué mis traumas, espero de todo corazón que Kuma les haya agradado, él es especial, me gusta pensar en él como el hijo que Ren y Yuu tuvieron en sus años de juventud y después de un trágico divorcio, Yuu se quedó con su custodia y Ren no lo ha visto crecer, entonces ahora que se reunen nuevamente, Ren se encariñará con su hijo, Kuma con su padre y reconquistará a su madre, se casarán y entonces....

Bueno... bueno... empecé a delirar, lo sé, pero me gusta que Kuma sea el único lazo (además de Misaki) que los una para siempre :D Eso vuelve a Kuma el símbolo de su futuro amo (y en muchos sentidos)

Pero está bien, me tranquilizo con Kuma....

Izumi!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Mi lindo, dulce y huérfano Izumi!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Te amo!!! Te amo tanto!!!!!!! Misaki sí que metió las cuatro, pero pudo solucionarlo. ¿Creen que logre devolverle su tesoro al pequeño Izumi? ¿No les parece que Izumi es un amor? En realidad él recurrió a los libros como forma de soportar el dolor de perder a sus padres, oh mi pequeño Izumi, te quiero (basta!!! en serio!!! párale!!!)

Y ahora vamos a mi siguiente delirio!!!!

Enjou!!!!!!!!!!!!! Pancito mío!!!!! Tan dulce, tan tonto, negando tus sentimientos, obviamente sigues amando al petirrojo, lo amas tanto que hasta se te olvida que Aoi está ahí jajaja y Takashi... deseando romperte el cuerpo con tan de tener tal atención (no seas enfermo Takashi, tú ni siquiera tienes que esforzarte, el mundo es un peligro para tus torpes pies jaja)

Y pues, no sé si notaron que Koti-chan ni apareció en el capi.... no sé.... la extraño.... :S

Es todo, ahora sí, juro que es todo, nos vemos el próximo martes, los amo con locura, muchas gracias y bye bye ;)


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