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Niños Monstruos por Itachi Madness

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Notas del capitulo:

Lamento tanto la demora, lo iba a subir antes, pero por problemas con el tiempo (y sus lluvias torrenciales) nos quedamos sin internet ni teléfono, se supone que la compañía iba a arreglar el problema pero ya llevamos más de una semana así

El capítulo anterior fueron puros POV´s (puntos de vista), en este ya no los tendrá

Debido a que la historia resultó ser más larga, la partí en 3 capítulos

No se desesperen, ya comencé a escribir el último~

La Familia de los Niños Monstruos

 

 

El cielo nocturno de la pequeña ciudad costera de Shizume pocas veces se veía tan iluminada. La luna en fase creciente mostraba la sombra del conejo en ella casi completo.

 

 

Desde la ventana de su habitación, Fushimi Saruhiko observaba el manto nocturno en silencio. Aún no se acostumbraba del todo a dormir solo y con tanta luz proveniente de la gran luna y de algunos faroles a los extremos de las calles se le dificultaba cerrar los párpados y fingir que estaba con la suficiente oscuridad necesaria para sintetizar la cantidad suficiente de hormona del sueño para descansar.

 

 

De un momento a otro, una figura humanoide y oscura cortó el paisaje antes tranquilo y despejado pasando justo frente a la brillante luna. Como estaba demasiado lejos, no pudo ver de quién se trataba, en realidad, era casi seguro de que se trataba de alguien a quien nunca había conocido. Pero se levantó de su cama y fue corriendo a la cocina para tomar un par de cuchillos.

 

 

No tenía una idea concreta de lo que pudo haber sido esa criatura, pero sabía que no era humana. Nunca había visto en la televisión que pasaran gente común y corriente, por más que hayan practicado para los juegos olímpicos, capaz de saltar así de alto ni así de lejos. Tampoco tenía la certeza de que se dirigía exactamente a su casa, ¿pero en dónde más vivía un ser mitad sobrenatural como él?

 

 

Cuando escuchó que algo había abierto la ventana del baño, se puso alerta y adoptó una posición de combate, listo para arrojar sus cuchillos al intruso. Con los pies descalzos se arrastró con sumo cuidado y silencio hasta la puerta que seguramente estaba por abrirse en cualquier momento. Lo escuchaba, alguien con zapatos estaba caminando adentro. La perilla comenzó a moverse, ésta se abrió con suavidad y entonces él lanzó uno de los cuchillos, quedando clavado en la pared. La figura se detuvo a tiempo, pudo haberle cortado la naríz pero el otro se quedó quieto a milímetros de la trayectoria el objeto volador.

 

 

-¡¿Quién eres?!-

 

 

Su voz había salido con miedo incrustado, rápidamente se arrepintió de haber gritado tan fuerte.

 

 

-Primera vez que te visito y me recibes intentando clavarme algo, no sé si felicitar a tu madre por haberte enseñado a lanzar armas o debería pensar que te malcrió por dejarte jugar con sus cuchillos-

 

 

Sus palabras lo desconcertaron, ¿de qué estaba hablando ese hombre?

 

 

-¿Primera vez que te metes a una casa ajena o sólo se te olvida que debes tocar la puerta primero?-

 

 

Escuchó una especie de risa antes de que esa persona saliera por completo del baño y fuera bañado con la luz de la luna. Esa persona era alta y de cabellos oscuros. Agudizando la vista encontró un terrorífico retrato de alguien muy parecido a él.

 

 

-¿Sorprendido al verme por primera vez, hijo?-

 

 

Un fuerte golpe lleno de emociones entremezcladas amenazaron con destruír el resto de control que aún mantenía sobre su mente. Sus cuchillos temblaron muy levemente, pero se recompuso con rapidez.

 

 

-Creí que madre tenía mejor gusto con los hombres-

 

 

Susurró con saña, manteniendo las puntas de los cuchillos apuntando al hombre. Éste borró la pequeña sonrisa ladeada y burlona que siempre tuvo en la cara.

 

 

-Al parecer tampoco te enseñó a respetar a tus mayores, te hace mucha falta un poco de disciplina-

 

 

El más joven se silenció. Ese hombre no le agradaba, de hecho, con esos escasos dos minutos en que lo conoció llegó a la conclusión de que detestaba a esa persona.

 

 

-Tú te fuiste a la primera oportunidad, no eres nadie para enseñarle respeto a los demás. Quiero saber qué estás haciendo aquí y dímelo rápido-

 

 

El hombre se inclinó hacia un lado y de repente, a una velocidad sobrehumana se desplazó hacia su dirección. Los ojos de Saruhiko apenas lograron seguirlo y no fue lo suficientemente rápido para defenderse. En menos de un segundo ya se encontraba en el suelo con la mano del otro sobre su cabeza, apretándola contra el sucio piso de madera. Quiso pelear, pero el agarre era demasiado fuerte. Entonces sintió el frío aliento de su padre cerca de su oído.

 

 

-Realmente me estás molestando. Vine aquí para cuidarte ahora que tu madre ya no se encuentra, pero parece ser que ya estás echado a perder-

 

 

-Ella tenía nombre…-

 

 

Susurró apenas audible, ya harto de que se refiriera a ella como “tu madre”. Sus sienes ya empezaban a dolerle y el muy maldito no lo soltaba.

 

 

-¿Ahora sí muestras respeto? Supongo que Kisa sólo te enseñó a guardarme rencor-

 

 

Se alejó de Saruhiko y lo liberó. Éste se levantó con pesadez y sobó su cabeza, tratando de aliviar la presión dolorosa causada por las fuertes manos del vampiro.

 

 

-Ella nunca lo hizo, nunca habló mal de ti ni te guardó rencor. Pero creo que te lo merecías, aún no puedo creer que haya accedido a acostarse contigo-

 

 

Su padre chasqueó la lengua y volteó a ver una fotografía en la mesa, de Kisa y Saruhiko en una tarde soleada.

 

 

-…Supongo que debí prever esto, normalmente los niños siempre corren a los brazos de su padre recién aparecido, pero con Kisa de madre supongo que no iba a sucederse… -

 

 

Saruhiko notó un leve tono melancólico, pero no le dio importancia, tocó con delicadez los alrededores del piso hasta encontrar sus lentes que salieron volando luego de que lo enviaran al suelo y volvérselos a poner frente a los ojos.

 

 

-¿Entonces ahora cuál es tu plan?-

 

 

-Me quedaré aquí de todas formas, aunque no estés de acuerdo, por mucho que lo odies y me termines odiando a mí, sigo siendo tu padre y ahora tú me perteneces-

 

 

“En tus sueños maldito y psicótico bastardo”, quiso decirle. Se sorprendió al pensar en insultos iguales a los de su amigo de ojos almendrados,  pero agradeció no haberlo dicho en voz alta, seguramente hubiera recibido otro golpe. Ese hombre repugnante no se lo pensaba dos veces antes de utilizar la violencia contra lo que fuera que llegara a molestarle. Y a él no le apetecía usar el mismo fútil vocabulario de su torpe mejor amigo.

 

 

-Me voy a mi cama que mañana tengo escuela- Se levantó y le dio la espalda, acelerando el paso. Ese hombre ya no lo seguía, pero aún no se sentía seguro.

 

 

Parecía que lo peor apenas había comenzado.

 

 

“Misaki… quiero verte”

 

 

Ooo

 

 

Yata Misaki observaba con mucha preocupación a su mejor amigo, que había llegado a clases con ojeras y una mejilla amoratada.

 

 

-¡Saru, ¿qué te pasó?! ¡Te ves terrible!-

 

 

-Así que te diste cuenta Misaki…-

 

 

-¡Ya deja el juego! ¡Sólo mírate! ¡¿Cómo te hiciste eso?!-

 

 

-Hablas muy fuerte…-

 

 

El joven de ojos almendrados apretó sus puños y se acercó mejor a ver el estado de su rostro. De repente hizo una mueca repulsiva y se tapó la naríz, alejándose rápidamente del otro y sorprendiendo un poco a Saruhiko.

 

 

-¿Qué pasó?-

 

 

El jovencito apartó la mano y lo vió directo a los ojos, aún más preocupado que antes.

 

 

“Apestas”

 

 

Sólo movió la boca, Saruhiko frunció el seño un tanto indignado.

 

 

“Hueles a muerto”

 

 

Volvió a mover sus labios, visiblemente más angustiado y Saruhiko sólo bajó la cabeza, suspirando con mucha pesadez. Agradecía que aún no llegara nadie más al salón.

 

 

-Descuida, no estoy ocultando un cadáver…- Puso una mano en la mejilla e hizo otra mueca de dolor. –Aunque no me sorprenda que me haya  encontrado con uno-

 

 

Misaki no dijo nada, se veía un poco más calmado, pero aún lo veía con angustia. Su compañero hizo una señal con la mano para que se acercara y cuando el otro lo siguió, Saruhiko lo tomó de la cintura y lo hizo sentarse en sus piernas.

 

 

-¡¿Q-qué haces?!-

 

 

-Cierra la boca y déjame descansar un poco-

 

 

El mitad vampiro cerró los ojos y recargó su cabeza en el pecho del mitad lobo, que se encontraba terriblemente sonrojado. Pero permitió que su compañero golpeado lo utilizara de almohada hasta que la gente comenzó a llegar. Reanudaron la siesta del otro a la hora del almuerzo cuando subieron a la azotea a dormir. No volvieron a entrar a los salones. Misaki se quedó echado a lo largo del piso abrazando la cabeza de Saruhiko que rápidamente había quedado dormido en su pecho. Ahora se veía mucho mejor, más relajado.

 

 

-¿En qué te metiste ahora mono estúpido?-

 

 

Fortaleció aún más el contacto, acariciando dulcemente los cabellos oscuros y acabó cerrando también sus propios ojos. Había comenzado a dormirse igual. Pensó que ya había pasado un tiempo desde la última vez que durmieron juntos…

 

 

Sus mejillas ardieron, se sentía extraño de sólo pensarlo, pero su pecho en cambio adquirió una calidez muy agradable.

 

 

“No sé si esto sea correcto”

 

 

Ooo

 

 

Ambos despertaron cuando el cielo se coloreó de diferentes matices de rojo. Estaba atardeciendo y los dos seguían arriba.

 

 

Gracias a la llave no tuvieron problemas en bajar, pero como las puertas estaban cerradas tuvieron que salir por una ventana de la planta baja.

 

 

Los dos se quejaron y le echaron la culpa al otro. Aún así, los dos se terminaron regresando juntos, hasta que se tuvieron que separar.  Se despidieron levantando las manos, prometiéndose verse mañana otra vez.

 

 

A pocas calles de su casa, Saruhiko pensó que debió irse con Misaki a la suya. Su madre no era del todo su agrado, pero la compañía de cualquier persona era mejor que estar con Niki… su odioso padre.

 

 

Luego de conocerlo, comprendió que no necesariamente los humanos eran la peor escoria que le pudo haber tocado al planeta. Sí estaban muy cerca de serlo, pero su padre estaba por llevarse el título.

 

 

Ahora sí quería largarse, irse a donde su padre no los encontrara… llevarse a Misaki al bosque, hacerse una pequeña casita, no tenía que ser ostentosa, sólo resistente. Y en su lecho, fuera sobre el suelo o sobre una cama enorme con dosel, poseería a Misaki. Todas las noches hasta que quedaran pegados…

 

 

“Esa fantasía es demasiado cursi hasta para tí” pensó con frustración.

 

 

-Madre, ¿qué le viste a ese tipo?- Preguntó al aire, mientras caminaba con pasos cortos y pesados. Como un condenado a la sala de ejecución.

 

 

Pero no… eso no duraría por mucho tiempo, ya lo había decidido. Tenía que ver el modo de sacar sus cosas de allí, incluyendo la única fotografía en donde él y ella salían aceptablemente decentes. Jamás dejaría que “ese” se quedara con nada de su madre.

 

 

-Con suerte el techo se caerá sobre ti un día y te quemarás con el sol-

 

 

Ooo

 

 

-Apestas…-

 

 

Niki dijo en cuanto su hijo cerró completamente la puerta. Saruhiko no se inmutó ante su ofensa y mantuvo su mirada altiva y juzgadora ante los ojos vampíricos de su padre, ahora sentado en una de las sillas del comedor.

 

 

“El que apesta eres tú, cadáver”

 

 

-Si tú lo dices…-

 

 

Desvió su vista y cambió la dirección de sus pasos hacia su habitación. Compartir el mismo espacio con Niki le quitaba el apetito por más hambriento que se encontrara.

 

 

A pocos milímetros del pomo de su puerta, se encontró a su padre a una nada de él oliendo su cabello.

 

 

Qué desagradable era tener a alguien invadiendo tu espacio personal.

 

 

-Sí… apestas a perro-

 

 

Su cuerpo se congeló de inmediato. ¿Se refería a Misaki? No, ¡era obvio que se refería a Misaki, era la única persona en toda la ciudad que olía así! ¿Pero por qué la insistencia tan repentina?

 

 

-Si tanto te desagrada el olor a animal no tienes razón para pegarte tanto…-

 

 

No terminó de contestar porque una vez más la mano de su padre  apresó su cabeza y la estampó contra la puerta.

 

 

Maldición, ahora su frente se iba a poner morada.

 

 

-No te hagas el gracioso, te has estado juntando con malas compañías últimamente Saruhiko…-

 

 

Fugazmente recordó las historias que pasaban en tantas películas, donde vampiros y hombres lobos peleaban como enemigos naturales. Misaki tenía ese olor natural a perro, aún sin tener mascotas y aunque lo vio algunas veces  jugando o acariciando perros de otras personas no era suficiente como para que el olor se le quedara pegado por tanto tiempo, en realidad nunca percibió en él el olor de los humanos normales. Pero de todas maneras eso a él no le importaba, le daba lo mismo que oliera a perro mojado a que oliera a rosas perfumadas. Que su padre hablara con tanta cizaña sólo por el olor de su compañero y casi pareja lo molestaba, Misaki era Misaki, perfecto tal cual era.

 

 

-Defíneme por favor: “malas compañías”-

 

 

Escuchó un gruñido y después Niki lo soltó de la cabeza.

 

 

-Sólo eres un mocoso que no sabe nada… pero está bien, ya aprenderás-

 

 

El hombre se dio la vuelta y se fue a paso lento.

 

 

Saruhiko apretó el pomo enfurecido, giró la perilla y se encerró en su habitación hasta la mañana siguiente. Nunca notó que Niki tomó su celular.

 

 

Ooo

 

 

Por esas horas, Misaki veía un programa de naturaleza sobre la vida de los lobos. Su hermano se encontraba sentado junto a él, mirando la pantalla del televisor con mucha atención.

 

 

La narradora explicaba la relación monógama entre los lobos mientras pasaban el video de dos especímenes que se acercaban con lentitud uno del otro y luego se tocaban mutuamente con las narices, transmitiendo cariño con el suave tacto.

 

 

Su madre había salido. Se había estado viendo últimamente con un hombre. Ella afirmaba que eran amigos, pero estos últimos días se la pasaba con él la mayoría del tiempo.

 

 

Misaki sólo lo había visto una vez, era muy agradable y bueno con su hermano, pero demasiado “lindo” con su mamá. No le desagradaba, aunque tampoco lo quería muy cerca de sus vidas. Además, su madre se comportaba extraña cuando estaban juntos, no le agradaba mucho eso, pero para el más pequeño del hogar, eso no le importaba, ese hombre era bueno, lo repetía a cada rato. Y él tampoco podía obligarlo a mostrarse hostil. Sabía que su propio comportamiento se debía a que estaba viendo a ese hombre como una amenaza que un día haría olvidar a su madre, su padre. Pero eso era imposible, o al menos eso quería pensar para tranquilizarse y dejar el tema de lado.

 

 

 Cuando la mujer regresó, animada como siempre después de cada salida con su “amigo”, dejó su gabardina y se paseó contenta hasta la sala, cuando se encontró a sus dos hijos viendo la tele. Ambos voltearon a verla y la saludaron desde el sofá. Ella sonrió de vuelta tan risueña como siempre, hasta ver el programa que estaban pasando. S u rostro se endureció, su sonrisa ahora parecía una mueca de desagrado, se acercó hasta ellos y apagó el televisor.

 

 

-Saben que no me gusta que vean televisión a estas horas, mañana tienen escuela, así que levántense y vayan a dormir.

 

 

El más pequeño hizo una mueca de frustración pero no hizo berrinche, se arrastró por encima de un cojín y se dejó caer al piso para hacerse camino al baño en silencio.

 

 

Misaki lo vio divertido, pensando agradeciendo a lo que se debiera de agradecer, que su hermanito, a pocos años de acabar la primaria todavía se comportara como un niño bien portado, educado y lleno de amigos. Era muy bueno en deportes y además era listo y amigable. Realmente agradecía que él no haya tenido que pasar por el mismo cambio que él sufrió. Quería pensar que él sí tendría un mejor futuro académico y entraría a cualquier colegio que él deseara.

 

 

-Misaki… anda, levántate-

 

 

Siguió la orden también en silencio y una vez que estuvo en el baño, acompañó a su hermano a lavarse los dientes. Después fueron a su habitación y se cambiaron a sus pijamas. Acostó al pequeño que se durmió rápidamente y en vez de seguirle yendo a su propia cama, salió de su cuarto y encaró a su madre que se acababa de sentar agotada en el sofá.

 

 

-Misaki… ¿no deberías de estar dormido ya?-

 

 

-Mamá… ¿te parezco que soy alguien normal?-

 

 

La mujer lo miró extrañada.

 

 

-Por supuesto, eres un niño igual que todos-

 

 

El chico se silenció unos segundos antes de abrir la boca para continuar, en un tono más bajo.

 

 

-Mamá… yo sé que no soy un niño normal, ni siquiera soy humano por completo…-

 

 

La mujer comenzó a inquietarse.

 

 

-Pero sé que eso no importa, voy a la escuela, hago mis tareas, me gustan los videojuegos y tengo un mejor amigo, así que alejados de mi genética, soy un humano normal…-

 

 

-…¿Qué tratas de decirme con eso hijo?-

 

 

Sus ojos almendrados se tornaron un poco filosos.

 

 

-A que hasta ahora, la única persona que me ha hecho sentir diferente y anormal has sido tú… desde que me hice amigo de Saruhiko realmente sentía que encajaba en el mundo, que podía hacer cualquier cosa que otros “niños” hacían, pero cada que quiero, tú siempre estás allí diciéndome que no puedo… porque no soy igual a los demás-

 

 

La mujer frente a él quedó petrificada, incapaz de decir nada ahora que se había dado cuenta de algo. Misaki sólo hizo una rápida reverencia y se giró para irse corriendo. Ella intentó detenerlo, pero el niño se había ido muy rápido.

 

 

Ooo

 

 

Esa mañana, Saruhiko salió de su habitación ya arreglado y casi listo para irse a la escuela. Las mañanas, junto con las horas que pasaba junto a Misaki hasta que anochecía, eran los únicos momentos que podía disfrutar. Su padre se mantenía guardado en esos momentos en algún lugar de la casa, ocultándose del sol.  Era una lástima que de por sí su casa fuera oscura. Con estos soles aún veraniegos no sería mucho problema abrir todas las ventanas y luego la puerta del closet donde Niki se escondía. Lo abriría sorpresivamente y el otro quedaría reducido a cenizas por los calcinantes rayos ultravioleta. Que la contaminación ambiental ayudara en algo, que lo quemara hasta que sólo quedara polvo y pudiera regresar a su hermosa y pacífica vida de antes sin haberlo conocido nunca.

 

 

Sobre la mesa del comedor encontró una billetera con dinero. Dudó en tomar unos billetes al no saber de dónde provenía. Tomó una servilleta y envolvió sus manos en ella, sacó una cantidad suficiente de dinero para comprar su almuerzo y un poco más, y además encontró una identificación oculta entre los dobleces de los billetes. Era de un hombre al que no conocía, adulto, de aspecto no muy agraciado y robusto. Sin tener idea de quién se trataba, devolvió la identificación y guardó el dinero en su bolsillo.

 

 

Si Niki lo había matado, luego no quería tener a la policía dentro de su casa.

 

 

-Maldito… mas le vale haberse deshecho bien del cadáver-

 

 

Se dio la vuelta en dirección a la entrada. Se hizo un rápido chequeo para ver que se estaba llevando todo, pero descubrió que no estaba su celular.

 

 

Se revisó sus bolsillos,  desabrochó las hebillas de su mochila para meter la mano en ella, regresó a su cuarto y comenzó a desarreglarlo. Regresó al “comedor”, que no era más que una simple mesa con dos sillas y tampoco se encontraba su móvil.

 

 

Chasqueó la lengua con molestia y comenzó a caminar por toda la casa hasta que escuchó unos suaves sonidos parecidos a los que usaban en los videojuegos de maquinitas. Los siguió conforme aumentaban de volumen hasta encontrar un closet grande al fondo del pasillo donde casi no llegaba la luz.

 

 

Tomó las perillas de las puertas de madera y se encontró allí a su padre jugando con su celular. Saruhiko se le quedó viendo, su enfado estaba bien controlado y no se notaba en sus facciones. Niki continuaba jugando, rápidamente sonó el mismo tipo de música cuando “Has ganado el juego” sin ponerle atención a su hijo.

 

 

Saruhiko de nuevo chasqueó la lengua.

 

 

-Oye, necesito eso-

 

 

Su padre no contestó, seguía jugando sin despegarse de la pantalla, única fuente de luz que le permitía identificar la cara del hombre.

 

 

-…Está bien, quédatelo-

 

 

No quería tener problemas con él, no tan temprano, Misaki se preocuparía si de repente no llegara a la primera hora, así que por el momento decidió dejar ese problema para después. Iba a cerrar de nuevo las puertas cuando Niki las detuvo.

 

 

-Intenta resolver esto y te lo devolveré-

 

 

Giró el aparato y se encontró con un cubo de Rubyk virtual, con la cara visible incompleta.

 

 

-No tengo tiempo para esto-

 

 

Soltó las puertas y se giró, pero una mano agarró su brazo y lo jaló de regreso al armario.

 

 

-Resuélvelo y te dejaré ir con él-

 

 

Sin otra salida, Saruhiko se giró, tomó el móvil y comenzó a girar las caras del cubo gracias a la pantalla táctil. Le costó un poco resolverlo, pero finalmente lo reacomodó completamente.

 

 

-Wow, me impresionas, tu madre lo terminó doce segundos después que tú-

 

 

Ignoró a esa persona, por última vez en esa mañana, se dio la vuelta y fue de regreso a la puerta. Escuchó un par de gritos de “¡Oye, regresa y ciérrame la puerta!” “¡Oye! ¡Saruhiko!”

 

 

El bastardo lo había hecho salir veinte minutos tarde, tenía que correr por su culpa. Así que ahora que él mismo se cerrara sus malditas puertas.

 

 

Por suerte llegó antes de que cerraran las del colegio. Misaki aún se encontraba afuera del salón esperándolo. Se notaba preocupado, pero al verlo al inicio del pasillo se iluminó su rostro y lo saludó agitando su mano desde lejos.

 

 

No pudieron saludarse como era debido. El profesor llegó justo después que él y tuvieron que ir directamente a ocupar sus lugares.

 

 

Ooo

 

 

-¿Saru, por qué llegaste tan tarde? Me tenías preocupado, ¿y ese nuevo golpe?-

 

 

Era hora de descanso, ambos estaban en la azotea ocultos por la sombra del edificio. El cielo soleado no era lo suficientemente caluroso gracias al viento fresco que llegaba hasta sus rostros. Misaki se encontraba sentado con la espalda pegada a la pared y Saruhiko se encontraba acostado, recargando su cabeza sobre las piernas de su compañero. Miraba el cielo en esos momentos llenos de nubes. Junto a ellos se encontraba una caja bento llena de arroz que Misaki había hecho ayer en la noche, por lo que no habían tenido necesidad de comprar nada, ambos lo habían compartido hasta saciarse.

 

 

-Fue culpa de la puerta, me pegué con ella ayer en la noche, y hoy no encontraba mi celular… tú no tienes de qué preocuparte-

 

 

Misaki rápidamente explotó.

 

 

-¡Algo ocultas,  porque eso no es normal en ti! ¡Que llegues con golpes todos los días no es normal de ninguna manera! ¡Así que quiero que me digas ahora mismo en qué te estás metiendo!-

 

 

Saruhiko volvió a chasquear la lengua y cerró los ojos.

 

 

-¿No me dejarás de molestar hasta que te lo diga, verdad?-

 

 

Yata negó firmemente con la cabeza.

 

 

Sin abrir los ojos, Fushimi Saruhiko inhaló una vez más el intenso olor a perro de su compañero, y recordó el olor a pino del bosque cercano de su casa.

 

 

-Si yo decidiera irme de la ciudad… ¿tú te irías conmigo?-

 

 

Eso no había contestado la pregunta inicial, pero llegó hasta las profundidades de la mente del más bajo. Quedó completamente en silencio.

 

 

El mitad vampiro abrió uno de sus ojos y se encontró con la cara roja de Misaki. Sus pupilas estaban dilatadas, su ritmo cardiaco acelerado, pero no veía ningún punto en especial.

 

 

Misaki estaba pensando en su familia, en su madre y hermano.

 

 

Su madre siempre fue una grandiosa madre, dio hasta la última gota de sudor para sacarlos hacia adelante, pero también sentía que lo sobreprotegía demasiado, lo sofocaba, hasta casi privarlo de la libertad. Nunca le contaba sobre la familia de su padre, sobre su ascendencia, tampoco le permitía a él mismo investigar. Él que había estado los primeros dos años de vida junto a su padre, sabía que él muchas veces le había contado cosas del bosque. Pero su hermanito, que para cuando nació, su padre ya se encontraba muerto, no conocía nada.

 

 

Era como si su madre quisiera desaparecer toda evidencia de que alguna vez fueron lobos. Negarles ser lobos. Y aún con tantas razones para hacerlo, luego de la muerte de su padre. Él sabía que no era correcto.

 

 

Si se fuera junto a Saruhiko… al bosque, al hermoso bosque donde realmente sería libre, donde podría aceptar por completo su parte lupina, donde estaría al fin, por siempre al lado de Saruhiko…

 

 

¿Pero en qué estaba pensando?

 

 

Ahora se sentía culpable. Tantos años juntos y él no le había dicho nada de lo que en verdad era.

 

 

¿Tenía miedo? ¿De que Saruhiko lo rechazara una vez que lo descubriera?

 

 

De todas maneras mentir no era correcto, era tan malo como lo que su madre les hacía. Si en verdad aceptara irse junto a él, al menos debía decirle…

 

 

-Saruhiko… yo…-

 

 

Una mano cubrió sus labios. Frente a él se encontraba el mono, mirándolo fijamente a los ojos, con una expresión que no podía explicar bien.

 

 

-Calla, no quiero que tu mini cerebro se vaya a sobrecalentar-

 

 

Sus cejas se fruncieron, estaba listo para volverle a gritar, pero el otro recargó su cabeza encima de su pecho, otra vez usando su cuerpo de almohada.

 

 

-Hoy no quiero regresar a casa temprano…-

 

 

Ooo

 

 

Apenas salieron de la escuela, llegaron al cruce de peatones de esa misma calle y doblaron a la esquina contraria a sus casas, en dirección al centro de videojuegos. Como las clases habían vuelto, la mayoría de los adolescentes ya se encontraba cenando en sus casas y el lugar estaba medio vacío, así que cuando entraron, descubrieron que tenían casi todo el lugar para ellos solos.

 

 

Como en una carrera contra el tiempo, ambos se instalaron en el primer videojuego que atrajo su atención, uno de disparos contra zombis.

 

 

Cada uno tomó un arma larga de plástico e ingresaron el dinero correspondiente. Las gráficas del juego de las calles destruídas, aunque estuvieran un poco caricaturescas, no tenían nada que envidiar a los videojuegos recién estrenados, había una gran variedad de zombis y muchos escenarios. Además, con tener una pantalla enorme frente a ellos que mostraba a cada muerto viviente saliendo de lugares insospechados y luego cómo sus cabezas estallaban con un buen tiro, los dos adolescentes disfrutaban el exterminarlos por completo. Cuando llegaron al final del primer nivel, publicaron sus nombres en el marcador de los veinte mejores puntajes.

 

 

Misaki tenía muy buenos reflejos, otorgados por todas las horas previas en que jugó con su psp usado que se compró al final de aquél verano en que trabajaron en el local de comida. Saruhiko en cambio se compró un teléfono móvil de pantalla táctil semi usado. Y a pesar de su uso obligado de anteojos, tenía una gran puntería.

 

 

Con solo una moneda para cada uno, acabaron en el nivel cuatro, muertos por un zombi gigante. No continuaron, aunque haya resultado muy divertido, había muchos más juegos los cuáles probar, así  que se fueron al siguiente, uno de peleas.

 

 

Así sucesivamente, el tiempo corrió. Ninguno se dio cuenta de eso hasta que el sol se había ocultado y los trabajadores estuvieron a punto de echarlos porque iban a cerrar temprano.

 

 

Las calles se habían vuelto a iluminar, ésta vez por los postes de luz amarillenta, caminaron hacia una máquina de bebidas y se compraron una botella de cola para compartir. Después fueron a sentarse a una banca de piedra y miraron un edificio con un gran reloj digital que marcaba casi las nueve de la noche.

 

 

-Tengo hambre, ¿crees que siga abierta la crepería?-

 

 

Saruhiko dio un sorbo a la botella ya a la mitad de su capacidad y observó los distintos puestos y locales que habían prendido sus luces y que todavía estaban siendo frecuentados por la gente.

 

 

-Tal vez-

 

 

El de cabellos castaños le quitó la bebida de la mano y pegó sus labios a la boquilla, ya para terminársela toda y arrojar el envase a la basura.

 

 

-¡Perfecto! Porque de verdad muero de hambre-

 

 

Se retiraron de allí, caminaron alejados de las multitudes y luego de dos calles más, llegaron hasta el sitio de las crepas.

 

 

El cielo se había oscurecido, la luna ya había tomado su lugar en él y faltaba muy poco para que se hiciera totalmente llena.

 

 

Con sus crepas en mano, retomaron su caminata hasta una esquina donde unas pancartas enormes cerraban el paso a un sitio en específico. Contenían detrás de ellas a unos gruesos esqueletos de metal para construír un nuevo edificio.

 

 

Ése lugar alguna vez fue su refugio, allí iban a ver las estrellas y para fantasear sobre vivir en el bosque. Las constructoras habían sido rápidas y demolieron el lugar abandonado. Próximamente se volverían tiendas, un pequeño complejo departamental o tal vez un banco.

 

 

-Maldición, si todavía no lo hubieran tirado sería un buen sitio dónde comer-

 

 

Yata mordió su crepa rellena de frutas, crema y chocolate diciendo improverbios que nunca fueron del todo escuchados, parecían más ruidos que palabras debido al movimiento de sus dientes que masticaban la dulce y delgada masa.

 

 

-No hables con la boca llena Misaki-

 

 

El otro se quejó, refunfuñando con la cara llena de crema, el otro lo ignoró.

 

 

Ninguno se quería despedir, no querían volver a casa. Pero sabían que eso pronto tenía que acabar, a la madre de Misaki no le gustaba que vagara por las noches y Saruhiko algún día tenía que volver a su casa a enfrentar a su padre. Pero preferían prolongar ese tiempo, todo lo que se pudiera.

 

 

-Creo haber oído de un mirador cerca de aquí, dicen que se puede ver bastante bien la ciudad-

 

 

-¿En serio está cerca? ¿Quieres ir?-

 

 

Con el tiempo corriendo otra vez, los dos caminaron a paso rápido hasta un edificio público, subieron muchas escaleras que como la espiral de una concha de caracol, parecían no tener fin.

 

 

Ya se había hecho realmente de noche cuando llegaron a la cima y lo primero que encontraron fue un cielo lleno de luces.

 

 

-Saruhiko… ¡Es cierto lo que decías! ¡Se ve genial!-

 

 

El castaño corrió emocionado, deteniéndose segundos antes de chocar con el borde y puso sus manos encima del barandal. A esa altura el viento se había hecho más fuerte y más frío, así que sus cabellos eran arrastrados hacia atrás y tuvo que entrecerrar sus ojos.

 

 

-No te asomes tanto que puede ser peligroso-

 

 

Gracias a sus lentes, el viento no lo golpeaba en la cara tan fuerte. Avanzó a paso lento, observando el entusiasmo de su amigo que movía la cabeza para observar todo desde distintos ángulos, era curioso que a pesar de que fuera su primera vez en un sitio tan alto, éste no sufriera la más mínima sensación de vértigo.

 

 

-¡Por allá está el centro de videojuegos y por allá está la crepería, y hasta allá está nuestra escuela!- Se impulsó hacia atrás empujando sus brazos, su cuerpo se separó del borde en un rápido y violento movimiento que casi le provocó una caída, dio una extraña vuelta moviendo sus pies que apenas tocaban el piso, parecía una danza improvisada e increíblemente torpe. Lo miró directamente a los ojos y con un pequeño salto que redujo la distancia restante entre ambos, se enganchó a su cuello, casi pegando sus rostros.  r ¡Saruhiko, este lugar es grandioso, en verdad gracias por traerme hasta aquí!-

 

 

Estaba tan contento que no tomó consciencia de sus actos hasta quedar a milímetros de la naríz ajena. En ese instante, Yata Misaki se arrepintió de haberse movido de ese modo sin pensarlo, pero ya era “demasiado tarde”.

 

 

Sólo hasta ése momento, notó que con la luz de la luna, los oscuros ojos de Saruhiko  brillaban con un azul eléctrico, lo podía notar a través de sus lentes. Eran un brillo especial y fantasmagórico, capaz de hipnotizarlo, erizar su piel y cortar su respiración. Cuando el brillo desapareció, creyó haber alucinado con la luz de la luna reflejada en el vidrio de sus anteojos.

 

 

Tenían sus cuerpos tan pegados, sus pechos se tocaban. En un segundo su frecuencia cardiaca había aumentado, sus mejillas se colorearon y tuvo miedo de que el otro notaba su sonrojo en todo el rostro, seguramente también escucharía sus latidos, que incluso él podía sentir dentro de su caja torácica, y su violento flujo sanguíneo pasar por sus sienes.

 

 

Las reacciones en su cuerpo no estaban bien, se dijo. Estaba a punto de soltarlo, pero un par de brazos lo tomaron de la cintura y lo repegaron a la persona frente a él.

 

 

-Misaki…-

 

 

Nunca había notado lo bien que se oía su nombre en los labios de Saruhiko, con esa voz baja y ese aliento frío que llegaba hasta la piel de su oreja… estaba demasiado cerca de él, pero no le importaba, le gustaba ese contacto. Así lo quería…

 

 

Y de nuevo recordó lo sucedido esa noche en el edificio ya destruido, y lo ocurrido en la escuela, ese mismo día. Se sintió terriblemente culpable, ¡debía decirle! Sin importar cuánto miedo llegara a darle. Los secretos, sobretodo uno tan importante como el que él guardaba, no eran aceptables en una verdadera amistad. No podía hacer lo mismo que su madre y negarse a sí mismo su origen, vivir una vida falsa como si él fuera un humano común y corriente. ¿Qué tal si un día su secreto salía a la luz frente a Saruhiko? ¿Cómo le explicaría que se lo estuvo ocultando todo ese tiempo? Se estaría arriesgando a ganarse su odio y rechazo eternos. Ya no quería seguirle ocultándoselo. ¡Realmente quería serle sincero! ¡Ante todo! Sólo así podría llamarse a sí mismo un “verdadero amigo”.

 

 

Lo empujó con suavidad para separarse, necesitaba espacio para respirar y para pensar con claridad. Ahora parecía que el tacto ajeno lo asustaba, sus manos temblaban por el nerviosismo.

 

 

-Saruhiko… yo debo decirte algo-

 

 

Saruhiko lo veía fijamente, completamente extrañado, sus pupilas pequeñas y filosas se clavaban en su mirada. Estaba aterrado, de que Misaki fuera a decir algo que provocara su ruptura. Su cuerpo se congeló, poniendo completa atención y listo para lanzársele encima, en cualquier momento, sin importar lo que ocurriera o fuera a decirle, no cabía en su mente el dejarlo ir.

 

 

El más pequeño respiró con dificultad mientras trataba de elegir sus palabras y hablar con nitidez.  r Existe una razón para que sea más rápido que la mayoría de nuestros compañeros y también más fuerte a pesar de mi tamaño…. También mi olfato… ¡Existe una razón para todo eso! Quería contártela desde antes pero no sabía cómo hacerlo-

 

 

-Entonces no es necesario que lo hagas, ya me lo confirmaste-

 

 

Al momento, ambos adolescentes voltearon sus cabezas en dirección a una inesperada voz intrusa. Allí, encima del barandal se encontraba un hombre de cabellos oscuros, parado y dándole la espalda a la ciudad, observándolos con despotismo.

 

 

Saruhiko se quedó helado al reconocer a su padre, quien veía con sus hostiles ojos azul brillante a Misaki.

 

 

A su vez, el castaño observó a los dos presentes simultáneamente, reconociendo el gran parecido entre ellos, ignorando la clase de mirada que le enviaba el mayor.

 

 

-¡¿Qué haces aquí?!-

 

 

Niki no le contestó a su hijo, bajo uno de sus pies y en una grácil y lenta caída tocó el piso de cemento. Se comenzó a dirigir al más pequeño a pasos suaves y ligeros, pero los dos adolescentes rápidamente detectaron sus malas intensiones. En un parpadeo, Saruhiko se había interpuesto entre ambos.

 

 

-Hijo, ¿no te dije antes que te habías relacionado con malas compañías?-

 

 

-¿Hijo?- Repitió Misaki, mirando directamente a su compañero. Saruhiko lo volteó a ver de reojo, hizo una mueca, desvió la mirada y bajó la cabeza antes de regresar a su antigua pose, como si estuviera avergonzado o lo hubieran atrapado haciendo una travesura, nunca le contestó. Misaki lo comprendió todo.  r Él era el que te golpeaba- Susurró angustiado e impactado, abriendo aún más sus ojos.

 

 

-Misaki, no quería que te enteraras de esta forma y lamentablemente éste no es un buen momento para explicarte pero…-

 

 

Niki los interrumpió, hablando en un tono más fuerte, casi gritando para conseguir la atención de ambos.

 

 

-Vaya, qué sorpresa tan inusual. ¿No le habías dicho nada de esto a tu amiguito? Bueno, eso hará más sencillo mi trabajo-

 

 

Saruhiko quiso preguntarle a qué se refería con eso último, pero haciendo un simple movimiento de brazo, Niki lo sacó de su camino, no permitió que su presa corriera a ayudar a su hijo, tomó la muñeca del confundido Misaki y lo levantó con fuerza en el aire. El castaño quedó colgando, liberando un quejido por lo rudo del movimiento y lo fuerte del agarre.

 

 

-¡Suéltalo!-

 

 

Saruhiko corrió hacia él, actuando sin pensar. En ese momento lo único que tenía en mente era separar a su padre de Misaki, pero por lo mismo, volverlo a tirar lejos no fue complicado.

 

 

La mano fría y grande sobre su muñeca ejercía tanta presión que el más pequeño creyó que se la iba a partir, la circulación sanguínea ya se había cortado y seguramente no faltaba nada para que sus huesos empezaran a crujir.

 

 

Recordando cómo habían sucedido los últimos eventos, nunca pensó que llegara a encontrarse en una situación así. Para callar sus quejidos inhaló con fuerza. Y sólo hasta ese momento, al tener a esa persona a tan poca distancia, captó ese asqueroso olor a cadáver que salía de Niki. Nunca había conocido a otro ser humano que oliera de esa forma, con esa espeluznante intensidad. Era como ser el rehén de un zombi con super fuerza y velocidad, ¡y ese hombre era el padre de Saruhiko!

 

 

En esas milésimas de segundo en que le tomó darse cuenta de eso, comprendió el por qué Saruhiko se lo había estado ocultando. ¡Era un maldito padre abusador e hijo de puta!

 

 

-¡Ya deje de golpearlo!-  Hubo de repente un profundo silencio. Ambos Fushimis ahora lo observaban, Saruhiko boquiabierto y Niki sorprendido. Por un segundo creyó verlo esbozar un intento de sonrisa, pero él siguió hablando, no lo iba a dejar interrumpirlo, no al menos hasta que terminara de gritar todo lo que tenía de decirle. r ¡El que sea su hijo no le da el maldito derecho de abusar de él! ¡Es más, usted no tiene ningún derecho sobre su vida y menos ahora después de abandonarlo a él y a su madre…!-

 

 

Su muñeca crujió, quitándole el aliento y el grito que estuvo a punto de sacar murió en su garganta junto con el resto de su discurso antes de llegar a su boca.

 

 

Ahora sí estaba enojado y él por estúpido se lo buscó.

 

 

Niki lo veía con ese mismo extraño brillo azul eléctrico, pero éste no le gustaba, estaba lleno de sadismo y le provocaba escalofríos. Sin embargo, cerró la boca, se mantuvo firme y continuó viéndolo enojado, negándose a mostrarse débil ni miedoso. Hasta sentir cómo los huesos de su mano se movían de forma anormal y tronaban como cuentas de vidrio antes de quebrarse. Por un segundo creyó ver rojo y toda su voluntad flaqueó. Soltó un grito que opacó el sonido de la muñeca fracturándose.

 

 

Saruhiko gritó también, completamente aterrado, se le volvió a aventar y de nuevo Niki lo mandó volando. Misaki que tenía puesta su mano libre sobre la que lo contenía, le encajó sus pequeñas uñas con desesperación, rasguñando su piel dura y fría que parecía más una piedra. Pero su captor no cambiaba de expresión, seguía manteniendo esa sádica sonrisa ladina.

 

 

-Eso, muéstrame lo que eres, muestra la repugnante bola de pelos llena de parásitos que en realidad eres-

 

 

Ahí fue cuando Yata comprendió todo. De alguna manera, Niki conocía su secreto y quería que él se descubriera, frente a él y a su hijo.

 

 

El terror lo invadió por primera vez en toda su vida. Terror porque lo habían descubierto, porque lo estaban tratando como a un monstruo, porque Saruhiko estaba allí presente y su padre quería mostrarle que su mejor amigo era un maldito adefesio.

 

 

Tuvo un recuerdo fugaz de esa tarde fuera de la escuela, cuando fue arrinconado por compañeros de cursos superiores, queriendo robarle sus cosas, amenazándolo con que si se resistía utilizarían la fuerza contra él. Después vio sus garras ensangrentadas y en segundo plano a esos compañeros retorciéndose de dolor en el piso de ése sucio callejón. No sabía si estaban mal heridos, la angustia nubló su mente y fue incapaz de acercarse y revisar la gravedad de los traumatismos. Sólo salió corriendo, cobardemente.

 

 

De repente su mano libre se sintió mojada. Niki lo soltó de improviso, cayendo de sentón.

 

 

Lo primero que vio al levantar la cabeza fue el brazo ensangrentado del hombre. El fuerte olor a sangre ahogaba sus fosas nasales y el rostro de Niki aguantando el dolor. Bajó la cabeza y lo que encontró al mirar sus manos fueron garras. Otra vez esas malditas garras.

 

 

Volteó la cabeza y vio a Saruhiko, observándolo a unos metros de distancia, completamente pasmado y en estado de shock.

 

 

Ya no quería quedarse más ahí, con él mirándolo de ese modo. Podía soportar cualquier cosa que le llegara de golpe a su vida, pero no un Saruhiko que lo observaba como si ya no lo reconociera, no después de todo por lo que habían pasado juntos.

 

 

Se paró rápido pero con dificultad, sus piernas temblaran como gelatinas a punto de colapsarse. Dio un par de pasos hacia la puerta, únicamente para salir corriendo.

 

 

De nuevo, como en aquella tarde, huía cobardemente. Lleno de miedo por haber sido descubierto, por ser un peligro para los demás y para él mismo. Decepcionado también por no haber sido lo suficientemente fuerte para controlarse y muy triste por haber perdido a su único amigo.

 

 

Por primera vez en toda su existencia, su mundo se derrumbaba. Ahora comprendía cómo se sintió Saruhiko al ver a su madre muerta. Él pasaba por algo diferente, pero en ambos casos, se había perdido a una persona increíblemente importante para el otro.

 

 

-¡Misaki! ¡Alto!-

 

 

Desaceleró de improviso y no pudo evitar voltear aunque fuera por un segundo. Ahí estaba Saru, corriendo detrás él a pasos agigantados y torpes. Si no tenía más cuidado seguramente terminaría cayendo de las escaleras.

 

 

-¡No! ¡Vete!-

 

 

De un momento a otro, el medio vampiro se había vuelto más rápido. Superaba al más rápido de su escuela y cada paso parecía únicamente acariciar el escalón antes de saltar al siguiente.

 

 

Estaba totalmente determinado a no dejarlo ir pasara lo que pasara, ¡porque Misaki seguía siendo Misaki! Tuviera la forma que tuviera seguía siendo suyo. Y él jamás se permitiría abandonarlo en ese estado tan vulnerable.

 

 

Podía notar el miedo en sus ojos, que se habían tornado amarillos. Parecían estar a punto de romperse a llorar.

 

 

Las infinitas escaleras habían desaparecido, la velocidad y destreza con la que las habían bajado las hicieron parecer apenas unos cuantos pasos.

 

 

La puerta estaba muy próxima, pero Misaki se detuvo de golpe. No podía salir a la calle mientras siguiera convertido.

 

 

El otro aprovechó ese momento para saltarle encima y arrinconarlo en una esquina.

 

 

El niño en metamorfosis inconclusa, sostuvo sus manos peludas como escudo y bajó la cabeza evitando a toda costa conectar sus ojos.

 

 

-¡Por favor no… si te acercas más te lastimaré! ¡Ya no quiero lastimar a nadie!-

 

 

Saruhiko no intentó apartar sus patas, con mucha delicadeza tocó una de sus orejas que con la transformación también habían cambiado a unas triangulares y peludas. La acarició, sintiendo el cálido y suave tacto del pelaje castaño y Misaki dio un respingo. Cuando levantó su rostro sonrojado, Saruhiko le sonrió tranquilo.

 

 

-Me gustan tus orejas, te lucen bien-

 

 

El castaño perdió la voz por unos segundos, observándolo incrédulo. Sus rasgos salvajes se aminoraron, sus uñas y colmillos regresaron a su tamaño original.

 

 

-¿No me temes?-

 

 

-¿Y tú me temes a mí, Misaki? ¿Por ser hijo de un vampiro?-

 

 

Recibió un lento meneo de cabeza como respuesta: “no”. Avanzando otro poco más, tomó las manos peludas llenas de sangre seca y las apartó lentamente del otro, las bajó con cuidado, pero no las soltó. r  ¿Entonces por qué habría yo de temerte? Me sorprende lo tonto que sigues siendo, Mi~sa~ki~-

 

 

Los ojos que antes brillaban con un amarillo salvaje, se llenaron de riachuelos salados y el agua se llevó el color, regresando a ser almendrados.

 

 

Realmente era un estúpido. Saruhiko estaba frente a él, sonriendo como siempre. Sollozó de culpa y alegría mientras el otro juntaba sus frentes. Cerró los ojos y se permitió soltar una risilla de alivio.

 

 

-Eres un maldito… perdón por habértelo ocultado todo este tiempo Saru, no tenía idea de cómo ibas a reaccionar-

 

 

-Supongo que yo también tengo la culpa, quizá nos hubiéramos ahorrado todo esto si te lo hubiera dicho antes-

 

 

Saruhiko nunca le diría que cada vez en que pensaba decirle terminaba olvidándolo. En cuanto se daba el momento de estar a solas, sentía que todo a su alrededor entraba en paz con él y dejaba el tema de lado para disfrutar la compañía de su compañero, pero era demasiado receloso como para decírselo.

 

 

-¿Qué pasará con tu… con él?-

 

 

-Me importa un bledo lo que él quiera, siempre ha sido así- Tomó el brazo herido y lo levantó, revelando la mano que había vuelto a su forma y estructura original pero ahora su muñeca se había amoratado.  r Misaki es y siempre ha sido el único que me importa- Sonriendo seductor, acarició con delicadeza la muñeca y luego posó sus labios en ésta, dándole un suave beso.

 

 

Las mejillas del otro se prendieron de rojo y perdió la capacidad de hablar por un momento corto.

 

 

-A veces actúas raro y no logro comprenderte del todo- Dibujó una pequeña sonrisa en sus labios. r  Pero me gusta cuando te comportas así de cálido-

 

 

Ahora Saruhiko se sonrojó, se giró hacia la puerta para ocultar el cambio, y después lo envolvió de la cintura con un brazo y lo repegó a su cuerpo.

 

 

-Cállate y mejor vámonos de aquí, seguramente él todavía no se aparece a arruinarnos el momento porque piensa que voy a regresar-

 

 

-¿Crees que ahora nos persiga? ¿Aunque nos vayamos a una parte transitada?-

 

 

-No sería inteligente, si nos mezclamos con las multitudes nuestro rastro se perderá rápidamente y podrás regresar a salvo a tu casa-

 

 

-¿Y qué harás tú?-

 

 

Apresuraron el paso, se metieron entre los grupos de personas, dieron un par de vueltas alrededor de una calle llena de cámaras de seguridad y cuando sintieron que habían hecho lo suficiente tomaron el camino a la casa de Yata.

 

 

-Me las arreglaré para dormir en una bonita calle-

 

 

-¡Ni se te ocurra! Hay vagos y gente rara, mejor ven a dormir a mi casa. Tenemos un futon extra que es perfecto para tu tamaño-

 

 

-¿A la pequeña casa de tu mamá? Bueno, al menos dormiré bajo techo-

 

 

El castaño lo miró con una venita en la sien.

 

 

-¡Al menos agradece mi buena voluntad maldito mono!-

 

 

Ooo

 

 

Luego de regresar a casa y pedirle repetidas veces perdón a su mamá, Yata Misaki consiguió que su inseparable compañero tuviera permiso de quedarse a dormir con ellos esta vez.

 

 

Aunque el joven Fushimi haya sido el origen de varios problemas con su hijo, la mujer no podía ignorar el hecho de que desde que se habían conocido, Misaki se había vuelto más abierto, alegre y trabajador. Entendía que el jovencito de lentes tuviera una vida solitaria luego de haber perdido a su madre y nunca haber tenido a un padre, pero a veces le preocupaba que su hijo pasara tanto tiempo con él y además lo hiciera quebrantar tantas reglas del hogar.  Como llegar a altas horas de la noche a mitad de la semana, o no avisar por teléfono a dónde iba y cuándo regresaría. Misaki siempre había sido un niño obediente cuando se trataba de ella, pero desde que comenzó a juntarse con ese Fushimi, su pequeño había cambiado demasiado para su gusto. Pero bueno, las buenas calificaciones que su niño ahora le traía debían compensarlo un poco.

 

 

No quiso discutirse más, dejó que ambos adolescentes se fueran a dormir. Últimamente se había sentido demasiado agotada y estuvo de mal humor casi todo el día, sin olvidar que en el trabajo le asaltaron las náuseas con el simple olor de café y tabaco.

 

 

Estaba preocupada, por “él” y por cómo reaccionaría Misaki.

 

 

Ooo

 

 

El chico de ojos almendrados extendió el futon extra junto al suyo. Saruhiko acababa de salir del baño vistiendo la pijama que le había prestado, le quedara un poco chica.

 

 

-Esta cosa huele a ti- El mitad vampiro se hincó, adquiriendo la misma altura de su mejor amigo.

 

 

-¿No te agrada oler a perro?-

 

 

-No me desagrada, en realidad casi toda la casa huele a ustedes-

 

 

Agarrando la tela del futon, metieron sus pies descalzos y la mitad inferior de sus piernas. Ya casi listos para dormir.

 

 

-Estoy muerto de cansancio-

 

 

Misaki dejó caer su cabeza en la almohada, cerrando los ojos completamente exhausto, pero también contento y aliviado, esa noche se retiró un inmenso peso de su consciencia.

 

 

Saruhiko se mantuvo sentado a su lado, observando su rostro iluminado por el azul de la luna. Estiro su mano haciéndose camino a la mejilla del otro, pero se detuvo a medio camino. En vez de eso fue hasta la oreja y acarició todo el borde del pabellón con suavidad.

 

 

El otro reaccionó de forma extraña, jadeando de forma sorpresiva y abriendo los ojos con la misma rapidez con el que el rojo cubrió sus mejillas.

 

 

-¿Qué haces?-

 

 

-Quiero volver a ver tus orejas, las de lobo-

 

 

El castaño movió su cabeza para verlo a los ojos.

 

 

-No puedo, aquí no. Si mamá se entera enloquecerá-

 

 

-¿Pero ella sabe de esto, verdad?-

 

 

-Sí pero… ella dice que no debemos de transformarnos, pase lo que pase. Papá murió una noche saliendo a cazar al bosque, le dispararon con un rifle, por eso es que ella nos lo prohíbe, tiene miedo de que nos llegue a pasar algo parecido-

 

 

Saruhiko bajó la cabeza hasta recargarse sobre el pecho de Misaki, ahora comprendiendo el misterio tras el asesinato del hombre, quería consolarlo ahora, pero no era bueno con las palabras, así que se silenció, esperando que el otro le permitiera dormir sobre él. Era la primera vez en mucho tiempo en que en verdad iban a volver a dormir juntos. Dormirían tranquilos sin el miedo a que les volvieran a cerrar las puertas de la escuela y en un lugar caliente y suave.

 

 

Ambos habían extrañado demasiado esa sensación.

 

 

Cuando Misaki pensó que Saruhiko ya se había quedado dormido, lo envolvió suavemente en sus brazos. Quería protegerlo, cuidarlo de todo mal. Y entonces también sintió los brazos del otro apresar su cintura. Éstos lo abrazaban fuerte, mucho más que el agarre de sus propios brazos entorno a la cabeza oscura, pero no le sorprendía viniendo de su amigo. Siempre tan monopolizador.

 

 

-Una noche… quiero verte convertido en lobo-

 

 

El otro se tensó, pensaba que estaba completamente dormido.

 

 

“¿Realmente no me temes?”

 

 

Quiso decir en voz alta, pero no abrió los labios. Qué tonto, ¡era obvio que Saruhiko nunca le temería! Nunca lo haría, tampoco lo abandonaría.

 

 

Tenía al mejor amigo de todo el mundo.

 

 

-Sólo si es en un lugar donde nadie nos pueda ver-

 

 

-No seas idiota, jamás dejaré que otra persona te vea-

 

 

-Saru, te pones peor que mi mamá a veces-

 

 

-¿Ha? Mira quién lo dice-

 

 

-Sí, y lo digo porque luego te pones a decir cosas posesivas, como si yo fuera tu hijo o tu novia… Bakaruhiko, recuerda lo que te dije, “Yo nunca te abandonaré”, estaré contigo hasta el final, así que deja de comportarte así-

 

 

Escuchó un suspiro pesado y molesto, y de repente el agarre de su cintura se hizo más fuerte.

 

 

-No me pidas imposibles-

 

 

Quería decirle “Tú eres únicamente mío, así que nadie tiene derecho de acercarse ni de apartarte de mí”. Mientras que Misaki se quejaba de lo testarudo que se comportaba, él luchaba contra el deseo de apoderarse de su boca. Deseaba “monopolizar” sus labios y lengua, acariciar su oreja de forma lasciva para repetir esa reacción y luego pegar sus cuerpos para iniciar un frote entre ellos.

 

 

-Saru, ya suéltame que me lastimas… No te burles-

 

 

Misaki se sentó para intentar apartarlo. La escena resultaba bastante cómica, era imposible no reírse.

 

 

-No subas la voz, que tu madre y hermano deben estar dormidos-

 

 

-Eres un maldito…-

 

 

-Dame un beso, y entonces te liberaré-

 

 

-¿Qué?-

 

 

-Ya me escuchaste, dame un beso… ¿O es que tienes miedo? Cierto, cierto, tú nunca has besado nada en tu vida, Mi~sa~ki, no me sorprendes siendo tan virgen-

 

El otro refunfuñó, a poco de llenar su boca con insultos. Pero se detuvo, rápidamente bajó su cabeza y unió sus labios de golpe con los del otro.

 

 

-Bien… ahora ya suéltame, que me duelen los riñones-

 

 

Pero contrario a lo que Misaki esperaba, la cara de Saruhiko no sufrió ningún cambio aparente.

 

 

-¿A eso le llamas besar? Prácticamente me golpeaste los dientes-

 

 

-C-cállate mono-

 

 

Ésta vez lo tomó de las mejillas y lo jaló hasta la altura de su cabeza, volviendo a unirse, esta vez de forma más suave y delicada. El beso duró más tiempo y Saruhiko participó en él.

 

 

-Aún te falta práctica-

 

 

-Te dije que te calles, y dudo mucho que lo hagas mejor que yo-

 

 

Saruhiko al fin lo liberó, pero sólo para tomarlo sorpresivamente del cuello y besarlo. Con una mezcla perfecta de rudeza y dulzura. Este duró mucho más tiempo que los dos anteriores, su respiración se había cortado y su cabeza se sentía aereada y caliente.

 

 

-Ja, ¿aceptas la derrota?-

 

 

-Ni en tus malditos sueños-

 

 

La madrugada estaba por arribar, y ellos entre beso y beso terminaron recibiendo los rayos del sol.

 

 

Era fin de semana, no tenían por qué preocuparse.

 

 

-¿Ya aprendiste a cómo dar besos Misaki?-

 

 

-Estúpido, por tu culpa me duele toda la cara, ya ni siento mis labios-

 

 

Descansaron sus ojos y sus cabezas en las almohadas, respirando con dificultad. Sus labios estaban enrojecidos e inflamados. Misaki se veía un poco molesto, le costaba mover la boca.

 

 

-¿Te arrepientes de lo que acabamos de hacer?-

 

 

Preguntó el mitad vampiro entre susurros, sin dignarse a ver al otro.

 

 

-…No… mientras sea contigo realmente no me molesta hacerlo-

 

 

El mitad lobo hizo un movimiento de cabeza para acercarse a su compañero y con su mano rastreó entre las mantas hasta encontrar a la mano blanca y apretarla.

 

 

Saruhiko intercaló sus dedos con los de la mano ajena, sonrió con suavidad y dejó que su consciencia se retirara a dormir.

Notas finales:

¡Nos vemos a la próxima y agradezco mucho sus comentarios!

Por cierto, para la actitud de Niki tuve que improvisar un poco, espero que me haya quedado bien, se supone que era un padre abusivo


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