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Niños Monstruos por Itachi Madness

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Notas del capitulo:

¡Reaparecí!

 

Pasaron muchas cosas pra que pudiera subir el capítulo (entre ellas la escuela y un bloqueo bastante largo)

 

¡Como ve, he vuelto para continuar!

 

ADVERTENCIA: ¡Este capítulo contiene LIME!

 

Y como no es el único, significa que habrá otro capítulo más (ya sé que dije que éste iba a ser el último, pero estaba demasiado largo y pensé que a ustedes les gustaría leer LEMON!)

 

Espero que sea de su agrado

El refugio entre los árboles de los Niños Monstruos

 

 

La única vez en que Fushimi Saruhiko tuvo una plática decente con su padre fue dos noches después de su atentado contra Misaki.

 

 

Durante el transcurso de las horas dentro de la oscura sala, Niki no cambió de expresión. El más joven nunca pudo saber si su agrio semblante era por lo tedioso que era explicarle sus razones o porque realmente estaba arrepentido.

 

 

Los vampiros y hombres lobos realmente eran enemigos y según las reglas impuestas hace más de una década por su especie, cualquiera que localizara a uno de ellos debía de matarlo o reportarlo según se diera el caso. Los lobos tomaron esas mismas medidas poco después.

 

 

El adulto afirmó no estar del todo de acuerdo con las reglas e incluso como ser sobrenatural que formaba parte de una compleja estructura social con sus propias leyes y reglas, aún se consideraba a sí mismo como un nihilista, pero esa regla en especial era una que debía acatar si no quería convertirse en traidor y que luego pusieran precio a su cabeza.

 

 

Les informó que él no revelaría nada, pero por su seguridad, ahora ellos no debían salir de la ciudad por las noches y en dado caso de que lo hicieran utilizaran un perfume fuerte y penetrante. Lo que menos quería era que su sacrificio terminara siendo para nada.

 

 

Después de terminada la conversación en donde Niki realmente fue el único en participar, los dos regresaron a su vida de antes con la diferencia de que el padre ya no había vuelto a levantar una mano en contra de su hijo.

 

 

A pesar de la terrible forma en que se conocieron, Niki pudo acercarse al joven lobo y conocerlo mejor. Éste aún le guardaba desconfianza, y no lo culpaba. Pero le era demasiado divertido violar el espacio personal del pequeño únicamente para ver a su hijo rabiar en celos. Le sorprendía saber que tenía un descendiente tan posesivo. Ni en los meses en que había perdido su tan vital noción del tiempo por pasar más tiempo con Kisa se había sentido tan obsesionado como lo estaba Saruhiko.

 

 

Yata Misaki era un jovencito ejemplar y único sin lugar a dudas, tan tierno y atento pero al mismo tiempo rudo y fiero. Si hubiera nacido hembra seguramente llegaría a haber sido una buena madre.

 

 

Ooo

 

 

Cuando se enteró de que su mamá estaba embarazada del “amigo” que la estuvo frecuentando todos esos meses, sufrió un shock mental y emocional. Se enfadó mucho con ella y con el hombre que poco antes de que su madre se lo revelara a él, se había enterado y aceptado toda la responsabilidad. Se sintió muy herido porque se lo había ocultado, incluso soltó un grito resultado de sus bizarras fantasías donde su madre olvidaba a sus dos primeros hijos y a su padre para largarse a hacer una nueva familia en donde ellos no tenían lugar. Pero nunca pudo sentir ningún oscuro sentimiento por el pequeño que ahora crecía en ese vientre. No podía enojarse con su nuevo hermanito quien era completamente inocente.

 

 

Al día siguiente le contó todo a Saruhiko, incluyendo sus oscuras ilusiones llenas de traiciones y abandonos, y como siempre, Saru criticó su forma de actuar, por pensar esas cosas de su madre. Luego lo ayudó a analizar su situación y a finalmente elegir sus próximas decisiones.

 

 

Terminó perdonando a su madre. Ella sacrificó sus sueños universitarios y su juventud para darles todo a sus hijos. Después de más de una década de luto y fidelidad a su difunto padre, ella tenía derecho a volver a tener una vida sentimental, se lo tenía merecido.

 

Ooo

 

Mientras las horas de los últimos días de clases corrían; silenciosas e imparables como los granos de un reloj de arena, Saruhiko terminó por descubrir el efecto que las fases lunares provocaban en Misaki, más específicamente la luna llena y la luna nueva. Cuando la luna entraba en su fase creciente, su fuerza, agilidad, resistencia e incluso su líbido aumentaban hasta su culminación la noche de luna llena. Por eso es que de repente se había vuelto tan bueno en deportes y la gente lo había llegado a considerar atractivo.

 

 

Si lo pensaba un poco, probablemente, las dos veces en que le habían mandado esas cartas, debieron ocurrir en ese mismo periodo, idiotizadas por un encanto temporal.

 

 

En cambio, cuando la luna entraba en su fase menguante, toda esa energía y líbido bajaban hasta casi desaparecer.

 

 

Era como el ciclo menstrual en las mujeres, sólo que sin los molestos cambios emocionales.

 

 

Misaki se volvía más tranquilo y dócil. La última tarde en que subieron a la azotea, justo antes de la ceremonia de clausura, se la pasó leyendo una revista de repostería con el pretexto de que su hermanito había terminado por completo la primaria y quería prepararle un pastel para felicitar su paso a la secundaria. Tenían tan sólo unos minutos para disfrutar su privacidad y besarse antes de tener que ir al auditorio para escuchar el tedioso y largo discurso de los jóvenes que habían acabado tercer año y estaban por entrar a la preparatoria.

 

 

“¿Tú qué piensas de éste? Chocolate y almendras tostadas, se ve bueno y no luce tan complicado”

 

 

¡Pero no lo estaban haciendo! Sentados en el piso, Misaki estaba recargado en su pecho mientras él se encontraba dándole la espalda a la pared. Su compañero levantaba la revista a la altura de sus ojos para que él también pudiera ver el producto terminado cubierto de chocolate y decorados complicados.

 

 

Ahora que la relación con su madre había vuelto a la normalidad, ellos se la habían pasado horneando pastelitos y galletas los fines de semana, por lo que Misaki había adquirido nuevas habilidades para la repostería, pero él se había sentido abandonado últimamente. Ya casi nunca salían.

 

 

“¿Cuándo harás todo eso?”

 

 

“Justo cuando esto termine, iré a comprar todos los ingredientes”

 

 

 

“¿No irán a festejar con tu madre?”

 

 

“Hoy tiene turno doble y sólo hizo esta pausa para venir a verme, luego tendrá que volver al trabajo y yo regresaré a casa para darle de comer a mi hermano”

 

 

“Creí que por estar embarazada dejaría de trabajar”

 

 

“Dice que no quiere ser una carga, además necesitamos el dinero para la boda”

 

 

“Entonces al final sí se va a casar”

 

 

Saruhiko dijo más como afirmación que como pregunta, Misaki liberó un débil suspiro de derrota y recargó su cabeza sobre el hombro de su novio. Todavía seguía sin aceptar a ese nuevo hombre en sus vidas.

 

 

“Te acompañaré a comprar esas cosas, de todas maneras nunca tengo qué hacer hasta la noche”

 

 

Cuando fue rodeado por un par de brazos, las mejillas del jovencito de cabellos castaños se sonrojaron y sus ojos se desviaron a la página de la revista para evitar verlo.

 

 

Aún le era difícil hacerse a la idea de que ahora eran pareja, lo asustaba y emocionaba al mismo tiempo. Quería dar lo mejor de sí mismo y también disfrutar cada segundo a su lado sin tener que preocuparse por el qué dirán. Amaba a Saruhiko, y a diferencia de su madre, estaba seguro de que él sería su pareja de por vida.

 

 

“¿Te gustaría acompañarme a casa después? Ya que mamá trabajará hasta tarde, me gustaría un poco de ayuda”

 

 

Ooo

 

 

Cuando la mujer regresó de su trabajo, se encontró a sus dos hijos, y a Saruhiko sentados en la mesa decorando un pequeño pastel con betún de chocolate encima.

 

 

En el momento en que todos se dieron cuenta de su llegada, Misaki le contó que le habían hecho un pastel a su hijo menor para felicitarlo por acabar la primaria y sólo la estaban esperando para iniciar con el festejo, pero en cuanto ella tomó asiento, Saruhiko se levantó para retirarse, alegando que ya había tenido suficiente diversión haciendo el pastel con su hijo y porque esta era una fiesta familiar.

 

 

La madre sonrió divertida por primera vez en mucho tiempo, le pidió que no se fuera, al menos hasta después de haberse comido una rebanada del pastel, sería una verdadera lástima haber trabajado con tanto esmero en él para que luego no pudiera disfrutarlo.

 

 

Sintió que todo este tiempo había estado juzgado mal a Fushimi, era un chico bueno que siempre estuvo ayudando a su hijo de todas las maneras posibles, incluso lo ayudó a sentir que encajaba en el mundo. Aunque tuvieran una relación muy cercana y un tanto sospechosa, ya no estaba tan preocupada.

 

 

Al final logró que Saruhiko terminara cenando con ellos.

 

 

Ooo

 

 

Cuando las vacaciones de verano llegaron, las lluvias también lo hicieron.

 

 

Los dos adolescentes consiguieron trabajo de medio tiempo en un local de Oden en el turno vespertino, que a ciertas horas se llenaba de gente, siempre en busca de una comida caldosa y caliente cuando la lluvia se desataba.

 

 

Fueron unas “vacaciones” divertidas, aunque por las noches al cerrar el local a veces los atrapaba la lluvia y llegaban mojados a casa. Una vez el clima fue tan malo que sus paraguas no fueron suficientes, había tanto viento que por poco se los llevaba volando, así que se terminaron refugiando debajo de un árbol. El tiempo no parecía mejorar, después de veinte minutos aburridos, el clima ya no les pareció tan importante y comenzaron a besarse. No había nadie más por las calles y el cobijo que les daban las hojas más sus abrigos les dio el suficiente camuflaje para querer aventurarse.

 

 

Como adolescentes vulgares y melcochosos, empezaron con suaves toques en los labios, tan livianos como si fueran dados por una mariposa pero rápidamente se hicieron más intensos y húmedos. Terminaron fuertemente abrazados mientras se devoraban las bocas con desesperación y sus lenguas realizaban una prolongada lucha buscando someter a la otra. Sus corazones latían con la misma intensidad que los tambores utilizados en las festividades del Obon.

 

 

En cuanto Misaki regresó a casa, su madre creyó que su cara enrojecida y su mirada perdida se debían a un fuerte resfriado. Y en cuanto Saruhiko llegó a la suya, se esperó hasta encontrarse a salvo dentro de su habitación para poco a poco estirar sus labios en una sonrisa que de alegre pasó a ser perversa.

 

 

Cuánto tiempo lo había deseado, devorar sus labios, poseer su boca, recorrer todo lo que estuviera al alcance de su lengua. Aún podía escuchar los suspiros y jadeos de Misaki, con la lluvia como música de fondo.

 

 

Sólo era cuestión de tiempo para realmente poseérlo, en todas sus formas.

 

 

Ooo

 

 

Su tercer año de secundaria no tuvo mucho de interesante. Aunque con la mejora de sus calificaciones los habían devuelto a su grupo original con alumnos “normales”, la gente los volvía a evadir como si fueran fantasmas dentro del edificio, pero en cuanto salían a practicar algún juego con balón, mágicamente se volvían visibles y todos los querían en sus equipos. Ya que era bien sabido, que los dos excéntricos amigos, eran buenísimos en deportes.

 

 

Era inútil intentar sacar conversación con ellos. Yata era más abierto, pero también corto en temperamento y Fushimi era demasiado frío incluso para contestar. “Tal vez por eso es que se llevan tan bien”, sus compañeros se preguntaban al inicio, pero con el tiempo las cosas cambiaron para mal.

 

 

“Pobre niño, seguramente siempre está con Fushimi porque es el único que lo soporta”

 

 

“Seguramente es un nerd estirado que se siente tan solo que se junta con Yata”

 

 

A Misaki ya no le importaba y Saruhiko siempre había buscado el aislamiento. Ambos se tenían el uno al otro, aunque eso significara ser únicamente los dos contra el mundo. Incluso eso sonaba genial. Dos híbridos de familias opuestas, rechazados por la humanidad y desafiando las leyes de los pueblos de sus padres y de la sociedad misma al amarse de una forma prohibida.

 

 

Ooo

 

 

Yata Misaki faltó poco más de tres veces a clases a lo largo del curso, estaban justificadas porque iba a acompañar a su madre al hospital para que le hicieran sus chequeos mensuales. La mayoría de las veces, era su prometido quien la llevaba, pero cuando estaba demasiado ocupado con su trabajo, Misaki era el encargado de hacerlo. Al quinto mes luego de que le realizaran un ultrasonido, descubrieron el sexo del bebé. Ella no quería saberlo todavía, así que el doctor le dio a guardar el secreto de que iba a ser niña.

 

 

Fushimi Saruhiko también faltó esos mismos días a clases, pero las suyas no estuvieron justificadas ni tampoco fueron porque iba a acompañar a nadie. Él se había ido al bosque que rodeaba la ciudad con sus robles. Sin Misaki no tenía ningún interés en perder su tiempo en la escuela y además quería conocer el posible lugar de origen de la ascendencia de su pareja.

 

 

Según las noticias y los rumores, no se habían visto lobos en ese bosque desde hace más de 10 años, cuando unos cazadores le dispararon a uno. Hubo investigadores que también se internaron en él para buscar más especímenes, pero nunca los hallaron.

 

 

Saruhiko tampoco encontró nada durante sus excursiones, pero sí descubrió un viejo templo sintoísta abandonado cerca de un riachuelo de aguas todavía cristalinas. Estaba en una zona abierta y a pesar del tiempo aún se alzaba fuerte y resistente. Los tejados y los muros estaban casi en perfecto estado, sólo una vez se aventuró a entrar. El lugar era grande, espacioso y tal como había visto en el exterior, las paredes y techos casi estaban completos, pero el interior estaba terriblemente desordenado, había ardillas que a veces se metían  por una abertura en el techo y utilizando un tronco largo y grande cruzaban dando saltos hasta la pared roída de enfrente y se metían por un agujero sólo un poco más grande que su tamaño, resultó ser la entrada de su nido. Aunque se entretuvo un par de minutos observándolas, ellas no se sintieron intimidadas por él. Incluso una pequeña se acercó para verlo de cerca. Era como si la mano humana estuviera tan alejada del bosque que los animales se sentían atraídos al ver algo nuevo y desconocido recorriendo sus territorios, totalmente ignorantes del daño que ellos podrían llegar a provocárles.

 

 

Al llegar la tarde, no le contó nada de esto a Misaki, quería guardarlo para un día en especial.

 

 

Ooo

 

 

El 7 de noviembre, Misaki lo esperaba en la entrada de la escuela con un paquete envuelto en un trapo blanco entre las manos.

 

 

Aunque el frío del invierno había llegado, el joven de cabellos castaños nunca llevaba más que su abrigo, gorro y bufanda. Saruhiko recordaba la primera vez en que pasaron un invierno juntos como amigos, se preguntó cómo le hacía para conservar el calor. Incluso en ese crudo febrero, Misaki pudo compartirle su calidez tan característica a través de sus manos cuando las suyas se encontraban engarrotadas aún enfundadas por sus guantes. Ahora sabía que al ser medio lobo, su temperatura era más alta a la del resto de los humanos.

 

 

Con una suave sonrisa y paso lento, llegó al lado de Misaki, él estaba felíz de verlo y con una voz animada y cantarina le dijo: “Felíz cumpleaños”. En vez de cruzar las puertas, Saruhiko lo sonsacó para no entrar a clases, al principio su pareja se vio sorprendida por la inesperada propuesta, adoptó una actitud indecisa pero él no le dio tiempo para pensarlo. Rápidamente lo tomó de una muñeca y se lo llevó corriendo de ahí.

 

 

Cruzaron toda la ciudad, Misaki se quejaba constantemente porque no le permitía llevar correctamente el paquete y más de una vez se cruzaron la calle cuando el semáforo se había vuelto rojo. Saruhiko no lo soltó ni tampoco aminoró el paso hasta que llegaron al límite de la zona urbana y en frente se hallaba la entrada del bosque.

 

 

Saruhiko volteó a ver a su pareja, que aún con las mejillas enrojecidas y la respiración irregular observaba el lugar completamente asustado.

 

 

-No puedo ir, si mamá se entera…-

 

 

Lo jaló del brazo para pegarlo a su pecho y lo calló con un beso.

 

 

-Ella no está aquí y nunca lo sabrá. Quiero que pases este día conmigo, los dos solos-

 

 

El joven de ojos almendrados enmudeció al mismo tiempo en que sus mejillas se coloreaban. Echó una rápida mirada de nuevo al bosque con las copas de los árboles cubiertas de nieve y luego a la ciudad que a la distancia parecía pequeña y terriblemente descolorida, regresó a verlo a los ojos y terminó asintiendo decidido.

 

 

Saruhiko dio el primer paso, Misaki lo siguió muy de cerca hasta cruzar la primera arboleda y llegar a un pequeño llano únicamente habitado por pastos y arbustos pequeños. El mitad lobo giró la cabeza para descubrir que la ciudad había desaparecido, volvió a ver hacia el frente y sus labios comenzaron a formar una pequeña y algo tímida sonrisa.

 

 

-No pasó nada… estoy en el bosque-

 

 

La emoción comenzaba a desbordarse a la par en que su sonrisa se ensanchaba. Estaba cometiendo un delito en contra de la confianza de su madre, pero a la vez se sentía como un pajarito que acababa de salir de su jaula, por primera vez en mucho tiempo podía extender sus alas y sentir el viento acariciando sus plumas.

 

 

Se alejó de Saruhiko un par de metros, observando el cielo grisáseo. Cerró los ojos y extendió sus brazos. Respiró el viento frío y exhaló una gran cantidad de vapor. Luego abrió los ojos a todo lo que daban, abrió la boca y gritó a todo pulmón.

 

 

-¡ESTOY EN EL BOSQUE!-

 

 

Giró su cuerpo entero y corrió hacia Saruhiko, saltó una gran distancia, deslizándose por el aire hasta casi caer sobre su pareja. Envolvió la nuca de su novio aún sin tocar el suelo, pero cuando el impulso se agotó, sus labios cayeron justo sobre los de su pareja. No le importaba si eso provocaba que ambos cayeran, tan sólo quería mostrarle lo felíz que se sentía ahora. Pero con la fuerza vampírica, el joven de lentes logró atraparlo también y evitarse el golpe.

 

 

A pesar del brusco contacto, Saruhiko correspondió al instante, abrazando su cintura y participando en ese beso lleno de pasión y euforia. En tan sólo unos segundos ya estaban usando las lenguas, pero el oxígeno terminó por faltarles y terminaron separándose.

 

 

El mitad vampiro sonreía divertido, acariciando los cabellos castaños de su pareja que lo seguía abrazando mientras su respiración volvía a ser lenta y constante. Misaki bajó el rostro y lo ocultó en su pecho.

 

 

-No es justo, se supone que era tu cumpleaños, no el mío-

 

 

“Ver tu sonrisa y verte a ti gritando de alegría, sabiendo que yo la provoqué y que yo seré el único que podrá verte así es suficiente” Pensó el otro.

 

 

-Entonces dame tu virginidad y hagámoslo entre esos arbustos-

 

 

-¡¿Qué?!-

 

 

Saruhiko comenzó a reírse, luego de observar a Misaki levantando su rostro completamente enrojecido.

 

 

-Sólo era una broma. Pero, Misaki, desde hace un tiempo he sentido curiosidad por tus orejas. Muéstramelas y déjame tocarlas-

 

 

La reacción de su pareja ya se la esperaba. Hasta sus orejas se enrojecieron. Al parecer Misaki ya se había dado cuenta de la existencia de su zona erógena. Saruhiko se preguntaba qué tan lejos podría llegar con Misaki tan solo tocándolas, la última vez le sacó un jadeo.

 

 

-S-sólo si nos vamos a un sitio más oculto. Aquí está muy abierto y podría vernos alguien-

 

 

El mitad vampiro hizo un “Tsk” con la lengua, ¿era una broma, cierto? A estas horas de la mañana y entre semana nadie tendría por qué estar ahí.

 

 

-Vaya escusa, pero está bien. Te llevaré a otro sitio-

 

 

Misaki soltó una especie de gruñido y lo miró a los ojos molesto.

 

 

-¡No es escusa!-

 

 

El más alto lo agarró de los hombros y lo empujó para que se separaran. Bajó uno de sus brazos para tomar una mano ajena y entrelazar sus dedos.

 

 

No hubiera pedido un mejor día para hacer eso.

 

 

Retomaron el paso, con Saruhiko haciéndola de guía, adentrándose más en el bosque con cada paso. Quizá pasaron diez minutos, tal vez veinte. Con tanto silencio y tanta vegetación rodeando todo era difícil medir el tiempo.

 

 

Hasta que Saruhiko se detuvo, Misaki observó con detenimiento el templo abandonado, medio oculto entre los árboles y la maleza. La pintura hace mucho que se había caído, las escaleras de la entrada estaban rotas y cubiertas de musgo, las paredes estaban muy grises y oscuras, como si hubieran sido chamuscadas y el techo, aunque se mantuviera completo, se había hundido un poco.

 

 

-¿Qué es este lugar?-

 

 

-¿Quieres explorarlo?-

 

 

Se metieron y encontraron un camino de piedras redondas de río. Todo estaba muy sucio, lleno de tierra y malas hierbas. Pasando por esa entrada, encontraron habitaciones cuyas paredes de papel ya no existían, había mucha madera en el suelo. Cuando llegaron al salón principal, encontraron viejas estatuas de divinidades destruídas y una parte del suelo de tatami estaba roto también.

 

 

Saruhiko se alejó hasta tocar la pared de enfrente. Miró hacia arriba como buscando algo y posó sus manos en un sitio en especial, cuando tiró de ella, se abrió una gran puerta corrediza que daba a un jardín pequeño lleno de árboles frutales que con el tiempo y la falta de alguien que los podara habían llegado a tamaños exagerados.

 

 

-Qué sitio tan increíble… ¿qué le habrá pasado?-

 

 

Preguntó Misaki, agachándose para levantar un pedazo de roca que con la luz entrante de la puerta, descubrió unos grabados. Parecía decir algo, pero ya estaba demasiado deteriorado para identificar los caracteres a simple vista.

 

 

-¿Te parece este un buen lugar?-

 

 

Saruhiko volteó su cabeza, sosteniendo una ligera sonrisa. Misaki contestó con un “¿Eh?”.

 

 

-¿O-o sea, aquí? ¿No es algo… irrespetuoso?-

 

 

-Lo sería si aún estuviera habitado -

 

 

Saruhiko se sentó en el piso, viendo los árboles y él decidió acompañarlo, dejando el paquete que había llevado todo este tiempo, entre los dos.

 

 

-Felíz cumpleaños Saru-

 

 

Lo desenfundó y mostró una caja de cartón blanca, cuando la abrió, se reveló un pastel algo destrozado, con betún de chocolate por todas las paredes. Maltratado por tantos movimientos.

 

 

-¿Tú lo hiciste para mí?-

 

 

Se miraron a los ojos.

 

 

-Sí… quería dártelo a la hora del almuerzo-

 

 

Saruhiko estiró su mano para tocar su mejilla y besó uno de sus ojos.

 

 

-Gracias-

 

 

Tomaron un par de cubiertos, empezando por los trozos de bizcocho que habían caído en la caja. Fue un momento muy ameno y relajante, no había nadie que los observara, ni tampoco un timbre que les indicara que se les había acabado el tiempo. Sólo reinaban los sonidos del bosque y de sus propias bocas al masticar.

 

 

-¿Luego qué te  gustaría hacer? ¿Quieres quedarte aquí hasta que den las tres o quieres seguir explorando el bosque?-

 

 

-Quiero que me muestres tus orejas y me dejes tocarlas. Este lugar es perfecto, nadie nos encontrará aquí-

 

 

Misaki desvió su mirada hacia abajo, sonrojado; observando el plato de la caja que había quedado vacío.

 

 

-Lo había olvidado… de acuerdo… ¿entramos ahora?-

 

 

Los labios del más alto se curvaron en una pequeña sonrisa maliciosa, dejó su tenedor dentro de la caja como había venido antes. Se levantó e internó hasta llegar a la pared. Ahí esperó al otro.

 

 

Misaki dejó el tenedor en el piso de madera. Caminó a paso lento e inseguro hasta llegar con Saruhiko. Poco antes de detenerse, volvió la cabeza a la entrada del jardín en búsqueda de algo que le evitara hacer eso, pero todo continuaba imperturbable. Cerró los ojos, bajó la cabeza y suspiró una vez más derrotado.

 

 

Sus orejas se alargaron, cambiaron de forma y se cubrieron de pelo igual de castaño que su propio cabello. No quiso mirar a Saruhiko porque se sentía demasiado nervioso y avergonzado.

 

 

En cambio, el mitad vampiro observaba con fascinación esos apéndices animales que le recordaban a los gatos. Se veía realmente adorable con ese sonrojo cubriéndole toda la cara. Ahora entendía por qué había tantos otakus obsesionados con los “nekos”.

 

 

Por supuesto, Misaki era mucho más hermoso.

 

 

Pasó delicadamente el dedo por el pabellón para sentir el suave y esponjoso pelaje, y Misaki tembló. Apenas detuvo la trayectoria de su dedo y el estremecimiento también lo hizo. Repitió el proceso tomando la oreja con el índice y el pulgar con la misma delicadeza y jaló sólo un poco, Misaki volvió a temblar y apretó los labios.

 

 

Saruhiko amplió su sonrisa. La misma sonrisa maliciosa que nunca abandonó su rostro y acercó su boca al oído hasta que sólo los separaran  unos cuantos milímetros. Suspiró en esa parte interna y escuchó un muy suave gemido.

 

 

-Saru…-

 

 

Por poco no lo escucha, tan bajo, pero comprendía a la perfección esa súplica seguramente porque se detuviera. Pero quiso ir más lejos, ¿era su cumpleaños verdad? No había delito en ser algo malvado. De todas maneras algún día tenían que hacer estas cosas, no por nada ahora eran novios.

 

 

La mordió, con la misma delicadeza mostrada con sus manos, sus dedos acariciaban la base de forma juguetona y sus dientes mordisqueaban todo el contorno seductoramente.

 

 

-¡No! …¡Saru…!-

 

 

El cuerpo de Misaki temblaba, suspiraba y jadeaba en voz baja. Y él se regodeaba con cada reacción por más mínima que fuera. Quiso ir todavía más allá, con su mano libre le rodeó la cintura y lo apegó a su cuerpo, sus dientes habían abandonado el borde para meter la punta de la lengua en su parte interna y así lamer su entrada al oído, mientras que sus dedos pasaron a jalar las puntas y así estirar su piel con suavidad. ¿Era gracioso no? Lo estaba estimulando sexualmente sin haberle tocado nunca los genitales. ¿Podría hacerlo venirse con sólo eso?

 

 

Misaki había arqueado la espalda y gritado, sus manos se contraían pero no dejaban de empujar su pecho. Saruhiko podía escuchar los “basta” que le eran tan difíciles de articular y no tuvo otra opción más que soltarlo.

 

 

El castaño no duró mucho tiempo de pie, retrocedió un par de pasos antes de recargar su espalda en la pared y dejarse caer deslizándose hasta quedar sentado en el piso con las piernas dobladas y apretadas. Seguía respirando con dificultad, tenía la frente sudada, las mejillas rojas y sus ojos amarillentos lo observaban molesto.

 

 

-¡Te dije que basta! …¡Idiota!-

 

 

Saruhiko bajó hasta tomar su misma altura, observando a su Misaki que todavía lo fulminaba con la mirada y llenaba su boca de insultos. Ahora que lo veía más de cerca, su pecho se inflaba y contraía con cada respiración profunda, pero sus piernas se mantenían tensas y pegadas a su cuerpo ocultando su entrepierna, recibiendo pequeños espasmos cada cierto tiempo pero sin ningún deseo de moverse de ahí.

 

 

-Misaki… ¿te excitaste?-

 

 

-¡¡CÁLLATE!!-

 

 

No pudo reprimir esta nueva sonrisa. Sin lugar a dudas era un maldito por hacerle estas cosas a su inocente pareja, pero no podía evitarlo.

 

 

-Tienes que hacer algo con eso o si no empezará a doler-

 

 

-¡Ya lo sé! ¡Todo es tu culpa mono estúpido!-

 

 

-Y aceptaré mi responsabilidad si así lo deseas-

 

 

Lo acorraló en la pared, lo cual no fue muy difícil con el estado tan vulnerable de Misaki, tomó sus piernas de las rodillas y las separó, revelando un bulto alzándose en sus pantalones.

 

 

-¡No, espera! ¡Deja eso! ¡No lo mires! ¡Te digo que no lo mires!-

 

 

Lo calló con un beso, uno profundo y apasionado que bajó su guardia y lo apaciguó un poco. Cuando se separaron, un hilo de saliva los seguía uniendo.

 

 

-Misaki, hagámoslo juntos-

 

 

Sus ojos almendrados lo vieron confundidos, hasta que Saruhiko también separó sus piernas también mostrando algo que se alzaba en medio de sus pantalones. Se sobresaltó y lo miró asustado.

 

 

-¿Vamos a…?  Aún no estoy listo, ni siquiera sé cómo se supone que se hace si los dos somos hombres-

 

 

-No tengas miedo, no tendremos sexo, no todavía… sólo nos tocaremos para que cuando llegue el momento ninguno se sienta incómodo-

 

 

Misaki bajó la cabeza, dudando un poco. ¿Sexo? La sola palabra le causaba temor, pero si iba a hacerlo con Saruhiko suponía que no sería tan malo. Él amaba a Saruhiko y Saruhiko lo amaba a él. Nunca le había hecho daño, siempre lo había acompañado y protegido, y nunca le había dado ninguna muestra de lo contrario. Quería creérle, quería avanzar, entregársele por completo y que Saruhiko también se le entregara.

 

 

-E… está bien-

 

 

Se acomodaron para que ambos pudieran estar lo más cerca posible, las piernas de Misaki estaban lo suficientemente abiertas para darle espacio a Saruhiko. Acercaron sus labios con lentitud y volvieron a besarse, ésta vez más suave y dulce, abrazándose con ternura. La lujuria se hubiera perdido si no fuera por el dolor que les recordaba por qué lo estaban haciendo.

 

 

Misaki comenzaba a sentirse cómodo, su incesante temblor al fín se había detenido y había adquirido la suficiente confianza para abandonar el rostro de su amado y aventurarse a tocar otras partes de su cuerpo. Primero el cuello, luego la espalda. Cuando Saruhiko llevó sus manos para bajar su cremallera, por convicción propia retiró sus manos que estaban delineando la curvatura que hacían sus vértebras y fue a abrirle la suya también, tardándose un poco más de tiempo. Aún seguía nervioso.

 

 

Saruhiko lo atrajo, juntando sus frentes y haciendo que se observaran a los ojos. No sólo se estaban tocando sus cuerpos, también lo estaban haciendo sus almas. Por primera vez estaban compartiendo algo que llegarían a considerar sagrado, y absolutamente nadie tendría derecho a meterse e interferir. Una vez completamente seguros, respiraron profundo. Jalaron los resortes de sus ropas interiores al mismo tiempo, liberando el miembro del otro. El castaño se aventuró a bajar la mirada y vió con desaprobación la diferencia de tamaños, que a pesar de no ser nada extraordinario para dos simples adolescentes, le molestaba que Saruhiko la tuviera más grande.

 

 

-¿Te gusta lo que ves, Misaki?-

 

 

-Cállate-

 

 

El mitad vampiro liberó una suave risa y le besó la frente, relajándolo. Tomó las manos de ambos, el castaño observó cómo las bajaba y colocaba hasta rodear sus extensiones de piel y carne. Los dos juntos.

 

 

Saruhiko observó ese brillo acuoso en los ojos que no hace mucho habían adquirido tonalidades amarillas. Sabía que seguía nervioso, más aún, que entendía lo que estaba por suceder.

 

 

-Tranquilo, sólo sigue el ritmo-

 

 

Misaki se reconectó, fijándose en esas pupilas que a veces brillaban con ese hermoso brillo azul eléctrico que poco a poco se hacía más visible. Saruhiko se escuchaba extraño, su voz se había vuelto tensa y ronca de un momento a otro, eso provocó un inesperado aumento en su temperatura y su corazón volvió a latir tan fuerte como un coro de tambores.

 

 

De repente las manos más grandes, junto con las suyas que estaban debajo de ellas, comenzaron a subir y a bajar. Provocaban cosquillas al inicio, más que bien se sentía extraño, pero con el tiempo comenzó a sentirse diferente. Misaki no sabía cómo describirlo, se sentía igual que cuando Saruhiko le había tocado las orejas, caliente y ansioso, pero no por miedo. Se sentía emocionado y angustiado, pero no por estar en peligro o que le dieran ganas de salir corriendo. Empezó a asustarse cuando comenzó a sentir que ya no podía soportar más el calor, que le faltaba el aire, y no podía pensar con claridad. A pesar de eso, sus manos junto con las de su pareja continuaban moviéndose, aumentando cada vez más la velocidad y la presión.

 

 

-Saru… Saru…-

 

 

En algún momento, se olvidó de todo. De que se estaba masturbando junto con su pareja, de que estaba semidesnudo con su pene al aire libre y siendo tocado por otro hombre, de que estaban dentro de un templo en medio del bosque al cual se suponía que tenía prohibido entrar, ni siquiera le interesaba que alguien más los fuera a ver. Esa sensación que ahora se había vuelto adictiva, los gruñidos que luego Saruhiko hacía al compás con sus jadeos, y el simple hecho de que estaba compartiendo algo tan íntimo e importante con Saru lo hacían sentir bien. Lo suficiente como para olvidarse del mundo más allá de esa habitación.

 

 

Saruhiko se la había pasado todo el inicio con los ojos cerrados, disfrutando sólo del tacto. Pero cuando Misaki comenzó a gemir su nombre entre susurros y jadeos que de momento a otro se hacían más fuertes y agudos, quiso abrirlos. ¿Qué cara estaba poniendo Misaki? Se lo encontró con los ojos semiabiertos y acuosos, sus mejillas estaban completamente rojas y su piel perlada con sudor. Su expresión más que de éxtasis parecía de dolor, pero con ver su boca medio abierta que exhalaba vapor y gemidos delataba que igual lo estaba disfrutando. ¿Qué tan amarillos se verían sus ojos en estos momentos?-

 

 

-Misaki mírame…abre los ojos y mírame-

 

 

El otro obedeció casi al instante, preso de las sensaciones. En sus ojos reinaba un color dorado, opaco y lo veían perdidos. Le costaba mantener fija la mirada. Parecía que en cualquier momento perdería la consciencia.

 

 

Saruhiko pensó que esa era la cara más erótica que había visto. Ése nivel de sensualidad superaba a todos los sueños húmedos que había tenido hasta el momento con él y sin querer apretó más sus manos, provocando un fuerte espasmo compartido. El lobo gritó agudo y entecortado, y a los pocos segundos explotó. El vampiro le siguió casi inmediatamente después soltando otro gemido mucho más ronco.

 

 

Misaki se dejó caer hacia atrás, golpeando su cabeza contra la pared, demasiado inmerso en todas esas sensaciones como para quejarse. Sólo pensaba en recuperar el aire y su lucidez. Saruhiko soltó sus manos ahora embarradas y las utilizó de soporte contra el piso mientras su frente terminaba en el pecho del otro, escuchando su corazón latir cada vez más lento y pausado.

 

 

Pasó un tiempo antes de que se reincorporaran, arreglaran sus ropas y se limpiaran las manos. Ya habían dado las tres y si no se iban ahora, Misaki regresaría tarde a casa y no podría hacer de comer para él y su hermanito.

 

 

Yata recogió el paquete que había contenido el pastel y guardó allí los cubiertos. El medio vampiro se adelantó, estirando los brazos y piernas que seguían engarrotados, todo el acto se había realizado en una posición incómoda.

 

 

-¿Ya terminaste?-

 

 

-¡No seas impaciente y mejor ayúdame!-

 

 

Saruhiko no se movió de su lugar, se le quedó viendo en silencio, sosteniendo su mochila de la correa y en cuanto Misaki llegó junto a él lo calló con un beso antes de que éste le fuera a decir algo más, pero el otro luchaba por liberar sus labios.

 

 

-¡No creas que con esto te evitarás mis gritos mono de mier…!-

 

 

Pasó sus brazos alrededor de su cintura y tomó su boca con fiereza hasta someter al mitad lobo. Quería aprovechar cada segundo sabiendo que no se volverían a ver hasta el día siguiente.

 

 

Apenas se separaron para tomar aire, notaron el vaho que salía de sus bocas calientes. La temperatura había descendido bastante de un momento a otro.

 

 

Alzaron  sus cabezas para observar el cielo grisáceo del cual caían algunos copos de nieve, y que segundo a segundo se fue despejando para darle paso a uno increíblemente azul.

 

 

La nieve todavía seguía cayendo en complejas figuras y con los rayos del cálido sol, se transformaban en finos cristales que se transparentaban para reflejar la vegetación que los rodeaba. Uno a uno caían gentilmente sobre las hojas de los árboles convirtiéndose en pequeñas gotas de agua, y al llegar a cierta altura, adquirían todos los colores del arcoíris. Eran cientos de pequeñas gotitas y cristales que continuaban descendiendo en el aire, y cada uno iba reflejando el cielo y la tierra envueltos en colores.

 

 

-No había notado… que este mundo fuera tan hermoso-

 

 

Saruhiko bajó la cabeza, y se encontró con un par de ojos  almendrados con una mirada serena, en paz y satisfecha.

 

 

Efectivamente, era hermoso. Y ahora lo entendía, ÉSTE era su mundo, sólo de él y de Misaki.

Notas finales:

¡Gracias por haber leído hasta el final, espero que no estén TAN molestos conmigo.

 

Próximamente último capítulo: "La Creación del Mundo para los Niños Monstruos"


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