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Beyond you two por Vlady Yata

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Notas del fanfic:

¡Hola!

 

Este es mi primer FanFic de todos los tiempos y lo hice inspirado en un rol que mantentía con mi mejor amiga Yume por Whatsapp. Lo he sacado un poco de ese rol y de las ideas que ella me ha dado y de las que yo he pensado. ¡Muchas gracias, my darling!

 TODOS LOS PERSONAJES PERTENECEN AL ANIME/MANGA DE HETALIA. NO SON MIOS.

Los personajes de este fanfic es la pareja de RuPruss, mi tercera pareja favorita de toda Hetalia. Es por la perspectiva de Ivan (Russia) y Gilbert (Prussia), pues habrá capítulos que se vayan alternando; ya lo avisaré antes.

No duden en criticar todo lo que esté mal así como dar ideas. Muchas gracias a la gente que leyó el fanfic y... ¡Vodkaaaaa! ~

Notas del capitulo:

Ohayo~!

 

Y tras trabajar duro por este primer capítulo, aquí esta. Tengo que decir que al principio es algo sosito el capítulo, pero a medida que avanece más capitulos se pone emocionante y muchas mas cosas. Todo principio es soso, ¿no?

 

Quiero agradecer a mi querida Yume, la cual me ha estado apoyando y ha sido la primera teaser de este FanFic. También ella fue la que dio la idea de hacer este rol y yo, como regalo para ella, he querido adaptarlo a fanfic dedicado a ella y a todos los amantes de Hetalia.

 

Muchas gracias por adelantado a las personas que leen el capitulo y pido perdón por las faltas de ortografía o gramática que haya cometido. 

A medida que iba acercándose aquel frío congelante que dejaría desiertos los jardínes del centro, sabía perfectamente que el invierno se iba aproximando. En esa estación era cuando el ambiente en el lugar era más tranquilo y melancólico... y cuando más trabajo teníamos los médicos y trabajadores del hospital. Todos siempre se sentían agobiados por el acumulamiento de tareas y de ingresados que paseaban los por pasillos, estirando las piernas. Quejas por un lado, quejas por el otro,... pero a mi no me daba miedo reconocer que el invierno era mi estación favorita y en la que me solía deprimir. ¿Cómo podría gustar algo que me dejaba triste? Bueno, lo único que me resultaba placentero era aquel frío helador que producía un silencio por donde siempre solía pasear esas noches solitarias. El silencio de la noche... tan triste y melancólico que, a pesar de que me producía un amargo mal estar, adoraba.

El invierno se acercaba y volvía a estar solo. Todos mis compañeros de trabajo tenían a sus parejas y sus familias con los que compartir sonrisas cálidas. Lo único que tenía yo era a mis dos hermanastras que a penas aparecían en mi vida... y mis queridos pacientes. Pensaba que me bastaba con estas personas que cuidaba y hacía que se alimentasen de buena manera, dejando esas malas adicciones, pero... nunca era suficiente para saciar a un corazón tan helado como mi propia tierra natal. Necesitaba a alguien que me diese calor ahora que se acercaba el invierno, sin embargo.. no había nadie que se quisiese acercar a mi.

 

Salvo una persona que rompió las barreras y cambió mi vida.

 

 

 

 

Era el último día del otoño y el frío del invierno ya invadía el lugar. Nadie se atrevía a salir a los jardines más que los pacientes atrevidos que odiaban estar dentro del establecimiento, armándose de valor con unas chaquetas o simplemente con aquella monótona ropa del centro,.. y yo. Era uno de los pocos psicólogos que se atrevía a sentarse en un banco y tomarse su café caliente recién hecho, puesto por mi mismo en mi dieta diaria, mientras leía el periódico de las noticias. Adoraba esos ratos por la mañana, siendo una monotonía a la que me acostumbraba cual persona de tercera edad que sabía que su muerte se acercaba. El frío recorriendo mi cuerpo, el viento despeinando mis cabellos albinos, el aliento que se quedaba impregnado en mi bufanda amarillo suave... todo era tan reconfortante que no pensé que nadie me estropearía ese momento. Estropear era una mala palabra, pues tampoco fue tan malo poder encontrarme con otro ser humano que se sentase a mi lado, tan natural como la primavera misma.

 

Al estar centrado en la crisis del país que anunciaba el periódico no me di cuenta de que a mi lado diestro había alguien sentado. Un ligero movimiento en aquel banco de madera, que produció en el momento que la persona se tiró al banco, me hizo levantar la cabeza hacía el lado derecho y observar como un desconocido chico hermoso cerró su teléfono móvil con un ligero suspiro, inclinandose hacía delante y apoyando su cabeza sobre sus manos y los codos en sus rodillas. Parecía tener un porte deprimente a pesar de aquel físico tan hermoso como el invierno mismo. Por mucho que le examiné no parecía interno del hospital, pues vestía de manera informal y bastante colorida, combinando de manera extraña los colores rosas y verdes oscuros que llevaba en su chaqueta y su pantalón. Tampoco parecía hacerme caso al tener su mirada enfocada hacía abajo, por lo que no le di mucha importancia y volví a echar mi espalda hacía atrás para apoyarla en el banco, centrándome, de nuevo, en esas noticias que me pondrían al día para hablar con mis compañeros de la economía del país. Cada persona tenía su vida y yo no era quien para meterme en la de aquel muchacho de cabellos tan claros como los copos de nieve que caían en las heladas -se parecían mucho a mi color de pelo-. Y aunque quisiese hablarle no me sentía capaz de hacerlo; desde muy pequeño siempre había sido muy vergonozoso para entablar conversación con las personas desconocidas, escondiéndome siempre detrás de mis pequeñas hermanas, aunque tuve que cambiar esa costumbre e intentar adaptarme a la sociedad.

 

Quien dio el paso de empezar una conversación fue el muchacho desconocido.

 

 

- Oye, - La voz de aquel joven tan clara y dulce, haciéndole parecer inocente, me hizo levantar la cabeza para mirarle otra vez. Sus ojos rojos como la sangre clavaron en mi, mirándole estupefacto por aquel rostro tan delicado y preocupado.- Se te ha caído el café al suelo.

 

Cuando pensé que me iba a decir algo bonito o quizá la típica pregunta de que si era médico de este lugar, se cortó aquel fugaz pensamiento y miré hacía el suelo para ver como mi único desayuno de la manera estaba esparcido por aquel suelo de piedra. ¡Ya sabía el por qué miraba tanto al suelo!

Me fastidio bastante, pero ya no se le podía hacer nada. Di un suspiro a modo de queja, cerrando el periódico mientras rodaba mis ojos y echaba mi cabeza hacía atrás.

 

- Vaya por dios, que casualidad. - Dije de una manera fastidiada mientras bajaba mi mirada y observaba el líquido recorrer a unos metros delante de mis pies y como mi bata blanca se había manchado por los bordes del final de esta, dejando un manchurrón bastante notario. Agarre la tela blanca y observé aquel rastro de mi desayuno.- Y también me he manchado, vaya.

- ¿Los médicos de aquí sois tan despistados? Se te cayó justamente cuando me senté, pero yo no lo he tocado, eh. No me eches las culpas. - El chico levantó sus manos para parecer inocente mientras se giraba a mi, subiendo sus pies cruzados al banco y con una sonrisa que parecía un niño de parbulos. Decía que no había sido él, pero yo tenía el café bien colocado.. pero tampoco le iba a echar las culpas al muchacho cuando dijo aquello.

- No, no somos despistados por aquí, solo... -Di una carcajada, intentando excusarme tanto a mi como a mis compañeros de una manera torpe y atropellada, pero no sabía porque le seguía aquella rara conversación. ¿Quizá por respeto o porque parecía un chico interesante? Aun así, no quiere decir eso que no me diese vergüenza. Todo lo contrario, tenía medio rostro escondido bajo mi bufanda mientras intentaba hablar alto para que se me escuchase.

- Pues yo he visto ya a dos médicos dentro cagándola a su manera. A uno se le cayó los papeles y otro se resvaló con los papeles del mismo que se le cayó. ¡Este hospital parece una serie de la tele de risa! - Se carcajeó el joven, echando su cuerpo levemente hacía atrás mientras agarraba sus piernas. Vaya energía desprendía a estas horas de la mañana, pero no es que no me hiciese gracia escuchar lo que decía.

- Bueno, eso hubiese resultado gracioso de ver. -Fue lo único que supe comentar, imaginándome la identidad de mis dos compañeros mientras hacía un chequeo rápido de las personalidades de los pocos médicos que conocía.

 

Hubo un silencio mudo e incómodo entre aquel joven chico que seguía sentado cual niño pequeño en aquel banco. Como no sabía como contestarle solo me dediqué a examinarle con detenimiento y de manera disimulada. En cambio, sus ojos grandes y rojos me observaban de manera penetrante, viendo como este me estudiaba de arriba a abajo sin vergüenza alguna. No, no.. odiaba que las personas me mirasen así y, por mucho que intentaba esquivar su mirada para intentar mantener la calma, este se las apañaba para jugar conmigo y hacer que sus ojos clavasen con los míos. Dos veces estiró su cuerpo cuando desvié mi cabeza al lado contrario. Hasta que al final hice contacto con él, de nuevo, tragando saliva. Estaba demasiado inquieto. ¡Nadie me mantenía la mirada tanto tiempo sin hablarme por lo menos! Lo odiaba, odiaba eso con toda mi alma. Estaba deseando que de su boca saliesen unas palabras o simplemente se marchase para poder irme, pues yo no me iría al tener el cuerpo tan tenso y nervioso y por educación. ¿Podía marcharme? Pues claro.. solo que, a veces, era demasiado cobarde y las órdenes que mi cerebro quería dar eran anuladas por mi conciencia y corazón.

Justamente cuando estaba a punto de preguntarle al chico que le pasaba, reaccionando con la cabeza, él dibujó una de las sonrisas más bonitas que jamás había visto con unas palabras hermosas y colocó su mano diestra en mi mejilla, como queriendo acariciar mi cara.

 

Tus ojos violetas son muy hermosos. Nunca había visto a alguien con un color de ojos así de bonitos y un pelo tan blanco como la nieve. - Con aquellas palabras tan bonitas, se volvio a sentar derecho, con la espalda pegada al banco y sus pies estirados, quedándose tan pancho.

 

Mi corazón latió muy rápido de la vergüenza -seguro que hasta lo notaría él- y de aquella inquietud del momento. Nunca había recibido un halago tan espontáneo, así porque sí, de una persona desconocida y tan alegre. Quizá esa fuese la manera de actuar de aquel joven, pues cada persona era un mundo diferente.. pero me dejó tan trastocado y callado que el mismo chico se echó a reír al ver como mis pómulos los tenía tan rojos que se notaba por debajo de lo amarillo de mi bufanda. Esa risa ahora tan divertida me avergonzaba más, haciendo apretar la tela de mi chaqueta. Esta vez tuve que soltar, de manera hostil, cualquier cosa para que se dejase de reír, pues me estaba cabreando.

 

¡¿De qué te ríes?!

Estas muy rojo, doctor Ivan. - Paró su risa, dibujando una sonrisa pícara mientras me miraba con esos ojos rojos entrecerrados y una expresión divertida. Parecía estar pasándoselo bien.

¿Cómo sabes...? - Abrí mis ojos de par en par, mostrando mi rostro por completo al apartar mi bufanda por estar con un calor agobiante por mi aliento. Me quedé a cuadros cuando supo perfectamente cual era mi nombre, sin saber como contestar. ¿A caso me conocía? No le había dicho mi nombre y no me sonaba para nada su físico tan jovial ni le conocía. Nunca lo había visto en mi vida, por lo que..- ¿Cómo sabes mi nombre, chico?

¿Y dices que los médicos de este lugar no sois despistados? - Se volvió a carcajear con la misma broma a mi costa, levantándose del banco con un salto al apoyar sus manos en la madera de este. Se puso delante mia, haciendo que levatase la cabeza y sintiéndome inferior a él. Señaló con su dedo índice y su mirada hacía mi pecho.- En tu placa pone tu nombre, doc.

Ah.. -Solté un suspiro de alivio, pues, efectivamente, no era nadie importante en mi vida al que debía de recordar por haberlo olvidado. Bajé mi mirada unos segundos a la placa que tenía enganchada en el bolsillo de mi bata y volví a levantar mi rostro para observar como el chico me miraba victorioso.- ¿Y tú quien eres, eh? Si se puede saber. - Le pregunté de manera seria y curiosa, pues ya que él me conocía.. yo quería saber, al menos, quien era y porque estaba en este centro privado.

- Yo soy el Dios de este lugar que paseaba por aquí. - Dijo en un tono siseante y bromista, poniendo sus manos trás de su espalda y dando dos zancadas hacía la derecha. Cuando me volvió a mirar y vio que en mi rostro no se reflejaba una risa para seguirle la broma, este se encogió de hombros con un suspiro y soltó algo de prenda.- Solo venía a mirar el lugar por el que estaré algun tiempo.

 

Sus palabras me desconcertaron y me confundieron. ¿Lugar por él que estaría un largo tiempo? ¿A qué se refería? ¿A caso iba a ingresar aquí o sería un nuevo trabajador en el lugar? No lo entendí, pero por la edad parecía ser las dos cosas que estaba pensando.

Ladee mi cabeza mientras volvía a esconder mitad de mi rostro bajo esa bufanda al notar aquel frío por mis labios. Quería volver a preguntarle muchas cosas más, dejando esa vergüenza que tenía al principio de haberse topado conmigo, pero él propio muchacho dio un respingo cuando empezó a sonar una musiquita de tono de llamada en el celular que él guardaba en el bolsillo de ese pantalón verde caqui. Por educación, me quedé callado cuando este prendió su móvil y se lo llevo a su oreja, de manera pesada. Parecía estar hablando con alguien superior a él o alguien a quien respetaba, pues su tono para hablar era como más apagado.

Colgó el teléfono y lo guardó. Con las mismas, se dio la media vuelta para observar la salida del hospital y empezar a caminar hacía ella, dejándome confundido. Eché un vistazo y vi, a lo lejos, como un joven adulto estaba esperándole en la puerta de un coche negro, quizá de la misma edad que él, con un porte fuerte y un repeinado pelo rubio hacía atrás.

Me quedé en blanco cuando él se empezó a irse, dejándome con la pregunta en la boca y con la intriga en mi cabeza. Estaba a punto de levantarme para decirle algo, pero él mismo se giró con esa hermosa sonrisa que me había dibujado cuando halagó mis ojos de aquella manera tan dulce como el chocolate.

 

¡Por cierto, soy el perfecto Gilbert! ¡Ya nos veremos por el centro, doc Ivan! - Con ese tono jovial y dulce se despidió de mi, alzando su brazo y agitándolo con alegría como señal de un adiós. Caminó dos pasos hacía atrás mientras observaba por ultima vez aquella sonrisa y aquellos cabellos albinos revueltos por el viento que azoró en ese momento. Volvió a voltear y salió corriendo hacía la entrada donde le esperaba aquel chico que le abrió la puerta mientras le soltó un pescozón en la cabeza por el que él solamente dio una carcajada y entró al coche para salir del lugar como las hojas que volaban en el viento.

 

 

Aquel muchacho se había marchado en aquel coche, pero... psicológicamente seguía dentro de mi cabeza a medida que pasaba la mañana y empezaba mi trabajo revisando el desayuno de mis pacientes y cosas monótonas que todas los días solía hacer según mi horario. Dentro de mi seguían aquellas dulces palabras sobre mis ojos, sobre mi pelo... y esa sonrisa que tanto me había dejado colgado y sin respuesta. ¿Cómo podía ser que alguien como él hubiese dejado a un profesional como yo a la altura de un niño pequeño? Hacía un largo tiempo que no me sentía así de tenso cuando intentaba disimular ser una persona sociable, pero él lo había conseguido. Lo peor de todo es que desconocía si lo volvería a ver y, a pesar de que quería confiar en sus palabras, no podía saber si decía la verdad o no. Por eso mismo estuve todo el día distraído, pensando si volvería a verle o no, en qué le diría si le volviese a ver, en porqué volvería aquí... había pensado tantas cosas que, justamente cuando Francis se encontró conmigo en los pasillos, apurado de tanto buscarme, no caí ni tan siquiera en su presencia. Aquel chico me había dejado tan descolocado, tan confundido... que notaba que algo dentro de mi había cambiado en ese encuentro, en esas palabras...

 

El invierno se acercaba y estaba deseando que viniese por dos motivos: su frío que helaría mis huesos y aquella sonrisa cálida del chico llamado Gilbert. Frío y calor, dos enemigos a vatir... pero dos sensaciones que, al juntarlas, hacía que estuviese en un estado tan placentero como el que sentí cuando el estaba a mi lado, dejándome tan confusamente embobado que parecía estar enamorado a primera vista.

Notas finales:

¡Espero vuestra reviews! ♥


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