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Invisible por Korone Lobstar

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Notas del capitulo:

Bien, pues conseguí actualizar antes de lo esperado. ¿Contentos?

Espero que sí, porque con la tontería he conseguido terminar el capítulo hoy, y eso que me ha costado un triunfo, en serio. En general quedo bastante satisfecha con el resultado, ahora solo queda que a vosotros os guste.

Y que, por supuesto, disfrutéis leyendo lo que yo he disfrutado escribiendo.

Por fin veréis que pasa después del cliffhanger del capítulo anterior, Lluvia.

¿Os preguntáis por qué este capítulo se titula “Estúpido”? Pues es por diversas razones, algunas entre líneas y otras ocultas.

¿Podréis ver todos los sentidos a la palabra?

Dentro cap ^^

Ambos tuvieron que parpadear muy de seguido para poder contemplar la opción de que aquello que los dos tenían delante fuese un espejismo, o en su defecto un mal sueño.

Porque la persona que tenían delante no podía estar allí, no ahora, no en ese momento. No en esas circunstancias.

Era un momento muy oportuno, desde luego, porque Kid si quería estar desinhibido para cuando se encontrase con el mayor en un futuro que había esperado lejano le hubiese gustado poder hablar sin tapujos. Quizás aquella forma no era la que él siempre había imaginado, y mucho menos el escenario elegido para la ocasión.

Se esperaba tener al profesor contra una pared del edificio que una vez fue su instituto, no entre unas calles de mala muerte, con la torrencial lluvia azotándoles con ansias y sin palabras que decir, con un sólido silencio entre ambos generando un muro de dudas y de temor.

Ninguno se atrevía a abrir la boca antes que el otro.

Law incluso se había planteado darse la vuelta, cederle el taxi sin decirle nada y marcharse, marcharse antes de que todo aquello se tornara a una situación no deseada. Pero, extrañamente, no se veía capaz de separar sus ojos grises de Kid.

Era tal y como le había imaginado.

Alto, robusto, con una presencia totalmente imponente. Con un cuello marcado y fuerte, que sostenía aquella maraña de cabellos rojizos como el mismo fuego del sol. Su cara ya no era la de un pobre chico enamorado. Había evolucionado a alguien mucho más decidido, alguien maduro.

Alguien adulto.

Casi tuvo que contener la respiración cuando se fijó sin querer en que sus labios ahora parecían incluso más ásperos que la última vez que los besó.

Tuvo que retroceder un paso para que su cabeza reaccionase de una maldita vez.

¿Cuántos años habían pasado, 6?

No era momento de pensar en cosas que no eran. Aunque hubiese pasado tanto tiempo y el pelirrojo ahora fuese un adulto desde los pies a la cabeza, no podía tener aquellas imágenes. No podía. Porque aunque fuese muy apuesto y tuviese un aire diferente, no podría dejar de pensar jamás que aquella persona que el destino había decidido volver a juntar era su antiguo alumno del instituto.

No había noche que no recordara aquel incidente con remordimientos.

Porque sintió que nunca dejó ir a Kid del todo.

Sólo le había apartado vilmente, y eso le hacía sentirse incluso peor persona.

Había jugado con las emociones de un adolescente, le había dejado entrar en su cama libremente y después le había partido el corazón.

Aunque el mundo girase en otra dirección, Law no podría jamás dejar de mirar hacia atrás.

Su mano tatuada tembló unos segundos antes de soltar la puerta del taxi, consiguiendo con eso que la atención de un mayor Eustass Kid volviese a sus acciones en lugar de a sus ojos.

¿Por qué diablos no había parado de mirarle los ojos?

¿Es que pretendía algo? Porque no le dejaría.

Se iría corriendo, estaba claro.

Porque el moreno sentía muy dentro de su pecho que aún no estaba preparado para enfrentarse a una situación de ese calibre.

Y, a pesar de toda la convicción sobre sus hombros, su cuerpo no quería moverse más. Porque si lo hacía se perdería la mirada ambarina del pelirrojo, aquella tan hermosa y que tanto le llamó la atención el primer día de clase.

-Trafalgar. –Musitó por fin Kid decidiendo que ya estaba siendo hora de romper aquel mutuo silencio.

Pero de sus labios no salió nada más.

Por unos segundos, se quedaron ambos en blanco.

¿Qué podía decirse tras llevar 6 años sin verse, más aun teniendo en cuenta que fue lo que pasó la última vez que estuvieron juntos?

No, era demasiado.

Simplemente demasiado.

Law se giró apenas sin dudar e intentó alejarse de aquel lugar por cualquier medio. Como fuese, pero tenía que alejarse de él. Porque si no lo hacía volvería a hacerle daño.

Kid de alguna forma intuyó qué era lo que estaba pensando, porque le cogió de la muñeca para que volviese a mirarlo. Por un momento se había decidido de una vez. Iba a decirle que aún sentía cosas muy fuertes por él, que podrían empezar de 0, que lo que pasó hace tanto tiempo podría olvidarse con sólo un beso suyo. Que le importaba como la noche al día.

Su corazón sin embargo se encogió al ver la mirada esquiva del mayor buscando un escape, una huida en la que ninguno de los dos pudiese resultar herido.

¿Por qué de todas las personas tenía que haber sido Kid?

Sintió su carne reblandecerse bajo aquellos impíos dedos, que corrompían su piel como la tinta china arañando y creando historias.

El taxi decidió por ellos, porque repentinamente pareció que el conductor se había cansado de tanto esperar y dio un pequeño acelerón.

A Kid por muy poco se le escapa el profesor, porque el mismo dio un pequeño tirón para zafarse de él y correr bajo la lluvia. Pero él era más persistente. Cogiéndole nuevamente de la muñeca le empujó hacia él mientras se metía a toda prisa en el taxi para intentar así que el humor del conductor se amansara y no fuera muy cabrón con la tarifa.

El pelirrojo cayó de espaldas sobre el asiento que estaba más al fondo, consiguiendo así arrastrar al moreno que cayó exactamente sobre su pecho.

No se movieron, no les pareció necesario.

En esa postura estaban perfectamente ambos.

Aunque por desgracia Law no tardó en apartarse violentamente del menor para intentar recolocarse la ropa empapada y mirar hacia otra parte.

La peor de las situaciones se le acababa de presentar al profesor delante de sus narices. Ahora tenía que sobrevivir en un espacio cerrado y bastante estrecho con aquel alumno que un día le dio su corazón.

Y él lo pisoteó.

La culpa volvía una y otra vez como el crujir de las olas sobre la arena. Que Kid estuviese a su lado en aquel momento tan comprometido solo le hacía sentirse peor por todo lo que pasó.

Quizá debería pedirle disculpas. Recalcar que lo que pasó hace tanto sólo fue un accidente.

Tenía que hablarlo con él.

-Eustass-ya, sobre… sobre lo que pasó…

Kid pareció comprender y reaccionar a toda velocidad.

-¿Qué es lo que pasó?

El moreno no podía estar más perplejo. ¿Tan poco había significado lo que sucedió hace 6 años como para olvidarlo tan fácilmente? ¿Entonces por quién diablos se martirizaba en aquellas noches donde los recuerdos le asaltaban la cabeza sin descanso? ¿Había sido él el estúpido?

No supo decir si la sensación que latía con fuerza en su pecho era culpa o rabia.

Templarse era la solución, pero apenas lo veía viable.

-Sabes perfectamente lo que…

-Lo siento pero, ¿nos conocemos?

Bien. Fue la rabia la que decidió ganar esa pelea.

-¿Esto es alguna clase de juego? Porque a mí no me hace ni puta gracia, Eustass-ya.

-No, no lo es.

No podía estar más confuso. Era la primera vez que se sentía tan perdido en una situación y en una conversación. Aquello no parecía tener ni pies ni cabeza. ¿Qué era lo que pretendía? ¿A dónde quería llegar?

El taxista se giró para mirarlos con el ceño fruncido. No estaba para esperar a esas horas a que una parejita de tortolitos resolviese sus problemas amorosos. Por lo menos no en su taxi.

-Perdón. –Murmuró Kid en un tono muy sereno.- A Downstreet. Tenemos prisa.

Law abrió la boca, atónito. Él estaba de los nervios, ¿por qué él apenas parecía temblar?

Sabía que había pasado mucho tiempo, pero creyó que de la misma forma que a él le dolió herirle de aquella manera, el menor habría pasado también por algún tipo de infierno. Porque él supo cuando se metió en su cama que su alumno sentía algo por él. Cometió un error, sí. No sabría decir si fue por la abrumadora sensación de sentirse amado o por la soledad que no le rechazó a pesar de que sabía que lo que habían hecho aquella noche estaba prohibido en la mayoría de países del mundo.

Pero lo recordaba como si hubiese sido ayer. Estúpido, estúpido, estúpido.

¿Había sido simplemente el ligue de un adolescente hormonado y él cayó en la trampa de la manera más burda y débil?

Y ahora lo que quedaba de aquel recuerdo era un Eustass Kid adulto que parecía controlar en todo momento sus emociones y un Trafalgar Law que no sabía dónde esconderse.

En aquellos momentos era cuando mejor entendía la expresión “Tierra trágame”.

Intentó hablar de nuevo para pedirle al taxista que a él le bajase en otra calle muy distinta, pero los labios de Kid se volvieron a abrir para acabar lo que había empezado apenas un minuto atrás.

-En ningún momento tenía pensado jugar contigo. Ahora que te tengo delante… -Sonrió de una forma amarga hasta para Law, el cual pareció separarse un poco más para poder verle bien la cara. El pelirrojo se tapó unos instantes la cara con una de sus grandes manos para meditar.

Kid, meditar.

Sí, el cambio, desde luego, era muy presente.

-Entonces dime qué es lo que pretendes metiéndome aquí. –Aunque sentía curiosidad, no iba a dejar que la misma le matase. Aún conservaba algo de dignidad, y si sus suposiciones eran ciertas y para él solo había sido un chiste prefería conservar algo de orgullo.- No estoy para juegos ahora mismo, así que si no te importa me bajaré en esa calle. –Dijo casi mirando al taxista para hacerle llegar el mensaje, el cual pareció comprender y dio un vago asentimiento.

-No estoy jugando contigo. –Inquirió Kid, controlando por todos los medios no darle un puñetazo por estúpido.

-¿Entonces qué es lo que hacías antes? –Entrecerró sus orbes grises, dispuesto a taladrar las sienes al menor si era preciso con ellos. En aquellos momentos no encontró a su parte lógica por ninguna parte.

-Ser sincero. Tú y yo no nos conocemos.

-¿Te diviertes? –Murmuró más enfadado todavía. Sintiendo que aquella opresión le estaba cegando. Tanto que tardó mucho en comprender qué era lo que estaba haciendo el menor.

-No. Yo no soy quien conociste. Supongo que tú tampoco. Ha pasado mucho tiempo.

“Y somos personas completamente distintas”, atisbó a divisar entre aquellas palabras Law, comprendiendo entonces lo que estaba pasando. No, no le había mentido entonces.

Sus labios dibujaron una sonrisa ladeada y dejó que su espalda reposara sobre la tela oscura del asiento, sin creerse todavía que había caído en un juego tan sucio de su propio corazón.

-Eso no cambia nada.

El taxi se detuvo justo donde Law quería, así que era el momento de escapar y dejarle con la palabra en la boca. Sus dedos ya estaban empujando la puerta hacia afuera, hasta que unos dedos pálidos la cerraron de un portazo de nuevo.

-Siga. –Espetó Kid, clavando su mirada ámbar en la suya gris.

-No.

El taxista se giró de nuevo molesto porque no tenía el horno para bollos.

-Siga. –Volvió a repetir, esta vez con algo que detonaba peligro con el tono de voz. El conductor vio prudente seguir conduciendo hasta la primera indicación que había recibido, así que así lo hizo.

-No tengo nada que hablar contigo.

-Pero yo sí. –Sus dedos pasaron a sostener su mentón, obligándole a mirarle.- Esta vez no te voy a dejar salir corriendo.

Algo dentro del pecho del moreno se aplastó tanto que le faltó el aliento.

Tan decidido, tan fuerte, tan indomable…

Por una parte, Kid había tenido razón.

Ya no era aquel adolescente que se dejaba llevar por las emociones del momento.

Ahora era más templado, más sereno y calculador. Sin perder aquel aire tan agradable que desprendía en todo momento.

-No sé qué es lo que quieres. –Intentó por todos los medios  girar la cara para mirar por la ventanilla, pero el menor se lo impedía sin apenas usar fuerza.

Law no era capaz de oponer resistencia ante aquel olor que desprendía, ante su tacto, ante su atenta mirada.

Kid había sido la única persona en el mundo que no era capaz de dejar de mirarle.

Y eso, más que inquietarle, le agradaba de sobremanera.

-Decirte lo que no pude.

Cada fibra del cuerpo del profesor se estremeció. Tenía que salir de allí. No podría aguantarle ni un minuto más. Si no lo hacía podría volver a arrepentirse toda su vida.

En cuanto a través de la ventanilla se divisó por fin el hotel en el que el menor se alojaba, el taxi se detuvo y el conductor esperó con paciencia a que le abonaran religiosamente el viaje.

El primero que sacó la cartera fue Kid, por lo que el moreno acababa de encontrar su vía de escape.

Abrió la puerta y prácticamente se tiró a la calle para empezar a correr sin ser muy consciente de a dónde iba.

Sólo quería irse lejos de él. No volver a hacerse daño.

No podía llegar y decirle algo así después de tantísimos años como si nada.

No podía creerse tal sarta de mentiras. Porque tenían que ser mentiras.

-¡No! –Le gritó Kid desde su espalda, corriendo también detrás de él como si no hubiese un nuevo amanecer. No tardó en alcanzar al mayor y tomarle de la sudadera de un tirón, obligándole a parar y a retroceder. Y, como consecuencia, haciéndole caer en un enorme charco que tenía casi proporciones de piscina olímpica.

Law tuvo que levantarse muy lentamente mientras el agua corría por todo su cuerpo hasta el suelo. Juraba que si daba un solo paso podría sentir hasta peces en el interior de sus zapatos.

Intentó escurrirse la ropa.

Pero sólo se quedó en eso. En un intento.

Porque Kid le acababa de arrollar contra la pared más cercana, bajo la cual el agua no podía mojarles gracias a un pequeño soportal. Aprisionando su cuerpo contra la pared sin dejarle esta vez vía de escape.

¿Quién era el niño ahora?

Porque desde luego, Law lo había estado haciendo muy bien desde que le había visto de nuevo.

Se sintió de nuevo la persona más desdichada y la persona más estúpida del mundo.

Sus manos tostadas dejaron de agarrar las mangas de su sudadera para posarse sobre el pecho del menor, aunque adulto, pelirrojo. Lentamente empezando a golpearle, de nuevo sin apenas fuerzas en sus brazos. El frío le estaba haciendo mella. El agua les había calado a ambos, y si no ponían un rápido remedio acabarían cogiendo los dos una bonita pulmonía.

Pero en los ojos dorados de Kid no parecía que existiese la duda. Como si le diese igual lo que pasase. Como si estuviese preparado hasta par aun vendaval con tal de tenerle cerca.

“Por favor no me ames”, le hubiese gustado decir al profesor, pero sus palabras no salían.

No querían salir.

Porque dentro de su corazón no era eso lo que quería.

-¡No… no puedes presentarte aquí así porque sí y…! –Sus manos dejaron de golpearle el torso cuando otras cálidas y níveas las detuvieron para que dejara de moverse. Las bajaron lentamente pero sin dejar de soltarlas, acariciando con suavidad sus nudillos tostados.- Decir… -Lentamente, sus palabras perdían toda fuerza o todo intento de agresividad, pasando a ser un tenue murmullo que se llevaba el potente estruendo de la lluvia.- Lo que te parece… Yo ya no… -Sus ojos grises se alzaron y, a sabiendas de que sucedería, se perdieron en la inmensidad de oro que rodeaba aquellas pupilas que le miraban sin apartarse un centímetro. Sus labios con aquel tono de carmín tampoco parecieron moverse ni vacilar.- Soy tan estúpido… Lo que pasó…

-Lo que pasó no fue un error. –No tardó en corregirle Kid, que a pesar de estarse prudentemente quieto, no había dejado de acariciar sus manos. Por nada iba a dejarle ir.

-¡Claro que lo fue! –Recuperó algo de la compostura, intentando hacerle entender que lo que él decía era lo correcto. Que tenía razón, que aunque él ahora fuese un adulto el mayor seguía siendo él, que tenía que escucharle de una vez. Que le dejase ir.- ¡Si no yo nunca me habría acostado contigo!

Y en ese preciso momento, la lluvia dejó de sonar para ambos.

El cuerpo de Kid ahora sí había vacilado por unos segundos. Incluso había aflojado el agarre de sus manos. Su cuerpo se había retirado de la pared de verdad para dejarlo correr y marcharse antes de resultar más herido.

Pero es que no podía.

-¿Por qué?

-Porque tú y yo somos de mundos completamente distintos… -Murmuró con debilidad, pareciendo que por fin tenía una oportunidad de hacerle entrar en razón.- Lo nuestro nunca habría funcionado, un profesor no puede salir con un alumno, Eustass-ya. Tienes que entenderlo. Sólo fue un error.

-¿Un error? –Sus ojos ámbares parecieron reaccionar con un profundo dolor que le sumergía lejos de la realidad por un segundo. No parecía pestañear, y a pesar de que Law sabía el daño que le estaba haciendo, era necesario para alejarle para siempre.

Ya le había parecido raro que aquello estuviese pasando, dado lo surrealista que parecía…

Pero tenía que cortarlo de una manera u otra.

A fin de cuentas el culpable de todo aquello había sido él, por darle esperanzas y no dejar las cosas claras cuando tuvo que hacerlo.

Sí, había huido como un miserable por aquel entonces.

Pero las cosas tenían que cambiar ya.

-Eso es… -Sus dedos tostados acariciaron las mejillas pálidas de Kid, de manera casi reconfortante. Pidiendo su perdón de manera silenciosa.- Lo nuestro nunca hubiese pasado porque nunca hubo un nosotros.

-Entiendo. –El pelirrojo terminó de separarse de Law para que ahora, si quisiese, se marchase de una vez a donde tuviese que irse.-

-¿De verdad? –El moreno, a pesar de que ahora podía irse lejos de allí, no pareció querer moverse aún.

-Sí. Ahora lo entiendo. –Cerró los ojos con templanza antes de abrirlos con decisión, arrugando un poco el ceño pero sin mirar hacia ninguna otra parte que no fuesen sus pozos grises.- Ahora veo que el estúpido eres tú.

Law pegó con más fuerza la espalda a la pared que tenía detrás, sintiendo que de golpe el mundo acababa de darle un revés del cual no podría levantarse jamás. La respiración le quería fallar, las rodillas le temblaban. ¿Él, estúpido?

¿Es que acaso no le había escuchado con la suficiente claridad?

Estaba mal, ¿por qué le daba igual?

Quizá… quizá ya sabía la respuesta a esa pregunta, pero admitirlo sería caer en el mismo agujero en el que una vez se perdió y se vio incapaz de salir. Se juró que nadie más le partiría el corazón, y creyó que la mejor manera de evitar un mal mayor era no volverse a enamorar de nadie nunca más. Plastificando su corazón y enterrándolo en un tarro lleno de formol. 

-No lo quieres entender… -dijo con el último esfuerzo que podía, sintiéndose desfallecer ante el semblante de Kid.

-No. –El menor, pareciendo entender qué era lo que pasaba en su interior, le aferró con fuerza de los hombros para que no dejase de mirarle y le escuchase. Ya no era un niño. Era la hora de ser escuchado.- Tú eres el único que no quiere entenderlo.

-No puedes… -Intentó decir, pero sus ojos se quedaron hipnotizados ante la visión de Eustass Kid acercarse peligrosamente a su boca. Probablemente, con la intención de comérsela. Jadeó con anticipación, ladeando la cabeza para dejárselo más fácil.- Está mal…

-Eso no me importa.

Y sus labios chocaron como dos trenes que se precipitaban uno contra el otro sin poner un freno, sin avisar, sin entender muy bien que era lo que le sucedía a la maquinaria para que hubiese actuado de esa forma. Simplemente besándose.

Si le hubiesen preguntado, Law no podría decir con exactitud cómo fue que sus pies se movieron del suelo y empezaron a caminar lejos de los soportales. Ni si quiera había notado la lluvia caer de nuevo sobre su piel, empapando el pelo de ambos que se perdía entre el mar de besos desenfrenados que ambos se estaban dando. Sus dedos se habían enterrado con tanta profundidad dentro de sus cabellos rojizos que pensó que los había perdido para siempre.

Su cuerpo no le obedecía de verdad.

Era Kid el que tenía el control completo sobre él desde el principio.

Desde que le dejó entrar en su cama aquella noche.

No era consciente de que sus pasos les habían empujado a ambos hacia un ascensor, donde en el interior ambos se devoraban hambrientos, degustando la saliva del otro, sintiéndose a través de la ropa empapada. Tampoco se enteró del momento en el que ambos cuerpos había atravesado el umbral de una puerta de aquel hotel, seguramente de una habitación.

Aunque las ropas chorrearan agua a raudales no pareció importarles mucho cuando ambos se dejaron caer sobre la mullida cama mientras se tocaban sin contemplaciones, sus labios rojos por culpa del carmín del menor y por culpa de la intensidad con la que se estaban desgastando los labios.

Su voz se ahogó entre su piel cuando sintió su mano blanca como la cal meterse debajo de su sudadera y acariciar con lentitud cada facción de su torso, notando aquellas gélidas manos que delineaban sus costados y su vientre por el frío como el tacto más cálido que había sentido jamás.

Se tiraron mutuamente de la ropa como si quisiesen arrancársela a tirones, y no tardaron en precipitarse toda clase de pertenencias por el suelo. Los zapatos, los pantalones, las camisas, la ropa de abrigo. Todo aquello que estuviese mojado estaba en esos instantes empapando la alfombra.

Sin embargo, a pesar de la necesidad creciente de Law de sentirle en su dentro, Kid no parecía querer quitarle la ropa interior.

Sus labios ásperos pero seguros besaron cara parte de su piel tostada, toda aquella que tenía  a la vista sucumbiendo por completo ante el deseo de sentir la carne ajena contra la suya.

Su lengua recorrió sin pudor el cuello del que fue su profesor de biología, depositando persistentes mordiscos donde podía dejando en su cuerpo unas notorias marcas rojizas de sus dientes. Marcándole como suyo. Porque nadie más, desde ese mismo instante, iba a volver a tocarle nunca.

Ese lujo sólo podía permitírsele él. Law era suyo por derecho, y no permitiría que nadie más intentase alejarle de él.

Ambas manos tostadas se enredaron en su cuello mientras el moreno alzaba las caderas para que sintiese su polla dura dentro de los calzoncillos, pidiendo a gritos ser liberado cuanto antes. Sus labios se encontraron de nuevo irremediablemente, lengua con lengua, dientes contra dientes. Intentando encontrar algo de cordura en sus alientos mientras sus cuerpos se  volvían lujuria derretida sobre aquella cómoda cama.

-Hazlo ya… -murmuró Law completamente desesperado, a sabiendas de que ya no podía doblarse más para seguir buscando las caderas de Kid.- Haz… joder. –Suspiró cuando, para aliviar un poco su deseo, una de las manos del menor empezaron a apretar sus nalgas con fuerza, que aumentaba progresivamente con su excitación.

Los gruñidos que emitía el pelirrojo parecían provenir de un animal más que de un ser humano, pero no le importó. Solo le importaba que era Kid.

Quiso abrazarle con tanta fuerza que sus brazos parecieron temblar. Su aliento salía desenfrenado de su boca para acariciar como una pluma el robusto torso del menor, apenas dándose cuenta de cómo se estaba ofreciendo en bandeja, de que, de alguna forma, se estaba “rebajando”. Pero nunca podría haberle importado menos.

Con cualquier otro no habría pasado, era lo único que podía decir sin titubear.

Tenían muchas cosas que decirse, y la mejor manera de hacerlo para ellos en aquel momento era estar unidos de la manera más íntima. Olvidando para siempre todo lo que dejaron atrás para poder mirar al presente. Donde unos preciosos ojos del color del puro ámbar estudiaban cada reacción que el moreno emitía o expresaba con su mismo cuerpo, sus gestos, sus jadeos, su respiración acelerada. Quería aprenderlo todo para poder repetirlo una y otra y otra vez en el resto de la noche. Para darle todo lo que se merecía y más. Para hacerle ver que sólo le necesitaba a él para sentirse completo.

Law no volvería a ser más un ente vacío con escarcha sobre su corazón y sus venenosas palabras. Porque le tenía a él.

Apenas pudo reprimir aquel gemido cuando, tras deshacerse de lo poco que separaba ambos miembros de rozarse, le penetró lentamente, haciéndose sentir. Mientras Kid se creía enloquecer y se enterraba todo lo posible en aquel delicioso cuerpo que tenía bajo suyo. Quería perderse en los ojos de su profesor para el resto de sus días. Y así lo firmó, con un firme beso en el que ambas lenguas se volvieron a encontrar, danzando anhelantes de estar juntas la una con la otra.

Sin embargo, contra todo pronóstico de Law, Kid no se movió con fuerza como la última vez:  se había quedado completamente quieto, mirándole a los ojos mientras intentaba contenerse como buenamente podía. Asegurándose de que el mayor estaba bien, repartiendo besos por sus mejillas y su frente para comprobar que podía seguir sin ninguna objeción.

El moreno sintió su pecho pararse por unos pequeños segundos. Aquella. Aquella era la sensación que creyó que había olvidado y jamás volvería a recordar. Kid metiéndole la polla, dándole lo que deseaba, sintiéndose completo tanto en cuerpo como en espíritu. No sabía que era lo que Kid poseía, pero lo que tenía claro es que, junto a él, podía ser una persona diferente. Una persona natural, una persona que podía sonreír por cualquier tontería que se presentase.

Alguien feliz.

Sin martirios.

Sin lágrimas por las noches.

Sin sábanas frías.

Sus labios tostados temblaron ligeramente ante aquella abrumadora sensación que recorría plenamente su cuerpo, haciendo que por inercia fuese él el que empezase a mover la cintura para que su polla saliese lentamente y después volviese a entrar con un golpe seco de sus caderas.

Kid no necesitó más.

Enredó sus manos sobre las extendidas del profesor, entrelazando los dedos de ambos mientras movía las caderas con su natural rudeza, sabiendo que, a pesar de que para otros podría estar pasándose de brutalidad, para Law estaba bien. Era lo que le gustaba.

Y ambos lo disfrutaban.

Mordió con fuerza su cuello moreno sin ser capaz de detenerse. Lo único que podía tener claro en aquellos momentos de intensa pasión era que no quería que aquello acabase nunca.

Pero por las señales que corrían por su cuerpo, ese final que no deseaba iba a llegar demasiado pronto.

Y cuanto antes acabasen, antes se marcharía de nuevo Law de la habitación.

Quería retenerle, pero no en contra de su voluntad.

Estaba seguro de que, si no fuese por aquel arranque de pasión, habría sido rechazado una vez más, y su corazón habría vuelto a caer en pedazos sobre una esquina pidiendo dinero para comprar amor.

Dolía.

Dolía no ser capaz de creer que podría dormir a su lado esa noche.

Por eso apretó los dientes cuando sus caderas empezaron a tomar un ritmo completamente errático. Apenas había sido consciente de los gemidos que Law emitía como una dulce melodía para sus oídos, no pudiendo controlar su cuerpo para follarle con más fuerza.

Necesitaba todo de él. Y lo que pudiesen estar juntos, iba a aprovecharlo.

-K… Kid… -gimió repentinamente el mayor, escondiendo su cara sonrojada por el éxtasis en el hueco que quedaba entre el hombro y el cuello del pelirrojo, apenas pudiendo controlar su respiración.

Correspondiéndole con uñas y dientes, intentando mover las caderas al mismo ritmo que lo hacía él.

Si iba a acabar pronto le iba a llevar con él, pensó Kid.

Y no dudó en actuar, bajando una de las manos que sostenía la del moreno para empezar a masturbarle al mismo ritmo al que sus caderas le embestían sin piedad, no dejándole un segundo de tregua. Porque iba a conseguir de alguna forma que aquella noche fuese inolvidable. Aunque fuese el último adiós.

-¡N-No, K… Kid…! ¡Aaaaaah! ¡M…Me…!

Aunque lo intentase con todas sus ganas, Law no se veía capaz de decir las ganas que tenía de correrse entre ambos, completamente poseído por el pelirrojo hasta el punto de gritar su nombre. Aquello que le hacía sentir era tan especial que, en el fondo, también le jodía tener que llegar al orgasmo tan pronto. Si al menos pudiese… contenerse…

 Pero no pudo hacerlo.

Arqueó aún más su espalda cuando alcanzó el clímax, vaciándose sobre la mano nívea de Kid mientras el mismo se vio arrastrado por el orgasmo del mayor, corriéndose entre sus aterciopeladas paredes. El menor tuvo que sostenerse de manera firme sobre sus brazos, porque por un momento estuvo a punto de caer encima de su antiguo profesor de biología. Y jamás haría nada que pudiese herir al moreno.

No tardó en derrumbarse hacia un lado cuando sintió que Law dejaba caer ambos brazos a ambos lados de la cabeza, exhausto por tantas experiencias en una sola noche mientras intentaba recuperar su alma, que se había escapado durante un segundo junto con el aire de sus pulmones.

Sintió unos ojos dorados clavarse en su nuca, y no dudó en girarse lentamente para verle él mismo aquella profunda mirada llena de significado. Sus dedos tatuados, aunque ligeramente temblorosos, recorrieron la poca distancia que existía entre ellos y sus mejillas y le acariciaron lentamente, pretendiendo mientras tanto que no se notase tanto el pequeño sonrojo que no podía quitarse de la cara. Y menos aún aquella sonrisa de idiota que tenía.

Aquellos brazos tan cálidos le rodearon en seguida, y él sólo tuvo que apoyar la cabeza en su robusto pecho para acomodarse y escuchar el latir de su corazón. Un corazón que bombeaba con fuerza en su presencia.

Cerró los ojos por un instante mientras dejaba que la noche siguiese su curso.

Sin tener reales ganas de moverse de la cama tal como estaba, aunque Kid, de pronto, le hubiese apretado contra su pecho con tanto ímpetu que podría haberse ahogado.

No quería estar en ningún otro lugar que no fuese ese, en aquel preciso instante. 

 

 

 

 

 

Desde luego, el pelirrojo no podía haber tenido una mejor idea para después de una buena sesión de sexo continuado que esta.

Poner el tapón a la bañera de su habitación del hotel, llenarla todo lo posible de agua caliente y echar un poco de espuma, aunque a Kid le pareciese “de mujeres”.

El suspiro que salió de sus labios le supo a gloria cuando, al echar la espalda hacia atrás, el pecho de Eustass Kid le recibió encantado mientras le enjabonaba casi con devoción los tatuajes del antebrazo.

Aunque el lavarse pronto perdió el sentido y simplemente el moreno se dejó abrazar por él con fuerza.

Si cerraba los ojos, podría quedarse dormido en ese preciso instante.

Pero tenía que guardar en su memoria todo lo posible aquel reencuentro que tanto había tardado en aparecer entre ellos.

Las manos de Kid acariciando sus costados se sentían de lo más agradables en este mundo, y no pensaba abandonar aquel pequeño microclima del baño ni aunque le pagasen fortunas.

-Law. –Murmuró el menor en su oído, haciéndole sonreír de nuevo como si fuese idiota. El aludido simplemente se reacomodó sobre su pecho sin querer abrir los ojos- ¿Es cosa mía o te estás quedando frito?

-Me estoy durmiendo. –Confesó, realmente dejándose llevar por el sopor sin importarle en absoluto que luego tendrían que sacarle de allí.

-Vamos a la cama.

Apenas le dio tiempo a reaccionar cuando, de pronto, se encontraba sobre los brazos de Kid, que le sostenían con tanta firmeza que creía que allí, contra su torso, no podría jamás pasarle nada malo. Siendo cargado hacia la cama, sobre la cual el pelirrojo había conseguido extender una toalla antes.

-Eustass-ya. –Murmuró con un hilo de voz.- Mañana… follemos otra vez.

-Claro, bella durmiente.

Aunque el tono que usó había sido de completa picardía, su expresión se suavizó al ver que de verdad Law se había dormido. Cuando terminó de secarle abrió la cama y se metió con él dentro, arropándoles a ambos.

Sin sentir en absoluto la pequeña vibración del móvil del moreno, tirado por el suelo.

Con un mensaje entrante de Smoker.

Notas finales:

Me estoy aficionando a los Cliffhanger xDDDDDDDDD

Decidme, ¿qué os ha parecido?

¿Mereció la pena la espera?

Estoy deseando leer vuestros reviews para ver qué opináis.

Traigo por desgracia una mala noticia. Este, damas y caballeros, es el penúltimo capítulo de Invisible. Efectivamente, el próximo capítulo que leáis será el último.

¿Se resolverán por fin todas las dudas? ¿Qué pasará al final? Si tenéis teorías podéis contármelas sin miedo, me divierte ver lo que pensáis ^^

Sin más dilación me despido por hoy, que me ha costado escribir este capítulo, la verdad.

Besotes para todos ^^


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