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Primer Beso por Aurora Execution

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Notas del fanfic:

Los personajes son propiedad de Kurumada.

Notas del capitulo:

Mi primer fic.

Corregido.

Como era costumbre, y para su más alto orgullo, custodiaba a su Diosa. Se encontraba con una rodilla sobre el suelo en reverencia cuando sintió el frío cosmos inundar todo el Santuario. Todo su cuerpo se tenso y miro por detrás de su hombro un momento al sentir como aquel frío, pero para él, cálido cosmos subía hacia su  Templo. Cuando volvió su cabeza vio como Athena lo miraba y sonreía ampliamente.

 

- Ve.

 

- Pero Athena, mi deber esta aquí – Le dijo. Él sabía que su deber estaba por encima de todo, incluso de sus sentimientos.

 

- Milo, todo esta bien, Kanon esta conmigo también, él tomara tu lugar por el momento, ve, sé que eso te haría muy feliz, disfruta Milo – Y Athena se volvió para su recamara, detrás de la puerta apareció Kanon, haciendo las veces de celador.

 

- No pierdas más tiempo Milo, Athena te dio el permiso – Le dijo.

 

- Si, gracias – Dio media vuelta y literalmente salió corriendo de la recamara, rumbo a la onceava casa – Que bueno que llegaste – Se dijo a si mismo mientras cruzaba la casa de piscis, Afrodita ni se inmuto, era de esperar que aquello pasaría cuando el Acuariano regresara.

 

Desde la batalla con Hades, y después de haber sido salvados por Athena y resucitado, todos volvieron al Santuario, todos menos Camus, quien le solicito personalmente a su Diosa irse a Siberia – Es para limpiar mi alma – Le había dicho. Athena se lo concedió y así, sin más se marcho, sin despedirse ni nada. Milo paro en seco ante aquello, ¿por qué corría con tanta desesperación? Si bien, era cierto que lo había extrañado horrores, él ni siquiera tuvo la amabilidad de despedirse, ¿por qué tendría ganas de verlo entonces? Eso mucho no importo, continúo, en todo caso se sacaría las dudas...

 

Ingreso al Templo de la Vasija, la temperatura estaba bastante baja – Realmente Camus se trajo todo el frío de Siberia – Sonrió ante tal pensamiento. Una voz lo distrajo por completo.

 

- ¡Milo! – Lo escucho llamarle algo sorprendido, si, definitivamente no tenía pensado verlo.

 

- Tal vez tú no tenías intenciones de verme Camus, pero yo si, y heme aquí en tu Templo... – No pudo decir más, pues los delgados y musculosos brazos de su mejor amigo lo rodearon.

 

- ¿Por qué piensas eso? Yo solo...me sorprendí, porque a decir verdad iba en tu búsqueda – Dijo un tanto apenado, a Milo aquello le sorprendió un poco – He de confesar que te he extrañado Milo, le dijo deshaciendo el abrazo.

 

- Camus… – Hizo caso omiso a lo que su amigo le dijo, primero necesitaba respuestas – ¿Por qué te fuiste sin siquiera decirme adiós?, es más tuve que enterarme por boca de otros donde es que te encontrabas, me lo suponía siempre estas allí, pero, ¿por qué? ¿Acaso no te importo lo suficiente como para despedirte de mí? – En su voz ya se notaba su angustia y rabia.

 

- No podía mirarte a los ojos – Terminó confesando. Haciendo su cabeza a un costado para desviar la mirada y no sentir los turquesas de su amigo.

 

- No te entiendo – Le dijo contrariado.

 

- Me sentía sucio Milo, ¿cómo crees que me sentía al estar usando esas asquerosas Surplice? ¿Cómo crees que me sentía al estar condenado a ser llamado traidor? Y sobre todo… ¿Cómo crees que me sentí ante tu mirada de odio en la casa de virgo? – Ya su voz se iba quebrando, pero no quería demostrarse tan derrotado.

 

-¿No pensaste siquiera que sentiría yo? – Sus cejas se fruncieron por la rabia, y su rostro marcaba su frustración, casi el mismo rostro que Camus pudo ver aquella vez y el cual había roto por completo su corazón.

 

- Todo el tiempo, a pesar de nuestra misión, a pesar de que, lo que más importaba era entregarle a Armadura a Athena a cualquier precio...Lo único que yo quería era volver a verte, aunque con ello solo recibiera tu odio ¡¿NO ENTIENDES?! – Lo sujeto de ambos brazos apretándolos, haciendo que zafiro y turquesa se encontraran, sus lágrimas ya no tardaron en aparecer. Milo soltó el agarre y giro sobre sus pasos. Apretaba sus puños fuertemente y las lágrimas también comenzaron a caer de sus ojos con mayor intensidad, su cuerpo entero temblaba, por un momento Camus sintió la necesidad de retroceder un poco, porque parecía que Milo en cualquier momento lo atacaría –  ¿Milo?... –  Nada... –  Milo, contesta... –  Nada – ¡MILO!

Este giro y lo miro lleno de rabia, camino en dirección al acuariano, con paso firme, a pesar del temor, este no se movió de su lugar, se paró justo delante de él, casi sentía como chocaban sus narices, Camus cerró sus ojos creyendo que vendría el impacto, lo recibiría, se lo merecía. Milo notó eso y suavizo su mirada y sonrió de lado, para luego abrazarlo con todas sus fuerzas, como si con aquel abrazo se les fuera la vida, Camus al contacto se tensó por la sorpresa, para cuando esta desapareció se relajo y lo abrazó también.

 

- Perdóname...vi tu dolor, lo sentí, pero pensaba que era otra de tus farsas, estaba lleno de rabia, no podía entender como tú...tú tan noble y fiel a tus creencias, pudieras haber hecho algo semejante. El odio me cegó y no quise ver lo que tenía enfrente...sentí tu alma llorar y no me importo, te ataque sin remordimientos, el rencor me hizo su presa, yo....yo quería matarte con mis propias manos....perdóname... – Dijo llorando en el hombro de su amigo. Este suavemente lo aparto y tomo su rostro con las manos.

 

- El que te pide perdón soy yo – Dijo arrodillándose ante su amigo – Sé cual era tu deber y yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo, Athena ante todo Milo, nunca lo olvides – Milo se arrodilló también para poder verlo directo a los ojos.

 

- Lo sé... Perderte fue lo más difícil que experimente en mi vida – Confesó ante la mirada un tanto confusa de su amigo – Sentí que parte de mi vida se iba irremediablemente con la tuya. Y verte de regreso vestido de espectro, me lleno de sentimientos tan disociados, que por un momento sentí nauseas...no era la manera de rencontrarnos, no como enemigos, yo jamás podría ser tu enemigo, eres parte de mi vida, casi podría decir, Camus que tú, eres mi vida.

 

Camus levanto sus particulares cejas en claro gesto de asombro, pero no pudo más que sonreír, aquel hombre representaba todo lo que él no era, y a la vez si. Nunca entendió como pudo entrar tan profundo en su ser, él no era una persona abierta ni mucho menos, su personalidad era muy por el contrario reservada y Milo lleno el espacio que faltaba en su vida con su particular carácter, y era así desde que tenían seis años, podía leerlo cual libro. No solo eso, con él era con la única persona que podría decirse, se mostraba tal cual era... Seguía sonriéndole dulcemente y Milo correspondió.

 

Milo siempre se sintió afortunado por tenerlo a su lado, es más, juraba que todos sentían un dejo de envida hacia él por haberse ganado el corazón y la confianza del mago del hielo. Observo aquella sonrisa, fascinado, sin dudas era perfecta, y una muestra más de su plena confianza. Porque a parte de sus alumnos,  era el único que conocía aquella bella postal, algo más de lo que sentirse sumamente orgulloso... despertar la más pura y perfecta sonrisa de su amigo.

 

- Deberías sonreír más – Dijo por fin, cortando con el silencio que se había formado.

 

- Si fuera así no sería algo de lo que pudieras alardear...y no sería especial... – Camus notó que la distancia entre sus rostros se había acortado.

 

¿Cuándo paso?, no sabía y quien había acortado dicha distancia, tampoco sabía decirlo, pero ahora podía respirar el aliento de su amigo, aquello hizo que sus mejillas se volvieran carmesí, provocando la risa de su amigo. Aunque todavía se sentía sonrojado, aquella risa le confirmo que todo volvía a estar bien entre los dos.

 

- ¿Y desde cuando el señor de los hielos se sonroja? ¿Acaso sientes vergüenza? – Y se acercó un poco más. No era la primera vez que lo hacían, es más ya hasta podría decirse que era un saludo normal entre amigos. Rozar sus labios había dejado de parecer raro, para convertirse en tan solo una muestra más de su cariño. Pero esta vez Camus se sintió extrañamente avergonzado y pudoroso, era sabido que él jamás, al contrario de su amigo, siquiera había besado otros labios, mucho menos tenía conciencia del sexo, todo aquello siempre le pareció lejano y  que no encajaba con él, Milo muchas veces se mofaba de eso, diciendo que no podía ser que no sintiera necesidades, pero así era él... a decir verdad, el roce de labios con Milo le bastaba. Ambos por fin se incorporaron quedando nuevamente cara a cara. Camus observo al Escorpión, su amigo si que era una persona bella, su cabello, su piel y sus ojos hacían la combinación perfecta, siguió recorriéndolo con la mirada, sin percatarse de que Milo lo había tomado de nuevo entre sus brazos y pegado sus labios con los suyos – Camus, necesito que estés conmigo… – Lo escucho decir, casi susurrando. No entendió a primera, a que se refería.

 

- Estoy aquí contigo – Dijo como algo obvio, lo que provocó una nueva carcajada del heleno.

 

- Realmente eres lento.

 

- Explícate bien entonces – Dijo confundido y molesto – Y otro beso más fue robado de sus labios.

 

Pero esta vez y por el calor que nacía de su pecho, entreabrió los labios, dejando que la lengua de Milo entrara a su boca por primera vez, que jugara con su cavidad, que reconociera su sabor, y él lo imitó, confundido, avergonzado, y sumamente nervioso, pero correspondió. Cayó en cuenta de lo que estaba haciendo y lo apartó de un brusco empujón, su rostro era un sinfín de emociones, Milo contrario a cualquier reacción sonrió.

 

- Justamente a eso me refería… Camus… ¿Qué soy para ti? – Preguntó acercándose otra vez, nunca apartando su intensa mirada, el acuariano sentía como sus propios ojos eran atados a esa mirada con poder magnético.

 

- Mi mejor amigo… – Respondió seguro.

 

- ¿Solo eso? – Milo insistía en una respuesta que no sabía como responder…

 

- No… Eres más que eso, tú eres…. Eres… – El rostro del galo se torno rojísimo – Milo… hace un momento dijiste que yo era tu vida… Bueno, creo, no, estoy seguro, que tú eres la mía – La sonrisa de Milo se ensancho enormemente.

 

- Camus… Acabo de darte tu primer “beso francés”.

 

- Lo sé… ¿Por qué? – Dijo aún apenado.

 

- Porque te amo, y siempre lo he hecho… desde que tengo uso de razón, desde que te vi llegar junto con tu maestro a la Sala del Patriarca aquella mañana, desde que te perseguí hasta el cansancio para que seas mi amigo, y desde que te jure protegerte de todo, desde que te jure jamás olvidarte cuando partiste a Siberia, y que siempre seriamos amigos… Pero siempre había una misión, una guerra, otra misión, otra guerra… Tu muerte… Nunca me detuve a explicarle a mi mente lo que mi corazón sentía… Llore en tu tumba y jure que nos encontraríamos de nuevo para decírtelo… Y aquí estoy… Yo, Milo de Escorpio, te amo a ti, Camus de Acuario.

 

Camus estaba de piedra, sus ojos abiertos de par a par y sus labios que temblaban tratando de abrirse para que las palabras fluyeran. Nunca espero una declaración como esa, de parte de su ¿Mejor amigo? ¿Debía seguir llamándolo así? Y es que él tampoco se había detenido a pensar en sus sentimientos hacia el griego, lo quería mucho ¡Que decir, lo quería demasiado! Más de lo que su turbulenta conciencia se permitía pensar. Y ahora que todo quedaba más que claro, él también lo amaba, por eso los celos cuando Milo estaba con alguien, por eso la rabia al verlo tan confidencial con Aioria, y es que Camus no tenia nada en contra del de Leo, pero le molestaba esa camaradería tan íntima que llevaba con Milo… Sus salidas… Sus amantes… Y es que seguramente Milo sabía, por eso él no preguntaba, y el otro no hablaba.

 

La mirada añorada del griego le trajo de nueva cuenta a la realidad, suponiendo que había guardado silencio por más tiempo del considerado. Debía decirlo, debía responderle, pero aún sus palabras no salían. Milo se removía nervioso y triste, inclino su cabeza algo avergonzado al sentirse tan expuesto a un posible rechazo. Pero todo quedo de lado cuando el acuariano lo abrazo.

 

- Yo también… Te he amado siempre… Gracias por darme mi primer beso – Milo estuvo a punto de llorar de felicidad, pues tanta alegría no cabía en su, de por si ya amplio pecho.

 

- El primero de todo los que vendrán – Se sonrieron, y besaron completamente enamorados.

 

La paz se había instalado en la Tierra, así como en sus corazones, al sentirse correspondidos.

Notas finales:

Gracias y espero les agrade.


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