Sentada en la barra de aquel bar que solíamos frecuentar en nuestras tardes libres, las promesas que no pudimos cumplir, pasearon libremente por mi mente, como si quisieran recordarme las cosas que hicimos mal. Pero no fue ni tu culpa, ni la mía, ¿verdad? A veces desearía volver atrás en el tiempo, cuando todo era perfecto. Cuando sólo éramos tú y yo… y no había nadie que pudiera separarnos.
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La campana de la puerta del bar tintineó, haciendo que saliese de mi ensimismamiento y ladease el rostro para ver quién era la persona que había entrado en aquel lugar. Nada más ver tus movimientos y el pelo revoloteándose por ellos, hizo que dibujase una amplia sonrisa.
– Llegas tarde. –te repliqué, haciéndome la enfadada, volviendo a mirar al frente, donde se encontraba, nuestro ya amigo, el camarero.
– Lo siento, lo siento… te invito a una ronda.
Sonreíste de aquella manera que tanto me gustaba, haciendo que todo pensamiento negativo desapareciese de mi mente. Pediste tu bebida favorita y comenzaste a beber, a hablar, a reír, tan libremente que parecía que, el día duro de trabajo que ambas habíamos tenido, no fuera más que un simple sueño del que acabábamos de despertar. Yo reí contigo, pues era inevitable no hacerlo. Estabas tan graciosa explicando tonterías, haciendo esos gestos tan divertidos, con tu voz tan adorable...
Tras una hora de charla intensa, dejaste la bebida a un lado y me miraste, sonriente. Mi mirada se dirigió a la tuya. Estaba curiosa, pues parecía que tenías algo importante que contarme, hasta que lo soltaste…
– ¿Te acuerdas de ese tal Jun?
– ¿De aquel que me hablaste hace ya tiempo? –le di un último sorbo a mi copa–. Sí, lo recuerdo… ¿Qué pasa con él? –aunque ya sabía lo que sucedía, lo intuía… Pues ya tenía conocimientos de todas las noches que pasabais hablando a través del móvil. ¿Cuándo fue que os lo disteis? También sabía que cuando cerrabas la pantalla de tu portátil rápidamente, era porque hablabas con él y no querías que lo supiera. Ni siquiera me di cuenta de que iba a ser un gran problema… al menos para mí…
– Creo que… nos gustamos mutuamente. –volviste a sonreír, sonrojándote, haciendo que yo dibujase una sonrisa, enternecida por verte de aquella forma.
Me mordí el labio y desvié la mirada hacia una de las botellas que había en el expositor. El bar ya estaba vacío. Si bien casi nadie solía ir allí, a esas horas, sólo éramos tú y yo. Volví a mirarte, tomando fuerzas para poder sonreírte.
– ¿Y qué habéis hablado, ah? Si os gustáis… estaría bien que fuerais pareja.
– ¿Tú crees?
No, yo no quería que salieses con nadie. Te quería sólo para mí, porque eras mía, ¿no? Ambas lo prometimos aquella noche de fuegos artificiales. Finalmente, acabé por asentir con la cabeza, muy segura de mí misma.
– Eso sí, cuando estéis preparados. –me levanté del taburete y cogí mis cosas.- Será mejor que nos vayamos, se está haciendo tarde…
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Semanas después, me diste la noticia de que estabas saliendo con aquel chico que tanto te gustaba. En gran parte, me alegré por ti... pero algo, muy dentro de mí, me hacía estar de la forma que estuve durante esas primeras semanas. Distante, algo ida, casi no solía hablar contigo… pues pensaba que ya no me querías en tu vida. Pero intentaba actuar que estaba bien, intentaba pasar algunos ratos contigo, para que no sospechases que tu relación me dolía más que nada. Era como un cuchillo clavándoseme en el corazón, cada día más… cada día un centímetro más profundo. Dolía ver que estabas tan enamorada de un chico, cuando prometimos aquello… Dolía saber que ya no solamente éramos nosotras, sino que, ahora había otra persona de por medio.
Tras un mes de relación con aquel muchacho, decidiste presentármelo, ya que jamás había hablado con él. Al principio me negué, poniendo la excusa de que no era para nada buena en esas cosas. Pero tú insististe y, al final, caí. ¿Cómo negarte algo cuando te ponías en plan niña pequeña? Aún recuerdo la felicidad que te inundaba al saber que tu chico y tu mejor amiga íbamos a conocernos.
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– Soy JunHyung. Es un placer, Nicole. Hara me ha hablado mucho de ti. –su mano estaba extendida hacia mí. ¿Se suponía que tenía que estrecharla con él? Te miré de reojo y tú asentiste, así que le di la mano y, con una risilla nerviosa, me presenté.
– Supongo que no hay que decir nada más si ella ya se ocupó de hablarte de mí.
Al parecer, se me daba bastante bien fingir. En toda la noche, no te diste cuenta de que mis risas eran algo actuadas. Tampoco te diste cuenta de mis ojos llorosps en algunas ocasiones, ni de que me temblaba la voz al hablar de según qué temas. Intenté guardar la compostura, no irme al cuarto de baño de aquel restaurante y echarme a llorar. Quizá tendría que haber llevado a algún amigo, al menos no lo hubiese pasado tan mal.
¿Sabes, Hara? No te culpo de nada, tú estabas cegada por aquel amor… Y yo, sólo quería que fueses feliz.