¡Explíqueme esto!—dijo el capitán a su primer oficial mostrando el manifiesto abierto en una página al otro que lo miró y halló la diferencia con el que ambos firmaran antes de salir de puerto. Tenía treinta y dos años y era el capitán de barcos de gran porte más joven que se conocía. Para llegar a tal puesto se había forjado la fama de ser meticuloso tanto con el papeleo como en la realización de maniobras.
¡Señor! ¡No entiendo!—dijo con sincera consternación su primero. Ericson era casi de su misma edad y tenía la fama de ser prolijo y confiable a más no poder. Se conocían desde hacía dos años y era el tiempo que llevaban trabajando juntos.
¡Yo sí! ¡No sé que sucio juego está elucubrando primero pero yo lo detendré en este momento! ¡Creyó que yo no miraría de nuevo el manifiesto de carga! ¿Verdad? Si hubiera seguido el viaje sin verlo usted hubiera logrado llevar ese cargamento alterno lo más cómodo—dijo el ojos azules.
¡No señor! ¡Yo…!—trató de defenderse el ojos grises.
¡Confirmaremos esto cuando…!—dijo el pelinegro.
El rubio le tomó el brazo y le dijo—Señor. Déme la oportunidad de demostrarle que no he sido yo. ¡Usted me conoce! Yo no soy esa clase de persona.
Creía conocerle, Ericson—dijo el capitán del crucero a su teniente primero.
Señor. Yo no soy culpable de esto. Déjeme ayudarle a encontrar al que esta haciendo esto. Yo estoy tan fastidiado como usted—le contestó al capitán Markis. Ambos lucían la vestimenta de gala propia del zarpaje. Se habían hecho a la mar hacía solo un rato.
Juntos fueron a la bodega de carga 14 y subieron a unas pesadas cajas constatando que era el cargamento fantasma y entonces se dedicaron a abrir una de las cajas para ver su contenido. Eran peluches.
¿Todo esto por peluches?—preguntó el mayor.
Al otro también le pareció extraño y extrayendo uno de los peluches sacó su navaja de bolsillo y le abrió el vientre para encontrar en él ciertos paquetitos.
¿Droga? ¿En mi barco?—dijo cabreado el de mayor rango.
¡Debemos informar de inmediato!—dijo el ojos grises y el otro asintió.
Siento haber sospechado de usted, Ericson—dijo el capitán.
No se disculpe. Era muy comprensible—respondió el primer oficial.
Llegaron al camarote del capitán pues no era seguro llamar desde otra parte del barco porque no sabían quien y quien no estaba metido en el entuerto.
El capitán levantó el teléfono y comenzó a discar cuando alguien ordenó—¡Baje eso, Capitán!—
¿Qué es esto?—dijo este al marinero que había entrado por la puerta y que sostenía un arma que apuntaba a ellos.
¡Baje eso! ¡No volveré a decírselo!—dijo de nuevo y el pelinegro le hizo caso. El tipo le disparó al aparato—¡Esperen aquí!—ordenó después y se fue dejándoles encerrados.
Ericson trató de abrir pero no pudo—¡Fue a buscar instrucciones!—dijo molesto.
Yo más bien creo que al estar su jefe aquí no supo que hacer—gritó el furioso capitán.
Señor, usted no puede pensar…--dijo el ojos grises.
¡Claro que puedo! Estas son pruebas más que…--dijo el mayor elevando su mano con el manifiesto.
Ericson trató de agarrarlo para demostrar con énfasis que él no era el delincuente cuando sin querer el viento se lo arrebató de las manos y salió volando por el ojo de buey abierto.
¡Que rayos! Esa es prueba más que suficiente—dijo Markis.
¡No es así!—trató de refutar el primero y tocó sin querer el brazo del otro esperando que cambiara de forma de pensar pero el otro tomándoselo a mal empezó a luchar con él y fue así que el rubio lo puso contra la pared. El pelinegro trató de golpearlo pero el otro le tomó las manos para que no pudiera.
De pronto se quedaron uno ante el otro y en un segundo sucedió…
Inició de las dos partes a la vez…
Mientras mantenían sus respiraciones agitadads por el ejercicio.
Sus labios fueron los unos hacia los otros. Las manos del capitán fueron soltadas y rodearon al primero que no se resistió cuando fue guiado sin ver hacia el camastro del jefe.
Los cuerpos de ambos estaban ansiosos de reconocerse mientras el calor en ellos aumentaba.
Ericson quedó arriba mientras se entregaba por arriba al beso y por debajo a la mano del capitán que ya se había introducido bajo su pantalón mientras él aún estaba bajando el cierre del otro.
No hubo palabras por un rato. Hasta que próxima la satisfacción el capitán le ordenó con voz suave--¡Di mi nombre!—
Avergonzado, pues una de las manos del otro le estaba robando la razón, Ericson lo dijo—A… Alfredo—sus nudillos se blanquearon mientras arrugaban los hombros del otro que mantenía su cara junto a su cuello.
¡Eso me gusta!—dijo Alfredo Markis un momento antes de que ambos a la vez se vinieran--¡Quiero… quiero hacerte mío! ¿Puedo?—preguntó después.
Ericson lo pensó un momento antes de asentir sin atreverse a mirarlo.
El pelinegro le tomó el rostro y obligándolo a mirarlo le preguntó--¿Sabes como?—El otro movió la cabeza negativamente y eso provocó que el otro le besara más apasionadamente--¡Creo que es así!—añadió mientras su mano mojada aún por el líquido lechoso se inmiscuyó entre las nalgas del Noruego y deslizó despacio uno de sus dedos dentro provocando nuevas sensaciones en el otro.
Ninguno de los dos había tenido de amante a un hombre. Sin saber porque el impulso los llevó a eso.
Después de terminar con el acostumbramiento por parte del dedo, Markis se dispuso a entrar en Ericson que estaba a horcajadas sobre él. Entró despacio. Estaba tan estrecho que fue penetrando despacio en él. Bajando las caderas con alevosa lentitud.
Ericson le besó mientras comenzaba a mover el mismo sus caderas cada vez más rápido.
Antes de terminar oyó que el otro le decía al oído--¡Eso es. Martin!—oír su nombre le provocó una gran sensación aparte de la que sentía sobre la próstata que era acariciada por el pene de su jefe.