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El trabajo del destino por MrsKuroUsagi

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Notas del fanfic:

Se los voy a poner corto:

"Alcohol" nació de una noche en la que estaba muriendo del sueño, razón por la que es tan corta. El punto es que al día siguiente, al leerla, me dije ¿Con qué objetivo escribiste esta mierda? y mi otro yo le respondió Simplemente nació, no tengo un objetivo entonces le respondí Tal vez debería publicarla y mi consciencia me dijo No, tonta, es muy corta para eso, entonces la deje guardada.

Pero, mientras escribía un one shot de unos personajes de mi fanfic "Noches de Insomnio", de la nada abrí un documento word y nació "Héroe". Entonces me dije Hey, deberías de publicar ambos shots juntos.

Estoy segura que solo alguien tan rara como yo le verá la conexión a ambas historias... 

-Vamos a casa, Damián- rio ligeramente el chico de pelo negro, tomando al más alto por el brazo para tratar de conducirlo a la salida de aquella discoteca, llena de luces de colores, música que te destruía los tímpanos y gente que bailaban al son de esta última.

El castaño balbuceo algo que no se podía entender por diferentes motivos: el sonido muy alto de la música y el hecho de que todo el alcohol que tenía en la sangre no le dejaba articular de manera correcta.

Para la suerte de ambos, el pelinegro se había abstenido de beber alguna gota de alcohol, después de todo, aunque sí bebiera, aquel no era su ambiente, sólo estaba allí porque el más alto le insistió que le acompañara a la inauguración de la nueva disco de la ciudad. De cualquier forma, ahora él podía llevarlos a ambos a sus casas sanos y salvos.

Luego de sacar al castaño fuera de aquella masa de gente, caminaron hasta el auto del último, quien no paraba de tambalearse. Si no fuera por el más bajo, ya habría caído al piso en cualquier momento.

-Benjamín- murmuró Damián al llegar donde su camioneta negra estaba estacionada –te quiero- dijo esta vez, apoyando el mentón sobre el hombro cubierto por una playera negra del chico, que contrastaba con su blanquecina piel.

-Sí, sí, yo también te quiero- se rio el más bajo, mientras soportaba el peso del castaño y buscaba en los bolsillos del pantalón ajeno la llave del auto.

En un intento fallido, Benjamín quiso que el más alto se pusiera de pie sin ayuda, para poder abrir la puerta de la camioneta, pero al momento de soltarlo el castaño se balanceo sobre él, aprisionando su pequeño cuerpo contra el contrario y la fría puerta negra del auto. Los sonidos lejanos de la música proveniente de la discoteca que decoraban la silenciosa calle bailaron por un momento con el sonido metálico que hizo la llave del auto al caer sobre la acera.

Sintió que el color se apoderaba de sus mejillas al tener los enormes ojos ámbar de su amigo castaño sobre él, casi penetrándolo. Intentó quitarlo de encima con sus manos, pero el peso era mucho, además el otro no tenía intenciones de salir de esa extraña posición.

-Eres muy lindo- musitó el castaño con una pequeña sonrisa en los labios.

-Estás ebrio, Damián, pero gracias- se rio tratando de esconder su nerviosismo –Te llevaré a casa, quítate de encima.

Entrando en cuenta de lo que había dicho, se alejó del más bajo y mientras se apoyaba en el auto, dejo que Benjamín abriera la puerta y le ayudara a sentarse dentro.

Había tomado bastante, estaba borracho y no del todo consciente de lo que sucedía a su alrededor. Pero sus mejillas ahora estaban rojas por lo de recién. “Eres muy lindo”. ¿Qué clase de imbécil era? Tomó aire y se acomodó de mejor manera sobre el asiento del copiloto al sentir que el pelinegro entraba a la gran camioneta y encendía el motor. Aprovechando de su condición de “no sé lo que hago” giro la cabeza para contemplar la belleza externa del chico que ahora conducía su auto para llevarle a casa.

Podía sentir los ojos ámbar sobre él, tal como había pasado hace unos minutos atrás. Suspiró en una sonrisa, diciéndose a sí mismo que nunca volvería a acompañar a su amigo a una de esas cosas.

-¿Pasa algo?- musitó en voz baja luego de unos minutos al sentir demasiada presión por parte de la mirada ambarina.

-Eres lindo- fue toda la respuesta que tuvo.

-Sí que estás ebrio- se rio a carcajadas -¿Cuántas veces te han dicho que no debes de fumar si vas a beber? Eso te pone aún peor.

-No lo digo porque esté ebrio, Benjamín, enserio eres lindo- balbuceo mientras se acomodaba para tocar con delicadeza el rostro ajeno –Me gustan tus ojos.

-Vale, ya, es suficiente- dijo con timidez mientras le quitaba la mano del rostro, para al instante colocar nuevamente ambas manos al volante.

Después de eso, se quedó callado, pero aun así siguió observándolo. Joder, sí que debía estar ebrio para decir esa clase de cosas. No era una persona demasiado sincera, pero el alcohol le ponía a decir todo lo que sentía de una sola vez. Anotó aquello en su borrosa mente, esperando a que no se le olvidara cuando estuviera sobrio.

Se estacionó con suavidad frente al edificio donde estaba el departamento del castaño. Se bajó del auto para luego rodearlo y poder ayudar a su amigo a bajar también.

-No soy un niño al que tienes que ayudar- se quejó entre pequeño hipos, los cuales hacían reír al más bajo.

-Pero sí eres un borracho del cuál tengo que cuidar- respondió en broma, mientras cerraba la puerta tras el cuerpo más alto.

Lo que faltaba ahora era simplemente llevarlo hasta la entrada del edificio. Es decir, no era muy difícil que encontrara su habitación, ¿verdad? Ese tipo de pensamientos cruzaban su mente cuando sintió que dos cálidas y grandes manos aprisionaban su rostro, casi apretando sus mejillas.

No sabía qué demonios estaba haciendo y se carcajeaba internamente por ello. “Vive” era lo único que su ebria mente le pedía y lo estaba haciendo. Veía aquellos dos pequeños ojos de color azul, donde se reflejaba mínimamente la luna llena en el cielo, haciendo que el rostro de su amigo se viera más hermoso de lo normal.

-¿Pasa algo?- preguntó, tratando de no entrar en pánico ante las acciones del mencionado.

-De verdad me gustan tus ojos.

-Y tú de verdad estás pasado de copas- respondió al instante, posando sus manos sobre las más grandes para tratar de removerlas de su rostro, pero ahora lo sostenían con más fuerza –Damián.

-No, no- negó con la cabeza –No. Tú no entiendes, Benjamín. Yo te amo- lo dijo, lo había dicho. Su corazón latía a mil por hora sin parar, aunque creía que iba a detenerse. No sabía si ponerse feliz o no porque finalmente dijo lo que había callado por tanto tiempo

-D-Damián- tartamudeo, sintiendo toda su piel erizarse ante aquellas palabras –Vamos a casa, ¿vale?

-Sé que estoy borracho, y mucho, pero no lo digo porque lo esté… bueno, te lo he soltado porque bebí, ¡pero de verdad te amo!

-Damián, ya basta- susurró, volviendo a intentar quitar las cálidas manos con las suyas frías y temblorosas. No se suponía que esto tenía que pasar.

Antes de volver a decir algo, sintió que los labios del castaño se posaban sobre los suyos. Al comienzo fue solo un roce, pero el ambarino se separó solo un poco para lamer los labios del pelinegro y besarlo de manera más apasionada esta vez.

Sin siquiera pedir permiso, su lengua se coló por la cavidad bucal de Benjamín, haciendo todo lo que alguna vez quiso hacer con su boca, sin ponerse restricciones. Aumentó su agarre en las mejillas del otro, solo para intensificar el beso. Si estando ebrio se atrevía a hacer esas cosas, entonces tomaría más seguido al lado del azulino.

Sentía la lengua caliente del castaño dentro de su boca, después de lamer sus labios. El beso era tan húmedo y profundo que por un momento se sintió mareado, aunque no había bebido más que refresco esa noche. En medio del beso un pequeño gemido se escapó de sus labios, haciendo reaccionar a ambos.

Fue simplemente lo mejor que había hecho en su vida. Lo mejor. No pensaba en nada más que en eso. Había besado a un montón de personas en todo ese tiempo, pero besar a la persona que amaba era la mejor experiencia de todas.

Una vez se separaron, se cubrió la boca con la mano, como si evitara que se cayera o algo tonto como eso. Sentía las mejillas arder, víctimas de diferente emociones que se arremolinaban en su estómago. Nunca le habían besado de esa manera y no podía dejar de pensar en lo bien que se movieron los labios su amigo de ojos grandes sobre los suyos propios.

-Benjamín- musitó el más alto, sacándolo de sus pensamientos.

-Sé que puedes caminar hasta casa tu solo, ¿verdad?- dijo despertando del pequeño shock -Me llevaré tu auto, vendré a dejarlo mañana temprano, espero no te moleste- exclamó nervioso, mientras salía de la prisión en la que lo tenían los brazos de Damián.

-Oye- escuchó la voz ajena llamarle, confundida.

-Nos vemos en la universidad, adiós- entró rápidamente al auto y lo encendió con la misma velocidad.

Condujo sólo hasta perder de vista el gran edificio y se paró en una calle cerca de la playa. Aunque las ventanillas estaban cerradas, podía sentir el olor de la brisa marina, pero eso no era lo que pensaba en ese instante.

Se cubría gran parte de la cara con ambas manos, sentía las mejillas calientes y su corazón terriblemente acelerado le exclamaba que aún seguía con vida, aunque él había creído antes que moriría si alguna vez la persona que más amaba en ese mundo le besara. 

Notas finales:

Subiré la segunda historia en unos momentos~


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