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Último día. por Bakagami

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Uno a uno, todos los alumnos comenzaron a colocarse ordenadamente para el gran día. La secundaria Teiko preparaba cada año la ceremonia de graduación para aquellos que había conseguido graduarse en la secundaria. Individual y ordenadamente subían a por el tan ansiado diploma, conscientes de que aquel sería uno de los últimos días que pasarían en la escuela que tantos recuerdos había dejado en su corazón. En especial para algunos miembros de cuaquiera de los clubes ya que, además de haber pasado sus días estudiando, también invertían parte de su tiempo libre en realizar alguna actividad.


Una vez terminada la ceremonia de clausura, algunos alumnos se quedaron por el exterior de la escuela, dando una última vista a la que había sido su casa durante tanto tiempo. Kuroko, miembro del equipo de baloncesto, había preferido entrar una última vez a la cancha para jugar un poco más por última vez. No tenía la cabeza en la pelota, sino en todas las cosas que habían pasado en ese lugar. Como conoció a todos los que fueron sus compañeros y especialmente no podía dejar de preguntarse por su futuro. Estaba intranquilo, molesto; aquello había dejado de ser un equipo hace mucho.


Egoísmo es la palabra que define a la generación de los milagros de la escuela segundaria Teiko. Entre tanto pensamiento pasajero, la puerta de aquella cancha del pasado parecía empezar a abrirse lentamente.


- ¿Qué estás haciendo aquí, Tetsuya?


Impasible, sin expresión cálida en su rostro y con una voz tan clara y directa como el agua. Así era Akashi Seijuro, capitán (o más bien ex-capitán) del equipo de baloncesto. En sus ojos no había piedad alguna. Su gesto no había sido del todo enfadado, más bien había sido directo y sin querer expresar nada más. Tan normal en él; exigir respuestas al instante y sin dar ni una sola a cambio si así lo consideraba.


Kuroko se detuvo por un momento, agarrando la pelota con ambas manos. Lo miró a los ojos y se mantuvo en silencio por unos segundos. No parecía intranquilo, más bien todo lo contrario. Lo miraba como solía mirar al resto; como si aquella víbora sedienta de sangre no le causase ningún miedo. Y es que así eran los ojos de Akashi: fríos, muertos penetrantes.


-Quería venir aquí una última vez, Akashi-kun.


La respuesta fue directa y clara, como de costumbre. Aquello hizo sonreír a Akashi levemente, más no había perdido aquella mirada. Era una sonrisa confiada, como si aquello fuese exactamente lo que esperaba escuchar. Y es que así era. Para él no había secretos. Él era absoluto.


-Siempre me ha gustado eso de ti, Tetsuya. -comentó el pelirrojo a la vez que caminaba hacia Kuroko-. Sin embargo, ya no está permitido venir aquí.


Akashi tramaba algo. Ese interés repentino no era algo habitual en él, y menos el acercarse tanto hacia Kuroko. En ese momento se encontraba frente a él, sin dejar de mirarle directamente a los ojos. Él mantenía la mirada hacia Akashi con la misma serenidad y frialdad que siempre, como si fuese algo normal. No sabía que contestar, de modo que, en vez de hablar, se quedó pensando por un momento que podría decir para manejar la situación. De momento tan solo había soltado el balón.


-Has entrado aquí sin permiso, Tetsuya. Voy a tener que castigarte para que aprendas tu lugar.


Parecía un tono un tanto burlesco, como si no estuviera hablando en serio. A la vez que hablaba con Kuroko, este se había acercado del todo a él y había empezado a acariciarle la mano izquierda con la suya, suavemente. Kuroko tragó saliva y se quedó inmóvil, desviando ligeramente la mirada de Akashi. Sin embargo, no hizo nada para apartar su mano. Le gustaba ese sentimiento. Lentamente, Akashi comenzaba a acariciarle la mano con los dedos, sin mover el resto de su cuerpo.


-¿Sucede algo? -preguntó el capitán.


-N-no, solo que esto es extraño para mí.


Kuroko estaba algo nervioso, hasta parecía que había comenzado a sonrojarse. Akashi nunca se había conformado con poco, de modo que fue a más. Con su mano libre hizo lo mismo con la otra. El chico no sabía como responder, tan solo se dejaba acariciar las manos suavemente. Aquello le gustaba, aunque no diría nada. De un movimiento brusco y sin soltar las manos, Akashi puso las suyas sobre la cadera de Kuroko, lo que también movió las del peliazul.


-Yo siempre consigo lo que quiero, Tetsuya. -dijo abrazado a él.


Esta vez Kuroko se sonrojó aún más, siendo claramente visible.


-¿Qué quieres de mí, Akashi-kun? -preguntó firmemente pese a estar sonrojado, aunque con la mirada desviada.


-Siempre me has interesado, Tetsuya. Y todo lo que quiero acaba siendo mío.


En ese mismo instante y sin soltar sus manos, Akashi comenzó a besar suavemente el cuello de Kuroko, lamiendo con ansia cada rincón de él. Como siempre, aquel chico estaba decidido. No dudaba ni por un momento. Quizá lo había planeado todo y este no era más que uno de los muchos planes que llevaba a cabo.


-A-Akashi-kun, detente...


Éste cerró los ojos a la vez que le temblaba ligeramente  la boca. Le gustaba demasiado como para mantener la compostura. Allí, en medio de la cancha, Akashi continuaba sin hacer caso a lo que dijera aquel trozo de basura. Él era el que mandaba. Si quería hacer algo, lo hacía. Sin embargo, le pareció interesante dejarlo ahí. A pesar de ser uno de los últimos días que pasarían juntos, Akashi era consciente de que Kuroko seguiría jugando al baloncesto. Tendría más de una oportunidad. En ese mismo momento se detuvo, le soltó las manos, se dio la vuelta y comenzó a caminar despacio hacia la puerta con una sonrisa confiada.


-Hasta pronto, Tetsuya. Confío en que nos encontremos de nuevo. -dijo a la vez que le miraba de reojo mientras cerraba la puerta del gimnasio.


El peliazul tan solo se quedó en silencio, aún sonrojado por lo sucedido. No sabía si aquello había sido un juego o tan solo quería ponerlo a prueba. Solo sabía que quería más.


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