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Dark Horse por LaMueRtHeSitHa

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Notas del capitulo:

Grafeno: En resumen, por la forma en que se acomodan sus átomos, lo vuelve de los metales más resistentes del planeta, incluso cien veces más que el acero.

Dark Horse


“Ojo del huracán”


Por LaMueRtHeSitHa


 


 


 


El amplio desierto era interrumpido por un par de camellos que llevaba a nuestros protagonistas junto con Hinata, animales que habían conseguido al vender un par de brazaletes de oro. Llevaban días viajando en línea recta hasta la ubicación del bélico pelirrojo. El hogar de él no era un palacio sino un castillo de altas y poderosas murallas estilo marroquí. Naruto no pudo evitar exclamar lo grande que era por ser similar en tamaño al palacio del emperador romano. Tan sólo los vieron les amenazaron con ballestas. Ellos se detuvieron y mostraron una bandera blanca. Un guardia llegó hasta ellos a caballo solicitándoles que se identificarán y Sasuke le mostró su anillo de compromiso haciendo que el jinete le tratara con devoción.


Les recibieron en el interior, con jardines esplendorosos y con fuentes de cerámica hexagonales y con una reverencia como si fueran reyes. De entre los espectadores apareció Sasori, quien de inmediato abrazó al azabache, mas cuando deseó besarle, Sasuke negó sus labios pidiendo que le diera agua y comida para sus acompañantes.


 


—¡Sírvanles agua! —y desde las sombras aparecieron sirvientes con jarras metálicas, en las que resaltó el rubio quitando a la fuerza una para servirle a Hinata en total servidumbre, extrañando al resto.


—Tenemos que hablar del hechizo de la armadura. —mencionó Sasuke en voz baja atrayendo la mirada de Sasori quien estaba temeroso por la situación.


 


Hinata sólo había podido negar el hechizo y la única forma de deshacerlo era en presencia del pelirrojo con un hechizo en reversa. En un principio hasta ella se negó en ir hasta Sasori por considerarlo una amenaza, no por que estuviera en riesgo la vida de Naruto, sino porque parecía estúpido ir directo a la trampa. El chanty frente a Sasori se mostraba enamorado y devoto, mas no era coherente que aun sabiendo del deseo del pelirrojo por poseerlo a la fuerza Ónix le perdonara de buenas a primeras.


Estaban Sasuke y Sasori en un salón privado. Los grandes ventanales iluminaban el lugar y elevaban las cortinas dejando entrar el aire. Sobre uno de los grandes sillones estaba Sasuke y sobre de él Sasori, quien se le pegaba como lapa, pero el azabache tomaba sus manos para entrelazarlas y así evitar que le acariciara, pero haciendo que el pelirrojo le viera confundido, pero para arreglarlo le regaló una sonrisa y desvió el tema.


 


—Sabes que tenemos que hablar. —mencionó Ónix en un tono cantarín. Sasori se rindió ante su culpa y se recostó a su lado para escucharlo. —No me molesta lo que hayas intentado capturarme. Son errores del pasado que nunca ocurrieron. Tú sabes que nunca me he preocupado del “hubiera” sino del presente. —y le besó con suavidad haciendo que el otro tuviera de nuevo confianza y su pase de libertad. Se levantaron para tomarse de la mano e ir a retirar el hechizo de Naruto.


 


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Estaba un hombre escondido entre la estepa, con las manos entumidas de tener la flecha tensa en el arco desde hacía casi treinta y siete minutos. Con la guerra habían disminuido la gente de su pueblo haciendo que conseguir provisiones fuera más difícil y costoso. Ya no había pan; las cebollas, papas y raíces era lo único que se vendía, y en su casa ya se había acabado el aceite. Esa hombre desde hacía años que no cazaba, pero si esa noche no llegaba con comida sería su segundo día. Para él no había dificultad, el problema de era su hijo de 4 meses, pues su esposa estaba cada vez más delgada y producía menos leche.


En su mente tenía un sólo objetivo: matar a la gacela que tenía en su mira. Acomodó su pie para darse firmeza agachado y escondido detrás de una gran roca. Tensó la cuerda llevando la dirección de la flecha al animal. Su saliva gruesa pasó con dificultad su garganta y detuvo su respiración para evitar el mayor ruido posible. Mas un instante antes de que levantara su dedo, la gacela levantó su cabeza moviendo sus orejas en su dirección, sólo para un momento después huir en sentido contrario saltando.


Maldijo a los cielos por ello, era imposible que lo hubiera escuchado. ¿Qué era lo que había asustado al animal? De repente la sombra de un hombre apareció sobre la roca, haciéndolo girarse, pero antes de poder reaccionar un hacha se clavó en cuello. Al caer de espaldas vio a su atacante: un hombre con uniforme extranjero, de piel verdosa, con heridas secas y olor nauseabundo. El atacante sacó el hacha, haciendo al otro sufrir por la falta de oxígeno y con sensación de ahogamiento con su propia sangre. Por fortuna no tuvo que sufrir mucho ya que el soldado alzó de nuevo el arma para abrir con esta su cráneo para devorar su interior. Este soldado ya no se regía por las órdenes de su general desde que había perdido el sentido después del ataque enemigo. Desde ese momento sólo tenía recuerdos vagos.


¿Tenía consciencia? Parcialmente. ¿Era invencible? Sólo resistente, mas no eludía a la muerte. Lo más importante era su razón y su ligera lógica, diferenciándolo notablemente de la bestia en la que se había convertido hacía semanas, pero haciéndolo más peligroso para la humanidad.


Al ejército de la India, de forma oficial, había perdido el control sobre su arma biológica.


 


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Sasori, sabiendo que su amor se debía estar agotado, le invitó a tomar un baño. Y aunque Sasuke no quería, sabía que debía aceptar para mantener el equilibrio de su relación. En un amplio baño comunal que la hacía de sauna de vez en cuando, pero en esta ocasión la bañera principal la hacía con burbujas relajantes. En ella estaban solos y completamente desnudos, aunque uno en cada extremo. Sasuke con una sonrisa seductora se mantenía al margen por no desear su contacto y el pelirrojo por respetar el espacio del otro.


Ónix le contó su travesía para llegar hasta ahí, sorprendiendo al otro porque no le notificaran del asunto. Ni de su secuestro ni de su huida. Sabía que las noticias no corrían tan rápido como para planear mejor sus estrategias, pero si se había enterado de los pedidos de sus clientes, ¿por qué los egipcios no le habían notificado?


Después de mucho, cuando ambos se pusieron como pasas, Sasori, tratando de mostrarse protector, al atravesar la bañera se desesperó al ver como Sasuke mantenía su distancia, con disimulo para no demostrar desprecio. Entre gestos y frases con trasfondo, el bélico pidió pasar al siguiente nivel de su relación: contacto físico con connotación sexual. Y tal y como le había dicho Itachi, el azabache aceptó, pero negándose al salirse de la bañera, mostrándose y a último momento tomó una toalla para marcharse. Y el pelirrojo no pudo evitar sentir atracción al ver sus blancos tobillos y excitación al ver sus delicados pies.


Sasori, ya en su alcoba, mostró su enojo con su asistente, quien le escuchó indiferente, como siempre, mientras que este continúa su libro.


 


—Deberías ser más directo. Después de todo, tú lo invitaste a tomar un baño. —mencionó el rubio sin levantar la vista.


 


Tan sólo con la toalla sobre su cadera fue a ver por su ventana que daba a su oasis artificial en el que se paseaba Ónix, aun con el cabello húmedo, en compañía de la chica de cabello largo y el rubio. El ambiente ideal para cualquiera con espectacular arquitectura con mosaicos de mármol y estructura floral y formas de ocho lados. Pero sus celos se activaron cuando notó que el de ojos azules acarició la oreja de su prometido, quien de forma fugaz soltó una sonrisa. Y eso que frente Sasori no se dejaba besar y mimar.


Al anochecer, cuando el azabache se marchó a descansar a su lujosa habitación fue escoltado por tres sirvientes, quienes le vistieron su piyama de algodón para después vigilar su sueño. Ellos cerraron las únicas puertas de su alcoba, que fue resguardada por otros guardias. Los amantes no se pudieron reunir.


 


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Sasori iba por los majestuosos pasillos de su hogar, completamente arreglado y aseado, camino a la alcoba de su prometido. Mientras se culpaba por dejarlo desprotegido y vulnerable. Y no dejaba de interrogarse de la razón no se había enterado de su situación.


Sin tocar, porque sus guardias le abrieron las puertas, entró a la alcoba del chanty, quien disfrutaba de un desayuno en su cama. Sasori trataba de mantenerlo lo más aislado posible. Al verse sólo tuvieron una pequeña conversación hasta que el azabache fue al grano: necesitaba ver su armamento disponible, haciendo que él le mostrara una de sus tenebrosas sonrisas.


El pelirrojo lo llevó sus bóvedas dónde resguardaba una muestra de todo su catálogo de armamento, explicándoselo con una pasión tal que le hizo entender porque parecía inherente a los intereses comunes. Desde sus espadas le mencionó desde sus mejoradas con técnicas japonesas hasta sus nuevos cañones de bolsillo; sus escudos hechos con piel de extintos dragones hasta sus barcos de acero naval con docenas de cañones. Podía pasar el fin del mundo y aun así podría sobrevivir con todo lo que tenía ahí.


 


—¿Qué armas deseas que te dé? —interrogó Sasori jactancioso al finalizar su presentación.


—Quiero dos de cada uno. Pero sobre todo dos armaduras de esas que son más fuertes que el grafeno. Y… —se detuvo un momento para no querer sonar mandón. —¿crees poder? —mostrándole una otra sonrisa.


—Para ti lo que ordenes.


—¿Tendrás algún barco que nos pueda llevar a India lo más pronto posible? —y el pelirrojo tomó su barbilla y le besó.


—No tienes de que preocuparte, yo te ofreceré lo que quieras y hasta más. —y mantuvo una pausa. —Estoy dispuesto a darte algo mejor.


 


Lo llevó de la mano a una sección escondida, en la parte de atrás de unas simples cortinas de cuero en las que se escondían unos extraños tanques de ruedas gruesas y ásperas que tenía una extraña maquinaria en las que no se veía dónde se amarrarían los caballos.


 


—Utilizan carbón. —dedujo el azabache inspeccionando los engranes, imaginándolo como un tren libre de vías.


—No, aceite de roca. —y Sasuke se giró hacia él con asombro. —Es una sustancia creada de los cuerpos de animales muertos hace… —pero antes de pudiera terminar, Sasuke le detuvo.


—Sabes que está prohibido.


—No hay ley que lo diga. Desde que oí la enorme energía que liberaba desde tan poco no pude evitar investigar más del petróleo.


—Lo sé, yo también oí del petróleo, así como también sé que es prohibido desde antes del cataclismo.


—Esas tontas leyendas no son reales.


—Pero por algo las inventaron.


—Nadie puede castigarme por usarla a mi antojo.


 


Entonces Sasori descubrió unos extraños y enormes aparatos que apenas eran elevados por un par de pequeñas ruedas, extremidades planas a cada lado y con aspas similares a las de los barcos en cada una de ellas. Sasuke se acercó curioso al no comprender el aparato hecho de acero y lo recorrió con la mano viendo lo alto que era, para después hacer girar una de las aspas con sus dedos.  


 


—Esta es mi pièce de résistance: Mi máquina voladora. —comentó con orgullo. Sasuke, estando de espaldas a él, no pudo evitar mostrar preocupación en su rostro.


 


Desde que el último dragón había muerto a manos de los humanos, se había perdido el derecho a tocar el cielo. “O si no terribles cosas se desatarían”. No por nada cada que alguien lo intentaba, estos morían. Él conocía a Sasori y no importando que él se negara Sasori le respondiera él le responderías con: “eran tonterías”.


 


—Esto nos dará ventaja sobre toda la guerra. —mencionó el de ojos cafés al terminar la explicación de su funcionamiento, la cual fue ignorada por completo por el otro.


 


Pero a Sasuke no le importaba su vida más allá de lo que pudieran ofrecerle para sobrevivir en esos tiempos inciertos. Por lo que en lugar de advertirle, se giró para verle con una sonrisa complaciente, de esas que tanto añoraba el pelirrojo, quien reconoció su falso semblante. El pelirrojo tomó con cuidado su barbilla para cruzar sus miradas.


 


—Nunca más volverás a estar solo. —sentenció antes de besarle a la fuerza.


 


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Los baños de cada habitación eran tan grandes como la misma. Con lujos, bañeras que podían compararse con albercas y con agua caliente que hacía que todo se asemejara a un sauna. Naruto fue frente al espejo completamente desnudo y solo, de su marcado cuerpo circulaban aun gotas de agua. Al quererse ver tuvo que limpiar con su mano el vaho. Por unos momentos se observó y extrañó la compañía de Sasuke. Desde que Sasori había ordenado que él estuviera vigilado, excluyendo en la ausencia de este, hizo que él y el de ojos negros no tuvieran privacidad. Y como no, si desde lejos se notaban los celos de Sasori porque este no hubiera rescatado a Sasuke. Para Sasori no hubiera sido problema si lo hubiera hecho otra persona, pero había sido Naruto el salvador del día, clavando una espina en el orgullo del mercenario.


Naruto tomó uno de sus mechones rubios de su frente, todavía mojados, y lo jaló. Ya tenía el cabello muy largo para su gusto. Entonces comenzó a buscar unas tijeras entre los utensilios de higiene.


 


—¿Buscabas esto? —cuestionó Sasori entre el vapor con una bata purpura desde su lado izquierdo entregándole las tijeras por el filo. Naruto sólo se sorprendió un poco. No había sentido su presencia y sintió nerviosismo por que pudiera ver su tatuaje.


—Gracias. —las aceptó con cuidado de no levantar mucho el brazo y comenzó a cortar su cabello. —Disculpa, como no nos han presentado, no sé tu nombre.


—Sasori. —y el susodicho extendió su mano derecha para estrecharla, pero Naruto lo ignoró para no mostrar su brazo, ofendiendo al anfitrión, quien la volvió a poner en su espalda. Sasori lo observó, envidiando que fuera mucho más alto que él.


—Mucho gusto, yo soy Naruto. —desde que había negado las ordenes de su emperador de no rescatar a Sasuke, había adoptado su nombre original.


—Creí que tu nombre era Tulio.


—Pues ya no lo es. —contestó con simpleza mientras se concentraba en el espejo por su cabello.


—Por lo visto Ónix no te habla de mí. —supuso el pelirrojo porque no sabía su nombre. Pero es que Naruto no quería pronunciar su nombre. —Aunque él sí me ha hablado de ti. Me cuenta todo lo que le sucede. Siempre estamos en contacto. —aunque por el tono en que pronunció la última parte, sonaba con doble sentido.


—Me ha hablado de ti, te reconozco, pero soy malo con los nombres. —se justificó. Entonces hubo un silencio largo e incómodo mostrando la falta de interés de entablar amistad entre ellos.


—Muchas gracias por traerlo hasta mi sano y salvo. —dijo Sasori finalmente. A pesar de todo, se lo debía.


—De qué. Para mí no hay ningún problema. Él me ha salvado en muchas ocasiones. —y el rubio observó su barbilla, también le hacía falta una rasurada, y sin pedirlo Sasori le acercó una hoja afilada para que se aliñara.


—Ónix—y el pelirrojo dudó en lo que iba a preguntar, temiendo mostrarse débil. —, ¿qué es para ti? —y Naruto rió comprendiendo a dónde iba el punto.


—¿De verdad… —y soltó otra risa incrédula, aunque tan falsa que ni el otro lo persibió.—… ¿de verdad crees que quiero algo con él? —pero Sasori continuaba mirándole con seriedad. —Tranquilo, él es sólo un buen amigo. Además, él ya me ha dicho que me ve como a un hermano. —contestó con cinismo.


 


Sasori también rió para calmarse, pero también para darle la razón, aunque no lo sintiera. Eran enemigos y ambos lo sabían, aunque sabían que debían disimular frente al otro por considerar al idiota al contrario. Ambos no dejarían pasar acciones contrarias y menos dejarse hundir.


 


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Una mujer pelirroja iba corriendo espantada por la orilla de la playa mientras cargaba a su bebé que lloraba desconsoladamente. El viento frío golpeó sus pulmones y el cielo gris tronaba amenazando con llover. Detrás de ella iba una horda de hombres sin consciencia. Apenas había logrado escapar de su casa de verano, dando por perdidos a su esposo y su hijo mayor, quienes habían sido atacados por estas bestias, sólo para ver que después de colapsar se volvían uno de ellos.


No sabía a donde ir. Ya se estaba cansando y ellos no parecían ceder, por lo que optó por ir hacia el mar. Avanzó entre las olas a pesar del dolor que tenía en su pierna por cortarse con cristales, y sólo cuando tuvo el agua hasta su cintura volteó. Con esperanza sonrió aliviada. Esas cosas no sabían nadar y se quedaban observándoles desde la orilla.


Feliz vio a su bebé y lo arrulló tratando calmarlo. Se habían salvado. Tendría que permanecer a esa distancia de la orilla, pero podría caminar hasta el muelle a pedir ayuda. Entonces, ya estando más tranquila, sintió como su brazo le comenzaba a arder. Se asustó al ver la sangre, temiendo que fuera alguna mordida de los inconscientes. Y con el propio mar se lavó, confirmando sus temores: la habían mordido. Se convertiría en uno de ellos. Y comenzó a llorar mientras seguía cantando para su bebé que comenzaba a dormirse.


Ella caminó en el mar, arrullando a su bebé, con el único fin de encontrar a alguien a quién dejárselo.


 


—¡Ustedes ya déjennos en paz! —les gritó al momento de distinguir el faro.


 


Las bestias la habían estado siguiendo como buitres. Pero ella se desconcertó al ver que las pocas casas estaban en llamas además de distinguir a otras bestias deambular por el lugar. Mas esto no la detuvo y continuó su camino al siguiente pueblo. Lamentablemente estaba demasiado lejos.


A las dos horas ella alimentaba a su bebé con el biberón que le estaba preparando antes de que irrumpieran en su casa, viendo con amor esos ojos caoba de su esposo. Soltó una sonrisa al escuchar el eructo del pequeño. Vio al horizonte, ni siquiera alcanzaba a ver algún faro o casa en la lejanía. Ella ya tenía escalofríos, había empezado a sudar frío y le estaba costando respirar, además de ya estar pálida. Su mirada fue a sus buitres, quienes aún seguían ahí. Estaban atrapados y sentía que no lograría llegar. Volvió su mirada a su bebé que le admiraba con ojos de amor.


Ella soltó el biberón en el mar, dejándolo ir con la marea. Acomodó a su bebé y volvió a mecerlo para arrullarlo con una nana, mientras ella seguía caminando. Cuando el bebé se durmió, ella se detuvo para darle un beso de dulces sueños. Y volvió ver su situación: desolada con los monstruos.


Comenzó a gimotear en silencio desesperada y continuó su camino al interior del mar.


 


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Sasori iba a la habitación de su prometido acompañando con la seguridad de unas sirvientas, pero se desconcertó cuando vio la alcoba está vacía. No había tomado la cena en su alcoba como lo había ordenado, el otro había decidido ir al comedor principal con sus invitados. El mercenario fue a buscarlo para observarlo a escondidas pues en todo su palacio había paredes falsas. Vio cómo tomaba con delicadeza sus alimentos y sonreía para sus aliados. Todo normal. Mas en un tropiezo notó como sonrió, pero algo se veía distinto en su mirada, por lo que decide observarlos a detalle incluso cuando hacen sobremesa con su vino. Cuando son los únicos en el comedor ellos se dan cuenta que era hora de ir a descansar y se van juntos a sus alcobas. Sasuke y Naruto se despidieron de Basted con simpleza.


Al dar la vuelta por el pasillo se tomaron de la mano y van en silencio por un pasillo solitario hasta que llegan a la intersección que los separa de sus habitaciones. Ahí no hay nadie más que las antorchas que los iluminaban. En el silencio absoluto se observaron por largos instantes, deseando decirse algo que no fuera un “buenas noches”. Naruto acarició el brazo del otro, para después jalarlo.


 


Démonos placer. —declaró Naruto en hindi que, aunque no fuera entendido por el pelirrojo, con la mirada pícara que otorgaba pudo entenderlo.


 


Sasuke no era idiota, jamás hubiera arriesgado la misión de forma tan descarada como aceptando hacer el amor en líneas enemigas, ni siquiera por un simple rose de sus labios que a cada sonrisa furtiva de su amado, que no hacía más que encenderle por dentro. Pero con la seguridad de que nadie les vigilaba, mostró hubo un gesto, uno tan natural e instintivo, que hizo que todo el plan se viniera abajo: le respondió con una sonrisa apenas definida, pero con una mirada cargada de deseo.


Un sabor amargo viajó desde la boca del estómago de Sasori hasta su garganta, haciéndole tragar grueso. Mil infiernos calentaron su cuerpo y mente. Era tan equiparable su odio a la traición y al engaño que arañó la pared con la que se escondía con tal fuerza que sentía que podría dejar su marca. 

Notas finales:

Quedan pocos instantes para escoger,

¿Ya tienes tu apuesta?

Podrás ganar fortuna,

Pero perderlo todo al final de todo.

Una mano muñina se acerca,

¿Estás seguro?

 

 

Buenos días, tarde, noches o lo que se anteoje ;*

Atte. La MueRtHeSitHa ^^*


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