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Dark Horse por LaMueRtHeSitHa

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Notas del capitulo:

ADVERTENCIA


El siguiente capítulo se encuentre en la misma linea de tiempo, pero en diferente tramo.

Dark Horse


 


“No en nuestro descanso en el Nirvana”


Por LaMueRtHeSitHa


 


 


 


 


 


—Sasuke-niisan… Sasuke-niisan… ¡Ya está listo el desayuno! —dijo un pequeño Naruto de 5 años, con marcas gatunas sobre sus mejillas rosadas.


—5 minutos más… —pidió apenas entendible un Sasuke de 7 años mientras se cubría del sol con una sábana.


—No. Ya mi mamá y tu mamá nos están esperando. —forcejeó Naruto por quitarle la sábana, pero de golpe fue atrapado con la misma por Sasuke, quien le hacía cosquillas.


—Muy bien, ya me levante.


 


Naruto se revolvió entre las telas y sedas buscando salir. Nada fácil sobre almohadones de plumas que la hacían de cama.


Sintió el exceso de luz del sol que entraba por el balcón. El lugar olía a vainilla y muy en el fondo el olor del desayuno se colaba. Una gran habitación anaranjada llena de juguetes y con uno que otro peluche perdido en el suelo.


Sasuke casi siempre era el último niño en levantarse. Aunque esto era porque se quedaba estudiando hasta tarde a escondidas. Todo con tal de ser el primero de la clase.


El de cabellos oscuros se sentó frente al espejo y Naruto empezó a envolver su cabeza para hacerle el turbante. Y al acabar, Sasuke se volteó y metió un mechón fugitivo en el turbante de Naruto, no debían mostrar sus cabelleras. Ambos con chalecos rojos con bordados color arena, y sus pantalones de lino frescos, abombachados para su comodidad. Todos los niños debían vestir de la misma manera, para no mostrar ninguna preferencia. Aunque lo único para diferenciar unos niños de otros eran ciertos accesorios de oro. Naruto tenía su tobillera de oro y Sasuke su pendiente del mismo metal. Esto para identificarlos con los otros que habían nacido en su mismo año.


Se colocaron sus zapatillas rojas y se encaminaron al comedor a toda velocidad atravesando los jardines donde se paseaban los pavorreales y una elefanta madre bañaba a su pequeño en el lago artificial. Aunque no había necesidad de tanta prisa, pues no era él día en que su padre, el Majarash de toda India, debía acompañarlos en la comida.


Aunque Naruto sabía que a pesar de que Sasuke no era el más grande de entre los demás niños o el más fuerte, el Rajá lo estimaba mucho. Y recordó ese día. Él estaba practicando el abecedario cuando le dijeron que el Rajá estaba probando la lectura de unos niños. Todos se levantaron a curiosear, era raro que el Majarash desatendiera los asuntos reales por cualquier cosa. Entraron apresurados, pero con el mayor silencio posible. Entre todos se peleaban por ver al Rajá desde distancia. El único que se peleaba por ver a Sasuke era Naruto. Desde su lugar le mandaba ánimos a Sasuke, sabía cuán importante era esto para el azabache y más con Rajá enfrente.


Había llegado el turno de Sasuke, quien lo hizo con perfecta dicción y sin titubear. Esto sorprendió al Majarash y mandó a que leyera otro texto, que al igual que al anterior, lo leyó a la perfección. Pidió otro texto y otro, hasta que puso su prueba final.


 


—Quiero que le traigan el Mahábharata, no importa que tomo. —pidió a uno de sus ayudantes. —Considerado casi un tesoro, uno de los tomo del Mahábharata fue llevado al de cabellos negros junto con un guardia. El ayudante abrió el gran libro con delicadeza en una página aleatoria. Sasuke no se atrevió ni a tocarlo. —Comienza. —ordenó el Majarash. Tanto silencio había en el lugar que hasta su voz logró hacer eco. Sasuke tragó saliva, soltó un suspiro para sacar los nervios.


—El no causar mal con violencia es la regla más importante que lleva a la felicidad. Quien quiere alcanzar el bienestar debe evitar…— el Rajá escuchaba atento mientras un sirviente le abanicaba. —…Así como las estrellas están expuestas a la influencia de los planetas, así mismo el mundo interior es influenciado por sus indriyas…—un niño estuvo a punto de estornudar, pero Naruto colocó su dedo en su nariz, asustándole el estornudo. —…Hay que vencer el enojo con el perdón; al impío hay que conquistarlo con la bondad; al avaro hay que educarlo con la generosidad; y a la mentira hay que vencerla con la verdad… —En un momento una gota de sudor recorrió la espalda de Sasuke. —… Conóceme cual soy ¡Soy la verdad! Agua, tierra, llama, aire, éter, vida, mente, individualidad, esos ocho forman mi espectro actual y están suspendidos en mí, como cuelgan las perlas de su hilo. —Finalizó. Hubo un silencio profundo en espera de palabras del Rajá.


—Muy bien. —dijo el Majarash.


 


Al unisonó todos los niños pequeños gritaron vitoreando a Sasuke. Otros más grandes junto con los ayudantes del Rajá sólo se limitaron a aplaudir. Entre toda la euforia Naruto pudo ver como el Rajá le dedicaba unas palabras en privado al azabache. Pero abrió los ojos como platos cuando el mayor le daba una palmada en la espalda al menor. Sasuke había superado por mucho a otras generaciones superiores.


Devuelta a la carrera por ver quién llegaba primero a la mesa. El rubio y el de ojos negros pasaron con rapidez a tomar su asiento junto a sus madres. Ambos frenaron con el piso liso. El mayor lo había hecho justo a tiempo para quedar justo en su lugar, mientras que el pequeño sólo derrapó y terminó en el piso. Su madre, Kushina, sólo giró a verlo sorprendida.


 


—¡Naruto!—le regañó su madre.


 


El aludido sólo le sonrió y se sentó a prisa. Siempre había un gran revuelo en la primera comida. Otras madres conversaban, niños reían y un bebé al fondo lloraba.


 


—¡Naruto! ¿Qué te he dicho de comer con la boca llena? —volvió a regañarlo.


—Quej-ej fe mafaa heducazioon hablag kon labo-ka llenah—dijo Naruto. A lo que Kushina sólo se limitó a echarle una mirada de furia y el pequeño sólo tragó. —Perdón.


 


Kushina era una mujer con un fuerte temperamento. Aunque se justificaba con su belleza extranjera: brillante y larguísimo cabello rojo; e inusuales, pero hermosísimos ojos gris-violeta. Procedente de las tierras de los Fenicios.


La pelirroja volvió a su plática con Mikoto, quien rió con dulzura.


Mikoto era igual, extranjera. Proveniente de las tierras ocultas de Asia. Con una piel tan suave que de lejos pareciera de porcelana y que hacía contraste con sus cabellos negros y sedosos. De ella había heredado su apariencia Sasuke. La belleza de Mikoto se complementaba con su elegancia. Ellas, junto con otra chica de ojos verdes, eran consideradas las joyas del palacio. “El rubí, la esmeralda y la perla”.


Tenían ellos, junto con las otras 14 esposas de Rajá y sus hijos, una vida tranquila dentro del palacio. Dentro nunca sufrieron hambre ni frío.


Naruto y Sasuke eran muy amigos por la unión de sus madres. A Naruto le gustaba como Mikoto le cantaba las nanas, pero amaba las historias que le contaba de dragones del oriente. Mientras que Sasuke le gustaba como Kushina le ayudaba con la lectura, pero amó cuando por primera vez le enseño el alfabeto.


 


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La mañana del 23 de julio, Sasuke por primera vez se despertó temprano. Tanto, que incluso el cielo aún se veía color índigo. Aunque con una sorpresa que no específicamente era un regalo de cumpleaños. Naruto no estaba al lado de él. Por la oscuridad él no podría haber ido al baño solo. Sasuke tuvo un mal presentimiento.


En ese preciso momento, en un oscuro pasillo, un Naruto aterrado caminaba con miedo con la compañía de la ligera la luz de una lámpara de aceite pequeña. Se asustó cuando escuchó un chillido proveniente de una rata que paso corriendo a lado de él. Pero lo que realmente lo espantó fue cuando sintió algo en su hombro: Una arañita. Y del brinco que dio su lámpara se apagó y quedó en tinieblas. 


Durante todo el día hubo guardias por todo el palacio y a sus alrededores buscándolo. Las madres buscaban por los jardines y niños buscaban por escondites donde solían jugar. Mientras que nuestro pequeño rubio estaba dormido sobre un costal de papas.


Sasuke buscaba el doble que los demás niños y Kushina buscaba el triple que las demás madres. Debajo de cada almohadón bordado, detrás de cada cortina, dentro de cada arbusto, jarrón y cesta. Pero no había ni rastro del rubio. Mientras que este, ya un poco cansado, lleno de polvo y sudor, empujaba cajas pesadas.


Ya el sol se había ocultado. Muchos niños durmieron con sus madres por órdenes del Rajá. Kushina era un mar de lágrimas y Mikoto la consolaba. 


A mitad de la noche Sasuke se despertó incómodo. No le gustaba dormir a lado de su madre, ya se había acostumbrado a dormir junto a Naruto, aunque se moviera mucho e incluso a veces le diera una patada. Como un sonámbulo fue a su habitación y se desplomó sobre los almohadones. Giró hacia al lado de Naruto y respiró su aroma impregnado. De repente sintió como algo se movía. Asustado se sentó y quitó la sábana ¡Naruto dormía a su lado!


 


—¿¡Dobe, qué haces aquí!? —dijo meciéndolo tratando de despertarlo.


—Durmiendo… —contestó Naruto sin abrir sus ojos.


—¡Eso ya lo sé! ¿¡Dónde te habías metido!?


—Estaba buscando tu regalo de cumpleaños. —y notó que Naruto estaba en forma de ovillo como si protegiera algo.


—¿Y qué es? —Naruto, aun con los ojos cerrados, se sentó y extendió sus manos. En ellas un tomate pequeño que apenas si era del tamaño de su puño.


 


Entonces recordó que le habían dicho los sirvientes que no habría tomates en una temporada por un diluvio que había arruinado los cultivos. Aunque esto era mentira, pero ellos no lo sabían.


Naruto se había metido hasta el último rincón de la última bodega buscando los tomates, hasta que halló una caja con unos cuantos. Todos eran merma. Casi todos estaban podridos a excepción de uno que todavía no estaba lo suficientemente rojo. Lo lavó con toda la delicadeza del mundo para no arruinarlo.


Quería entregárselo de una vez a Sasuke, pero estaba muy cansado y exhausto. Además, su madre lo regañaría por no haber estado en el desayuno, el almuerzo, la comida, la merienda y la cena. Pero se había alimentado muy bien con una dotación de galletas fritas en azúcar.  Entonces lo que decidió fue esperarlo en la alcoba y cayó muerto.


 


—Feliz Cumpleaños, Sasuke —congratuló con una sonrisa, tratando de abrir lo más que podía sus ojos. Sasuke no sabía cómo responder. Por lo que tomó el tomate y abrazo a Naruto. Tanto con felicidad como de alivio.


—Muchas Gracias, Naruto


 


Naruto amó la calidez de ese abrazo y le respondió apretándolo más. Se escuchaban los grillos a lo lejos, como si nunca hubiera pasado todo aquel alboroto.


Al separarse Naruto fue el sorprendido. Sasuke le había dado un casto beso en sus labios. El rubio tenía las mejillas sonrojadas por el acto, pero el azabache apenas lo notó por la tenue luz de luna.


Ambos durmieron después de ello. Sasuke sólo pensaba en que regalo le daría a Naruto en su cumpleaños número seis. Planeaba pedir un gran pastel, algún juguete especial o tal vez un fuego especial llamado “pirotecnia”.


El Rajá le había dicho que podía pedir lo que quisiera, una sola cosa, pero la que quisiera. No le importaba que su único deseo, otorgado por su padre, fuera gastado en Naruto.


Lamentablemente ese día nunca llego.


 


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Los niños corrían de un jardín a otro en su receso previo a la merienda. Sasuke casi estaba a la cabeza, pero apareció su madre. Él al instante frenó para no chocar. Cuando logró estabilizarse se puso en posición de firmes, mientras todos los demás siguieron corriendo.


 


—Sasuke, tomaremos el té en el jardín del tigre.


—Sí, madre.


 


La elegante mujer caminó y el hijo le siguió sin oponerse. Sasuke siempre obedecía y respetaba bastante a su madre. Nunca rechazó órdenes de ella. Ni aunque a Sasuke no le agradara el té, pero que empezó a tomarle gusto por ella.


Las flores estaban preciosas, los árboles verdes a más no poder. Algunas mariposas pululaban en los arbustos y los pájaros trinaban, incluso el aire sabía a vainilla. Mikoto disfrutaba esos días, pero temía que no durarían para siempre.


 


—Sasuke, si pudieras irte de aquí ¿A dónde te gustaría ir?


—Me gusta aquí, Madre, no hay otro lugar que me guste más. —contestó sin pensarlo


—Entonces cambio mi pregunta. Si DEBIERAS irte de aquí ¿A dónde irías?  —Sasuke sintió algo inquietante en la voz de ella.


—¿A qué te refieres, madre?—dejó su taza en la mesa.


—Sasuke, no te alteres con lo que te voy a decir: Una guerra se aproxima. —y aunque el cuerpo de Sasuke no se inmutó, en sus ojos se veía su miedo.


 


El país desde hacía un año que había sido invadido. Casi la mitad de los pueblos pequeños habían sido conquistados. Desde hacía seis meses ya habían invadido dos de sus tres principales puertos. No faltaba mucho para que llegaran a la capital y por el mismo lugar al palacio. Esa era la verdadera razón porque no hubiera tomates.


Ella ya había hablado de la invasión con Kushina, pero ahora quería preparar a su hijo por cualquier cosa que pasara. Para hacerlo consiente de la situación.


 


—Es sólo una suposición Sasuke. Cualquier cosa puede pasar…


—No sé. —interrumpió apenas audible Sasuke


—¿Perdón?


—No sabría a donde ir. Ni si quiera sabría qué hacer. —Sasuke era maduro para su edad, pero aun así era sólo un niño.


—Esas personas son despiadadas. Haría cosas que ni tú puedes imaginar. Pero a nosotros —refiriéndose a la familia, al Majarash con toda su parentela—nos esperan las peores cosas. —Kushina sabía muy bien que era ser perseguido, cazado. —Llevar su sangre conlleva su peso.


 


Peso que cayó de lleno sobre el estómago del pequeño. Junto con un hueco en su corazón y un nudo en su garganta. Durante el resto del día casi no pudo dejar de pensar en el asunto.


 


—¿Está quemado tu empanizado? —le sacó de sus pensamiento el rubio


—¿Qué?—dijo Sasuke distraído


—Que si está quemado tu empanizado del otro lado, o ¿Por qué casi no lo tocas?—dijo Naruto tratando de verlo a los ojos.


—No. Es que no tengo mucha hambre.


—¿Qué tienes? ¿Te sientes malito? —Sasuke sólo trataba de no hablar. Entonces Naruto lo tomó del brazo— ¿Pasa algo?—Sasuke no podía más.


—No, nada. Es sólo eso, no tengo hambre. Si quieres, cométela, yo no la quiero.


—¿Lo dices en serio? ¡Gracias! —Sasuke lo pasó al plato de Naruto y lo dejó con una sonrisa en el rostro.


 


Se retiró de la mesa, no se presentó a las demás y hasta se acostó temprano. La luna caminó una par de veces y Sasuke por fin pudo dormir plácidamente. Las semanas pasaron y el de ojos oscuros ya hasta lo había olvidado. Hasta esa madrugada.


Los grillos tocaban sus violines. La noche refrescaba. Los querubines soñaban en algodón de azúcar. Entonces un gran retumbo los hizo despertar. Al segundo retumbo algunos gritaron y otros fueron al balcón a ver lo que pasaba.


Desde ahí se podían ver los jardines y los muros del palacio. Más al fondo la ciudad y más allá las murallas que protegían la capital. Se podía ver un gran alboroto a las afueras de la muralla. Se podía ver un puesto de vigilancia que se incendiaba. Pero sólo era un pequeño punto a la distancia.


Naruto veía el fuego y no sabía qué era lo que pasaba, pero al escuchar a otros niños llorar y con el desconcierto sentía que lloraría él también en cualquier momento.


Sasuke no quería creer lo que veía. No quería creer que YA estuviera pasando. Su corazón latía tan rápido que pareciera que se le saldría del pecho.


Otro estallido, pero este mucho más fuerte. La muralla colapso. Era impresiónate como siendo una muralla tan fuerte y alta se desmoronara como si fuese de arena.


El rostro de Sasuke mostro terror. No quiso seguir viendo. Rápidamente se volteó y tomó la mano de Naruto para irse ambos con sus madres, quienes ya estaban en la puerta, cada una con un bolso con algo de ropa y joyería.


 


—Mikoto, tú ve a la cocina con los niños y recoge comida, yo me encargo de las cosas de ellos.


 


Mikoto asintió, tomó a Naruto en brazos y corrió junto con Sasuke. Niños lloraban, las otras madres entraban corriendo a buscarlos y fuera de la habitación se escuchaba el caos.


 


—Ropa interior, zapatos, pantalones, el felpudo de tigre de Naruto y el libro de cuentos de Sasuke. —se repetía Kushina para no olvidar nada. Sus manos temblaban y estaban frías como témpanos.


 


Recogido lo último, salió corriendo mientras cerraba la bolsa. Cada habitación que cruzaba se veía saqueada. Escuchó un jarrón romperse. En lugar de ir a la puerta trasera, se desvió a los aposentos del Rajá. Ella quería ver si él estaba bien.


No había ningún guardia. La puerta estaba ligeramente abierta. No tenía indicios de que hubiera sido forzada. Todo estaba en perfecto orden.


Entró para ver si lo encontraba. En una mesa estaba el gran zafiro que el Rajá siempre portaba en su turbante. Lo tomó entre manos y pudo notar una mancha roja en el suelo. Se puso blanca temiendo lo peor. La sangre llevaba hasta otra habitación. A un metro de cruzar se detuvo. No se atrevió a ver el estado del Rajá. Y se retiró en lágrimas. Su miedo la había salvado. Pues del otro lado estaba la asesina del Rajá junto con el cadáver. La traidora había sido la tercera joya del palacio.


Se limpió las lágrimas antes de llegar a la salida. Sirvientes salían con muebles y alfombras del lugar. Vio a Mikoto hablando con alguien en una carreta. Le decía que se dirigiera en dirección al último puerto que quedaba sin invadir. Mientras Kushina se agachó para abrazar a Naruto y tallarle la espalda en forma de alivio. Pensaba darle la joya a Naruto, pero él la perdería y entonces se la dio Sasuke


 


—Esto es algo muy valioso. Cuídalo muy bien. No dejes que nadie malo lo vea. No dejes que se te resbale, mejor guárdalo muy bien. No te separes de él. Cuídalo con todas tus fuerzas.


 


Dicho esto Kushina le dio la mano de Naruto. Sasuke escondió el zafiro en su ombligo sostenido por su faja y tomó la mano de Naruto.


Ya en el camino las madres comenzaron a quitarse todo lo de valor y a cubrir disimuladamente sus rostros. A los pequeños igual les quitaron sus prendas de oro. Debían ocultar todo lo que los relacionara con el palacio. Por fortuna no vieron el incendio causados por los invasores por su disturbio. Sólo alcanzaban a ver algunas luces fuertes que se colaban por las malezas y el humo en el cielo.


Esa noche murieron un poco más de tres cuartos de la descendencia del Rajá y también más de la mitad de la otra parte de la familia real. Los habían cazado como si fueran tigres, para quitarles la piel.


No fue un viaje corto, pero en ningún momento pararon. El caballo de la carreta se cansó y enseguida conseguían otro transporte, mula, camello, no importaba.  Alcanzaron a ver desde lejos el mar y su atardecer, y con ello a las cientos de personas que también huían. Mucha gente se aglutino en el puerto. Tuvieron que dejar la carreta y continuar a pie, pero apenas si se podía caminar entre tanta gente. 


Conforme más se acercaban al barco peor se ponía. En un momento Kushina tuvo que desviarle la vista a Naruto para que no viera a las personas que habían sido aplastadas. Sentían el calor sofocante de los cuerpos humanos, pero ya faltaba poco para subir al barco.


 


—¡NARUTO! ¡NARUTO! ¡TOMA MI MANO!—gritaba histérica Kushina cuando se le resbalo la mano del pequeño.


—¡MAMÁ! ¡MAMÁ!


—¡Yo iré por él! —exclamó Sasuke y al instante se agachó para avanzar mejor entre las personas.


—¡Los enemigos se acercan! ¡Pronto zarparemos! —gritó un marinero


 


Las personas se apresuraron más en subir. Por fortuna no aplastaron a Naruto. Pero por aprovecharse lo hacían ir hacia atrás. Cuando Sasuke por fin lo alcanzó, regresaron tan rápido como pudieron. Justo antes de subir al barco escucharon un cañón. Ya los habían alcanzado.


Los barcos después de ese no esperaron a llenarse y sólo zarparon. Vieron cómo se armaba el desconcierto. Se llegaba a escuchar uno que otro grito desgarrador. Y se veían las llamas invadiendo todo desde el barco.


Naruto se limpiaba sus lágrimas, tratando de recuperarse después de todo lo que había pasado. Aunque algo peor les aguardaba.


La mañana apenas se anunciaba y ya con algo de luz decidieron buscar a sus madres. En la parte de arriba del barco, donde estaban ellos, no estaban.


 


—Deben estar en la parte de abajo del barco. Luego las usan de bodegas, debieron haber metido personas ahí. —Fueron a buscar a un encargado que les ayudara a ir.


—Pero si las encuentran, ellas no podrán salir, deberán quedarse abajo con ellas. —les aclaró el marinero.


—¿Y por qué no pueden subir? —preguntó Naruto


—Porque si suben ellas, los demás también tendrían que subir y ya somos demasiados acá arriba.


—No importa, aun así queremos revisar. —dijo decidido Sasuke.


—Muy bien, si así lo quieren. —y de golpe abrió la puerta. Se sintió el vaho salir y la gente se cubría del sol, estaban casi en penumbras abajo.


—¡Mamá!... ¡Mamá!...—gritó Naruto, pero nadie respondió. Sasuke pensó que tal vez no los reconocían.


—¡Mikoto!... ¡Kushina!... —la gente les seguía observando con confusión, se veía el sudor en sus rostros. Pero ninguna de esas eran sus madres.


 


Sasuke tomó a Naruto de un brazo, pero este se puso firme negándose lo que pasaba. A lo que se puso insistente y lo jaló por los dos hombros hacia atrás. Entonces el marino volvió a cerrar la puerta.


Ellos se habían subido al barco equivocado.

Notas finales:

Indriyas: Son los órganos o sentidos sensoriales con que el hombre percibe el mundo, los cuales son 10: habla, prensión(la que se presenta en bebés), movimiento, reproducción, eliminación, audición, tacto, visión, gusto, olfato.

Mahabharata: Se suele traducir como "La gran historia del pueblo de India" Es el poema épico más largo de la historia, más aun que la biblia o todas las obras de Shakespeare.

 

Espero que le haya gustado ^^

 

Lo iba a subir hasta mañana, pero por ser mi cumple, me puse de buenas y he decidido subirlo hoy :3

 

¿Así les gusta de largo? xD ¿O más? O.o??

 

Les cambie la linea de tiempo al pasado, y posiblemente se los vuelva a cambiar un par de veces. ¿Les molesta esto? ¿Desean que se los avise con antelación o dejo que lo averiguen sol@s? ^^

 

Dejen reviews!!! :D 

Así me ayudan a mejorar :*

 

Les deseo un buen día o noche 

 

Besos,

LaMueRtHeSitHa ^^*

Please Be Cruel


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