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Dark Horse por LaMueRtHeSitHa

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Notas del capitulo:

El anime de Naruto junto con todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto

 

Diablito: Tipo de carretilla de carga

Diablito

 

Pita:  tipo de plan plano blando, levemente fermentado, de harina de trigo, de consumo en el mediterraneo oriental, especialmente en el cercano oriente, ocasionalmente cocido en las paredes del horno y que recuerda a la corteza de la pizza.(así o más copy paste xD)

Pita

 

 


Dark Horse


“Ni en nuestro escondite en la jungla”


 


Por LaMueRtHeSitHa


 


 


 


 


 


Sasuke y Naruto se abrazaban lo más fuerte que podían para mantener el calor durante la noche a la intemperie, hasta que fueron despertados por el temblor de haber llegado a tierra firme. Bajaron junto con los demás, caminaron por las orillas de la playa entre la bruma, pero no había otro barco más que el suyo.


 


—Señor ¿Dónde están los otros barcos? —preguntó Sasuke a uno de los marinos que estaba preparando su equipaje.


—No sé. —contestó secamente el hombre


—¿A dónde se dirigían los otros entonces?


—No sé. —respondió un poco fastidiado


—¿En donde…


—Ya cállate, mocoso.


 


El hombre, dicho esto, se giró y empujó a Sasuke, quien cayó de sentón manchándose con un charco. El pequeño rubio le ayudó a levantarse. El otro, indiferente, se marchó dándoles la espalda.


Mikoto ya le había dicho que afuera las personas no iban a ser tan amables, pero nunca le dijo que iban a ser tan hostiles.


Se fueron caminando toda la costa, pensando que se encontrarían con otro barco. Pero los kilómetros pasaban y no había nada más que agua salada, arena y la espesura de la jungla.


 


—Ne, Sasuke-niisan, ya estoy cansado.


—Pero hace poco nos detuvimos a descansar. Aguanta un poco más.


 


Y entonces se escuchó claramente el crujir del estómago de Naruto y poco después el de Sasuke.


¿Cuándo había sido la última vez que habían comido? ¿En el palacio? ¿En la carreta? ¿En el barco? Ya ni recordaba bien por el dolor de cabeza que también le estaba dando a Sasuke.


En lo que entraban en una curva, escucharon voces y algunas exclamaciones. Estaban cerca de un barco comerciante que estaba a punto de partir.


Sasuke sabía que llevarían algún cargamento de comida y si se escabullía podría conseguir algo. Aunque obviamente tendría que robarlo. No tenían dinero. Tenía el zafiro de Kushina, pero por nada del mundo lo gastaría. Bueno, a menos de que fuera una verdadera emergencia.


Dejó a Naruto escondido entre los arbustos. No se arriesgaría a que, si los atrapaban, se los llevaran a ambos.


 


—Pero nii-san, no me dejes.


—¿Tienes hambre?—y el ojiazul asintió aun con un puchero en su rostro. —Entonces debes dejar que me marche para volver con algo. Tú solo quédate aquí.


—Nii-san…


—Prometo que volveré. — Y el ojinegro le dio un beso en la mejilla para calmarlo. —Confía. —El rubio le soltó su mano y lo dejo ir.


 


Sasuke se fue acercando al barco, escondiéndose en la jungla. Veía a todos los hombres colocando grandes cajas en troncos para empujarlos al barco, otros contabilizando el cargamento, y sólo había un par de vigilantes. Aunque eso sí, con afiladas espadas.


Miró entre las cajas. Casi todas estaban completamente cerradas, tanto que ni se sabría que contendrían a menos que abriéndolas con un gancho. Sólo había una que tenía unas extrañas frutas redondas color rosado con espinas en la piel.


Cuando los dos guardias le dieron la espalda, él aprovechó y se colocó a la sombra de un cargamento y vigilando con cuidado de que no lo vieran.


 


—“¡Apúrense! ¡Hay que zarpar antes de medio día!”— gritó uno de los marinos. Pero esto no lo entendía el ojinegro, ya que era otro idioma.


 


Se voltearon de nuevo y avanzó hasta llegar a la caja de las frutas, que estaban muy apretadas entre los tablones de madera, incluso eran más grandes que los espacios que habían entre las tablas. Trataba de encontrar una fruta o un tablón que estuviera flojo. Forcejeó por tratar de que alguna cediera, pero nada. Entonces algo cayó justo al lado de sus pies. Una brillante espada, grande y pesada. Y se giró para huir y chocando con algo alto.


 


—“¿Qué tratas de hacer, niñato?” —con una voz profunda y áspera.


 


Eso no era un hombre. Tenía poco más de dos metros de altura, y su cabeza estaba pegada directo a sus hombros; el pecho y los brazos hinchados en músculos, la piel rosácea-morada, y dos pares de brazos en su largo torso.


Sasuke se agachó y pasó por debajo de ese gigante, huyendo sin mirar atrás.


El gigante se giró y lo vio, tomó de su espalda una jabalina y se preparó a apuntar. Entonces uno de los encargados del inventario le detuvo poniendo su mano sobre uno de sus brazos.


 


—“Déjalo. No creo que se atreva a regresar.”


 


El azabache corrió a todo pulmón al interior de la jungla, hasta esconderse detrás de un árbol a tomar aire. Había escuchado de criaturas parecidas al gigante por su madre, pero creyó que eran mentira, parte de una fantasía. Aunque ella nunca se refirió a sus relatos como cuentos ¿Y si todo lo que dijo era real?


Los dragones parecidos a reptiles, pero más grandes que elefantes y que escupían fuego; demonios parecidos a humanos con sus cuellos largos y flexibles cuyos ojos te volvían loco; aves que se incineraban solas y volvían a nacer; tigres azules de seis patas; y muchos más.


No sabía cómo era el mundo. Toda su vida había estado en el palacio y un poco en la selva de los alrededores.


¿Qué tan grande podía llegar a ser el mundo?


Sasuke regresó a donde había dejado al rubio. Pero Naruto volvió a darle otra sorpresa. No estaba donde lo dejó. Revisó de nuevo a ver si no se había confundido de lugar. No. La misma piedra, junto al mismo árbol que estaba frente a una palmera. Sasuke buscó entre los arbustos, detrás de palmeras, dentro de árboles huecos.


¿Y si algún animal se lo había devorado? O peor ¿Y si alguien había encontrado a Naruto y lo habían asesinado? Todo comenzó a dar vueltas en su cabeza. Por un segundo, sin su madre, Kushina, ni Naruto, el pelinegro se sintió completamente solo en el mundo. Tan solo que sintió como caía a un agujero negro que se tragaba hasta la luz.


 


—¿Nii-san? ¿Eres tú? —Sasuke siguió la voz y vio al de ojos azules bajo la sombra de una palma.


—¡Naruto! ¿Por qué te moviste de donde te deje? ¡Dobe! —y le abrazó fuertemente. Se había sentido tan solo en cuanto no lo encontraba.


—Nii… san… no respiro… —Sasuke le soltó y dio un gran respiro. ¡¿Qué pensaba su hermano?! Sólo se había movido unos cuantos metros.


—¿Por qué te moviste?


—Es que me picaban los mosquitos. Y entonces encontré árboles de plátano. —bueno, por lo menos ya no se morirían de hambre. Naruto le paso la penca que había bajado. —Y tú ¿Qué trajiste?—y el mayor soltó un gran suspiro.


—Fue un caso perdido. —declaró pelando la fruta.


—No te preocupes nii-san, hay suficientes árboles. —eclamó el pequeño muy sonriente y confiado.


—¿De qué árbol lo has cortado?


—De aquel. —y el de marquitas señaló una planta parecida a un palma, aunque algo alta para la altura de este. —Sasuke ¿Tienes sed?


—¡Claro! ¿Conseguiste también agua?—preguntó con entusiasmo


—No, pero conseguí cocos. —y enseguida le paso uno, un poco pesado y sin pelar. Pero el azabache lo vio con extrañeza.


—Esto no es un coco. —ya estaban acostumbrados a que se los sirvieran pelados y preparados.


—Sí, lo es. Hace rato vi a un mono golpeándolo muy fuerte con una roca y le quitó el cascaron duro que tiene. Por dentro esta la fruta. Yo no pude abrirla, pero tú si puedes nii-san


—¿Y de dónde sacaste los cocos? —interrogó dando un respiro entre tanto golpee al coco.


 


Y volvió a señalar en la misma dirección de los plátanos, pero más arriba. Sabía que Naruto era bueno escalando en los árboles del palacio, pero esa palmera pasaba los 7 metros.


Esa noche durmieron en la selva, y al estar el cielo despejado, parecía seguro.


 


—Pero nii-san debemos buscar a nuestras madres—reclamaba el pequeño mientras que el otro subía alimento a la cima de un árbol


—Ya casi es de noche y la selva es peligrosa en la obscuridad. De día ya veremos qué hacer, mientras ve a hacer del baño de una vez, que no bajaremos por nada.


—Pero… no tengo ganas…—decía mientras hacia un puchero


—¿O prefieres encontrarte con una serpiente en la noche? —ya Naruto ni se lo volvió a pensar y fue directo.


 


Sasuke se paseaba por las ramas de los árboles buscando lianas. Quería encontrar a su madre y a Kushina lo antes posible, pero no sabía dónde. Apenas si podría mantenerse él solo ahora debía también cuidar de Naruto. Sasuke debía madurar por dos.


Nunca podrían regresar a casa, ni a la tranquilidad que tenían. Adiós noches entre los almohadones, adiós los juegos en el jardín, adiós a los juegos con burbujas durante el baño. Aunque eso sí, no más dictados de las maestras, no más levantarse temprano, no más tener que comer las lentejas que le insistió comer su madre más de una vez en alguna ocasión, no más...


Entonces recordó la advertencia de su madre en la carreta: “Cuando nos instalemos en el primer lugar que encontremos, deberemos permanecer ocultos lo mayor posible. Al no encontrarnos en el palacio mandaran inmediatamente en nuestra búsqueda. Hasta que todo se calme podremos salir del escondite.”


Ellos no podrían salir entonces del bosque. Tendría que explicarle de la manera más sencilla a Naruto, quién lo más seguro se pondría de insistente con eso de salir de la jungla.


 


xXx Sasuke x Naruto Dark Horse Naruto x Sasuke xXx


 


—Que no—dijo por decima vez el rubio


—Que sí—dijo por onceaba vez el azabache


—¡Que no quiero!


—Naruto, tengo que amarrarte


—No voy a dormir cómodo. —discutían sobre que Naruto y él se amarraran con lianas para no caer mientras dormían. Pero el de ojos azules se negaba rotundamente. —Y las ramas son muy duras y pican…—le vio el de ojos negros cansado de tanta discusión— ¡Tengo una idea!—dijo con una sonrisa. El rubio se pasó por las ramas con la habilidad de un acróbata. Había ido por hojas tan grandes y largas como él y algunas otras de palma que alcanzó para colocarlas de cama.


—¿Ya vas a dejarte amarrar?


—No. Eso es para ti. Tú me abrazaras y así dormiré.


—¡No! Eso sí que no, dobe.


—Por favor nii-san. Sólo será esta noche. —le insistió el pequeñín. Pero el mayor ya no quería discutir, sólo quería dormir. Además Naruto le había hecho ojitos de borrego.


—Está bien. —cedió el ojinegro con una sonrisa robada y se sujetó al árbol.


 


La noche los cubrió y hablaban bajo para no atraer a algún animal. Aunque esto era un truco para que Naruto se durmiera pronto.


 


—Pero las encontraremos pronto. Te lo prometo. —decía nuevamente el rubio.


—Sí, dobe, lo que digas. —y lo volvió a abrazar para que se quedara quieto. —Naruto. Ya nada será como antes. —dijo con tono serio. —Aquí afuera las cosas son feas y con miedos.


—¿Miedos?—le sorprendió eso último, cuando se supone que el mayor no debía tener tantos miedos como él, que sólo le temía a la oscuridad. Pero es que aún no comprendía la magnitud de desafíos que vendrían. — Miedos no habrán. —y el menor se levantó con ímpetu. —Podemos con todo. Nada puede vencernos. Contra todo lucharemos. —decía mientras sostenía una rama usándola como espada luchando contra el aire. —Somos fuertes, pues somos hijos del gran rajá. Los grandes Mohammed Sasuke y Mohammed Naruto. —finalizó alzando su la rama hacia la luna.


 


Entonces Sasuke se dio cuenta un detalle: Naruto no tenía idea de por qué huían. Puesto que Kushina le había explicado toda la situación como si estuvieran jugando. Por un segundo trató de pensar en una manera simple y que no le entristeciera, pero que a la vez lo protegiera de sí mismos, de lo que eran. Debía prevenir que por error al rubio se le saliera decir que eran hijos del Majarash. Mas se le hizo más fácil mentirle.


 


—No.—dijo el mayor viendo el suelo.


—¿No qué?—y la sonrisa del menor había desaparecido


—No somos Mohammed


—¿Qué dices?


—Que nuestro padre no es el Majarash—dijo ya viéndole decidido a los ojos.


—Claro que sí


—¡No!—debía meterle muy bien esa idea a la cabeza, no importaba que le dijera. Y apretó las lianas entre sus manos.


—¿Entonces por qué vivíamos en el palacio?


—Nuestros padres eran sirvientes.


—Nuestros madres tenían sirvientas, nosotros también, nuestros… nuestros padres ¿Dónde estaban entonces? ¡No te entiendo nada!—se empezaba a complicar todo y Sasuke debía pensar rápido para que no se notara el engaño.


—Nuestros padres murieron y el rajá nos dejó vivir con él por eso. —Sasuke se empezó a desatar.


—Pero… ¡No!—Naruto no podía creer eso ¿O no quería creerlo? ¿Cómo iba ser que la persona que les daba todo NO era su padre?


—¿Era generoso? Sí. Pero no era nuestro padre. —y el de ojos oscuros dejó la liana y se empezó a acercar a Naruto. Debía, de todas maneras, ser difícil de aceptar esa mentira. Al estar frente a frente Sasuke sólo alzo sus brazos y el pequeño al instante le abrazo. Esta no era su intención. Y con una mano le tallaba la espalda mientras que con la otra le empezaba a desenrollar el turbante.


—Tan solo mírate. Tus ojos son azules y tu cabello es como el oro, casi blanco; y el de tu mamá es como la granada.


—Tu cabello es oscuro ¿Tú sí eres hijo del rajá?


—No. Mi madre lo tiene igual, y también tengo la piel clara como ella. La del rajá es como la arena. —el rubio se separó del otro y se quedó digiriendo todo. Sasuke tenía un punto a su favor: Nunca nadie les había dicho que le llamaran padre, solamente “Rajá” o “Majarash”.


—¿Y los demás? Nuestros demás herma…—Error. Ya no los podía llamar así. —Los otros niños ¿Eran hijos del rajá?—preguntó el rubio dándole la espalda, sentándose en la rama.


—No lo sé. —Sasuke no quería seguir mintiendo.


 


Naruto no tenía más preguntas y se quedó en silencio. Sasuke le iba a abrazar, pero prefirió darle su espacio. Y el volvió a amarrarse al árbol. A Naruto le había dolido lo dicho y parecía que más lo de su padre, pero no era así. Después de un rato comenzó a darle sueño y se sentó a lado del azabache que ya casi se había quedado dormido.


 


—Nii…—El rubio sintió una punzada en el pecho. Directo en el corazón, justo en el amor. Sasuke no era su hermano, aunque esta vez había sido por costumbre. —Sasuke.


—Hmm…— y el aludido se movió para desentumirse un poco.


—Si no eres mi hermano ¿Por qué no me decías nada de que te llamara “Nii-san”?—ya tenía un nudo en su garganta. Le dolía mucho el hecho de que Sasuke nunca hubiera sido su hermano.


—Porque ser hermanos no es algo que sea únicamente de la sangre.


—¿No?—y le tomó de sus manos.


—No. Nuestras madres se consideran hermanas ¿No lo sabías?—y el pequeño lo negó—Ellas dicen: La familia no solo es la estirpe, es quien tú decidas. —el mayor colocó su mano sobre el corazón del otro.


—Entonces ¿Puedes ser mi hermano mayor? —preguntó haciendo el mismo gesto y con una enorme ilusión en sus ojos.


—Siempre lo he sido y siempre lo seré.


 


El rubio le abrazó del cuello y se acomodó entre sus brazos. Entre sueños ellos seguían viviendo en el palacio junto con todos los fantasmas.


 


xXx Sasuke x Naruto Dark Horse Naruto x Sasuke xXx


 


Naruto y Sasuke admiraban la ciudad desde la cima de un árbol que todavía pertenecía a la jungla. La urbe estaba llena de edificios y casas altas de hasta cuatro pisos, todas marrones y a distintas alturas. Muchas personas transitaban como hormigas alrededor de un dulce: tupidas y rápidamente. Y eso que apenas eran las primeras horas de la mañana. Era tan grande como el palacio, pero tan complicado y revuelto que sentían que se perderían.


Ya habían pasado unas semanas desde que habían llegado a la jungla. Se habían tardado en ponerse de acuerdo en si salir de la zona segura y en qué dirección ir. Que si Naruto quería partir a buscar a sus madres o que si Sasuke quería permanecer más tiempo escondidos.


Pero Sasuke se entumía cada vez más en las noches y el otro ya se estaba hartando de comer nada más que fruta. Y ni hablar de los mosquitos.


Se pasearon entre los mercados viendo como la gente gritaba las ofertas y esquivando a las multitudes, chocando unos con otros con las manos llenas de mercancías. Había gente de todo tipo: desde el mendigo que suplicaba por una moneda hasta las señoras con collares de oro con guardias y hasta un sirviente aireándola. Aunque las ropas eran algo extrañas. Para ellos era como si hubieran agarrado grandes sabanas y sólo se las hubieran ajustado.


Pasaban entre los distintos puestos curioseando todo. Desde los de joyería, los vendedores de vasijas, pero cuando pasaron por uno de frutas el aroma les empalago. Las alfombras se veían tan cómodas, o por lo menos más que las hojas.


Entonces un delicioso aroma atrapó a Naruto, uno que hizo que se le hiciera agua la boca y le crujieran su estómago. Buscó el origen de tan apetecible olor. En el local había personas que comían desde un cuenco carnes revueltas con verduras, mientras que otros lo comían desde panes redondos y planos. Vio como era cocinada sobre carbón caliente la carne blanca desde unos pinchos. 


Hacia tanto que no comía carne que de forma inconsciente iba a tomar una de las varillas. Pero un hombre, de gran panza y negra barba con algunas canas, le pegó con una vara antes de que las tocara.


 


—¡Au!


—“Si quieres comer tendrás que pagar”—y el hombre le extendió la mano. El rubio no tenía ni la más remota idea de lo que le hablaba y sólo se le quedo viendo. —“Si no tienes dinero sal de aquí” —Pero el otro no se movió y el hombre volvió a alzar la vara. Fue en ese momento que Sasuke se puso frente a Naruto. Pero el hombre se detuvo al ver su mirada, tan dura y fría para un niño.


 


Se retiraron en silencio y Sasuke no le dio la espalda al hombre en ningún momento. Pero esto era por una buena razón, detrás de él llevaba escondidas unas pitas que había robado en lo que el hombre se había distraído con Naruto. Cuando ya habían pasado unos puestos el pelinegro le dio uno a Naruto.


 


—¿Los robaste? —Naruto se había detenido justo antes de darle un mordisco


—No tenemos dinero, no tuve de otra. —y sin más el azabache lo empezó a comer.


—Pero nii-san está mal. Nos van a castigar.


—¿Quién lo hará? Además, está mal cuando es por ser avaro. Tener hambre lo hace por necesidad.


—Hay que devolverlos. —seguía insistiendo.


—No creo que los quiera. Ya los mordimos. —y Sasuke señaló con su mirada la pita del rubio. El hambre había vencido a Naruto, pues sin darse cuenta ya le había dado una mordida.


—Diablos. —dijo para sí— Hay que conseguir dinero


—¿Y de dónde quieres que lo saque?


—Pues hay que ver cómo se consigue.


—¿No que querías buscarlas? —entonces Naruto vio su contradicción, pero su moral se lo impidió.


—Hay que pagar por el pan, nii-san.


 


Deambularon por el mercado, escuchaban el griterío. Darico era la moneda. Pero de ahí no entendían nada más. Entonces escucharon las risas de otros niños, quienes llevaban, cada quien, un diablito. Ellos llevaban el cargamento de quien se lo pidiera y al final conseguían dinero.


 


—No tenemos un diablito—le dijo Sasuke, aunque se le estaba metiendo la mala idea de tomarlo cuando no lo notaran.


—Pero somos dos. Entre ambos podemos ¿No lo crees?—y el rubio le sonrió dándole confianza.


—¡Sí!—dijo un Sasuke sonriente.


 


Vieron que los niños preferían ir con las mujeres que fueran solas. Les jalaban un poco la ropa para llamarles la atención y le hacían una seña con la mano formando una “L” en diagonal. Si decían que no, buscaban a alguien más, pero si aceptaba llevaban sus cosas hasta donde le dijeran y al final entregaba monedas. No era muy difícil.


Fueron con una señora con una canasta llena de berenjenas. A ella le había llamado la atención la blancura del mayor y al verlo sin diablito le iba a decir que no, pero al ver al de ojos azules, aceptó. La mujer no podía evitar ver los ojos del menor, nunca había visto unos ojos de ese color.


Después de ella no pararon en toda la tarde. Todas las mujeres no podían evitar sentir ternura por Sasuke, pero se encantaban con los ojos de Naruto. Con todas eran amables y sonrientes aunque les diera miedo, puesto que les había tocado una con cuernos torcidos y otra con un tercer ojo en el centro de su frente. Pero al contrario ellas se maravillaban con ellos. Incluso una le paso la mano sobre sus ojos pensando que Naruto estaba ciego. Las mujeres les hacían plática, pero ellos al no entender, sólo sonreían y asentían, y ellas ni en cuenta. Entre las multitudes Naruto buscaba a sus madres y a Sasuke sólo se le iba la esperanza por cada mujer que volteaba a verle.


Ya el sol se estaba poniendo, el flujo de gente había disminuido y varios puestos se empezaban a guardar. Habían conseguido un montón de monedas, mas no sabían cuánto valían.


 


—Hay que darle la mitad—dijo Naruto


—Es mucho


—Sera de mi mitad, la otra parte es toda tuya.


—Un tercio, el resto entre nosotros. —Eso ya incluiría al azabache, y puso tres monedas más de su parte sin que Naruto se diera. Muy por dentro se sentía culpable, pues el que había robado fue él.


 


El hombre ya había recogido las mesas y estaba secando unos bazos de cristal con un trapo, cuando escuchó que alguien entraba y se sorprendió al ver de nuevo al rubio. Recordó lo sucedido y lo estresado que estaba. La ira lo había dominado y se arrepentía de ello. Entonces vio como Naruto le dejaba unas monedas en la mesa. Eso alcanzaba para casi tres Kebads sencillos. Pero se confundió cuando vio que el pequeño se marchaba.


 


—“¡Niño! ¡Espera!”—cuando el rubio volteó el hombre le hizo seña de se sentara en uno de los bancos de la barra. Al obedecerle, el mayor prendió el carbón. El hombre no entendía los actos de Naruto y lo tomó como un acto de generosidad, lo que hizo que se le ablandara el corazón.


 


Sasuke se empezó a preocupar. El otro sólo debía entregar el dinero y regresar sin más. Encima ya era de noche y debían buscar donde dormirían. Fue hasta las puertas del local y abrió levemente. Pero la puerta al rechinar llamó la atención de los otros y se volvió a esconder. Pero el hombre también lo reconoció.


 


—“¿El otro niño viene contigo?—pero Naruto sólo le veía sin responderle. —“Niño ¿No me entiendes o eres sordo?”—dijo el hombre haciendo un gesto con su mano semejando a una boca y con la otra jalo su oreja. Y Naruto sólo alzó sus hombros en confusión. —“¿O es que sólo eres tonto?”—y lo intento por última vez. —“Tú”—y lo señalo con un dedo—“Y él”—señalo con el dedo de la otra mano la puerta—“¿Venís juntos?”—y junto ambos. Naruto asintió. “¡Por fin!” pensó el hombre —“Dile que venga” —a la vez que le decía con señas.


—¡Sasuke!—y el aludido metió la cabeza para ver a su hermanito incitándolo a que entrara con la mano. El ojinegro entró con desconfianza, pero la sonrisa del rubio le daba confianza y rápidamente se sentó a su lado nervioso.


 


Mientras el hombre preparaba el pan y giraba los pinchos veía a detalle a los niños. Tenían la piel muy pálida, pensó que por el hambre. Aunque se le hicieron raras sus ropas. Parecían de telas finas, pero al estar tan sucias e incluso un poco rasgadas no lograba reconocerlas.


Al estar listas las puso en platos y se las puso enfrente de ellos. Las pupilas de ambos se dilataron por lo delicioso que se veían y olían, incluso salía el vapor.


 


—“Salen dos kebads especiales con extra carne”—dijo el hombre con una gran sonrisa. La mitad de uno de ellos costaba lo que Naruto había dejado en la mesa, pero eso no le importaba.


—¡Shukhriya!—“Gracias” dijeron al unísono los infantes. Con esa palabra el hombre pudo comprender todo: Desde porque vestían extraño hasta porque el de ojos azules no le entendiera.


—¿Hablan hindi? ¿Vienen de la India?—ambos asintieron devorando el platillo.


—¿Usted también habla hindi?—dijo Naruto


—Sólo de oído por ser comerciante. ¿Vienen huyendo?


—Sí—respondió Sasuke. Después de la invasión habían llegado muchos buscando refugio. — ¿Podría decirnos en qué país estamos?


—En Persia


—¿Qué tan lejos estamos de la India?—pregunto el ojiazul con un trozo de carne blanca colgando de su labio.


—Mucho muy lejos. A un país de distancia ¿Están solos?


—Sí—dijo con pesar el rubio. Ya se habían enterado del destino de su familia por medio de otros inmigrantes a los que sí habían logrado entenderles, y recordó ese terrible día, mientras Sasuke le contó al hombre brevemente su viaje a partir de lo del barco.


—“Querido ¿Vas a querer que te prepare té?”—dijo una mujer ya algo mayor con una túnica verde con azul bajando por las escaleras. —“¿Y estos niños?”—preguntó la mujer sonriéndoles con ternura.


—“Amor mío, estos niños escaparon de la India y están buscando a sus madres”


—“Pobres criaturas, están sin el amor de sus madres y sin nada más.” —y abrazó a ambos con efusividad y terminando más asfixiado el pequeño—“¿No quieren un poco de té con miel?”—Dijo mientras jalaba las mejillas de ambos—“Son tan lindos”


—“¿Miel? ¿Sabes lo cara que se puso la miel, mujer?”—Y la otra sólo le fulminó con la mirada. — Dice mi mujer que si queréis té con miel. —dijo en tono sumiso, el mandilón.


—¡Sí! —exclamaron con una sonrisa que la mujer entendió perfectamente.


—“¡Muy bien! Entonces querido, yo preparare el té mientras tú arreglas su cama”


—“¡¿Qué?! ¿Se van a quedar aquí?”


—“Claro que sí. Ni creas que se quedaran en la calle. Se los pueden robar”


—“Esta bien mi amor.” Vayan con mi esposa, ella les preparara el té.


 


Ellos eran Darío y Essie, y vivían en la parte superior del restaurante. Darío algunas veces ganaba algo extra con sus trueques. Ella sólo era ama de casa. Ambos habían tenido una hija, Ishtar, que ya no vivía con ellos por estar con su esposo, pero los visitaba cada que podía. A ambos les hubiera gustado tener más hijos, pero la mujer ya no pudo.


Había llegado la hora de dormir. Essie le dio un beso sonoro a cada uno para desearles las buenas noches. Una vez hecho esto se marchó. Entonces Darío los llevó de nuevo abajo, hacía la bodega. En el cuarto había estantes llenos de lámparas de aceite de hermosa forma y shishas de múltiples tamaños; aunque casi todo el cuarto era ocupado por cajas de madera de distintos tamaños. Entre ellas había acomodado una alfombra y sábanas improvisando una cama.


 


—Aquí dormiréis esta noche. Por favor no toquéis nada, hay cosas muy frágiles por aquí, así que tened cuidado. —Naruto veía con curiosidad todo lo que sus ojos le permitían, pero lo que realmente le había llamado la atención fue una enorme caja. Tan grande que se preguntó cuántas maniobras habrían hecho para meterla por la pequeña puerta


—¿Qué hay en esa caja?—entonces la personalidad de Darío cambio a la del orgulloso comerciante.


—¡Oh! Esa caja. Es solo una de mis mejores adquisiciones. Me acaba de llegar esta mañana. Ahí dentro están unas exquisitas, delicadas y valiosas tazas de té. Hechas de la porcelana más fina. Las he conseguido a un precio de ganga ya que mi proveedor se las encontró por accidente en India. “Yo no sé cómo vender estas cosas, pero yo se que tu eres un gran sabio en este tema” me dijo. Incluso es posible que unas tengan dibujos de oro. Y casi no me cabe duda que es así ya fue uno de los últimos pedidos no entregados al Ma…


—Son pepinillos en salmuera. —interrumpió Sasuke


—¿Qué?


—Son pepinillos en salmuera— repitió el menor, y Darío entró en crisis


—Eso no puede ser. —Al momento el hombre se puso a buscar una palanca muy decidido a abrir la caja. — ¿Cómo estas… tan seguro?—interrogó mientras forcejeaba con las tablas.


—Porque lo dice la etiqueta—contestó sencillamente el azabache. Darío empezó a sacar el relleno protector de paja como un desesperado.


—“¿Qué tanto escándalo hacen aquí abajo?”—preguntó Essie bajando las escaleras.


—“Sasuke dice que la porcelana son pepinillos”


—“¡¿Pepinillos?! ¿Volviste a comprar mercancía sin revisarla?”—decía la mujer en tono alterado. No era la primera, ni la segunda, era la CUARTA vez que le pasaba eso. Ya era el colmo.


—“El señor ese me dijo que era tan delicadas que para que se conservaran mejor lo más adecuado era que permanecieran selladas. Y me dijo lo del rey y al tener escritos en hindi pues le creí.”  —Entonces se dio cuenta de otro detalle. — Sasuke ¿Sabes leer?


—Sí—pero no quiso dar detalles. No debía contar nada de su vida en la India.


—Y también escribir—mencionó Naruto emocionado. —Aunque es mejor leyendo. Fue el mejor niño en el pa…—pero fue callado por el azabache a tiempo.


—“Si encuentras pepinillos en esa caja te comerás cada uno de ellos, Darío”—el hombre sólo removió un poco más del relleno y se encontró con su desdicha: Sasuke tenía razón. De sólo ver su expresión, la esposa sabía lo que pasaba. —“Mañana vas a desayunar, comer y cenar pepinillos”


—“¡¿Qué?! ¡No! Amor mío, espera, tranquila.” —Darío trataba de calmar a su esposa lo más pronto posible. Cuando ella estaba así, todo la molestaba.


—“¿Y esos trapos?”—dijo enojada señalando la alfombra.


—“Su cama”


—“¿Eso? ¿Aquí en la bodega? No, no. Eso sí que no. Ni que fueran perros”—enérgicamente tomó a los pequeños de las manos y los llevó hasta arriba de nuevo. Sasuke y Naruto sólo se veían extrañados por no tener idea de que pasaba.


—“No dormirán con nosotros ¿Verdad?”—preguntó Darío con temor. En esos momentos su mujer era capaz de todo.


—“No. Recuerda que tenemos más de una habitación”


—“Pero esa es la habitación de Ishtar”


—“Sí, pero ella ya no vive aquí. Así que ve a buscar sábanas limpias”—al por fin dejarlos en cama y listos para dormir se retiraron. Essie no dejaba de discutir por cada mínima cosa con Darío.


—Nii-san ¿Qué paso?—preguntó Naruto aun con las disputas como fondo viendo el techo en la oscuridad.


—No lo sé, pero creo que quieren que nos quedemos aquí. —ambos estaban igual de impresionados por como Essie podía transformarse de una dulce mujer a otra iracunda tan rápido.


 


A la mañana siguiente despertaron en el cielo, o al menos en algo muy parecido. Les había sentado muy bien dormir en una cama suave y calientita. Ambos estaban tan placidos acurrucados que podía incluso temblar y no lo notarían. Lo único que los levantó fue un delicioso aroma. ¡El desayuno estaba listo! Corriendo llegaron al comedor donde Essie les sonrió vestida ahora con un atuendo anaranjado con amarillo. Darío ya había comido, pero no lo mismo. Su mujer sí había cumplido su palabra.


 


—Sasuke, podrías venir un momento—le dijo Darío al ver que ya habían despertado.


 


Entonces Sasuke se limpió con la servilleta, la dobló con delicadeza, la puso en su asiento y se disculpó por retirarse, dejando a  Essie con los ojos como platos. Sí que tenía buenos modales. Entonces volteó a ver al pequeño, quien le sonrió mientras masticaba, pero algo lo delató también: tenía buena postura al sentarse.


Ya en la bodega Darío fue directo al tema.


 


—Anoche nos demostraste que sabías leer ¿Te molestaría leerme unas cosas para un inventario rápido?—Sasuke pensó en su respuesta. No quería demostrar abiertamente lo de saber leer y escribir, ya que había visto que no era algo común fuera del palacio. Pero tenía una deuda con Darío. Aparte del hecho de que le había robado, el hombre les había recibido como invitados en su casa.


—Claro, no hay problema. —y Darío le fue señalando caja por caja que tuviera lenguaje hindi. —Copas de cristal… aceite de nuez… figuras de arcilla… vinagre de caña… vinagre de manzana…—Ni una vez se equivocó de la larga lista que le siguió. El hombre sólo tuvo que abrir dos cajas para luego darse de topes con la pared porque el menor tuviera razón. Sacó un ábaco y se puso a contar todo lo que había perdido. Había sido muy costoso su error. 


—¿Te gustaría trabajar conmigo? Estarías de mi ayudante. Y te pagaría dejándolos quedarse aquí con todo incluido: comida, cama, techo y lo que necesiten. —Era una oportunidad perfecta. Pero Sasuke debía discutirlo con Naruto, él estaría de necio con lo de ir a buscar a sus madres tan sólo se pusiera cómodo.


—Lo siento. Pero es que debemos buscarlas.


—Eso lo sé bien, pero ya pensé en eso. Me dijiste que una es de cabello rojo y la otra tiene la piel como tú. Todos los que vienen huyendo de India han pasado por aquí. Tengo conocidos en las entradas. Si llegan a pasar te lo haré saber.


—Lo pensare. Se lo diré antes del anochecer.


 


Más tarde, Essie y Darío estaban tomando el té mientras los pequeños lavaban los platos.


 


—“¿Notaste algo raro?”—le dijo la mujer sacando el tema.


—“¿Qué cosa?”


—“Que son muy bien portados. Incluso tienen modales”


—“Y el mayor sabe leer”—Darío se había quedado realmente impresionado con eso.


—“Sí. Pero no saben fregar los platos. Les tuve que enseñar hace rato. Eso no es normal”—con esto el hombre comenzó a idealizar como su esposa. —“Si no me dijeras que lo que hablan es hindi, creería que son de otro lado. Ellos no tienen ni la apariencia de un Indio”—empezaba a sospechar mucho. —“¿No te dijeron nada más de ellos antes de que yo llegara?”


—“No, sólo lo que ya sabes: que sus padres eran sirvientes, pero por lo visto eran realmente escribas”


—“No, un escriba no tiene modales, sólo es respetuoso.” —corrigió la mujer


—“Bueno, sean lo que sean ellos están aquí y debemos rezar por su bien. Ya se me hace tarde para abrir”—y le dio un beso a su mujer— Sasuke acompáñame a abrir.


—Sí—y le entregó el plato que tenía en su mano a Naruto. Le había explicado la oferta de Darío. Naruto pensaba negarse, pero Sasuke le había convencido de que se quedaran. Y cuando el azabache ya estaba prácticamente en las escaleras, Essie se interpuso.


—“¿A dónde cree que va jovencito? De aquí ninguno de los dos se irá sin un buen baño”— sentencio la mujer.

Notas finales:

¡A la onda! Casi se me viene el tiempo encima por estar de floja toda la semana xD

 

Espero que les haya gustado el capi, ya saben: Un review para mejorar!!

 

Que tengan buen día-noche!!! :3

 

Atte:

LaMueRtHeSitHa ^^*


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